Viaje
A veces es tan excitante en lugares públicos... pero cuidado
VIAJE
Se besaban apasionadamente. La estrechez del asiento de ese autobús hacía que estuviesen aún más juntos de lo que en otras circunstancias estarían. Iban muy calientes, y las manos de él no tardaron en manosear sus pechos por encima de la ropa. Cuando lo hizo, ella comenzó a arquear su espalda y a presionar sus piernas contra las de él, que, en vista de su respuesta, abandonó sus labios y empezó a recorrer su cuello con la lengua. Eso la volvió loca y, arrebatada, acercó su mano hasta la bragueta de él, la bajo, la introdujo dentro del pantalón y, sorteando el calzoncillo, agarró su miembro erecto.
Un frenazo. Un chirrido. Una sacudida. Siguieron como si no fuese con ellos.
Estaban completamente desnudos. Ella, tendida sobre el suelo, elevaba sus caderas y él las mantenía alzadas con las manos en sus nalgas. Devoraba el sexo de ella mordisqueando su clítoris, introduciendo cuanto más podía la lengua en su vagina. Ella se pellizcaba los pechos, los masajeaba, los agarraba con fuerza.
Sin poder aguantar más, él se apartó y, atrayéndola sobre sí, se sentó en el suelo y la puso sobre él, quedando frente a frente, ella sentada encima, introduciéndose el miembro viril hasta donde la posición le permitía. Después, empezó a mover las caderas con frenesí. El orgasmo, explosivo para los dos, simultaneo, no tardó en llegar.
Se quedaron abrazados, con los ojos cerrados, estrechándose con fuerza.
¿Habéis terminado? dijo una voz. Ellos alzaron la cabeza y la miraron.
Sí dijo ella, soltando antes un bufido que hizo que un mechón de cabello que caía sobre su rostro se elevase ligeramente.
Pues venga, vamos, que no tengo todo el día.
Los dos se pusieron de pie.
¿Por donde? preguntó él.
Por allí contestó la voz, señalando con la guadaña el mismo camino que habían seguido el resto de viajeros del autobús.