Verónica y la piloto capítulo 4

Verónica conoce a Mireia. Visita a los padres de Sofía. Exploración del cuerpo de Verónica por parte de Mireia.

Recomiendo leer los capítulos anteriores para entender bien la historia.


No me quedó más remedio que confesar y explicar a mi tía Olga el pequeño problema sentimental en el que me estaba metiendo, le conté lo que acababa de suceder con Natalia y la cita que tenía pendiente para esa noche, y también cómo me había follado ya a Sofía.

Olga, al ser también totalmente lesbiana como yo y soltera porque le gustaba andar de flor en flor sin atarse a nadie, me estuvo atosigando a preguntas durante toda la comida acerca de las dos mujeres que me atormentaban, y me aconsejó que me esperase a follar esa noche con Natalia y a la reacción de los padres de Sofía cuando nos vieran a las dos juntas para tomar una decisión.

Estuvimos disfrutando de la comida mientras íbamos hablando y ya mientras tomábamos los cafés, Olga me habló de una compañera nueva de trabajo en su servicio de Cirugía Plástica, que al parecer era bisexual y a ella le ponía bastante cachonda.

Estábamos en la terraza para poder fumar, justo cuando apareció Mireia, la cirujana nueva en el servicio de Olga.

Olga la llamó casi a gritos, porque Mireia iba con auriculares, fumando y pensando en sus cosas, aunque sonrió nada más vernos.

Mireia me llamó la atención desde el principio por su físico y por su indumentaria, al estilo

Mátrix

, entera de cuero (Abrigo largo hasta el suelo, vestido de cuero y botas con plataforma, aparte de gafas de sol enormes y todo en negro).

En cuanto al físico, rubia como yo, de unos 30 años, bastantes tatuajes por su cuerpo, que se notaba muy cuidado.

Olga invitó a Mireia a que se sentara con nosotras, ella aceptó y se sentó al lado de Olga.

Olga se apuró el café y con una excusa que me supo a encerrona para que conociera a Mireia en plan cita a ciegas, dijo que tenía que volver a la clínica a seguir atendiendo pacientes, aunque antes de irse y dejarnos a Mireia y a mí a solas, pagó la cuenta de la comida.

Lo primero que me dijo Mireia, con una amplia sonrisa, es que le encantaba mi físico y que parecía una muñeca, Olga le había hablado de mí y por eso quería conocerme, además me estuvo explicando que tenía el sueño de modificar a una mujer a su gusto y aunque en mi caso el proceso ya estaba casi hecho, ella estaba segura de que siempre se podía mejorar algo así que me propuso vernos algún día en su piso para que ella misma, al verme desnuda por completo, valorase los cambios.

Mireia me estuvo hablando acerca de su situación sentimental y personal, a sus 32 años había acabado ya la residencia de cirugía plástica en Barcelona y estaba separada de un hombre con el que se había casado a los 28 años, aunque el matrimonio apenas duró algo más de 1 año por culpa de una enfermera de ginecología que conoció y a la que quería convertir en una muñeca, aunque, al final, no pudo ser.

En cuanto a su familia, Mireia era la hermana del en medio, tenía una hermana mayor llamada Anna y que a sus 34 años era neurocirujana y la hermana menor, llamada Nuria, de 30 años y que ya era psiquiatra; la madre de Mireia, llamada Gloria era ginecóloga (Y fue ahí donde Mireia conoció a la enfermera a la que quería modificar), y el padre, un prestigioso abogado penalista.

Nos acabamos los cafés (Yo me pedí otro cuando Mireia se pidió el suyo) y como me tenía que ir con Sofía a tratar el asunto con sus padres, quedé con Mireia en que nos veríamos en su piso cuando fuera posible para que ella valorase los cambios que podría hacerle a mi cuerpo de muñeca.

Mireia se fue caminando porque no vivía demasiado lejos del restaurante donde estábamos y yo me fui en un taxi a la oficina, desde el que llamé a Inés para ver cómo iban las cosas en el trabajo y a Sofía, a quien quedé de ver en la puerta del garaje para irnos hasta la casa de sus padres para conocerlos.

Al ver de nuevo a Sofía, nos dimos unos cuantos besos y entramos en el garaje, antes de arrancar el coche, me metí una raya de cocaína y ya nos pusimos en marcha hacia la provincia de Segovia.

A medida que nos íbamos acercando a la casa de los padres de Sofía, ella se encontraba más nerviosa, durante el viaje estuvimos hablando de la buena reacción de su amiga, con la que se había visto esa mañana y a la que le había contado toda la situación, aunque de nuevo Sofía me confesó sus miedos a la reacción de sus padres.

Finalmente llegamos a la urbanización donde se encontraba la casa de los padres de Sofía, de las más grandes del lugar, con una parcela enorme.

La madre de Sofía, tendría unos 60 años, iba vestida muy tradicional, nada de escote, falda muy larga y una cruz a modo de escapulario.

El padre de Sofía, también de unos 60 años, iba trajeado, pero con un horrible traje de tweed algo anticuado, me recordó un poco a Mr.

Bean

.

Ambos padres me miraron casi horrorizados al verme por primera vez, nos sentamos en un sofá con un tapizado algo tazado al ser un poco antiguo, y pude ver como la casa estaba decorada con muchas cruces y banderas aguileñas del país.

Sofía comenzó a hablar y les explicó a sus padres lo que había pasado, la madre por poco se desmaya del susto, el padre me pidió, hecho una furia que me fuera de esa casa y que no iba a permitir que su hija fuera secuestrada por una degenerada y enferma como yo, estuvo cerca de darme una bofetada.

Sofía se puso a llorar, le suplicó a su padre que se tranquilizara y me pidió con la mirada que me fuera de la casa, que regresara a Madrid y que ya hablaríamos en persona en la casa de Inés cuando se calmaran los ánimos.

Yo me despedí educadamente de los padres de Sofía, y de ella, con un beso en la mejilla porno aumentar el problema y salí de la casa de los padres de Sofía, me monté en el coche y antes de emprender el regreso a Madrid, me metí otra raya de cocaína.

Al poco de arrancar el coche, me acordé de la propuesta que me había hecho Mireia, recordé que me había dicho que ella tenía la tarde libre, así que mientras iba conduciendo la llamé y quedamos en que me pasaría por su piso nada más llegara a Madrid.

No había demasiado tráfico así que no tardé mucho en llegar al piso de Mireia, eran las 19:00 cuando llegué, en el coche antes de bajarme me metí otra raya de cocaína.

Mireia me recibió en su casa vestida de médico y ya preparada para examinar mi cuerpo, me dijo que ya tenía todo mi historial médico, por cortesía de mi tía Olga y que estaba deseando verme desnuda para darme su opinión de lo que me podría hacer si yo me dejaba.

Pasamos a una de las habitaciones del piso, acondicionada como consulta médica y en la que había una camilla y 3 mesas con un ordenador en cada una de ellas, porque las dos hermanas de Mireia vivían en la casa con ella y compartían el despacho-consulta.

Con ayuda de Mireia comencé a desnudarme, me quité la cazadora de cuero, Mireia me desabrochó el bikini y comenzó a palpar mis enormes tetas, lo primero que hizo fue preguntarme si sabía la cantidad de CC que llevaba y si era consciente de que se podía aumentar al menos 1000CC más en cada una.

Yo lo sabía

y,

de hecho, era un proyecto que tenía en mente para más adelante, pero a Mireia le pareció que esa podría ser la primera cirugía del proyecto.

Después Mireia me quitó la falda y me desabrochó el corsé de cuero que llevo siempre y también me pidió que me quedara descalza, ella se sentó en un taburete y me pidió que me tumbara en la camilla de la consulta.

Estaba por primera vez en mucho tiempo completamente desnuda delante de una mujer sin que fuera para darme una ducha y eso era excitante.

Mireia fue pasando sus manos por las diferentes zonas de mi cuerpo, comenzando por los dedos de los pies, que sugirió amputar para modificar mi forma de caminar.

Lo siguiente que hizo fue pedirme la llave del candado que cierra los piercings de mi coño, yo le dije

que,

si me los abría, antes debería ir al baño a mear, porque llevaba ya varias horas sin hacerlo y yo solo los abría una vez al día, en la ducha, para mear, al igual que ocurría con el

plug

anal, aunque para hacer caca y ponerme un enema, en ese caso.

Mireia preparó una palangana, me ayudó a levantarme y me abrió con cuidado los piercings del coño, del que acto seguido salió todo el pis acumulado que cayó en la palangana.

Una vez que había meado, Mireia me ayudó a limpiarme con un trozo de papel higiénico y ella misma metió los dedos en mi coño lo que me produjo aún más placer que el que sentí después de mear.

Mireia quitó también el candado del

plug

anal y lo sacó de mi culo, aprovechó la dilatación anal para meter un aparato y hacer una exploración, al acabar, me sugirió realizar un piercing anal, algo que me

sorprendió,

pero me excitó también.

De nuevo con todo cerrado con la ayuda inestimable de Mireia, volví a tumbarme en la camilla, Mireia reanudó la exploración de mi cuerpo, miró las marcas del corsé y me sugirió la posibilidad de hacerme una colostomía, de manera que la caca la hiciera en una bolsa, y también un sondaje vesical para que el pis fuera en otra bolsa distinta.

Por último, Mireia me preguntó si iba a querer ser madre en alguna ocasión, yo le dije que no porque mi estilo de vida y mis cirugías lo iban a impedir, aunque no descartaba una gestación subrogada o un embarazo de la mujer con quien llegara a compartir mi vida.

Al preguntarle a Mireia el porqué de esa pregunta, ella me respondió que era por la posibilidad de practicarme una histerectomía y así ya no poder tener hijos de manera definitiva.

Solo faltaba mi cuello por explorar, Mireia propuso ponerme un collarín llamado Halo con otro de tipo

Philadelphia

en el cuello, me enseñó las fotos de cómo quedaría y yo me excité al verlo, a pesar de que iba a suponer perder algo de movilidad y no poder conducir; Mireia se rio y me dijo que ella sería mi chofer si finalmente hacíamos todo esto.

Le comenté a Mireia que eran muchas cosas y que me lo iba a tener que pensar pero que me agradaba la idea, me despedí de ella y salí a la calle para buscar el coche e irme a la oficina para cambiarme y ver a Natalia; de nuevo me metí otra raya de cocaína, porque el día estaba siendo movidito.