Viaje a Córdoba

Un viaje de trabajo, puede convertirse en un enorme placer...

Viaje a Córdoba

En ocasiones, por mi trabajo, debo viajar a alguna ciudad del interior de mi país. En esta ocasión, me mandaban a Córdoba. Debía estar en esa ciudad, durante tres días, visitando clientes ya contactados.

El viaje me dejó arruinado, baje del ómnibus, con una contractura en el cuello que me mataba, el dolor no me dejaba ni pensar. Al llegar al hotel en el que me hospedaría, el hombre que me recibió en la recepción, un tipo de unos cuarenta años, de 1,90 m aproximadamente, de buena contextura física, del tipo atlético, me preguntó si me sentía mal, ya que mi rostro, reflejaba el dolor de cuello y cabeza. Mientras me acompañaba a la habitación asignada, le comento lo que me pasaba. Ya al entrar a la habitación, me comenta que si le permito, él con 2 movimientos en mi cuello, me sacaría la contractura. Adelante le dije, cualquier cosa con tal que el dolor desaparezca.

A continuación, se colocó detrás de mí y con sus dos brazos, me tomó por debajo de los míos y sus manos tomaron mi cuello, movió mi cabeza con un par de tirones que sonaron con un crack cada uno y mágicamente, el dolor, comenzó a ceder. Me aflojó todo el cuerpo y de no ser por este hombre que me sostenía, me hubiera caído al piso.

¿Se siente mejor? Me preguntó sin soltarme y masajeando mi cuello. Obvio, le contesté y fue cuando me di cuenta, que el contacto con su cuerpo, hacía que sintiera su bulto apoyándome en el culito.

Un poquito más y listo, me dijo sin dejar de masajear mi cuello.

Yo ya casi no sentía dolor alguno y si sentía el bulto que me apoyaba, crecer y la verdad, no me disgustaba, hasta que me soltó.

Muchísimas gracias le dije. No sé que hubiera hecho sin su ayuda, pues tengo una jornada de trabajo larguísima y con este dolor que tenía no sé si hubiera podido hacerla.

Se presentó como Jorge y que era el dueño de ese establecimiento. Que si el dolor se volvía a repetir, que no dudara en avisarle, que él sin problema alguno, realizaría las mismas maniobras nuevamente. Se marchó y yo, después de una ducha reparadora y ya fresco nuevamente, salí a la calle a realizar mi trabajo.

Volví realmente cansado, al entrar al hotel, me lo encuentro a Jorge, que con una sonrisa me recibe y me pregunta como ando con mi cuello. Bárbaro, le contesté, sin problemas. Ojo, me dice, que por lo general ese tipo de dolores, si no son tratados, con los masajes pertinentes, vuelven...

Si Ud. quiere, guiñándome un ojo, más tarde, cuando me desocupo, subo a su habitación y le repito los masajes y en forma más completa....

Me quedé pensando y recordando su masaje y consecuente apoyo de la mañana....

Y si para Ud. no es molestia, lo espero, le largué con una sonrisa, casi cómplice.

Como a las 11 de la noche, golpean a la puerta de mi habitación. Era Jorge, lo recibí en pantalón corto, pues ya me había bañado y estaba viendo televisión, aunque en realidad, lo esperaba ansioso a él.

Lo invité a pasar y me explicó que debía volver a realizar las maniobras de la mañana. Dele, le dije y me di vuelta a la espera, me tomó entre mis brazos y puso sus manotas en mi nuca, igual a como lo había hecho durante la mañana, solo que esta vez, su cuerpo se pegó más a mí y esta vez, sentí su bulto duro, apoyarse en mi trasero. Me salió un gemido sincero y profundo, casi femenino. Jorge empujó más su bulto sobre mi trasero y sus manos dejaron mi nuca y comenzó a acariciarme mis pezones, que ante el contacto de sus dedos, se endurecieron al instante. Yo respondí moviendo mis caderas en redondo, como aceptando lo que me hacía y su boca besó mi cuello, y continuó.

¿Te gusta así? Me preguntó, el "me encanta", que le contesté acompañado de otro gemido, ya no era algo femenino, era definitivamente el gemido de una puta.

Me dio vuelta y me besó en los labios decididamente, nuestras lenguas, jugaban y sus manos ahora, se metían en mi short, hurgando hasta llegar a mi ano, me estremecía con el contacto y comencé a acariciar su bulto, que ahora parecía explotar, a través de la tela del pantalón.

Nos separamos un instante para desvestirnos por completo, Mientras Jorge se sacaba la camisa, me arrodillé para sacarle sus pantalones y el boxer, que una vez que volaron esas prendas, una magnífica pija de unos 20 cm, erguida y gruesa, me apuntaba invitándome a devorarla.

Abrí mi boca y comencé a chupar su poronga, que me llenaba con toda su calidez. La piel suave de esa hermosa herramienta, fue lamida, y chupada con verdadera pasión, me detenía en el glande, absorbiendo el líquido preseminal que le brotaba.

Saqué el pistolón de Jorge de mi boca y nos metimos en la cama, y seguí chupándole la verga con verdadera devoción. Me encanta chupar una buena pija, grande, dura, limpita...y se lo demostraba, mientras, me fui dando vuelta, quedando en una posición de 69, cosa que Jorge aprovechó, para empezar darme un beso negro, como se debe dar. Un verdadero experto, su lengua oradaba mi esfínter, ensalivándolo y sus dedos se alternaban con su lengua, para insertarse en mi ojete, que cada vez se dilataba más y más.

Las pelotas que adornaban la poronga de Jorge parecían dos pelotas de tenis, las cuales lamía mientras mi mano bajaba y subía por su tronco.

No daba más de la calentura, salí de esa posición y me puse en cuatro, apoyando los codos y mis rodillas en la cama, con mi culo en pompa, invitando a Jorge a penetrarme. Metémela toda, le pedí. Sentí su glande ensalivado apoyarse en mi culito y presionar. Así, presionando poco a poco, su pija, fue penetrando en mi culo, Mentiría si digo que me dolía, sentí sus huevos chocar con los míos en señal inequívoca que la tenía toda adentro. Me moví en círculos, acomodando y sintiendo toda esa verga dentro de mí. Sus manos aferraron más fuerte mis caderas, y comenzó a meter y sacar su gruesa poronga en mi orto. La verdad que era una delicia. Sus movimientos, variaban el ritmo. Por momentos eran rápidos y parejos, luego más lentos, pero la sacaba toda hasta dejar solo el glande metido en mi culo y de un envión enterrármela hasta el fondo, luego otra vez más rápido, o la sacaba toda, escupía en mi hoyo bien abierto y la enterraba otra vez, o la dejaba bien metida y me la movía en círculos, como revolviéndome las tripas.

Luego me la sacó por completo y me puso boca arriba, abrió mis piernas y las empujo hacia mi pecho, mi ojete bien dilatado quedó a su disposición y lo penetró sin problemas, iniciando un mete y saca rápido y placentero.

Yo a esta altura, volaba, me estaban dando una cojida, como hacía tiempo no recibía. Deliraba del placer y no tardé en acabar, sin tocarme, derramando mi semen sobre mi vientre.

Jorge, firme, seguía con sus mete y saca, como si fuera una maquinita de relojería, seguía dándome masa, y ni miras de acabar. Realmente lo estaba disfrutando y mucho. Volvió a sacarla y me pidió que se la volviera a chupar, volví a devorar su duro garrote y tomándome de la cabeza, me marcó el ritmo de la mamada. Parecí que me cojía la boca. Sentí inflamarse su pistola y entre sus gemidos de gozo, me pidió permiso para acabarme en la boca. Con movimientos afirmativos, le indiqué que siguiera, aceleró más aún y varios fuertes chorros de semen inundaron mi boca, los cuales me tragué con gusto. Su cremosa leche y abundante tenía un sabor exquisito.

Mientras nos fumábamos unos cigarrillos, recostados en la cama, me explicó que hoy a la mañana cuando me masajeó el cuello, no pudo contenerse y me apoyó y como le pareció que le gustaba, siguió adelante, hasta llegar a lo que acabábamos de hacer.

Le conté que yo también había experimentado lo mismo y que esperaba que algo, como lo que pasó, ocurriese.

Mi mano jugueteando con su miembro, morcillón, lo fue endureciendo, me agaché y se la volví a chupar, despacio, gozando cada cm de esa hermosa pija. Luego de mamársela por un largo rato, me monté con mis piernas abiertas sobre él y con una mano, apunté su choto hasta la entrada de mi culo. Me fui sentando en él, devorando con mi orto su dura poronga, hasta que penetró en su totalidad. Apoyado en sus hombros, comencé a subir y bajar por ese tronco venoso. Sus manos tomándome de la cintura me marcaba el ritmo y sus movimientos hacia arriba, no hacían otra cosa que ensartarme más aún, provocándome espasmos de placer, cada vez que su choto llegaba hasta el fondo de mi culo.

Después de varios minutos de coger en esta posición, me puse en cuatro, como al principio al borde de la cama, él parado detrás de mí, me tomó de las caderas, abrió mis nalgas y me penetró con vehemencia. Ahora, sí, me estaba garchando en una forma infernal, sus arremetidas, eran estiletazos, que me perforaban más y más. Las oleadas de placer que me inundaban, impedían que dijera cualquier cosa, solo gemidos eran los sonidos que emitía. Los movimientos acelerados me llenaban cada vez más, y por la fuerza de los embistes, quedé con la cabeza apoyada en la cama, los brazos extendidos y mi culo abierto en pompa recibiendo y recibiendo pijazos acelerados y fuertes. Por momentos la sacaba entera y sentía el vacío que me provocaba, pero rápidamente, volvía a llenarme el culo de carne dura y caliente.

Tomá más pija, me repetía, mientras me sometía tan fuertemente, y yo, ya no era dueño de mis sentidos, las oleadas de placer, me hicieron acabar nuevamente, pero quería seguir siendo cojido de esa manera. Me sentía una hembra en celo, en manos de un verdadero semental. El clásico ruidito de plaf, plaf, que se escuchaban con los choques contra mis nalgas, me calentaban más aún.

No podía medir el tiempo que me estuvo cojiendo así. Esta vez, no me pidió permiso para nada, sacó su durísimo pija de mi culo y empezó a acabar, haciendo que sus chorros de leche entraran en mi abierto orto. Sentí cada lechazo que me metía, aún cuando terminó de enterrármela nuevamente, para terminar su tarea y darme los último lechazos dentro de mis tripas.

Siguió moviéndose un par de minutos más hasta que la pija perdió su dureza y solita salió acompañada de un torrente de semen, que se escurrió entre mis piernas.

Ahora, sí caímos exhaustos sobre la cama.

Ya repuestos y después de una ducha reparadora, que nos dimos juntos, y aproveché para brindarle otra mamada hasta hacerlo acabar nuevamente. En el dormitorio, me preguntó si quería que pasase esas noches con él. Obvio, le dije.

Fueron tres noches magníficas, Jorge, un terrible semental, que me cojió, no menos de tres veces cada día y yo que estaba hecha una puta total, al punto de quedarme el último día, toda la tarde y la noche, garchando como si fuera la última vez.

Es muy probable, que mis viajes a Córdoba, sean cada vez mayores en el año. Excusas, siempre hay, no?

Saludos a todos y cualquier comentario que quieran decirme, pueden hacérmelo llegar a trabi69ar@yahoo.com.ar