Viaje a Toledo
Después de 20 años, descubro que soy sumisa, y que este fue mi primer contacto con la sumision, ignorante de mi...Relato real punto por punto.
Cuando mi hija me enseñó a chatear, me pareció algo mágico, increíble, eso de escribir una frase y ver como alguien te contestaba me resultaba irreal y totalmente incomprensible, pero emocionante a la vez. Ni en mis más locas fantasía podría imaginar lo que este medio podía mostrarme.
Han pasado más de 20 de años desde entonces, pero recuerdo aquella historia de mi vida, como si hubiera sido ayer.
Era un chat pequeño, de hecho desapareció de la noche a la mañana sin que volviera saberse de él, debió ser que el pez grande se comió al chico, porque ahora estamos más pendiente de estas noticias, pero entonces era todo muy nuevo para nosotros, digamos los humildes mortales que empezábamos a pelearnos con los teclados, ratones, etc.
Era un chat, que cuando te habrían muchos privados se bloqueaba y te tiraba de la línea. Había que estar pendiente de no tener muchas ventanas abiertas.
Por educación no mantenía varias conversaciones a la vez, era contrario a mi manera de ser, pero es verdad que siempre tenías que hablar con varias personas para luego decidir y quedarte con la, en principio, más interesante.
Aquella noche, mis conversaciones eran dos, y las dos interesantes, bueno, digamos, que una interesante y la otra...... sugerente.
En una pantalla hablaba con un catedrático de la Universidad de Barcelona, Roberto y en la otra, con Rubén, un Policía Municipal de Sevilla, de lo más simpático.
Las conversaciones no tenían nada que ver la una con la otra, como es lógico pensar, ya que con el Catedrático eran conversaciones interesantes y culturales, mi hija estaba ya en la Universidad; y con Rubén, en la otra pantalla, la conversación era, digamos, diametralmente opuesta; coqueteabamos y ligamos sin ataduras, el estaba soltero, más joven que yo, y yo separada. Nada era censurable, ni siquiera la conversación.
A pesar de ser conversaciones muy distintas, podía mantenerlas porque era rápida con el teclado, los que aprendimos el sistema Martí de mecanografía dejándonos los dedos en las maquinas negras, fuimos privilegiados y la rapidez se valoraba mucho en aquella época.
Lo que la rapidez no me daba era para poder ir cerrando ventanas a la vez que las dos conversaciones, pronto me di cuenta que se me llenaban las ventanillas, Y decidí que era el momento de darles el messenger, era el segundo paso para conocer a una persona, justo en el momento que decidí enviarle a Rubén una foto de mi escote, presumía de un escote bonito y Rubén me reto a que lo mandara una foto.
Como por el chat no se podía, les di el messenger a los dos a la vez, no quería perder ninguna de las dos conversaciones, con Roberto porque era una conversación interesante, y siempre me gusto aprender de lo que no sabía y con Rubén porque estaba ligando, me sentía bien flirteando con él y era una persona muy simpática.
Les agrego a los dos a la vez, y le envió a Rubén la foto prometida, o eso pensé yo en los primeros segundos, pero solo fueron eso, segundos, pronto me di cuenta de que me había equivocado totalmente y se habían cambiado las pantallas de posición al abrir el msn, y le había mandado la foto a Roberto.
No sabía que hacer, los dos me seguían escribiendo y no quería que se dieran cuenta de que me había equivocado, fue fácil volver a mandar la foto a Rubén, pero Roberto seguía hablando como si no hubiera recibido nada. Yo sabía que la había recibido, porque el msn era muy chivato y te decía si aceptaban el archivo y si lo recibían.
Roberto no decía nada y seguía con su conversación como si nada lo hubiera interrumpido, y yo estaba algo trastocada, sabía que la había recibido, me sentía mal porque debido a la conversación que teníamos no tenía sentido el envió de la foto, pero si él no decía nada, qué podía hacer yo, no me atrevía a decirle lo pasado, que me había equivocado y a su vez confesar que hablaba con dos personas.
Opte por no decir nada y ver los acontecimientos, aunque temiendo que perdería el contacto de Roberto, era tan serio, que no cabía otra resolución del entuerto, pensé, en cuanto acabe la noche, no lo volveré a encontrar.
Me equivoque, nos seguimos encontrando, y charlando de todo, noche tras noche, pero el no mencionaba la foto ni siquiera de refilón,
Pasaron los días? Las semanas?... la verdad que es algo que se me ha perdido en el tiempo, pero no mucho tiempo, quizás 3 o 4 semanas.
De pronto el me dice que viene a Toledo a un tribunal de unas oposiciones, y me pregunta cómo llegaría más cómodo desde Barajas a Toledo. Y yo, que siempre he sido así, le pregunto día y hora y cálculo si puedo y me ofrezco a llevarlo, mi trabajo de comercial me permite estas licencias.
Le recojo en Barajas y continuamos viaje a Toledo, con nuestra charla amena y distendida, pero siempre dentro de unos temas, digamos conservadores. Nada de flirteo, nada de coqueteo y nada por supuesto de mención a esa foto, a tal extremo, que llegó un punto en que en este tiempo se me había olvidado. Ante mis escasos conocimiento de informáticos llegue a pensar que quizás no la había recibido.
Llegamos a su hotel de Toledo, era media mañana, subió a dejar su maleta mientras yo le esperaba en la puerta atendiendo una llamada y después continuamos hacia el centro, dimos una vuelta por la ciudad, maravillosa, como no, y nos sentamos a comer. No recuerdo exactamente la fecha que era, pero sí que a esa hora de la comida empezó a hacer demasiado calor. El me propuso que le llevará al hotel y me marchara, que tendría cosas que hacer, pero yo me negué, me encontraba a gusto con él, si lo estaba charlando cada noche, como no hacerlo en vivo y en directo, le digo que no tengo problema, que al día siguiente recuperare las horas de trabajo y que si le parece buscamos un sitio mas fresco para tomar otro cafe.
El me comenta que podemos ir al hotel, y sentarnos en la cafetería a tomarnos un último café, no quedaba mucho tiempo para su examen. Y yo acepto. Llegamos al hotel y nos sorprendemos cuando nos dicen que no hay cafetería, era una especie de hostal, pegado a la carretera y pegado a donde tenía lugar el examen. Me decepciono y el me dice.
.- Mira, si quieres, la habitación del hotel estaba muy fresquita cuando he subido, si te apetece,pero si te quieres ir, lo entiendo.
Yo no vi nada de maldad ni de segundas intenciones en su ofrecimiento, sobre todo por la insistencia en que me marchara, su diplomacia no tenía precio, porque no pensé que yo le estorbara, pero a su vez me dejaba la posibilidad de me marchara. Y acepte a subir a su habitación.
Era una especie de posada rústica, con muebles de castellano antiguo, pero es verdad que la habitación era fresca. El me deja pasar delante y me dice inmediatamente, voy al baño un segundo. Yo le sonrío y doy una vuelta por la habitación, pongo música y enciendo una de las lámparas de la mesilla, me gustan las lámparas con pantalla, y la ventana estaba tapada con gruesas cortinas, era un día bastante caluroso. Me siento en un sillón de castellano antiguo, con brazos y esperó a que salga del baño; mis manos están puestas en cada uno de los brazos de la silla, relajada, las piernas juntas, con mi falda del traje azul, ese traje que tan bien me sentaba, por encima ligeramente de mis rodillas juntas. El sale del baño, secándose las manos con la toalla, me mira y sonríe; yo pienso que es por la libertad que me he tomado de poner música y de encender esa luz, que alumbra un poco la penumbra de la habitación, sin llegar a molestar, y se lo digo, le pido disculpas por ello, pero él no dice nada, solo sonríe levemente, en ese momento algo leí en su mirada que me sobrecogió, y pense, ¿ que has hecho? ¿ dónde te has metido ?
Sin dejar de mirarme en esos breves momentos desde que sale del baño, arrastra una descalzadora de los pies de la cama y se sienta delante de mí, sus piernas, pegadas a las mías y sus manos sujetando las mías, en los brazos del sillón.
No tengo capacidad de reacción, todo pasa rápido e inesperadamente,
.- Bueno, dijo Roberto, y ahora que te tengo aquí me vas a contar porque me mandaste aquella foto.
Yo me quede como noqueada, era totalmente inesperado aquello, casi ni me acordaba del episodio de la foto y en ningún momento pensé en que fuera a haber ninguna intimidad con Roberto, y aquella forma de tenerme totalmente atada al sillón con ataduras más fuertes que las cuerdas, sus piernas presionando las mías y sus manos agarrando mis manos a los brazos del sillón y sobre todo su mirada intensa con expresión en parte sería y en parte picará , hacía que la habitación estuviera cargada totalmente de una tensión que yo no había sentido nunca.
Yo le conté la verdad íntegra de lo ocurrido y él sonreía mientras yo hablaba. El no se movía, ni un ápice aflojo la presión que ejercía sobre mis piernas y sobre mis manos, y desde luego con su mirada.
.- Bien, dijo moviendo la cabeza de un lado a otro como pensando como actuar, pues yo quiero ver el original de esa foto.
Ante mi mirada de sorpresa continuó hablando.
.- No te asombres, te he dado varias oportunidades de marcharte, no las has aceptado, ahora ya no la tienes, por lo menos antes de ver ese escote.
Yo seguía muda, pero no necesitaba hablar, él parecía saber lo que pasaba por mi cabeza porque enseguida acercó su boca a mi oído y muy bajito y son rozarme con sus labios, pero si con su aliento, me pregunto.
.- ¿Donde tienes el limite?
.- Al dolor, le conteste.
En mi corta experiencia con los hombres en ese momento, tenía claro que determinados juegos no eran de mi agrado. Ignorante de mi.
.- Muy bien, hasta el dolor, respetaré tus límites. Ahora, Marina, no muevas las manos de donde las tienes, o sacare algo de la maleta y te las atare.
Sus palabras unida a la manera de pronunciar mi nombre me impidieron mover no solo las manos, sino un solo musculo, creo que ni respiraba.
Comenzó a pasar sus dedos de las dos manos por el borde de la chaqueta en el escote con mucha suavidad y delicadeza, sin prisa, Una y otra vez y sin dejar de mirarme a los ojos deslizó sus dedos por encima de la tela buscando mis pezones y jugando con ellos. De pronto recordé, que llevaba puesto el mismo sujetador de la foto, no era nada intencionado, me lo ponía mucho, me encantaba y me sentaba muy bien, era granate, es granate, lo sigo teniendo aunque lo guardo como recuerdo ya esta muy estropeado de tanto usarlo, con blondas en toda su superficie, de copa más bien pequeña, pero la justa para contener el pecho y dejar que asome un poco por encima.
Parecía no tener mucha prisa en nada, movía sus dedos con maestría por encima de la tela y solo de vez en cuando volvía al borde de la chaqueta con la piel, pasaron minutos u horas, perdí la noción del tiempo, solo era consciente de sus dedos y su mirada, no hablaba, solo acariciaba y me miraba; comenzó a desabrochar la chaqueta, todo con mucha lentitud y sin que su mirada se moviera de la mía, era como si con esa mirada tejiera hilos invisibles que me hacía estar inmóvil.
Desabrochó la chaqueta, y desvió su mirada de mis ojos para posarla en lo que había dejado al descubierto al abrir las dos partes de la chaqueta, yo seguí su mirada y se podía contemplar el escote, el mismo de la foto, bordeado por el encaje del sujetador granate y la tela azul marino de la chaqueta, la verdad que resultaba muy sensual, sobre todo porque los pezones destacaban en el encaje, de duros que los había puesto con sus caricias.
.- Ummmm, dijo, el mismo de la foto, aunque me lo jures no creeré que es casualidad.
.- Lo es, susurre yo, me lo pongo mucho, pero tu lo has dicho, entiendo que no lo creas.
El me puso un dedo en los labios en un gesto inequívoco de que me callara.
.- sschss... ya has hablado mucho hoy, solo te permito que me hables cuando te pregunte.
Si yo hubiera sabido en aquel momento lo que se hoy sobre Dominación, creo que habría salido de la habitación despavorida. Pero solo quería seguir allí, y sintiendo lo que estaba sintiendo, era consciente de la excitación que ya sentía en todo el cuerpo, casi como no lo había sentido nunca.
Cogió una de mis manos, la levantó del brazo donde estaba como petrificada y sacó una de las mangas de la chaqueta, hizo lo mismo con la otra, todo con mucha lentitud, colocó la chaqueta a los pies de la cama con mucha delicadeza sin dejar de mirar mi escote, le faltaba relamerse con la lengua, para parecer ese gato mirando al pajarito enjaulado.
Inició el recorrido ahora al borde del sujetador como lo había hecho con la chaqueta, muy despacio, con las dos manos, como para que no pudiera concentrarme en una cosa sola. Si una mano estaba en el borde del sujetador la otra buscaba el pezones por encima del encaje y viceversa, era como si estuviera bailando en esa parcela de mi cuerpo, y siempre en la máxima superficie posible.
Entonces volvió a acercarse a mi oído, en un momento donde tenia los dos pezones presionados en sus dedos.
.- ¿Te duele? Marina.
El añadir mi nombre a la pregunta ejercía en mí una tensión desconocida e inexplicable, de tal manera que no podía hablar, solo moví la cabeza negativamente. Entonces, por primera vez, sus labios se acercaron a los míos, y me beso, sin prisa, me beso solo los labios, presionaron los míos con los suyos, yo respondí de la misma manera, parecía saber que no me gustaban los besos de exploración médica, eran besos cálidos, muy cálidos y mientras me besaba sus dedos seguían presionando mis pezones, de tal manera, que a veces mis gemidos se mezclaban con sus labios. Cada vez que yo gemía él dejaba de besarme y volvía a preguntarme muy bajito y al oído.
.- ¿Te duele? Marina.
Mi respuesta siempre era la misma, moviendo la cabeza negativamente. Pero la intensidad de sus caricias estaba haciendo que yo ya tuviera la cabeza apoyada y los ojos cerrados. Roberto bajó los tirantes del sujetador muy despacio recreándose en cada centímetro de piel que se iba descubriendo, yo no miraba, no lo necesitaba, la intensidad de sus caricias eran evidentes y cada vez más ardientes. Movió mis brazos de la misma manera que para quitarme la chaqueta y esta vez era para quitarme el sujetador, yo me sentía como una marioneta, deslizó sus dedos por mi espalda para desabrochar la prenda y mi cuerpo obedecía a sus manos como si fuera movido por resortes mágicos, volviendo siempre a la postura inicial
De su boca salió una exclamación en catalán que no entendí cuando mis pechos quedaron al aire, abrí los ojos, porque era la primera vez que no tenía sus manos en mi cuerpo, y le vi apartado un poco de mi, como contemplando mi pecho al aire, los pezones estaban duros como no los había visto yo nunca.
.- Cierra los ojos, y solo los abrirás cuando yo te lo diga. Me pidió ¿ o me ordenó?
Puso sus dos manos en mis pechos, como llenándose las manos de ellos para luego ir bajando hasta que mis pezones se quedaron entre sus dedos, presionando, estirando, girandolos, todo en un baile loco de caricias, lentas, pero seguras, sabía lo que estaba haciendo conmigo.
Cada vez que un gemido salia de mis labios, sonaban sus palabras en mi oído.
.- ¿Te duele, Marina?.
Que no vuelva a pronunciar mi nombre que gritare, pensaba yo mientras movía la cabeza negativamente.
El presionaba cada vez más fuerte, estiraba con más decisión y giraba mis pezones con más intensidad. Lo hacia muy lento, dolorosamente lento.
Esta vez mi gemido fue más bien un quejido. Esta vez sí había dolido.
.- ¿ Duele, Marína? Abre los ojos y contéstame con palabras.
Yo abrí los ojos y lo tenía muy pegado a mi, pero sus dedos no dejaban de jugar implacables con mis pezones.
.- Un poco, le conteste entre gemidos y quejidos.
.- ¿Y porque no me quitas las manos? Me pregunto.
.- Porque me está gustando, le contesté entre esos gemidos que no podía contener, como no podía contener mi cuerpo que se retorcía en el sillón presa de sus piernas y de mis manos aferradas a los brazos del sillón.
Sin dejar de jugar con mis pezones con la misma intensidad, como si no le hubiera importado que le dijera que me dolía un poco, se volvió a acercar a mi oído. Y después de jugar un momento con el lóbulo de mi oreja, me susurró....
.- ¿ No decías que le tenias puesto el límite al dolor?
El gemido más intenso de la tarde, ante sus palabras, hicieron que el me levantara de golpe me empujara a la cama, se arrancó literalmente la ropa, levanto mi falda y arranco mis bragas y abriéndome las piernas y subiendo mis manos por encima de mi cabeza sujetandolas con sus manos, me dijo con su boca pegada a la mía.
.- Ahora voy a poseerte, y se ha acabado la delicadeza y la sensualidad, ahora eres mía y voy a hacer contigo lo que deseo desde que vi esa foto.
Y me penetro como nunca nadie lo había hecho hasta ese momento y como nadie lo hizo nunca después.