Viaje a la nieve

Durante el viaje le meto mano a la hermana de mi amigo.

La familia de mi amigo Miguel es muy aficionada a ir a esquiar al Pirineo. Yo no tengo ni idea y considero que es un hobby demasiado caro para mi pobre economía. A mi amigo ha insistido mucho para que vaya con ellos, le empieza a aburrir ir con su familia a pasar el domingo en la montaña sabiendo que conmigo se lo pasa muy bien  y que yo me quedo solo en casa sin salir.

Es un poco tímido, pero cuando está conmigo se siente con confianza, podemos entrar a todas las chicas que queremos, y no se nos da nada mal. Tras mucho insistir por su parte he accedido a ir a pasar el día en la estación de esquí con todos ellos.

Salimos de madrugada para poder estar allí justo al abrir la estación para aprovechar el forfait a tope . En el coche sus padres van delante, detrás, Miguel, su hermana menor y yo.

Detrás los tres estamos medio adormilados por lo temprano de la hora, y tampoco hay nada que hacer en las dos horas y media de viaje que tenemos por delante. Nos acomodamos como mejor podemos, tratando de dormir un rato para que el viaje sea lo más corto posible.

Ellos dos apoyados en las respectivas puertas han buscado rápidamente acomodo, yo que ocupo el asiento central, trato de no molestar demasiado pero sin sitio para apoyarme.

La hermana de Miguel se ha colocado acurrucada hacia la puerta, de forma que sus  nalgas se aplastan contra mi pierna. Noto sus prietas carnes y tengo que luchar conmigo mismo para no imaginar los rico que debe ser tener ese culo tan espectacular a mi disposición. Rocio es una adolescente muy bonita, tiene un par de años menos que nosotros y nunca se me ocurriría pensar en ella como pareja.

En el vehículo, todos mantenemos un silencio respetuoso pensado que alguno de nosotros pueda estar durmiendo todavía. De vez en cuando, en los cambios de dirección por las frecuentes curvas, puedo comprobar lo buena que esta la hermanita y lo prietas que tiene sus carnes. Tiene diecisiete años pero con un cuerpazo que quita el hipo, sus caderas generosas y … unas nalgas perfectas, Uhmmm!

Carla, anda siempre rodeada de admiradores, y es prácticamente inaccesible para el amigo de su hermano. Nunca antes la había tenido tan cerca y con un contacto tan prolongado. Me aprovecho de su soñolencia y pongo mi pierna bien pegada a la suya tratando de sobarla con disimulo. Ya que no puedo dormir me aprovecho de la situación.

Al final, el viaje se me hace corto, he tenido tiempo más que de sobra para tocarle bien el culo y dejar que mi polla se engorde a tope mientras fantaseo con tener un encuentro con ella.

Al llegar a la estación de esquí, mis ojos solo pueden ver su precioso cuerpo metido dentro de un mono ceñido que resalta aun mas su figura. Al poco rato, todos ellos se van a las pistas y yo me quedo deambulando por la parte baja tratando de aprender algo en la pista de principiantes con unos esquís de alquiler.

Cansado de caerme en los remontes, de darme golpes y de hacer esfuerzos sobre humanos para mantener la verticalidad, me voy a la cafetería a tomar algo calentito. Al entrar veo otra chica de espectacular cuerpo que me recuerda a Rocío. Sabiendo que ella no se va a percatar de nada la miro con deseo, imaginado que es la hermana de mi amigo.

He vuelto a coger un calentón de miedo, solo con asociar la imagen de la otra chica y el prolongado contacto del culo de Rocío durante el viaje.

La familia y yo nos encontramos a la hora de comer. Comemos unos bocadillos y ellos se vuelven a las pistas, aprovechando para disfrutar de su deporte favorito hasta última hora.

Empieza a oscurecer cuando iniciamos el viaje de vuelta. Delante otras tres horas de viaje. Rocío, se quita el mono acolchado y se queda con un jersey de punto de cuello alto y unos leotardos muy ajustados que le sientan divinamente. Los pies descalzos con unos calcetines con graciosos dibujos. Se tapa las piernas con una mantita de viaje.

Iniciamos el viaje de vuelta completamente anochecido. Miguel y Rocío se acomodan en sus respectivos sitios, enseguida caen rendidos por el cansancio de esquiar todo el día.

Por suerte para mi, Rocío se coloca otra vez poniendo su culo a mi alcance. Empiezo a sobarlo con la parte exterior de mi muslo. Noto la redondez de sus glúteos y la raja del culo. Me siento muy turbado e indeciso, pero mi admiración por ella es tal, que cada vez me atrevo más en mis roces.

Amparado por la oscuridad y ella parece haber caído en un profundo sueño, me aventuro a rozar su nalga con el dorso de la mano poniéndola debajo de la manta con la que se tapa.

No hay ninguna reacción por su parte. Me siento inclinado a continuar con el sobe que tan fácil se me presenta. Seguro que con ella no tendré otra oportunidad igual.

Por otra parte, temo que se despierte, le siente mal y se forme un escándalo con sus padres y mi mejor amigo como testigos.

Mi osadía vence el temor y mi mano dibuja su muslo y su nalga rozándolas tan levemente como me es posible. Este contacto tan sutil es suficiente para ponerme a cien.

A tientas trato de encontrar donde está situada su conchita y coloco mi mano lo mas cerca posible evitando el contacto. En mi imaginación, dibujo como seria mi caricia sobre esa zona y me sorprendo a mi mismo llevando la otra mano hacia mi pene erecto tratando de darle algún consuelo.

Un repentino vaivén del coche hace que inesperadamente entre en contacto mi mano con sus nalgas. Asustado me retiro rápidamente de las posiciones alcanzadas.

Instantes después mi deseo de acercar mi mano a su cuerpo son tan grandes que no lo puedo reprimir. Muy delicadamente recorro sus curvas, esperando que ella no se de ni cuenta de mi atrevimiento. Rocío se remueve en su postura y si no fuese porque esta dormida tendría la impresión que se ha colocado aun mejor para facilitarme los tocamientos.

Mi mente embotada por el morbo de la situación solo piensa en como sacar el mayor partido a la situación.

Milímetro a milímetro mi mano va moviéndose buscando sus curvas y el lugar de su conchita.

La tengo tan cerca que me parece percibir un cierto calorcillo que sale de entre sus piernas.

Poso la mano muy, muy lentamente hasta sentir como rozo su parte más íntima. Rocío se estremece, estira un poco las piernas y se acomoda de nuevo. En la maniobra ha dejado aprisionada mi mano entre sus piernas en contacto con su coñito.

Yo no me atrevo a moverme. No puedo sacar la mano ni tampoco dejarla así. Unos torbellinos de sensaciones se acumulan en la cabeza y me impiden hacer nada coherente.

Rocío frota lentamente una pierna con la otra, con lo que mi mano frota suavemente sobre su conchita. Interpreto este movimiento como una clara invitación a tocarla.

Estoy como loco. No me puedo creer que tenga la mano sobre el coño de una tía tan buena y que aparentemente ella se deja.

Extiendo el dedo corazón, y lo paso por encima de la rajita. Noto como debajo de la tela del leotardo me esperan unos labios carnosos. Muy sutilmente, Rocío separa las piernas para permitirme un acceso mas fácil. Empiezo a frotar sobre la rajita muy delicadamente. Pasados unos minutos me parece que la tela se mete entre los labios y se empieza a humedecer.

Yo sigo frotando muy suavemente preso de una mezcla de excitación y curiosidad. Rocío contesta a mis tocamientos agitándose lentamente en su cómoda postura.

Estoy borracho de excitación y empiezo a temer que alguien nos descubra o que ella se canse del juego y me deje con la miel en los labios.

Para mi sorpresa en un movimiento rápido y sin previo aviso, Rocío se ha bajado los leotardos hasta mas debajo de las rodillas, y ha puesto su culo a mi alcance.

He tardado varios segundos en reaccionar, pero enseguida una enorme excitación se ha apoderado de mi y he colocado mi mano entre sus desnudas nalgas.

Solo unas diminutas braguitas tanga se interponen en mi camino hacia su sexo. Fingiendo un dulce sueño, Rocío se queja levemente mientras mis dedos recorren el camino hacia su intimo escondite. Pronto mi dedo corazón llega hasta la rajita y con un leve gesto aparta la braguita para colarse entre sus labios húmedos y prietos.

Con su discreto consentimiento acaricio lentamente la delicada y sensible zona. Ella finge estar dormida apoyada sobre la puerta, y yo mantengo los ojos semicerrados vigilando la situación al tiempo que aparento que yo también duermo.

Mientras tanto mi mano no para de acariciar la zona, rodeando una y otra vez el clítoris y apretando suavemente sobre la entrada de la vagina.

La humedad es cada vez mas acusada y mi dedo se va colando hacia dentro en medio de unos leves gemidos y un cambio de postura de Rocío. Esto da cobertura para que mi dedo se cuele hasta el fondo y ella pueda soltar unos confusos suspiros.

Tras acomodarse de nuevo, me encuentro con un culo y un coño totalmente a mi disposición. Nunca había tenido una oportunidad semejante para poder acariciar con tanto desahogo partes tan intimas rodeado de personas ajenas al juego.

Con el amparo de la semioscuridad y el ruido del trafico al pasar por los pueblos, aprovecho para darle unos frotes bien intensos, que logran llevarla al borde del orgasmo.

Al llegar a nuestra ciudad, el trafico es lento por la operación retorno, y el ruido es grande, así que aprovecho para darle los últimos toques hasta conseguir que se corra como una perra.

El placer es tan grande que se le escapan hondos gemidos. Para tratar de enmendar la situación, finge que acaba de despertarse y se queja en voz alta de la mierda del tráfico.

Instantes después, con mucho disimulo y sin darme ninguna señal de aprobación se sube el pantalón y adopta una postura muy recatada y convencional en su asiento, esperando que el viaje termine.

Yo lo único que deseo es poder bajar del coche y buscar un sitio reservado para hacerme un pajote que me libere de la tremenda excitación que me domina.

Días mas tarde, mi amigo Miguel me confeso que a él también le ocurrió lo mismo…el mismo dia… y en el mismo lugar…pues estuvo siguiendo el juego desde el principio.

Me dijo que disfrutó tanto como si hubiese sido él. Le dije que tiene una hermana estupenda, y el me hizo gesto de que estaba fuera de mi alcance.

Lastima que no pueda volver a disfrutar de su aroma al acercarme los dedos a la nariz.

Deverano.