Viajando en el el tiempo 3
Eva sigue aprendiendo a hacer lo que se espera de ella y mientras, van arreglando su cuerpo y preparan su ano.
Gracias a flota19 y juliosan por vuestros comentarios. También a agueybana que comenta relatos anteriores.
Final del capítulo anterior:
-¿Desea repetir, señor?
-¿Quieres que lo haga?
-Sí, señor.
-Te complaceré. Ahora practicarás con otra polla distinta.
Hizo una seña a otro compañero, que Eva no vio, y éste se acercó y lo sustituyó, clavando la polla de golpe en el ansioso coño de ella.
-Mmmmmmmmm.
No pudo evitar soltar un nuevo gemido de dolor. La polla que la perforaba ahora era más delgada que la del otro, pero, sin haber chocado los muslos con su culo, ya sentía como si le fuera a sacar el útero por la boca.
Tras la primera impresión, se dio cuenta de que ahora le iba a ser un poco más difícil aplicar la técnica aprendida. Al ser la polla más delgada, se obligaba a contraer más el anillo pélvico.
Tardó un poco y le costó algunos azotes, pero, por fin, consiguió que su follador disfrutase, que a ella dejase de molestarle los golpes en su cérvix y que volviese a sentir su cuerpo chocar contra su culo.
Con su coño adaptado al nuevo tamaño, volvió a recibir las sensaciones placenteras que la acercaban a su orgasmo. Éste le fue negado cuando lo pidió y el acto se convirtió en un suplicio, a medias entre el placer y el esfuerzo para no correrse.
Para colmo, su amante resultó tener un aguante increíble, lo que hacía interminable el suplicio. No se atrevió a pedir más de un permiso, por miedo al castigo, y cuando ya desesperaba porque el coño empezaba a irritársele y temía que su orgasmo se le iba a disparar sin poderlo contener, sintió que el hombre se corría, al escuchar sus bufidos y convertirse las penetraciones en clavadas profundas, con breves retenciones para dar salida a su corrida.
-Señor, no me he corrido.
El hombre no dijo nada. Sintió cómo se alejaba y cómo alguien, o él mismo, volvía enseguida. No le dio tiempo a nada. De repente, sintió el fuerte golpe de algo plano en su ya dolorido culo.
-AAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYY.
-Eran cinco golpes de paleta, pero con este grito, serán seis, y no te olvides la cuenta. –Oyó que le decía su entrenador.
Cuando terminaron los seis golpes contados y agradecidos, procedió a soltarla de los enganches. En el suelo, donde había estado su cabeza, había un charco de babas, mocos y lágrimas. Su excitación se había esfumado y no se tenía en pie.
Sujeta entre otras dos que no habían sido castigadas, fueron llevadas a otra estancia donde pudo contar hasta veinte celdas en las paredes de la derecha y otras tantas a la izquierda de la entrada, consistentes en una pared al fondo, donde se sujetaba un tablero con colchoneta que hacía de cama, dos paredes de barrotes, una a cada lado y otra al frente, con una puerta, también de barrotes, que estaba abierta.
En el centro, una larga mesa con bancos a ambos lados. Uno de ellos estaba casi completo con quince muchachas desnudas y ataviadas con enganches como ella, que las recibieron con sonrisas pero en silencio.
Una vez sentadas todas, salieron los instructores y, al tiempo que se cerraba la puerta, se abrió un ventanuco donde había una serie de cuencos de plástico. Una de las que ya estaban allí, se levantó y fue llevando un cuenco a cada una de ellas. Alguna de las nuevas intentó levantarse, pero fue retenida por la que tenía enfrente.
Cuando todas estuvieron servidas, las veteranas informaron de que ya podían hablar. Les fueron informando del funcionamiento de todo. Cada día una quedaba de vigilante día y noche, dos de camareras y las demás debían dedicarse al aprendizaje o a realizar los servicios que les manden. Una más debía dedicarse a atender al amo. Las designaciones se les decían a la hora del desayuno.
La vigilante tenía como misión controlar que todo estuviese bien y atender las necesidades de todas. Las camareras se encargaban de la limpieza de jaulas, sala y baños, además de servir la mesa en las cinco comidas que hacían y comprobar que no dejaban nada en el bol.
Cada comida era un puré como el que tenían delante en bol de plástico para evitar problemas. El bol era lo suficientemente amplio para que pudiesen comer directamente en él o utilizar los dedos.
Estaba prohibido dejar comida en el bol.
-Hola, me llamo Isabel. ¿Y tú? – Dijo la compañera que tenía delante
-Eva. -Contestó
-¿De qué año eres? –Siguió preguntando
-Yo nací el 20 de marzo de 1993. ¿Por qué lo preguntas?
-No, me refiero el año que era cuando te secuestraron.
-¿El año?... Cuál va a ser, el actual, 2017. O es que nos han tenido hibernadas varios años.
-No, qué va. Todo lo contrario. Parece ser que pueden trasladarse en el tiempo y recogen mujeres de distintos años. Algunas para las pruebas de sus máquinas, y todas para hacer de putas a grandes magnates, sobre todo árabes. Con ello financian sus experimentos.
-Eso es una tontería. No se puede viajar en el tiempo. –Afirmó Eva.
-Pues no se podrá, pero a mí me secuestraron hace un año, en el 2021. Esa, -señalando a otra que estaba dos puestos más lejos- es del 2010 y lleva aquí seis meses. Está prohibido bajo castigos durísimos o la propia muerte, hablar de nuestras vidas y de nuestras épocas.
-Dios mío, ¿y qué hacen cuando ya estamos entrenadas? Nos venden, nos matan…
-No. No. Nos rentabilizan durante unos años y luego dicen que nos devuelven a nuestra época, pero eso no lo tenemos seguro. Lo cierto es que después de ser informadas, desaparecen de aquí y son sustituidas por otras. Ayer liberaron a cinco y hace unos días a once, que hoy habéis sido sustituidas.
-¿Nos torturan mucho?
-Depende de lo que entiendas por tortura. Al principio, los castigos se producen por la más mínima desobediencia o solamente por la duda de que hayas podido cometer una falta. Luego son más condescendientes y solamente te castigan si haces algo grave.
Es una forma de educarnos para ser obedientes y no causar problemas. Si haces lo que te digan sin poner reparos, no te castigarán.
Por lo demás, añaden algo a nuestras comidas que nos mantiene excitadas todo el día. Nos follan por cualquier agujero a cualquier hora. Tenemos que estar siempre totalmente limpias.
Si no te lo han hecho ya, nos ponen algo que bloquea la producción de óvulos y anula la regla. Parece ser que cuando nos liberan, nos lo retiran.
Y añadió.
-¿Te han follado el culo a menudo?
-No, a menudo no. Alguna vez mi marido lo ha hecho, pero he intentado negarme siempre porque me hacía mucho daño.
-Pues te aconsejo que utilices dilatadores anales desde ahora mismo. Aquí te la van a meter quieras o no, y algunos tienen pollas de caballo. Entrénate también para meterte las pollas hasta la garganta. Y un consejo: cuando se corran en tu boca, trágatelo todo si no te dicen que lo retengas. Los castigos por escupirlo o apartarse durante la corrida, son terribles.
Eva cada vez se angustiaba más con lo que oía. Al terminar la comida, la vigilante reunió a las castigadas y les fue esparciendo por las heridas una pomada cicatrizante y ligeramente anestésica. Luego pidió un dilatador anal y le probaron varios hasta que dieron con el que necesitaba. También le dieron un pene de goma, muy similar uno real, para que entrenase la profundidad de su boca.
Después de comer, retiraron a las que tenían que hacer algún servicio y a las demás las llevaron a una sala de audiovisuales, en las que se les enseñaba, con todo tipo de detalles en imágenes y explicaciones, cómo hacer felaciones perfectas, cómo dar placer en las penetraciones anales y vaginales y cómo comportarse ante un cliente. Su compañera le aconsejó que llevase el plug y el pene.
Estos vídeos eran siempre los mismos y tenían la obligación de verlos y escucharlos, mientras los vigilantes rodeaban la sala para controlar que nadie perdiese la atención.
Desde el sitio donde se encontraba Eva, pudo ver de reojo unos movimientos extraños en la que había sido su compañera de mesa. Tenía las piernas totalmente abiertas, con el culo echado hacia adelante y parecía que tenía uno o dos dedos en su ano y otros tantos en su coño.
Su mano se movía metiendo y sacándolos, mientras con la otra mano frotaba su clítoris con fuerza. De vez en cuando, cerraba las piernas y soplaba, pero todo sin dejar de mirar a la pantalla. También descubrió que no era la única. Por la sala se oían gemidos, algún gritito y movimientos por las filas. Observó que las dos veteranas que había delante de ella, tenían los brazos cruzados de un cuerpo al otro y se estaban masturbando mutuamente.
Estas escenas excitaban a Eva, a la que todavía no se le había pasado la calentura de antes, y a la que se añadían las sensaciones que le producía el plug anal que llevaba. Durante las escenas de felaciones, aprovechó para meterse el pene de goma en la boca e intentar llegar a meterlo completamente, como se veía en las imágenes.
Seguía al pie de la letra las explicaciones, pero no era suficiente y el pene no entraba completo, si bien era cierto que cada vez entraba un poco más.
Dos horas después de comenzar la repetitiva y doctrinante sesión, las volvieron a llevar a las celdas, donde les dieron un nuevo puré, con sabor distinto al de la comida y Eva supo que tenían otras dos horas para hacer lo que quisieran: embellecer su cuerpo, ducharse, hablar o hacer el amor entre ellas, por ejemplo.
Eva nunca había estado con una mujer, y hablar de ello le parecía un tema tabú, por lo que, cuando su compañera le preguntó si había hecho el amor con otra, se puso totalmente roja y balbuceó unos casi ininteligibles “no”, “no”.
Por suerte, su compañera supo ver la razón de sus reticencias y llevarla a una de las celdas, donde le aconsejó que se dejase hacer y aprendiese, porque le iba a tocar hacerlo muchas veces y debería hacerlo bien.
Dentro de la celda, la abrazó y acercó sus labios a los de ella, pero Eva retiró la cara mirando a todas las que se encontraban en la sala y que podían verlas a través de las rejas.
-No te preocupes por las demás. Cada una está a lo suyo y no se preocupan por las otras. Como puedes ver, ya hay varias en situación más adelantada que nosotras. Pero no quiero obligarte. Acuéstate boca abajo y te daré un masaje con una crema hidratante que te vendrá muy bien para esos latigazos.
Frente a la puerta de entrada, estaban los baños. A un lado 40 duchas, al otro 40 inodoros con cánula para la limpieza anal, y junto a la entrada de los baños, una puerta que era un armario donde había todo tipo de maquillajes y cremas, todos ellos en recipientes de plástico.
Isabel tomó uno de los frascos y volvió junto a Eva, que ya estaba preparada. Tras recogerle el pelo, vertió la crema en sus manos y empezó frotando su cuello y hombros en un suave masaje, omoplatos y cintura también recibieron la suave caricia que hizo ronronear a Eva.
Poco a poco los fue extendiendo a los laterales, rozando sus pechos, y a su culo. Cambió a sus pies y fue subiendo por sus muslos hasta llegar de nuevo a su culo. Prestó especial atención a sus muslos y la zona de las ingles.
Eva fue separando poco a poco las piernas, buscando el roce en su zona íntima, de esas manos que recorrían su cuerpo.
Isabel la hizo darse la vuelta para aplicar la crema por delante, volviendo a comenzar por su cuello. Bajó hasta sus pechos, sin llegar a tocar sus pezones, duros como piedras. Bajó por su vientre y continuó por su pelvis y piernas.
Subió nuevamente por el mismo camino, pero esta vez acarició sus pezones, al tiempo que se inclinaba sobre su boca para besarla. Eva volvió la cara para mirar lo que hacían las demás.
Isabel subió una mano para tomarla de la barbilla, y girar la cara hacia ella, depositando un suave beso en sus labios, para luego abrirlos y besarla en profundidad. Eva, cada vez más excitada, respondió al beso con pasión.
Siguieron besándose, alternando unas veces con intensidad y otras tiernamente, hasta que Isabel sintió que ella estaba totalmente entregada, entonces empezó a meterle mano sobre su pubis, a lo que Eva respondió interrumpiendo el beso y girando la cabeza para emitir un gemido al tiempo que tensaba su cuerpo.
Isabel se desplazó para lamer los pezones que se le ofrecían enhiestos y duros. Las tetas de Eva eran hermosas, de grandes pezones oscuros en el centro de unas aréolas también oscuras y bien proporcionadas en unos pechos que escapaban ligeramente de las manos al ser abarcados.
Eva perdió su timidez y repulsa, alargando sus manos y posándolas sobre las tetas de Isabel. Eran grandes y bonitas también. Acarició los pezones suavemente, deseando lamerlos como ella hacía con los suyos, haciendo llegar a su cerebro una serie de sensaciones de placer que humedecían su vagina y la hacían revolverse y agitarse en el camastro.
Los pechos de Isabel escaparon de sus manos cuando ésta comenzó a bajar lamiendo y besando su cuerpo. Su respiración iba agitándose cada vez más. Sabía lo que se avecinaba. Lo había visto muchas veces en las películas porno que alquilaba su marido y que se las obligaba ver a su lado, unas veces pajeándolo despacio, otras chupándosela o metiéndole mano a ella, pero este nunca se lo había hecho y ella no se atrevía a pedírselo.
Imaginaba que iba a ser placentero. Lo que había visto así parecía indicarlo, a tenor de lo que reflejaban las mujeres receptoras de esas caricias, pero Isabel no fue directa a su botón de placer. Separó con calma los pelos que poblaban su coño y recorrió con la lengua los bordes de su vulva.
Eva se movía para intentar llevar esa lengua a su excitado clítoris, pero Isabel lo evitaba. Por fin, Isabel se colocó sobre Eva en un 69 y aproximó su coño chorreante a su cara. Siguió jugando con los pelitos y el borde de su vulva, hasta que Eva entendió lo que quería de ella. También lo había visto en alguna película donde dos mujeres hacían el amor.
Empezó a pasar tímidamente la punta de la lengua por los bordes. Su nariz se impregnó del aroma a sexo excitado y su lengua saboreó la humedad que lo impregnaba. Le resultó agradable y siguió con el recorrido de su lengua, hasta que chocó con el prominente clítoris, hinchado ya por las manipulaciones anteriores.
Isabel, al comprobar que ya se había enterado de lo que tenía que hacer, atacó su clítoris con rápidos roces de lengua que la hicieron arquear su cuerpo por el latigazo de placer. Eva, consciente de su papel, repitió en Isabel lo mismo, pero ésta, bajó su pelvis para presionar su clítoris y frotarlo contra la lengua y estalló en una fenomenal corrida.
Gracias al excitante que les suministraban, nada más correrse, Isabel, pidió a Eva que no parase, que siguiese comiéndole el coño. Por su parte, le metió primero un dedo y luego dos, haciendo que Eva se retorciese de placer.
Todo era chupar clítoris y follar con los dedos por ambas partes. Los coños estaban totalmente empapados. Eran ríos de líquido. Ambas se corrieron a la vez. Eva pensó que era el mejor orgasmo de su vida, pero no fue el último. Cambiaron varias veces de posición y se hicieron de todo. Eva alcanzó cinco orgasmos y terminaron ahí porque dieron la hora de acostarse.
Le costó conciliar el sueño. A ratos se despertaba excitada y tenía que masturbarse para quedar tranquila. Estaba asustada, pues nunca le había pasado eso, encontrarse tan excitada en todo momento y necesitar tanto sexo y encima que resultase tan placentero.
Por suerte les asignaban diez horas para dormir, y cuando las despertaron, se encontraba bastante descansada. Les daban diez minutos para ir al baño y luego hizo lo que todas, sentarse a la mesa para tomarse su bol de desayuno, consistente en un nuevo puré de sabor distinto a los demás. Tras el desayuno, tiempo para ducharse, masturbarse y limpiarse por fuera y por dentro,
Luego las sacaron al gimnasio, excepto a Eva y otras, que volvieron a llevarlas a la sala de las máquinas reparadoras.
Otra vez dolor y pinchazos en su pierna dañada y al terminar nueva sesión en otra máquina con los ojos vendados donde no hubo dolor. Las visitas se sucedieron a lo largo de casi un mes y las máquinas trabajaron intensa mente con ella.
El último día, cuando salió de allí en dirección al gimnasio, se dio cuenta de que ya no cojeaba desde hacía días y cuando volvió a ponerse las gafas, se las tuvo que quitar porque no veía nada.
Le enseñaron y obligaron a hacer distintos ejercicios para abrir las piernas al máximo tanto hacia los lados como hacia adelante, a correr en una cinta y ejercicios para mejorar el busto. Nuevamente se las veía excitadas. Por sus piernas discurrían hilos de humedad que iban a terminar en el suelo.
Más tarde las volvieron a llevar a sus celdas para comer algo y seguido ir a la sala de entrenamientos.
Allí volvieron a hacerla apoyarse sobre los mismos tubos donde fue castigada el día anterior, las piernas bien abiertas y las manos agarrando los tubos delanteros, con orden de no moverse para nada. No veía lo que ocurría en la sala porque estaba de frente a una pared.
El coño le picaba y la ansiedad por ser penetrada cada vez era mayor, pero no se atrevía a hacer el menor movimiento no fuesen a castigarla. Varios minutos después, sintió a alguien detrás suyo, y unos segundos después, una polla grande y dura entraba en su coño hasta lo más profundo, haciéndole soltar un apagado gemido de placer.
La polla estuvo entrando y saliendo de su coño durante un rato, manteniéndola bastante excitada. Era la polla gorda del día anterior u otra similar.
-¡Córrete! ¡Ahora!
Le dijo su entrenador, pero a ella le costó unos segundos conseguir que le llegase el orgasmo, por eso su entrenador se cabreó, se retiró y volvió con una paleta.
-Cuando te digan que te corras, debes correrte de inmediato y no se te ocurra fingirlo porque el castigo es el triple que el no correrte.
Y seguidamente comenzó a darle con la paleta tres golpes en cada lado de su culo, contando y agradeciendo como ya era costumbre. Luego volvió a clavársela y siguió con un lento mete-saca que enseguida la puso a las puertas del cielo.
Volvía a sentir su coño lleno cuando la metía hasta el fondo y la sensación de vacío cuando la sacaba. Aguantaba los gemidos de placer que le producía tan gorda polla, a pesar del dolor que tenía en el culo.
-¡Córrete! ¡Ahora! – Le volvió a decir.
Y esta vez su orgasmo fue inmediato y las contracciones en su coño fueron notadas perfectamente por su entrenador, que procedió a retirarse e hizo girar la plataforma, pudiendo ver ahora lo que hacían las demás y la polla de su entrenador.
Este no perdió el tiempo. Se quitó el preservativo y colocó el glande empujando sus labios. Eva hizo lo que había visto el día anterior en los vídeos. Sacó su lengua y lamió el glande durante el tiempo que le permitió su entrenador, pues al no poder moverse, no podía desarrollar todo lo que había visto.
Sin embargo, cuando empezó a follarle la boca, aún pudo ajustar la lengua un poco, pero era demasiado gruesa y no le entraba entera. Tras varios intentos fallidos, su entrenador fue a un armario cercano y volvió con una fusta.
-Vamos a ver si con esto hacemos que entre entera. –Le dijo
Volvió a metérsela en la boca haciendo presión. Cuando hacía tope, presionaba su cabeza con una mano y le daba unos golpes con la fusta en espalda y culo. Poco a poco, milímetro a milímetro y golpe a golpe fue entrando hasta que la tuvo toda dentro. La mantuvo unos segundos y volvió a sacarla, provocándole arcadas y expulsiones de babas y saliva.
La prueba la repitieron varias veces, hasta que su entrenador quedó satisfecho con la profundidad. Entonces dejó que le hiciese una mamada como le habían enseñado, alternando lamidas en el glande y penetraciones completas.
Poco después le sujetó la cabeza con ambas manos y comenzó a follarla con mayor rapidez. Eva supo que se avecinaba el momento de su corrida y se dispuso a tragarlo todo.
Por fin, con una penetración profunda, le vació los huevos en la garganta, casi directamente al estómago, en una abundante corrida que ella intentó y consiguió que no se le escapase nada. Cuando termino, ella misma se esmeró en dejársela totalmente limpia.
-Muy bien. Vas progresando muy bien. –Le dijo al separarse, al tiempo que le acariciaba la cabeza.
Eva se sintió como un perro al que su amo le hace una carantoña cuando le trae de vuelta el palito.
En ese momento se acabó el tiempo de entrenamiento y volvieron todas a las celdas para comer. Luego el curso audiovisual, donde, entonces sí, Isabel y Eva juntas, se masturbaron mutuamente, alcanzando ricos orgasmos.
Después de la cena, siguieron con sus juegos, con dedos en coño y ano y disfrutando de orgasmos encadenados.
Al día siguiente, la misma rutina del día anterior: desayuno y limpieza. Cuando las llevaron al gimnasio, volvieron a llevarla a la sala de máquinas. La colocaron y sujetaron sobre una plataforma, luego le colocaron un gotero, le metieron una sonda gástrica y otra a la vejiga.
Luego la metieron en un cilindro que giraba alrededor de ella y que iba soltando finos rayos laser en sus caderas, muslos y tripa, al tiempo que tanto el gotero como la sonda gástrica iban introduciendo líquido en su cuerpo.
Esta vez estuvo algo más de tiempo. Cuando le estaban quitando todo, dijo uno de los vigilantes:
-Llamad al paquidermo para la prueba de reconstrucción celular.
Eva pensó que ya habían terminado y dio gracias en silencio por ello, las sondas le habían irritado la garganta y el meato urinario. Esperaba que se le calmase en el gimnasio.
Pero no la sacaron de allí, sino que la colocaron sobre un caballete de los utilizados para confeccionar mesas con tableros, y le ataron las manos y pies a las patas.
Poco después entró otro de los vigilantes, creándose una alegre algarabía entre los que estaban esperando:
-Venga, que tienes que hacer lo que más te gusta y tenemos prisa. –Dijo una voz.
-Rómpele el culo como tú sabes. –Dijo otra voz.
Otras voces comentaron más cosas que Eva no entendió. Lo que sí entendió fue que le metieron una buena porción de crema por el ano y que un grueso dedo entraba y salía de él. Sintió una nueva aplicación de crema y la dolorosa entrada dos dedos, también de buen grosor, con los que también estuvieron follándoselo un rato.
Pero lo peor vino después. Una nueva aplicación de crema precedió a una fuerte presión de algo tremendamente grueso. Pensó que era un grueso pepino o un calabacín grande. Un fuerte empujón que llegó a mover el caballete sobre el que se encontraba y al que habían colocado delante unos grandes pesos para evitar el desplazamiento.
-AAAAAAAAAAAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY.
El alarido tuvo que oírse en todos los lugares. Le habían metido un trozo en su ano, que gracias a la lubricación, creyó que había entrado entero. Sentía su ano invadido por algo enorme. Sentía el desgarro que debía haberse producido. Sentía la tremenda y forzada apertura que sufría.
Durante unos segundos, casi un minuto, no lo movieron. Su dolor sobrepasaba cualquiera que hubiese sentido antes. Probablemente, más que los del parto, en el que, al final, le pusieron la epidural.
Tras varios empujones y un dolor inenarrable, por fin oyó un comentario:
-Ya ha entrado la punta. Ahora vamos con el resto.
Mientras le colocaban una bola mordaza para atenuar sus gritos, otro tremendo latigazo de dolor le llegó desde su ano. Su grito quedó medio apagado por la mordaza, todavía no colocada correctamente.
-Ya tengo la mitad dentro. –Oyó decir como entre nubes.
No entendió el significado. Su atención estaba entrada en el incremento de dolor en su ano, el dolor de tripas que le producía al comprimir el aire que le había entrado en las manipulaciones, y la sensación de tener algo tan enorme dentro.
Un tercer empujón, segundos después, le hizo perder el conocimiento durante unos segundos. La despertó el dolorosísimo movimiento de entrada y salida.
-Venga, deja eso que tenemos que continuar.-Dijo alguien
Eva sintió como si le sacaran las entrañas por el culo, seguido de dolor y una sensación de vacío. Su sodomizador se desplazó hasta situarse a su lado, mientras oía una silla desplazarse con sus ruedecillas y unas manos enguantadas en látex que tocaban su culo con suavidad, pero causándole gran dolor.
Al mirar de reojo pensó que tenía alucinaciones. La polla que la había enculado era como el brazo de un deportista de halterofilia. Debía haberle reventado el culo del tal forma que dudaba que pudiese contener las excreciones en el futuro. Las palabras de quién estaba detrás se lo confirmaron.
-Habrá que dar entre siete y diez puntos por lo menos.
-Yo creo que más. –Dijo otro. – ¿Le ponemos anestesia local?
-No, si lo hacemos, podríamos viciar los resultados de la siguiente enculada…
¡Dios mío! –Pensó- Van a volver a hacerlo. No podré aguantarlo.
Estuvieron poniéndole puntos un buen rato. Dolía la aguja, dolía la herida y dolía el ano. Cuando terminaron, pidieron el láser. Ella no lo vio, pero llevaron un aparato que colocaron apuntando a su culo y empezó a sentir cosquilleo y pronto mucho calor. Todo esto consiguió que el dolor bajase a una fuerte molestia.
Al poco sintió que le retiraban los puntos, le aplicaban un líquido que le producía escozor y seguidamente más crema en el ano con un dedo que la extendía por dentro y por fuera, sin que le produjese dolor.
Sacaron el dedo y metieron tres de golpe y la follaron con ellos. Le resultó muy molesto pero soportable, incluso volvió la excitación a su coño. La entrada de un cuarto dedo ya empezó a producirle daño. De repente, el animal que tenía a su lado se movió, los dedos salieron de su culo y fueron sustituidos por la monumental polla.
-MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMM.
Fue el alarido apagado por la mordaza.
-Joder. Es difícil esta puta. Por lo menos esta vez, le ha entrado la cabeza.
Y tras una ligera detención, prosiguió con la entrada.
-MM MM MMMMMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMM.
Ya tenía la mitad.
-Ya parece que le gusta. Vamos a meterla entera
-MM MM MMM MMMM MMMM MMMM MM MM.
Una serie de gemidos de dolor y resoplidos acompañaron la completa entrada de semejante pollón.
-Ya está… Ya está…No llores. Ya la tienes toda dentro.
Eso era solamente una parte, pensó Eva. Cuando empiece a moverse…
Y poco después se inclinaba sobre ella, y agarrado a sus tetas, se movía provocándole retorcijones de dolor, en parte por la introducción de aire en el recto, como consecuencia del bombero y en parte por la forzada dilatación de su intestino y los golpes al fondo que atacaban sus intestinos y cuyas vibraciones le llegaban hasta el estómago.
-Sácala de una vez, que tenemos que arreglar los desperfectos.
Cuando la sacó, nuevamente sintió un tremendo vacío en su culo. Al verlo, comentó uno de ellos
-Eres la leche. Les dejas los agujeros como un túnel de metro. Ja, ja, ja. Venga, vamos a añadir más… (fagocitos, neurocitos, nanocitos o algo parecido , pues no lo entendió bien)
Nuevamente puntos, laser y pomada. Todo ello regado con abundante dolor, que remitió rápidamente.
-Venga, prueba otra vez.
Fue nuevamente dilatada y cubierta de pomada lubricante por dentro y por fuera. Sintió que nuevamente le ponían algo grande en el culo y…
-MMMMMMM MMMMMMMMMMMMMM MMMMMMMMMM
-Buena puta, -dijo su sodomizador- A la tercera ya ha entrado la mitad.
Hasta ocho veces se repitió la escena de romperle el culo, coser los desgarros y cicatrizar con láser. A la novena, la polla se abrió paso con dificultad, pero sin causar destrozos. Para Eva, el dolor fue breve. Le habían dejado un ano que podía cambiar desde lo más fruncido a una enorme dilatación, equivalente a un puño o más.
Su entrenador siguió metiendo y sacando la polla. Las primeras veces totalmente fuera, luego dejaba dentro el glande y volvía a profundizar. Eva sentía su vientre dilatarse con tan tremenda polla y la excitación volvió a su cuerpo. La mordaza solamente le dejaba emitir sonidos apagados, por lo que no podía pedir permiso para correrse.
Le resultaba difícil aguantar el orgasmo, pues las sensaciones de plenitud que le proporcionaba esa polla impedían la concentración. Sin poderlo evitar, tuvo una intensa corrida, que solamente se notó por un leve temblor de su cuerpo.
Justo acababa de correrse cuando oyó decir:
-Venga, deja eso que tenemos otras cosas que hacer.
-Joder, cabrones, que llevo dos horas empalmado. Dejadme que me corra en paz.
Y aceleró las penetraciones, ocasionando que Eva se volviese a correr. Dos temblores más de su cuerpo y próximo ya el quinto, su entrenador, se corrió con fuertes y espaciadas penetraciones.
Cuando se salió, quedó en observación para comprobar la recuperación del ano y, una vez satisfechos, la devolvieron al comedor donde ya estaban las demás.
Así fueron pasando los días. Desayuno, limpieza, máquinas, gimnasia, comida, prácticas, comida, audiovisuales, cena, sexo y sueño. Azotes en distintas partes del cuerpo y con distintos artículos y aplicación de torturas de otros aparatos, aunque esto último no era habitual y se utilizaba más para endurecer sus cuerpos.