Viaje a la nieve

Como un viaje cambió mi vida e hice realidad algunos de mis sueños.

Título: viaje a la nieve

Como la mayoría de todas nosotras, mi historia empieza usando prendas de mi hermana mayor y de mi madre. Os comento que vivo en una Urbanización, como ya expliqué en mi anterior relato, con lo cual siempre estuve muy ligado a mi hermana 3 años mayor que yo.

Bueno esta historia sucedió cuando a mis 13 años, la concejalía de nuestro pueblo organizó un viaje a la nieve. Nuestros padres nos apuntaron y mi hermana pues se encargó de mi, ya que a mi edad pues no tenía el mínimo de años para ir. Por delante, me esperaban 8 días conviviendo en una habitación con mi hermana y dos amigas suyas, así que imaginaros como estaba yo los días previos al viaje, sólo imaginando cuanta ropa nueva me podría probar.

Nuestros padres pues organizaron nuestras maletas, y nos dirigimos al bus, con un largo camino por delante, 11 horas ni más ni menos. Al llegar, reparto de habitaciones y lo mejor, mi hermana que fue con muchas amigas y conocidas, eligió dos de “mi talla” para compartir cuarto, chicas cuyas prendas y formas de vestir me encantaban.

Recuerdo el primer momento que tuve la ocasión de quedarme solo, que fue el segundo día al regresar de la estación tras un largo día de esquí, mi hermana y las chicas se prepararon para dar un paseo por la localidad donde nos encontrábamos, y yo, pues le dije a Susana ( mi hermana), que estaba algo cansado. Así que un vistazo a la ventana, y tan pronto las vi marchar, comenzó mi inspección en el armario. Yo que soy una apasionada de los bodys, quedé prendado de dos que  trajo Sara, eran preciosos pero simples. El primero gris tipo sport, el cual me acomodé a la perfección, acompañado de unas mayas negras y una minifalda de volantes que no recuerdo el color. Mi pelo era unisex, por lo que había aprendido a moldearmelo de manera femenina para mi y masculina para los demás. Así permanecí un buen rato hasta que escuche por la ventana a mi hermana. Rapido me cambie y acomodé la ropa en el armario de Sara.

Mis escarceos con sus ropitas prosiguieron todos los días hasta que el antepenúltimo, los organizadores del hotel, organizaron una fiesta de disfraces. La mayoría de los chicos y chicas de la excursión trajeron los suyos, pero ni Susana ni yo sabíamos nada de ese evento. Me dió mucha rabia no poder participar, por que a buen seguro hubiese podido vestirme para que me observaran, de manera que me limité a ver los disfraces de las amigas de mi hermana. Ese día salimos a la pista de esquí, y yo no podía para de pensar en ese concurso, y como hacer para poder ser Lidia en público, pero me resignaba a mi suerte, hasta que todo cambió, por una lesión que sufrió una de las amigas de Susana, quien tuvo un esguince de rodilla que le impediría poder participar. No pensé por ningún momento que esto fuese a cambiar mi situación, pero una hora antes del concurso, nos llamaron a la habitación los organizadores preguntando si alguien sustituiría a la lesionada, rápido todas le dijeron a mi hermana, pero ciertamente, no cabía en el traje, así que me preguntaron a mi, y como todas hubiésemos hecho, pues en principio dije que no esperando que me lo pidiesen nuevamente, y la verdad, sin hacerme mucho de rogar pues acepté.

El traje era de los más pícaro y sugerente, es decir, me encantaba, de manera que procedía a ducharme para vestirme. Gracias a dios era lampiño por la época, así que tras la ducha me dieron la braga negra con su bustier a juego, yo instintivamente me acomodé mi pene hacia atrás, cosa que al mostrarme ante ellas les sorprendió y gustó, dicho sea de paso, el bustier tipo corsé me moldeaba que daba gusto verme. Acompañaron ello con una liga y medias negra a juego, un sombrero y una falda cortita de volantes, y una pajarita. Llegado ese momento, claro faltaban los zapatos, temí que me viniesen mal los del disfraz y así fue, cosa que me apenó muchísimo. Por suerte, y es que parece que todo estaba predestinado, me sirvieron unos de tacón algo más altos de otra chica, que al ser negros conjuntaban perfectamente con mi disfraz, si bien, las chicas pensaban que me caería, ya que no sabían de mi experiencia con los tacones de mamá. De manera que disimulé un poco haciendo como que me caía, ellas me dieron algunos consejos y solucionado.

Sólo quedaba mi pelo y el maquillaje, de lo que si que se encargaron ellas, con mucha experiencia al ser todas compañeras de gimnasia rítmica como les expliqué en el anterior relato.

Al mirarme en el espejo, no les engaño, pero estaba guapísima, o al menos así me veía yo. Salimos al pasillo para que me enseñasen como debía moverme y desfilar para el concurso, de manera que procedí a aprender los pasos rápidamente, sin cortarme ya que me encantaba el papel.

Así que bajamos al salón, a mi me metieron en el baño de chicas hasta que me tocase. La verdad había disfraces graciosos, ridículos, buenos y claro llegó mi turno, y yo, ni corta ni perezosa, salí al escenario moviéndome con la música durante un minuto, que probablemente sea de los mejores de mi vida. Vi a las dos jueces femeninas mirarme con admiración, y al juez varón con atención. Al acabar, pues nos acomodamos a esperar el veredicto del jurado, hasta que nombraron a los tres finalistas, y ahí estaba yo, junto a un grupo de chicos vaqueros y una flamenca. Tras subir al escenario y esperar unos segundos, dieron el tercer premio a los chicos, de manera que quedábamos la chica flamenca y yo, y fue cuando mi adversaria me dijo que estaba muy guapa, pero que no me reconocía, respondiendo yo que era el hermano de Susana, y no os puedo explicar su cara de perplejidad, y su respuesta “ pues chico, estás guapísima como chica”. Segundos después, el jurado dió el primer premio a “ cabaret”, no me lo podía creer, había ganado el concurso. De premio obtuve un jersey que guardé con muchísimo cariño, y claro lo mejor es que iba a permanecer así vestida hasta que acabase la fiesta.

Hasta aquí es una historia real.

La fiesta, pues prosiguió con las fotos que todos se querían sacar conmigo, hasta que llego el jurado para tomarse la suya. Al llegar, pues nos sacamos una conjunta y otra por separado, la primera con el chico, una dama y la segunda. Esta última me dijo que estaba guapísima pero que había notado que era un chico, si bien, no me importaba. Ella me dijo que si me gustaba vestirme o era un simple disfraz, a lo que tardé en responder, digamos un silencio delatador, contestando que era el disfraz de una amiga que se había lastimado y era por no desaprovecharlo.

La conversación prosiguió:

Carla ( la juez): bueno, pero permíteme decirte que te ves genial, una lástima que no te guste, por que no te gusta ¿verdad?

Yo: nuevamente un silencio..... si bueno, el disfraz me gusta y es verdad que me queda bien.

Carla: Si, eso es obvio, ganaste el concurso, pero tu sabes a que me refiero.

Yo: pues no se ( obviamente lo sabía perfectamente), pero no entiendo su pregunta.

Carla: Mira cariño, si quieres te puedo enseñar trucos y consejos que te servirán de por vida, te lo aseguro.

Yo: Pero como, no le entiendo señorita.

Carla: No me llames señorita, me llamo Carla, ¿y tú?

Yo: Daniel.

Carla: No Daniel, me refiero a tu nombre de chica. Verás no me dirás que has aprendido a andar con esos tacones hoy, tus movimientos fuera del escenarios son femeninos, tus ojos se ven llenos de ilusión, así que ten confianza, y dime que si te gusta ser chica.

Yo: Algo temblorosa, pero con cierta confianza, le dije que si.

Carla.:  Ves, te lo dije. Anda acompañame un segundo.

Miré a mi alrededor buscando a mi hermana, pero estaban todas ligando. Así que Carla le dijo a un encargado que íbamos fuera a dar una vuelta.

Al salir del salón nos dirigimos a la habitación de Carla, estaba en un edificio adjunto al hotel. Era un apartamento muy coqueto, decorado de una manera extremadamente femenina, en el que habían muchos cuadros con sus fotos algunas semieróticas.

Carla: bueno Daniel, me vas a decir tu nombre.

Yo: Lidia, el nombre que me gusta es el de Lidia.

Carla: Precioso, me encanta, ves así vestida y con ese nombre, me encanta.

Yo: Gracias Carla, pero por favor, no se lo diga a nadie.

Carla: No cariño, serás tu algún día quien lo haga, eres una mujer, no un hombre.

Yo: Si, pero tengo mucho miedo, es difícil de entender.

Carla: Entiendo tu miedo, pero te aseguro que te entiendo.

Yo: Es fácil decirlo cuando eres una chica.

Carla: Mira Lidia.

En ese momento, se desabrochó su vestido negro, quedando en un precioso conjunto de tanga y sujetador. Se quitó sus medias. Y preguntó.

Carla: Bueno, no notas nada.

Yo: Pues no se, que eres preciosa??

Carla: No cariño, todas las mujeres tenemos secretos, el mío es este.

En ese momento, se quitó el tanga dejando a la luz un pene, no lo podía creer, esa preciosa mujer es un hombre.

Yo: Pero, Carla.... entonces...... tu....... tu eres.....

Carla: Si Lidia cariño, soy un transexual, nací chico como tu, y quiero que veas en lo que te puedes convertir. Saborear lo mejor de ser mujer, con este miembro masculino. Volver loco a los hombres.....

No pude escuchar más palabras, empecé a llorar de emoción, momento en el que nos fundimos en un precioso abrazo, tras el cual me senté en su sofá quedando en ese momento su pene en mi cara. Me quedé mirándolo y oliéndolo unos segundos.

Carla: Lidia, te gusta.

Yo: No lo se, jamás tuve uno tan cerca, lo puedo tocar?

Carla: Claro cariño, experimenta, verás como te gusta, es como volverás loca a los hombres.

Sin pensarlo comencé a tocarlo, primero con suavidad, luego simulando una paja, y notaba como cada vez se ponía más y más duro hasta que alcanzó una erección. Ahí estaba yo, con ese pene delante mía, me mojé los labios e instintivamente comencé a chuparlo, despacio en los primeros instantes y con ansia posteriormente.

Carla: Ufff Lidia por dios, Lidia por dios, que bien, e rico.

Yo: Gracias Carla, gracias...

Carla: sigue sigue...... mi niña sigue.

Sus palabras me alentaban cada vez más, me encantaba, ese sabor me descubrió un nuevo mundo, y además me hizo saber que mi vida de varón había acabado. Seguí chupando y chupando, hasta que Carla se vino en mi cara, yo instintivamente me trague parte del semen, cosa que a Carla no le gustó mucho.

Carla: Hay cariño, fue maravilloso, eres una mujer auténtica. Pero prométeme que no te tragarás el semen de cualquiera, conmigo no hay problemas, por que estoy sana, pero nunca te fíes.

Yo: Claro carla.

Carla: No he querido hacerte mujercita, prefiero que sea un chico que te guste.

Yo: Ok amor.

Así pasó un rato, en el que me maquillé un poco con su ayuda, volvimos a la fiesta y continuamos el viaje, eso si, yo ya nunca volví a ser Daniel, ya era Lidia.