Viajando, viajando

Un paisaje, una sensación, un placer....

El tren circulaba raudo y el horizonte solo mostraba unas nubes plomizas que apenas dejaban disfrutar ese paisaje sobrio castellano.

Me gustaba mirar por la ventanilla mientras veía tu imagen reflejada en ella. Se te veía preciosa, todavía con un poco de sueño tras haber pasado una noche intensa en el hotel. Ese hotel que será mágico para los dos. Ese hotel en el que nos conocimos. Ese hotel en el que contemplamos la ciudad de noche mientras te tenía a mi lado en la bañera. Ese hotel que siempre me recordará a ti.

Te giras hacia mi, mirándome con esos ojos tiernos, grandes y hermosos me lanzas un tímido y suave beso que yo agarro muy fuerte para que no se escape. Te acercas a mi y me susurras al oído  "tengo un poco de frío". Presto me levanto y cojo mi abrigo y te lo pongo sobre tus piernas tapándote bien, mientras tu me coges mi mano y haces que se quede debajo del abrigo bien unida a las tuyas.

Siento como me acaricias el dorso de la mano con tus dedos suaves y finos. Siento como el bello de mi brazo se empieza a erizar. Siento tu mirada clavada en mi ojos. Siento como tu cabeza se apoya en el respaldo y cierras los ojos disfrutando el instante.

Te miro y no me lo creo. Te miro y te veo a ti, a esa mujer especial, tierna, sensible y dulce.

Poco a poco mi mano se libera de tus manos, y se posa sobre tus piernas. Con mis dedos empiezan a recorrer la unión entre tus piernas, mientras una de tus manos me acompañan en el viaje posada sobre la mía.

Giras tu cara y miras por la ventanilla, para cerrar los ojos y empezar a sentir el roce de mis dedos.

Miro a nuestro alrededor y compruebo que las poca gente que nos acompaña en el vagón ni nos mira, lo que hace que me envalentone y me haga un poco más audaz y mis roces se conviertan en caricias que se atreven a hundirse entre tus maravillosas piernas, que al sentir la presión de mis dedos comienzan a separarse milímetro a milímetro, acompañando siempre mi mano por la tuya.

La caricias con mis dedos dejan paso a las caricias con toda mi mano. Te recorro ya sin obstáculos todos tus muslos envueltos por esas suaves y delicadas medias, pasando de uno a otro con mucho mimo, mientras noto como discretamente se separan cada vez más y mas, viendo en tu cara el deseo y el disfrute del momento.

Mi mano traviesa se atreve a ir subiendo cada vez más arriba.

Te muerdes el labio suavemente, sintiendo las caricias.

Me vuelves a mirar, con ese deseo que desprende tus ojos y me sonríes.

Me acerco a ti, y te beso suavemente en tus húmedos labios viendo como tus ojos se iluminan un poco más todavía.

Mientras mi mano continua escalando por tus piernas hasta tocar el inicio de ellas.

Tú te estremeces al notar la punta de mis dedos rozándote la entrada de tu cueva.

Juego con el límite de la barrera, recorriéndola. Esa barrera que impide llegar a la entrada.

Por fin consigo esquivar la barrera, y empiezo a notar esa humedad ya tan familiar.

Lo recorro, hago que mi dedo se impregne de tu humedad, de tu aroma, de tu ser.

Retiro la mano con mucho cuidado ante tu cara de sorpresa.

Me llevo el dedo a mi boca y empiezo a saborear su sabor, a oler tu aroma y a disfrutar de ti.

Despacio vuelvo a llevar mi mano ante tu entrada, pero esta esta vez llega directa para hacerte sentir.

Mientras mi mano vuelve, me inclino hacia a ti y te vuelvo a besar para que tu también sientas tu sabor, tu aroma ....

Esta vez mis dedos te acarician toda la entrada, notando su humedad, su calor, sus ganas de recibirlos dentro para acogerlos, para disfrutar de .....

Pero mis dedos no quieren entrar todavía, quieren hacerte disfrutar cada mínimo instante del viaje.

Suben y bajan por tu entrada, hasta que deciden quedarse en el punto.

Mi dedo, bien mojado, lo toca, lo recorre, lo acaricia, lo mueve y vuelve a acariciarlo, mientras tu cara no puede evitar mostrar lo que estas sintiendo....... placer.

Mis movimientos circulares sobre tu punto hacen que cierres las piernas muy fuerte sobre mi mano, aprisionándola para evitar que se escape. Pero lo que no saben tus piernas es que mi mano no quiere marcharse de donde está.

Con mucho disimulo, mi otra mano roza tu pecho, y nota como tu pezón está a punto de traspasar la tela para encontrarse con mi mano.

Mi dedo sigue moviéndose por tu clítoris, y ya con las piernas un poco mas relajadas, otro de mis dedos se aventura hasta tu entrada, decidiéndose a traspasarla.

Justo en ese momento, se te escapa un leve gemido.

Me lanzo raudo a acallarlo con un beso largo, profundo y de puro deseo.

Cierras todavía más los ojos sintiéndote penetrada por mi dedo, y sintiendo mi otro dedo sobre tu clítoris.

El placer va en aumento.

Te lleva una mano a tu boca para sofocar otro gemido.

Lo estas sintiendo, te esta llegando.

El placer va a hacer acto de presencia y tú, lo único que querrías hacer sería gemir y gritar lo más fuerte posible.

Lo noto, y acelero la penetración y la rotación.

Y llegó, intenso, dulce y estremecedor.

Tu cuerpo se tensa, y mis dedos se relajan, saliendo de ti.

Te acaricio la cara, me miras y me besas.

Te acurrucas sobre mi hombro y descansas.

El tren circulaba raudo y el horizonte solo mostraba unas nubes plomizas que apenas dejaban disfrutar ese paisaje sobrio castellano, y tu imagen en el cristal es todavía más hermosa.