Veronica
Verónica y su amiga hacen turismo rural. Ocultas tras una piedra...
Verónica.
Salieron temprano del albergue y subieron al coche. Al cabo de unos diez minutos abandonaron la carretera comarcal y se adentraron en el camino rural que marcaba el libro de ruta.
Debían seguir por la pista forestal durante doce kilómetros y luego continuar a pie cruzando el valle durante unos 15 más.
Pese a ser la primera semana de octubre el sol calentaba ya desde por al mañana y se preveía un día de calor inusual para esas fechas. Habían tenido suerte y el coger las vacaciones fuera de temporada fue todo un acierto. El albergue estaba casi vacío, a mitad de precio, la montaña toda para ellas, sin los domingueros de costumbre y de remate final, el tiempo las acompañaba.
A eso de las nueve, aparcaron el coche a la sombra de unos pinos, ya al final de la pista forestal. Prepararon las mochilas y dejaron en el maletero los chubasqueros y la ropa de abrigo, que obviamente no iban a necesitar. Cargaron las mochilas a la espalda y emprendieron la marcha. Esperaban llegar al cañón en torno a las doce, tras cruzar los bosques de pinos y abetos que marcaba el libro y poder regresar antes de que cayera la tarde.
La caminata era cómoda, pero el sol cada vez molestaba más y el calor se hacía notar. María José, sudando, se abrió la blusa para refrescarse. Lamentaron no haber traído el bikini, hubieran ido más cómodas y además se hubieran podido poner morenas.
A lo lejos vieron la figura de un hombre. Parecía un Guarda Forestal. María José colorada echó a correr tras unos matorrales y rápidamente se abrochó la blusa. Verónica se echó a reír. Era imposible que a esa distancia pudiera verla y distinguir encima que llevaba la blusa abierta. De todas formas, si la veía en sujetador no iba a pasar nada, no era una cosa del otro mundo. Pese a ello, continuó colorada y se cubrió hasta el cuello provocando así de nuevo las risas y burlas de su amiga.
Desde allí continuaron mirándole curiosas mientras se alejaba. Ellas continuaron su camino, pero al cabo de una media hora volvieron a verle a lo lejos.
Le vieron abrir una especie de macuto y sacar algo. Luego se sentó bajo un árbol. Se acercaron despacio por un lateral sin hacer ruido, no era su intención sorprenderle, pero los extraños movimientos que realizaba las intrigaron. Se ocultaron tras unas piedras y sacaron entonces sus prismáticos.
Comprobaron que lo que estaba leyendo era una revista pornográfica y los extraños movimientos que habían llamado su atención se debían a que estaba acariciándose la entrepierna por encima del pantalón.
-. ¡ Se está haciendo una paja el tío guarro ese !...
Se rieron tapándose la boca. Los comentarios que hacían eran burlones mientras no dejaban de mirar por los prismáticos, sobre todo ahora que se había puesto de nuevo en pie y se estaba desabrochando los pantalones.
Cuando les dejó caer, apareció un aparato considerable. Se quedaron calladas unos instantes por la sorpresa. María José fue la primera en alabar el tamaño.
A partir de ese momento, todos los comentarios giraban en torno a las formas de ese magnífico pene mientras sin perder detalle, veían ascender y descender la mano entorno al sexo.
Debía estar bastante excitado con la revista, pues apenas tardó en correrse. El semen brotó abundante, escupido a borbotones mientras dejaba caer la revista al suelo y se retorcía en espasmos de placer.
Aun siguieron un rato mirándole. Incluso ya flácida el tamaño era respetable. Por fin se vistió después de limpiarse con un pañuelo, recogió la revista y la guardó en el macuto.
Le vieron alejarse mientras permanecían sentadas temiendo que pudiera volverse y pese a la distancia adivinar que le habían estado observando.
Cuando consideraron un plazo de tiempo prudencial, reanudaron la marcha. La conversación fue derivando hacia lo que acababan de ver. Un poco nerviosas comentaron el suceso, y poco a poco, fueron entrando en esos escabrosos temas.
María José comentó que el ver ese tremendo aparato en acción la había excitado un poco. Si debía de ser sincera, a ella también, y no solo por lo del tamaño, el chico, aunque desaliñado y mal vestido parecía muy atractivo,... y si... volviendo a lo de su herramienta, desde luego debía reconocer que era impresionante... Ni en todas las películas que había visto, ni en las revistas eróticas había algo que se le aproximase,... aunque tal vez de cerca no impresionase tanto, pero visto así, con los prismáticos... hasta daba miedo!.
-. "¿ Miedo ? - Respondió riendo María José - No digas tonterías... yo no se tú, pero yo nunca he tenido la suerte de encontrarme algo parecido, y la verdad no me importaría hacérmelo con un hombre así..."
-. "¡ Toma ni a mi...!"
Empezaron a reírse por los comentaros y siguieron hablando. Ella confesó que de adolescente, en la cama por las noches, soñaba siempre que era poseída por un pene así... la encantaba pensar que uno o varios aparatos como aquel la traspasaban sin piedad..., pero para su desgracia ninguno de los hombres con los que había estado se aproximaba... vamos ni de lejos.
María José coincidía en ese sueño, y tampoco había tenido suerte en lo que a tamaño se refería... y solo el recordarlo la estaba poniendo más caliente que antes.
-. "Desde luego, es duro lo de ser mujer,-bromeó- nunca se llegan a cumplir nuestros sueños, fíjate, el último tío con el que he estado fue toda una desilusión,..si muy guapito, lo hacía bien y esas cosas, pero era raquítico, Una vez dentro tenía que concentrarme para sentirlo... y luego como todos, pim, pim, flim y se acabó.
Empezaron a reírse de nuevo y ella tuvo que darla la razón, algunas de su aventuras habían sido muy parecidas, aunque en ocasiones no habían estado tan mal....
-. " Si es que estamos gafadas, para una vez que encontramos a un tío bien dotado no podemos hacer nada con él."...
-. " ¿ Seguro ? - Se apresuró a responder María José - No nos conoce de nada así que podemos tirárnosle salvajemente y cumplir por fin nuestro sueño... Aunque solo sea por probarlo creo que la experiencia merece la pena.... ¿No te parece ? - siguió comentando María José-.... ¿Te imaginas por un momento a ese semental de la montaña abriéndote las piernas y apuntando con ese cañón a punto de reventarte?..."
-. "Uummm... Que venga aquí que le espero.. Ufff.... solo el imaginármelo hace que este se ponga a arder... - Dijo moviendo la mano como si fuera un abanico a la altura de su entrepierna mientras se reía divertida por la broma.
-. "¿ De verdad que esto te excita.?
-. " Si el hablar de estos temas siempre me ha gustado y después de ver lo que acabamos de ver, cualquiera no se pone guerrerona, ni te cuento cómo lo tengo."...
De repente, ambas se quedaron mudas, mirándose a los ojos, sorprendidas de lo que acababan de decir. Se conocían solo desde hacía unos meses, desde que la trasladaron a la nueva oficina. Si no hubiera roto con José Miguel jamás habría ido con ella a la montaña. La vergüenza por ese tipo de confesiones las hizo callar, haciendo que sus mejillas se sonrojasen.
Al rato la ofreció un cigarrillo, a sabiendas de que no fumaba, utilizándolo de pretexto para romper ese tenso silencio.
Ambas trataron de desviar la conversación, pero sin quererlo volvía a aparecer una y otra. vez. Las dos temían desvelarse que después de lo que acababan de ver su deseo abrasaba sus partes más íntimas.
Ese pensamiento la ruborizó, incluso la hizo sentir mal pensando que qué es lo que pensaría su amiga de ella, pero en vez de calmar su sed de sexo, la ocurría todo lo contrario, y empezaba a darla igual todo... Cualquier mujer sentiría lo mismo....es normal excitarse viendo aquello... se dijo a sí misma. Desde que lo dejó con José Miguel no había tenido sexo... y lo que tuvo con él ... muy tierno, muy suave, a veces placentero... pero nunca consiguió llenarla... En su interior algo la gritaba que necesitaba sentirse mujer... y por qué no?... tener una buena verga dentro de su cuerpo...
La pareció brutal la expresión, pero en el fondo, era acertada. Su sexo seguía húmedo y el deseo aumentaba cuanto más recordaba la imagen del guarda masturbándose. No podía apartarla de su cabeza y la imagen se repetía sin cesar provocando que el ardor que sentía se incrementase a cada paso.
El roce de sus muslos al caminar la excitaba, el sentir los tirantes de la mochila oprimiendo su pecho hacía que los pezones se irguieran. Disimuladamente cuando María José no la veía se acariciaba el sexo reprimiendo los gemidos.
En esto, vieron a lo lejos una figura. Volvieron a coger los prismáticos. Las dos esperaban secretamente que fuera él... La suerte parecía estar de su lado... No hizo falta pronunciar palabra, solo quedaba decidir cómo y atreverse a hacerlo. Si hubiera estado sola hubiera sido más fácil.
La pregunta parecía flotar en el aire. Cómo hacerlo, cómo decirlo sin que pareciera una cualquiera, cómo decirla a su amiga que era un estorbo y que estaba deseando entregarse sin ningún límite a ese hombre para que la poseyera... para hacerse suya...
¿Y su amiga?. Bastaba mirarla para saber que estaba pensando lo mismo. Su mirada esquiva, avergonzada, sus pezones erectos, el tartamudeo, la indecisión, la inseguridad en la voz...
La conversación fue de lo más estúpida... hasta que al final María José fue la más decidida y la expuso su plan. Se acercarían a él de la forma más provocativa que pudieran y le irían sugiriendo... en fin lo que era evidente, que podía hacer con ellas lo que quisiera,... luego que fuera él quien escogiera...
Fingió dudar y retraerse con la propuesta. Tenía que obrar con astucia. No podía revelar abiertamente delante de su amiga las enormes ganas que tenía de ser poseída, de acostarse con un desconocido como una mujerzuela cualquiera.
¡ Cayó en la trampa! -Pensó satisfecha cuando María José empezó a tratar de convencerla y a hablar rápidamente utilizando todo tipo de argumentos.
-. " Venga Vero... ¿No me acabas de decir que tu sueño erótico era el ser taladrada por un desconocido?... Pues venga anímate tonta !... y encima mira qué desconocido!,... mejor ocasión imposible, decídete, vamos a estar tres días en el albergue y no le vamos a volver a ver,... no nos conoce de nada y aunque lo cuente qué nos importa....Venga mujer decídete que aquí no nos conoce nadie... y a él ni le van a creer... Que si Vero... y aunque le crean qué más nos da, si nadie sabe quien somos..."
A pesar de estar completamente de acuerdo, la dejó continuar hablando sin responderla. Casi se lo estaba suplicando. Dejó tensar la cuerda hasta el punto de que si ella no la acompañaba iría sola, aunque eso la daba un poco de miedo.
Siguió mintiendo cuando dijo que de acuerdo, pero que la contara mejor su plan, no tenía muy claro qué es lo que quería hacer y cómo tenía que comportarse.
Nerviosa María José volvió a explicar a toda velocidad cómo pretendía hacerlo finalizando sus atropellados razonamientos con un "mira tu haz lo que yo".
Sin prestarla más atención su amiga se puso a arreglarse. Se recogió el pelo en una coleta. Dejó la mochila en el suelo y la abrió. Llevaba un pantalón corto, pero según comenzó a desabrocharse los vaqueros se arrepintió, Tenía las piernas demasiado blancas... pero guardaba otro truco. Se desabrochó la blusa y se quitó el sujetador. Sus pechos no eran muy grandes, pero sí preciosos, muy firmes, puntiagudos, coronados por oscuros pezones... eran envidiables. Recogió la blusa por los bordes y se hizo un nudo bajo los senos. Luego se colocó la mochila y separó ambos lados de la tela. La línea divisoria de su pechos se exponía completamente y sus formas se insinuaban a la perfección. Cualquier hombre se volvería loco de deseo al verla tan provocadora.
Ahora le tocaba a ella. Aunque lo había fingido, no quería ni por asomo renunciar, y no iba a dejar que su rival se saliera con la suya. Desde que oyó la idea no había dejado de pensar en ella. Su sexo se apoderó inmediatamente de su cerebro y deseaba más que nada en el mundo obtener el premio a cualquier costa. Utilizaría todos los trucos, y por su puesto todas las armas de mujer a su alcance.
No tenía blusa con que poder hacer lo mismo, pero su camiseta podía servir como una reducidísima minifalda. Una vez descubiertas sus piernas, guardó los pantalones en el fondo de la mochila y se subió el elástico de la braguitas sobre las caderas tensando la prenda interior. Recogió la tela que sobraba y se la metió entre los glúteos resaltando sus nalgas desnudas como si fuera un tanga y marcando con todo detalle los labios de su empapado coño.
Pero aún no había terminado, se quitó el sujetador y sus enormes tetas quedaron libres, moviéndose descaradamente bajo la camiseta. Sabía que a nada que sudase se iban a pegar destacando la punta de sus pezones, si era necesario disimuladamente se dejaría caer agua...
Se colocó la mochila. El tirante le servía de cinturón y recogía aun más la camiseta. Desde atrás la mitad de sus nalgas quedaban al aire libre y si alzaba un poco los brazos se veían sus partes íntimas cubiertas tan solo por las ceñidas braguitas.
María José se quedó helada al verla y comprendió tarde que se había dejado cazar como una tonta. Estaba más sexi que ella moviendo provocador el culo a cada paso que daba. El movimiento de unos pechos desnudos bajo la ropa podía ser tan sugerentes como un generoso escote o incluso más.
Tardaron casi un cuarto de hora en alcanzarle caminando deprisa, apenas sin hablarse, con solo una idea en la cabeza. Caminaba despacio silbando y moviendo de una lado a otro una rama.
Cuando volvió la cabeza al sentir sus pasos, el corazón le dio un vuelco y se quedó boquiabierto por la sorpresa. Estaban imponentes.
Se saludaron convencionalmente,... Hola.. hola...ah! eres vigilante rural,...Ah... el guardabosques... bueno qué más da... pues mira,... venimos al cañón,... ah, pero no es por aquí?, pues el libro decía,... como nos va a importar que nos acompañes, todo lo contrario...
Se le notaba nervioso, tenso, con el habla entrecortada,... sus ojos no saben donde mirar... Su mirada iba atónita de los pechos casi al descubierto de María José, que le miraba coqueta, a sus grandes tetas, provocadoramente pegadas a la camiseta tal y como ella había previsto. Sus piernas desnudas bajo la camiseta de vez en cuando atraían su atención.
María José le encandilaba con su dulce voz. Sin embargo ella recibía el mayor número de miradas. Parece que he ganado el primer asalto -Pensó-.
Lejos de retraerse en su presencia continuaron sus provocaciones. Parecían no cansarse de sonreír, de dirigirlo insinuantes miradas que ponían al descubierto sus deseos, rogándose incluso con las pestañas que las escogiera por encima de la otra,...
No podía dar crédito a lo que le estaba pasando, dos chicas de la capital, medio desnudas, con él a solas en el bosque, y encima dos chicas tan atractivas, con esos cuerpos. Había oído que eso era normal en otros lugares, pero nunca, salvo en las películas, había visto nada igual.
De reojo miró a María José. Entre su escote se veía perfectamente toda la forma de su pecho, incluso el pezón. No pudo evitar que el bulto de sus pantalones creciera delatadoramente y se sintió aún más violento. Si ellas se daban cuenta, iban a pensar que era un paleto salido.
Dirigían la conversación por donde querían, él se dejaba llevar a donde fuera, temeroso de desagradarlas en lo más mínimo y dejar pasar este encuentro.
Ellas continuaban con su juego. Se movían coquetas a su alrededor, dejaban entrever las formas de sus cuerpos sin ninguna timidez, se rozaban intencionadamente con él buscando despertar aun más el deseo del joven.
Al salir de un pequeño bosquecillo, llegaron a unas rocas. Subiendo por ellas, podían adelantar un par de kilómetros y la ascensión era de unos cincuenta metros, no había peligro, así no tendrían que dar ese rodeo.
Fue la primera en encaramarse mientras María José esperaba al pie de la pequeña colina buscando seducir a solas al guarda. Al estirar los brazos, la camiseta se recogió sobre sus hombros. No pudo verlo pero sabía perfectamente que sus ojos estaban devorando la redondez de sus nalgas desnudas. Disimuladamente, sin que se diese cuenta arrugó la camiseta alrededor del tirante de la mochila para evitar que se bajase.
Olvidándose de la chica que tenía a su lado, el guardabosques inició la ascensión. En menos de medio minuto ya se había colocado casi a su altura, justo debajo y sus ojos seguían hipnotizados el movimiento de su muslos, de sus desnudas nalgas. Cuando ella alzaba una pierna, desde abajo, podía ver perfectamente los labios de su coño aprisionados por las reducidas braguitas.
Necesitó ayuda para encaramarse al saliente. Por una acto reflejo alzó la mano y apoyándola en sus glúteos la empujó hacia arriba. Se quedó inmóvil. Ella volvió la cabeza. Adivinó que por su cabeza estaría pasando el pensamiento de haber cometido un error al tocarla ahí. Rompiendo el hielo sonrió con normalidad y movió su cintura haciendo que la palma de la mano rozase todas su formas.
Estirando los brazos la camiseta se elevó aun más. Prácticamente ya estaba desnuda de cintura para abajo.
Cuando María José llegó arriba se fijó en lo abultado de la bragueta y comprendió que de no pasar a la acción perdería definitivamente la partida.
Se sentó porque dijo que la subida la había dejado reventada. La mochila pesaba demasiado, y con tanto calor el esfuerzo la había agotado. La ofreció un poco de vino de la bota. Al beber movió descarada lo pechos y dejó que a drede se la escaparan unas cuantas gotas. Sacó un pañuelo y se limpió descendiendo por el cuello y metiéndolo dentro de la blusa. Al hacerlo, el nudo se soltó, pero no hizo intención de cubrírselo.
... Si pudiera llevarla la mochila un rato... Naturalmente accedió. Al soltarla, separó los brazos, y como era de esperar la blusa se abrió de par en par dejando al descubierto sus hermosos pechos.
Sus ojos se desorbitaron y se detuvo inmóvil unos instantes contemplando los senos. Ahora si que la situación se estaba tensando. Parecía no decidirse por ninguna y tan pronto miraba los pechos de una como las desnudas piernas de la otra.
Se diría que a partir de ese momento la partida estaba empatada: el movimiento de los senos desnudos al caminar era tanto o más sugerentes que las provocadoras nalgas que había acariciado y que le invitaban a apoderarse de ellas.
Cruzando un pequeño bosque rodeado de arbustos, decidieron parar a descansar. El sol entrando entre los árboles, la hierba verde y mullida invitaba a ello. Sacó la bota de vino y las ofreció refrescarse. Les explicó que el solía ir a ese rincón por lo bonito que era y porque además, nadie lo conocía. Había que estar todo el día en la montaña para conocer lugares así.
Dejaron a la sombra las mochilas y María José se dejó caer en la hierba con los brazos en cruz. El sol iluminaba sus pechos haciendo resaltar su hermosura.
Sacó un cigarrillo y le ofreció. No fumaba, pero siempre llevaba un mechero. El caso era llamar la atención y evitar que se fijase en su rival. Insinuante encendió el cigarrillo penetrando con su mirada en su interior. Se le notaba nervioso, turbado, incapaz de arriesgarse en una decisión. Era un niño indeciso tratando de escoger entre dos juguetes.
Se sentó al lado de María José como atraído por el imán de su pechos. Ella hizo intención de hacerlo, pero al sentarse, se quejó. Se levantó como impulsada por un muelle, dijo que se había picado.
" Mira a ver si tengo algo clavado."-Le ordenó.-
Al instante obedeció y la examinó su culito más que con los ojos, con todo su deseo. Naturalmente no vio nada, pero ella insistió.
" No sé, me sigue picando.. a lo mejor se ha quedado clavado y no puedes verlo, pasa la mano a ver..."
Por fin pareció captar la indirecta y acarició por entero sus nalgas. Disfrutó al sentir sus ásperas manos en su culo y deseó sentirlas en el resto del cuerpo.
María José comentó lo a gusto que estaba tumbada al sol, aunque hacía demasiado calor... " No es mala idea lo de quitarse los pantalones..."
Una mirada disimulada de odio. Casi babeante miró cómo María José se quitaba los pantalones cortos. Unas preciosas braguitas ocultaban su sexo y dibujaban un hermoso culito. Más pequeño que el de su amiga, pero sin duda mucho más apetecible.
La competición seguía su curso. María José tenía unos pechos preciosos, mejor culito, algo más delgada. Pero sabía que sus grandes pechos eran irresistibles. Muchos los hombres volvían la cabeza cuando pasaba por la calle. Algunos se quedaban mirando como babosos a su escote. Más de un piropo grosero habían recibido sus grandes melones. Además Maria José no era guapa. Del montón, normalita. Atractiva tal vez, pero guapa no.
El siguiente movimiento debía ser suyo. No iba a permitir que después de la exhibición que estaba dando la ganara la partida. Ni hablar. Ese hombre debía ser para ella. Para no picarse se iba a quitar la camiseta, y la utilizaría como una manta para tumbarse. Cuando el guardabosques lo oyó debió parecerle buena idea, porque sus ojos brillaron lascivamente. Se le notaba que se moría por verla desnuda.
Si estuviera sola, si esa imbécil de María José no hubiera venido... si pudiera decirle todo lo que estaba pensando....
Sus enormes tetas aparecieron deslumbrantes dando un pequeño botecito. Extendió la camiseta en el suelo y se tumbó un poco alejada de María José. El se sentó en medio de las dos y no sabía qué hacer. Era la más lanzada, pero la otra también parecía con ganas.
El pantalón le delataba y se le notaba cada vez más tenso.
Fue hasta la mochila a buscar un tubo de protector solar. Caminó lenta y coqueta. Tenía que ser de piedra para ver a una mujer así caminar por la hierba prácticamente desnuda y no desear tirársela inmediatamente.
Una ráfaga de aire acaricio su cuerpo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo erizando su piel. Se sintió completamente desnuda. Por un momento se avergonzó. Ni tan siquiera había hecho top less en una playa y ahora se desnudaba y exhibía como una vulgar buscona para un desconocido. No quiso ni pensar lo que diría José Miguel si la viera. Pero qué más daba, José Miguel ya no era nada suyo.
Se volvió a poner a su lado y se tumbó de bruces en el suelo.
"Dame un poco de crema por favor. "
Dejó caer un chorrito y suavemente lo fue extendiendo empezando por los hombros, descendiendo poco a poco por la espalda. Se dejaba acariciar y no la importaba que al untarla la crema por las costillas la rozase sus pechos... como tampoco la importaba que bajase más allá de los riñones y volviese a tocar sus nalgas, ni por supuesto que con la disculpa de darla crema en las piernas internase su mano entre los muslos y tocase disimuladamente las estribaciones del coño.
Cuando terminó por la espalda, preguntó irónico si quería también por delante. Sin responder se dio la vuelta y se sentó. Cada leve movimiento de los pechos era seguido por unos hambrientos ojos. Se echó un poco de crema en las manos y se lo extendió ella misma por la cara. Luego le pasó de nuevo el bote y se tumbó cerrando los ojos. Colocó sus brazos tras la cabeza como si fueran una almohada. Sus senos se tensaron y quedaron insinuantemente expuestos.
Comenzó por la base del cuello, los hombros los brazos,... Indeciso, derramó un poco sobre el abdomen. Empezó a extenderlo de forma concéntrica. A medida que los círculos se agrandaban, rozaba la base de los senos erizando sus pezones. Confirmó entonces que podía continuar sin peligro.
Dejó caer unas gotas en cada pecho. La crema estaba fría y pastosa, y al resbalar sobre su piel la produjo un agradable escalofrío.
Su respiración se hacía más y más agitada a medida que sus fuertes manos recorrían sus tetas y los pezones respondían a estos estímulos irguiéndose aún más.
Se dio cuenta rápidamente de que sus caricias no eran desatendidas y ya sin disculpa ni disimulo alguno, empezó a sobarla las tetas, entreteniéndose de vez en cuando en pellizcar los pezones, arrancándola gemidos de placer.
Sintiéndose dueño de su cuerpo, volvió a descender por el estómago con la intención de recorrerla entera, deteniéndose en los suaves muslos. Al intentar volver a subir, su pulgar se enredó con el elástico de las braguitas.
"Si te estorban, puedes apartarlas,..."
Ya no hacía falta disimular. Todas las cartas estaban boca a arriba. No hubo que repetírselo dos veces. Agarró las braguitas por el elástico a la altura de las caderas. Ella levantó un poco los riñones facilitándole la operación. Sus pechos se movieron insinuantes. Despacio las fue bajando recreándose en el espectáculo que ofrecía ver aparecer su tupido coño.
Al sentir el primer roce en su pantorrillas separó las piernas franqueando la entrada de su sexo. No se hizo demorar y rápido palpó la humedad de su sexo dejando que sus dedos jugasen con los labios y descubriesen el clítoris. La penetración parecía inminente, pero María José que había estado mirándoles también quería participar. Sus ojos delataban que se moría de deseo y de envidia.
Ella también quería crema... y con una sonrisa zalamera le dijo:
" Tú también deberías darte un poco,... tienes la piel muy quemada y eso no es bueno... espera ahora te quito la camisa."
Se dejó manipular mirándola con fastidio, ya había acercado su mano a la bragueta y estaba a punto de bajársela.
Las femeninas manos recorrieron con avidez su musculoso torso. Su olor a sudor lo hacía aún más deseable.
Ahora no se podía permitir el quedar al margen y colocándose detrás extendía crema por su espalda, aprovechando para hacerle sentir sus más especiales caricias. De vez en cuando, dejaba que sus pechos se restregasen haciéndole llegar su deseo. Disimuladamente su rostro se acercaba al suyo, jadeando cerca de su oreja, besándole el cuello, clavándole los dientes en sus hombros.
Aprovechó esta proximidad y decidió probar sus labios fundiéndose en un prolongado beso. No besaba bien, pero se dejó arrastrar al suelo.
Lejos de desistir María José continuaba acariciándole. Si había perdido la batalla, no se iba a quedar sin premio, en todo caso, tendría que compartirlo con ella.
No tardaron en estar los tres tirados en la hierba. El probaba alternativamente una y otra boca. Las hacía besarse entre ellas mientras palpaba los diferentes pechos, o hundía sus manos en los húmedos sexos que le recibían con gemidos. Un remolino de seis manos desenfrenadas jugaban sin parar.
Ellas luchaban por apoderarse de su cuerpo acariciándole entero. Cuando su mano descendió, se encontró con la de María José que ya pugnaba por desabrochar su pantalón.. Por fin los rebeldes botones cedieron y María José se levantó para bajárselos. El bulto bajo el calzoncillo era tremendo y las dos estaban ansiosas por liberar su contenido.
Esperaban encontrar un pene de gran tamaño, pero se quedaron cortas. De cerca aun era más grande. El ansia contenida las hacía verlo tremendo. Una gruesa barra de carne culminada en un poderoso ariete y rodeada de hinchas venas atrajo su mirada. Completamente erecto sobre sus ovalados y peludos testículos las desafiaba a apoderarse de él. Sintió un escalofrío y su coño se estremeció deseando poseerlo sin tardanza.
La mano de María José inició su reconocimiento dejando que las yemas de sus dedos palpasen sus testículos y subiesen por su tallo hasta alcanzar su cumbre, descubriendo con suavidad su capullo. Ansiosa lo rodeo con la mano y comenzó a moverla arriba y abajo.
Respondía a estas caricias sobándola los senos con más fuerza. Cuando su amiga se lo metió en la boca y comenzó a chupárselo cerrando los ojos, como paladeando un manjar exquisito, él la introdujo con fuerza los dedos en el coño y ella le ofreció sus tetas para que se las chupara. Haría lo que fuera con tal de restar protagonismo a su amiga. No tardó en notar primero la suavidad de sus labios en torno a sus pezones, luego la dureza de los dientes que la muerden hambrientos.
Cuando se cansó de jugar, la fue colocando a cuatro patas sin dejar de sobar su cuerpo. Obedeció dócilmente. El se fue colocando a su espalda apuntando con su tremendo aparato a sus zonas más sensibles. Giró la cabeza sonriente, invitándole en silencio a que se apoderase por fin de su cuerpo. Un sentimiento de orgullo, de victoria, la llenó. Había ganado la partida. Iba a ser la primera en ser poseída.
Su macho la iba a tomar, y no la importó que fuera delante de su amiga. Mejor aun. Ella tendría que mirar resignada como el la tomaba, como había preferido su cuerpo al suyo.
En esa postura, la empujó las tetas haciéndolas oscilar de un lado a otro. Totalmente expuestos sus dos orificios, esperaba ansiosa que ese tremendo aparato la taladrase. Sin embargo, fue su mano la que sintió recorrer sus nalgas y el interior de su muslos, palpando las formas de su coño aumentando aun más su deseo.
María José no perdía detalle y de rodillas a su lado, se masturbaba por encima de las bragas. De vez en cuando su mano también se divertía con los pechos.
Sus dedos recorrían incansables su sexo, investigando sus formas, descubriendo sus rincones, jugando con sus carnosos labios, retrasando intencionadamente lo tan deseado. Loca de placer y deseo cerró los ojos abandonándose completamente a sus caricias.
Sus fuertes manos la abrieron las piernas separando aún más los labios de su coño. Enredó los dedos en su tupido coño y los estiraba para acercárselo a la boca. Su lengua comenzó a descender por las nalgas hasta detenerse a la entrada de su sexo. Desde atrás, mordía sus labios, dejaba que la lengua tratase de entrar en su agujero, que apretase el clítoris, que la sorbiese los jugos,... Si no la penetraba pronto no tardaría en correrse.
Jadeaba escandalosamente y miró a María José. Estaba tumbada sobre la hierba, acariciándose los senos mientras se metía los dedos dentro de su coño por un lateral de las braguitas.
"Es increíble, pero sigue con las bragas puestas. A mi me van a follar delante de ella y yo ni siquiera la he visto el coño..."- Pensó-
No pudo resistir más y comenzó a correrse bajo las caricias de su hambrienta boca. Su coño era ahora sensible al mínimo roce, y parecía sumida en un orgasmo sin fin.
Por fin dejó de lamerla y acercó su polla a la entrada. La sentía dura, caliente... Allí se dedicó a restregarla arrancándola de nuevo suspiros de placer.
Empujó cuando estaba cerca de su anillo, pero no acertó y se deslizó entre sus muslos. Sintió todo su recorrido. Volvió a intentarlo y ahora despacio, colocó su capullo y presionó con suavidad metiéndola unos centímetros. Contuvo la respiración esperando que entrara el resto.
Sus labios se separaron cuando empujó ahora con todas sus fuerzas metiéndola casi toda la polla. Gritó al sentir agrandar su sexo con tanta rudeza. Era enorme y la abría el coño forzándola la entrada. Se sentía desgarrada y el placer se mezcló con el dolor haciéndose más brutal.
Sus vigorosas embestidas la dominaban por completo. Su cuerpo recibía agradecido cada potente arremetida... Y por primera vez en su vida se sentía plenamente mujer, plenamente follada. Menuda diferencia con su ex.
Notaba entrar el pene con fuerza, abrirse camino a través de lo estrecho de su coño, y sus escándalos ahís de placer rompían el silencio del bosque.
Cuando llegó de nuevo al orgasmo sintió que el corazón se le paraba, la faltaba el aire, casi no podía ni respirar. La estaba reventando por dentro y le llegaba hasta lo más profundo de su cuerpo. Desde ese momento, no pudo contenerse y llegó a alcanzar cuotas de placer inimaginables para ella.
El tío la empujaba con fuerza sujetándola por la cadera y ella devolvía los empujones buscando meterse más y más su polla, buscando continuar ese prolongado orgasmo que la estaba matando. Las tetas la colgaban moviéndose descontroladas de adelante a atrás mientras recibía las fuertes embestidas. Sentía su peso. Se excitaba con sus locos vaivenes. La leve brisa acariciaba los puntiagudos pezones.
Su rostro no mentía, perfectamente describía lo que estaba sintiendo. Los ojos cerrados, la boca entreabierta jadeando, resoplando, suspirando... solo dejando de gemir para pedirle más, para gritarle que no parara, que la siguiera jodiendo.
Una de las veces, la empujó tan fuerte que sus brazos no pudieron aguantar el peso y cayó de bruces. Estaba literalmente aplastada por el tío que no paraba de metérsela..., que se retiraba hasta el final despacio, dejando que su coño sintiese todas sus formas para volver a metérsela más y más fuerte...para golpear sus nalgas con las caderas... hasta que una vez se le salió del coño.
En vez de volver a penetrarla la giró y se sentó sobre sus pechos. Soezmente la ordenó que utilizase los labios. Era su esclava y le obedecía en todo. Se sometió a él como nunca antes lo había hecho con ningún hombre y disfrutaba con ello.
Metía despacio la polla en su boca y también ahí la empujaba con fuerza hasta casi ahogarla, pero ella no se resistía, todo lo contrario, devolvía el placer acariciándole los testículos.,.. así hasta que él se corrió sujetándola la cabeza y obligándola a tragar todo su esperma. Estaba totalmente entregada. Jamás hubiera permitido algo así a José Miguel.
Se quedó tumbada jadeando y cerró los ojos tratando de recuperar su ser. Un hormigueo placentero la recorría desde las piernas al estómago y no se atrevía ni a moverse. Era como si aun tuviera el sexo dentro de sí, parecía que su coño tan dado de sí, aun conservaba la forma del pene dentro reteniendo el placer alcanzado... Los estertores de placer se negaban a abandonar su cuerpo. El clítoris aun excitado sobresalía entre los labios.
No habían pasado ni cinco minutos cuando sintió como unas manos acariciaban de nuevo sus pechos. Abrió los ojos con pereza y vio a María José acariciarla mientras el guardabosques la recorría entera.
Lentamente la fue colocando también a cuatro patas, con su cabeza entre las rodillas de María José. Acabó con la boca pegada al coño de su amiga, en un 69 perfecto. Separó instintivamente las piernas.
El fuerte brazo del hombre hizo fuerza para que Mª José entendiera lo que quería y la cabeza de su amiga se enterró en su coño. Su lengua comenzó a moverse ansiosa. Temblaba de placer mientras su amiga la lamía el coño.
Desde abajo podía ver el vello de María José asomar bajo las bragas mientras la gruesa polla rozaba su entrada. Sin embargo, en vez de penetrarla, se la volvió a meter a ella en la boca. La estuvo lamiendo hasta que volvió a tener la turgencia apropiada. Entonces de un tirón arrancó las bragas descubriendo por fin el coño de María José.
Sus dedos midieron su profundidad. Separó los labios y palpó su interior. Luego empujó hacia abajo. Su boca quedó frente al húmedo sexo. Sintió sus pechos aplastados por el estómago de su amiga. No pudo contener sus manos y en esa difícil postura agarró los pechos de María José. Obedeciendo a unos desconocidos instintos, por primera vez en su vida comenzó a lamer y a paladear los jugos del sexo femenino, de su propio sexo en sexo ajeno.
El hombre tenía la mejor vista. Desde atrás observó lujurioso el sesenta y nueve de las dos chicas. Se excitó contemplando como las lenguas se internaban entre los labios, jugaban glotonamente con el clítoris, penetraban hambrientas en los húmedos agujeros...
Burlón las escuchó gemir y las vio temblar de placer. Las dejó que disfrutaran una de la otra antes de volver a colocarse detrás de Maria José.
Desde abajo, vio aproximar su miembro desafiante a la entrada... Empujó con violencia. María José dejó de lamerla y tensó todo su cuerpo al recibir el primer empujón. Sin embargo solo había entrado algo más de la mitad.
Un insano morbo se apodera de ella mientras contempla el espectáculo. Es como si estuviera viendo una película de cine en directo. Por un lado sintió excitación, por otro la envidia la devoraba. Deseaba ser ella otra vez quien le recibiera.
Impasible vio forzar su entrada, le vio hundirse cada vez más en el coño de su amiga que gemía retorciéndose de placer. El sonido del lúbrico chapoteo inundó sus oídos. Los celos la carcomían. No quería permitir que solo su amiga diese placer a su hombre.
La bastó incorporar un poco la cabeza para que su lengua acariciase sus oscilantes testículos. Se esforzó para que se internase aún más hacía atrás, hasta llegar casi al ano, mientras se movía follando incansable a su amiga.
Como era de esperar, no tardó en correrse, y como hizo antes con ella, no paró de joderla hasta que él también alcanzó su clímax. Le vio apretar con fuerza clavando todo su pene, disfrutó al ver cómo rezumaba semen cada vez que se retiraba...
Incapaz de resistir más, sin fuerzas María José se dejó caer de bruces haciendo que los restos de la eyaculación la salpicasen en la cara... Abrió la boca esperando recibir alguna de sus gotas y cerró los ojos...
Dócil limpió con su boca la desarmada herramienta y la funda que la había cobijado. Tuvo los dos sexos al alcance de su boca, y a los dos su lengua les dio sus caricias.
Indiferente, se vistió mientras ellas aún seguían tumbadas en el suelo. Las preguntó si sabrían volver,... él tenía que regresar... Jadeantes, con la respiración entrecortada por el agotador esfuerzo, incapaces de levantarse le dijeron que se iban a quedar allí...
Le vio alejarse despacio y volvió a cerrar los ojos.
Cuando comenzaron a vestirse no encontró sus bragas.
Llegaron al albergue casi entrada la noche. La cena fue rápida. Se las notaba el cansancio en el rostro. El dueño del hostal, empezó a contarlas historias. No le hicieron ni caso. Aburrido acabó preguntándolas por el día en la montaña,... y claro eso de andar tanto,... cansaba mucho. Se miraron con la complicidad dibujada en los ojos,...
" Si es verdad, menuda paliza llevamos encima"...