Viaje Al norte
El viaje de trabajo al norte no sale como esperaba y además me quedo atrapada en la carretera . siento no haber podido escribir espero que os guste
Tras aquella fiesta en casa de mi jefe, el verano transcurría con mucha normalidad, mi hermana había vuelto a su casa y yo, seguía acudiendo al trabajo para acondicionarlo todo y tenerlo listo por si se venían allí.
Desde hacía unas semanas era mi esposo quien me acompañaba en mis cortas jornadas de trabajo, y casi todos los días nos quedamos allí hasta la noche, más de una vez hasta muy entrada la noche. Las relaciones sexuales con él ahora eran más frecuentes, y, aunque no tenían nada que ver con las experiencias vividas en estos dos últimos años, supongo que el amor me impedía echar de menos las mismas.
Mi hermana insistía en que pasara con ella alguna semana, me decía que estaba apuntada en un gimnasio y que la relación con su marido había mejorado mucho, y la verdad es que algunos días que habíamos pasado juntos yo había tenido esa impresión, quizá por eso quería evitar pasar con ella algunos días, quizá tan solo quería olvidar este tiempo y seguir sintiendo con mi marido la ternura que desde hacía unas semanas venía sintiendo.
Ya había pasado más de un mes desde la noche de la fiesta, y ni Don Andrés ni Cristóbal aparecían por el pueblo, tan solo de vez en cuando hablábamos por teléfono y las expectativas no eran m uy halagüeñas, D. Andrés seguía diciéndome que pronto tendría que subir a echarle una mano allí, pero a la vez siempre me daba largas para hacerlo.
El verano se iba terminando y poco a poco me fueron quedando las tardes libres, la temperatura era demasiado fría para quedarnos en la piscina de D. Andrés hasta tarde, y siguiendo los consejos de mi hermana decidí apuntarme al Gimnasio, mi esposo decidió acompañarme el tiempo que quedaba de sus vacaciones y mi hija también se animó a hacerlo. Así que a eso de las 21:00 nos íbamos los tres al gimnasio.
Estábamos a finales de octubre y mi jefe seguía sin aparecer por su casa, y lo que es peor, sin darme ni un euro, cuando lo llamaba las pocas veces que podía hablar con él me pedía paciencia, según él, la cosa pronto mejoraría y me daría todo con intereses, a mediados del mes de noviembre sonó el teléfono por la mañana temprano, se trataba de mi jefe, apesadumbrado me llamaba para pedirme que subiera a Cantabria, se disculpaba por las fechas en las que estábamos pero insistía en que me necesitaba allí.
Nada más colgar el teléfono un mar de dudas acudieron a mi cabeza, por un lado, me encantaba el pollón de mi jefe, con él sentía cosas que con nadie más sentía, pero también estaba mi marido, en los últimos meses, la relación había mejorado un 200%, incluso nuestros encuentros sexuales se habían intensificado, lo amaba y lo deseaba, de eso estaba segura.
Me las apañe para que me acompañara mi hija, con ella allí todo iría mucho más rápido, pronto estaría de vuelta y sobre todo, no estaría a solas con mi jefe, lo había decidido, allí le pediría mi dinero, y una vez realizado lo que fuera que tuviera que hacer, dejaría el empleo.
En un par de días salíamos para Santander, con la compañía de mi hija me sentía segura de no hacer ninguna fechoría, y una vez allí pondría fin a todo, lo sucedido en estos últimos años, pronto sería tan solo un recuerdo que olvidar, un sueño que había sacado lo peor de mí.
La tarde antes del viaje me encontraba sola con mi esposo en el sofá, aún quedaba tiempo para que marchara al trabajo, y yo aquella tarde no iría al gimnasio, me recosté sobre él y comencé por besarle la cara, y acariciarle el pecho sutilmente, después comencé a darle mordisquitos en los labios y al final, comiéndole la boca me subí sobre él, como pude le saqué la polla y mientras él me comía las tetas me clavé hasta los huevos, últimamente nuestros encuentros sexuales eran así, por sorpresa sin nada preparado. El polvo no duró mucho, lo justo para que alcanzara mi orgasmo, permanecimos en el sofá abrazados hasta que llegó la hora de prepararse, mi esposo para el trabajo, y yo para mi viaje.
Tras la ducha juntos, mi esposo se despidió de mí con un beso en los labios, no sabíamos cuánto tiempo estaríamos sin vernos, aunque yo deseaba que este fuera el menor posible, permanecí en la puerta hasta que perdí el coche de vista, después me metí en casa y me dirigí a hacer la maleta, apenas había terminado cuando me llamó mi hija, la abuela de su novio había sufrido un accidente y estaba bastante grave en el hospital. En definitiva, tenía que viajar sola.
Me levanté temprano para salir hacia mi destino, metí la dirección en mi gps, y con todo preparado esperé a que llegara del trabajo mi marido, le comenté lo de nuestra hija y le pedí que subiera a verme el fin de semana, en el fondo no tenía yo muy claro lo que podía suceder estando allí sola con mi jefe y peor si además estaba su hijo.
A pesar de su promesa de intentar subir a verme, no partí yo muy convenida de que lo hiciera, pero, en fin, esperaba equivocarme, llegando a la capital cambié la música por las noticias, quería saber cómo se encontraba el tráfico por las carreteras por las que yo tenía que circular, al parecer todo estaba muy fluido, pero decían, que había riesgo de nevadas, y aconsejaban no hacer viajes largos, seguí hacia delante pues permanecería en Santander seguro hasta pasado el fin de semana.
Cuando llegué a mi destino, D. Andrés me estaba esperando, tomamos café en un bar cercano a su casa y allí me explicó un poco por encima como estaba la cosa, al parecer no sé qué gestiones habían salido mal y tenían muchas deudas, mi trabajo consistiría en inventariar todo lo que había dentro de la casa pues esta estaba vendida, según me contó la había tenido que malvender para poder sufragar unos pagos que resultaban urgentes. En este primer encuentro no quiso ahondar mucho, después del café me acompaño a la casa en cuestión, para iniciar mis labores.
Como en él era habitual, al abrir la puerta me cedió el paso, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al notar su mano en mi espalda, supuse que después vendrían las caricias, los besos y que querría terminar en la cama, y el caso es, que al verle toda mi seguridad para acabar con aquello se había desmoronado, una vez dentro me quedé parada, esperaba su mano en uno de mis pechos, o agarrando fuerte mi culo, sin embargo me indico las cosas que debía guardar y el lugar donde estaban las cajas de cartón parea hacerlo, al marcharse me indicó que volvería a comer, me recogería y comeríamos juntos.
Cuando regresó a buscarme no estaba solo, una joven de treinta pocos años lo acompañaba, me la presentó por su nombre de pila, Estela, por la edad supuse que se trataba de su hija o de otro familiar cercano. Tras la comida nos quedamos un rato charlando y tomando una copa, Después Estela se quedó echándome una mano en la casa mientras D. Andrés salía a arreglar unos asuntos, me pareció una mujer súper agradable y simpática, hablamos de cosas sin importancia y la tarde se me pasó volada.
Cuando regresó Don Andrés, se fueron juntos dejándome de nuevo en la casa, según me dijo iba a arreglarlo para que pudiera dormir cerca de la casa, así yo comenzaría mi trabajo cuando quisiera y al terminarlo me dijo, podríamos dar una vuelta por allí y conocer un poco Santander, también me dijo que volvería para cenar juntos.
Cuando Don Andrés y Estela se fueron aproveche para hablar con mi marido, pronto se iría al trabajo y desde que le puse el mensaje para indicarle que había llegado bien no había vuelto a hablar con él, le comenté lo que le había pasado a mi jefe, y que había vendido la casa de aquí para pagar unas deudas, ambos supusimos que se iría a vivir allí, también le dije que seguramente terminara mi trabajo antes del viernes, pero que Don Andrés me había dicho que daríamos una vuelta para conocer Santander, aun así le comente que seguro que el domingo por la mañana volvería al pueblo.
Después de un rato centrada en mi trabajo apareció Don Andrés, estaba muy frío y distante nada más llegar quería que marcháramos a cenar, tuve que insistir en que esperara para terminar de completar una de las cajas, ya en la cena la conversación volvió a los negocios, me comentó que estaba viviendo en casa de un familiar – supuse que de Estela – y que a mí, me había cogido una pensión cercana a la casa. Después de cenar me acompañó a la pensión, me dio la llave de su casa y tras indicarme como llegar a ella se marchó.
Después de ducharme intenté quedarme dormida, pero yo no sé si por extrañar la cama o por el disgusto de mi jefe no podía hacerlo, así que después de dar varias vueltas, bajé a hablar con el chaval que se había quedado de guardia en la recepción, para indicarle que iba a salir, era un chico joven y me dijo que no había ningún problema, de hecho, me dio su número de móvil por si al volver estaba dormido. Como tampoco conocía nada de Santander, decidí ir a casa de mi Jefe, y avanzar con el trabajo, cuanto antes terminara, antes podría volver al pueblo.
La mala suerte quiso que al llegar pillara allí dentro a Estela con mi jefe, él se estaba terminando de abrochar la camisa, ella aún estaba en bragas. Me disculpé excusándome en que no podía dormir y había decido ir para adelantar trabajo e hice ademan de marcharme, sin embargo, ellos me detuvieron alegando que ya se iban.
Ya sola en la casa, me sentía una idiota, la angustia se apoderó de mí y rompí a llorar como una niña de 15 años, me sentía engañada, que se había reído de mí y que me había utilizado. Toda la noche la pasé trabajando, ni siquiera había ido a la pensión para asearme y cambiarme de ropa. Sobre las diez de la mañana llegó Don Andrés a la casa, iba solo y viendo que había pasado allí toda la noche me explicó lo de Estela, llevaba saliendo con ella casi un año, me dijo que venderían la casa del pueblo y que se irían a París. Por dentro estaba muy dolida, aunque le dije que le deseaba lo mejor, también que trabajaría todo el día para finalizar el inventario, lo llamaría para cobrar todo lo que me debía y volvería al pueblo, ese era el último trabajo que haría para él.
Ese día no volví a ver a D. Andrés, comí un bocadillo en el bar y volví a mi trabajo, sabía que no podía reprocharle nada, pero aun así estaba dolida. Para el viernes me quedaba ya muy poco trabajo, apenas terminar de anotar un par de cajas, podía haberlo terminado, pero no quería estar esperando a D. Andrés sin tener nada que hacer, así que cuando me desperté para ir a su casa le llamé al móvil, y le dije que en un par de horas le esperaba en la casa. Fuel puntual y tras charlar un rato me dijo que había sido imposible reunir el dinero, pero que tenía apalabrado el chalet del pueblo, que como mucho en un par de semanas tendría que bajar para cerrar el trato, me comento que entonces me pagaría todo lo que me debe, y que me avisaría un par de días antes para que fuera a adecentarlo. Le respondí que quería la mitad del dinero el lunes a primera hora, y que si no me llamaba antes de quince días para concretar lo de la casa del pueblo lo denunciaría, y dejándolo allí sentado me fui.
Al coger el coche para volver a casa llamé a mi esposo, pero no me contestaba, quería avisarle de mi regreso, pero no contesto al teléfono, supuse que aún estaría durmiendo, así que, sin más dilación emprendí mi viaje de retorno.
Como hice en la ida, me puse en la radio las noticias, para estar enterada de lo que me encontraría en la carretera, y la verdad es que estas no resultaban muy agradables, según el parte meteorológico había riesgo de nevadas en cotas muy bajas, paré a tomar un café y a intentar avisar a mi marido de mi retorno, seguía sin coger el teléfono.
Poco antes de llegar a Burgos comenzaron las retenciones, después estas eran cada vez más largas, y al final se rumoreaba que la carretera había sido cortada. Llevábamos más de media hora y no se avanzaba nada. Casi todos los conductores se encontraban fuera de los coches y yo decidí bajar también a ver lo que se decía.
En la carretera todo eran insultos, la gente culpaba al gobierno, trafico, al servicio de carreteras, etc, para ellos todos eran culpables, pero nadie decía nada que nos sacara de la duda, hasta que el conductor del camión que estaba parado al lado de mi coche se acercó,- señores hay algunos compañeros que están varios kilómetros más adelante, al parecer el puerto y las carreteras secundarias permanecerán cortadas varias horas, los quitanieves no dan abasto y están esperando a que puedan llegar más. Sus palabras me llegaron como bofetadas, me acerqué al coche e intente de nuevo ponerme en contacto con mi esposo, tras varios intentos la voz del camionero sonó detrás de mí, señora no se preocupe, dijo, permanezca en el coche abrigada, arrancándolo a ratos para que permanezca caliente y abríguese bien, verá que dentro de cuatro o cinco horas emprendemos la marcha de nuevo.
Aquellas palabras aún me dejaban peor, le di las gracias e insistí sin éxito en hablar con mi marido, llevábamos más de una hora parados en la carretera, y el cansancio hacía mella en mí, aquella semana apenas había dormido y me esperaba un largo viaje, el coche tampoco resultaba cómodo para echarme un rato, estaba en la parte de atrás del coche intentando buscar una posición cómoda, aunque solo fuera para relajarme, pero era imposible. Entonces el camionero de nuevo toco mi ventanilla, el hombre amablemente me dijo que había observado lo mal que lo estaba pasando en el coche, ¿porque no sube usted a la cabina? Allí estará más cómoda y el tiempo se nos pasará más rápido, al menos podremos charlar, la invitación no me hacía mucha gracia, pero he de reconocer que el hombre llevaba razón, además la calefacción de mi coche no iba muy allá calentando, así que, pegué el coche lo más que pude a la mediana, y subí con él al camión.
Una vez en la cabina, pude observar que el hombre no mentía en cuanto a lo de la temperatura allí, después de unos minutos tuve que quitarme la chaqueta, la conversación con él era muy amena, hablábamos de cosas cotidianas y me contaba los pormenores de su profesión. Las noticias desde el otro lado de la emisora, no hacían pensar en una pronta reanudación de la marcha, y el cansancio se apoderaba de mí. Decidí volver a llamar a mi esposo, ahora el móvil estaba apagado o fuera de cobertura, asustada llamé a mi hija para ver si sabía algo, me dijo que había quedado con alguien, creía que para ir a pescar, el muy hijo de…. Por eso no podía subir a verme.
Emilio – nombre del camionero- se había dado cuenta de mi cansancio, tal vez por el calor que había en la cabina, permanecía con los ojos cerrados demasiado tiempo y el hombre sacando ropa limpia de cama me indicó una que tenía tras los asientos, ya sé que no es la de un marqués me dijo, pero al menos estarás tumbada , yo trate de indicarle que no era necesario, pero insistió, no te preocupes, que yo no le quito ojo al coche y además te aviso si la situación en la carretera mejora, vamos metete aquí detrás y cierra la cortina para que puedas descansar, yo voy a estirar un rato las piernas, y diciendo eso allí me dejó.
En principio, tan solo acepte para estirarme un rato, además estaría sola en el camión, y cuando él regresara yo me levantaría. El sueño debió jugarme una mala pasada y me quedé dormida, no sabía el tiempo que llevaba dormida, pero había empezado a soñar, creo que en el fondo aquellos días, había tenido la esperanza de disfrutar de D. Andrés, al no hacerlo ahora mi sexo me lo reprochaba en forma de sueños, me notaba excitaba, en mi sueño, sentía un ligero cosquilleo por mi entrepierna, me sentía ligeramente acariciada, mis muslos, mis pechos, mi sexo. Cada vez lo notaba con más frecuencia y entre gemidos me desperté.
Lo primero que vi al abrir los ojos fue la polla de Emilio, el muy cabrón la tenía totalmente dura a escasos centímetros de mi cara, mientras tanto su mano acariciaba mi caño ya por debajo de la braga, intenté recriminarle, pero hundió dos de sus dedos en el fondo de mi sexo y lo único que pudo salir de mi boca fue un gemido, el cabrón seguía trabajándome el coño mientras intentaba meter su polla en mi boca, yo intentaba resistirme, buscaba sus ojos con míos para intentar convencerle de que me soltara, pero ya era tarde, su mano en mi entrepierna me hacía sentirlo todo, y, tan solo un, “vamos chúpamela” me hizo abandonarme a sus deseos.
Levanté levemente la cabeza, lo justo para llegar a mi objetivo, cuando lo hice comencé, por besarle con dulzura el capullo, poco después al leve roce de mis labios se unía la punta de mi lengua, con ella recorría la pequeña raja que coronaba su glande y saboreaba las primeras gotas de líquido pre seminal. Comencé a recorrer todo el capullo con la boca para terminar metiéndomela toda dentro, al lento sube y baja de mis labios por su mástil, le daba un toque circular con la lengua, le volvía loco, me la metía hasta rozar mi barbilla con sus huevos, para sacarla hasta que la punta de su glande rozaba mis labios.
La mano de Emilio seguía frotando mi coño con su dedo pulgar, mientras tanto, otro de sus dedos comenzaba a adentrarse en mi agujero trasero, este jueguecito me ponía más cachonda todavía, lo que provocaba que la mamada fuese más intensa, recorría toda su polla con mi lengua hasta llegar a los huevos, los lamía y succionaba masajeándolos como podía, un par de sacudidas de mi amante me avisaron de que estaba a punto y me coloqué para recibir su descarga en mi boca.
Segundos después su leche llenaban mi boca y mi cara, seguí chupando aquella polla hasta dejarla reluciente, con ella llevaba hasta mi boca los restos de semen que me llenaban la cara. Poco a poco, aquella verga se desinflaba entre mis labios, el sabor de su leche llenaba mi boca y había sido delicioso, pero yo quería más, quería tenerlo dentro, como pude sin soltar su polla ni un instante, me fui quitando la poca ropa que aún quedaba en su sitio, me quedé ante él totalmente desnuda, y comencé a restregar su polla por mis tetas, mientras lo hacía, mi legua recorría parte de su vientre y con la mano libre lo apretaba hacia mí, en nada de tiempo la tenía de nuevo dura como un palo.
Me tumbé sobre la cama con las piernas abiertas y le pedí que me follara, Emilio se acercó a mí, dio unos cuantos restregones con du polla a la entrada de mi coño y comenzó a meterla lentamente, mi coño recibía cada milímetro de polla que se incrustaba en él, estaba encharcado, deseando que Emilio la clavara entera y comenzara a follarme duro, pero la guardia civil tocó la puerta del camión para que reanudáramos la marcha. Aún recuerdo la cara de los dos Guardia Civiles al verme bajar del camión con la ropa hecha un churro y la cara de calentón que llevaba.
Detrás de Emilio llegue a un motel de carretera, debía ser barato, pues había varios camiones aparcados allí, tomamos un café juntos y se fue al lavabo para asearse un poco, yo decidí pasar allí la noche, y cogí una habitación, subí mis cosas y baje a esperar a Emilio, le comenté que podíamos cenar juntos y después yo me subiría para la habitación, le dije que quería descansar para reanudar mi marcha en cuanto fuera posible, el pobre se desilusionó mucho, creo que quería terminar lo que habíamos empezado hacía un rato, me contestó que él cenaría en el camión, pero que seguramente pasaría por allí un rato, aunque solo sea a despedirme dijo.
Ya a solas en la habitación mientras me duchaba y trataba de aliviarme un poco pensaba en lo sucedido con Emilio y en la cara que el hombre puso al decirle que me retiraría pronto, en cuanto deseaba su polla hasta que aparecieron eso dos guardias. Salí de la ducha y busqué en mi maleta, llevaba un conjunto de lencería coqueta, la aparte de abajo se componía de un tanga, con la poca tela que llevaba transparente y el sujetador también a juego con casi todo transparente, me puse unas medias hasta la mitad del muslo y una falda que llegaba un poco más abajo que las medias, y en la parte de arriba un top bastante ceñido disimulado por una chaquetilla, y así decidí bajar al bar a buscar a Emilio.
Nada más entrar por la puerta todas las miradas se clavaron en mí, la mayoría de gente que había eran camioneros, pero ni rastro de Emilio, decidí tomar una copa para esperar a ver si se acercaba, aún era pronto para cenar aunque en la calle ya estaba oscuro, decidí ir hacia el camión a buscarle, y allí estaba, como él decía estirando las piernas
-¿Pero que hace aquí Emilio con la que está cayendo? Y yo buscándole para no cenar sola
-yo ya cené guapetona, estaba aquí con mi amigo fumando un cigarrito, mira este es, se llama Antonio y es nuevo en esta ruta.
Hola Antonio le dije acercándome para darle dos besos.
-¿Entonces, no me acompañas cenar? Yo que buscaba alguien que me invitara a una copa…
si es por eso, no se preocupe, ahora mismo vuelvo, volvió a intervenir Antonio que se fue a por algo a su camión.
valla que guapa te has puesto, pero con este frío igual te constipas, vente aquí, al resguardo de estos camiones hará menos frío.
si hace frío sí, yo me voy a pasar para dentro, luego si quieres te acercas y tomamos una copa
no sé guapa, me tumbaré a descansar pronto, en cuanto vuelvan a abrir los puertos quiero emprender la marcha, ya llevo mucho tiempo perdido.
bien, pues será difícil que el destino nos vuelva a unir no crees? Mientras le decía esto me adelanté para despedirme dándole dos besos, sin embargo, en el último momento decidí besarle en los labios. Me di la vuelta y me marché.
Pero donde va señora? Venga hombre como me va a negar esa copa.
discúlpame, te lo agradezco, pero se me va a hacer tarde para cenar, además estoy cansada y mañana pronto quiero emprender el viaje.
nada, nada, una copa y ya se irá, descuide que no le robamos mucho tiempo.
no pero….
que una copa con una mujer tan guapa no nos la podemos perder mi compadre y yo señora, insisto
bueno está bien, pero una rápido y me voy eh.
Volvimos a meternos entre medias de los dos camiones, y Antonio y Emilio sirvieron las copas, creo que dijeron que se trataba de una especie de orujo hecho por el mismo Antonio, de un trago decían los dos entre carcajadas y de un trago me la tomé, era como si un chorro de agua hirviendo cayera por mi esófago. Los dos hombres se rieron de mí durante un rato, según decían, les hacía gracia las caras que ponía, a mí no me hizo ninguna gracia y me dispuse a marcharme, pero enseguida muy atentos comenzaron a alabar mis “pelotas”, no te enfades princesa que te estamos tomando el pelo, ya le gustaría muchos de los que están ahí dentro aguantar como lo has hecho tú, y cosas parecidas.
Quitando la anécdota de la primera copa continuamos entre historias de camioneros y risas, no me di cuenta de cómo lo hicieron, pero me encontraba recostada en uno de los camiones en medio de los dos, que cada vez se pegaban más a mí, venga bolita sírvenos otra copita dijo Emilio, de acuerdo contesté, la última, y me agache al suelo a por la botella, al hacerlo noté las manos de ambos acariciar mi culo, volví a dejar la botella en el suelo, y recostándome de nuevo en el camión subí mi falda hasta la cintura.
Los dos se abalanzaron sobre mí con todo, me besaban, me sobaban, metían sus manos en mi entrepierna, estaban como locos, Emilio abrió m chaquetilla y empezó a sobarme las tetas, buscaba la manera de tener contacto directo con mi piel, pero era imposible, el top era demasiado ajustado, les aparte me quite la chaqueta y saqué mi top, me encontraba con la falda por la cintura con un sujetador y un tanga transparentes en un parquin para camiones.
Ambos alternaban los morreos con el chupeteo de mis tetas y el sobeteo de mi coño, pero ninguno se decidía a ir más allá, así que, apartándolos de nuevo, llevé mis manos a sus bultos y me puse de rodillas, al instante sacaron sus pollas ya bastante duras.
Les di mi tratamiento especial con la boca, las mamaba despacio dejándome notar y acariciando sus huevos, después, me los metía en la boca para volver a pasar mi lengua lentamente por todo el tronco, debió gustarles mucho porque en unos instantes los dos me llenaron la cara de lefa, Emilio poco a poco fue perdiendo la erección, pero Antonio más joven me levantó me dio la vuelta y colocándose detrás de mí comenzó a follarme, comenzó muy lentamente pero poco a poco fue acelerando el ritmo, llame a Emilio y una vez más comencé a comerle a polla, con mucha dulzura, quería que lo notara, necesitaba que me follara, después de los desprecios de mi jefe esa semana por fin me sentía deseada.
Me salí de la polla de Antonio cuando la de Emilio estaba de nuevo tiesa, y después de comerle de nuevo la boca le pedí que diera por el culo, mientras me follaba el culo Emilio me amorre a polla de Antonio que me embestía la boca como si me la estuviera follando.
Con la polla de Antonio en la boca y la de Emilio en mi culo llegue a mi primer orgasmo y lo grité como si estuviera en el campo, Emilio salió de mi culo para meterla en el coño y siguió con el bombeo, Antonio protestaba por que quería darme el también por el culo, así que nos subimos a la cabina del camión de Emilio, Antonio se tumbó en la cama donde hora antes le había comido la poya a su amigo, y yo me tumbé encima apoyando mi espalda en su pecho, así poco a poco me fue clavando la poya en mi agujerito trasero, tras unas embestida de prueba paró para que Emilio me la enchufara por el agujero libre.
Después de un rato y varias posturas más volví a correrme, ellos lo hicieron instantes después llenándome el culo y el coño de leche. Les propuse seguir la fiesta en mi habitación, pero ambos se excusaron diciendo que pronto tenían que volver a la carretera, intercambiamos los teléfonos pues ambos coincidían en que querían volver a verme y me marche. Nada más bajar de la cabina me encontré con un señor mayor que sin decir palabra comenzó a aplaudirme, me acerqué a él le saqué la polla y me la metí en la boca, en pocos segundos me la llenó de leche.
Ya era tarde para cenar, pero tras ir al baño a enjuagarme la boca y lavarme la cara un poco, me acerqué a la barra del restaurante para comerme un bocadillo, en ello estaba cuando un hola seguido de mi nombre me sacó de mi tarea, al girarme me sorprendí al ver a Sebastián, seguro que os acordáis, el técnico de color que fue a reparar algunas cosas a casa de mi jefe.
to be continued