Viaje a la sumisión (9 Final)
El momento esperado por Marcos ha llegado por fin. Es tiempo de entregarse. Pero las cosas cambian si un grupo de hombres quiere disfrutar de su cuerpo.
Estaba ante la puerta donde había empezado todo. Esperando a que abrieran y los segundos de espera parecían horas. Lo que había vivido en las últimas semanas desfiló por mi cabeza, recordando por todo lo que había pasado desde que robé aquellos calcetos en el gimnasio. Pawel y el señor Martínez; mis hazañas en la sauna; los Turcos, y él. Sobre todo él. Si había llegado hasta allí había sido por Joaquín y mis deseos de ser suyo.
Pawel abrió la puerta. Con su mirada fría e inexpresiva me analizó de pies a cabeza. Pasa. Te estábamos esperando.-
Le seguí por aquel pasillo que no había visto nunca, pero que mi cuerpo recordaba perfectamente.
Entramos en el salón donde me había comido unos pies por primera vez en mi vida. Allí estaban hablando animadamente. El señor Martinez estaba hablando divertido con Azad, mientras Cassim hacía lo propio con un chico jovencito, delgado, de cabeza rapada. ¿Qué hacían ellos allí? ¿Era posible que los turcos conocieran al grupo del gimnasio? ¿Y por que no? Ya nada me extrañaba. Un hombre de unos 50 años de pelo cano hablaba en un pequeño grupo donde estaban también dos hombres que rondaban mi edad y muy buen físico, idénticos, juraría que gemelos, y él. Joaquín destacaba por encima del resto de hombre reunidos. Al verme llegar se encaminó hacía mi con una sonrisa en la cara.
-Bienvenido. ¿Preparado para pasar un buen rato?
-Si señor.
-Bien entonces. Caballeros, estamos preparados. Prepárense por favor.
Los hombres fueron saliendo de la estancia y nos quedamos los dos solos. Se acercó a mi y me susurró al oído -Es tú momento Marcos. Esto es por ti. Disfrútalo.- Su labios rozaron los míos y sentí una descarga eléctrica que recorrió mi cuerpo. Ahora no había duda. Él, solo él.
-Ahí tienes una caja marcos. Creo que ya sabes lo que tienes que hacer.- Dijo mientras desaparecía también por el pasillo.
Me desnudé y abrí la caja para dejar mis pertenencias. En esta ocasión lo único que había en su interior era el collar de perro de Azad. Me lo puse alrededor del cuello y me arrodillé a esperar, preparado para disfrutar mejor dicho preparado para hacer disfrutar.
Poco a poco fueron entrando en la estancia. Pawel iba únicamente con unas deportivas y portaba una especie de columpio de cuero que colgó de unos ganchos del techo con ayuda de Cassim. El joven Skin portaba un bate de béisbol y un rabo que nada tenía que envidiar en tamaño y vestido únicamente con unas botas negras. Azad entró tirando de dos cadenas de perro, y tras él a cuatro patas los gemelos. El señor Martinez llevaba consigo varios de dildos y plugs abrazados sobre tu tripa. El cincuentón tenía un físico increíble para su edad, y aunque su polla era la más pequeña de la sala, el arnés que llevaba le daba cierto aire de autoridad. Por último entró Joaquín enfundado en slip de cuero, con una cremallera delante, dejando oculta su anatomía íntima con la que tantas veces había soñado.
El joven rapado se acercó a mi con su polla bien dura. Se paró ante mí. Realmente tenía un rabo enorme, y las gotas de líquido preseminal invitaban al disfrute. Come.- No lo dudé, saqué la lengua dispuesto a disfrutar de aquel néctar. Lo recogí con la lengua y saboreé su esencia. El tío se impacientó y me agarró la cabeza. El capullo iba ganando terreno en mi boca como una taladradora. Relajé mi garganta, dispuesto a darle alojamiento, pero era imposible. El chico empujaba con todas sus fuerzas, pero era imposible tragarse aquella polla monstruosa en toda su extensión. Me agarró con fuerza y empezó a follarme la garganta, pero aun así no era capaz de abarcarla entera. Si llegaba a follarme iba a destrozarme entero.
El chico se alejó de mí y pude disfrutar de una imagen increíble. Azad estaba sentado el sofá, mientras los gemelos a cuatro patas le iban comiendo cada uno un pie. A su vez el Señor Martínez se follaba a uno de ellos mientras el otro era montado por Cassim. Antes de poder reaccionar por esa imagen Tarek se plantó ante mí. Me agarró con fuerza la mandibula y me obligo a mirarle a los ojos mientras abría mi boca. Su mirada fría me intimidaba realmente. Lentamente dejó caer un buen lapo que fue directo al fondo de mi garganta que acto seguido fue invadida por aquella polla que me había introducido en el mundo de la servidumbre. El rabo del skin me había dejado la garganta lista, pero el salivazo acabó de lubricarla. Tarek me follaba la garganta sin piedad, como aquel primer día, a diferencia de que ahora si podía verle la cara de hijo de puta.
Desde algún rincón de la habitación me llegaban gemidos y la inconfundible voz de Azad, humillando a los gemelos.
Conseguí acompasar la respiración al ritmo de Tarek, que cada vez iba aumentando, follándome la garganta en cada envestida un poco más profundo. Parecía que quería vaciar el contenido de sus huevos directamente en mi estómago. Y así fue, porque repentinamente noté como aumentaba su respiración y dejaba quieto su rabo bien clavado en mí; pude notar las contracciones de su glande en el fondo de mi garganta, regalándome el mejor manjar posible.
Apenas se había apartado de mí, mientras recuperaba el ritmo de mi respiración, un fuerte tirón del me arrastró por la habitación. Pude ver como Azad y Cassim le partían el culo a la vez a uno de los gemelos, mientras el Señor Martínez le follaba la garganta. El joven skin estaba tratando de follarse al otro gemelo, pero vista su cara de dolor, no le estaba resultando fácil la tarea de dilatar para poder albergar semejante tranca.
Tarek me obligó a subirme al columpio. Acomodó mis piernas, dejando mi culo bien expuesto. En una mesa cercana estaba el cincuentón manejando una serie de dildos, dejándolos bien embadurnados de una crema blanca. Joaquín estaba en el fondo del salón, sentado en una butaca observando toda la escena. Parecía un profesor viendo como sus chavales se entretienen, vigilando sus juegos.
El cincuentón acercó el primer dildo a mi culo. Era más bien pequeño, y dada mi excitación en dos segundos estuvo bien enterrado en mí. Enseguida fue sustituido por uno algo mayor, que también desapareció con facilidad en mi interior. Tarek y el viejo empezaron a reírse. Esta vez el salto de tamaño fue mayor, y aunque dolió al principio, mi culo se dilató enseguida para albergarlo. - ¡Eh, Peter! Deja a ese infeliz y tráete el bate.- le grito el cincuentón al skin.
Cuando quise darme cuenta tenía al joven Skin con el bate bien embadurnado presionando en la entrada de mi culo. De pronto me había convertido en el centro de atención y todos, a excepción de Joaquín se arremolinaban en torno a nosotros. Alguien estaba apostando hasta donde sería capaz de tragarse mi culo antes de quejarme, mientras otro animaba a que me empalase de golpe. El skin empezó a presionar el bate. Dolía muchísimo, pero poco a poco mi culo fue cediendo, permitiéndole al bate la entrada. La gente jaleaba, mientras el bate iba ganando terreno, centímetro a centímetro. Lagrimas se deslizaban por mis mejillas, pero por mucho que doliera no iba a quejarme. No debía quejarme. Creí que iba desmayarme cuando oí la voz de Joaquin.
-Tíos no os paséis. No vayáis a cargaros mi juguete antes de que pueda disfrutar de él.
La presión cedió y una sensación de alivio me fue invadiendo según el bate se iba retirando, poco a poco, hasta dejarme tan abierto como nunca lo había estado.
La polla del skin ocupó el hueco dejado por su bate, entrando sin ningún problema. Sentía como el esfínter si iba contrayendo, lentamente, adaptándose al nuevo inquilino de mi trasero. Me folló con violencia, duro, disfrutando de poder enterrar hasta el último centímetro. Dejé caer mi cabeza, entregándome totalmente a la servidumbre. Vi una polla acercarse e instintivamente abrí la boca. La tripa que ocultaba mi campo de visión me dejó adivinar que se trataba del Señor Martínez. Allí estaba, siendo empalado por un joven de rabo increíble y por un viejo barrigón. Solo era una boca y un culo, solo era un objeto, solo era yo. ¡Por fin!
Prácticamente se corrieron a la vez. El Señor Martínez dejó mi boca llena de leche, mientras el skin dejó su corrida en lo más profundo de mis entrañas. Azad tomó el relevo de mi culo mientras el cincuentón hacía lo propio con mi boca.
La sensación del rabo de Azad en mi culo era conocida y muy placentera, sabía como moverse, como tocar mi cuerpo a pesar de su rudeza. La polla del cincuentón apenas rozaba mi garganta, así que me empleé a fondo con mi lengua procurando hacer la mejor mamada de mi vida. El tío se corrió enseguida y trague gustoso su corrida dulzona y abundante. El turco, seguía fallándome, lento pero profundo, haciéndome sentir cada una de sus embestidas.
Desde donde estaba pude ver como Tarek se corría sobre la cara de uno de los gemelos, mientras Cassim lo hacía sobre el otro. Empezaron a recorrerse la cara el uno al otro con la lengua, recogiendo los restos de corrida para acabar fundidos en un beso, intercambiando corridas.
- Perros, habéis hecho buen trabajo; podéis correros en su cara.- oí como les decía Joaquín a los gemelos.
Se pusieron uno a cada lado de mi cabeza y empezaron a pajearse con furia mientras Azad aumentaba sus embestidas y sus bufidos, hasta que se corrió soltando una retahíla en turco, mezclando su leche en mi culo con la del skin.
Los gemelos se corrieron al unísono y de manera muy abundante. Parecía que hacía tiempo que no se corrían por la cantidad que soltaron, dejándome la cara completamente empapada de leche. Antes de poder reaccionar y acercar mi mano para limpiarme, sus lenguas empezaron a recorrerme la cara, lamiendo todos los restos de leche de mi cara. Una lengua recorría mis párpados mientras la otra lamía mis labios. Una vez concluyeron su trabajo me entregaron sus corridas para que pudiera disfrutarlas. Me besaron, primero uno y luego el otro, dejando caer su leche en mi boca, mezclándolas y repartiéndolas en un beso profundo.
Cuando se retiraron y levanté la cabeza me percaté de que la estancia se había vaciado, a excepción de Joaquín. Seguía en el mismo sillón, contemplándome.
- Ven aquí.
Bajé con algo de dificultad del columpio y me acerqué hasta él, arrodillándome a sus pies.
-¿Has disfrutado?
-Si señor. Gracias.
-Ahora me toca a mi disfrutar. Empieza por mis pies. Si fuiste capaz de robarme los calcetines será porque los deseas. ¿Verdad? Así que lame.
No me lo pensé dos veces. Por fin tenía el objeto de mi deseo ante mí. Acerqué y aspiré su aroma. Era el aroma de la gloría. Pegué mi cara al suelo y empecé a lamer su pie izquierdo, desde el talón hasta los dedos. Por fin había conseguido el ansiado contacto con su piel. Ese sabor. Todo aquello era un sueño o había muerto y estaba en mi cielo o en mi infierno particular. Disfruté de sus pies, lamiéndolos uno tras otro intentando no dejar ningún centímetro sin lamer.
En un momento dado me apartó ligeramente con su pie y se incorporó. Lentamente bajó la cremallera de su slip de cuero. Por fin. Tenía ante mí la polla más perfecta que había visto en mi vida. Su polla.
-Perro, me estoy meando. Voy a acercar mi polla a tu boca. Si realmente quieres ser mío vas a tener que aprender a disfrutar de mis meos; hasta la última gota.- Acercó su glande a mi boca, sin llegar meterla. Un río amarillo inundó mi boca. Tragué con avidez, sin despreciar ni una sola gota. Era su orina y para mí era la bebida más deliciosa que había probado nunca. Tragué y tragué hasta que el chorro cesó. Una última gota prendida en el rabo de mi señor me llamaba a gritos. Le miré a los ojos suplicante. Adelante.- Saqué la lengua y tomé aquella gota, aprovechando para rozar por fin su miembro. Me tomó de la cabeza, presionando, dejando que su polla se perdiera en las profundidades de mi garganta. Por fin lo tenía dentro de mí, sentía su glande palpitar en mi interior, su calor, su sabor El mundo podría haberse detenido en ese instante.
Me folló la boca despacio, dejándome disfrutar de cada centímetro. Sus gemidos me hacían entregarme con mayor devoción cada vez. Lentamente me apartó de él y pude ver como me observaba con una sonrisa en la cara. Me tumbó en el suelo y se deshizo de su slip. Se sentó en cuclillas sobre mi cara. Sigue lamiendo.- No había acabado la frase, cuando ya me había perdido en su culo, peludo, ligeramente ácido, disfrutando de cada punto de su anatomía. Mi lengua lamía con fruición intentando acceder a su interior. Con las manos se separaba las nalgas de vez en cuando y se sentaba con más fuerza sobre mi cara, impidiéndome siquiera respirar, pero no me importaba. Sabía en el momento justo en que permitirme volver a respirar.
Se tumbó a mi lado en el suelo, con su rabo apuntando al techo. Monta.- Con las corridas que tenía en mi interior no necesitaba lubricación. Me senté a horcajadas sobre él, y dejé que su miembro se clavara en mi interior. Lo hice despacio, disfrutando de la sensación. Sintiendo su polla en mi interior. Moví mis piernas, de manera que quedé sentado sobre él, y separando mis glúteos, la clavé aun más profunda, dejando que entrara en mí hasta el último milímetro. Me levantó ligeramente, dejando un pequeño espacio entre nosotros sin llegar a sacarla, tras lo cual empezó a mover sus caderas a toda velocidad, empalándome como un martillo percutor. Con un hábil movimiento me tumbó sobre el suelo mientras él quedaba arrodillado, sin sacarla ni un solo momento. En esa nueva postura empezó a follarme. Con rudeza. Fueron unos minutos gloriosos. Voy correrme. Pajeate- Me ordenó. No fue necesario. En cuanto sus embestidas aumentaron en intensidad y noté como su glande se dilataba dentro de mí, empecé a correrme sin ni siquiera tocarme. Me corrí abundantemente mientras Joaquín sumaba su leche a la que ya se acumulaba en mi interior. Se derrumbó sobre mi y nos fundimos en un beso apasionado.
- Muy bien Marcos, te has portado como esperaba de ti.
-Gracias señor.
-¿Realmente quieres ser mío como dijiste el otro día?
-Sin dudarlo.
-No me conoces, no sabes realmente como soy. No siempre va a ser tan tranquilo y suave como hoy.
-No me importa, se lo que quiero por una vez en mi vida.
-No va a ser fácil y tú vida va a cambiar radicalmente. Vas a ser mío. Voy controlarte, a donde vas, con quien estás. Lo que comes o como te vistes.
-Es lo que deseo señor.
-Perfecto. Vas a tener que dejar tu apartamento y tu trabajo. Te instalarás en mi casa. Tu trabajo va a ser servirme. Y tranquilo que el dinero para tu manutención lo conseguirás tú mismo, ya veremos que tarifa podemos cobrar por tus servicios.
-Siempre a sus ordenes, lo que usted mande.
-Bienvenido a tu nueva vida Marcos.
-Es el mejor regalo que he recibido nunca. Gracias señor.
Nuestras lenguas se entrelazaron y un beso selló el nuevo rumbo de mi vida.
FIN.