Viaje a Asturias
Experiencia contada por una mujer a su amante de un chat virtual.
Querido "amante virtual", se que te gusta y excita que te cuente nuevas experiencias, te voy a contar lo que nos pasó en nuestro viaje a Asturias y como estuviste tu también presente en él.
Mi marido y yo llevábamos tiempo organizando este viaje, nos apetecía ver los lagos de Covadonga, el Naranjo de Bulnes y sobre todo pasear por las calas y acantilados de esta región tan bonita.
Todo nos fue de fábula, la comida era excelente, los paisajes idílicos, los hoteles pequeños pero acogedores. De verdad que disfrutamos y ya verás de que manera
Uno de los días teníamos previsto visitar Potes, para ver el desfiladero de la Hermida y coger el teleférico a los picos de Europa, aunque no pudimos hacer lo del teleférico puesto que había un montón de turistas que pensaron lo mismo que nosotros y una cola exagerada. Mi marido decidió pasar del teleférico y adelantar nuestro apretado horario para ver el Naranjo de Bulnes. Nuestro tomtom, recientemente adquirido, nos indicó la ruta a seguir y nuestro flamante coche nuevo se tragó unos cuanto kilómetros hasta llevarnos a un funicular que por extraño que parezca no daba abasto con los rebaños de turistas visitantes. El mismo problema que en el teleférico. El paisaje es tan bonito, tan espectacular que no nos importó y decidimos seguir subiendo a ver donde terminaba esa carretera. Parábamos en lugares donde podíamos recrear la vista en parajes naturales casi vírgenes, vimos al Cares esquivar rocas y desniveles y hacíamos fotos a todo.
En una de esas paradas casi en la cima de no sé que montaña, un lugar apartado donde los turistas, gracias a dios, no llegaban. Mi marido empezó a hacerme fotos, como siempre la hacemos, yo posando y el disparando la cámara buscando el encuadre ideal. Nos alejamos del coche y subimos a la cima cercana de la montaña, cogidos de la mano diciendo que a lo mejor habíamos tenido suerte de no coger el teleférico ni el funicular. Noté que estaba más cariñoso que de costumbre, parecía que estaba disfrutando al igual que yo. Mientras subíamos nos besábamos, reíamos, pero lo que realmente hizo que mis entrañas empezaran a palpitar fue un abrazo que nos dimos con nuestros cuerpos apurando al máximo el espacio entre nosotros donde noté la erección que se estaba formando dentro de las bermudas.
Mi marido es un poco, no sé como decirlo, necesita poca estimulación para ponerse a tono, y así ocurrió en esa ocasión y yo como siempre, un poco mojigata, le paré los pies. Él lejos de amilanarse, como siempre, dio una vuelta más de rosca a la situación y me comentó que me quitara la ropa para fotografiarme con las montañas de fondo. Por supuesto que le respondí que no. Mientras me sacaba fotos y yo posaba o posábamos juntos puesto que llevábamos un pequeño trípode para poder salir los dos en la instantánea.
Llegó la hora de comer y decidimos hacerlo allí mismo, ¿para que ir a un restaurante con la posibilidad de tomarse unos buenos bocatas con una vista panorámica tan estupenda?. Mientras mi marido fue al coche a por una mantita y el avituallamiento, seguí sacando algunas fotos, mirara donde mirara veía una postal. No tardó mucho en llegar, escogimos un rinconcito sombreado entre unas rocas, con la pradera de mesa y la manta de mantel, dimos cuenta de unas viandas sin pretensiones que nos supieron a gloria.
Mientras comíamos intentaba convencerme para posar desnuda con las montañas de fondo, razonando que no tendría una oportunidad como esa en la vida, que no había peligro puesto que estábamos en un sitio desde donde se vería si viniera alguien con bastante tiempo de antelación para vestirme, etc
Seguí en mis trece diciendo que no, alegando pudor y vergüenza, todas las escusas que digo siempre que intenta sacarme fotos desnuda, pero que al final casi siempre accedo cuando estamos en casa y tengo que admitir que al paso del tiempo me gusta e incluso me excito viéndolas.
Al terminar de comer nos quedamos tumbados en la manta, con el cielo azul por techo, una temperatura agradable y muy relajados empezó a besarme, acariciarme el cuello con su mano, abriendo la blusa para hacerse hueco y llegar con sus labios a mi cuello, las orejas, la mejilla y llegando a mi boca entreabierta, deseando que su lengua jugara con la mía. En ese punto yo estaba rendida, deseaba que me hiciera suya, entregarme completamente, aunque no dejaba de pensar que estábamos al aire libre y no lo habíamos hecho así desde que éramos novios.
Desabrochó dos botones de la blusa mientras su lengua jugaba con la mía y su mano acariciaba la zona superior de mis pechos, la piel que no tapa el sujetador. Mi cuerpo reaccionó juntándolo con su cuerpo y volví a notar la incipiente erección. Junté mi cuerpo todo lo que pude para sentir su virilidad dura y palpitante en mí. Movía sus caderas para que la notara más todavía y yo notaba ya la humedad en mi interior debido a la excitación. Me desabrochó todos los botones, abrió la blusa, me besó con más pasión, mordiéndome un poquito los labios, juntando nuestros pechos mientras su mano se metía debajo de la minifalda, empujándome a sentir la plenitud de su miembro.
Yo estaba saboreando el momento con los ojos cerrados, sintiendo sus labios y su lengua y las caricias mientras le abrazaba. Noté que se paraba, al abrir los ojos ví que me estaba mirando y sonriendo y con una voz dulce y serena, casi en un susurro me dijo que no podría amarme más, que me deseaba cada día más, mientras con su mano me desabrochaba el botón de la falda por lo que levanté la cadera para facilitar el tránsito de la prenda por mis piernas, lo que hizo con suavidad y acto seguido bajaba la blusa por la espalda.
Lo que no sé muy bien es explicar cómo era posible que él estuviera ya completamente desnudo, pero me agradó ver su pene tieso y depilado a la luz del sol.
Ni que decir tiene que la experiencia y la práctica es un grado, pero en el caso de mi marido a la hora de desabrochar un sujetador con una sola mano, ni la una ni la otra han dado resultado. Aunque en esta ocasión acertó a la primera y lo reflejó en una sonrisa amplia al ver mis pechos fuera de la opresión.
Nos volvimos a juntar piel con piel, me acariciaba la espalda y la mano dentro de mis braguitas me cogía el culo, mi cuerpo empezó a moverse instintivamente pidiendo más y notaba el roce de su miembro en mi vientre y deseaba sentirlo dentro de mí por lo que lo agarré y empecé a darme golpecitos en la hendidura de mis braguitas, a esas alturas, húmedas.
Notando mi excitación me las bajó hasta las rodillas, permitiendo así que me diera los golpecitos directamente en los labios, sabe que eso me excita y me gusta especialmente. Paré un momento para quitarme las braguitas del todo y me di cuenta que estábamos completamente desnudos al aire libre. En ese momento pensé en ti, en lo que me has contado cuando vas a la playa nudista con tu amigo, tu mujer y tu cuñada. Dejé volar mi imaginación e imaginé que eras tú quien me estaba haciendo sentir todo ese torrente de sensaciones. Eran tus caricias tu lengua, tu pene en mi mano, estaba contigo ya no era mi marido y dejé llevarme por la situación, ya no estaba mi marido, eras tú quien guiaba mi cabeza hacia el glande y yo empecé a chuparlo con fruición, sabes que no suelo hacerlo pero eras tú y lo deseaba sentí su palpitación en mi boca, mi lengua recorría toda su longitud mientras mi mano jugaba con las bolitas. Sé que es algo impensable en mí, pero no era yo, era la amante que tu deseas. Me volví para dejar a la altura de tu boca mi vulva abierta y noté como tu lengua lamía mi clítoris e intentaba colarse por mi cueva hasta el fondo. Me estremecí al pensar que estabas saboreando mi flujo vaginal. No quería que terminara nunca, sentía cada lengüetazo, el roce de mis pechos en tu vientre y el sabor y olor a ti. Mis movimientos se ajustaban a las caricias de tu lengua y apretaba y abría más mis piernas para sentirla todo lo más dentro posible. Noté como tu mano acariciaba mi ano que estaba húmedo con tu saliva y mis líquidos. Noté como un dedo tuyo se metía en mi vagina y como jugaba en mis entrañas con movimientos acompasados. A la vez mi boca jugaba con tu glande, succionando cada vez más fuerte y mi mano recorriendo tu miembro acompañando la entrada y salida de mi boca. Acariciaba tus testículos y la base de tu esfínter anal. Deseaba hacerte todo lo que tantas veces hemos hablado e imaginado en nuestras conversaciones nocturnas. Tuve que parar un poco porque notaba que todo podría acabar ahí mismo, mi cuerpo no podía aguantar el orgasmo que se avecinaba y yo no quería terminar deseaba más, deseaba notarte dentro de mi.
Me di la vuelta y encima de ti agarré tu pene y lo coloqué en la entrada de mi deseosa cueva anhelando tus envites. Notaba como se abría paso con suavidad y como mi cuerpo se ajustaba perfectamente a su tamaño y grosor. Yo no me movía eras tú quien me la metía y sacaba con un ritmo lento y suave. Deseaba la penetración más profunda y arqueé la espalda para tener una mayor profundidad. Tus movimientos se volvieron más bruscos, rápidos y sin tanto ritmo, me estaba volviendo loca, no podía creer que lo estuviera haciendo contigo y disfrutando tanto.
No podía aguantar más, necesitaba llegar, empecé a acariciarme el clítoris como tú me has enseñado en nuestras noches de pasión y fueron mis movimientos los que se acompasaron a la necesidad de mi deseo, ajustándolos a las convulsiones de las paredes vaginales y al roce de tu enervado pene. Adivinando que estaba a punto de llegar al clímax tus manos acariciaron mis senos al sol y tus dedos pellizcaron mis duros y tiesos pezones. Noté como era imparable la llegada del clímax, como mis entrañas y mi cuerpo explotaba ante un orgasmo incontrolable, noté como mi cuerpo vibraba con espasmos involuntarios, juntaba las piernas, las abría, me pellizcaba yo misma el clítoris ¡Dios mio que placer!... y cuando creí que no podría haber nada más, tu pene dentro de mi empezó a vibrar, lo notaba más duro que nunca y con unos rápidos y certeros movimientos noté como tú también llegabas al orgasmo.
Nos quedamos tendidos en la hierba, de lado, felices, tú voz decía mi nombre y yo estuve a punto de decir el tuyo cuando supe que no eras tú sino mi marido quien me había hecho sentir el orgasmo más maravilloso de mi vida, aunque creo en honor a la justicia que tú también estuviste en ese trío imaginario.
Continuare relatando en otro momento lo que sucedió después