Vete a chuparla

Un lector mu cabreado escribe al autor...

CONFESIONES DE CORNUDO CONVICTO Y CONFESO 13

“Vete a Chuparla”

Remitido. Transcribo carta recibida hoy mismo. Me la envía un lector que, habiendo visitado mi último relato aquí, “necesito que me folles, Javi”; ha tenido a bien enviarme una carta de protesta, en toda la regla, con la rúbrica final de “Vete a Chuparla”, la cual quiero dar a conocer, y dice así:

“Señor cornudo y confeso, aprovecho que su email aparece en la cabecera de los cuentos suyos, para poder, permítame la expresión y el modo, desahogarme sin pelos en la lengua, y comunicarle que, si bien algunas de sus historias son entretenidas, dejémoslo ahí, esta racha última que lleva, mareando la perdiz, ya me voy a Santurce… ya me quedo en Laredo… y ahora por aquí y por allá ahora; ya me tiene hasta los cojones y más, no sabe usted hasta cuánto.

Como si fuesen de ciencia, sus recodos hieden; mismamente la prosodia de una de sus ridiculeces: esa estupidez del “otro yo”, que apesta alcanfor y  adrede muestra su intención: Enredar y enredar, hasta lo idiota; pues quién de los dos escribe? quién observa? quién manda? ¿A quién de los dos leemos? Mejor se aclara el escribidor y  deja de hacer el tonto, el payaso (son genios) cornudo, con ínfulas de ingenio, y acaba de una vez la puta secuencia del puto polvo de su amante puta con el puto chofer del autobús. ¡Cojones!

Una cosa es entretenerse en su momento justo, y porque el asunto convenga al argumento, lo complete y le proporcione señas de calentura, pero otra bien distinta es distraerlo, como hace usted, muy señor mío cornudo y complaciente, que hasta en eso eres (permítame el tuteo) muy propio tú: La pones, te pones a huevo: “Cornudo Complaciente y Trastornado”. Eso sois señor escribiente. Un escribano atolondrado, bastante incapaz, patético resultas. ¿Lo sabías?

La verdad es que no sé porqué pierdo el tiempo con usted, a ver qué carajo saco yo en molestarme y decirle lo que usted debe de saber mejor que nadie, si además de ser lo que presume, tiene ojos en la cara y puede mirarse, puede reconocer esa cara suya de tipo perturbado que debes tener, seguro, que si se cumple en ti, como me temo, aquello de la cara como espejo del alma…

Oh, estimado amigo, la suya, la tuya, lo que sea, tu espíritu controlador, sucio, turbio, me lo imagino como el rostro perdido de un enajenado que habita en oscuro naufragio, mientras te haces una paja enloquecida, errante entre tus fantasías y tus miedos, imaginando fantasmas, imaginando pollas, imaginando tetas, imaginando chochos, sobre todos los de las hembras que te han corneado, que te pusieron cuernos, pedazo de cabrón.

Tú ves, aunque haya desperdiciado en ti algunos minutos, ahora me siento mucho mejor que cuando decidí escribirte, y me puse a hacerlo. Ojalá otras personas hagan lo que yo y así te enteras por más, de otras opiniones que te curren la badana. Por mi parte yo ya me despido, atentamente, y te saludo:  “Vete a Chuparla”