Viaje a la nieve

Una jornada en la nieve que mi mujer aprovecha para calentar a dos surferos que la terminan poseyendo en el lavabo del bar.

Viaje a la nieve

Con Ana ese fin de semana fuimos a la nieve. A ella le gustaba mucho ir ya que podía poner a cien a los pisteros, cosa que le encantaba hacer conmigo delante. Ya conocéis a mi mujer, una calienta pollas de primera que a veces se ve envuelta en situaciones donde no pensaba llegar y que yo puntualmente relatos a todos los lectores.

Os voy a relatar como se prepara mi mujercita para la jornada de zorreo. Ella nunca se pone ropa interior ya que siempre quiere estar preparada para ensañar hasta el último pelo de su coño para poner bien caliente al personal. Por encima se pone un mono bien ajustado que marca bien sus pezones puntiagudos y duros. Su culo también aparece bien marcado a la vista de todos. El mono tiene por delante una cremallera que siempre que puede baja más de lo decente para enseñar sus bien formadas tetas. Así que ya os podéis imaginar lo bien que se ve Ana cuando se pone los esquíes.

Siempre vamos a esquiar a primera hora de la mañana para poder aprovechar bien el día. Ese sábado era un día de mucha afluencia, ya que la nevada de la semana junto con el día espectacular que hacía, con un sol que a primera hora de la mañana ya era de justicia, había animado a mucha gente a subir a las pistas. En la cola para coger el telecabina mi mujer ya estaba empezando a calentar motores, la cremallera de su mono ya estaba bien abajo dejando ver un buen pedazo de sus grandes tetas. Junto a nosotros estaban un par que surferos medio macarrillas que ya se habían dado cuenta del pedazo de mujer que tenían al lado. Ana, la muy zorra, ya estaba con sus miraditas calentando a los dos tíos, que entre ellos comentaban lo buena que estaba mi mujer sin ningún disimulo. Cuando fue nuestro turno de subir al telecabina entramos primero nosotros y después entraron los dos surferos junto con más gente. La verdad es que el telecabina estaba a tope, yo me había quedado en una esquina junto con Ana y a su alrededor se habían colocado los surferos. Mi mujer ya estaba en su salsa y comentándome la calor que hacía se bajó un poco más la cremallera de su mono. Los dos tíos no tardaron ni un minuto en mirar los pechos semi desnudos de mi mujer. El espectáculo que se ofrecía era de primera y los cabrones no paraban de mirar. Ana se había quedado de espaldas al telecabina y con los dos tíos delante, uno de ellos intentando separarme de ella con cada leve movimiento del telecabina. Uno de ellos le dijo a mi mujer:

  • Tiene razón que hace calor -mirando fijamente a los pechos de mi mujer.

  • La verdad es que estoy empapada -le dijo sobándose su pecho por debajo del mono.

  • Ya me lo parece -le contesto el otro.

El resto de la gente permanecía ajena al espectáculo que ofrecía mi mujer. Ella estaba tapada por los dos surferos que con sus tablas no dejaban acercarse a nadie, ni siquiera yo podía moverme para separarlos de mi mujer.

  • Viene mucho este cuerpo por aquí -le dijo uno de ellos.

  • Solemos venir de vez en cuando con mi marido -dijo ella.

  • Yo me pondría crema ya que si no te vas a quemar -le dijo el mas macarrilla.

  • No hace falta que estoy bastante morena, no te parece? -le dijo Ana.

  • De cara sí, pero aquí abajo podemos tener un problema -le dijo señalando el escote.

Al hacerlo acarició suavemente el pecho cubierto de mi mujer.

  • Quizás tengas razón pero me he dejado la cremita en el hotel -dijo la muy zorra para provocarle.

  • Yo tengo una de muy buena, si quieres te la dejo -dijo el otro.

  • Bueno, parece que aún falta para llegar -dijo mi mujer cogiendo la crema.

Se puso un poco de crema en sus manos y sin dejar de mirarlos se untó primero el escote para seguir después con sus grandes y erectas tetas que a cada pasada dejaba más descubiertas. Los tíos no se perdían nada, ahí tenían a mi mujercita a menos de diez centímetros con los pechos casi al descubierto. Debían de tener ya una erección de caballo ya que podía ver como no paraban de tocarse la entrepierna.

  • Bueno, ahora ya no se me van a quemar -dijo ella con una sonrisa picarona.

  • No, ahora somos nosotros los que estamos quemados -dijo uno de ellos.

  • Venga chicos, que seguro que no es la primera vez que veis esto -dijo Ana siguiendo el juego.

  • La verdad es que no las hemos visto bien, pero prometer, prometen -le respondió uno.

En esas estábamos cuando el telecabina se detuvo. Son cosas que pasan habitualmente, pero en esa ocasión permitió a Ana seguir un poco más con el juego con los surferos.

  • Siempre que para este chisme me pongo nerviosa -les dijo.

  • No te preocupes que estás en buenas manos cuerpazo -dijo uno de ellos.

Hasta ahora todo habían sido miradas y palabras, y la puta de mi mujer no tenía bastante, quería que aquellos dos surferos se propasasen un poco con ella, que la sobasen delante de su maridito, ya que esto la ponía muy caliente. Así que siguió provocándolos como una zorra.

  • Cada vez hace más calor chicos -les dijo mientras se bajaba la cremallera hasta la cintura-, estoy bien empapada.

Los dos podían ver perfectamente sus hermosas tetas, con unos pezones que parecían dos pitones. Ya no podían más. Uno de ellos, fingiendo que miraba el paisaje se acercó a mi mujer metiéndole mano en una de sus tetas.

  • Que paisaje tan espectacular,eh tio -dijo él.

  • Está de putísima madre -dijo el otro sobándole la otra teta a mi mujer.

Mi mujer que en vez de retroceder y apartar las manos iba arqueando la espalda para notar más el sobeteo de los surferos, dijo:

  • No todos opinan lo mismo -para joderme bien la moral.

  • Pues no saben lo que se pierden -dijo uno de ellos que ya tenia la otra mano en el culo de Ana.

  • Ahhh... seguir mirando, que seguro que os gusta -decía Ana bien excitada y entregada.

El otro que había dejado la plancha le metió su mano hasta llegar al coño de mi mujer. Que acercándose a su oído le dijo:

  • Pues sí que estabas empapada ....zorrita.

Como le ponía a mi mujer que la insultasen y la sobasen de aquella manera, en público y delante de su maridito.

  • Ohhh... no pares y méteme los dedos cerdo -le dijo ella apretándole su mano contra su coño sediento.

En ese instante el telecabina empezó a moverse otra vez, permitiendo al improvisado trio seguir sin preocuparse demasiado por los demás, ya que el ruido del aparato silenciaba los gemidos de mi mujer.

El que le había sobado el culo cogió la mano libre de mi mujer y se la metió dentro de sus pantalones para que pajeara su cipote.

  • Ahora te toca a ti, a ver si sacas cremita de este tubo -le dijo a Ana.

No faltaba mucho para llegar a las pistas, pero ellos seguían con su fiesta particular. Uno metiéndole sus dedos en el mojado coño de mi mujer que a la vez estaba pajeando la polla de su amigo.

La llegada a pistas les dejó a todos a medias. Mientras se abrían las puertas mi mujer se separó de ellos y con un movimiento rápido se subió la cremallera. Los surferos se quedaron bien empalmados y con la leche a punto de descargar. Ana estaba feliz del sobe que había protagonizado, a ella le gustaba dejar a los tíos con lo huevos llenos y con las ganas de haberse tirado a aquel cuerpo de puta. Sin decir palabra Ana salió del telecabina y se puso a mi lado para dirigirnos hacia las pistas. Mientras los surferos se quedaron boquiabiertos y puteados.

Nosotros nos dispusimos enseguida a ponernos los esquíes e irnos hacia el telesilla que llevaba a las primeras pistas. Los surferos, que no podían disimular el empalme que llevaban, se pusieron a nuestro lado. Ana no paraba de mirarlos de reojo y con cara de zorra putona se sacaba la lengua relamiéndose los labios lentamente para ponerlos más cachondos si es que esto era posible. Nos fuimos para el telesilla con los sobones a nuestro lado sin dejar que nos escapásemos. Yo ya tenía bastante de aquel juego y quería perderlos de vista, pero la zorra de Ana quería jugar más con ellos, y se quedaba atrás para que los macarrilas nos pudiesen seguir. Nos pusimos en la cola del telesilla, que era de dos plazas, y nos subimos hacía arriba. Como no, los dos tíos venían detrás de nosotros. Al llegar arriba nos dispusimos a hacer un café antes de la primera bajada, un ritual que nunca dejábamos de hacer. Los dos macarras nos siguieron dentro del bar, yo ya me temía que la cosa no había acabado, aquel par no querían quedarse con las ganas y seguro que nos seguirían hasta poder tener a mi mujercita.

Nos sentamos en una mesa y Ana me dijo que iba a pedir lo de siempre, yo me quedé sentado a la expectativa de lo que hacían aquellos dos. Uno de ellos también se fue a la barra y se puso al lado de mi mujer. Se pusieron a hablar pero yo no podía escuchar lo que decían, pero no me imaginaba nada bueno, al menos para mí. Después de pedir Ana vino a sentarse, cuando llegó me dijo que iba un momento al lavabo mientras no llegaban los cafés. Ya estábamos, la muy puta quería más guerra, pero no sabía que estaba jugando con fuego como siempre. No pasaron ni cinco segundos que los dos surferos se levantaron también en dirección a los lavabos. Yo no podía quedarme allí, así que me levanté para controlar a la zorra de mi mujer. Al llegar a baño los localicé enseguida, estaban los tres en uno de los compartimentos. Yo me situé en el de al lado, y enseguida averigüé de que coño habían hablado al oír decir a mi mujer:

  • Está bien, me quito el mono os hacéis unas pajitas y lo dejamos ahí eh, que mi marido me espera fuera.

  • No te preocupes guapa, que te lo hemos prometido -dijo uno de ellos-, pero nos lo debes por habernos calentado tanto.

Yo me situé encima de la taza para poder ver por encima del biombo lo que hacía mi mujer. Vi como Ana se iba bajando la cremallera del mono poco a poco, como si estuviese en una sesión de estriptease. Mientras se bajaba la cremallera les iba preguntando si les gustaba lo que veían. Ellos que ya se habían bajado los pantalones y tenían en sus manos sus cipotes bien duros no paraban de decirle guarradas:

  • Tienes un cuerpo de puta, la suerte que tiene tu marido de poder follarse a una diosa como tú -le decía uno.

  • Venga enséñanos de una puta vez las tetas zorra -le decía el otro.

Y mientras se iban pajeando sin parar. Mi mujer se fue bajando la bata hasta las rodillas dejando al descubierto las partes nobles de su anatomía. Ana tampoco se quedaba corta, y no paraba de mirarles sus pollas. No podía creer lo que estaba pasando, mi mujer con dos pollas delante y yo a menos de medio metro viendo la escenita.

  • No te quedes parada puta, enséñame tu coño -dijo uno de ellos. Y cogiéndole una pierna a mi mujer la levantó hasta ponerla encima de la taza del water, dejando de ese modo el coño de Ana bien abierto para el disfrute de los dos cerdos. Mi mujer entre la visión de esas pollas y los insultos que la ponían a cien, podía ver como se estaba calentando.

  • Ahora te toca a ti cabrona, chúpamela un poquito -le ordenó uno de ellos.

  • De eso nada, hemos quedado que os hacías unas pajas y fuera -intentaba pararlos mi mujer.

  • Venga calientapollas, si solo quiero que le des un piquito a mi nabo -le insistía él metiéndole los dedos en el coño a mi mujer-. Que mira como tienes la panocha, llena de jugos.

  • Ahhhh...despacio mamón, ohhhh...

Mi mujer ya había perdido el control, ahora estaba a merced de aquellos cabrones que no pararían hasta follarse a Ana.

  • Bueno, pero nada más eh -dijo mi mujer cediendo a la petición.

Se arrodilló delante de ellos y cogiendo una de las pollas se fue acercándose lentamente hasta besar con sus labios el capullo al rojo vivo de aquel desconocido. Al hacerlo el pavo le cogió el pelo a Ana y estirándoselo para atrás la obligó a mirarle a los ojos y le ordenó:

  • Y ahora puta de mierda, te la metes en la boca y me la chupas hasta que te llene la boca de leche.

y sin esperar respuesta le dirigió su polla hasta la boca y la obligó a metérsela toda dentro. Ana no pudo reaccionar, ya tenía una polla bien grande dentro que no parava de bombear. Se la quería quitar de encima con sus manos, pero el otro cabrón se las cogió y las llevó a su polla obligándola a pajearle. El cerdo que la tenía por los pelos la obligaba a hacer un mete saca sin descanso.

  • Chúpala puta, que lo querías desde el principio -le iba diciendo-.

El otro surfero que tenía cogidas las manos de Ana, obligándola a masturbarlo, se sentó en la taza del water forzando a mi mujer a situarse de espaldas a el con todo el culo en pompa sin dejar las manos de Ana en ningún momento. Cuando tubo el culo de mi mujer al alcance de su polla erecta la obligó a sentarse en sus piernas sintiendo como aquel miembro duro le entraba hasta los mismos ovarios. Ella no podía resistirse, se encontraba forzada por dos macarras que estaban abusando de ella. No es que Ana no se lo hubiese buscado pero aquellos mamones se estaban pasando de la ralla. Estaba a punto de intervenir cuando el tío que la tenía cogida de los pelos paró de golpe y dirigiéndose a su amigo le mandó que parase y le sacase su polla del coño de mi mujer. Yo no entendía nada, así que me quedé quieto al igual que mi mujer que dejó de moverse. El otro obedeció a su amigo y sacó de golpe su polla bien lubricada por los jugos de mi mujer. El que daba las ordenes sacó su miembro de la boca de mi mujer y le dijo:

  • Yo creo que ya has cumplido putilla, vístite y vuelve con el cornudo de tu marido.

Nadie se esperaba aquello, pero él ya sabía lo que hacía, Ana que se sentía ahora libre le espetó:

  • De aquí no se va nadie hasta que me llenéis el cuerpo de lefa cabrones.

Ana se sentó con fuerza encima del tío entrándose de golpe el manubrio del placer y mirando a los ojos al que tenía delante le dijo:

  • Y tú córrete de una puta vez, que tengo sed de tu puta leche maricón.

Ana sin dejar ni un momento de mirarlo a los ojos le iba pajeando con tanta fuerza que sus tetas no paraban de dar botes. En la caro del tío se podía adivinar una sonrisa de dominio y placer, Ana ya era suya. No pasaron ni 30 segundos que que aquel cipote empezó a brotar leche con una fuerza inusitada. Desde arriba veía la cara de mi mujer que con placer recibía con la boca abierta la flujos de aquella fuente, que no paraba de regar todo el cuerpo de mi mujer.

  • Ostia que puta que eres, ahhhh.... me has vaciado bien los cojones -le dijo el.

Mientras se pasaba la polla babeante por toda la cara no paraba de botar encima del otro surfero que cogía con fuerza las caderas de mi mujer.

  • Vamos, no pares zorra, ohhh... como follas guarra -le decía el otro.

En ese momento la sacó de golpe y se corrió encima del culo de Ana.

  • Ahora si que has acabado el trabajo que antes has dejado a medias -le dijo uno de ellos.

  • Si quieres que te volvamos a follar me llamas a este número y esta noche nos vemos que te presentaré a unos amigos -le dijo el otro poniendo en un trozo de papel higiénico su número de móvil.

Los dos se subieron los pantalones y sin decir nada más salieron del compartimento dejando a mi mujer desnuda y llena de leche por todos lados. En ese momento yo salí de mi escondite y sin que me viera ella volví a la mesa para esperarla.

Al cabo de unos minutos vino mi mujer que se debía de haber limpiado la lefa que hacía unos segundo le llenaba todo el cuerpo.

  • Si que has tardado cariño -le dije yo-, pensaba que te había ocurrido algo.

  • Perdona cielo, pero no me sentía muy bien, creo que es este maldito calor -me mintió ella-. Pero no te preocupes ya me he refrescado bien y ya podemos ir a esquiar.

  • Tranquila, esta noche podremos descansar en el hotel -le dijo yo.

  • No pasa nada, ya estoy bien...y además me apetece salir esta noche que aun me queda fiesta por correr -dijo la zorra de mi mujer.

Yo ya sabía lo que quedaba por "correr".