Viaje a Canarias por trabajo 2
Alex y Fredy continúan su aventura por Las Palmas
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Fredy y yo salíamos a comer. Por la tarde me tenía que llevar a ver al coordinador del evento para que me diera algunas cosas para comenzar el miércoles a primera hora de la mañana.
Fredy iba vestido de sport, de había quitado ese traje tan bonito que llevaba y se había puesto una camisa de estampado veraniego entreabierta a medio pecho, unos pantalones vaqueros blancos cortos que resaltaban su moreno dorado y unas converse negras. Estaba increíble el chofer.
Yo, en cambio, iba con un polo blanco de Fred Perrys, unos vaqueros negros con algunos rotos ajustados y tobilleros y mis Vans. Mi prenda estrella… el suspensorio negro. Yo me sentía sexy y era el día de ponérmelo, ¡qué coño!
Comimos en un restaurante muy chulo al lado de la playa. Mesa de madera, platos color turquesa, servilleta blanca impoluta, cubiertos de diseño… pagaba la empresa, así que ha elegido bien mi compañero.
En la sobremesa, nos pedimos un gintonic los dos, par celebrar esa semana de “trabajo” en ese paraíso de costa. Fredy había bebido cerveza en la comida y yo vino, así que íbamos los dos con la marcha puesta.
Empezamos a hablar de forma natural del pequeño incidente de la ducha y me confesó que a pesar de no estar buenorro de gym le resultaba atractivo, no sabía por qué, pero le atraía. Le confesé que en el aeropuerto de Valencia, antes de salir, me puse cachondo al ver que estaba en Grindr. Nos reímos, seguimos con nuestro gintonic y continuamos hablando de nuestros gustos y aventuras sexuales y amorosas.
Fredy me contó que había estado quedando con un chaval de 23 años que vivía en su mismo edificio, era el hijo de la vecina y que eso se la ponía dura, el morbazo de la situación, pero que el chaval se había empezado a enamorar y que él lo veía como una mera distracción de placer.
Estuvimos pensando diferentes soluciones para que dejaran de quedar sin afectar el corazón de este chico y llegamos a la conclusión de que un día me pasaría por su casa a tomar unas birras y que le diría que está conociéndome a mi, pero todo de coña para que lo dejara en paz, que se ve que se estaba empezando a poner un poco pesado el vecinito.
Fredy me llevó a la oficina de mi puesto de trabajo allí en la isla y me esperó en el parking hasta que salí 2 horas después. Era pronto, sobre las 18h, así que decidimos ir al hotel a por los bañadores e irnos a la playa.
Llegamos al hotel, cada uno entró en su habitación para cambiarse, elegí el que mejor me quedaba… yo ya estaba pensando que Fredy se fijaría en mi en la playa… iluso de mi, con la cantidad de maromazos que había…
Salí de la habitación y viendo que no salía toqué a la puerta. Fredy me dijo, pasa pasa, está abierto. Entro en su habitación y estaba en pelotas, tirado en la cama y con el rabo tieso. Se la estaba machacando.
Lo miré fijamente a los ojos, nervioso y colorado, me devolvió la mirada con una sonrisa y me dijo “ven, chupa, que lo estás deseando”. Así que solté la toalla y la mochila que llevaba y me tumbé a su lado, le mordí el labio mientras pasaba mis manos de su pecho a su pene y comencé a pajearlo suavemente mientras nos comíamos la boca.
Poco a poco fui bajando mi boca lamiendo y besando su cuerpo. Primero el cuello, luego el pecho, Fredy me iba amasando el culo sobre el bañador. Bajé mi boca por su abdomen, lamiendo con la punta de mi lengua la linea que de marcaba en medio de sus abdominales, sin dejar de pajearlo. Una vez llego a sus huevos, los lamo y me meto uno en la boca, Fredy me mete la mano por el bañador y empieza a acercarse a mi agujero.
Se la mamo con esmero pero con delicadeza. Cambio de posición y ahora no tiene acceso a mi culo. Estoy entre sus piernas, tumbado boca abajo comiéndole su majestuosa polla de 19 cm y gorda mientras él me mira y tira de mi pelo dirigiendo el ritmo de la comida. Me
Levanta la cabeza, nos besamos y me susurra la oído “tumbate boca arriba, con la cabeza en el borde”. Le hago caso.
Pongo mi cabeza colgando del borde del colchón cuando él mete su polla poco a poco en mi boca. Mis habilidades guturales no me fallan, así que albergo todo su esplendor en mi garganta. Él solo resopla y se sorprende de que me quepa entera, yo sigo jugando con mi lengua y succionando. ¡Estoy en la gloria! Él comienza a pajearme y conforme se va poniendo cachondo, acelera la follada de boca. Me va a destrozar la mandíbula, así que le pido que se siente en el sillón que hay junto a la tele.
Se sienta, con sus huevos colgando bajo ese pollón tan bonito. El frenillo me reta a mordisquearlo, no me corto y juego con él. Fredy sube sus piernas a los brazos del sillón, así que me deja al descubierto su culito también. No paro de comérsela mientras le pajeo y subo los huevos, pero decido ir un paso más allá. El “revienta coñitos” va a probar mis dedos por el culo.
Se la como, me la meto hasta el fondo y cuando está gimiendo y apretando mi cabeza al máximo para hundirla en su pelvis, decido meterle mi dedo corazón por el culo. No se lo espera pero le gusta, le encanta. Suelta un grito de placer y me abofetea la cara con su rabo.
Yo estoy que podría correrme si me la menean un par de veces, así que decido que ya es el momento de tragar leche. Acelero la mamada y no paro de mover mi dedo en el interior de su recto. Lo introduzco todo lo profundo que puedo, toco el punto mágico y sin poder mediar una palabra, entre gemidos y jadeos se corre en el interior de mi garganta.
Suelta tanta lefa que no puedo tragarla toda, se me escurre por la comisura de los labios. No me quita ojo mi compañero, está extasiado, debe ser la primera vez que le tocan la próstata con tan gran maestría.
Noto como se va deshinchando su miembro en mi boca, lo saco, lamo todo lo que ha salido, juego un poco con mi lengua en su frenillo y como le dan espasmos, me coge de la cabeza y me introduce su poderosa lengua en la boca. Yo aun no he sacado mi dedo de su culo.
Besándonos, rebaja el ritmo de su acelerada respiración y saco mi dedo de su interior. Me sonríe, le sigo besando y me susurra casi sin voz, de lo exhausto que está: “es la mejor mamada que me han dado en mi vida”.
Nos besamos e intenta que me corra, pero le digo que no que está todo ok y que he disfrutado tanto o más que él. Le propongo recoger e ir a la playa. No nos habíamos dado cuenta, pero habíamos estado unos 45 minutos dándonos placer y disfrutando de nuestro momento lujurioso.
Nos recomponemos un poco, de viste y nos bajamos a la playa.
Continuará…