Verónica

Fuí al piso de estudiantes de mi novia a recoger unos documentos cuando me encontré que me estaban esperando otros asuntos.

Eran las cuatro de la tarde. Buscando la sombra por aquellas grandes avenidas me dirigía al piso que mi novia compartía con varias compañeras de estudios. Aquella semana no había ido a la ciudad porque estaba de exámenes y era yo quien el sábado iba a ir a visitarla a su pueblo. Por eso iba a su piso. Me había pedido que le recogiera unos apuntes de su habitación.

Cuando llegue al bloque. Pulse el botón del porterillo...

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Joder, cómo me tenga que volver con el calor que hace.

Volví a llamar. Y al otro lado sonó la voz de una de sus compañeras. En un primer momento no la reconocí. ¿Ana?¿Mónica?¿Vero? Las dos primeras eran buenas chicas, pero nada del otro mundo. Simpáticas sí, pero quien me volvía loco era Vero. ¡Qué mujer! No era muy alta pero qué curvas tenía. Hmmmm. Morena, de pelo largo, ojos grandes, boca grande con labios carnosos....Y un cuerpo que sólo moverse te mareaba. No era un ejemplo de delgadez, pero eso mismo te hacía pensar en cómo debía ser desnuda,...Sus pechos eran generosos y una estrecha cintura daba paso a un trasero de dimensiones justas para dejarte hipnotizado.

Ojalá sea ella – pensaba mientras subía hasta el cuarto piso después de haber abierto la cancela.

La escalera no era muy cómoda con lo que me fui sofocando conforme ascendía. Cuando llegué arriba las primeras gotas de sudor amenazaban con caer por mi rostro, cayendo definitivamente cuando la puerta se abrió y Vero se me apareció con un batín blanco anudado a su cintura y que exageraban aún más tanto su busto como su culo.

Hola, ¿qué pasa? – fui capaz de decir sin apenas resuello.

Hola, ¿qué sorpresa? No esperaba a nadie esta semana.

¿Ah, no? ¿Qué estas solita? Bueno, yo no te voy a molestar mucho tiempo, sólo vengo por unas cosas de María que le hacen falta.

Bueno, pues entonces pasa, te habrá dicho donde las ha dejado ¿no? – Me contestó retirándose de la puerta y dejándome pasar, al mismo tiempo que me daba cuenta lo bonitas que eran sus piernas que se asomaban bajo el batín y todavía más al andar descalza por el piso.

Al entrar en el piso, el calor de la escalera se convirtió en un frescor que se mezclaba con el aroma que me dejo el cuerpo de Verónica al dejarme pasar hacia el interior. Madre mía, esos pocos segundos en la puerta me habían dejado auténticamente descolocado y un bulto sospechoso presionaban mis vaqueros. Incluso, por un momento pensé que ella había notado ese acaloramiento cuando nos cruzamos bajo el marco de la puerta.

Mientras ella cerraba la puerta suavemente y me decía que me ofrecía un refresco pasé al interior del piso. No era muy grande. Una cocina, un pequeño saloncito con un sofá donde algún que otro fin de semana había terminado dándole placer a mi novia, un cuarto de baño y cuatro habitaciones, cada una de ellas un dormitorio para cada una de las chicas.

Cuando volvía de la habitación de mi novia vi un vaso de agua en la mesa. Estaba helada pero ni aún así me calmó cuando al girarme la vi a ella tendida en el sofá del saloncito. Sus piernas estaban recogidas y, realmente, no se le veía nada que no me hubiera enseñado antes, al entrar, pero había algo en el ambiente que me hizo pensar en que mi oportunidad estaba ahí, esperándome. Y ahí iba yo,...

Muchas gracias. Estaba muy fresquita. Me quedaría contigo pero mejor te dejó sola – Saldría bien la táctica.

¡Eso, eso, déjame sola! – me respondió con cierta sorna.

Bueno, pronto llegarán las niñas ¿no? – Estaba cayendo en mis garras o se estaba dejando caer pensaba mientras me había incorporado y encaminado hacia la puerta, mientras ella hacia lo propio para acompañarme.

¡Qué va! Está semana no viene nadie – Bien, bien, pensaba yo cuando pronunció la frase clave cuando yo ya daba vueltas al picaporte....

A mi es que no me quiere nadie,...

Sentía que su mirada se estaba clavando en mi espalda y de hecho me volví con la suficiente rapidez como para ver como alzaba la vista y se quedaba fija en mis pupilas.

¿Segura?

Segura.

Mi verga no podía aguantar más. Me abalancé sobre ella en el estrecho pasillo justo delante de la puerta que no se llegó a abrir hasta varias horas más tarde. Mis brazos sobre su cintura uno y otro en la espalda, los suyo atrayéndome hacia ella, agarrándose a mi culo. Nuestras bocas no habían dejado que nuestros labios se rozaran, eran nuestras lenguas las que verdaderamente trabajaban. El cuerpo de esta chica no sólo prometía sino que también daba. Cada vez estábamos más apretados y su pierna se abría paso entre el batín blanco para rodearme la pierna. Nuestras respiraciones eran cada vez más jadeantes.

De repente, me hizo parar y me empujó contra la puerta que estaba enfrente. Se desanudó el batín y me di cuenta que, realmente, nunca mi imaginación hubiera podido recrear un cuerpo como el suyo. Sus pechos quedaron al aire, su tanga blanco también y el batín quedó enredado entre nuestros pies en el suelo.

Se dio media vuelta y apoyando los brazos sobre la pared comenzó a rozar los dos cachetes de ese culo dividido por el tanga justo por mi paquete. Mis brazos rodeaban su cintura pero, poco a poco, se me fueron escapando hacia sus pechos que la gravedad hacia cada vez más grandes. Sus pezones estaban excitadísimos, tanto como yo cuando ella me gritó:

¿A qué me vas a follar?¿A qué me la vas a meter hasta el fondo?¿Me vas hacer gritar?¿A qué si?

Yo sólo era capaz de responder casi sin aliento:

Sí,...te voy a dar todo lo que quieras. Te voy a follar una y otra vez, te voy a chupar, te voy a comer entera,...- y todo esto mientras ella seguía rozando su culo alrededor de mi polla, su tanga había caído hasta las rodillas y yo me desvestía como podía.

No podíamos estar más calientes. La agarré del antebrazo para acercar su cuerpo a mi pecho llevarla hasta el saloncito. Allí la volví y le dejé que se tendiera sobre la mesa. Sus piernas se abrieron dejándome su conchita toda para mi. Comencé a lamerle, a chuparla,...a ella le gustaba tanto que sus puños se aferraban a mi caballera y gemía pequeños grititos. Cada vez sentía que estaba más mojada hasta que llegado el momento me miró y:

En el segundo cajón de la mesita de mi cuarto,...Rápido.

Me volví rápidamente con el tiempo justo para comprobar cómo mientras dejaba de comerla ella se tocaba con impetú, se masturbaba mientras yo entraba en su cuarto con la verga grande, dura y mojada. Ya preparado volví con el condón puesto en mi polla y ella sin moverse apenas un milímetro, sólo levantó las piernas que quedaron una a cada lado de mi cabeza, en mis hombros,...Empecé a empujar primero muy suavemente, luego más fuerte,...La mesa chirriaba, por instantes pensé que la mesa se rompería,...Me volvía loco que las tetas se movieran tan rítmicamente, casi al únisono que ella me gritaba "dale", "más", "hmmm", o simplemente se mordía los labios y cerraba los ojos.

Llegado el momento empecé a empujarla cada vez más fuerte, más fuerte,...sabía que estaba apunto de correrse y de correrme,...llegaba el momento, chupaba sus pies,...más, más, más,...Cada vez más fuerte, cada vez más rápido,...Ella alzaba su cuello para ver mi pene entrando y saliendo, quedando a veces recostada y apoyada en sus codos,...

Ahhh, Ahhh,..- sus pequeños gemidos se convirtieron en gritos de placer,...- Cabrón, ,....me corro, me corro,...

Ya. Nos colvusionamos. Ella relajó sus piernas sobre mi. Mis piernas también se relajaron y dejé caer mi cabeza sobre su vientre. Después de que ella me acariciara mi pelo durante 4 ó 5 segundos, la mire y ella contestó:

  • No creas que esto acaba aquí. Ha estado bien pero puede ser mejor ¿no?. ¿Nos bañamos juntos?