Viaje a Zurich

Me enviaron a hacer un curso a Zurich con un compañero, y allí, la secretaria de mi empresa y una amiga se mostraron muy cariñosas...

Curso laboral en Suiza

A finales del pasado año la empresa en la que trabajo me envió al centro de formación que la empresa tiene en Zurich a recibir un curso de actualización sobre algunos contenidos profesionales. Fuimos seleccionados para recibir el curso mi compañero José y yo. En un principio, la idea de pasar una semana en la fría Suiza en vísperas de Navidad no se presentaba demasiado tentadora, pero poco a poco nos fuimos convenciendo de que, ya que no había otro remedio que ir, intentaríamos pasarlo lo mejor posible.

José, que es un fanático del esquí, me convenció para retrasar hasta el lunes el vuelo de regreso, de tal manera que podíamos pasar el fin de semana en alguna estación invernal esquiando. Poco podíamos imaginar que, efectivamente, esquiaríamos a base de bien, pero no sólo sobre unas tablas...

Partiríamos un domingo, y el curso se prolongaría de lunes a viernes, antes de coger un coche alquilado hasta Gstaad, donde pasaríamos el fin de semana. El jueves, recibimos un e-mail de Sofie, la secretaria del centro de formación, en la que nos informaba del hotel que teníamos reservado, nos comunicaba que pondría un transporte en el aeropuerto a nuestra disposición para el traslado al hotel, y que nos recogerían allí el lunes a las 7,30 para trasladarnos al Centro de Formación, donde ella misma nos recibiría. Quedaba a nuestra disposición para cualquier necesidad que se nos plantease, y bien sabe Dios hasta qué punto resultaría ser cierto esto último.

En resumen, que el domingo tomamos el avión hasta Zurich, donde nos recibió un chofer que nos trasladó hasta el hotel, informándonos que él mismo se encargaría de recogernos por la mañana. El tiempo era glacial, así que recibimos de buena gana la bofetada de calor al entrar en el vestíbulo del hotel. Nos habían reservado habitación en un elegante, moderno y funcional hotel a las afueras de la ciudad, cerca del parque empresarial donde se hallaba la sede de nuestra compañía. Tomamos posesión de nuestra habitación, grande y cómoda, precedida de un saloncito, y equipada con dos enormes camas. Nos dimos una ducha, y bajamos a cenar al restaurante del propio hotel. Ya era bastante tarde cuando terminamos de cenar, así que decidimos dejar las visitas turísticas para otro día, y nos retiramos a dormir.

Cuando llegamos a la sede en la que recibimos el curso, ya estaba Sofie esperándonos en el vestíbulo de bienvenida. La visión de nuestra compañera Suiza nos dejó a José y a mí con la boca abierta. Sofie era un sueño de mujer hecho realidad, un monumento a la gracia y belleza femeninas. Debía tener unos veinticinco años, cuatro menos que yo y tres más que José. Castaña con mechas rubias y una larguísima melena, poseía el rostro más agraciado que jamás había visto. Sus ojos enormes eran de color miel claro, y su boca, de gruesos labios rosados, sonreía con una gracia natural extraordinaria. Vestía un profesional traje de chaqueta marrón que no podía disimular la abundancia y bonita forma de su pecho. La falda, que moría diez centímetros por encima de sus rodillas permitía apreciar unas largas y espectaculares piernas que se veían realzadas por sus zapatos de tacón alto. Su español era escaso, pero como la mayoría de los centroeuropeos, su inglés era impecable, por lo que pronto nos encontramos sumidos en una animada charla, esperando al resto de los participantes en el curso. Sofie se reveló simpática, encantadora, y como venía diciendo, guapísima y, por qué no decirlo, arrebatadoramente seductora con nosotros.

Los tres primeros días del curso transcurrieron con la monotonía y aburrimiento propia de este tipo de eventos. Estábamos ocupados desde primera hora de la mañana hasta media tarde, cuando la noche se encontraba ya bien cerrada sobre Zurich, lo que unido al intenso frío que reinaba en el ambiente, apenas teníamos más ocio que algún breve paseo por la ciudad antes de cenar y alguna cerveza en la cafetería del hotel antes de acostarnos. La mayoría de nuestros compañeros de curso eran suizos, por lo que nuestra vida social era escasa, por no decir inexistente. Lo único que conseguía motivarnos es la confianza que Sofie demostraba con nosotros, de modo que durante la hora de la comida y en los pocos ratos que teníamos libres a lo largo del día, solíamos juntarnos con ella, a comer un sándwich frío en la propia sede de los cursos, o a tomar algún café.

El jueves, sin embargo, mientras tomábamos un ligero almuerzo a media mañana, Sofie nos preguntó si habíamos conocido algo de la ciudad. Al responder que no, nuestra amiga nos comentó que Zurich era famosa en toda Suiza, y en gran parte de Europa por su marcha nocturna. De este modo, sorprendidos, halagados y excitados, rumiando nuestra buena suerte, quedamos esa noche con Sofie para salir a cenar, a tomar una copa y a bailar. Sofie nos comunicó que se uniría a nosotros Magda, una buena amiga suya con la que compartía apartamento. Las perspectivas se presentaban excelentes, una cita doble con todo un bombón suizo y su amiga era más de los que hubiésemos podido soñar.

Con gran ánimo, encaramos el resto de la jornada, viendo girar interminable el reloj en espera de la hora de la cita. Quedamos con Sofie en que iríamos en taxi hasta el restaurante, del que ella nos dejó la dirección. Una encantadora sonrisa y un balbuceante "hasta luego" en español, acompañado de un guiño de ojo, fue la despedida de Sofie cuando, dando por terminada la jornada, la dejamos para tomar camino al hotel.

Llegamos al hotel, nos duchamos y nos vestimos de acuerdo con la ocasión, informales pero elegantes. Apenas hablamos entre nosotros, pero por las mentes de los dos bullían los mismos pensamientos, maquinando estrategias que finalizasen con una memorable noche de sexo en compañía de nuestra compañera y su amiguita. Yo conocía un poco la mentalidad centroeuropea, ya que había vivido un par de años en Alemania, y la experiencia me decía que una cita de esas características sólo tenía un fin posible: la cama. Así se lo hice saber a José, que igual que yo, no cabía en sí de gozo ante la posibilidad de follar con esa monumental mujer.

Llegamos al restaurante media hora antes de la hora a la que habíamos quedado, así que nos sentamos en el bar a tomar una cerveza. El restaurante era típicamente alemán, con una carta repleta de salchichas, codillo y cervezas. El ambiente era bullicioso y alegre, y abundaban los grupos de amigos de edad semejante a la nuestra. Veinte minutos después hicieron acto de presencia Sofie y Magda. Si Sofie constituía un monumento, Magda no le iba a la zaga, alta, rubia natural, delgada, y con unos ojazos azules intensísimos que hacían daño al contemplarlos. Su rostro era algo más serio que el de Sofie, pero la belleza de sus formas no era inferior al de nuestra amiga. Si cabe, su nariz era aún más perfecta, y sus labios, al menos tan deseables y atractivos como los de su amiga. Ambas vestían abrigos largos de cuero, azul oscuro el de Magda y marrón el de Sofie. Bajo el abrigo, Magda lucía una minúscula camiseta azul de tirantes que, anudados al cuello, dejaba desnuda la mayoría de su espalda, mientras que por delante formaba un impresionante escote redondo que permitía apreciar la abundancia y perfecta forma de sus peras. La camisa se ajustaba a su exuberante busto como una segunda piel. El ombligo y parte de su liso y bronceado vientre quedaba al descubierto, dando paso a un ajustado pantalón blanco de talle bajo que surgía muy pocos centímetros más arriba de donde nacen los primeros pelillos del pubis. Pude apreciar que toda su ropa interior consistía en una tanga blanco que desaparecía entre sus nalgas perfectas, mientras que por calzado, llevaba unas botas azules de tacón. Sofie también calzaba botas altas, pero esta vez de color marrón, bajo unos pantalones vaqueros que enaltecían sus posaderas, y que sentaban perfectamente a su preciosa figura. Su camiseta marrón claro, también de tirantes era aún más corta que la de su amiga. Se ajustaba también perfectamente a la deliciosa forma de sus tetas, que pugnaban por emerger de un sujetador de tela de camuflaje militar. Quedaba éste al descubierto, pues el escote en uve que formaba la camiseta no dejaba las peras al aire porque se cerraba con unos cordones blancos que eran lo único que evitaba que su pecho quedase solo cubierto por el sujetador. Su larga melena caía sensualmente sobre su canalillo y dibujaba la sexy curva de sus pechos. En resumen, ambas estaban espectaculares y llamativas, y a juzgar por su libidinoso atuendo, con ganas de guerra, lo que nos puso a José y a mí a mil por hora.

Sofie nos saludó con efusividad, antes de presentarnos a Magda, que tuvo el descaro de saludarnos con sendos piquitos a cada uno de nosotros. Por mi mente ya se cocían los pensamientos más obscenos, y la actitud y atuendo de las dos chiquitas, no parecían indicar que fuese a sufrir una desilusión.

La cena fue de lo más agradable. La comida era excelente, y la compañía, inmejorable. Tanto Magda como Sofie se prodigaron en atenciones hacia nosotros, y derrocharon simpatía y amabilidad. Se mostraron deslumbrantes, atractivas y encantadoras, y sacaron a relucir todas sus armas de seducción, que no eran pocas. Para los postres, tanto José como yo estábamos enamorados hasta el tuétano de nuestras amigas (al menos por esa noche).

Después de la cena, nos ofrecieron acudir a un local de copas y baile, que por lo visto era uno de los más famosos y animados de Zurich. El ambiente era insuperable, y puedo jurar que jamás había visto en ningún lugar tal cantidad de monumentos andantes. Fuese donde fuese la vista, los ojos se nos iban detrás de las más atractivas y bellas mujeres que pueda uno imaginar. El local era de ambiente liberal, y no era raro ver parejas de hombres o de mujeres besándose y frotándose con lujuria. Las mujeres vestían de tal manera que nuestras acompañantes parecían recatadas, y era dificilísimo ver una mujer que no estuviese como un tren. No había sido mala la idea de nuestra empresa de enviarnos a hacer el curso a Zurich, no.

Tomamos varias copas, y enseguida nos impregnamos del ambiente circundante. Bebíamos, bailábamos y reíamos, y antes de que pusiese darme cuenta, me encontré enlazado con Magda en la pista de baile. Su pechos se aplastaban contra mi torso, y su pelvis se pegaba a la mía al son de la música. Mis manos, apoyadas en sus caderas, se deslizaron hacia abajo, hasta amarrar sus duros cachetes. Magda, lejos de sentirse cortada o agredida, colgó sus brazos de mi cuello, y cuando me quise dar cuenta, mis manos apretaban su culo contra mí, mientras que nuestras bocas se enlazaban en un apasionado y lujurioso beso. Nuestras lenguas jugaban entre sí, y nuestros labios se buscaban con urgencia. Los besos de Magda eran ardientes y sensuales. Su boca, húmeda y caliente, y su lengua lujuriosa estaban poniéndome a cien, sin apenas hacer nada más que besarme. Desenlazándose de mí, Magda se dio la vuelta, y dándome la espalda apoyó su trasero en mi polla, que ya comenzaba a dar señales de vida propia. Echó su cabeza hacia atrás, apoyándola en mi hombro, ofreciendo la tersa piel de su cuello. Me cogió las manos y las puso sobre sus hombros, antes de deslizarlas por sus brazos, haciendo caer los finos tirantes de su camiseta. Cubrí de besos sus hombros desnudos, mientras mis manos, guiadas por las de Magda fueron a posarse sobre sus pechos. Tomé ambas tetas con mis manos, y comencé a sobarlas y a amasarlas por encima de su camiseta, mientras sus manos se dirigían a mi trasero, que apretó con fuerza. Comencé a comerle la oreja a Magda, al tiempo que acariciaba sus pechos y pellizcaba suavemente sus pezones que se endurecían por momentos entre mis dedos. Pude ver a José y Sofie, que sentados en un sofá se devoraban mutuamente. Sofie acariciaba el paquete de mi compañero por encima del pantalón, que parecía estallar, mientras él magreaba a base de bien la entrepierna de ella.

Tras un rato de besos, abrazos y caricias, Magda se dio la vuelta, y tomándome de la mano, me llevó hasta donde estaban nuestros compañeros. Sin mediar palabra, Sofie se levantó y comenzó a morrearse conmigo, mientras Magda se sentaba encima de José y comenzaba a retozar con él. "Vaya", pensé, "esto se está poniendo cada vez más interesante". Las manos de Sofie buscaron mi sexo, y en un rápido y hábil movimiento, me bajó la bragueta y comenzó a meterme mano por dentro de los calzoncillos, sin dejar de devorar mi boca. Mis manos se dedicaron a palpar su magro trasero, antes de deslizar un dedo entre sus glúteos y presionar con él la caliente cavidad de mi amiga, que se deshacía entre mis manos.

Me asomé al oído de Sofie, y entre besos y mordiscos, le pregunté si nos íbamos ya. Sofie me respondió afirmativamente, y fuimos a buscar a José y a Magda, que se habían despistado entre la multitud. Los encontramos pegándose el lote a la entrada del local. Magda había traído coche, así que montamos, José delante con Magda, y Sofie y yo atrás. Sofie decidió que fuésemos a nuestro hotel, y allí nos dirigimos. Durante la media hora que duró el viaje, Sofie y yo nos dedicamos a besarnos y a meternos mano a base de bien. Sofie volvió a meter su mano por dentro de mi bragueta, y yo me entretuve en desatar los cordones de su camiseta, para sobarle las tetas, primero por encima y después por dentro del sujetador. Sus pezones estaban duros como una piedra, y la piel de su pecho se ponía en carne de gallina ante mis caricias.

Antes de bajar del coche, Sofie se recompuso un poco el atuendo, cerrando su chaquetón de manera que sus tetas, que para entonces estaban prácticamente al descubierto, quedasen dignamente tapadas. El vestíbulo del hotel era enorme, y a pesar de que estaba prácticamente vacío a esas horas de la madrugada, nadie notó que subíamos a la habitación con compañía.

Al llegar a la habitación, lo primero que hicieron las chicas fue despojarse de los abrigos y sacarse las botas. José preparó unas copas para los cuatro, y yo puse música suave en mi ordenador portátil. Nos sentamos en los sofás del saloncito, y nos enfrascamos en una animada charla mientras nos tomábamos las copas. Sofie se acurrucó a mi lado, apoyando su cabeza en mi hombro. José pasó un brazo sobre los hombros de Magda, atrayéndola hacia sí. Antes de que nos hubiésemos dado cuenta, estábamos otra vez enrollándonos con nuestras amiguitas. Sofie se sentó a horcajadas sobre mí, mientras que José se echaba encima de Magda, a la que comenzó a besar y a desabotonar los pantalones. Saqué la camiseta de Sofie, dejándola tan solo con el sujetador. Mis manos se aferraron a su firme trasero, y sin dejar de besarla, comencé a hacerla oscilar sobre mí. Su sexo, apoyado sobre el mío comenzó a frotarse contra mí. Podía notar, incluso a través de la tela de los vaqueros cómo su temperatura y humedad iba en aumento con el roce. Mientras nos frotábamos, Sofie se venció un poco hacia atrás, dejándome campo libre para acariciar y besar sus magníficos pechos por encima del sujetador. De repente, Sofie se puso de pie, se desabrochó los botones del pantalón, y lenta y sensualmente, meneando sus deliciosas caderas, fue bajándose los pantalones hasta quedar cubierta tan solo por su ropa interior. Posó su pie desnudo sobre mi paquete, y se dedicó a sobármelo con sus dedos y con su planta. Se agachó hasta quedar de rodillas ante mí. Me sacó la camisa primero, los pantalones después, y finalmente los calzoncillos. Me agarró la polla, y comenzó a lamer la puntita con su lengua, para aplicar después sus labios sobre mi verga. Fue propinándome besitos suaves, antes de aplicar sus labios sobre el glande, rodeándolo e iniciando una monumental mamada. Sus labios subían y bajaban a lo largo de mi polla, relamiendo toda su largura mientras me acariciaba los testículos con la mano. Su boca dedicó todas sus atenciones a mi sexo, besándolo, chupándolo, lamiéndolo, y volviendo a besarlo, una y otra vez durante unos minutos que me parecieron una eternidad. Mi polla no es pequeña, pero Sofie conseguía tragársela por completo con cada movimiento de su cuello. Frente a mí, y a través de la puerta abierta de la habitación pude contemplar que José se dedicaba a comer con dedicación el coño de Magda, que tumbada de espaldas sobre la cama y con las piernas abiertas, descansando sobre los hombros de mi amigo, comenzaba a emitir ahogados gemidos de placer, mientras la cabeza de él se hundía entre las piernas de Magda.

Cuando Sofie había sacado a relucir todas sus habilidades mamatorias, y yo comenzaba a sentir los primeros estertores que conducían al orgasmo, se sacó mi polla de la boca. Poniéndose de pie, llevó sus manos a la espalda y se desbrochó el sujetador, que sostuvo un momento con las manos, antes de dejarlo caer a sus pies. Las tetas de Sofie, erguidas, redondas y rematadas por dos duros pezones que apuntaban hacia el cielo constituían el mejor par de melones que jamás había podido apreciar en vivo hasta entonces. Sofie se subió de pie sobre el sofá, dejando su sexo a la altura de mi cara. Le saqué su minúsculo tanga casi con violencia. Su coñito depilado palpitaba, y brillaba por efecto de la humedad. Su rajita quedó a la altura de mi boca. Sofie me agarró del pelo y atrajo mi cabeza hacia sí, encajando mi cara entre sus piernas. Separó las piernas, invitándome a probar el sabor de su sexo. No quise decepcionarla, así que estiré el cuello hacia arriba, y me dispuse a lamer el delicioso manjar que Sofie me ofrecía. Comencé aplacando su sed posando mi lengua sobre sus labios. Mi lengua propinaba húmedos lametones sobre su vulva, que se abría y cerraba como si tuviese vida propia. Animado por los jadeos de Sofie, continué chupándole el coño, aplicando sobre él todas mis habilidades. Los gemidos de Sofie fueron acentuándose, a medida que el flujo de su vagina comenzaba a surgir con más y más abundancia, hasta casi ahogarme. Sofie me tiraba de los pelos, apretando con fuerza mi rostro contra su sexo, hasta que un gran reguero de flujo manó de su vagina, sus piernas comenzaron a temblar, y en medio de grandes gemidos arranqué de sus entrañas un violento orgasmo. Mis manos asieron con fuerza su culito, para evitar que se desplomase sobre mí. Ayudé a Sofie a sentarse a mi lado, y nos fundimos en un apasionado beso. Mi mano fue directa a su entrepierna, que comencé a manipular con expertas caricias. Su sexo aún palpitaba con los últimos estertores de su orgasmo, y su respiración se mantenía jadeante y descompasada. Cuando hubo recuperado el aliento, se levantó y se dirigió a la habitación, donde Magda botaba frenéticamente, montada como una amazona sobre la polla de José, arrancando de éste sonoros bramidos, al tiempo que de la garganta de Magda surgían unos agudos aullidos que daban fe de la magnitud del gozo al que le sometía mi compañero.

Seguí a Sofie, que se había tumbado en la cama, al lado de donde José y Magda estaban follando como descosidos. Me tumbé a su lado, y sin darle tiempo a decir nada, le metí la lengua en su boca y mi mano entre sus piernas. Ni Magda ni José se dieron por enterados, y continuaron con su folleteo salvaje. La tetas de Magda, magníficas también, se bamboleaban y oscilaban con violencia mientras su culo seguía botando con fuerza sobre la polla de él.

Dos de mis dedos se colaron en el interior de Sofie, mientras mi boca se dedicaba con a lamer sus preciosos pechos y sus magníficos pitones con ardorosa pasión. Fue entonces cuando Magda acabó de correrse, entre gemidos y grititos de placer, en medio de una enorme convulsión que sacudió todo su escultural cuerpo, dando lugar al orgasmo de José, que se vació dentro de Magda al tiempo que emitía un rugido gutural. Tras correrse, Magda se derrumbó sobre el cuerpo de mi compañero, quedando sus cuerpos enlazados entre besos y jadeos, intentando recuperar la respiración. En ese momento, tomé a Sofie de las caderas, y girándola, la dejé tumbada de cara a Magda y José, y dándome a mí la espalda. Sofie separó las piernas, permitiendo que mi polla se alojase dentro del calor de sus muslos. Comencé a impulsar mis caderas, masturbándome entre sus muslos, al tiempo que mis manos recorrían su cuerpo, desde el cuello hasta las tetas, para terminar introduciéndose entre sus piernas, en busca de su botoncito de placer. Así permanecimos durante algunos minutos. Mis dedos acariciaban su sexo, y de cuando en cuando alguno de mis dedos terminaba por colarse en su agujerito, lo que era celebrado por Sofie con gran alborozo, a juzgar por los gemidos que emitía. Finalmente, situé a Sofie sobre mí, tumbada de espaldas sobre mi cuerpo. Sofie se abrió de piernas, y sus manos fueron en busca de mi polla, para situar su punta a la entrada de su coño. Empujando desde abajo, fui introduciendo poco a poco mi verga en su interior. Apoyó sus manos y pies sobre la cama, y elevándose ligeramente permitió que mi polla se enterrase hasta el fondo dentro de ella. Una vez la tuve completamente ensartada, comencé a moverme, metiendo y sacando mi polla en su coño a intervalos regulares, y aumentando paulatinamente la cadencia de mis embestidas. A medida que mis movimientos se iban tornando más fogosos, el cuerpo de Sofie vibraba con mayor entusiasmo, dando lugar a gemidos cada vez más agudos y descontrolados. Su pechos se agitaban entre mis manos con cada embestida, y su actividad inicial, bajando y subiendo el culo para encontrarse con los ataques de mi miembro, fue tornándose más pasiva. Ya solo se limitaba a recibir entusiasmada mis gozosos ataques, y los movimientos de su cuerpo se redujeron a los que yo le causaba con mis arremetidas. Sus piernas temblaban cada vez más, sus pechos palpitaban con mayor fuerza, y sus gemidos y gritos se hacían cada vez más acuciantes, hasta que por fin, en medio de una gran sacudida, alcancé el orgasmo. Mi polla empezó a irrigar semen dentro de su coño. Sofie, al recibir la descarga de crema en su interior, se elevó, quedando de rodillas sobre mis piernas. Tres o cuatro veces levantó sus caderas hasta casi desligarse de mi sexo, dejándose caer a plomo sobre mi polla con rabia y violencia, profiriendo un gran grito con cada embestida, e inmediatamente se corrió, agónicamente, profiriendo un sonoro y agudo gemido que demostraba la enorme intensidad del lujurioso orgasmo que había arrancado de aquel monumento.

Sofie se venció hacia atrás con mi polla aún metida en su coño. Las últimas sacudidas del orgasmo aún agitaban su tembloroso cuerpo, y su garganta continuaba emitiendo pequeños gemidos. Mis manos cubrían sus pechos, mientras mis caderas todavía se movían metiendo y sacando mi verga de su sexo en una cadencia lenta, cariñosa, casi conyugal. Cuando logró recuperar la respiración, giró su cabeza hacia mí. Sus labios, con una maravillosa sonrisa dibujado sobre ellos, buscaron mi boca para fundirse conmigo en un profundo beso. Seguimos besándonos y acariciándonos aún durante largo rato.

José y Magda, se encontraban arrumacados a nuestro lado. Tumbados de costado, Magda le abrazaba desde atrás. De cara a nosotros, y tras terminar de echar su polvo, habían estado disfrutando del espectáculo que Sofie y yo les habíamos ofrecido. Tumbados cara a cara, yo acariciaba los pechos y el vientre de Sofie, mientras que las manos de Magda dedicaban suaves caricias a los huevos y la polla de José.

Después de unos minutos de descanso, sin que nadie pronunciase ni una palabra, José se animó a acercarse a nosotros. Cogiendo a Sofie por la cintura, se pegó a ella como una lapa, y se fundió con ella en un ardiente morrreo. Pegados cada uno a su proa y popa, hicimos de Sofie el más delicioso contenido de un sándwich que se pueda imaginar. Mi polla se abría paso entre las nalgas de Sofie, mientras que la de José debía estar achuchándola por delante, aplastándose contra su vientre. La situación era de lo más morbosa, y Sofie no tardo en comenzar a jadear por la presión a la que estaba siendo sometida por parte de dos sementales. Pero uno es un caballero, y en esa fiesta, había una dama sin atender. Así que me separé de la espalda de Sofie, dejándola en manos de mi amigo, y saltando sobre ellos, fui a atender las necesidades de Magda, que me esperaba con los brazos, por no decir la piernas, abiertos.

Dando la espalda a José, me enlacé con Magda en un beso. Sus piernas no tardaron en enlazarse con las mías, y sus manos en aprisionar mi trasero, apretándose contra mí mientras me besaba con una erótica mezcla de pasión y dulzura que me gustó mucho. Igual que había hecho antes con Sofie, dediqué mis manos a acariciar la suave piel de sus pechos y de su vientre. Amasé y estrujé sus tetas y pellizqué sus pezones, ya excitados y duritos, lo que arrancó de Magda un pequeño grito, mezcla de placer y dolor. Bajé mis manos hasta su pubis, y comencé a juguetear con sus cortos pelitos rubios, antes de deslizar mis dedos entre sus labios vaginales abiertos. Su lubricación era excelente, así que casi sin querer, un dedo primero, y luego un segundo comenzaron a entrar y salir rítmicamente de su coño. Magda comenzó a jadear con ansia y a gemir con pasión. Mis dedos se deslizaban suavemente en su interior mientras mis dientes aprisionaban uno de sus pezones, estirando de él hasta arrancar un gritito de dolor de mi oponente. Tumbados de costado, aprisioné su cuerpo contra el mío. Ella tomó mi pene, que crecía contra su vientre, y lo colocó entre sus piernas, aprisionándolo con sus suaves y cálidos muslos. Finalmente me tumbé sobre ella, separé sus piernas con ayuda de mis rodillas, y comencé a cabalgarla sutilmente. Mientras la penetraba, su rostro comenzó a demostrar el intenso placer que le invadía. Sus ojos cerrados, y su boca entreabierta, de la que manaban pequeños gemidos mientras la perforaba, demostraban el grado de sumisión a la que la tenía sometida. Acaricié su preciosa carita con una mano. Abriendo la boca, Magda comenzó a chuparme el pulgar con lujuria, y sus piernas abiertas se cerraron en torno a mi trasero mientras continuaba cabalgándola, lenta pero firmemente. Con cada acometida, mi polla se enterraba hasta el fondo en el caliente coño de Magda, que recibía cada ataque con mayor placer, lo que se reflejaba en su cara y en los gemidos que profería sin dejar de chuparme el dedo. Era ya hora de acelerar el ritmo. En una embestida, dejé enterrada mi verga dentro de ella. Se la saqué hasta casi salirme por completo de ella, con sólo la punta apoyada en la entrada de su cueva, y de un golpe certero, duro y seco, se la clavé hasta los huevos. Magda acusó el golpe abriendo desmesuradamente los ojos, que se le quedaron en blanco, y profirió un agudo aullido. Entonces empecé a perforarla sin compasión, fuerte y duro. Con cada clavada todo su cuerpo se estremecía, y sus blancas tetas se bamboleaban violentamente con cada golpe de mi cadera. Sus gemidos se tornaron más acuciantes e incontrolados, hasta que tras varios minutos de frenesí, los músculos de su vagina se cerraron con fuerza sobre mi polla, sus gemidos se acrecentaron hasta el infinito, sus piernas comenzaron a temblar con furor, y se corrió en medio de un torrente de flujo que dejó mi polla totalmente embadurnada. Yo aún no había terminado, así que saqué mi polla de su conejito, y encaramándome sobre ella, me senté sobre su vientre. Encajé mi verga entre sus tetas, que agarré con las manos para estrujarlas contra mi miembro, e inicié un frenético movimiento de frotación entre mi verga y sus pechos. Su propio flujo, que cubría mi polla, facilitó el patinaje de mi miembro entre sus pechos. Magda aún gemía fruto de su orgasmo cuando abandonando su pechos, le metí la polla en la boca. Magda comenzó a chupármela con avidez. Me follé su boca, que apenas daba de sí para acoger su longitud. Sus labios se movían aplicadamente sobre mi glande, y su lengua me lamía con apetito. Las manos de Magda se asieron a mi trasero, atrayéndome hacia sí, y facilitando la entrada de mi verga entre sus apetitosos labios. Antes de correrme, abandoné su boca. Tomé a Magda por las caderas, y girándola, la situé boca abajo. Magda se puso a cuatro patas ante mí, ofreciéndome su culito en pompa y su coño abierto. Apoyé la punta de mi miembro en la entrada de si vagina, y con la punta, fui recorriendo sus labios húmedos e hinchados, antes de dejar que mi verga volviese a abrirse paso dentro de su caverna. Aferrado a su cintura, atraía y alejaba su culo de mi pelvis, mientras mi polla entraba y salía de ella a intervalos regulares. Los músculos de su vagina se cerraban en torno a mi polla, oponiendo resistencia a mis penetraciones. Magda reanudó su concierto de gemidos, al ritmo de las embestidas que le propinaba desde atrás. Sus pechos oscilaban bamboleantes con cada uno de mis ataques, mientras que mis manos acariciaban la suave piel de su vientre. Para entonces, Sofie, que había estado siendo perforada bajo el cuerpo de José, se había colocado, en paralelo con Magda, a cuatro patas, siendo en ese momento follada desde atrás por la polla de José. Las dos jóvenes suizas se encontraban en ese momento arrodilladas, con sus codos apoyados en la cama, y siendo folladas en paralelo por dos machitos españoles que las atacaban desde la retaguardia. Gemían y gritaban a coro, mientras nuestras pollas las ensartaban a dúo sin piedad. Fue Magda la que inició la cadena de orgasmos, seguida casi inmediatamente por Sofie, y después por José. A mí aún me quedaba algo de batalla por dar, así que en medio de los sonoros orgasmos de Magda y Sofie, continué bombeando el coño de mi oponente, al tiempo que José se derrumbaba sobre Sofie, cuyo cuerpo quedó atrapado por el de él, aún con la verga de José clavada en su interior.

Sin dejar de follarla, conseguí arrancar un nuevo orgasmo de Magda, momento que aproveché para sacar mi polla de su coño. Nunca me había follado a una mujer por el culo, pero me pareció que aquella era una oportunidad única. Mi glande recorrió sus labios, rebañando el flujo que manaba de su agujerito, y apoyando la verga en el pequeño orificio de su culito, comencé a apretar. El agujero se resistía, pero entre los gritos de Magda, que hundió su rostro en la almohada con un gesto de dolor, conseguí que mi glande se colase en su trasero. Aprisioné las piernas de Magda, que trataba de zafarse de mi ataque, entre las mías y sosteniendo sus caderas, empujé con decisión. Los berridos de Magda evidenciaban el dolor que la invadía, pero no cejé en mi empeño. Su ano se empeñaba en no dejarme pasar, pero mi insistencia le hizo ceder poco a poco, y pude notar cómo su agujerito se iba dilatando y relajándose a medida que mi verga se introducía en él. Finalmente logré ensartar mi polla en su culito. Magda sudaba a chorros, a punto de desmayarse. Entonces comencé a bombear, y Magda rompió a gritar y a sollozar de dolor, mientras mi polla se alojaba dentro de sus entrañas. Lentamente, la penetración comenzó a hacerse más fluida, al tiempo que su agujerito se dilataba, adaptándose al grosor de mi polla. Tras cinco o seis embestidas, los gritos y sollozos de Magda se fueron tornando en gemidos y jadeos. Magda estaba empezando a disfrutar de su recién estrenado agujero. Mis embestidas se fueron haciendo más y más recias, a medida que el placer de Magda aumentaba. Seguí dándole por el culo con sumo gusto. Tras dos o tres minutos del estimulante ejercicio, pude notar cómo Magda iba aproximándose al orgasmo. Mientras le follaba el culo, metí dos dedos dentro de su coño. Sus piernas comenzaron a temblar, sus tetas y su culito se pusieron en carne de gallina, y tras tres o cuatro agónicas embestidas, me corrí, inundando de leche sus intestinos. Me apreté fuerte contra su culo, y comencé a mover la cadera en círculos sin dejar de verter crema dentro de su culo. Cayendo sobre ella, hundí mi cara en su hombro y cubrí sus pechos con las manos. Magda alcanzó el éxtasis. Los movimientos circulares de mi polla y el manantial de esperma caliente la llevaron al paroxismo. Su culo comenzó a oscilar descontroladamente, su muslos tiritaron con frenesí, sus tetas vibraron violentamente entre mis dedos, echó su cabeza hacia atrás, y en medio de un desgarrador chillido, se corrió. Fue el orgasmo más sonoro y prolongado que jamás había presenciado. Su cuerpo se estuvo agitando y gimiendo durante minutos, con mi polla aún enterrada en su interior, y frotando el culo contra mi pelvis.

Cuando Magda se recuperó de su formidable orgasmo, y pudo recobrar la respiración, Sofie y José ya dormían apaciblemente abrazados. Magda y yo permanecimos tumbados de costado, cara a cara, besándonos y acariciándonos. Magda, con una atractiva y luminosa sonrisa dibujada en sus labios, me confesó que nunca se la habían metido por detrás, que al principio le había dolido mucho, pero que después había acabado encantándole, y admitió que eso le había hecho sentir el orgasmo más intenso de mi vida, lo que yo ya había sospechado. También le confesé yo que era la primera vez que se lo hacía a una chica por detrás, y que también me había encantado. Me besó cariñosamente en la boca, y después se acurrucó, cubriéndose con las sábanas y se quedó dormida entre mis brazos.

Por la mañana, tras una breve ducha, acompañamos a Sofie y a Magda a su casa, antes de acudir al centro de formación, donde llegamos exhaustos, pero pletóricos. La mayor de las sorpresas fue descubrir que la profesora de una de las últimas clases del curso era Magda. Con una sonrisa entre los labios, no pude evitar recordar la carita de gozo que presentaba anoche, mientras, con aire profesional, se dedicaba a explicarnos los intríngulis de una nueva aplicación que estaba desarrollando para la empresa.

El fin de semana, Sofie y Magda se vinieron con nosotros a esquiar a Los Alpes. Ambas resultaron ser unas expertas esquiadoras, tanto en las pistas como fuera de ellas, y disfrutamos en su compañía del mejor fin de semana que uno pueda imaginar. Hemos mantenido contacto con ellas, vía e-mail, desde el invierno pasado, y aunque no hemos vuelto a coincidir, mantengo la esperanza de que me envíen a algún nuevo curso a Zurich...

Aunque he distorsionado sus caras para que no se las pueda reconocer, os adjunto un par de fotos de los dos bombones que tuvimos la fortuna de poder zumbarnos durante nuestro viaje de trabajo a Suiza.

Saludos.

Magda:

Sofie: