Verónica - La noche
Después del primer encuentro con Verónica en el piso de estudiantes, la noche fue aún más prometedora.
La puerta se cerró a sus espaldas. Estaba de nuevo en el mismo rellano al que había subido varias horas antes. La misma camiseta, los mismos pantalones, los mismos zapatos,...sin embargo, durante esas dos horas había ocurrido algo que cambiaría su vida para siempre. Por primera vez, después de años intentando, las estratagemas que había intentado utilizar para gozar de la chica que deseaba habían dado el resultado apetecido. Hace dos horas había entrado en el piso sólo para recoger unos papeles de su hermana y ahora salía con los documentos pero también con besos, caricias, arañazos, con ropa íntima por los suelos, sudor, sexo, calor,....
"Nos vemos esta noche" habían sido las últimas palabras de Verónica, aquella morenaza de busto y trasero de infarto de la que había gozado hasta tal punto de que al salir de aquel pisito ni se había levantado de la cama, sino que quedó laxa sobre las sábanas en las que minutos antes estaban enredados.
A las nueve en punto detuvo su coche justo enfrente de la entrada. La tranquilidad de la calle le permitió abandonar el automóvil sin ni siquiera detener el motor, llegar al portero y llamar. "¿Bajas?". "Voy". Volvió al vehículo desde donde veía perfectamente la salida del bloque de pisos. Escuchó una puerta que se cerraba, vió una luz que se encendía e iluminaba todos los tramos de escaleras,...Pronto apareció ella. Tacones altos. Medias de red. Vestido negro justo hasta la rodilla y con escote generoso. Y su rostro, bello como el de pocas, con una melena aún mojada,...¿o quizas era efecto de la gomina?
Alzó la barbilla y le miró desde lejos. Sus ojos y su boca delataban que todavía recordaba todo lo bueno de la tarde anterior. Aún quería más y cada gesto durante la noche evidenció sus deseos. Durante la cena, le acariciaba bajo la mesa con sus pies; tomando copas en aquella terraza su cuello se le mostró en su plenitud; y bailando desde sus piernas hasta su busto se rozaron por el cuerpo de su amante.
Volvieron al coche. Él sabía que ella no esperaría a llegar a casa de ninguno de los dos. De hecho, recién entrados en el automóvil, se había apoyado en sus fuertes piernas y había besado todo su cuello. Después de lo ocurrido durante la tarde, se sentía seguro.
"¿Dónde vamos?"
"A mi casa. Tengo ganas de que me folles como esta tarde, que me la metas,..."
"De acuerdo"
No obstante, ese de acuerdo era sólo con la segunda parte de la petición. No podía esperar a llegar a su casa. Ni él, ni ella deseaban aguardar tanto. Su casa distaba al menos 30 minutos en el mejor de los casos, así que donde debía girar a la derecha, giró a la izquierda, camino de aquellas carreteras apartadas de la ciudad y donde, no hace mucho tiempo, había ido con sus colegas a espiar a otras parejas. Continuo un poco más, al final de una de aquellas vías detuvo el coche tras dos grandes árboles.
"¿Te gusta aquí?"
"Cualquier sitio es bueno" respondió ella., mientras volvía a besarle ahora en la boca, ahora en el cuello, ahora, desabrochando los primeros botones de la camisa, en el pecho.
Paró por un momento y levantándose un poco del asiento, retiró sus braguitas que recorrieron sus piernas hasta los tacones. Mientras el se bajaba la cremallera y agarraba su miembro que ella comenzó a lamer poco a poco, al mismo tiempo que, con sus piernas abiertas, se tocaba. Su lengua recorrió el pene primero despacio, pequeños besos en la punta, después desaparecía en el interior de su boca. Su cabeza acariciada por él cada vez se movía con mayor rapidez, tanto como se aceleraba la otra mano en su clítoris.
Varios coches habían pasado cerca de ellos pero el calor interno de sus cuerpos era demasiado para detenerse por miedo a ojos extraños. Ella reclinó el asiento y lo echó hacia atrás, dejando el sitio justo para que el se arrodillará delante. Izó las piernas mientras sus braguitas quedaban pendientes de la punta de su zapato. Él las retiró, acercándose a la nariz para olerlas y, después de esconderlas en su mano, comenzó a lamer aquella rajita muy mojada. Antes sus muslos hasta el centro y desde el centro hasta las rodillas, luego el clítoris, más tarde, introduciendo uno, dos, tres dedos en el interior, donde el jugo era cada vez mayor.
El vestido negro se había convertido en un cinturón enredado alrededor de la espalda. La excitación era tanta que ella se había desprendido de las tirantas que sujetaban el vestido a los hombres y dejaba ver a la luna sus grandes pechos y sus pezones erectos que ella acariciaba con sólo dos dedos. Él no puedo esperar más. Había bajado sus pantalones y sus calzoncillos, y su verga libre, rozaba por el cuerpo de ella. Fue subiendo besando su vientre, sus pechos, sus pezones, su cuello,...hasta encajar su pene dentro de ella. Su grito de placer le animó aún más y comenzó a empujarla, mientras ella gemía y le apretaba el culo con sus uñas. Sus embestidas fueron primero suaves hasta coger el ritmo,...y qué ritmo,...Los pechos de ella botaban como todo el coche,....Una y otra vez, él empujaba, cada vez más fuerte, cada vez más profunda,....
Ahhh, Hummm, Sigue,...Fóllame, ¿Te gusta follarme?,...eran los ánimos que la muy puta le daba para que no parara, hasta que ella quiso parar,...
"Quiero desnudarme entera para tí" dijo, mientras que apartaba a él de su cuerpo, quedando de nuevo de rodillas delante del asiento, y ella enseñando su trasero se volvía y, como una gata en celo, pasaba a la parte libre del asiento de atrás. Él, desconcertado, tiró del asiento del copiloto hacia adelante, lo subió, ....y a pesar de estar desnudo, con la verga armada, salió del coche y entro por la puerta trasera. Ella no le dejó descansó,...
"Ahora me toca a mí follarte".
Se sentó sobre él, completamente desnuda, salvó por las medias y los tacones, y empezó a saltar sobre aquella gran polla que tanto placer le estaba dando. Sus pechos subían y bajaban mientras que él los besaba e introducía su rostro entre aquel apretado canalillo. Volvieron las embestidas cada vez más salvaje, todo el coche se movía, todo el pinar oía los gritos de placer que ella y él estaban dando. Ya no se movía sobre él, ahora saltaba, recorriendo de arriba a abajo todo el miembro,...Sentían se corrían, hasta que todo terminó, ella se estremeció, arqueándose hacía atrás muerta de orgasmo, el incluso habían levantado sus glúteos del asiento.
Después el silencio. Pequeños besos para no cambiar de temperatura bruscamente. Olor a sexo en sus pieles. Búsqueda de ropa en el interior del vehículo. Pañuelos, Más silencio. Sudor. La noche. La luna.
Al final, una propuesta a la que él no podía negarse: "Esta noche te quedas a dormir en mi cama".