Viaje a un internado (2)

Siguen las peripecias de Mari en su viaje al internado suizo para curar su "enfermedad de sexo".

Al llegar al aeropuerto, Alfredo y yo salimos cada uno por su lado, sin terminar de haberme creído que él era el profesor de gimnasia del internado. Cuando recogí las dos maletas que llevaba, y mire a mi alrededor vi a un joven con un cartel donde ponía mi nombre. Al acercarme vi como me desnudaba con la mirada. No me extraña, pues el vestido que llevaba era muy ajustado de cintura para arriba y se marcaba mi vientre plano y sobretodo mis pechos firmes y contoneados. A cada paso que daba me iba moviendo sensualmente y veía como se iba encendiendo poco a poco mi chofer. Un joven de unos 25 años, guapo de cara, pero para mi gusto quizás algo rellenito. Nos presentamos. Él se llamaba Jusepe, sus padres eran italianos. Nos fuimos hacia el vehículo que nos llevaría al internado Bookworm. Era una furgoneta muy grande. Cuando iba a montarme me agaché antes como cogiendo algo del suelo, así que mi trasero quedó a la altura de su paquete cosa que él no desaprovechó y se rozó conmigo como tropezando.

Subí a la furgoneta pensando en calentarle aún mas mientras durase el viaje. Así que me fui subiendo el vestido poco a poco, con cada bache en la carretera, hasta que se quedaron al descubierto gran parte de mis esbeltos muslos. Notaba como Jusepe iba mirando mis piernas cada vez con más frecuencia. Yo de reojo le veía e iba acomodándome mas mi levantado vestido. Con la excusa de cambiar de marchas, me rozaba. Yo me hacia la tonta hasta que en un cambio de estos, me puso la mano encima.

  • ¿Qué haces? Le pregunté

  • Uy, perdona, creía que era el brazo del asiento.

Transcurrido mas de medio viaje me dijo que iba a parar a echar gasolina, y metió la furgoneta por un camino secundario que quedaba a la derecha. Unas curvas más adelante se detuvo y me preguntó qué era lo que había hecho para meterme en el internado. Yo me quedé un poco extrañada con la pregunta que no creía que viniese a cuento en mitad de ninguna parte a lo que le respondí que no era de su incumbencia.

Sin pensarlo dos veces me dio un guantazo y me dijo que si que lo era y ahora me lo iba a demostrar. Se bajo de la furgoneta, abrió mi puerta y me saco casi a rastras, metiéndome en la parte trasera de la furgoneta.

Yo intentaba resistirme, pero Jusepe era evidentemente más fuerte que yo y me metió con una facilidad pasmosa.

  • Ahora te vas a enterar de cómo se paga si se calienta la polla a Jusepe, cerda.

Sin pedirme permiso se abalanzó sobre mí agarrando de mi melena larga y rubia. Empezó con la otra mano a menear mis tetas por encima de mi vestido. Sacó una navaja de un lado de la furgoneta y empezó a rasgar mi vestido. Primero una manga, después la otra a lo que yo le espeté que me dejara, que me iba a destrozar el vestido y él me respondió que no solo era el vestido lo que me iba a destrozar antes de llegar al internado. Con toda esta acción, mis pezones apuntaban al techo de la furgoneta, cosa que al verlo Jusepe, me pellizcó con todas sus ganas los dos pezones, que se me quedaron doloridos. Solté un grito ahogado a lo que él respondió tapando mi boca con su gran mano. Dejó la navaja y me rasgó con las manos el resto del vestido, quedando a sus ojos solamente con el tanga negro que hacía las veces de mi única ropa interior. Empezó a sobarme las tetas, a magrearme, mientras intentaba darme un beso a lo que yo me negaba pero él insistía.

  • Veras como te gusta esto, guarra. Pero recuerda, como comentes algo y a mí me pase algo, en el internado tengo amigos que te harán la vida imposible. Así que te guste o no, calladita al llegar a nuestro destino.

Me levantó los brazos hacia delante y se puso encima para que no pudiera hacer nada. Creía que me iba a aplastar. Cogió una correa de goma y me ató las muñecas juntas así que allí estaba yo, tumbada en la furgoneta, con las manos atadas a los asientos y el puerco encima de mí sin yo poder hacer nada, sobandome los pechos que tenian a los pezones como dos puntas de lanzas disparados hacia arriba. Estaba a su merced.

  • Suéltame por favor, le rogué.

  • Y una leche. Tu te vas a enterar de cómo se las gastan aquí en Suiza.

Se quito de encima de mí y cogió la navaja de nuevo. Sin abrirla fue bajando poco a poco de mis muñecas atadas hasta mi cara, pasando por mi cara hasta llegar a las tetas. Con la otra mano me engancho el tanga y tiro hacia arriba levantándome casi en peso por el hilo de mi minúscula ropa interior. Y de un certero corte, abrió la navaja y corto el tanga, con lo que mi culo dio con el suelo frío de la furgoneta.

Con una mano me sujetaba las piernas y con la otra buscaba en el lateral de la furgoneta hasta que encontró una cuerda mugrienta, que no tardo en atarme a un tobillo y otro con cada una de las puntas de la cuerda. Se levanto y tiro de la cuerda hasta dejarla tirante y engancharla en dos de las bisagras de las puertas de la furgoneta.

  • Así, bien sujeta para que no te escapes pedazo de puta. Que buena que estas zorra, voy a disfrutar mucho contigo.

Como podéis suponer mi posición no era de lo mas cómoda. Con los brazos hacia arriba y con las piernas separadas y algo elevadas del suelo, por lo que el italiano tenia una visión privilegiada de mi coño húmedo por tanta excitación, pues con todo este forcejeo, me había puesto muy cachonda.

  • ¿Te has puesto cachonda? Bueno, que por lo visto te gusta la violencia.

Con esto, salió de la furgoneta. Abrió la puerta delantera y note que arrancaba la furgoneta y de nuevo volvió a donde yo me encontraba.

Me puso sus manos encima y empezó a masajear mis tetas, con lo que yo aun en mi situación estaba de lo más cachonda cuando note que me moría cuando me enseño unas pinzas de batería. Me fue acariciando con ellas hasta que me las coloco, cerrándolas de golpe, en mis pezones. Creía que me iba a morir pues era un dolor increíble pues aparte del atrapamiento de mis pezones, estaban dándome unas pequeñas descargas. Me retorcía sin que me pudiera soltar. Era inútil el intentar forcejear. Pero lo extraño es que me gustaba, me ponia a doscientos por hora.

Jusepe bajó hacia mis piernas y empezó a sobarme el coño.

  • Joder nena que aun sigues ardiendo. Veremos lo que aguantas.

Empezó a manosearme muy bien mis ingles y llego a mi raja. Lo acariciaba con maestria y yo pensaba que a lo mejor no era la primera chica de la que intentaba abusar, pues realmente me estaba provocando un señor orgasmo. Se agacho y empezó a chupar todos mis huecos del coño y yo me creía morir. Empezó a meterme un dedo. Pero enseguida metió tres más. Estaba muy dilatado así que el se estaba poniendo muy cachondo. Saco los dedos de mi coño y los dirigió a mi culo, que empezó a manejar con los dedos húmedos de mi coño. No tardo en introducir un dedo. Yo ya estaba fuera de mí.

  • Sigue por favor- le grité.

  • ¿Qué siga? Veras nena, mira a tu derecha y saluda a mi ayudante.

Al girar la cabeza me sorprendi. Allí vi un bate de béisbol que tenia allí para defenderse de posibles ataques o eso es lo que yo creia.. Lo cogió y se acerco de nuevo a mis partes bajas. Me retorcía porque veía la intención que tenia. Comenzó de nuevo a magrear mi ano, hasta que de nuevo pudo meter un dedo, después dos y el tercero lo metió sin ningún cuidado, a lo que yo le correspondí con un sonoro orgasmo. Siguió jugueteando con mi ojete hasta que note que me apretaba algo en la entrada de mi culo. Me estaba intentando meter el bate. Yo gemía de dolor, pero tras una dura estacada, me lo metió de un golpe hasta que ya no entró mas, a lo que yo me desmaye del dolor.

De repente me desperté pues me estaba echando agua en la cara. Notaba que mi culo me estallaba pues aun tenia aquel trozo de madera metido en mis entrañas.

Me fije en él con cara de pena y le vi que no llevaba pantalones ni calzoncillos, solo llevaba una sudadera, con lo que mi cara cambio a sorpresa al ver su rabo que no sabia que era más grande sí el bate o su nabo.

De un solo tirón me saco el bate de mi culo y yo creía que me iba a desmayar, pero en cambio me sobrevino un estremecimiento y me corrí de nuevo al notar el dolor y el alivio que me ofrecía ese vacío interior. Jusepe se puso entre mis piernas y se coloco la polla en la entrada de mi coño que seguía abierto y de un empujón el tío bestia me la metió toda, que serian como treinta centímetros y de gorda casi como mi puño. Empezo a bombear salvajemente. Yo ya no me acordaba de las pinzas de mis pezones y empece a moverme ritmicamente pues estaba siendo taladrada por un mastil tremendo y queria disfrutar. Pero a mi me gusta usar mis manos y todos mis movimientos sensuales asi que le dije:

  • Desátame y te daré mas placer por favor.

Entonces él accedió. Me manoseaba todo el cuerpo con brutalidad y me quito las pinzas de mis pechos que estaban ya casi insensibles. Después me desato las piernas y por ultimo me desato las muñecas a lo que yo respondí con un –Gracias -. Le dije que me dejara medio minuto para recuperarme. Él me dijo que nada de nada. Que me queria montar ya mismo, asi que me trinco por las caderas y se puso encima de mi con su mastil rozando mis labios vaginales. Al notar su piel contra mis senos pegue un respingo pues los tenia aun algo doloridos, aunque ese dolor me producia un placer tremendo y hacia que me estremeciese de gusto. Él quería cabalgarme como si fuera una yegua en celo, así que me dijo que me iba a taladrar ya, a lo que yo le dije que me dejara hacer a mi y veria como no se iba a arrepentir. Asi que cambiamos nuestras posiciones.

Que buena estas putita. Eres de lo mejor que ha venido a este internado.

Se puso en el suelo y atrape con mis puños su miembro tremendamente tieso como un mástil. Cogiéndolo con mis dos manos se quedaba mas fuera que dentro de ellas. Empece a frotarle su cipote de arriba abajo y a besarle la puntita a lo que él respondía moviendo involuntariamente su pollon adelante y atrás. Poco a poco e la fui introduciendo en la boca y claramente no me entraba todo. Era la primera polla que no me metía entera en mi garganta y eso no me extrañaba debido a su descomunal tamaño. Pero de un empujon en mi cabeza me hizo que me la tragara entera, a lo que yo respondi con una pequeña arcada, pero enseguida encontre la mejor posicion para tragar y se me pasó.

Tras estar mamándosela con rapidez, mordisqueando sus huevos y lamiendo su glande, me coloque en cuclillas encima de él y me coloque su nabo en la entrada de mi coño que la absorbió toda como si de una aspiradora hambrienta se tratara. Que gusto, parecía que me saldría por la boca. El con sus manos me manoseaba mis pechos y mis pezones aun doloridos. Me cogía de la cintura y me impulsaba hacia arriba a lo que mis domingas respondían pegando tremendos movimientos gravitatorios. Me agache hacia el y puse mis tetas en su boca, a lo que él respondió lamiéndome los pezones, sorviéndolos como si quisiera mamar y mordisqueándomelos con gran delicadeza. Me estaba viniendo un temblor desde la punta de mis pies hasta mi cabeza pasando por toda la espalda. Tuve un orgasmo como pocos en mi vida. Estuve cabalgando sobre él como cincuenta minutos y después de tener multitud de orgasmos y el descargar cuatro veces su leche en mi coño, me deje caer rendida y los dos nos quedamos un rato exhaustos.

Cuando se levanto abrió la furgoneta y me dijo que me podía lavar en el aseo de un restaurante próximo, a lo que accedí. Me puse unos vaqueros y un jersey de manga corta de mi maleta y proseguimos el camino.

Tras salir del restaurante después de haber comido, le dije:

  • Comportamiento antisocial.

  • ¿Cómo? Me pregunto Jusepe

  • Que vengo a este internado porque mis padres me dijeron que tenia comportamiento antisocial tras haberme pillado en el ascensor follando con mi vecino del tercero.

  • No, si ya lo sabía. Por eso intenté ver tus limites y me has dejado exhausto. No eres como las demás que he probado.

  • Creo que tu y yo vamos a entendernos muy bien en el internado, Jusepe.

  • Eso creo putita.

(Continuara)