Viaje de Erika al bdsm
Erika no sabe que regalarle a su marido por su cumpleaños. Decide preguntárselo y estas son las consecuencias.
Viaje de Erika al bdsm
Erika's BDSM Journey por jdrew2001
Traducido y adaptado por Vertaler
El aire frío del aire acondicionado golpea mi piel enrojecida haciendo que mis pezones ya erectos se endurecieran más si ello era posible, intentando huir de mis pechos. Por supuesto el hecho de que estar desnuda y arrodillada en un frio suelo no me ayudaba a protegerme.
¿Os he dicho que tenía mi boca llena y ocupada? La polla de un hombre que había conocido hacía poco más de una hora la penetraba. Mi cabeza se balanceaba rítmicamente arriba y abajo. Mis mejillas estaban coloradas por el trabajo en sorber y lamer la que era sólo la tercera que había invadido mi boca. Mi cabeza repasaba cómo había llegado a esta situación y donde me llevaría.
Hasta hace poco más de una semana era una mamá que llevaba a sus hijos a natación. Mi nombre es Erika, soy una mujer alta de pelo castaño, pechos generosos, una 100 y con bastantes curvas que repasan a diario muchos hombres y alguna que otra mujer. Mi marido, Brian que siempre dice que tengo un culo perfecto, está de pie observando como un extraño martillea mi boca con su polla. Mis pechos se balancean en cada una de las embestidas que recibo.
Estoy más cerca de los 50 que de los 40 y llevamos poco más de 24 años de casados. Tenemos dos hijos y mi esposo dice que tendrán que acostumbrarse a la idea de salir con mujeres menos atractivas que su madre. Yo generalmente suelo aceptar esos cumplidos porque supongo que es lo que un marido debe decirle a su esposa. Lo que si es cierto que los ojos de los amigos de mis hijos me repasan cuando vienen a casa o me ven con mi bikini en la piscina de nuestra urbanización. Supongo que soy una MILF.
¿Pero cómo he llegado a estar de rodillas chupando la polla de un extraño mientras mi marido lo está mirando?
Todo comenzó cuando le pregunté a mi marido que quería para su próximo cumpleaños. Esperaba oír decir que necesitaba algo para hacer deporte o un nuevo equipo de música, no se, cualquier cosa de su lista de deseos. Pero muy tranquilo y serio dijo.
.-Quiero que me hagas una escena de bdsm en un club.
Me sorprendió su respuesta. Sí, habíamos experimentado con el bondage y el spanking en nuestra alcoba, incluso en la sumisión sexual, pero nunca en público. Además nunca hablamos de tener relaciones con otros hombres.
.-Wow, voy a tener que pensármelo mucho. -dije mientras miraba a sus ojos suplicando.
Hablamos en repetidas ocasiones sobre la lista de deseos para su aniversario y siempre volvía a repetir que la escena de bdsm era el regalo que más deseaba. Finalmente cedí y acepté. A juzgar por el “entrenamiento” que me dio esa noche en nuestro dormitorio mi marido era feliz.
.-¿Cómo voy a preparar una escena de bdsm en un club? -pregunté a mi marido a la mañana siguiente mientras desayunábamos.
.-No te preocupes. Yo me encargo de todo. -me dijo golpeando con fuerza mi culo- Todo lo que tienes que hacer es relajar tu cuerpo y mente y estar a mi disposición.
Me preguntaba en qué me había metido, pero sabía que amaba a mi marido demasiado para no ir con las cosas. Me preguntaba en qué me había metido, pero amo demasiado a mi marido para desconfiar de él.
A principios de la semana siguiente mi marido me llamó desde el trabajo para decirme que teníamos una cita ese viernes por la noche en un club de sexo local para ver una escena de bdsm que iban a presentar. Brian se las había arreglado para que nos reuniéramos de antemano con el tipo que iba a dirigirla. Discutimos mi participación en esa reunión. Respiré profundamente cuando me di cuenta de que la idea de mi marido se estaba convirtiendo rápidamente en una realidad. Me estremecí excitada y sentí ese temblor de mi coño.
-¿Qué se lleva en una escena de bdsm? -pregunté a Brian esa noche mientras limpiaba los platos.
.-Cuando acabemos echaremos un vistazo a tu armario a ver qué es lo que tienes. –respondió.
Una vez acabada las tareas en la cocina, fuimos a repasar mi armario. Brian estudió mis faldas durante unos minutos y luego eligió la más corta que tenía. Era realmente pequeña, se describe mejor diciendo a cuantos centímetros estaba mi culo que mis rodillas. De color negro, Brian la escogió porque mostraba totalmente mis muslos. La había usado un par de veces para ir a la playa en vacaciones. Es demasiado corta para usarla por la urbanización, me sentía expuesta e incomoda.
Mi marido se buscó entre mis camisas. Ya sabía cuál elegiría. Miró por encima y escogió una gris plateada que se abotonaba por delantera. Con la luz apropiada se pueden distinguir mis pezones a través de la tela y siempre la he usado con sujetador. Sabía que no habría sujetador esta vez. Los zapatos eran fáciles de escoger, Brian me enseño unos de tacón alto, unos 10 cm.
La última parada fue en mi cajón de lencería donde rebuscó y me mostró un liguero negro.
.-Te dejaré escoger el liguero.
.-Has olvidado las bragas, -comenté..
.-No, no lo hice. –fue su rápida respuesta.
A pesar de que en alguna ocasión había salido sin bragas ante la insistencia de Brian, nunca había usado nada tan corto como la falda que había elegido para esta ocasión. Sólo sabía que iría desnuda bajo mi falda con mi coño expuesto y enmarcado sólo por el liguero. Traté de convencerle de que al menos me pusiera un tanga de hilo.
.- Quedamos que para mi cumpleaños elegiría yo tu ropa.
Entonces me di cuenta de que el plan de mi marido no sólo incluía una sesión de bdsm con ellos dos. Me estremecí ante la idea de qué más había planeado para mí. Poco a poco volvió a guardar la ropa que había seleccionado de nuevo en mi armario y cerró la puerta.
El viernes llegó y decidí tomarme la tarde libre. Estaba demasiado nerviosa para seguir en el trabajo. Ya en casa, después de una buena ducha, me depilé las piernas y la vagina. Arreglé mi pelo y abusé del maquillaje más de lo habitual. Luego me vestí. Mi marido no dejaba de mirarme mientras me ajustaba las medias a mis suaves piernas y las engarzaba al ligero. Antes de ponerme falda supliqué a Brian que me dejase usar como mínimo un tanga. Se negó de nuevo y me apremió a que terminara de vestirme.
Unos minutos más tarde estaba sentada en el coche camino del club. Trataba desesperadamente por mantener mi falda cubriendo mis intimidades. Cualquiera que mirase por la ventana podría ver la totalidad de mis muslos y el inicio de mi entrepierna. Fue una batalla perdida. Brian al darse cuenta de mi particular pelea me mandó cruzar mis brazos sobre mi ombligo y mantenerlos así el resto del viaje. Gimoteé desaprobando su orden, pero lo hice.
De repente la polla que estaba chupando se sacudió en lo más profundo de mi garganta arrancándome de golpe mis pensamientos. Mi boca, mis labios y mi lengua debían de haber estado trabajando por su cuenta, mientras mi cabeza se había alejado recordando cómo había llegado a aquella situación.
Esta era la tercera polla que había dejado invadir mi boca. La de mi marido sí que la había alojado en multitud de ocasiones durante todos esos años que llevábamos juntos y ya me había acostumbrado a tragar su semen. Cuando me arrodillé delante de ese desconocido, subía que iba a saborear el esperma de otro hombre antes de que la noche terminara.
Miré esa polla que tenía en las manos o debería decir en la boca. Oí abrir la puerta y me sobresalté. Vi entrar a Paul. Era el Dom que dirigía las escenas de bdsm en el club. Mi audiencia había crecido en uno y sentí un nuevo rubor de vergüenza que se extendido por todo mi cuerpo desnudo.
.-¿Cómo te la trabaja? -preguntó Paul apoyando una de sus manos sobre mi cabeza forzándome a engullir esa polla un poco más intensamente.
A pesar de sentirme cautiva y ocupada intentando dar placer al desconocido, mi cabeza volvió a recordar cómo había llegado al club.
Brian aparcó el coche. Accedimos por la puerta principal y Paul ya nos estaba esperando. Él es un D om que entrena a mujeres como esclavas sexuales y que además hacen algún espectáculo en el club varias veces al año. Paul es un mulato de 1,85 m. y unos 90 kg. Su edad no pasaría de los 35 y su cuerpo estaba lo suficientemente esculpido por las rutinas que ejercitaba varias veces a la semana. Aún no sé cómo Brian lo localizó.
Nos sentamos en uno de los confortables sofás que Paul nos indicó y explicó cómo funcionaban sus “juegos”. Dejó muy claro que nada de lo que hacía deja marca o lastima permanentemente a la mujer involucrada y que usa palabras de seguridad siempre. A continuación extrajo de un portafolio un par de hojas explicando de su necesidad para nuestro acuerdo si yo iba a participar. Lo necesitaba por escrito, Había renuncias de responsabilidad y otras de tipo legal que no seguí completamente. Vi a Brian repasando cada uno de los párrafos y cuando le vi firmar, asumí que todo estaba bien y también firmé.
Paul sonrió mientras le entregaba mi copia firmada y me estremecí. En ese momento me di cuenta de que él no había sonreído antes, incluso cuando habíamos intercambiado bromas al conocernos.
.-Entonces. ¿Qué clase de escena tenías pensado? –preguntó mirando exclusivamente a Brian.
Miré a mi marido porque no tenía ni idea de que estaban hablando.
.-Pensamos que te lo dejaríamos a ti. –respondió no sin cierto titubeo.
.-No hay problema, las escenas de electrosex que hay esta noche son de las más populares, así que haremos una de ellas. Se compone de dos partes. Asistís a la primera y de esta manera tendréis una idea de lo que viene después. –mirándome fijamente.
Antes de que pudiera preguntar qué era eso de electrosex, Paul se puso en pie y dijo que tenía que ir a terminar con el registro de nuestra llegada. No tardo nada en regresar.
.-Aquí tenéis los tickets de entrada. Este número corresponde al sorteo para poder asistir como ayudantes a la segunda parte. –comentó mientras se los entregaba a mi marido- Espero que disfrutéis del espectáculo.
El resto de esa noche sigue estando un poco borrosa en mi cabeza. Recuerdo a Paul como usaba su equipo de electrosex en una mujer que estaba atada. Curiosamente Brian ganó el premio que nos permitía ser los ayudantes durante la segunda mitad de la escena. Paul nos hizo subir al escenario. Nada más subir, el público asistente pedía que yo fuese quien amarrase a Ann, así se llamaba la mujer desnuda que permanecía con la cabeza baja en mitad del escenario, a un banco que estaba junto a ella. Así lo hice. Una vez acabe de sujetarla vi a Brian que se acercaba con un consolador increíblemente grande. Con facilidad lo hundió en ese coño tan ofrecido.
Paul acarició la piel de Ann, antes de usar sobre ella lo que luego supe que era una varita violeta. Gruñó al contactar con su cuerpo ese artilugio. Cada vez que se lo acercaba su cuerpo se arqueaba y los gruñidos eran cada vez más parecidos a un pequeño chillido. Paul entonces me la dio y me ordenó que la usara sobre el cuerpo de Ann. Me negué.
Me cogió de imprevisto y usó la varita para sacudir con ella cada uno de mis pezones a través de mi camisa. Casi me caigo por la sorpresa, suerte que mi marido me agarró. Pero en lugar de poner fin al jueguecito, mantuvo firmemente mis brazos estirados a mis lados, dando a Paul un mejor acceso hacia mis pezones. Después de algunos toques con la varita, Paul desabrocho mi camisa y le dijo a Brian que me sacara el sujetador. Ahora era Paul quien me sujetaba mientras mi marido lo desabrochaba. Los lanzo a un lado y dejó expuestos mis pechos en esa habitación llena de gente. En lugar de protegerme mi marido me exhibía y facilitaba el tormento sobre mis pechos.
Unos toques de la varita sobre mis ahora desnudos pezones me hicieron forcejear aún más. Mi marido me sujetaba con firmeza, mientras Paul la movía buscando mis piernas. Inició a castigar mis muslos con la varita recorriéndolos por encima de las medias y ascendiendo lentamente por debajo de mi corta falda. Sentí las primeras sacudidas sobre mi piel, las medias ya no la protegían y grité para que se detuvieran. En lugar de parar, Paul le señaló a Brian que levantara mi falda. Se inclinó y la alzó por encima de mis caderas exponiendo todo mi coño. Ahora estaba totalmente exhibida. Podía sentir mi rostro enrojecido por la humillación.
La falda quedó apelotonada sobre mis caderas. Mi marido mantenía mis brazos sujetos mi espalda, forzándome a exponer más descaradamente mis pechos, mientras Paul impactaba cada vez más cerca de mi coño. Cuando la varita me “acariciaba” justo por encima de mi clítoris paró. Me miró fijamente y me ofreció la varita de nuevo. Entendí perfectamente lo que quería y acepté. Accedí a utilizarla en la otra mujer. Hice lo que debía aunque me encogía cada vez que Ann recibía mis toques con la varita. Sabía perfectamente lo que estaba sintiendo.
Lo último que recuerdo de esa noche era a Paul hablando con Brian. Le recomendaba que me entrenara para poder utilizarme en una escena con él. Sugirió un tal Dr. Erich von Gotha me hiciese el entrenamiento.
Es su polla la tengo en mi boca en este momento.
Mi marido me llevó al instituto del Dr. von Gotha. Es un hombre alto, un poco más que Paul, de pelo corto castaño claro y con un aire de aristócrata. Por su apellido bien pudiera ser de descendencia teutónica. Está en los inicios de los 40 y es el responsable, director, del instituto de medicina deportiva de la universidad de mi ciudad. Basándome en los comentarios que ha hecho a mi esposo, sin importarle mi presencia, es capaz de someter a las mujeres en un contexto sexual. Ha mencionado incluso el dolor y me estremezco al pensar en lo que me tiene reservado.
Después de una breve introducción el Dr. von Gotha aprisionó una de mis manos y tirando de ella me llevó hasta el centro de la habitación.
.-Vamos a ver con lo que tenemos que trabajar. -mientras sentía sus manos alcanzar la hebilla del cinturón de mis tejanos.
Instintivamente retrocedí. El Dr. von Gotha, sin soltar su mano de la hebilla, hizo una pausa y miró a mi marido. Brian me obligó a poner los brazos a mis costados de la misma manera que lo había hecho con Paul. Sabía que la resistencia sería inútil y cedí descubriendo las sensaciones que provocan unas extrañas manos desabrochado los botones de los tejanos.
No tuve que esperar mucho para ver mis vaqueros deslizarse hasta mis pies. Mis bragas siguieron a continuación. Y allí estaba desnuda de cintura para bajo. Con ambas manos me acarició los mulos y la cadera ascendiendo suavemente. Cuando llegó a tocar la camiseta de tirantes con la que había llegado me la alzó con energía. No llevaba sujetador. Mi exposición era total y Brian soltó mis brazos.
.-Termina de desvestirme tu sola.
Me agaché para quitarme los zapatos y sacarme del todo mis jeans. Lo mismo hice con mis bragas. Cuando volví a ponerme en pie estaba completamente desnuda.
.-Maravilloso. - dijo el Dr. von Gotha- Date la vuelta y déjame ver tu culo.
Mi marido siempre dice que mi culo es lo mejor que tengo y aunque me humillaba estar desnuda, sabía que al Doctor le gustaría. Giré lentamente quedando frente a Brian. Después de un par de comentarios sobre la redondez de mis nalgas, sentí sus manos acariciándolas. Al poco me estaba amasando el culo.
.-Bueno, comencemos con un poco de historia. -dijo el Doctor von Gotha mientras se alejaba y recogía de una mesa una carpeta. La abrió y extrajo una hoja que parecía un cuestionario. Estaba allí desnuda mientras los ojos de ese extraño seguían recorriendo mi cuerpo.
Durante la siguiente media hora, el Doctor me hizo preguntas cada vez más personales sobre mi experiencia sexual. Me sonrojé cuando admití que sabía que era una garganta profunda y que regularmente me tragó el esperma de mi marido. Me sonrojé aún más cuando exploramos sobre mi experiencia con el sexo anal, el bondage y el bdsm en general.
No sólo estaba completamente desnuda delante de ese hombre, sus preguntas me desnudaban el alma. Tuve que contarle toda mi vida sexual con más detalle de lo que nunca había hecho a nadie antes.
Llegó la última pregunta y el Doctor von Gotha dejó la carpeta sobre la mesa.
.-Va a necesitar mucho trabajo. –le dijo a mi marido como si ni siquiera estuviera allí o estuvieran hablando sobre algún objeto a restaurar. Mi esposo asintió afirmativamente.
.-Aprecio tus sinceras respuestas Erika. –dijo dirigiéndose por fin hacia mí- Pero ahora tenemos que evaluarte en tus habilidades sexuales-
Empalidecí al escuché sus palabras, no podía estar hablando en serio. Ya era bastante difícil tener que desnudarme y permanecer desnuda mientras debía describir mi vida sexual al detalle. Pero esto era demasiado.
.-Brian. - gimoteé esperando que mi marido finalmente interviniera.
.-Tu marido no te va a ayudar, te trajo aquí sabiendo lo qué pasaría.
.-Brian. -gemí de nuevo.
Sólo vi su mirada lujuriosa. Claramente quería que estas cosas sucedieran. Nunca debería haber aceptado hacerle este tipo de regalo para su cumpleaños. Pero no quería romper mi promesa.
.-Colócate de rodillas frente a mí, Erika. -dijo el Dr. von Gotha con una expresión de fascinación en su rostro. Me enteraría más tarde de lo fascinado que estaba el Doctor en realidad conmigo y de los planes que tenía para mí. Y cuánto quería verme sufrir, oírme gritar.
Mirando a mi marido una vez más con la esperanza de que me ayudara a salir de este trance, vi cómo tenía de endurecida su polla a través de sus pantalones y sabía que era por mi culpa.
Lentamente me arrodillé sobre el frio suelo de baldosas, incliné la cabeza y cerré los ojos. El Dr. von Gotha se me acercó, paró frente a mí y me alzó la cabeza colocando su mano derecha bajo mi barbilla.
.-Creo que sabes qué debes hacer.
Elevé lentamente las manos y comencé a desabrochar su cinturón. Deslicé la cremallera y bajé de una sola vez los pantalones junto con el bóxer. Apareció una polla aún no del todo erguida pero a pesar de que sólo había tenido dos amantes en mi vida sabía que era más grande de lo normal. Me quedé sin aliento cuando vi su tamaño aún por completar. Era más gruesa que la de mi marido y sabía que no sería fácil conseguir engullirla en su longitud.
Lentamente saqué la lengua y golpeé con ella la punta de su polla. Lentamente la lamí en su totalidad unas cuantas veces antes de abrir la boca y ocultarla en su interior.
El Doctor gimió levemente y noté como crecía. Empecé a chuparla en serio.
Y así estaba yo como os decía antes, justo cuando oí abrir la puerta y ver entrar a Paul.
-¿Cómo te la trabaja? -preguntó Paul apoyando una de sus manos sobre mi cabeza forzándome a engullir esa polla un poco más intensamente.
.-No está mal. -respondió el Doctor- Ya sabes que siempre se les puede enseñar a hacerlo mejor.
Un tenue quejido escapo de entre mis labios, mientras el rubor de la vergüenza enrojecía mis mejillas y endurecía mis pezones. Allí estaba, un ama de casa como muchas, de rodillas ante un extraño con su polla en la boca, mientras este y otro hombre al que había visto sólo una vez evaluaron mis habilidades para complacer a los hombres con mi boca.
.-Bueno, esta necesita más experiencia para ser sumisa. -respondió Paul.
Se situó a mi costado y tiró de mis manos colocándolas a mi espalda. Sentí el frío del acero mientras cerraba primero mi muñeca derecha y luego la izquierda con unas esposas. Miré a mi marido, tenía la esperanza de que ahora decidiera ayudarme, pero sólo vi una mirada emocionada en sus ojos. Había aceptado hacerlo y Brian tenía que verlo.
.-No parece lo suficientemente concentrada en lo que está haciendo. –comentó Paul agarrándome firmemente del pelo- Debes mirar hacia arriba y mantener los ojos abiertos cuando estás chupando una polla.
De inmediato hice lo que me ordenó. Miré fijamente al Doctor y Paul soltó mi pelo. Mi libertad duró muy poco. El Doctor colocando ambas manos sobre mi cabeza empezó a controlar mis movimientos introduciendo su polla cada vez más profundamente en mi boca.
Sus envites aumentaban en profundidad e intensidad. Pronto percibí como su polla golpeaba la parte interior de mi garganta. A pesar de tener experiencia comiéndome la polla de mi marido, esta iba a ser un reto para alojarla por completo. Las babas que se escapaban por la comisura de mis labios, chorreaban por la barbilla empapando mis pechos. Mis húmedos ojos regaban con lágrimas oscurecidas por el maquillaje mis mejillas. Una arcada me sobrevino al notarla ya cerca de mi esófago. Intenté escapar pero no sirvió para nada. La polla seguía forzando su entrada y lentamente mi garganta se acostumbraba a una plenitud que no había sentido antes.
En aquellos momentos yo era una participante casi pasiva. Seguía arrodillada con mis brazos esposados a mi espalda y la cabeza firmemente sujetada por el Doctor que bombeaba su polla furiosamente en mi boca. Advertí que sus gemidos aumentaban en intensidad y comprendí que pronto se convertiría en el segundo hombre cuya corrida me iba a tragar.
Unos pocos segundos después sentí el primer chorro. Se estrelló en lo más profundo de mi boca y empezó a deslizarse garganta abajo. Era caliente y espeso, de un sabor agradable. Cuatro descargas más. Tragué tan rápido como pude y conseguí no perder ni una gota de cuanto me ofrecía. La polla del Doctor perdía su rigidez poco a poco, pero seguía presionando con sus manos mi cabeza. Finalmente retiró su polla de mi boca.
.-Buena chica. –dándome unas palmaditas en mi mejilla.
Pensé que mi iniciación estaba acabada. Sin perder mi posición de rodillas, me erguí esperando que mis manos fueran liberadas de las esposas que las mantenían a mi espalda. No fue así. Paul se plantó frente a mí.
.-Mi turno. -escuché mientras dejaba caer sus pantalones y vi su polla.
Sacudí la cabeza de un lado a otro y negándome a hacerlo de nuevo. Busqué con la mirada a mi marido y continuaba en el mismo lugar, con la misma mirada de excitación en sus ojos y con la misma erección que pugnaba por salir de sus jeans. No sería mi salvador.
Sabiendo que no había vuelta atrás. Renuncié a mi ego y deje caer mi cabeza con la mirada perdida en el suelo. Cerré los ojos con resignación. Paul se agachó, puso una mano bajo mi barbilla y me obligó a levantar la cabeza.
.-Creía que te había dicho que mantuvieras los ojos abiertos. – obsequiándome con un bofetón que enrojeció mi cara al instante- Siempre debes mirar al hombre que le estás chupando la polla. –asentí sin dejar de mirarlo y unas lágrimas de humillación escaparon de mis ojos.
Paul, a pesar de ser negro, no tenía una de esas pollas descomunales. Era gruesa y un poco más larga que la del Doctor. Estaba muy claro que esa iba a ser la segunda de la noche y la tercera en mi vida. Me estremecí al pensarlo y por primera vez me sentí mojada y excitada.
.-Empieza con tu trabajo Erika -mientras la guiaba enhiesta hacia mis labios.
La cara me ardía y mi coño también. Envolví mis labios alrededor de su miembro, lo engullí y comencé a chupar y usar mi lengua lo mejor que sabía. El Doctor observaba tras de mí, se agachó y pellizcó mis pezones con sus dedos. Fue aumentado la presión hasta llegar a un punto al que no estaba adiestrada. El dolor punzante hizo chupara más intensamente con la esperanza de acabar lo más rápido posible.
Como el Doctor anteriormente, Paul se apoderó de mi cabeza y empezó a follar mi boca literalmente. No pude hacer nada, tan solo recibir las sacudidas que penetraban hasta la garganta. Simplemente luchaba para mantener el reflejo que me provocaba esa intrusión tan profunda. Afortunadamente, el entrenamiento que me proporcionó anteriormente el Doctor me permitía controlarlo no sin dificultad.
Paul aumentó sus gemidos y me preparé para tragar una segunda descarga. No tuve que esperar mucho, apretó mi cabeza tan fuerte que enterró mi nariz entre su vello púbico, al tiempo que disparaba su carga en mi garganta. El Doctor aprovechó para tirar fuertemente de mis pezones y retorcerlos. Un aullido de dolor no pudo escapar de mi ocupada boca. Mis mejillas resoplaban tratando de tomar aire.
Pensé que me iba a desmayar, pero Paul cedió en su presión poco a poco. Estaba hambrienta de aire y jadeaba mientras recuperaba la respiración. El Doctor dejó de castigar mis pezones y los liberó de golpe. Emití un quejido que está vez si se escuchó. Paul retiró su polla suavemente de entre mis labios y me senté sobre mis muslos esperando qué más me tenían reservado.
.-Erika aún no está limpia. -enseñándome unas pequeñas gotas que todavía permanecían sobre su polla- No la chupes, límpiala solo con la lengua.
Así lo hice. Mi lengua la envolvió en repetidas ocasiones hasta dejarla como quería.
Paul se subió los pantalones, sacó una llave y abrió las esposas que habían retenido mis brazos. Froté las muñecas donde el acero había mordido mi piel. En ello estaba cuando Paul me ayudó a ponerme de pie. Me quedé un poco insegura por un momento.
.-¿Por qué no vas a limpiarte. Mientras hablo con el Doctor y con Brian sobre el siguiente paso de tu entrenamiento?
¿El siguiente paso en mi entrenamiento? ¿Qué otra humillación iba a tener que soportar?
Caminé lentamente hacia el baño. Podía oír, mientras me adecentaba, a los tres hablar sobre cuántas sesiones más necesitaría. Cuántos hombres debían estar presentes en esas sesiones y qué grado de entrenamiento bdsm debería recibir. Me estremecí cuando traté de entender lo que acababa de oír. Temblaba cuando salía del baño. Y no era por frío, ni por estar desnuda.
-Ok, estamos de acuerdo –oí al Doctor mientras me dirigía hacia donde estaban- Tráela el próximo el lunes por la noche y le haré un examen médico. -le decía a Brian. Mi esposo asintió con la cabeza.
.-Ha sido un placer conocerte Erika. –me dijo el Doctor mientras besaba suavemente mi mano- Realmente estoy ansioso por conocerte mejor. -concluyó soltando mi mano.
Volví a estremecerme involuntariamente de nuevo, mientras luchaba por no preguntar qué más pesadillas tenían pensado para mí.
Brian me entregó mi ropa. Me vestí tan rápidamente como pude. Al buscar mis bragas recordé que no las había traído y un gesto involuntario acarició mi coño. Me asombré al comprobar lo húmedo y abierto que estaba. Apreté un poco con un par de dedos y estos desaparecieron en su interior con una facilidad que no recordaba. Acabé de vestir y me sentí aliviada por no estar desnuda frente a esos hombres que me había visto antes en toda mi vida.
Brian me cogió de la mano y así nos dirigimos hacia el coche. Abrió la puerta. Mi cabeza estaba confusa mientras trataba de procesar lo que acababa de pasar y lo que seguro sucedería en el futuro.
Estaba a punto de entrar en el coche cuando Brian me abrazó con firmeza. Lo miré y nos fundimos en un pasional besó. Estaba emocionado por todo lo que había visto en mí. Me dejé someter por dos desconocidos y esperaba con ansiedad lo que pudiera acontecer en futuras sesiones.
Quise protestar, pero entendí que no quería decepcionarlo. Era su regalo de cumpleaños y deseaba dárselo. En el fondo sabía que había disfrutado más de lo que estaba dispuesta a admitir, incluso a mí misma.