Veronica - Un masaje para relajar

Veronica, hermana de mi esposa viene de visita. A relajarse todos...

Para las tres de la tarde estábamos de regreso a casa. El viaje de mi cuñada, Verónica,  había sido largo y ella dormía en el asiento trasero del carro. Mi esposa, sentada  junto a ella también dormía. La tarde era calurosa pero el aire acondicionado del carro hacia el viaje más placentero. Ajuste el espejo retrovisor para ver a mi cuñada mejor.

Al llegar al aeropuerto, Verónica se veía increíble. Era la hermana mayor de mi mujer, llegando ya  a los 44 años de edad. Su cuerpo era estupendo para esta edad, gracias a la rutina de ejercicios que seguía. Esto lo sabía yo  porque mi esposa me lo había comentado hacia días. Para el viaje, vestía un conjunto deportivo de lycra. Sus pants dibujaban sus piernas, muslos, culo y panocha más que bien! La lycra parecía pintada sobre su piel. El top era algo suelto, dando libertad a sus tetas que, al caminar, movían la tela del jersey de manera espectacular.

Ya acomodado el espejo, pude apreciar las facciones de su cara. Sus labios abultados eran apetecibles. Sus  cejas bien delineadas adornaban unos ojos grandes, bonitos. Su cabello era largo, cayendo sobre sus hombros, de color castaño claro. Así dormida, su jersey caía sobre sus tetas y podía apreciar que eran de buen tamaño, tal vez más grandes de lo que recordaba. Baje el espejo para ver su panochita. Esta se podía apreciar gracias a su posición y a la tela que marcaba bien sus labios vaginales. Toda una hembra apetecible, pensé para mí…

Ya en casa, le enseñamos su habitación, al lado opuesto de la nuestra. Acomodo sus cosas y nos encontró en la cocina, preparando la cena. Le ofrecí un vaso de vino tinto, el cual acepto agradeciéndome. Mientras la comida se preparaba, platicamos de todo sobra la familia. Esto continúo hasta que terminamos de comer. Para entonces ya habíamos terminado dos botellas de cabernet  sauvignon de 1998.

Fue entonces que Verónica nos conto que Jorge, su pareja mas reciente la había cortado. Ella lo quería a la buena y todos habíamos pensado que tal vez se casarían pues, según su comportamiento, se llevaban bien. Según Verónica, Jorge tendría otra mujer por ahí. De repente empezó a llegar tarde a casa, luego dejo de llegar por la noche. Sus explicaciones no eran más que excusas. Al contar la historia, tal vez con la ayuda del vino, Verónica comenzó a llorar.

Mi esposa y yo la abrazamos, tratando de mitigar su dolor. Yo, sentado junto a ella, sentí sus tetas contra mi piel. Que delicias. Mi mujer, de pie, nos abrazaba a los dos, haciendo que yo sintiera aun más las tetas de mi cuñada.

- Déjalo por la paz, Vero. Tal vez sea lo mejor.

- Pero, es que yo si lo quería.

- No importa, llora, llora hasta que sea necesario.

Seguimos abrazados por unos cuantos  minutos. Mi esposa tuvo una idea tremenda.

- Hermanita, tengo una gran idea. Tenemos una mesa de masajes. Porque no darte un masaje con aceites  aromáticos?

- De veras? Harías eso por mí?

- Claro que sí. Estoy segura que te hará bastante bien!

Al  asentir Verónica, la condujimos a nuestro cuarto de ejercicio.  Allí teníamos una cinta de correr (trotadora) así como una mesa de masajes que usábamos muy a menudo. Llegando allí, mi mujer me indico que fuera por los aceites aromáticos y mientras esto hacia yo, le indico a mi cuñadita que se desvistiera y se acostara en la mesa, boca abajo. Verónica se quito la ropa, menos la tanguita que lucia. Dijo a mi mujer que no se sentía del todo cómoda en quedar desnuda. Se acostó sobre la mesa con su culo redondito hacia arriba.

Mi mujer comenzó a masajear su espalda y su cuello. Verónica tenía su cara en el agujero de la mesa y, por lo tanto, no me vio llegar. Puse aceite en las manos de mi esposa y algo en mis propias manos. Mi esposa seguía masajeando el cuello cuando puse mis manos en la espalda de Verónica.

- Que? Cuatro manos?

- Relájate, dijo mi esposa. El es un experto. Te lo digo yo.

- Bien.

Entre los dos le dimos un buen masaje en el cuello y la espalda. Verónica estaba totalmente relajada, casi dormida. Fui yo quien comenzó el masaje sobre sus muslos y sus nalgas. Masajeaba y empujaba con mis puños. Mi esposa seguía con el cuello. Estaba seguro que Verónica estaba consciente que eran mis manos que estaban sobre sus nalgas. No las rechazaba. Baje sobre sus piernas hasta sus pies  y pase allí algunos minutos masajeando la planta de sus pies, al igual que sus dedos. Verónica seguía en estado de re3lajo total.

Mi esposa bajo masajeando hasta llegar a las nalgas de Verónica. Masajeaba y apretaba sus glúteos. Sus dedos comenzaban a resbalar entre los cachetes y rozaban el ano de Verónica y rozaban sus labios vaginales, apenas cubiertos por la diminutiva tanguita de color rosa. Escuche un leve gemido y  note un pequeño respingo, pero no más. Mi mujer se dedico a masajear la pierna derecha y yo la izquierda. Mis manos subieron hasta la parte superior del muslo y mi dedo pulgar rozo la panochita de Verónica.

- Mmmm.

Baje de nuevo hasta su pie y me dedique a masajear sus dedos y su planta.

- Vero, voltéate para terminar tu masaje.

- Pero, no tengo sostén.

- Que te importe, Tus tetas son igual que las mías. Mick ya me ha visto miles de veces, De seguro que las tuyas no lo asustaran.

Verónica se puso boca arriba y sus tetas quedaron a nuestra vista. Que bellezas. Solo pude imaginar parcialmente lo lindas que estaban debajo del jersey con el que llego.

- Hay hermanita, si que están lindas.

- Siempre las he tenido. Tu las has visto antes.

- Sí, pero no las recordaba. De veras que están mejores que las mías, verdad? Dijo mi esposa viéndome y esperando una respuesta.

- Bueno, que son  lindas, si lo son. Las tuyas también tienen lo suyo, dije.

Echamos mas aceite en nuestras manos y note que Verónica seguía con los ojos cerrados. Nuestras manos comenzaron a masajear su cuello y poco a poco se movieron hacia las tetas de Verónica. Allí, mi mujer masajeo y dedico tiempo a los pezones que ya estaban erguidos. Los rodeaba con sus dedos y los apretaba con mucho cuidado.

- Mmmm. Mmmm.

Yo masajeaba las piernas mientras mi mujer se dedicaba al torso de Verónica. Mis manos subieron despacio hasta llegar a la parte superior de sus muslos. Verónica estaba cachonda. Su tanguita color rosa estaba empapada. El dedo pulgar de mi mano derecha llego hasta los labios vaginales. Lo deslice por su raja marcada por sus flujos y ella se dedico a abrir sus piernas un poco para facilitar mi tarea.

- Mmmm. No paren por favor. No paren. Este masaje esta de encanto!

Tome los hilos de su tanguita y comencé a bajarla. Ella levanto su pelvis un poco, dejando que se la quitara por completo. Que vista! Una panochita completamente depilada. Estaba suavecita y me invitaba a masajearla aun más. Puse mi mano sobre su Monte de Venus y presione. Con mi pulgar, encontré su clítoris y empecé a mover el botoncito.

- Mmmm. Ahhh. Así cuñado, así…

Mientras yo jugaba con él, mi mujer ya tomaba un pezón en su boca y comiza a chuparlo. Con su otra mano, pichaba el pezón de la otra teta. Deslice mis dedos por la raja de la panocha e introduje u n dedo en ella. Verónica se arqueo. Sus caderas subían y bajaban, llegando a su primer orgasmo.

- Ahhh. Ahhh. Me corro. Que delicia. Me corro!

Dentro de unos segundos, después de unas convulsiones, su cuerpo quedo calmado.

- Cambien de posición, por favor, cambien.

Así lo hicimos. Mi esposa se dedico a comer la panochita de su hermana y yo me coloque junto a la cabeza de Verónica. Mi intención era masajear su cuello y sus tetas pero ella no me dejo.

- Quítate el pantalón. Déjame a mí jugar con tu verga.

Me desvestí al momento. Mi verga estaba ya durísima. Ella la tomo en su mano y, volteando la cabeza, comenzó a chuparla. Era una experta. Jugaba con su lengua a lo largo de mi palo. Hacia círculos en la cabeza de mi verga, tratando de insertarla en mí agujero. Mordía suavemente la corona de mi glande. Bajaba de nuevo hasta mis huevos que ya apretaba con su mano.

- Wow , Verónica que bien lo haces.

- Solamente devolviéndote el favor, cuñadito.

- Mmmm. Sigue. Lo haces tan bien.

- Quiero tomar tu lechita, vente cuando estés listo.

No tarde mucho más. Mi verga comenzó a vibrar, mis huevos se endurecieron y finalmente mi verga hizo erupcion dentro de la boca de mi cuñada. Trago toda mi leche sin siquiera atragantarse. Esto lo logro porque, al tiempo de correrme, ella metió mi verga en lo más profundo de su garganta. Esto facilito que el primer chorro, y el más potente, no chocara contra ella. Esto evito que se atragantara. Ya los chorros que siguieron se los trago con más facilidad.

Mi esposa seguía comiendo del clítoris de Verónica mientras jugaba con su propia raja. Al explotar yo, Verónica alcanzaba su segundo orgasmo, moviendo su cadera violentamente. Mi esposa seguía aferrada del clítoris y lo soltó hasta que las convulsiones de Verónica se calmaron.

- Que masaje. Lo tenían planeado?

- No, vero. No estaba planeado. Pero, veo que ya estas más relajada.

- Bastante. Me encanto. Pero, hermanita tú aun no has tenido tu relax…

- Bien, vamos a la recamara y allí . . .

Continuara.