Viaje de final de curso (14: adeus meniña)

- disculpe, los servicios por favor.

Me despierto, como de costumbre, antes de que suene el timbre. No soy ahora mismo esclava del dios del sueño, que se apropia de ti y no puedes hacer nada para cambiar el curso de sus juegos. Sino que con el cuerpo dormido e inmovilizado mi mente sí está despierta y racionaliza cosas del mundo real. Este es nuestro último día, cuando suene el timbre no será para iniciar otro día de vacaciones en Galicia, sino para iniciar el día del retorno, el último día que pasaremos aquí yo y mi clase para quizá sólo volver, en sueños. Mis compañeras parecen estar tan dormidas como yo, ninguna de nosotras ha visitado el cocinero esta noche porque después de la orgía que mantuvimos ayer en casa de Fidel, no necesitamos de más cuentos para dormir. Después de la orgía nos despedimos todas de manera cariñosa, intercambiamos las direcciones de correo para seguir siendo amigos, como Perpetua y la de negreira, por carta. Yo no intercambié mi dirección con Augusto, porque no podía recibir él cartas de una amante secreta estando casado. Por lo que quedamos en que si un día volvía a Galicia, le preguntaría la dirección a Paciana para hacerle una fugaz visita. Braulio, el mestizo cocinero del colegio, tampoco necesitamos su dirección. Si un día volvemos sabemos que no lo encontraremos en otro sitio más que aquí en el colegio. Después la dirección del pulpo que compré en la subasta del pescado, y después liberé al mar, o la del maitre del Corleone o del Arzobispo de la catedral de Santiago o el ... no puedo pensar en todos. Mi vida practicamente acaba de empezar y no me quedaré clavada en 10 días de vacaciones de final de curso que pasé en Galicia, pues conoceré mucha más gente en muchos más sitios. Todo se trata de no olvidar a nadie para que nadie se olvide de ti.

El timbre acaba sonando a su calculada hora justa, es un maldito reloj automático el que lo hace sonar y sonará así hasta que alguien lo rompa.

-riiiing-

..................

-Rosanna: buenos días a todas.

-Fabiola: buenos días, ¿sabes a qué hora salimos?

-Rosanna: pues ya, vamos a almorzar que creo que no vamos a tener pausa.

Nos levantamos las 4 y sin hacer equipajes aún, nos dirijimos al comedor comunitario. Vamos llegando por grupos y cuando parecemos estar todas ante nuestro vaso de leche y galletas, el profesor Teocracio inicia su discurso.

-Teocracio: ¿como os lo habéis pasado?

-bien- -muy bien- -es muy bonito todo-

-Teocracio: bien pues, espero no asustar a nadie si os digo que esto se acaba. Saldremos dentro de una hora, hacer vuestros equipajes y no os dejéis nada porque lo que se quede aquí se quedará. El autobús nos espera ante la puerta del colegio, podéis ir viniendo cuando queráis en lo que queda hasta las 10.

-Perpetua: ntchs, yo sí me dejo algo que se quedará, pero no puedo llevármelo. Se trata de mi querido Tiberio.

-Fabiola: ¿crees que vas a volver nunca?

-Perpetua: pues las cartas rodarán, eso seguro. Pero no sé nada, el tiempo lo dirá.

Terminamos nuestro almuerzo y un poco cabizbajas hacemos nuestro equipaje en la habitación. Tantas cosas dejamos aquí, pero si no perdemos las cosas que hemos aprendido y, nos han hecho aprender, el espíritu de Galicia navegará para siempre más en nuestros corazones. Sin pausas pero sin prisas terminamos y nos reunimos en el autobús escolar. Nos volvemos a sentar en esos mismos 4 asientos uno al lado del otro que hemos compartido estos días. Si ya éramos amigas, en estas vacaciones nos hemos hecho inseparables. Incluso Fabiola y Perpetua que antes se comportaban como perro y gato, se han hecho amigas y no han vuelto a pelearse. Mirándolas como sonríen deseo que esto no sea una cura transitoria y no vuelvan a las andadas al volver.

-rruuuuuuummmm-

El autocar se arranca con su habitual estruendo. No falta nadie y al igual que el autocar también se arrancan unas cuantas páginas de la agenda de la vida de todas nosotras. Se trata de lanzar a la hoguera la agenda de estos días pues nunca volveremos a vivirlos, como mínimo por primera vez. Podría volver a Vigo y relacionarme de nuevo con un salmón agonizante, o volverme a enrollar con el jorobado de la catedral, pero sería sólo una imitación de lo vivido, y los recuerdos, para qué repetirlos si ya sabes cómo son. Tendré muchos más recuerdos que nada tendrán que ver con estos, todos totalmente nuevos y todos se quedarán en mi cabeza para convertirse también en el recuerdo de cosas bonitas. Me cuesta mucho no quedarme clavada en estos diez días, y es que me lo he pasado muy bien. Juegos de niña... todas las niñas se lo pasan bien jugando. Dejaré de jugar a estos estúpidos juegos para ser una mujer de verdad, sólo me gustaría jugar una última vez.

-Fabiola: ¡Rosi! nunca sabré qué ves por la ventana. Siempre te quedas embobada mirando los pastos y parece que veas... yo qué sé, monstruos o ballenas o qué.

-Rosanna: ay perdona, estaba empanada mirando el paisaje. Verde, todo es verde aquí. ¿Te has fijado?

-Fabiola: sí claro, llevamos diez días aquí y no he visto más que el color verde en todos los campos. Claro, como aquí siempre llueve por eso crece tanto la hierba.

-Rosanna: je je, ¿sabes, que hace mucho tiempo, a las películas pornográficas también les llamaban películas verdes?

-Fabiola: ¿ah sí? no lo sabía, quizá le viene el nombre de eso de viejo verde.

-Rosanna: quizá, aunque no del todo seguro. Porque eso de los viejos verdes no era antes un insulto. Se llamaba a un viejo o vieja, verde, si conservaba un espíritu vital joven, con fuerza para hacer cosas, no necesariamente "verdes". Después el vocablo degeneró y pasó a ser lo que conocemos.

-Fabiola: ¿ah sí? qué curioso, tú sabes tantas cosas.

-Rosanna: no, no tantas. Justo las necesarias.

Nuestro viaje de retorno parece tomar la misma ruta que tomó en la venida. Pasamos creo por los mismos pasajes aunque, como decíamos, todo es verde, quizá nos confunde eso. Nos detenemos en la misma estación de servicio en que viví la experiencia sexual más apabullante, por ser la primera, de mi vida.

-Teocracio: bien chicas, haremos un pequeño descanso. Tenéis media hora para correr por el prado.

Bajamos del autobús y nos dirijimos por grupos a hacer diferentes cosas. Nosotras nos sentamos en un parterre de césped cercano a la estación de servicio maldita. Mis compañeras tienen una animada conversación, pero yo no siento muchas ganas de hablar, más bien de otra cosa.

-Rosanna: esto, voy al lavabo, no os extrañéis si tardo un poco.

Me levanto y sin saber nadie lo que hay en mi corazón entro en el bar. Ahí está, en el mismo sitio de la barra que lo vi por primera vez, por primera vez, esa palabra no deja de repetirse en mi mente.

-Rosanna: disculpe, los lavabos por favor.

-Bruto: sí, toma esta llave, los encontrarás por ahí.

Tomo la llave que me ofrece y con premeditación y alevosía rozo mi mano con la suya al tomarla, por si necesita de provocación. Me dirijo a los malditos y benditos a la vez aseos y después de bajarme los pantalones me siento en el retrete. Estoy volviendo a jugar a esos juegos de niña a que he jugado tanto estos días. He prometido que esta va a ser la última vez, a partir de ahora seré una mujer, pero déjame esta última...

Oigo la puerta abrirse y ni levanto la mirada para ver quien, ha entrado y la ha cerrado. Veo unos pantalones ante mi que se desabrochan y se bajan. Abro la boca y como ese sabroso manjar que me pide que lo coma. Se lo chupo un rato hasta que el hombre dueño de él me lo saca de la boca y, me da un par de ostias.

-plas- -plas-

-Bruto: ¡Puerca!

-Rosanna: sí, soy una puerca, lo reconozco. Dame otra vez.

-Plas- -Plas-

-Rosanna: ¡uyyy!

Diversas lágrimas saltan con el último botetón que me ha dado, pero no me siento en absoluto triste, me siento de maravilla.

-Bruto: ¡Ahora Verás!

El hombre me toma y me levanta, me gira y usando el mismo cariño que ustaría un jabalí me la mete de un tirón.

-Rosanna: ¡aaaaaah!

-Bruto: ¡así, así! esto es lo que querías Puerca!

Me empieza a amar con su particular cariño, avanzando y retrocediendo su cadera con fuerza sin tener en cuenta para nada el daño que pueda hacerme tanta brutalidad.

-Rosanna: ¡aaaaah! ¡aaaaah! ¡aaaaah! ¡máááás! ¡máááás!

-Bruto: ¡ahora verás!

El hombre me toma y me empotra contra la pared. Ahora me coje y siento su amor por ambos lados; por detrás que se mete en mi panocha a rudos empeñones, y por delante la pared que golpea contra mi sin proponérselo.

-tund- -tund- -tund-

-Rosanna: ¡aaaaah! ¡aaaaah! ¡por favor! ¡ooooh!

La cogida no se alarga mucho pues en un rato le pido educadamente que tengo que ir con mi clase para salir en el autobús. El bruto se detiene y es todo formalidad a partir de entonces.

-Bruto: disculpa.

-Rosanna: gracias por su comprensión.

Primero sale él y al cabo de un minuto yo, para no despertar sospechas. Salgo del bar y junto a mis amigas subo al autobús. Estamos de nuevo con el camión en marcha hacia casa que noto algo en mi bolsillo que antes no estaba. Lo saco y veo, las llaves de los servicios de la estación.

-Rosanna: mira Fabi, me he olvidado de devolver las llaves de las servicios.

-Fabiola: uy, te las puedes quedar como recuerdo.

-Rosanna: je je, qué cosas.

-----------------FIN-----------------