Viajando en el tiempo 4

Eva ya está preparada para prestar servicios a la organización. Con los nervios propios de la primera vez, es enviada a cumplir con un servicio del que saldrá ¿?

Cuando llevaba un mes allí, después del desayuno, fue llevada a otra dependencia que no había visitado nunca.  Había cuatro mujeres más, todas de su grupo, y  esperaron juntas, en silencio, hasta que apareció un hombre que les dio una breve explicación.

-Según informan vuestros entrenadores, estáis preparadas para atender a los servicios para los que habéis sido traídas aquí y que no es otra cosa que servir de putas de alto standing para gente muy importante.

Deberéis comportaros con los clientes con absoluta sumisión y responderéis a las preguntas que os hagan con lo que se os ha enseñado. No podéis hablar de nada de vuestras vidas ni dar ningún dato personal. Tenéis prohibido decir que no a cualquier cosa que os pidan siempre que sea para que ellos disfruten de un mejor sexo.  Ellos ya conocen los límites.  ¿Lo habéis entendido?

-Sí, amo. –Respondieron todas a la vez.

Les repartió unas tarjetas mientras les decía:

-No habléis de política, acontecimientos, noticias de prensa, etc.  Ante la duda es mejor que os calléis o aleguéis no saber. Cualquier error por vuestra parte, si es solucionable, supondrá la aplicación de terribles torturas y si no lo es, será vuestro fin.  Con esta tarjeta os darán ropa adecuada para estar con el cliente que os corresponda.  Y recordad:  Un cliente insatisfecho es un duro castigo y una penalización económica.

Y añadió:

Los regalos que os den y las propinas, son íntegras para vosotras. La organización os asigna un porcentaje del beneficio, y todo ello quedará guardado aquí hasta que seáis liberadas.

Eva estaba muerta de miedo por temor a equivocarse, pero las últimas palabras la llenaron de esperanza: “hasta que seáis liberadas.” Y se repitieron en su cabeza, una y otra vez.

Las pasaron a la siguiente estancia, donde unas mujeres, desnudas como ella, se afanaban en preparar vestidos y zapatos con arreglo a una lista. Cuando Eva mostró su número, le señalaron a una de ellas, que la llevó a otra estancia contigua con bañeras, donde la hicieron meterse.

El agua templada a la temperatura justa, cubierta por una capa de espuma que despedía un olor maravilloso. La dejaron estar disfrutándolo un rato y luego lavaron su cabeza y frotaron su cuerpo con suaves esponjas. Tras aclararla y secarla, extendieron crema por todo su cuerpo. Eso la excitó y su coño se convirtió en una fuente. La mujer, que se dio cuenta, se arrodilló entre sus piernas y se puso a lamer su sexo, metiendo su lengua por todos los sitios y chupando y lamiendo su clítoris.

No hablaron en ningún momento, lo tenía prohibido, pero no pudo parar de gemir ante la experta lengua de la mujer que la recorría entrando y saliendo por todos sus recovecos y azotando con ella su inflamado clítoris.

No le costó alcanzar su primer orgasmo, ni los otros dos que lo siguieron.  Cuando ya estaba más relajada, la mujer limpió con un paño perfumado sus piernas y coño, dando por terminada la higiene.

La sentaron frente a un espejo, procediendo a peinarla. Ahí se dio cuenta de lo que habían hecho con ella. Era la primera vez que se veía en un espejo y no pudo menos que levantarse para contemplarse completamente.

El óvalo de la cara, afeado por las gruesas gafas, quedaba ahora perfectamente visible, los ojos, que normalmente se veían hundidos y con ojeras, tenían ahora la profundidad justa.  Vio una cara bonita, a pesar del pelo mojado y sin peinar, y un cutis fino, como nunca hubiese pensado tener.

Sus pechos tenían el mismo tamaño, que era el que a ella le gustaba, pero se veían más tiesos y con pezones más grandes.  Sus anchas caderas estaban ahora perfectamente modeladas y delimitadas y sus gruesos muslos se encontraban perfectamente estilizados. Por un momento, pensó que no era su cuerpo o que estaba ante uno de esos espejos que alteran tu imagen.

Cuando la peinaron y vistieron con un vestido de noche escotado por delante hasta debajo de sus pechos y por detrás hasta el límite de la raja de su culo,  negro, pero con piedras brillantes y con unos tacones altísimos, que les habían hecho practicar en las clases de gimnasia, no se podía creer la imagen que devolvía el espejo.

En aquel momento no se hubiese cambiado por la mujer más hermosa del mundo. Ella que nunca había tenido dinero para comprarse cosas bonitas que le sentasen bien, que nunca había entrado en una boutique porque no tenía dinero para esos gastos, ahora se sentía la reina del mundo.

Solo por eso, estaba dispuesta a hacer lo que le pidiesen. Fuera lo que fuera.

Por fin, sin más aditamentos que un pequeño bolso con un set de maquillaje, pasó a la siguiente estancia, donde había dos cabinas acristaladas y un hombre que enseguida le dio instrucciones.

-Entra en la cabina de la derecha, llegarás a una estancia donde te espera una mujer. No digas nada. Te acompañará a tu destino. Se trata de un jeque árabe que le gusta follarse a mujeres occidentales no prostitutas habituales.

-Si pregunta, cuéntale que estás casada, que tienes un hijo y que haces esto porque los negocios de tu marido van mal y necesitáis dinero. Nada más. La época es los años 60, más concretamente el 67.  No muestres extrañeza por nada y alaba el buen gusto y la riqueza del jeque.

Le dio una especie de moneda o medalla y le dijo:

-Cuando hayas terminado, pasarán a recogerte, pero si hay algún problema o no lo hacen, sitúate en un lugar oculto y presiona con dos dedos, ambos lados de esta moneda. Procura que no te vea nadie.

Mientras hablaba la había llevado hasta la cabina y la hizo entrar.

Sin esperar respuesta, se acercó a una máquina y pulsó varios botones. Eva vio que la puerta se abría y entraba otra de sus compañeras, sintió un leve mareo que le hizo apoyar ambas manos en los lados de la cabina y la escena cambió y se convirtió en una habitación paredes desnudas y sin muebles, donde había una hermosa mujer.

Se acercó rápidamente para sujetarla.

-¿Estás bien? –Le preguntó.

-Sí, sí. Sólo ha sido un pequeño mareo.

-Es normal las primeras veces. Pronto te acostumbrarás y no sentirás nada. Ahora sígueme.

Cuando salieron a la calle, Eva se extrañó que estuviese anocheciendo, pero no dijo nada.  Cuando pudo ver bien a su anfitriona, le extrañó que, siendo una belleza, no fuese ella a ver al jeque, y así se lo dijo.

-Gracias, pero yo ya pasé por esto y ya no puedo volver. El jeque quiere mujeres de una sola vez.

-¿Qué tengo que hacer?

-Sé tú misma. Compórtate como si estuvieses con tu marido, o mejor con tu amante.  No actúes como una puta y añade algo de recato (no mucho) a tus actos.

-¿Cómo me entenderé con él? No hablo ningún idioma

-Habla español perfectamente. Estudió un par de carreras en Madrid, por lo que habla español perfectamente y ahí adquirió la costumbre de follarse a españolas, a ser posible recién casadas o con poco uso. Bueno. También le gustan de otros países. Estuvo estudiando en muchos sitios, hasta que su padre le llamó a su lado cuando vio que le quedaba poca vida.

Fueron en un coche lujoso y antiguo, cuya marca desconocía porque no sabía nada de coches, pero que parecía recién salido de la fábrica, hasta las puertas de un palacio que daban paso al interior de un recinto delimitado por altos muros.

Bajó sola del vehículo y se acercó a las puertas, una de las cuales se abrió al acercarse.  Un lacayo le hizo señas para que lo siguiese, llevándola a una estancia donde la dejó esperando. Un buen rato después, apareció de entre unas cortinas un árabe con una bonita chilaba, adornada con hilos de oro haciendo figuras.

La tomó de la mano y dijo:

-Soy Hamamad bin Talal al-Saul. Puedes llamarme Hammad. Y tú ¿cómo te llamas?

-Eva –Contestó tímidamente.

-Humm. Un nombre muy cristiano.  ¿De dónde eres, Eva?

-Es… Española.

-¿Estás casada?

Y siguieron una serie de preguntas sobre su vida, que pudo contestar a satisfacción del jeque.

Sin soltar su mano, dio un suave tirón para hacerla andar a su lado, pasando a otra estancia donde había dispuesta una mesa baja repleta de manjares de todo tipo.

La hizo sentarse en un cojín bajo y él se sentó sobre varios más altos. Con eso su cabeza quedaba muy por encima de la de ella.

El jeque iba tomando las viandas con su mano, les daba un bocado y depositaba el resto a la boca de ella, que degustaba con placer. Pese a las connotaciones que pudiese tener, ella se sentía que la trataba como a una princesa. Como nadie la había tratado hasta entonces. Ni siquiera su marido en los mejores momentos

No quiso comer mucho, no fuera a sentarle mal el exceso de comida, además de que hacía poco que había desayunado.  Cuando el jeque dio por terminada la cena, se levantó y le tendió la mano para levantarse. La llevó a sus aposentos, donde había una enorme cama, si podía llamarse así.  Era una enorme y grueso colchón, de unos 3x2 metros, lleno de cojines de complicados diseños.

La habitación estaba decorada con diversos objetos y figuras en oro y plata con piedras preciosas incrustadas.

-Es una habitación preciosa, Hammad, y denota gran riqueza y poder.

-Gracias, me alegra que te guste…

Eva se detuvo junto a la cama, impresionada, y el jeque se giró hacia ella, pasó su mano por la nuca y se inclinó sobre sus labios para darle un largo y profundo beso. Su lengua buscó la de ella y ambas se encontraron durante unos interminables segundos. Luego, con extrema delicadeza la pasó acariciando sus labios.

Eva temblaba como si fuese una inocente muchachita.         Hammad lo notó y le complació sentirla como un corderito ante el lobo. O como una virgen ante un sátiro.

Llevó su mano al broche que cerraba el vestido  tras su nuca, abriéndolo y dejándolo caer a los pies y quedando totalmente desnuda, al no llevar nada debajo.

El jeque la miró complacido.

-Eres muy hermosa Eva.

-Muchas gracias Hammad. –Se llenó de orgullo ante estas palabras. Se sentía hermosa. Más incluso: se sentía arrebatadora. Algo que antes ni siquiera había soñado. Un auténtico jeque árabe que tenía todas las mujeres que podía desear, le acababa de decir que era hermosa.

-Pero te falta algo. –Le dijo, volviéndose de espaldas.

El corazón se le subió a la garganta al escucharlo. No le gustaba y todo se había ido al traste. Cuando volviese sería castigada duramente.

El jeque se giró antes de que ella abriese la boca, mostrando en sus manos una caja que contenía un collar con un brillante central y varias tiras de brillantes más pequeños.

-Esto.

Se acercó a ella, puso la caja en sus manos, que temblaban, al igual que toda ella. Él tomó la joya y se la puso al cuello, volviendo a besarla.

Tras esto, presionó sobre sus hombros haciéndola arrodillarse ante él. Él mismo se levantó la túnica, mostrando su enhiesta polla, delgada pero muy larga, y siguió quitándose la prenda al tiempo que decía:

-¡Chúpamela!

Eva se puso a ello con todo su saber, aprendido en los últimos días.  Con las manos a la espalda, lamió toda la extensión llenándola bien de saliva, se entretuvo en rodear el  borde del glande con la lengua y darle pequeños golpecitos con ella.

El jeque gimió de placer, pidiéndole que siguiera.

-MMMMMMM. Sigue así. Sí. Sigue así. Y mastúrbate mientras me la chupas.

-Me podré correr, señor.

-Sí. Me gusta que mis  mujeres disfruten.

Y ella continuó ensalivando bien todo el tronco, hasta que él puso las manos sobre su cabeza, momento en que se metió el glande en la boca. Intercambiaba entre chupadas y lamidas, hasta que el jeque le fue dando indicaciones de lo que quería. Al mismo tiempo, su mano en el coño se movía frenética.

Se la estuvo mamando hasta dolerle la boca y las mandíbulas y, casi a punto de desfallecer, el jeque anunció que se corría.  Ella no se retiró, sino que se metió la polla lo más profundo que pudo y recibió toda la corrida.

-Eso es. Trágate todo. –Le decía mientras iba soltando chorros de lefa.

Cuando acabó su corrida, Eva no se podía levantar. Cinco orgasmos la habían dejado sin fuerzas. Él la levantó tomándola de las manos y la hizo recostar en el lecho.  Repartió almohadas a su lado y bajo su cuerpo, y sobre todo bajo su culo, dejando su pelvis en alto.  Luego se arrodilló entre sus piernas y se puso a lamer su enrojecida vulva.

Gracias a las substancias añadidas a las comidas, en segundos estaba de nuevo encendida.  Su coño soltaba líquidos sin parar que el jeque bebía con gusto, mientras pasaba la lengua por el borde de los labios  y rodeaba el clítoris con ella.

Quería dejarse llevar y tener un nuevo orgasmo, pero no sabía si podía o tenía que pedir autorización. Mientras tanto, ese hombre le estaba haciendo sentir todas las sensaciones que su coño podía dar. Exprimía el placer como quien exprime una fruta madura y ella se estaba licuando como tal.

Por fin, no pudo más y preguntó:

-¿Puedo correrme, señor?

Él se separó lo justo para decir:

-Córrete todo lo que quieras.

Nada más decirlo, se dejó llevar y estalló en un    intenso y largo orgasmo.

-SIIII. MI SEÑOR, NO SE DETENGAAAAA.

El jeque siguió comiéndole el coño, pero ahora añadió un dedo penetrándola y haciéndola sentir algo que ni en los días de preparación había sentido.  Un placer intenso en su interior, que aumentó al añadirle un segundo dedo.

En la estancia se oían solamente el gemido de placer de ella, la respiración de él y el fuerte chapoteo de los dedos en el coño.

Cuando estaba a punto de correrse de nuevo, el hombre se incorporó, pudiendo ver que estaba totalmente empalmado de nuevo, acercó la polla a la entrada de su coño y se la metió de golpe. La posición, con los almohadones bajo el culo, facilitaba la penetración en profundidad y la larga polla del jeque entró hasta el fondo, llegando a golpear el cuello del útero.

A caballo entre la molestia y el placer Eva empezó a disfrutar de la follada. Cruzó sus piernas sobre la espalda de él y presionaba con ellas cuando se la metía lentamente, para sentirla más a fondo.

Sin soltarse del abrazo, intentó darse la vuelta para colocarse encima y poder moverse más rápido  con el fin de poder correrse, pero él no lo consintió y la hizo permanecer debajo, mientras su pistón entraba y salía recorriendo el cilindro que intentaba aprisionarlo con sus contracciones.

Por fin, el jeque aceleró sus movimientos.  Cada vez eran más fuertes los gemidos de ambos hasta que Eva se corrió con un fuerte grito y el jeque la siguió, prolongando su orgasmo al sentir su corrida.

-AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH  Me corrroooo.  Señooooor  me corrroooo.

-SIIII.  Toma también mi esencia AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH

Cuando terminó su orgasmo, el jeque cayó a su lado y la acarició por cara y cuerpo, mientras le decía:

-Cristiana, eres de lo mejor que me he follado nunca.

Y seguidamente cayeron ambos dormidos.

Al jeque le despertó una extraña sensación de humedad en su polla.  Enseguida se dio cuenta de que era Eva haciéndole una mamada. La hizo darse la vuelta y se la puso encima para hacer un 69. Le extrañó sentir su coño tan mojado y deseoso, pero se aplicó a lamerlo, metiendo su lengua dentro todo lo que podía y bajando hasta su clítoris para chuparlo y lamerlo.

La boca de Eva era la funda perfecta para la polla del jeque.  Se la metía hasta la garganta y presionaba con la lengua, la mantenía unos segundos y volvía a sacarla, sin dejar de presionar con el suave roce de la lengua hasta que llegaba al capullo.

El jeque estaba en la gloria.  Metió dos dedos en el coño y siguió con la lengua en el clítoris, sintiendo cómo en un momento, ella alcanzaba un fuerte orgasmo.  Cuando vio que había acabado, sacó los dedos  del coño y se los metió en el ano.

-Oooohhhhh.  Siiiii.  Mi señor, me encanta lo que me está haciendo.

La hizo moverse  para quedar a cuatro patas delante de él, se la metió varias veces en la fuente en la que se había convertido su coño y la apoyó en la entrada de su ano.  Ella dejó pasar la punta y apretó el esfínter para el resto, como le habían enseñado.

-Hummmmmm.  ¿Es la primera vez que te la meten por aquí, cristiana?

-Sí, mi señor. Mi marido lo intentó pero me hacía mucho daño. No como usted, que lo hace tan suave que casi no noto dolor. –Era lo que les habían dicho que dijesen la primera vez que les diesen por el culo.

El jeque, orgulloso de ser el “primero” en horadar ese agujero, la folló con ganas, dándole dos nuevos orgasmos antes de llenarle el culo con su corrida.

Cuando se recuperó, se levantó de la cama, tomó una bolsa de la mesita contigua, y sacó unas monedas de oro que depositó junto a ella.

-Te has portado muy bien y me has hecho disfrutar mucho.  Sirva esto como reconocimiento.

-Pero… Mi señor, esto es demasiado, anoche ya me disteis el collar…

-Calla y acepta lo que te doy.  Ahora te traerán algo de comer. Descansa, báñate o haz lo que quieras. Cuando desees irte, un vehículo te estará esperando en la puerta.

Y sin más, desnudo como estaba, se marchó.

Al momento entraron dos doncellas con sendas bandejas de comida y bebida que comió con ganas. Luego manifestó su deseo de bañarse y la llevaron a un enorme baño, más bien una piscina, donde llegó desnuda y fue metiéndose en el agua por una serie de escalones que penetraban hasta el fondo, sintiendo que estaba a una temperatura ideal.

Ambas sirvientas se desnudaron y entraron con ella, lavando su cuerpo  con finos jabones y limpiando su coño y culo con otros especiales.  Como no podía ser menos, la droga que les daban hizo su efecto y al momento estaba más que excitada.

Las doncellas la hicieron sentarse en el primer escalón, y mientras una llevaba su boca a los pezones, la otra iba directa a su coño, intentando meter un dedo, pero al ver que se lo absorbía como una aspiradora, metió tres y puso sus labios sobre el clítoris.

Lanzó un fuerte gemido, que fue neutralizado por los labios y lengua de la otra en su boca, mientras su mano seguía frotando y presionando sus pezones.  Con un par de orgasmos a su favor, las doncellas pudieron terminar de dejarle limpios el coño y ano.

Cuando terminaron, la ayudaron a vestirse y recoger el collar y las monedas. Cuando estaba lista para salir, preguntó la hora, anunciándole que eran poco más de las doce del mediodía.

Al salir, como había dicho el jeque, había un coche que la llevó a su destino, el lugar de donde había salido.  Allí la mujer que la había acompañado el día anterior, la situó en un lugar concreto de la habitación y tras un ligero mareo, apareció en la sala de partida.  Aún le dio tiempo a ver que en el cilindro de salida se encontraba la muchacha que entraba en la sala cuando ella partió y que al instante desapareció.

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