Viaje con sorpresa III
Y al fin llega mi marido para disfrutar de la vista.
Era cerca del mediodía cuando sonó mi teléfono. Era mi marido, avisando que había llegado. Avisé en la recepción que lo dejaran subir a la habitación y lo esperé como estaba, aún con el conjunto de ropa interior de la noche, estrenado con mi amante y un nuevo amigo. Pedro y Marcelo se habían ido, supongo que de paseo, para dejarme descansar. Cuando llegó mi marido y me vió así se sonrió. “Flor de cojida te han pegado, no?”. “Ay, no te imaginás. Vení, sacate la ropa y acostate acá que te cuento”. No tardó un segundo y ya estabamos en la cama, yo contandolé cada cosa que había pasado, con lujo de detalles, mientras lo pajeaba muy suavemente, y él excitado como nunca lo había visto. En el momento cúlmine, cuando le conté cómo me había tragado la leche de los machos, cerró los ojos, me la metió en la boca y acabó entre gruñidos. Le sonreí, dejé que la leche se derrame completamente por la comisura de mis labios, y me fui a bañar. Cuando salí, estaba listo para ir de paseo, pero antes lo llamé a Pedro. “No te preocupes, nos encontramos a eso de las 8 para ir a cenar, Marcelo decidió quedarse una noche más, anda a pasear con tu marido y después nos vemos”. Salté de emoción “Ay, querido, no sabés, Marcelo se quedó, esta noche lo voy a tener de nuevo, y vos me vas a poder ver!”. “Veo que te pone contenta, no estarás muy putita?” se rió mi marido. “Re puta” le contesté besandolo. “Y no sabés cuanto me calienta pensar que me vas a ver metiendome todo ese pedazo” agregué.
Salimos de paseo, anduvimos toda la tarde, y a eso de las seis y media nos eoncotramos con Pedro y Marcelo en un pub, a tomar un café. Preferí mantener un mínimo de discresión y mantener la historia como venía del día anterior. Pedro mi pareja, mi marido un amigo, Marcelo otro amigo. Así que sentada junto a Pedro no perdía oportunidad de acariciarlo, besarlo, abrazarlo, y notar como se encendía mi marido. Debía estar a punto de estallar debajo del pantalón.
Después de la cena propusieron ir a tomar algo, pero me opuse terminantmente. “No quiero perder más tiempo, quiero otra vez tu pija” dije mirando a Marcelo, en un susurro que apenas escucharon ellos tres. Estallaron en risas y nos fuimos al hotel. Mi marido estaba alojado, supuestamente, en una habitación contigüa, así que subimos como si cada cual fuera a su habitación, pero desde luego, terminamos todos en la misma. Pedro y Marcelo se acostaron en la cama grande a esperarme, mientras yo iba al baño. Cuando salí, mi marido estaba sentado en la cama simple, así lo primero que hice fue besarlo, desnudarlo, darle un par de besos a su pija, para dejarlo bien caliente. “Me voy a disfrutar de la mejor pija del mundo, mi amor” le dije. “Espero no te moleste, después vengo a chupartela otro poquito”. Mi marido me besó, con la mirada demostró su excitación, y respondió “Dale, putita, a ver si es cierto”.
Esta vez andaba con un vestido largo pero sin ropa interior, cosa que ninguno de los tres sabía. Así que parada a los pies de la cama grande dejé caer mi vestido para quedar completamente desnuda “No quiero perder tiempo en pavadas hoy. Quiero pija” dije. Y me avalancé sobre Pedro, primero, para desnudarlo completamente, y luego a Marcelo, que ya había comenzado a desvestirse. Una vez desnudo, agarré su pija, aún en descanso, y mostrandosela a mi marido le dije “Mirá lo que es esto, nunca había visto algo así, y no sabés como me la puso anoche”, y empecé a chuparla, en cuatro, mientras Pedro otra vez me empezaba a preparar por atrás.
No tardó mucho la pija de Marcelo en ponerse en su mejor estado, y esta vez no tardé mucho en ponerle el forro. Mi marido miraba desorbitado y excitado cuando finalizados los preparativos me lo monté a Marcelo y empecé a meter toda su pija en mi concha. Despacio, de a poco, pero con una facilidad que hasta al propio Marcelo le sorprendió. Ni hablar de Pedro, que exclamó “Ah, pero mirá a la putita esta, como le gustó que ya se la mete toda”. No tardó mucho en acercarme su pija para que se la chupe, así que mientras cabalgaba a Marcelo lo chupaba a Pedro y gemía como loca.
“Ahora vas a ver otra sorpresa” le dije a mi marido. “Pedro, haceme el orto como ayer, quiero tenerla toda adentro de mi culo” dije entre gemidos.
Pedro se puso un forro (esta vez él mismo, porque yo estaba muy ocupada cabalgando a Marcelo), me mojó bien el ano, y cuando estuvo listo apoyó la cabeza de su hermosa pija en la entrada. Miré a mi marido y quedandome quieta acostada sobre el pecho de Marcelo le dije a Pedro “Dale, enterramela hasta el fondo, papito”. Y pedro la enterró. Entro igual que el día anterior, deslisandose aún más fácil, con menos dolor. Quedé estática, con la boca abierta, conteniendo la respiración, hasta que Pedro, con toda su pija dentro y acostado sobre mi espalda me susurró “Ahí la tenés, putita”. Lancé un gemido largo, y empecé a moverme al compás del orgasmo que estaba teniendo, largo, intenso, encadenandose con el siguiente, con todo mi cuerpo vibrando. Marcelo empezó a moverse otra vez en mi conchita, y sentía los dos agujeros llenos de pija como nunca antes, mientras mi marido miraba extasiado.
Y otra vez, entre Pedro y Marcelo, me volvieron loca con sus palabras, mientras me taladraban con sus pijas. “Te gusta, putita?”. “Me encanta”. “Te calienta que tu marido te vea ensartada por los dos agujeros?” “Me re calienta”. “Te vas a tragar toda la lechita otra vez, putita?” “Si, lo que me pidan, con todo este placer, hago lo que me pidan”. Y entonces llegó el momento: “Muy bien” dijo Marcelo “entonces te voy a hacer el orto yo”.
Lo estaba deseando, sin dudas, y no me iba a perder la oportunidad. Pedro salió de atrás mio, se sacó el forro y empecé a chuparlo desesperada por su leche. Al mismo tiempo, Marcelo salió de mi conchita y también se sacó el forro para que se la chupe un rato. Pedro no tardó en inundarme la boca, y me tragué toda su leche, mirando a mi marido que ya no podía parar de masturbarse. Luego de un par de chupadas más a Marcelo, me dijo “Ponete en cuatro, putita linda, que te voy a llenar el culo de pija como nunca te lo hicieron”. Desesperada por sentirlo, me acomodé para recibir todo ese aparato. Me mojó bien, y ya que todavía estaba un poco abierto de la buena pija de Pedro, apoyó su glande en la puertita, presionando para entrar. “Pará” le dije, “El forro”. “No te gustaría sentir como te lleno de lehe el culo”. Ni lo pensé. Necesitaba eso, esa enorme pija desparramando su semen en mi cola. Mi marido, al borde de la explosión, se puso delante mio para que se la chupe, mientras Marcelo empezaba su tarea de penetrarme. Era la primera vez que sentía una pija tan grande en el culo, y la primera vez que sentía piel con piel, sin forro, de una que no fuera la de mi marido. No había entrado la cabeza aún cuando tuve el primer orgasmo.
Increiblemente, fue entrando toda, muy lentamente, y así, lentamente y con suavidad, Marcelo me estuvo cogiendo por un rato. Pasaron varios orgasmos hasta que noté que la pija se hinchaba aún más en mi culo, Marcelo se aferraba a mis caderas y me la metía aún más adentro. Miré a mi marido con su pija en mi boca, y le susurré “Me va a llenar el culo de leche”. Y así fue. Mientras Marcelo se tensaba, se arqueaba, grunía, yo sentí la descarga de leche caliente en mi culo y lancé un gemido agudo e interminable, que no se interrumpió ni con las descargas de leche de mi marido que salpicaron toda mi cara.
Cai rendida.
Ahí mismo sentí que me dormía totalmente relajada, inevitablemente. Sentí la tremenda pija de Marcelo saliendo de mi culo, sentí que mi marido me acomodaba en la cama, y así quedé. Y así desperté al día siguiente, con Marcelo abrazandome a mis espaldas, apoyando su tremendo tronco en reposo, Pedro acostado en la cama simple, y mi marido que no estaba. Se había ido a dormir a la habitación contigüa.
Mientras desayunabamos, Pedro y Marcelo se despidieron, porque se tenían que ir algo más temprano. Mi marido y yo quedamos en silencio un instante. “Que puta hermosa que sos”, me dijo. Sonreí. “Y lo quiero seguir siendo” contesté. “Puedo tener a Marcelo también como amante fijo?” pregunté haciendo pucherito, sabiendo la respuesta de antemano. “Claro” contestó mi marido. “Si tanto te gusta esa verga y te la aguantás, por supuesto. Pero también tendrá que estar de acuerdo Pedro, no?”. “Eso ya está asegurado” le contesté. “Prometí tragar toda la leche que él quisiera, así que no habrá problema.”. “Que puta hermosa que sos” repitió mi marido con una sonrisa.