Viaje de estudios (en recuerdo a Alfonso...)
Luisito es inicado al amor y al sexo con su compañero de Colegio durante el viaje de estudios.
VIAJE DE ESTUDIOS
(En recuerdo a Alfonso, mi primer amor)
Por MIG
Luisito tenía 14 años. Delgado y alto para su edad, caminaba derecho y despacio hacia el Instituto. A esa hora, la calle ya estaba llena y a la puerta del mercado cercano, algunos tempraneros se acercaban a los puestos. Le gustaba cruzar el mercado en su camino a clase y recorrer los puestos abarrotados de frutas y verduras. A veces, se compraba una manzana en el frutero de la esquina, quien una vez se la había regalado con un guiño de ojos, dejando al muchacho desconcertado. Se trataba de un hombre joven que atendía el puesto con su mujer. Moreno y de brazos fuertes que apretaban la camiseta blanca, el frutero era siempre gentil con Luis. Le preguntaba por sus clases y a veces se quedaba mirándole sonriente.
Después de verle, Luis se encaminaba de nuevo hacia su Instituto con una sensación de agrado y desasosiego que no sabía definir.
Aquél día, tras la tediosa clase de matemáticas a cargo de un profesor cascarrabias, había clase de gimnasia. A Luis nunca le habían gustado los deportes. Solamente el hecho de desvestirse delante de todos sus compañeros, ponerse el pantalón azul corto y dejar al descubierto sus piernas que empezaban a muscularse y a adornarse con pequeños vellos, le ponía muy nervioso.
Además estaba Alfonso.
Alfonso era un chico sonriente y vivo, de cara regular y ojos marrones y expresivos. Más formado que Luis, sus músculos se había desarrollado dejando la infancia atrás. De pecho ya ancho y marcados pectorales, cuando se quitaba la camisa dejaba ver unas tetillas pequeñas y rosadas y una mata bastante frondosa bajo los brazos, de vello suave y castaño. Y debajo de un ombligo reducido, una fina hilera se adentraba en su slip, que se abultaba en el pubis con potencia. De piernas fuertes, pues jugaba al fútbol (un deporte que Luis detestaba), sus muslos empezaban a cubrirse de vello más espeso que lo que correspondería a su edad, dándole un aspecto muy viril.
Aquél día Luis no pudo dejar de mirar a Alfonso, quien se había quitado pantalón y camisa y charlaba con Sergio portando un slip blanco que le hacía un vientre plano y casi perfecto. De músculos alargados y finos, Alfonso parecía un joven griego, de porte elegante, mientras sonreía con un encanto que Luis no podía dejar de mirar. El pelo le caía sobre la frente, abundante y alborotado Se dio cuenta de que se había quedado fijado cuando Alfonso le saludó bromeándolo con un ¿Dónde andas, pareces ausente?
Luis se sonrojó y le devolvió el saludo con la mano mientras le hacía un gesto que quería ser simpático. Se acercó a los dos chicos que andaban hablando del viaje de estudios que iban a hacer la semana siguiente. Pasarían cuatro días visitando algunos lugares en Navarra. Luis todavía no sabía con quien le tocaría en la habitación, pero ahora deseaba más que nunca que fuera Alfonso y poder establecer amistad con alguien tan agradable, aunque también le asustaba no poder estar a su altura. Alfonso era un año mayor que él y parecía más. Luis, acostumbrado siempre a hermanos demasiado mayores, añoraba un amigo de su edad con quien compartir sus preguntas, temores y deseos.
Alfonso no se ponía el pantalón de deporte y Luis, inquieto, intentaba no mirar hacia el hermoso pecho de su compañero Un poco de vello obscuro en el centro del torso separaba sus dos tetillas apretadas
¿Con quien vas a compartir habitación? le dijo Alfonso a Luís. Todavía no lo sé ¿Y tú? Tampoco, pero si quieres podríamos apuntarnos a la misma, le dijo Alfonso mirándole sencillamente con sus profundos ojos y casi obligando a Luis a desviar la mirada. Pues si quieres se lo decimos a Martínez, que era el profe que les iba a acompañar. Luis asintió y Alfonso, sin más, se vistió y salió a jugar el partido, mientras el otro se quedaba un rato remoloneando en el gimnasio. ¡Venga Rancel! ¡Al campo! y si no quieres jugar, a correr que te hace falta, le gritó el monitor. Luis, se fue a correr a regañadientes y aprovechó para acercarse al campo en donde jugaba Alfonso. Ahí estaba. Ya sudoroso, con la camiseta sudada, regateando pelota, y dando gritos a sus compañeros como si fuera el capitán.
Luis observaba el juego, cuando la pelota fue a dar contra Alfonso y éste no la pudo esquivar y cayó al suelo noqueado. La pelota le había dado justo entre las piernas. Los chavales se acercaron mientras Alfonso, blanco como el papel, se retorcía en el suelo de dolor. Lo cargaron y lo llevaron adentro, mientras otro prevenía al monitor que se acercó corriendo. Ponedlo en la camilla y salid, que no hace falta que estéis todos aquí en corro, dijo Antonio, el monitor, mientras enjugaba con un pañuelo el sudor frío del chico, que no recuperaba el color. Luis miraba desde fuera, impresionado por el sufrimiento de su compañero. El monitor le vio y le dijo que le acercara una palangana con agua fría, lo que el muchacho hizo sin demora. Antonio, le bajó el pantalón corto a Alfonso, cogió un paño humedecido con agua que traía Luis y se lo aplicó a los genitales. Luis miraba el blanco, grueso y corto pene de Alfonso, que sobresalía de una mata de vello, con la piel bajada. Apenas sobresalía la punta rosada del glande dormido. Era casi el primer pene que veía de cerca además del suyo y sentía fascinación por lo que allí aparecía. Alfonso tenía los ojos cerrados, con lo que podía mirar sin ser visto. Antonio le dijo que le mantuviera el paño en los testículos, mientras iba a buscar una aspirina para calmar el dolor del muchacho.
Luis le aplicó el paño frío y húmedo notando la delicadeza y grosor de sus bolas, y comenzó a notar una excitación entre sus piernas que abultaba su corto pantalón azul. Sin saber qué hacer, procuró acercarse a la camilla para que no se notara. Alfonso entreabrió los ojos y le dirigió una mirada adolorida y amistosa. ¡Uf, como me duele! Su pene, dormido, estaba justo encima de los dedos de Luis que lo podía notar al poner el paño debajo. Ponme la mano en el vientre que me duele mucho Luisito le colocó las palmas de las manos en el vientre plano y musculado, cerca del pubis ya peludo de su amigo. Sentí la base del pene de Alfonso y su excitación iba en aumento. Le dio un ligero masaje, y al hacerlo le rozaba el suave pene como inadvertidamente. Alfonso suspiró. Un poco mejor así, le dijo. Ponme agua fría en las bolas porfa. Luis remojo el paño y se lo aplicó, mientras levantaba con delicadeza la polla de su compañero, que con el contacto pareció despertar de un sueño y dejó salir parte de su cabeza rosada. Luis acariciaba el vientre tratando de que Alfonso no se diera cuenta de su excitación, que había levantado el pantalón deportivo y palpitaba con fuerza.
El monitor se acercó con una pastilla y un vaso mirándoles amistosamente. Si no vales para el fútbol a lo mejor serás buen enfermero, le bromeó a Luis que estaba rojo como un tomate ¡Ale, venga! súbete a clase que ya me quedo yo con él Agarró a Alfonso para sentarle y que se tomara su aspirina y Luis, que se marchaba sin ganas, observó que su mano se posaba muy cerca de las nalgas redondas y prominentes de su amigo.
En el autobús camino de Tudela, Luis se sentó al lado de Alfonso. Mientras hablaban dejaba caer la pierna para que quedara pegada a la de su compañero y el calor que sentía le daba una sensación de gusto y de suave excitación que hacía que se sintiera en la gloria. Alfonso, que exhalaba vida y contento, le contaba chistes picantes y los ojos verdes de Luis le contemplaban con alegría y admiración. Le venía el recuerdo de su amigo en la camilla casi desnudo, y el masaje en el bajo vientre y la excitación iba en aumento debajo de sus ceñidos vaqueros. No llegaba a entender y aún menos a aceptar que le pasase eso con su amigo, pero al tiempo Luis no estaba para culpas ni cuestionamientos, ahora que Alfonso le dedicaba toda su atención, algo por lo que había estado suspirando durante tanto tiempo.
Alfonso, que estaba inspirado, se reía a cada rato. Oye, a que te empalma lo que te cuento, le dijo poniéndole la mano en el paquete, jajajaj, se rió al tropezar con la verga dura de Luisito. Oye la tienes bastante respetable, casi tan grande como la mía. Chhhst que nos pueden ver, dijo Luis horrorizado. Bah, no te preocupes cada uno va a su bola hoy, además nos tenemos que acostumbrar que luego vamos a dormir juntos, le dijo riéndose y enseñando sus dientes blancos, pequeños y regulares. Luis, le miró con asombro sin poder articular palabra. Además, siguió Luis, tienes que terminar el masaje que empezaste el otro día ¿o no? Mira, como me empalmo yo también, y le puso la mano en la entrepierna, mientras Luis deseoso y asustado palpaba la verga, esta vez bien tiesa del chico. Bueno, venga, que te cortas mucho, y ya estamos llegando a Olite. Y Alfonso le pasó la mano por el hombro, dedicándole la mejor de sus seductoras sonrisas
En Olite cambiaron de compañía como de común acuerdo y cuando después de comer y de visitar el castillo regresaron al autobús, se sentaron en asientos diferentes conversando con otros compañeros. Luisito, de vez en cuando le miraba y el otro le respondía con una sonrisa. Y al llegar a Pamplona se colocaron juntos en la misma habitación del hotel. Luis estaba nervioso cuando, después de cenar, entraron juntos y se pusieron a deshacer su bolsa de equipaje. Alfonso miraba a Luisito, hasta que este sacó un pijama corto y penosamente se quitó la camisa, quedando su piel dorada a la luz de la lámpara del cuarto. Alfonso se rió, ¿Qué, no te desnudas? Dijo empujándole. Luis se resistió y ambos cayeron encima de la cama haciéndose cosquillas muertos de la risa. Alfonso iba en slips con la camiseta puesta y no paró hasta tener a Luis debajo agarrado de los brazos. Ya eres mío, jajaj y Luis sintió la gruesa polla entre sus piernas y se empalmó de repente, quedando sin saber que hacer. Vaya, ya veo que te pongo, jajaj. Y Luis, no te pases lo que pasa es que Bah no te preocupes a mi también me `pasa, además tengo ganas de vértela desde hace rato. Y sin preguntarle nada le bajó los pantalones a Luis, sin que este finalmente pusiera resistencia. La polla de Luis estaba pegada al vientre y la cabeza, mojada y brillante, fue inmediatamente agarrada por Alfonso. MMh, me gusta, la tienes bonita, más suave que la mía, mira y se sacó los slip mostrándole una polla que nada tenia que ver con la que había visto Luis en el gimnasio, gruesa, con una vena prominente que bajaba hasta los huevos, ya un poco peludos y de orgullosa cabeza roja ¿te gusta? Luis no sabía que decir, pero, en lugar de hablar, la tomo con suavidad, bajándole la piel blanca, hasta dejar todo el glande fuera, terso y mojado también. Lo acarició. EL liquido transparente le pareció exquisito de tocar y un ligero olor a hombre subía hasta su nariz. Alfonso, le agarró suya y con suavidad, la descapulló, acariciándola. Oye esto está bueno, tenía ganas desde que nos sentamos en el autobús. Alfonso se quitó la camiseta y Luis sintió una oleada de placer y de deseo al contemplar su hermoso pecho y las tetillas pequeñas y endurecidas. Me gusta tu pecho, acertó a decir. Alfonso le sonrió y tomó una de sus manos y la puso en su pecho con naturalidad. Ahora no nos ve nadie y además a mi me gusta que me toques, le dijo. Luis, se sentía en el cielo, si es que ese lugar existía tenía que ser así, un mundo bello y espontáneo donde nada estaba prohibido. Agarró a Alfonso de la espalda y la aplastó contra él, mientras le acariciaba el culo redondo y fuerte. Alfonso le miró sonriente y le plantó un beso en los labios. Abre la boca, le dijo que quiero probar tu lengua.
Ya nada detenía a Luisito. Le entregó la lengua mientras su verga contenta se pegaba más a la de su amigo, sintiendo sus palpitaciones. Alfonso le quitó la camiseta. Estaba deseando ver el sutil cuerpo de Luis, más delgado pero bien formado. Sus tetillas eran más grandes, arrugadas por la excitación y con la punta erecta. Acercó sus labios y las mordisqueó, una tras otra, mientras pasaba sus brazos por la espalda de Luis para tocarle el culete suave e imberbe, y le estrechaba más fuerte. Luis pasó su nariz debajo del brazo de Alfonso y olisqueó el sobaco caliente y peludito, hasta pasarle la lengua. Eso terminó de excitar a Alfonso y se dejó comer al tiempo que le pasaba los dedos por la raja del culete, buscando la entrada. Los chicos casi no hablaban. Todo el cuerpo parecía hacerlo. Date la vuelta Luisin, que quiero verte por detrás. Y Luis lo hizo, enseñando su culo, sin vello, de nalgas blancas y redondas, que fueron separadas por su amigo para dejar ver su entrada, obscura y deseada, en donde Alfonso fue a enterrar su cara. El otro no opuso resistencia cuando sintió su lengua entrando y buscando el orificio. Pasaba desde sus huevos hasta arriba trayéndole sensaciones increíbles. Varias veces estuvo a apunto de venirse y otras tantas consignó evitarlo a fin de que su amigo no quedara solo. Alfonso se pegó a su espalda mientras le mordisqueaba las orejas. Hoy nos vamos a unir del todo tú y yo. Quiero que me tengas dentro, te quiero entrar. ¿No me hará daño? No sé, vamos a intentarlo. Y al tiempo presionó con su verga dura sobre el ano de Luis, que mojado y distendido, aceptó dejar pasar la cabeza, mientras daba un pequeño respingo y suspiraba haciendo una mueca de dolor. Me duele. Vale, la dejo ahí por el momento. Es estupendo estar entro de ti. Me aprietas y siento un calor buenísimo. Y le coló otro poco, mientras Luis se retorcía. Poco a poco consiguió Alfonso tenerla toda dentro, envuelta en el interior apretado de Luisito. Este mordía la almohada para no gritar y que no se le oyera en la habitación de al lado. Siempre he querido estar así contigo Alfonso El otro le besó en el cuello con dulzura mientras empezaba a moverse dentro y fuera. ¡Ahh qué gusto!, creo que estoy apunto de venirme, te voy a dejar dentro mi recuerdo para siempre, ya verás, no quiero que me olvides. Y le pasó la mano por debajo para agarrar la `polla de Luis, que en su mano se derramó a chorros largos mientras suspiraba de gusto. Alfonso se vació dentro entre quejidos y suspiros. Los dos muchachos permanecieron un buen rato juntos, antes de quedar amodorrados y entrelazados
La noche y un aire fresco se colaba por al ventana de esa primera experiencia de amor para Luis