Verónica

Carlos, el hombre que yo más admirada, me llevó a su casa con perversas intenciones para enseñarme cosas que no me había enseñado como profesor.

VERÓNICA

Carlos era el hombre que yo más admiraba, y el profesor que mejor me trataba. Medía como 1’80, pelo negro, ojos profundos, con dos surcos a ambos lados de la cara, de gesto serio, a veces incluso indiferente. Proyectaba una imponente presencia. A menos que uno lo conociera daba miedo, pero era un hombre muy agradable. A mis 15 años, estaba muy impresionada por él, y él por mí: mi cuerpo había desarrollado demasiado, y tenía un culo y unos pechos muy grandes para mi edad, lo que me hacía ser la presa de las fantasías de media clase. Mi 1’65 de alto, mi pelo castaño claro, mis ojos de avellana, mi cintura y mi vientre eran presa de ojos ávidos y lujuriosos de mis compañeros de clase, y aunque yo me hacía la disimulada, a veces les veía tocarse el paquete, mirándome y relamiéndose, como un lobo que viera a una oveja, pero ellos nunca pudieron consumar sus febriles fantasías, ya que fue el propio Carlos quien lo hizo, una tarde que me pidió ir a su casa para recuperar los estudios perdidos de clase.

-Hola Verónica, pasa.

-Hola profe.

-Por favor Vero, ahora no estamos en clase. Llámame Carlos.

-Lo intentaré, prof…digo, Carlos.

-Bien, siéntate aquí y deja los apuntes en la mesa. Comenzaremos enseguida.

Y durante media hora, poco más, solo estuvimos haciendo eso, pero muy a menudo le sorprendía mirándome a mis piernas, a mi falda de cuadros, ó a mi camisa de seda(siendo colegio privado todas íbamos de uniforme, y por pereza ese día no me lo quité). Él sonreía muy amable, luego me indicaba la lección y se hacía el despistado. Aludiendo que tenía sed se fue a la cocina y me quedé allí pensando en que debía irme, ya que comenzaba a ver por donde iban las intenciones de Carlos, y no quería que ocurriera ya que si no dejaría de admirarle, ó en mi inocencia, eso pensaba. Para mí significada mucho. Al volver, le dije que quería marcharme y entonces se sentó a mi lado. Le dije porqué quería irme.

-Verónica, eres una chica preciosa. No pienses mal de mí, pero es que es muy difícil resistirse a tus encantos. Eres una chica increíble, casi una mujer

Me sonrojé como un tomate. Carlos, viendo como estaba, siguió diciéndome piropos sobre mis ojos y mi pelo y un montón de cosas que no recuerdo que fueron la locura. Me sentía en el cielo. Me desplacé a la izquierda para acercarme más a él y muy excitada por sus palabras le besé. Sus labios ardían con los míos, y nunca nadie me besó como él. Un beso profundo, sensual, intenso, magistral, embriagador en todos los sentidos. Mis mejillas ardían enrojecidas de vergüenza y placer y él, con mano en mi barbilla, me miró intensamente.

-Eres la niña más linda que jamás he conocido.

Sonreí nerviosamente por sus palabras y tuve un inmenso arrebato de orgullo. Me sentía haciendo sentir como una diosa. Me llevé la mano a la mejilla y vi que estaba al rojo vivo. Él me sonrió con ternura y me atrajo hacia sí. Me abrazó y volvimos a besarnos. Sus manos en mi cintura me transportaban al paraíso. De mi cintura pasaron por mi espalda y bajaron por mi camisa hasta mis pechos. Sentía mucha vergüenza, pero también mucha excitación, y la mezcla de ambas me anclaba al sofá donde estaba. Comenzó a pasarme la lengua por el cuello y entre las cosquillas que me hacía y las risas él estaba excitándome como un experto. Sus manos bajaron a mis piernas y acariciaron mis muslos. Dejó de besarme para subir un poco mi faldita y verlas.

-Tienes unas piernas fantásticas, y una cintura que da gusto verla. Muchas chicas matarían por tener tu cuerpo.

Y él seguía y seguía halagándome, poniéndome más y más roja. La dulzura de su mano sobre mi muslo izquierdo era deliciosa. Literalmente me sentía protegida y amada en sus brazos. Se deslizó a la rodilla y bajó un poco. No sabía a donde quería mandarme, pero en ese momento hubiera ido al mismísimo confín del mundo con él. Cuando comenzó a subir su mano izquierda, tuve un fuerte arrebato: miedo, vergüenza, excitación…su mano volvió lentamente a mi muslo y tenía intención de meterse entre mis faldas. Oh dios mío, ¿qué podía hacer?...¿salir corriendo?, ¿dejarle hacer?, ¿pegarle?, ¿protestar?...estaba tan avergonzada, tan atemorizada y tan excitada a la vez, que quedé clavada en el sofá sin poder moverme. Solo acertaba a sentir su mano acercándose cada vez más, inexorable, a mi falda, para meterse por dentro. Pasó por encima de mis braguitas y por encima de ellas buscó mi clítoris, para comenzar a tocarlo con su dedo corazón en cuanto lo encontró. Fue tocarme y derretirme. Eché la cabeza un poco hacia atrás, cerré los ojos, suspiré y di a entender que consentía aquello, aunque la verdad era que me sentía incapaz de pensar.

-Aaaaaahhh aaaaaaaaaahh aaaaaaaahh aaaaaaaaahhh aaaaaaahh…oh dios-tragué saliva, ya que tenía la boca seca de tanto gemir-…aaaaaaahh aaaaahhh

-Que bella eres…estás radiante con tu carita roja…disfruta y déjate llevar

Me dio muchos besos en las mejillas. Parecía hambriento de cada parte de mi juvenil cuerpo. Jamás había visto a un hombre tan excitado por mí como él. Aquello me halagó y excitó aún más. Carlos cogió mi mano y la llevó a sus pantalones. Abrí los ojos como platos en cuanto sentí aquella durez, que deseaba salir de los pantalones.

-Vamos. Bájame la cremallera y sácamela

Muy obediente lo hice sin rechistar. Con cierta habilidad bajé la cremallera y me las apañé para que su pene saliera. Mi vista quedó prendada al ver aquella cosa erguida, firme apuntando hacia arriba. Él me miró con sonrisa triunfante y sarcástica.

-¿Alguna vez habías visto una?.

-No, nunca-dije en un susurro-

-Venga, vamos…no pasará nada

Lentamente guió mi cabeza hasta quedar con ella ante mí. Totalmente fuera de mí, abrí la boca y me lo metí todo lo que pude. Carlos suspiró tanto como yo cuando me tocó el clítoris, pero en seguida paré. Él me miró con cierto aire pensativo.

-No pasa nada, ¿vale?. No tienes de que avergonzarte

-Yo…es que…dios, no quiero seguir-sollocé-

-De acuerdo. Avisaré a tus padres para que vengan a recogerte

No podía dejar de llorar, avergonzada, pero pensar que Papá y Mamá me vieran así sería muchísimo peor, así que impedí que se levantase del sofá y volví a metérmelo en la boca, y ésta vez no paré. Lo que fuera con tal de que ellos no supieran lo ocurrido. Con una mano se lo cogí bien firme y con mi boca lo fui tragando y probando. Quizá fuera por el mal trago que estaba pasando, quizá por la excitación del momento, pero aquello empezaba a gustarme. Carlos, que de nuevo estaba en mis manos, se acomodó para que yo le mamara mejor el pene y con sus manos separó mis piernas y volvió a hurgarme en mis braguitas. Comenzó a darme un tremendo calor y al poco la sensación de vergüenza desapareció, quedando el deseo. Él parecía todo un experto, nunca pensé que una chica pudiera tener esas sensaciones. Sabía como hacer para que todo mi cuerpo participara, sabía adelantarse a mis propios deseos y no paraba de usar cada centímetro de mi cuerpo para darme placer, para que disfrutara de todo. Con su mano libre me masajeó los pechos y desabotonó un poco mi blusa, dejándolos entrever. Su visón pareció enloquecerle. Me hizo dejar de chuparle y me sentó en su regazo, cara a cara, con mis piernas alrededor de su cintura.

-Tienes los pechos más firmes y bellos que he visto nunca. Ojalá me hubiera decidido antes a hacer esto contigo…eres bellísima Vero…te quiero

Sus palabras me transportaban, sus caricias me entonaban y en cuanto tuvo mis pechos a su alcance y a su visión empezó a acariciarlos, a masajearlos, y con que arte lo hacía. Eché la cabeza hacia atrás y lo dejé hacer. Su boca se abrió engullendo mis pezones y pasaba la lengua por ellos, dando pequeños golpecitos, sintiéndolos, excitándolos, endureciéndolos con cada pasada de su lengua. Le abracé por la nuca para evitar caerme y entre gemidos le decía que siguiera, que no se detuviese. Él firme me dijo "antes muerto que dejarte mi amor". Sus palabras tuvieron un efecto enorme en mí, haciéndome sentir más mujer y más deseada de lo que lo había sido nunca. Mientras chupaba mis pezones como loco a veces metía la cabeza entre mis pechos y me lamía el canalillo entre ellos, para volver luego a saborear mi excitación. Me hizo sentar de nuevo a su derecha cuando se dio por satisfecho y yo quedé resoplando.

-Vero, quítate tus braguitas, pero sin levantarte…por favor

Le sonreí un poco y moviendo el cuerpo, comencé a quitármelas. Finalmente lo conseguí y para que él lo disfrutase las quité lentamente, desplazándolas por mis piernas hasta dejarlas en los tobillos y cogerlas en mis manos para dárselas. Carlos se las llevó a la cara y aspiró para olerlas. Se sonrió y me dijo que olían a gloria, que olían a mí. No tardé en empezar a desear desgarrarle a mordiscos. De tanto halago y piropo me había excitado y aunque no sabía como acabaría aquello no podía detenerme. Él levantó un poco mi faldita y luego agachó la cabeza.

-Que vulva tan rica se ve desde aquí…debe ser la octava maravilla del mundo

-Aayyy…Carlos no sigas…mira como me pones con tanto halago

-Eso quiero Vero…solo digo la verdad…eres la mujer más perfecta y bella que he visto en mi vida…pero quiero hacerte más perfecta aún, ¿me dejarás?...

-¿Qué he de hacer?...

-Solo ponerte esta venda en los ojos, echarte con la falda sobre tu vientre y esperarme. Yo te indicaré cuando quitártela

-No sé…suena raro-respondí algo asustada-

-¿Me dejarás verdad-preguntó mientras me tocaba y me excitaba-?....

-Sí…síiii…te dejaré…hazme perfecta

Trajo la venda y me la puse. En cuanto dejé de verle sentí como se levantó del sofá. A los pocos segundos noté como se volvía a sentar y podía notar como me miraba. Fue la situación más erótica de toda mi vida: tumbada en un sofá con la camisa entreabierta con mis pechos al aire, mi faldita levantada y sin bragas, enseñando mi adolescente chochito, y con los ojos cerrados, completamente a su merced. Me dijo que pasara lo que pasara no me moviera y le dije que sí. Entonces noté su mano entre mis piernas y comencé a gemir. Me estaba untando con algo. No sabía que era pero me excitaba mucho y me lo untaba por toda mi entrepierna. Estuvo un rato cubriéndolo bien todo y luego sentí algo frío y metálico en mi piel, quitando aquello con lo que me untaba. Me relamí un poco, me agité del morboso placer que me estaba dando. Carlos me dijo que casi estaba, que aguantase. Su voz era tranquilizadora, dulce, como la de un amante. Al poco ya no sentía ese frío metal en mi cuerpo, solo algo que me limpiaba. Luego me quitó la venda y puso un espejo por encima de mi entrepierna para que viera lo que había hecho: ¡me había depilado!. ¡Parecía que volviera a tener siete años!.

-Ahora ya estás perfecta…estás radiante con su conejito al descubierto

-Parezco una niña-comenté-

-Yo adoro a las niñas-me dijo acercándose a mí-

Me hizo tumbar y puso su cabeza entre mis piernas. Lancé un enorme gemido cuando sentí su boca pegada a mi chochito, chupándome como un poseso. A veces intentaba meter su lengua dentro y luego recorría los alrededores, pero en ningún momento apartó su boca de mi cuerpo. Sus dedos hicieron bien su trabajo y acogían mi clítoris para moverlo y excitarlo. Al poco tiempo me encontraba húmeda, casi empapada, y mis jugos iban para él. Me calentó tanto que mis bajos instintos comenzaron a desatarse. Mi pasión iba en aumento y mis manos en su nuca le decían donde debía comerme para hacerme disfrutar más. Pasó su lengua por mi depilado bajo vientre y sus caricias fueron soberbias. Aaaaaaaaah por dios, que hombre, que maestro del sexo, aquello parecía no tener fin…De golpe paró y se puso encima mío, dejando que mis manos acariciasen su amoratado pene. Acabó de quitarme la blusa y a desnudarme. Luego se desnudó él y se echó sobre mí. Su varonil y velludo pecho contra el mío me puso más excitada, junto a su miembro entre mis piernas. Pensé que íbamos a estallar en pedazos de tanta pasión contenida.

-Cógeme fuerte-me dijo-. Esto…va a doler

Tragué saliva asustada y le cogí por los hombros. Esperé un poco y miró hacía abajo, intentando no fallar. Sentí un fuerte dolor y apreté los dientes, casi los hacía rechinar, hasta que tuve que dar un grito al notar como me había penetrado con toda su virilidad. Un ardor me recorrió, y quedé en estado de shock, incapaz de creer que aquello que minutos antes había engullido mi boca estaba engullido por mis entrañas. Carlos quedó quieto unos momentos que se me hicieron eternos. Mis piernas, y que diablos, el resto de mi cuerpo temblaba por el brutal desgarro que me había hecho. Quise apartarle pero él era tan grande, y yo tan chiquita…y a pesar de eso su peso era un jirón del cielo. Me miró con tanto amor que casi se me olvidó del dolor que sentía.

-Ya está mi cielo…tranquila bella…ahora agárrate…este viaje será algo nuevo para ti…ya verás donde termina…te encantará

-¿Lo juras-pregunté, en mi inocencia-?.

-Sí, lo juro

Y dicho y hecho, lentamente comenzó a moverse, a hacerme el amor. Perdí el sentido de la realidad en menos de 10 segundos, gimiendo sin poder detenerme. Aquello era una montaña rusa de sensaciones y con cada movimiento de nuestros cuerpos entrelazados yo gozaba y gozaba sin control alguno. Volvimos a besarnos y me enseñó a besar con lengua: besos largos, besos suaves, besos fuertes, besos duros. Me sentía rodeada de él, cubierta por todas partes de él. Comencé a empujar y él se dio la vuelta para ponerme encima suyo, cabalgándole a horcajadas. Carlos sonrió diciéndome "¿Ves como te gusta este viaje?". A lo que contesté moviendo las caderas y aprendiendo, por mí misma, a dar una buena cabalgada.

-Aaaaaaaaahhh aaaaaaaaaahh…es increíble…es el cielo, el cielooooooooo

-Sigue así bella…disfrútalo…uuuuuummmmmmm…no te detengas

Sus manos agarraron mis nalgas y las sobó todo lo que quiso. Dio buenas cachetadas en ellos y también exploró de nuevo mis pechos, que ya estaban al máximo de su durez. Durante un rato se incorporó, dejándome sentada sobre su regazo, perforándome mientras me abrazaba y agarraba el culo para seguir el bombeo en mi interior. Inesperadamente volvió a tumbarme bajo él y empezó a ir más deprisa. Se notaba que estaba deseando que llegara algo que yo no sabía. En salvajes oleadas, una tremenda sensación de placer comenzó a llegarme, y su cara adiviné que también a él, a la vez.

-Aaaaaah aaaaaaaah aaaaaaah aaaaaahh aaaaaaaaahh aaaaaaaahh…Oh dios…dios míooooooooooooooooooooo…oooooooooooooOOohhhhhh

-Síiiiiiiiiiiiiii… ooooooooooohh ooooooohh me corro me corro OOOOOOOOOOOOOOOOOHHHH….

Gemimos ronca y enormemente hasta quedar tumbados uno con otro. Noté su fuego quemando en mis entrañas y explotamos al unísono como una estrella. Jadeábamos con rapidez; nuestra respiración iba a cien por hora; mi frente estaba empapada en perlas de sudor; la habitación olía a delicioso sexo; Carlos me besaba con mimo y ternura y me acariciaba, sin haber sacado su miembro de mí. En ese momento vi que aquello era la experiencia más maravillosa de mi vida. Sonreí, le abracé, y le besé. El hombre que más admiraba me había hecho mujer. Nunca fui tan feliz.

Tras varios minutos de descanso volvimos a hacer el amor, y luego llamó a casa de mis padres y dijo que pasaría la noche en su casa, alegando estudiar hasta altas horas de la noche, y diciendo que disponía de un sofá cama donde yo podría dormir sin problemas. Dado que mis padres y él se conocían, le creyeron sin rechistar. Durante aquella noche, no paramos de estudiar, de estudiar posturas amatorias que jamás pensé que existieran. Se hizo dueño de mi ano, que desvirgó con el dolor más fuerte que jamás sentí; me enseñó a hacer un 69 y a como evitar sentir arcadas al hacer una felación; aprendí lo que era pajear a un hombre y a como darle placer; descubrí posiciones para amarse que me fascinaron e hicieron gozar(sobretodo la de poner las piernas por los hombros del hombre, para que la penetración sea más profunda), y un largo ir y venir de placeres sexuales que, a mi tierna edad, no creí que fueran reales.

Así fue como me hicieron mujer. Espero que os haya gustado como fue mi primera vez con un hombre. Por mi parte puedo decir que cada vez que lo recuerdo, me masturbo como una loca. Besitos y hasta luego