Viaje a la obediencia

Maria por fin se decide y viaja a la ciudad de su amo para entregarse un fin de semana.

VIAJE A LA OBEDIENCIA

Maria iba conduciendo por la autopista de camino a la casa de su Amo. Eran 400 kilómetros los que les separaban pero ese fin de semana iba a ser suya. Sentada en el asiento del conductor, sin bragas con la falda levantada sentada sobre el asiento con su culo y coño desnudos. A veces pensaba que estaba loca pero entregarse a su Amo la encantaba y cuando él la llamaba zorra era como si le acariciase con las palabras su sexo, conseguía que se mojase completamente.

Llevaba conduciendo más de tres horas y estaba a punto de llegar, estaba pensando en todas las instrucciones que él la había dado al llegar. Había salido de tal forma que llegaría a las doce de la noche. Entró en la ciudad de su Amo y con el esquema que él la había hecho llegó al parking del bloque donde residía él. De repente cuando se acercó a la puerta del garaje ésta se abrió. Ella bajó por la rampa y llegó a la parcela y aparcó. Sacó las maletas y las dejó al lado del coche. Se levantó la falda y se tumbó sobre el capot del coche.

Oyó unos pasos pero tenía cerrados los ojos por expreso deseo de él. Notó como esa persona se paraba detrás de ella y se bajaba la cremallera, lo sintió aproximarse y notó como su polla se rozaba contra sus nalgas y aproximándose a su ano comenzaba a empujar. Se estaba intentando introducir en ella hasta que al final lo consiguió y empezó a follarla el ano suavemente primero y luego mucho más fuerte hasta que sintió que él se iba a eyacular y se corrió llenado su culo de semen.

Ella al levantarse notó como el néctar de su Amo caía por sus muslos y resbalaba hacía abajo. Su Amo la levantó, hizo que abriera los ojos y la dio un autentico muerdo colocándola un collar de perra y pasándola un kleenex para que se limpiara. Ella lo hizo. El cogió las maletas y se encaminó hacia el ascensor con la sumisa un paso detrás de él. Llegaron a la casa y con la hora que era, era mejor irse a la cama. La ordenó que se duchara y que desnuda durmiera a los pies de la cama sobre una mullida alfombra que había en el suelo.

Ella se tumbó, no hacía frío pero a pesar de ello el Amo complacido por su obediencia la tapó con una manta y acariciándola dijo:

Te has portado bien perrita, has obedecido ciegamente y eso me gusta.

Se durmieron y por la mañana, el Amo se levantó y cogiendo una correa se la ató a la sumisa en el cuello y la llevó al baño para que se lavase e hiciera sus necesidades. Ella se acicaló y salió completamente desnuda y con las manos en la nuca abriendo ligeramente las piernas para que su Amo la inspeccionara. El Amo primero pasó la mano por los pechos, abrió su boca, luego dio la vuelta y comprobó el culo y por último pasó la mano por el coño que estaba rasurado a la brasileña.

Ella hizo notorios esfuerzos por no mojarse y que su Amo lo notase aunque algo de humedad acudió a sus labios vaginales. Ahora el Amo se retiró para observarla. Era una chica de largo cabello rubio hasta mitad de la espalda, ojos marrones, cara inocente, pechos pequeños de redondos y simétricos pezones rosados. Culo redondo, duro y el coñito con una pequeña tira de vello castaño.

Luego la condujo a una habitación y la colocó sobre una mesa y ató sus muñecas a las patas de la mesa y las piernas también. Así completamente expuesta su Amo encendió cerca de ella una vela de color rojo y empezó a echar cera sobre los pechos primero hasta hacerle como si fuera un encerado bikini, luego bajó por la tripa, la chica a los pequeños golpes de calor se movía pero apretando los dientes procuraba no chillar aunque algún gemido se le escapaba. Luego llenó el pubis de cera y dándola la vuelta en la mesa también las nalgas.

Ahora la levantó, la besó en los labios dulcemente y la llevó a la pared mientras la decía al oído:

Tranquila perrita, que los azotes te los daré no muy fuertes para que no te duelan demasiado.

La puso uno de los brazos en una argolla por encima de su cabeza, luego la otra muñeca, por último fijó los tobillos a los extremos de una barra separadora que estaba clavada en la pared. Ella estaba dándole la espalda, él cogió un látigo de siete colas para ir quitándola la cera haciéndolo rotar en su mano golpeaba las nalgas con golpes secos e ir quitándole pequeños trozos de cera.

Luego por el resto de su cuerpo, al final acabó la tortura y cogiendo un poco de alcohol se lo pasó por el cuerpo dolorido y el dolor pasó a ser escozor sobre todo porque de manera muy retorcida acarició la vulva con los dedos mojados por el alcohol.

Ahora ven que vas a disfrutar, voy a probar contigo algunos juguetitos.

Ella fue y él la situó en un cepo sujetándola firmemente con sus dos agujeros dispuestos. Cogió un plug hinchable y lo acercó al ano y lo fue introduciendo lentamente hasta que estuvo bien dentro. Luego lo hinchó un poco para que la situación fuera solo incomoda, seguidamente introdujo dos bolas chinas en el coño de la chica, unas bolas que vibraban al dar a un botón. El fue jugando con el movimiento de las bolas logrando que la perrita gimiera.

Ella estaba disfrutando, era el premio a su entrega. El acercó la polla a la boca de la sumisa y ella la empezó a besar en la puntita muy suavemente, la polla empezaba a crecer, el Amo infló más el plug hasta que llegó al limite, el ano se veía muy abierto. Su polla ya estaba muy dura por la buena mamada de la chica y sustituyó el plug por su polla y comenzó a follarla fuertemente, cada vez más fuerte.

En lugar de las bolas metió un vibrador de unos veinte centímetros de largo y unos ocho de diámetro. El seguía follandola cada vez más fuerte hasta que notaba que iba a eyacular y la sacó y la introdujo en el coño en vez del vibrador, En el culo metió un cono y la iba follando con él a la vez que la jodía con fuerza. Lo pensó mejor y puso sobre los pezones de la chica unas pinzas con unas pequeñas pesas que por la gravedad de la postura hacían que los pezones la dolieran terriblemente.

El se la seguía follando sujetándola de las caderas y golpeando las nalgas con una fusta como si fuera un jockey que cabalgase una yegua. La folló hasta que ya no podía más, entonces se la sacó y la acercó a su boca donde se la metió de golpe. Ella tuvo que hacer esfuerzos por no tener una arcada y tragarla entera la mamó hasta que el Amo se corrió en su boca. El semen caía por las comisuras de los labios, él la levantó la cara mirándola a los ojos y viendo la cara de placer y satisfacción de su sumisa.

El fin de semana continuó con sucesivas sesiones pero esa noche ella se había ganado el derecho a follar con él de igual a igual y a dormir en la cama abrazada a su Amo.

Este relato es imaginario pero va dedicado a una buena amiga madrileña que me inspiró el mismo.

Si queréis podéis escribirme a:

Picante100@hotmail.com