Viajando con mi primo (2)
Tras la vuelta a la ciudad tenemos que llevar la relación en secreto, a espaldas de nuestros familiares
Los siguientes días tras el viaje con mi primo me sentía triste, mal y sola. No solo se habían terminado esos días maravillosos sino que si ahora queríamos vernos, tendría que ser en secreto. Nada de pasear de la mano por las preciosas calles de Lisboa. Otra preocupación era que para Pablo solo hubiera sido una aventura y no quisiera tener una relación de pareja conmigo, pero no era así: me escribía, me decía que me echaba de menos, y que me quería. Con respecto a hacer el amor sin protección, al final comprobé que no estaba embarazada. Pero yo iba a seguir intentándolo, con o sin la colaboración de Pablo. Quizá eso cambiara todo, igual podríamos fugarnos los dos con el niño a otra ciudad o algo así.
Por supuesto ya estábamos planificando quedar en algún hotel de la ciudad para hacer el amor y estar juntos en general. Aunque la siguiente vez que nos vimos fue en otra comida familiar en la casa de mis tíos. El tema principal de conversación fue desde luego preguntarnos a Pablo y a mí qué tal nos había ido, si nos había gustado el sitio, si habíamos disfrutado y si íbamos a repetir. Nosotros respondíamos que todo genial con una sonrisa en la boca, aunque cuando nuestras miradas se cruzaban desde el otro lado de la mesa, nos transmitíamos una complicidad que solo nosotros entendíamos. Nuestros familiares estaban muy contentos de que Pablo y yo hubiéramos comenzado esta dinámica de viajar juntos.
En una de las veces que fui al baño, casualmente Pablo entraba. O igual no era casual sino que él había ido cuando sabía que yo estaba. Miró a su alrededor y al ver que no había nadie me plantó un beso con lengua allí mismo. Se me puso el corazón a mil por la excitación y por el riesgo. Daban ganas de entrar al baño con él, pero sería demasiado sospechoso. De ahí en adelante yo estaba ya cachonda, pensando en ese beso y en lo que le haría a Pablo ahora que le tenía cerca.
Pensaba que no había forma de estar un rato solos aquel día, peron entonces algunos de los hombres empezaron a decir que iban dentro a echarse una siesta. Con ese calor y esa comilona era lógico. Pablo me miró y dijo que él también iba.
Yo me quedé fuera, jugando a las cartas con mis tías, pero todo el rato estaba pensando que mi chico estaba ahí dentro, solo, tumbado en la cama y quizá esperándome. Y de hecho me llegó un mensaje al móvil de él diciendo dónde estaba y que fuera allí, que me deseaba. Descarté varias veces esa opción, hasta que tuve que volver al baño. Una vez dentro de la casa, tan cerca de él, no pude resistirme. Busqué su habitación y abrí la puerta despacio… si estaba durmiendo me iría y si no, me quedaría. Estaba despierto así que entré y cerré la puerta. Fui a su cama, me senté e incliné y empecé a besarle, con prisas, tanto por la situación como por las ganas que tenía. Él me metía mano a las tetas y los muslos todo lo que podía.
Pronto tomó mi mano y la llevó a su entrepierna. Como aquella noche en nuestro viaje, solo sentir el tamaño y dureza de su miembro en mi mano ya era suficiente para que perdiera la cordura y me dejara llevar por él. Lo magreé durante un rato en el que seguía aumentando de tamaño. No tardé mucho en moverme de forma que mi cara quedaba cerca de su paquete, y le desabroché los pantalones. Bajé su ropa interior y con un respingo su miembro quedó apuntando hacia el techo, duro y esperando mi estimulación bucal.
No me lo pensé dos veces, me incliné y me la introduje. Era la primera vez que la tenía en mi boca, y me encantó. Caliente, con ese glande suave y empapado de presemen, y a la vez bien dura y firme. Empecé el movimiento arriba y abajo, rápido pero no en exceso, constante. Pablo contenía sus gemidos. Con una mano le acariciaba suavemente los testículos. Me apetecía llevarme la otra mano a mi sexo pero me contuve. Me dediqué solo a su placer, mamando y mamando y sintiendo que cada vez estaba más dura dentro de mi boca, si es que eso era posible. Sentía mis braguitas empaparse de mi lubricación, y solo deseaba que eso no oliera demasiado cuando volviera fuera con mis tías.
A ratos me quedaba sin aliento y la sacaba y continuaba con la mano, embelesada con esa polla que me tenía loca. Deseé estar ahí chupándola durante horas, pero no era posible, tenía que volver ya, Por suerte Pablo no tardó mucho en descargar todo su semen en mi boca, chorro tras chorro, en una corrida super copiosa. Llevaba ya demasiado tiempo ahí así que no había tiempo de ir al baño, limpiar, ni nada de eso, simplemente me lo tragué todo y salí apresuradamente.
Una vez fuera nadie dijo nada aunque tardé un buen rato. Espero que en mis mejillas no estuviera el rubor que se me suele poner cuando estoy cachonda. En cuanto a manchas de semen, imposible, ya que estaba segura de haber tragado hasta la última gota.
Esa noche ya en mi casa me masturbé con la imagen en mi cabeza de lo que había ocurrido en la casa de mis tíos, y me corrí como una loca. Toda esta historia con Pablo estaba sacando todo mi erotismo y sexualidad como nunca nadie había podido hacerlo
Aquellos días yo hacía mi vida normal pero desde luego había cambiado. Estaba siempre ilusionada, risueña, sonriente, haciendo planes de futuro en mi cabeza. Pocos días después habíamos reservado un hotel en el centro de la ciudad para volver a estar juntos.
No escatimamos en gastos para poder tener un sitio bonito, aunque a ese paso nos íbamos a arruinar si queríamos follar regularmente. Toda esta situación era bastante frustrante. Yo ese día salí antes de clase y Pablo se tomó el día libre, para así poder estar toda la tarde juntos. Por la noche sería demasiado sospechoso, ya que yo no suelo hacer lo típico de salir de tapas y cañas por la tarde-noche, así que no podía poner eso como excusa.
Llevamos una peli romántica en un USB sabiendo que seguramente podríamos conectarlo a la TV, como así fue, y una botella de vino. No entramos a la vez por si acaso, así que cuando yo llegué él ya estaba dentro. Yo llevaba una blusa retro estampada, jeans campana y sandalias de cuña, y él vaqueros y camiseta negra. Empezamos muy modositos, solo dándonos un pico y poniéndonos con la peli y tomando un poco de vino, pero no aguantamos a ver la peli entera, a la mitad ya estábamos besándonos y tocándonos. Cuando estábamos juntos no había nada alrededor, el mundo desaparecía y para mí solo estaba él.
Esta vez yo quedé por encima de él, un poco agresiva, besando tanto su boca como su cara, rozando mi piel contra su barba de tres días. Dejando que la suavidad de mi cabello rozara su piel, y que pudiera sentir mi perfume. Esa postura dejaba mis pechos colgantes y con el escote perfectamente visible desde su posición. Pronto sus manos coparon mis pechos, yo sabía que le encantaba tocarme por encima de la ropa. Abajo yo apoyaba mi pubis sobre su paquete y me frotaba adelante y detrás... a pesar de las ropas que había entre nosotros, era super caliente hacer eso.
El calor empezaba a invadir mi cuerpo y me quité la blusa, quedando con el sujetador blanco que inmediatamente después Pablo me desabrochó y tiró al suelo. Puso las palmas de sus manos contra mis sensibles pechos y me tumbé sobre él haciendo presión. Luego me incorporé y se los puse en la boca, donde pudo notar en sus labios lo duros que estaban ya mis pezones. Mientras, sin yo darme casi ni cuenta, él ya se la había sacado y se masturbaba con suavidad, disfrutando del momento. Yo bajé de la cama y me bajé los pantalones y las braguitas, mostrándome orgullosa delante de él, dejándole que disfrutara del trabajado cuerpo de su prima. Me volví a colocar en la misma posición aunque ahora sus manos estaban sobre mi piel desnuda, y su glande al rozarme dejaba pequeñas manchas brillantes de su lubricación sobre mí.
Empezó a pasarme la mano por el sexo, para estimularme pero también para esparcir mi flujo por toda mi entrepierna, incluso llegando al orificio anal. Después pasó a frotar otra cosa, no su mano sino su verga, por la misma zona, también acabando en el culo, ahí le dije que eso no me gustaba, que nunca lo había hecho, y dijo que no pasaba nada, que solo frotar y empujar un poco ya era rico. Efectivamente la sensación me gustaba, podría ser excitante sin tener que pasar por el dolor de meterla hasta adentro.
Yo estaba ya tan cachonda que mi lubricación corría por mis muslos abajo. Terminé de quitarle los pantalones y me iba a sentar sobre su polla cuando me dijo que pusiéramos el condón. Por supuesto a diferencia de nuestra primera vez, ahora sí habíamos comprado condones. Sin embargo le convencí de no ponerlo de momento, disfrutar de estar piel con piel así, y cuando se fuera a correr ya lo pondríamos. Una vez me dio el sí dejé bajar mis caderas, ensartándome por completo en su polla durísima. Creo que se me pusieron los ojos en blanco. Qué increíble sensación de sentirse por completo llena, que no me había pasado con ningún hombre antes. Cabalgué durante unos minutos así, alternando entre estar recta o inclinarme sobre él y dejarle estimular mis pezones con su boca. En esa segunda posición, él tenía acceso a mi culo, y tras embadurnar su dedo índice con saliva y con mis flujos, metió la punta del dedo en mi ano, lo cual sorprendentemente me pareció super rico y excitante.
Seguí subiendo y bajando durante muchos minutos, no quería parar, esa postura me producía un placer increíble. El hecho de tener mis dos agujeros llenos a la vez era mejor de lo que podía haber imaginado. El placer y la excitación hacían que se me abriera o relajara más el culo, y lejos de dolerme me producía más gusto. Llegué a fantasear con que tenía a otro hombre detrás y que los dos me penetraban otra vez, y esa idea era tremendamente excitante, de hecho a partir de aquel día empecé a tener bastante fijación con esa fantasía.
Me corrí en esa posición, gimiendo como una loca, apretando bien abajo para que la polla de Pablo llegara lo más dentro posible. Él aguantaba sin correrse y su polla seguía igual de dura. Ya cansados de esa postura cambiamos de posición y me puse a cuatro patas, exponiendo mis dos “opciones” a Pablo que por supuesto me la clavó en el coño y siguió bombeando sin piedad. Pablo cambiaba cuando estábamos en la cama… normalmente era cariñoso y atento conmigo, pero en la cama cambiaba, era un auténtico empotrador, y eso me encantaba.
A ratos me agarraba de las caderas o bien a ratos se inclinaba y me ponía las manos en los hombros para hacer más fuerza y clavármela bien dentro. Yo me apoyaba en un brazo y con la otra mano estimulaba mi clítoris, hasta que tuve otro orgasmo, esta vez no tan intenso pero sí largo. De nuevo parece que Pablo aguantaba hasta que yo me hubiera corrido y entonces en el último momento la sacó y se corrió sobre mi culo y mi espalda. Fue muy excitante sentir su semen caliente en mi piel, aunque por supuesto me hubiera gustado más que lo hiciera dentro de mí. Pero otra vez sería.
Tras ducharnos seguimos viendo la peli hasta terminarla, y luego seguimos ahí charlando y bebiendo, disfrutando de nuestro día como pareja. Luego fue frustrante tener que salir del hotel de nuevo separados por si alguien conocido nos veía. Pero llegué a casa contenta y satisfecha, y una cosa que no me había pasado antes: al haber sido penetrada por detrás (aunque solo fuera el dedo) notaba algo raro ahí, pero no sentía dolor.
Al siguiente fin de semana les dimos una alegría a la familia: Pablo y yo nos íbamos de nuevo de viaje juntos. Aunque por temas de presupuesto, se trataba solo de una escapada corta. Hay un pueblo muy bonito y famoso a poco más de una hora en coche, que al final por una cosa u otra no conocíamos ninguno de los dos. Saldríamos el sábado por la mañana y volveríamos el domingo por la tarde, haciendo una noche allí… que era lo que más nos interesaba, claro. Para no andar con condones, quedamos en que lo haríamos a pelo y que a la vuelta yo iría a la farmacia a por la píldora del día después.
Otra ventaja de tener novio: Pablo conducía y tenía coche, mientras que yo a mis 24 años no tenía ni carnet de conducir, soy muy torpe para esas cosas. La habitación era sencilla pero bonita y con buenas vistas, y a diferencia de nuestro primer viaje a Lisboa, esta vez era con cama de matrimonio, a la cual dimos buen uso.
El pueblo nos encantó, pero el sexo fue algo de otro mundo. Pablo me folló de todas las formas y posiciones posibles. Hicimos el amor al llegar a la habitación por la tarde, otras tres veces por la noche antes de dormir, y otras dos veces el domingo por la mañana antes de dejar la habitación. El domingo me costaba incluso caminar, de la caña que me había metido Pablo, que era incansable. Casi todas esas sesiones de sexo acabaron con él descargando su semen dentro de mí. Ni que decir tiene que al volver a la ciudad no tomé la píldora del día después… unos euros más en mi bolsillo, y muchas posibilidades de atar a Pablo solo para mí por medio de un hijo en común.
Volvimos del viaje si cabe aún más enamorados. En la siguiente comida familiar enseñamos las fotos y a todos les gustaron. Por supuesto, no podía enseñar las de la habitación, porque se suponía que teníamos camas separadas. Sin embargo en una de las fotos, una de mis primas adolescentes, que no piensa antes de hablar, soltó sin más: “Anda, habéis dormido juntos??” Entonces miré bien la foto y en el reflejo de la ventana se veía claramente el interior de la habitación y la cama de matrimonio. Me puse roja como un tomate… no podía mirar a los demás, sobre todo a mis padres o a los padres de Pablo. Sin embargo él dijo con naturalidad que no quedaban habitaciones con camas individuales y que habíamos tenido que ir a esa, y que no pasaba nada. Gracias a ese comentario de Pablo la cosa parece que no pasó a mayores.
No obstante, pronto iba a ocurrir algo que iba a hacer imposible mantener nuestra relación en secreto. Mi test de embarazo dio positivo, y poco después pude confirmarlo con el médico. Iba a tener un hijo de mi primo Pablo.