Viaje de negocios 2
Fui a México por negocios y ahí conocí a un chico con quien tuve sexo. Esa noche, luego de la cena, regresamos a tener relaciones sexuales: ¡las estaba deseando con toda mi alma, tener sexo fuerte con ese muchacho, y se me concedió!. ¡Se volvió a apoderar de mi cuerpo, mi alma y de mis orgasmos!.
VIAJE DE NEGOCIOS 2
Resumen:
Fui a la ciudad de México por negocios y ahí, en el hotel donde me hospedé, conocí a un chico casi 20 años más joven que yo. Hubo química y me le entregué; tuve sexo con otro, por primera vez desde que me casé: ¡me hizo su puta!, y yo estuve feliz. Esa noche, luego de la cena, regresamos a tener relaciones sexuales: ¡las estaba deseando con toda mi alma, tener sexo fuerte con ese muchacho, y se me concedió!. ¡Se volvió a apoderar de mi cuerpo, mi alma y de mis orgasmo!.
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Luego de haber conocido a Porfirio, nos fuimos de compras y regresando nos metimos a mi cuarto de hotel a tener relaciones sexuales. ¡Me dejó por demás complacida! (Primera parte de este relato) ¡Era un muchacho precoz, un amante insaciable, perfecto, apasionado!.
Luego de terminar con aquel delicioso acto sexual, nos metimos al baño a “darnos un regaderazo”. Me miré en el espejo: tenía unas ojeras ¡enormes!; mi mirada era muy diferente de la que yo me conocía: se me observaba una mirada “entregada”, rendida, con mis ojos aterciopelados por la concupiscencia. Tenía los pezones muy erectos. ¡Me gustó la imagen que reflejaba ese espejo!.
Porfirio me observaba con su mirada brillante, dominante, lujuriosa, y se dio cuenta de inmediato que yo ya estaba en sus manos; que de aquí en adelante me podría hacer esclava de su pasión y deseos.
El chico llegó tras de mí y me dio una nalgada con suavidad, preguntándome:
= ¿eres mi puta…?,
y yo me voltié de inmediato a buscar su mirada y a contestarle, de manera espontánea y sin meditarlo:
- ¡sí mi rey…, soy tu puta…!,
exclamé, ofreciéndole nuevamente mi boca, que el chico besó, de manera fugaz, pero que me gustó.
Se metió a la regadera y ahí lo alcancé, lo abracé y le froté mi cuerpo a su cuerpo. El me abrazó y me volvió a tomar del mentón y levantadme la cara hacia la suya me preguntó:
= ¿te gustó?
y yo, sin medir mis palabras ni actos, le respondí de manera franca y emocionada
- ¡Sí mi rey…, me hiciste muy feliz…, la tienes muy rica…!,
le dije, agarrándole su verga con mi mano y de inmediato la sentí que crecía:
= ¿hacía mucho tiempo que no te cogían?,
me preguntó, con un gran dejo de orgullo, y yo le mentí al contestar:
- ¡sí mi rey…, hace ya casi un año…, desde que se fue mi marido!
= ¿nadie más te ha cogido…?
- ¡nadie más mi rey…, hasta hoy que me hiciste tuya…!
= y que quisiste volverte mi puta…
- ¡sí mi rey…, soy tu puta…!
= ¿te quedaste caliente?
me preguntó, sonriendo de manera sarcástica y yo, mirándolo con pasión y ternura le respondí afirmativamente:
- ¡sí mi rey…, me dejaste con ganas de más…!.
Nos volvimos a reír y nos salimos del baño.
= ¡Apúrate que ya me anda de hambre!.
- ¡Si chiquito lindo!,
le respondí, emocionada,
- ¡me visto y me arreglo, mi rey!.
= ¡Ponte igual de cachonda que hace un rato…!.
¡Ponte el mismo vestidito y el calzoncito nuevo…!
Ahí sí le objeté:
- ¡Esas pantaletas ya están sucias mi rey…!. ¡Me estuve viniendo!.
pero el chico, algo molesto porque lo contradije, me insistió, imperativo:
= ¡Ponte esos calzones…, pero sin “chichero*”…!.
(*brasier)
Ya no lo contradije, en nada, simplemente le sonreí, me apuré y me esmeré por complacerlo.
Me puse la pantaletita rosa, la recién comprada, estrenada y sucia de mis venidas. Me puse el vestidito recién comprado, el color de rosa encendido, cortito, entallado a mi cuerpo, con largo de minifalda, plisado de la parte de abajo y con un “vuelo” bonito; me daba a la mitad de mis muslos y por el frente tenía un escote muy amplio, que mostraba mis tetas, mucho más de lo que yo hubiera querido mostrarlas, sobretodo que no llevaba brasier pero Porfirio me lo pidió y no quise contradecirlo una vez más, simplemente lo obedecí.
Me puse las zapatillas, unas blancas, de tacón alto, me cepillé los cabellos, me pinté los labios de un color rosa pálido, me puse perfume en el cuello y aún con esas grandes ojeras y mi “cara bonita” que me había quedado luego de ese coito que acabábamos de tener, voltié mis ojos entornados de concupiscencia hacia ese muchacho y le pregunté:
- ¿te gusto mi rey…?.
No me contestó.
- ¿estoy bien así?
= ¡vámonos!,
Me respondió, nuevamente imperativo, y ya no insistí, solamente lo seguí. Abrió la puerta y pasé. Salimos al pasillo. Él se adelantó un par de pasos y yo, acelerando el paso lo alcancé y me prendí de su brazo:
= ¡Mi rey…!,
le dije, tratando de mirarlo a la cara. Él se volteó hacia a mí y tan sólo me dijo:
- ¡Mi puta…!,
y me sonreí.
Llegamos al elevador; lo pedimos, y mientras llegaba, este chico me abrazó, me pasó la mano por detrás de mí y levantándome el vestidito volvió a palparme las nalgas y a recorrerme la pantaleta, el elástico de mi pantaleta. Les dio un apretón delicioso a mis nalgas, al momento que me preguntaba:
= ¿Eres mi puta…?,
y le contesté con una sonrisa, complacida, complaciente y muy concupiscente:
- ¡Sí mi rey…, soy tu puta mi rey…, soy tu puta…!,
le dije, complacida, dándole un beso en el cuello.
Llegó el elevador, y sin decir nada más, entramos y ahí nos besamos apasionadamente. Yo me le colgaba de su cuello sin dejar de besarlo y él me levantó el vestidito, ahora por la parte de adelante y comenzó a acariciarme mi sexo, mi clítoris: ¡me estaba "dedeando” en el elevador!.
= ¡Porfiriooo…!.
Llegamos al piso del restaurant; nos bajamos. Yo, algo apenada, me separé de su lado y así, separados, caminamos hasta el restaurante, que estaba completamente vacío, a excepción de los otros dos chicos: Fabricio y Leonardo (el gordo y el niño, como Porfi los nombraba), que ya habían terminado de cenar.
Cenamos; llevábamos un hambre…, tremenda, devoré un pollo que pedí y luego de terminar, Porfirio les dijo a sus amigos:
= ¡Nos vemos mañana…!.
# ¿No van ir a bailar…?,
nos preguntaron y Porfi les contestó:
= Quizás más tarde…, ahorita vamos a ir a coger…, andamos calientes…, ¿verdad…?
me preguntó y por toda respuesta, sin tardarme un segundo, le ofrecí mis labios, en señal de aceptación.
Porfirio me tomó entre sus brazos y me besó de manera muy voluptuosa, delante de sus amigos, sintiendo cómo mis senos se le acomodaban sobre su pecho y me le entregaba sin ninguna reserva a la caricia esperada.
Cuando finalmente nos desprendimos de aquel tremendo beso cachondo, él volvió a repetirle a sus dos amigos:
= ¡Nos vemos mañana…!.
Nos fuimos caminando hacia el elevador y mientras esperábamos que llegara, Porfirio me miró fijamente y me preguntó, vanidoso:
= ¿quieres que te la meta de nuevo?
- ¡Sí mi rey…, por favor…!,
le dije, complacida, en el momento que llegaba el elevador. Porfirio me tomó de la mano y me jaló cariñosamente, al momento en que otro hombre se subía también al elevador, pero Porfirio volvió a besarme en la boca, y yo respondí a ese beso demoledor, aunque ese hombre nos miraba con morbo, nos observaba mientras nos besábamos.
Ese día yo iba de verdad, encantadora: trigueña, chata, de senos medianos y caderas un tanto desarrolladas, pero con una cintura muy breve. Mis ojos y mis ojeras eran por demás expresivos: ¡apelaban a la concupiscencia!. ¡Estaba endiosada con el chico aquel!: joven, varonil, guapo, ¡”chulo”!, que me había envuelto con su labia y me había seducido.
¡Nos íbamos besando en el elevador! y..., con el vestidito que yo llevaba, el hombre ese no dejaba de verme las piernas y hasta la pantaleta quizás, pues Porfi me iba tocando los senos y todas mis piernas, sin el más mínimo de los recatos, hasta que llegamos al piso 3.
Nos bajamos y Porfirio me volvió a preguntar:
= ¿quieres que te la meta de nuevo?
- ¡Sí mi rey…, soy tu puta!,
le dije, tratando de provocarlo aún más, y volvimos a besarnos de manera muy voluptuosa. ¡Sentí que no podía negarle nada a ese chico terrible, que haría lo que él me pidiera y quisiera!.
En cuanto llegamos al cuarto me le colgué de su cuello, mientras que el chico me acariciaba de manera indecente, mis senos, mis nalgas, mis piernas, hasta que me jaló hacia la cama, enmedio de besos y caricias por demás lujuriosas.
Me tendió sobre la cama y de inmediato me metió su mano entre mis piernas, hasta llegarle a mi pantaleta. Yo me dejaba hacer y, sin esperar nada más, el chico me quitó el vestidito; mis senos, con sus pezones tan erectos, ¡se me veían primorosos!. ¡Porfirio me los comenzó a succionar!, saboreando y disfrutando de ellos con gula.
Sin poder aguantar, Porfirio se quitó toda su ropa y se lanzó sobre de mí; me quitó mi pantaleta y luego, con su pene muy erecto y muy firme, comenzó en su trabajo de enterrarse en las profundidades de mi vagina:
- ¡Mi rey…, que delicia…, me vuelve loca tu verga…!.
Me besó con voluptuosidad, metiéndome su lengua en mi boca y apretándome firmemente mis senos.
= ¡Putita sabrosa…, putita…!.
Se inclinó sobre de mí y me acariciaba mi "cajita de música", mis labios vaginales y mi clítoris, muy erecto. Yo suspiraba a más no poder, excitada por esas caricias certeras y respondía vivamente a las caricias del chico. Mis ojos buscaban a los ojos de Porfirio, quien me acomodó de a "orillita de cama" y me levantó mis piernas, separándomelas al mismo tiempo, de manera que la entrada a mi sexo quedara lo más fácilmente posible, para introducirme su pito, ya erecto y dispuesto.
Me colocó en posición; me tocó con la punta, separándome cuidadosamente mis labios vaginales y comenzó a hundirme su miembro, con mucho cuidado, hasta que comencé a gemir suavemente, sintiendo que mis carnes se desplegaban y:
- ¡Porfirio, mi lindo..., me gusta, me encanta…, la tienes muy rica, sabrosa, muy dura..., mi lindo...!.
Porfirio se encontraba hasta adentro de mi vagina, hasta unir su pubis contra mi pubis:
- ¡Papito…, mi rey…, mi tesoro…, qué rico…!.
Se quedó quieto un ratito y más tarde, con verdadera maestría, comenzó a moverse muy sabiamente, logrando que yo gozara intensamente del coito, haciéndome proferir frases emocionadas como:
- ¡Ay papito, mi cielo..., qué verga...!,
y a suspirar y a agitarme en una inusitada sucesión de orgasmo tras orgasmo que me sacaba ese chico, que me siguió fornicando de una manera muy sabia, hasta que por fin, luego de haberme sacado una buena de orgasmos, decidió "terminar" nuevamente en mi sexo, a llenarme de esperma:
= ¡me vengo putita, me vengo!,
y me inundó con su semen.
Porfirio, a pesar de su juventud, era un calavera, un chico demasiado "corrido", que me supo despertar el deseo y la pasión:
- ¡Porfirio, papito; no sabes qué bello sentí!,
y le pegaba mi cuerpo contra el cuerpo del chico, tratando de convertirnos los dos en uno, mientras que Porfirio comenzó a hacerme reconocer mi gran lívido:
= ¿Te gustó mi putita...?.
Le dije que sí, con un pudoroso meneo de cabeza:
= ¿Quieres que te lo haga de nuevo...?,
- ¡Sí mi rey…, soy tu puta…!.
Aquella noche fornicamos tres veces más; yo ya no podía y le suplicaba una "tregua", hasta que quedé extenuada y me dormí entre los brazos de "mi rey". No quería separarme del cuerpo de ese muchacho, y mucho menos de su verga, que me arrancaba gritos de júbilo, placer y voluptuosidad. En unas horas había transformado mi vida: mis hijos, mi familia, todo quedó en el pasado, ahora nada más existía.
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Por la mañana, el primero en despertarse fue Porfirio, quien comenzó a acariciarme mis senos y luego mi sexo, mi rajadita, cosa que me hizo entre-abrir los ojos y verlo a mi lado, observándome fijamente.
En cuanto vio que me despertaba, sus labios besaron mi boca, semi-abierta.
Lo miré y miré alrededor, por todo ese cuarto; empecé a recordar los sucesos y me asusté:
- ¡Porfirio…!,
le dije, asustada, pues me había olvidado de todo, de la diferencia de edades, de que lo acababa de conocer, de que no era ni de la edad de mi hijo, ¡era más joven que mi hijo!, de que yo estaba casada, de todo!.
El chico me abrazó fuertemente, diciéndome:
= ¿Cómo se encuentra mi puta...?, ¿cómo amaneciste putita?,
¿Amaneciste caliente de nuevo?,
y comenzó a besarme y a acariciarme de nuevo, hasta que lo detuve, asustada por mi proceder, desconocido completamente por mí:
- ¿qué vamos a hacer?,
le pregunté, intrigada y aún asustada:
= ¡Vamos a hacer el amor nuevamente, tesoro!,
y luego de decir lo anterior, comenzó a besarme con mucha lujuria, al tiempo que me acariciaba mis senos desnudos y su mano se deslizaba a mi sexo, completamente batido por nuestras “emisiones” de la noche anterior.
= ¿Andas caliente, mi puta…?,
- ¡Sí mi rey…, me tienes caliente…!,
le respondí de manera espontánea, sin ningún falso pudor, por lo que el chico comenzó a deslizarse hacia abajo, de mi cuello a mis senos, que me los besó y me los chupeteó con mucha fruición, haciéndome proferir mil gemidos, por demás placenteros:
- ¡Qué rico mi rey…, que rico me chupas, papito…!.
Pero luego de ello, dejó de chuparlos y siguió deslizándose más abajo, hasta llegarme a mi pubis, a mis vellos pubianos, que comenzó a besar mucha intensidad. ¡Me hizo tensarme completamente!. ¡Sentía que algo iba a pasar y…, quería que pasara!. ¡Intuía que quería besarme mi sexo!, ¡y yo lo deseaba, deseaba que me lo hiciera!. ¡Hacia tantos años que no me besaban mi sexo…!.
Porfirio se colocó entre mis piernas y comenzó a recorrerme mi vagina y mi vulva, todas batidas de mis venidas. Me pasó suavemente su lengua sobre mi clítoris y…, sentí que una descarga eléctrica me atravesaba mi cuerpo:
- ¡Pooorfiriooo…!,
le grité, enmedio de mi paroxismo sexual.
Pero Porfirio siguió besando mi sexo, recorriendo mi clítoris, mis labios, recorriéndolo por completo, desde arriba hasta abajo y regresando de nuevo a mi clítoris, para mordisquearlo suavemente con sus labios y arrancarme diez mil orgasmos al mismo tiempo.
Sentía cómo me separaba con sus dos manos mis labios vaginales y luego se me acercaba y me clavaba su cara, su boca, su lengua en mi sexo y me recorría mi rajada desde abajo hasta arriba, chupeteándome toda, besándome el clítoris, succionándomelo con pasión besándolo, mordisqueándomelo con sus labios, con suavidad, energía, precisión y me hacia contorsionarme sobre la cama, empujando mis caderas con fuerza hacia arriba, aventándolas contra de él, contra de su cara, pidiéndole que no parara de hacerlo:
- ¡Ay Porfi…, qué rico…, que rico…, que rico me lo haces, Porfirio…!.
¡Porfirio me dominaba sexualmente!, me excitaba de tal manera que yo misma terminé por pedirle que me diera su "verga", pues la estaba deseando tenerla:
- ¡Cógeme por favor…, soy tu puta…, tengo ganas de verga…!,
y eso fue lo que hizo.
Me volvió a colocar de a "orillita de cama" y comenzó a penetrarme con mucho cuidado, como tanteando el terreno, para de repente embestirme muy fuertemente, sacándome un gemido de gozo.
- ¡Aaaaggghhh..., mi reyyyyyyyyyyyyyyyyyyy…!.
Respondí activamente a la cópula, moviendo mi traserito con muchas ganas; gritaba, sollozaba, imploraba, pedía y ese chico intensificó sus movimientos, bombeándome fuertemente hasta arrancarme de gritos:
- ¡Mi rey, me muero..., me matas…, mi rey...!.
Porfirio sonreía satisfecho, viendo la buena labor que había realizado conmigo; me tenía entre sus manos, cautiva de la pasión, unida a su "verga" de manera tal que..., el único camino que me quedaba era irme aficionando más y más a ese sensual tratamiento, a sus “cogidas”, al deseo carnal de la concupiscencia. Gemía y me contorsionaba con la nueva sucesión de orgasmos que yo estaba sintiendo:
- ¡Mi rey, me muero..., mi rey...!. ¡Ya no puedo más, ya vente, termina, mi rey, ya vente...!,
pero Porfirio me siguió bombeando hasta sacarme dos nuevos orgasmos y observarme agonizante, de puro placer.
- ¡Porfirio…, papito…, mi rey…, que delicia…, Porfirio!.
Luego del último "acto", nos quedamos de nuevo dormidos, pero antes de hacerlo, Porfirio me abrió las nalgas y me metió un dedo en el pequeño agujero del culo, encima de mi ano, y allí lo retuvo, hasta que nos quedamos dormidos.
Luego del último "acto", nos quedamos de nuevo dormidos, agotados por la pasión. ¡Me enloquecía la verga de ese muchacho!, ¡me hacía perder la cabeza la forma en que me cogía, la manera en que me trataba!. ¡Me tenía cautivada, embrujada, sojuzgada por su manera de tratarme de manejarme, de conducirme, por su manera de hablarme, por sus proezas sexuales!.