Viaje de Negocios

Después de un viaje de negocios, Marcos se encarga de mi tensión, mi preocupación... y mi iniciación. Relato que describe el sexo entre hombres desde las dudas y antojos pasando por el erotismo.

-         Y eso es todo. Hemos terminado. ¿Te apetece irnos de parranda y no sé… ligar algunas hembras? – dijo Marcos.

-         La verdad estoy algo cansado después de tanto trabajo. Quisiera echarme un baño con agua caliente y ya después el cuerpo dirá.

-         Me parece perfecto. Apúrate que yo también tengo ganas de hacerlo!.

Finalmente habíamos terminado una labor titánica: arreglar el sistema operativo utilizado para coordinar la logística en una planta armadora de coches sin tener que interrumpir su funcionamiento ni un solo minuto. Sabíamos que el jefe estaría contento cuando regresáramos a nuestra ciudad y posiblemente tendríamos un ascenso.

Marcos y yo trabajábamos en una unidad especializada en contingencias relacionadas a problemas de operación de software. Llevábamos casi 6 meses trabajando codo a codo en distintos proyectos y la verdad es que habíamos entregado siempre buenas cuentas, tanto que en esta ocasión el jefe nos había enviado a otra ciudad para solucionar un problema presentado en el sistema del mejor cliente del despacho al que pertenecíamos. Al principio había dudado en asistir pues al ser chico de provincia eso de estar lejos de casa no se me daba mucho, pero que Marcos fuera también me había dado bastante seguridad. Él es un hombre entrado en sus treintas, atlético, bien parecido, carismático y bastante inteligente… el paquete completo. Padre de dos hijos y esposo de una rubia despampanante. Yo por mi parte creo que no estoy nada mal: si bien no soy alto, me mantengo en forma pues nado al menos 3 kilómetros diarios desde hace ya más de un año, en que decidí que había que despedirse de aquel muchacho flacucho que alguna vez fui. Mi cuerpo se encuentra tonificado y, modestia aparte me considero guapo. En los temas amorosos no he tenido mucha suerte, pero tampoco es algo que me preocupe.

El cielo tronaba, por lo que nos despedimos rápidamente del personal que nos había sido asignado, recibiendo todo tipo de felicitaciones por nuestra eficiencia y tomamos un taxi que nos llevó directo a nuestro hotel. Justo al llegar inició una lluvia torrencial y por más que intenté evitarlo, Marcos me insistió en que corriéramos hasta nuestra habitación.

-         Pero si es una caminata de casi 100 metros! Vamos a quedar empapados! – protesté

-         Anda, no seas nena. Total, de todas formas íbamos a meternos a bañar para poder salir un rato no? Venga, corre!.

No me permitió decir más. Marcos salió corriendo bajo la lluvia y era tal la intensidad que a los pocos segundos lo perdí de vista.

-         Joven – me dijo el taxista – su amigo me ha pagado el viaje pero no la permanencia voluntaria… quiere que encienda el taxímetro nuevamente?

-         … No, hombre, no. Que ya me bajo.

Hice acopio de valentía y decidí salir corriendo. No llevaba ni tres pasos cuando ya me encontraba chorreando y completamente helado.

Al llegar al cuarto descubrí que la puerta estaba cerrada.

-         Marcoooos! Marcooos! Ábreme la puerta que me estoy congelando!

Marcos solamente corrió la cortina de la ventana que daba al pasillo y me miró sonriente.

-         Tienes frío? – me dijo mientras se secaba el pelo con una toalla.

-         Si cabrón. Ábreme de una vez.

-         Ya, ya, no te me enojes, que te vas a volver viejo muy rápido. A ver… ya. Está abierto. Empuja.

Giré la perilla y empuje, pero nada. No se abría ni un ápice. Volví a empujar, pero nada. Lo intenté por una tercera vez, esta vez con todas mis fuerzas y justo en el momento Marcos abrió la puerta de par en par, por lo que con la inercia que llevaba, lo empujé fuertemente hacia atrás, provocando que cayéramos al suelo, quedando sobre él.

Marcos reía a carcajadas mientras me abrazaba y yo no hacía otra cosa que separarme de él.

-         Marcos! Estás sin camisa!

-         Pues si nenita. No pensabas que te iba a esperar para quitarme la ropa mojada verdad?

Y diciendo esto me soltó. A mí no me molestaba que me dijera nenita, pues así nos hablábamos en el trabajo, pero esta vez creo que me puse algo nervioso. Me levante rápidamente y traté de no parecer alterado, pero la verdad es que estar encima suyo me había turbado un poco. Su torso desnudo y marcado atraía mi mirada como si de un imán se tratara.

Le pregunté si quería bañarse primero, pero caballerosamente me dejó el primer turno. Pasé desviando mi mirada por enfrente suyo, y me metí al baño cerrando la puerta inmediatamente. Mientras me desvestía note que aunque mi piel se encontraba helada, mi entrepierna latía con intensidad. Debía ser producto de las largas jornadas trabajadas, pensé. El baño tenía un cancel del techo al piso que permitía que se pudiera hacer algo así como un cuarto de vapor, así que abrí el grifo del agua caliente a lo más que se podía. Sentí el líquido resbalar por mi cuerpo e ir conquistando mi temperatura. Poco a poco el frío se esfumaba y mis músculos iban relajándose. Después de unos 10 minutos recordé que Marcos aun no se había bañado y seguramente tendría frío, por lo que decidí interrumpir mi disfrute a regañadientes y me sequé completo. Entonces escuché unos gemidos ahogados. Rápidamente me coloqué una bata de toalla de esas que te proporciona el hotel y salí del cuarto de baño. Marcos estaba metido en su cama, cubierto hasta el cuello con el cobertor, mirando hacia la tv. El sonido que antes me había alarmado, ahora era inconfundible: estaba viendo el canal porno! Pude reconocer inmediatamente a Naomi, mi actriz porno favorita, recibiendo un trozo enorme por el culo y disfrutándolo como perrita en celo. Su cara era una ricura y sus gemidos hicieron que se me empalmara en el momento.

-         Marcos! No chingues, no duermes solo en este cuarto

-         Y que… te molesta? Mírala que sabroso lo disfruta. Creo que es de reconocérselo no?

-         Pues sí que lo disfruta, pero no quiero pensar siquiera en que te masturbes en el mismo cuarto en el que yo estoy y menos con nuestras camas tan cerquita!.

-         En eso tienes razón. No sea que vaya a desconocerte… jajajaja. Además, durante todo el viaje no me he desfogado y ya siento unas ganas inmensas… tendré que hacerlo en el baño!

Y diciendo esto se levantó de un brinco, quedando completamente desnudo. Parecía una divinidad del Olimpo. No tenía ni un gramo de grasa en todo su cuerpo y su verga erecta apuntaba al cielo, como si no existiera la gravedad.

-         Apúrate y vete al baño, que no necesito que te pasees con eso en ese estado – dije mientras me recostaba en mi cama

Sin cerrar la puerta se metió al baño y escuché que abría la regadera. Debió de haber dejado el cancel también abierto, pues el sonido del agua era bastante fuerte. Pensé en cambiar de canal, pero la verdad era que disfrutaba demasiado los gemiditos de Naomi y verla mover el culito era una de mis aficiones, así que preferí disfrutarla. Metí una mano por entre la bata y comencé a masajearme los huevos y mi pene por encimita. Cabe decir que aunque no tengo mucho vello corporal, el poco que me crece me lo depilo con regularidad, pues considero que es mas higiénico. Mi verga reaccionó gustosa al estímulo y casi de manera inmediata comenzó a producir líquido preseminal, mismo que aproveché para lubricarla un poco.

Desde el baño comencé a escuchar también los gemidos de Marcos que se veía que disfrutaba de su masturbada y mezclados con los de Naomi eran un espectáculo auditivo difícil de repetir, por lo que comencé a jadear.

De pronto hubo un apagón generalizado.

-         Hey! Que pasó? – preguntó Marcos

-         Pues se fue la luz, buey! Que mas?

-         Uf. Tan rico que escuchaba los gemidos de Naomi… No quisieras gemir un poquito tú para que pueda terminar con lo que estaba? jajaja

-         No, baboso!

Al ver que la luz no regresaba y sin que nadie me lo pidiera, abrí el cajón del buró que separaba las camas y saqué de él unas velas que encendí al momento. Colocando una sobre la tele para iluminar la habitación, le llevé la otra a Marcos. Solo había que entrar al baño para sentir el sex appeal que emanaba mi compañero. Sin quererlo voltee al interior del cancel y lo vi completamente desnudo y empalmado. El agua recorría su magro cuerpo enjabonado, mientras él se meneaba la verga de arriba hacia abajo. Aunque no la tenía tan gruesa, su longitud fácilmente rondaba los 20 centímetros. No fue mucho tiempo el que pude apreciarla, pero si el suficiente para ver que no tenía capuchón, lo que la hacía aparecer más limpia y rosadita. Se encontraba coronada por unos pequeños vellitos que me hacía suponer que los recortaba ocasionalmente. Traté de levantar la vista y me tope con sus enormes ojos mirándome directamente. Sin intercambiar palabra, el siguió masturbándose y yo simplemente le di la espalda, coloqué la vela sobre el lavamanos y salí del baño. Es posible que si hubiéramos hablado aquello hubiera terminado mal, pero lo cierto es que nadie dijo nada, siendo el silencio nuestro cómplice. Al llegar a mi cama, mi mente revoloteaba así que me recosté boca abajo y me tapé la cabeza con una almohada. Pensé en todas las veces que me había sentido atraído hacia algún hombre y que internamente me preguntaba si no sería gay, pero que terminaba por convencerme de que únicamente los admiraba por alguna especie de envidia, pues siempre fui demasiado delgado. Sin embargo, esta vez era diferente, ya que mi cuerpo se encontraba bastante bien trabajado… y aún así me atraían otros. Sentí un calor en mi entrepierna que debía de ser atendido. Dejando esas dudas de lado y todavía con la almohada cubriéndome, moví mi cadera hacia adelante, friccionando mí pene contra la cama solo un poco y sentí un inmenso placer. Me retiré lentamente levantando las nalguitas y volví a hundirme en la cama. El placer me invadió súbitamente. Lo hice varias veces más, siempre con calma, hasta que escuché un gemido ahogado. Pensando que la luz había vuelto y podía volver a disfrutar a Naomi me quité la almohada de la cabeza y voltee. No pude creer lo que tenía delante de mí. Marcos se encontraba sentado en su cama, totalmente desnudo, inclusive aún con el cabello húmedo, y se meneaba la verga mientras mantenía su mirada fija en mí. Quedé petrificado. Él solo mordió su labio inferior y continuó con lo suyo. Nuevamente el silencio pudo más que cualquier palabra. Poco a poco fui asimilando aquello. Al principio pensé reclamarle por masturbarse en el cuarto, pero acaso era lo mismo que yo hacía al darle de piquetes a la cama. Recapacité y pensé que si a él no le importaba masturbarse estando junto, a mí tampoco. Me voltee hacia la pared y volví a lo mío, esta vez prolongando mas el movimiento de mi cadera y abrazando la almohada como quien se aferra a su última oportunidad de supervivencia. Cerré los ojos con fuerza pues no estaba seguro de actuar de la mejor manera. Abrazar la almohada solo generaba que mi cadera se arqueará y esto me permitía que la sensación de roce entre mi pene y la cama fuera mayor. Intuía la mirada de Marcos en mi espalda y eso solo me excitaba mas, por extraño que pudiera parecerme.

-         Levanta tu bata hasta el límite de tus nalgas

Era la voz de Marcos. Dudé en hacer caso a su petición, pero decidí que no habría problema con darle un poco de material visual para saciar su apetito, así que obedecí. Tomé mi bata de baño por el borde y la recorrí hacia arriba, dejando mis muslos al descubierto pero cubriendo aún mis nalgas. Lo que no calculé fue que con mis movimientos de cadera la bata se recorría cada vez más hacia arriba, mostrando en ocasiones un poco de mi culito totalmente desnudo. Sin embargo, yo continué con lo mío. Vi la sombra de Marcos al levantarse de su cama y escuché sus pisadas. Por un momento pensé que iba al baño a terminar lo que tenía entre manos, pero las pisadas no mentían: cambió de dirección y se dirigía hacia mí. Cerré los ojos y sentí su humanidad sentarse en mi misma cama. Estaba buscando alguna excusa para levantarme e irme, pero el tiempo no fue mi aliado, ya que inmediatamente sentí una de sus manos en mis piernas. Eso fue demasiado y la verdad es que no estaba preparado aún. Tenía tantas dudas. Como si de una descarga eléctrica se tratara, retiré la pierna evitando su contacto.

-         Tranquilo. Solo quiero que te relajes pues te veo un poco tenso. ¿Te apetecería un masaje? A mi mujer le encantan después de un baño caliente.

-         Mmmmm bueno. Si, me siento algo estresado y sería bueno relajarse un poco antes de salir, no crees?

-         Si eso… antes de salir. Deja la almohada a un lado y deshazte de esa bata que me distrae. Así, mira, déjala cubriendo tu trasero.

Escuchar eso me tranquilizó pues me dejó claro que no buscaba ir más allá con este jugueteo de verme las piernas. O al menos eso quería pensar… o no. Me quité la bata e hice como me pidió.

Marcos se puso a horcajadas sobre mí, colocando sus rodillas a los lados de mis tobillos. No quise siquiera ver si estaba desnudo o no, pero intuí que continuaría así. Habría tomado algún tipo de aceite, pues la habitación se inundó con un suave olor a lavanda. Sus grandes manos apresaron mis piernas para no dejarlas ir y las recorrieron en sentido ascendente. Subían con firmeza y bajaban con un suave recorrido, casi imperceptible, lo que hizo que mis sentidos se agudizaran. Era como si me estrujara cada pierna para acariciarla posteriormente. Sentía como su energía me recorría, llenando mis piernas y acumulándose un poco más arriba. Al llegar a mis muslos, las yemas de sus dedos tomaron la iniciativa y subieron en un roce casi imperceptible hasta el borde de la bata. Debido a que cada vez era mayor el área recorrida, se levantó de su posición y adelantó hasta las rodillas, aunque esta vez colocó una de las suyas entre las mías, por lo que tuve que separarlas un poco. Sus dedos avanzaban y retrocedían cubriendo principalmente el interior de mis muslos en una espiral ascendente y retornaban directo hacia la zona posterior de mis rodillas. Sus pulgares se aventuraban adentro hasta casi tocarse entre ellos y juntos ascender hasta dibujar el borde inferior de la bata, la cual se estaba convirtiendo en mi última barrera del pudor. Sus movimientos eran cada vez más amplios, tanto que sus pulgares alcanzaron a rozar ligeramente mis testículos y de ahí se fueron a mis nalgas, las cuales casi fueron apretadas por ese par de poderosas manos.

-         Creo que tus piernas están listas, ahora habrá que continuar con tu espalda. Si no te molesta voy a quitar tu bata para sentarme encima de ti, pues de otra manera no alcanzo tu cuello.

-         Vas a quitar qué?

-         Tu bata. No te preocupes, sentado encima de ti seguramente no veré nada inapropiado si eso es lo que te preocupa.

Apenas estaba tomando mi bata por un lado cuando Marcos la corrió de un solo movimiento. El frío de la habitación contrastó con la temperatura más elevada de mis nalgas y provocó que mi piel se pusiera chinita. Inmediatamente Marcos se sentó sobre mí. Solamente sentir sus nalgas sobre las mías fue un placer que pocas veces había sentido. A pesar de su peso, no me oprimía en absoluto. Era como si estuviera cuidándome en todos los aspectos.

Sentí un líquido aceitoso caer directo en mi cuello y espalda, chorreando por la curvatura de mi tórax. Marcos lo interceptó y fue distribuyéndolo por mi espalda. Una vez hecho esto, entrelazó sus dedos dentro de mi cabello y fue masajeando mi cuero cabelludo, de atrás hacia adelante. Creo haber soltado algún gemido, pues Marcos se aventuró a tocar mis orejas.

-         Te gusta verdad? Esta es mi especialidad…

Se había acercado tanto que su voz era un susurro que hizo vibrar todo mi cuerpo. Sus manos fueron directo a mi cadera y me estrujaron con dirección a mis hombros para después regresar la posición inicial. Al hacer esto, fueron adentrándose hacia mi abdomen, por lo que al final me tenía sostenido de la cadera y me levantaba acercándome a él. No es que yo pusiera mucha resistencia, pero el contacto inicial de una verga en mis nalgas no era algo que yo esperara, aunque creo que lo deseaba desde hacía mucho.

-         Hummmmm ahhhhh.

Escuché mi exclamación como si de alguien más se tratara y me dio vergüenza lo que pudo haber pensado mi compañero. Sin embargo, él se limitó a pegarse un poco más hacia mí y colocarme su paquete entre las nalgas. Yo solo me dejé hacer.

Así sostenido por la cadera, me restregó varias veces su verga caliente. Apreté las nalgas en un burdo intento por evitarlo, aunque esto le debe de haber gustado, pues lo único que logré fue atraparlo en medio.

-         Sabes que siempre se me ha antojado hacérselo a alguien por el culo? Me da mucha pena no haber traído condones, pero no sabía que mi compañero de cuarto tenía tan buenas nalgas y era tan puto.

-         Lástima, yo tampoco sabía que eras tan caliente y facilito… pero igual y podemos disfrutar de otras maneras. Digo, te deslechas y ya, va?

Marcos se hizo a un lado y se bajó de la cama. Me jaló por la cintura hasta que quedé doblado sobre la cama, pero con ambas piernas estiradas hacia el suelo. Él se hincó entre mis piernas y me separó las nalgas con las manos. Antes de que el frío de la habitación calara hondo, sentí un rápido lengüetazo directo sobre mi ano, dejándolo ensalivado. Su lengua rasposa buscó mi culito ahora para jugar con él. Fue tanteando el terreno, iniciando desde mi zona inguinal y guiándose por mi perineo al tiempo que su nariz aspiraba mi olor recién bañado. Al llegar al punto en el que mi culito se volvía más delicado, comenzó a acariciarme con pequeñas lamidas en todo el derredor. El placer era inmenso, pero involuntariamente contraje mi esfínter, arrugándolo. Marcos identificó su centro y hurgó en mi interior con la punta de su lengua. Presionó con fuerza y logró introducirla un poco más. A partir de ahí sus movimientos fueron circulares. Yo podía sentir su músculo caliente en mi interior y separé mis nalgas con mis dos manos para facilitarle la tarea. Al sentir sus manos liberadas, las llevó instintivamente a mi pene y comenzó a masturbarlo. No necesitó otro lubricante que el producido por mí mismo. Yo disfrutaba todas esas nuevas sensaciones y para evitar gemir cual puta tuve que morder la sábana, aunque esto no alivió mi excitación, sino que la incrementó. Ahora su lengua recorría mi cuerpo con rumbo a mis testículos y al alcanzarlos los chupaba con delicadeza. El contacto de sus labios y lengua con mi escroto totalmente depilado era maravilloso. Sin dejar de hacer esto, uno de sus dedos comenzó a darle pequeños golpecitos a mi culito. Sin saber porqué, mi ano se abría a cada toque, como esperando a un intruso que no se presentaba. La espera se volvía un castigo de lo más placentero. Después de varios episodios, en lugar de un toque lo que obtuve fue una penetración profunda. Sin esperarlo, su dedo medio se introdujo completo hasta el fondo. Solté un gritito ahogado y apreté su dedo con mi culito como si de un anillo se tratara. Marcos permaneció inmóvil en ese frente, pero seguía chupando mis testículos y masturbando mi verga. Yo me acostumbraba a tenerlo insertado en el culo, pero era algo extraño. Al menor movimiento sentía ese intruso dentro y me causaba placer. Comenzó un mete y saca pausado, que me permitía sentir la forma exacta de su dedo y la distensión exigida a mi culito.

Marcos suspendió sus actividades y se levantó quedando parado entre mis piernas. Yo extrañé por un momento aquel dedo que me estaba causando tanto placer, pero enseguida sentí que me restregaba la punta de su verga entre las nalgas. Tener un dedo en mi culito me había encantado, pero de eso a que me pudiera meter su instrumento y además sin condón, había mucha diferencia. Sin embargo, decidí corresponderle, por lo que me levanté de la cama, y lo senté a él. Me arrodillé, quedando con su pene al frente de mi cara, observándolo cuan largo era. Su cabeza babeaba líquido preseminal en cantidades que asemejaba una buena venida, chorreando por ambos lados. Era tal su excitación que latía como si tuviera fuerza propia. No esperé más y junté sus líquidos con mi lengua y al llegar hasta la punta, me la metí de golpe en la boca, llenándola completamente. Con una mano la sostuve por la base y la chupé como si de un popote se tratara. Masajee sus huevos con mi otra mano y saboree su sabor. Era impresionante la cantidad de líquido preseminal que producía. Tenía la boca pastosa de tanto pero seguía tragando ávidamente. Estaba dispuesto a dejarlo venirse en mi boca. Marcos disfrutaba pero quería recompensarme también. Estiró una de sus manos por mi espalda y llegando hasta mis nalgas las pellizcó y me dio una nalgada.

-         Quieres que me venga en tu boca?

Por respuesta le tomé su mástil con las dos manos y comencé a exprimirlo a un ritmo mayor. Él buscó mi ano y alargando su dedo lo más que pudo logró introducirlo unos pocos centímetros. Me di cuenta que lo había extrañado en demasía y que donde realmente lo quería era en mi culito. Pensé en la falta de condón y que si se venía en mi interior, me dejaría toda su leche en las entrañas. Esa imagen mental lejos de hacerme entrar en razón fue el detonante indicado.

Me saqué su verga de la boca y se me quedó viendo con cara de incredulidad, pensando que todo había terminado. Sin embargo, lo que hice fue levantarme, colocar las piernas a los lados de las suyas e ir bajando, al tiempo que con una mano le sostenía el pene y me lo apuntaba directamente. El no se lo esperaba pero tampoco hizo mucho para evitarlo. Por la falta de experiencia, no atiné a introducirlo al inicio, pues la punta chocó con mis piernas y posteriormente con mi perineo. De ahí, lo arrastré hacia el punto exacto y cuando su cabeza se desplazaba hacia mi esfínter, me dejé caer sobre él. El resultado no fue el esperado, pues lo único que logré fue sentir un dolor intenso. Me levanté y lo reacomodé para volver a bajar, pero fracasé nuevamente. Marcos observó mi frustración y decidió tomar cartas en el asunto. Acercó una de sus manos a mis labios y comprendí lo que necesitaba. Abrí la boca y chupé su mano entera tratando de ensalivarla lo más posible. Me paré un poco para dejarle embadurnar mi culito con mi propia saliva y volver a intentar la penetración. Él separó mis nalgas con sus manos, casi tomándome del culo para abrirlo y esta vez su cabeza entró directamente unos dos centímetros sin recibir resistencia importante, aunque a partir de ahí parecía no poder entrar.

Decidido a no perder más tiempo, lo abracé por encima de sus hombros y viéndolo directo a los ojos le dije:

-         Cógeme Marcos, hazme tuyo. Quiero que me partas en dos de forma que cada vez que lo hagas con tu esposa te acuerdes de mí, de lo apretado que lo tenía y de lo mucho que disfrutaste tu primer culo. Quiero que seas mi macho y me desvirgues pensando solo en tu placer.

Debo de haber sido muy convincente, porque por respuesta Marcos me agarró de la cadera y me empujó hacia abajo. Yo le ayudé arqueándome un poco y acomodando palmo a palmo todo aquello que fuera entrando, sin permitirme retroceder ni un ápice. Hubo un momento en el que llegué a pensar que no lo lograríamos, pero sentí súbitamente un dolor lacerante y mi última resistencia se perdió. Su pene se introdujo completo y hasta el fondo. Yo solté un grito de dolor que Marcos ahogó con un beso en la boca. Nunca nos habíamos besado y sentir sus labios separando los míos, su lengua incursionando en la mía, me hizo sentir completo. Mi culito se contrajo de manera paroxística apresando su herramienta y Marcos tuvo la paciencia suficiente para no moverse. Conforme me fui acostumbrando a su tamaño, las contracciones cedieron. Su verga ocupaba un lugar importante dentro de mí. Me levanté despacio, sintiendo como resbalaba con mayor facilidad hasta quedarme vacío. Mi culito apenas logró hacer un vago esfuerzo por cerrarse, sin lograrlo. Para evitar darle tiempo de que se repusiera, me di un sentón sobre el mástil que me había empalado. Entro profundo, no sin dificultad, aunque el dolor fue considerablemente menor. Al sentir que llegaba a su tope volví a sacarlo aunque esta vez ya no completamente, y comencé a subir y bajar sobre la verga de mi amigo, que disfrutaba de lo lindo. Una vez que dominé ese movimiento, busqué ponerle más variedad y agregué cierto contoneo de la cadera que hacía que su miembro se pegara a una y otra pared de mi interior, haciéndolo sentir todavía mayor de lo que ya era. Marcos se hizo hacia adelante para morderme el cuello y yo impulsivamente me recliné hacia atrás, perdiendo el equilibrio y resbalando para quedar sostenido únicamente por su verga. Marcos tuvo que levantarse para no caernos y yo maniobré para que no saliera de mi interior. Fuimos a chocar directo contra la pared y me excitó tanto la situación que sin importar el riesgo de caernos, aumenté el ritmo en el que lo montaba. Ahí nos encontrábamos: él parado tomándome de las nalgas, ayudándome a subir y bajar cada vez más rápido, y yo abrazándolo por el cuello, sin otro punto de sostén que su propia verga llenándome el culito.

El esfuerzo era inmenso. Nuestros cuerpos se encontraban sudorosos. Él arremetía con fuerza y sus embestidas me llenaban de placer. Podía sentir sus huevos chocar contra mis nalgas. De pronto, en cada metida de verga que me ponía me la dejaba un poco más de tiempo adentro, por lo que me preparé para lo que venía. Sus músculos se tensaron y me jaló para penetrarme lo más profundo que pudo. Me empujó hacia la pared y me apretó contra ella, mordiendo mi cuello al momento en que gemía victorioso.

-         Aaaahhgggggg Mmmmm que rico culitooooo.

Hizo un ademán para retirarse de mi interior, pero yo lo apresé rodeándolo con las piernas inmovilizándolo.

-         Vente dentro papi… quiero que me llenes de leche.

Ni terminé de decirlo cuando la verga de Marcos ya disparaba su cargamento. Eyaculaba vaciándose en las paredes internas de mi recto. Su semen se sentía caliente y parecía que su pene se inflaba aún más. Traté de no dejar escapar ni un poco apretando mi culito con fuerza. Mi excitación era tanta que también terminé por sucumbir al placer. Chisguetes de semen saltaban hacia su pecho, sumergiéndonos en una atmósfera de feromonas y sexo. Cuando acabé, Marcos aún seguía vaciándose en mi interior.

Nos recostamos como pudimos, aunque no le permití sacármela ni un poco. Quería sentir su miembro decrecer. Tenía el culo adolorido pero el ánimo por los cielos. Marcos me dio una palmada y se puso a acariciar mis nalgas, por lo que me recosté encima de su pecho. El sudor que lo cubría mezclado con mi semen le daba un olor característico pero para nada desagradable. Me había cogido a mi compañero de trabajo y había sido nuestra primera experiencia anal. Cuando se salió por completo, noté como me había quedado el culo abierto y chorreando semen, con algún hilillo de sangre al parecer. Había un poco de dolor pero el placer recibido bien lo valía. Nada mal para una primera vez.


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