Veronica (2)

Siguen las orgias de verónica aunque ahora cambiaran algunas cosas.

Verónica 2

En el Hostal María José y Verónica se desnudaron una delante de la otra. Ya no las daba vergüenza mostrar sus cuerpos. Estaban agotadas y dejaron caer la ropa en el suelo. No se molestaron ni en colocarla en las sillas.

Se metieron en la ducha. Una a la otra se enjabonaron tocando cada rincón de piel. María José confesó que había sido una experiencia brutal. Para ella también lo fue. La boca de María José encontró la suya. No era la primera vez que había estado con mujeres, la dijo acariciando suavemente los pechos. A ella nunca la había tocado una mujer. No pudo negar a su amiga que la agradó la experiencia. Sus pezones así lo decían.

Sonrió. Un pérfido brillo iluminó sus ojos. Sin dejar de tocarla siguió manipulando su cuerpo. Mientras la tocaba y se adueñaba de su cuerpo la iba recordando cómo se había entregado.

Vengativamente la echaba humillantemente en cara que se había comportado como una vulgar mujerzuela, como una furcia. La insultaba con duras palabras por lo que había hecho. La daba igual, en el fondo sabía que solo era envidia. La tocaba deliciosamente sus zonas sensibles.

-. Verónica cariño... Eres un poco guarra... Con lo decente que pareces en la oficina quién lo diría. A ti te da igual tío o tía.... ¿verdad?...

No era verdad, pero ni la contestó. Lentamente la hizo apoyar los brazos en la pared e inclinarse un poco. Restregando el áspero vello de su sexo contra sus nalgas la preguntaba si también le hubiera entregado su segunda vía... Su clítoris era un pequeño juguete entre sus dedos.

La daba igual lo que la llamara. No pensaba en nada... solo recordaba el placer... Sabía que todo era envidia. La daba todo igual, ella había ganado. No la importó volver a correrse en las manos de otra mujer.

Luego la hizo girarse. La arrodilló y separó los labios de su sexo. Tuvo que emplear su boca. Su coño aun sabía a él. Bebió ansiosa la mezcla de jugos, olió embriagada su aroma y lamió como una desesperada la vulva de Maria José buscando la mínima huella, el más pequeño recuerdo de el.

María José se corrió escandalosamente llamándola de todo.

El suave tacto de las sábanas en su desnuda piel la invitaba a dormir. Cerró los ojos despacio. Creyó oír jadear a María José y de reojo la vio encima de la cama, con las piernas abiertas y la mano entre sus piernas.

No tardó mucho tiempo en sentir los labios de su amiga junto a los suyos. No la importó que se apoderara de sus pechos, que jugara con su sexo. La entregó inmóvil su cuerpo. María José seguía insultándola por lo que había hecho mientras la preguntaba si con José Miguel se comportaba de la misma forma. Jadeando la confesó que José Miguel era muy convencional.. A veces ni la causaba placer... Lo más exagerado que había llegado a hacer con él fueron un par de mamadas...

Ella la devolvió obedientemente el placer lamiendo otra vez su sexo. Se corrió mientras otra mujer la hacía el amor y su mente viajaba junto a ese desconocido.

Temprano se vistió en silencio temiendo despertar a su amiga. Una simple nota encima de la mesa. No me esperes.

El camino le resultó familiar y pareció más corto que el día anterior, incluso decidió tomar el atajo.

Recorrió impaciente los kilómetros, pisando a tope el acelerador. Deseaba llegar cuanto antes. No sabía si podría encontrarle, tenía la esperanza de volver al mismo sitio y verle allí. Luego,... no tenía claro ni qué es lo que estaba haciendo, pero tenía que ir, tenía que volver.

Esperó durante horas en el bosque hasta casi caer la noche. Por fin le vio Allí estaba, de espaldas a ella, mirando a lo lejos.

Ni siquiera le saludó. Bastó una mirada para obedecerle. Simplemente empezó a desnudarse para él. Aun las marcas no habían desaparecido del todo de su cuerpo y volvía a entregarse.

Dócil y sumisa comenzó a desnudarle lamiendo su piel sudada. Se arrodilló frente a el y abrió la boca. El fuerte aroma de su sexo la embriagaba. Alzó los ojos buscando los suyos. Lo dijo todo con su mirada. Inerme dejó descansar los brazos junto a sus caderas. Sintió crecer el tremendo mástil en su boca, sintió hincharse amenazadoramente el miembro viril y lo lamió con dulzura hasta que alcanzó su plena potencia.

Con el pene en la boca alzó otra vez la mirada. En su cara vio una serena expresión de poder, de seguridad, de dominio... y la gustó.

Por unos instantes retiro el miembro erecto de su boca. No pudo evitar mirarla fijamente. Tan cerca la pareció descomunal.

Sujetando su cabeza empujó el pene lentamente hasta el final de su garganta. Sintió algo de miedo. Necesitó abrir totalmente la boca y otra vez tuvo que hacer auténticos esfuerzos por no ahogarse, por contener sus arcadas... La costaba auténticos esfuerzos tomar aire.

La presión de sus manos sobre la cabeza aumenta. Suavemente comienza a mover la cadera. Literalmente la está follando la boca y el pene le llega adentro, muy adentro... tanto que esa sensación de asfixia hace brotar sus lágrimas. Mira directamente a sus ojos. Su mirada se clava tan profundamente en ella como su pene en la garganta...

Parece que le gustan sus lagrimas, parece que disfruta con ellas. Un pequeño hilo de saliva cae desde sus labios hasta su pecho desnudo. El escalofrío hace endurecer más sus pezones..

Pero sus manos desprecian sus tetas... solo sujetan la cabeza y la empujan más y más hacia su pene martirizando sin piedad su garganta.

Con los ojos llenos de lágrimas cree ver una borrosa sonrisa de satisfacción dibujada en su cara.

Por fin la retira de su boca. Respira aliviada y llena de aire sus pulmones exhaustos. El pene brilla por su saliva. Todas las venas están hinchadas. Palpita amenazante. Ella sigue de rodillas, inmóvil, con las manos junto a sus caderas... Las lágrimas continúan bajando por sus mejillas.

Un leve empujón sobre sus hombros se lo indica. Se tumbó en el suelo y separó las piernas. Dejó que sus manos fueran descendiendo lascivamente por su cuerpo, acariciando lujuriosamente sus pechos hasta llegar a la entrepierna, ofreciéndole todo su cuerpo. Los dedos abrieron para él su hinchado coño.

Contempló extasiada como sus ojos se clavaban hambrientos en su vulva... y se sintió orgullosa de su cuerpo de mujer. Un doloroso pellizco retorció su excitado clítoris y la hizo chillar. Sonrió sádico enseñando los dientes.

Cerró los ojos y esperó a que se colocara a su lado. Metió su mano bajo los riñones y la sujetó. Con la otra, dirigió su sexo. Volvió a entrar en ella, esta vez con violencia haciéndola chillar. Sus embestidas estaban llenas de vigor... La sujetaba bajo las nalgas y la levantaba con cada empujón.... Se retorcía de placer cada vez que entraba profundamente en ella... La boca devoraba dolorosamente sus palpitantes pechos. Los dientes mordisquean los erectos pezones. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, pero por nada del mundo quiere que se retire de ella.

Agarra las piernas bajo sus pantorrillas y las levanta hasta hacer que las rodillas golpeen sus pechos. Las penetraciones ahora son brutalmente intensas. La fuerza de sus empujones hacen que su espalda se arañe con la tierra. Siente el balanceo de sus testículos a la entrada de sus sexo.

Abrazados ruedan por la hierba. Su forma de hacerla el amor es apasionada, frenética, brutal, violenta. El placer que siente es indescriptible. La ahoga. Necesita un respiro.

El está tumbado en la hierba ella a su lado. El pene está firme apuntando la cielo. Su rígida verticalidad la impresiona y la atrae. No puede evitarlo. Tiene que tocarle, besarle. Se arrastra por la hierba hasta el. Le lame de arriba a bajo, le chupa, le mordisquea, le acaricia, le sopla. Juega con el de mil formas. Le rodea con la mano mientras su boca se entretiene en sus testículos. Su amante la empuja con fuerza la cabeza. La postura es incómoda pero consigue que su lengua se interne entre las nalgas y logra alcanzar el oscuro agujero del hombre. Jamás había llegado tan lejos.

Se siente algo sucia, pero en cuanto el se gira se lanza ansiosa entre los glúteos y profundiza hasta sus más profundos rincones. Lame todo su culo, le muerde, le acaricia, frota contra el sus pechos. No la importa lo obsceno de sus caricias, lo indecoroso de sus manoseos. No la importa nada que no sea dar placer a su hombre. Solo se detiene cuando el se lo manda.

Su fija mirada la da las instrucciones. Se sienta en su estómago. Siente el pene en su espalda. Le ofrece los pechos. Juega ansioso con ellos, como si fuera la primera vez que están en sus manos. Disfruta con sus toscas caricias y le permite todas las perrerías.

Cuando las manos acarician su espalda sabe lo que busca. Lentamente se coloca en cuclillas. Desde arriba contempla unos instantes la barra de carne que la va a ensartar. Abre los labios de su sexo y coloca cuidadosamente la cabeza de ese tremendo ariete.

En su rostro ve una sádica sonrisa. Solo se ensarta la punta. Mueve las caderas en circulo buscando que su coño admita la voluminosa picota. No quiere fallar, no quiere que se salga. Contiene la respiración y cierra los ojos.

Se deja caer. El grito es desgarrador. Se siente completamente perforada. Se la ha incrustado totalmente. Simplemente sonríe. Repite el movimiento. Otra vez. Miles de sacudidas recorren su cuerpo mientras cabalga sobre su pene dando saltos y gritando como loca. Los pechos dan unos botes tremendos. Le mira a los ojos. El está disfrutando. Parece que le gusta ver cómo bailan las tetas. Pues si le gusta, se levantará y se dejará caer ensartándose esa fabulosa polla las veces que haga falta.

Sus caderas se mueven como locas, restriega su clítoris contra el pubis de su amante, el interior de su coño aprisiona el fabuloso pene. El orgasmo la domina por completo. El de él está próximo. Se tensa. Se queda inmóvil. Nota perfectamente cada unos de los chorros. Disfruta cuando el semen riega su interior. Se vuelve loca de tanto placer.

Cuando acabó, se vistió indiferente. Ella quedó tendida en la hierba jadeante.

Ni siquiera la invitó, simplemente se puso a caminar. Recogió su ropa y le siguió desnuda. Le vio agacharse y recoger un palo del suelo. Fue despojándole de las ramas con una brillante navaja. Escuchó su zumbido en el aire.

Se vuelve hacia ella. Con la punta del palo recorre sus pechos. Empuja con él un pezón hundiéndolo en su carne. Deja que se interne entre sus piernas y lo aprieta contra su inflamado sexo. El palo se introduce inesperadamente entre su coño separando los labios. Lentamente le mueve adelante y atrás, y lo retira haciendo que la mezcla de semen y sus jugos le haga brillar. Está tan sensible que gime con cada una de las ásperas caricias.

Juega con el haciéndole zurcir el aire y se coloca a su espalda. Siente la basta madera descender por su espalda hasta las nalgas. Un suave golpe en los glúteos la hace andar. El camina tan pronto delante como detrás de ella. A veces se detiene y contempla absorto los movimientos de su cuerpo. De vez en cuando la golpea como si el palo fuera una fusta. No se queja aunque la fuerza de sus golpes aumenta. No dice nada mientras en su culo y en sus pechos van a apareciendo las rectas marcas.

Al llegar al refugio, apartó lo que había en la mesa y la tumbó de bruces. Su propio peso aplasta los doloridos senos.

Sus manos separaron sus piernas. Su sexo queda expuesto. Se detiene y lo mira. Sus dedos la acarician buscando excitarla. Cuando lo ha conseguido pellizca de nuevo su clítoris. Lo aplasta entre sus dedos, lo estira hasta que parece que se lo va a arrancar. Sus lágrimas resbalan por las mejillas. Solo grita, no dice nada más.

Oye perfectamente el ruido del pantalón al caer. Un rígido pene la golpea los muslos. Luego decidido, hunde los dedos como garras en sus marcadas nalgas y se las abre. No necesita saber más. Ella sola se las sujeta para que su segunda vía esté accesible... Quiere entregarse totalmente... Jamás se lo permitió a José Miguel... Solo un hombre había recorrido ese angosto camino. Pero ahora quiere ser suya al completo. Se sentía su mujer, su hembra.

Sabía que cuando la ensartara por esa dolorosa vía sería completamente suya... Sabía que la iba a taladrar sin piedad... Esperó impaciente su sexo... y chilló al recibir la brusca entrada...Así sin ninguna lubricación el pene entraba con mucha dificultad, pero el no desistía. Empujaba sin parar rasgando su esfínter. Encima de la mesa, de espaldas a ella, volvió a poseer su cuerpo... y se hizo su dueño y señor.

Ella quería que lo fuera. Ni siquiera le pediría que la quisiera. Solo que la usara, que siguiera haciéndola sentir mujer. Quería ser suya para ser montada, jodida, cubierta como una yegua... incluso preñada. Un instinto completamente animal se apoderaba de su cuerpo nada más rozar su piel... Era su señor y su semental, su amo.

Durante los días que estuvo a su lado esperaba impaciente que llegara la tarde. Entonces completamente desnuda, dominada irracionalmente por un instinto animal, se sometía completamente a lo que él quisiera y su cuerpo era poseído y vejado de mil formas.

No entendía su comportamiento, no asimilaba su cambio, aunque tampoco se preguntaba el por qué. Ni la interesaba. Simplemente se dejaba arrastrar por el placer. Y su placer era descomunal, extremo.... y no la importaban ni el dolor ni las humillaciones, solo el gozo. Solo pensaba que por primera vez en su vida era plenamente feliz. Le amaba y se sentía repleta de gozo.

Dos días antes se lo dijo. Llorando a sus pies hasta se lo suplicó. Bien poco le pedía. Ni siquiera que fuese su amante, solo que la poseyera, que siguiera usándola como hasta entonces. Como siempre solo obtuvo el silencio por respuesta. Con un gesto despectivo despreció su cuerpo y se sentó desnudo al otro lado de la habitación. Abrió una botella de vino. La miraba reflexivo, como ausente. Solo bebía. Una botella. Otra.

Ella le miraba absorta tendida sobre la cama. El dedo índice la señaló. Temblando por el alcohol señaló su entrepierna. Se levantó e hizo ademán de ir, pero su cabeza lo negó. De nuevo fue el dedo índice señalando al suelo quien habló por él.

A cuatro patas se acercó hasta el. Solo abrió las piernas y se sentó al borde de la silla. Toda su masculinidad colgaba al borde del asiento. La boca aprisionó el pene que tanto idolatraba y llenó su piel de besos y caricias hasta que se derramó obscenamente sobre su rostro. No permitió que se lo tragase. Se limito a cogerla por la nuca y frotar sus genitales contra su cara llena de semen.

Humillada a sus pies le recordó que podía hacer con ella lo que desease, lo que nunca había hecho con ninguna mujer. Solo encontró la inexpresiva mirada de unos ojos cargados de alcohol.

Al día siguiente le vio manipular unos trozos de metal. No hablaba. Tembló de terror cuando le vio introducir el extraño artilugio de hierro en las brasas.

Sobrecogida por el miedo, sudorosa se dejó arrastrar por el brazo. La mesa estaba vacía. Había retirado todos los objetos.

Alzándola por las axilas la sube encima. Deja que sus piernas cuelguen y la tumba. Está incomoda pero no se mueve. Un sudor frío la recorre cuando la primera cuerda cae sobre su estómago. El basto esparto la raspa la piel cuando se tensa, pero dócil y entregada se deja atar a la mesa.

Sus ásperas manos apretaron con fuerza uno de sus senos, el izquierdo y lo aplastaron. Vio acercarse el hierro candente. El lacerante dolor la hizo gritar como nunca había gritado. Un incisivo olor a carne quemada invadió la habitación. Ahora sería suya para siempre, siempre le pertenecería, aunque el la abandonara, aunque aquella relación sin futuro acabase inesperadamente.

Atada y sin poder moverse, llorando de dolor sintió el brutal avance de su pene desgarrándola por enésima vez el coño. Sus embestidas son bruscas, potentes, pausadas, como si antes de cada entrada en ella necesitara acumular sus fuerzas y preparar el ataque. Busca intencionadamente hacerla daño. No quiere que ella disfrute. La coloca sus piernas sobre los hombros. Busca penetrarla hasta las entrañas. Quiere que sus arremetidas sean duras, especialmente duras, y lo son tanto que hace que las ataduras se claven en su carne.

La poseyó sabiendo que era su propiedad, como a una simple hembra de un rebaño, como a un mero animal al que había que montar. En su interior solo deseaba ser fecundada y movió sus caderas haciendo infinitamente profunda la penetración, infinitamente profundo su orgasmo.

De nuevo en la ciudad, la vida le parecía tan aburrida como antes... La plaza Mayor, El parte que los Tres árboles,... las discotecas de la Calle Arapiles, de Quebrantahuesos, de Sacramento... Los mismos babosos y catetos de siempre... incluido el más grande de todos: José Miguel. Aunque desde Luego había novedades.....

María José vivía con Maribel desde que se separó de Eduardo. Una auténtica preciosidad de 20 años, con unos ojazos verdes despampanantes.

Se enteró el primer fin de semana que fue a su casa. Se lo contó mientras tomaban café sentadas en el sofá. ¿Qué te parece la preguntó? No dijo nada, qué iba a decir. Antes de que abriera la boca la muy cerda ya estaba contando a Maribel y con pelos y señales todo lo que había pasado en el bosque. No omitió ninguna de las escabrosas escenas, todo lo contrario, las exageró a conciencia y naturalmente la hizo quedar a la altura del betún. Maribel escuchó el relato escandalizada. Estaba visto que María José jamás la perdonaría su derrota.

En cierto modo no la importó que su secreto dejara de serlo. La daba igual. Ya se había humillado bastante ella sola. Todo lo que la dijera, ya se lo había dicho ella, así que como para que los insultos de una resentida cualquiera la dolieran. A pesar de eso se puso roja como un tomate cuando la contó lo que había pasado en la bañera y cómo la poseyó después en la cama.

Los ojos de Maribel brillaron de lujuria. Devoró su cuerpo con la mirada. Nadie habló. Maria José tranquilamente se levantó. Metió las manos bajo las faldas y se quitó las bragas. Prepotente se las tiró con saña a la cara. Colocó sus piernas en la mesa enseñando obscenamente su sexo. Luego fue una orden seca.

-. Desnúdate.

Entendió perfectamente el juego. Esta es capaz de contarlo en la oficina, o vete tu a saber dónde, pensó. De nuevo se vio a si misma obedecer dócil. Permaneció de pie inmóvil frente a ellas. La mirada burlona de María José reflejaba su triunfo, su satisfacción. ¡Qué equivocada estaba!. La hizo girar para que Maribel contemplase su culito.

Luego a su señal se colocó de rodillas entre las piernas de su amiga. María José comenzó a tocar sus pechos enseñándoselos a Maribel y contándola cómo se los tocaba el guardabosques y cómo luego fueron suyos. Maribel estaba estupefacta. Cuando tuvo que explicar las letras que llevaba grabadas en su pecho izquierdo María José se rió. Maribel abrió los ojos como platos.

Presumida mostraba su dominio a su joven conquista. No buscaba darla placer con sus caricias, solo humillarla. No dejaba de insultarla, de criticar su cuerpo, el tamaño, la forma de sus pechos... y cómo no, de recordar cómo se agitaban cuando el guardabosques se la estaba calzando.

No hablaba con ella, solo con Maribel.

-. Cariño... ¿Te gustan estas tetazas? ¿Has tocado alguna vez unos globos como estos?. Venga toca, toca... ¿Qué te parecen?... Justo donde tienes ahora la mano, ponía el guardabosques su rabo... Seguro que se ha corrido más de una vez encima de estas domingas... Imagínatelas todas pringadas... escurriéndola la leche por todos los lados... ¿Ves cómo es esta tía? Mira cómo se la ponen los pezones... venga tira de ellos, sin miedo... cógelos venga...

Maribel, alucinada, hacía todo lo que la mandaba. Tímidamente acaricia sus senos. Siguiendo las instrucciones de María José sopesa su volumen, las hace botar, enrosca sus pezones, les estira... Se deja besar y acariciar la cara por María José pero no quita ojo de sus pechos....

Sin dejar de insultarla, María José separó los labios de su sexo y se limitó a decir: -. Aquí.

Ya estaba húmeda. Su clítoris preparado para recibir placer. Se conoce que el contarlo la había excitado. Tal vez ya lo estuviera desde hacía tiempo, desde que lo rumiara en la cama y maquinara su venganza. Su lengua volvió a paladear el sabor del sexo femenino. María José cerró los ojos y comenzó a gemir. Por encima de la ropa acariciaba los pechos de Maribel. Su cara de satisfacción hablaba por ella. Estaba radiante. Cuando se corrió la dijo a Maribel que participará también, que no se quedara con las ganas. Podía hacer conmigo lo que la diera la gana.

No tuvo que repetirlo, Maribel se desnudó apresuradamente y se quedó quieta esperando que María José se la entregara. La miraba impaciente, golosa. Sin duda tenía el mejor cuerpo de las tres. Sus firmes pechitos atrajeron sus ojos. Unos oscuros y puntiagudos pezones la apuntaban. Su aureola, tal vez fuera demasiado grande en proporción con el tamaño de los senos. Su depilado coñito hizo que naciera en ella el deseo. Su clítoris comenzaba a despertar. Tuvo que reconocer que el cuerpo femenino la excitaba, y ese en especial, la atraía, y de qué manera.

Las dos jugaron con su cuerpo a capricho. Ella pasiva, y sin tomar la iniciativa en ningún momento se dejaba hacer de todo.

María José se burla de ella sin parar.

-. Es distinto a lo del bosque verdad? La repite sin parar... Tu allí te creías la reina y ahora eres una mierda... Se ríe de la marca de su pecho. Te la ha hecho el paleto verdad?

Que siga haciéndolo, veremos quien ríe la última, piensa tendida sobre la cama mientras juegan maltratando sus senos.

No ha reparado en el ansia con que Maribel la toma, en sus miradas de lujuria, en su pasión, en cómo está reaccionando su cuerpo. Si al menos hubiera observado cómo se ponían de duros sus pechitos, cómo se erizaban los pezones de su joven conquista.... Pagará por su soberbia. Cuando se quiera dar cuenta será tarde y sus voluptuosas formas de mujer la habrán vuelto a derrotar piensa mientras Maribel hunde los dedos en su coño.

Los días de diario su cuerpo es el juguete de las dos mujeres. Los fines de semana conduce durante horas para que su macho la monte como un salvaje y llene de semen todo su cuerpo.

Los lunes María José la pregunta en el trabajo qué tal el fin de semana. Si responde con el silencio ya conoce el ritual. Esa tarde irán a su casa. Ella las espera desnuda y las enseña las marcas y señales de su cuerpo. Como si fuera su doncella tiene que desnudarlas y colocar pulcramente su ropa. Las dos se ríen y la humillan constantemente. Las prepara la cena y se convierte en su criada. Luego irán a la cama.

Allí las cuenta cómo su hombre la ha sodomizado, cómo ha lamido sin parar su poderosa polla, cómo se ha corrido mientras se la tiraba encima de la mesa. María José escucha llena de envidia, Maribel se excita como una loca y no puede evitar tener que masturbarse. Sobre todo cuando la cuenta cómo se ha corrido entre sus voluminosas tetas, cómo el semen la ha salpicado la cara, como se lo traga cuando él se lo manda....

Se excitará mirando como Maria José toma a Maribel. Luego será su turno y dará placer a las dos mujeres. Puede que alguna de las dos se digne en dárselo a ella.

Día a día su bisexualidad se acentúa. En su coño recibe la ternura de Maribel y la brutalidad del pene del guardabosques. Su boca disfruta con el sabor de los dos sexos. Sus pechos reciben agradecidos la fuerza del hombre y la dulzura de la mujer. Las vejaciones de Maria José la sirven de adiestramiento para su macho y hacen que cada entrega a él sea más y más placentera...

María José continua usándola y humillándola a su antojo sin darse cuenta que con ello lo que está consiguiendo no es sino despertar aun más los secretos deseos de Maribel. Basta con mirar los ojos de la chiquilla.

El fin de semana deciden pasarlo en Madrid viendo la famosa exposición. Naturalmente ni la preguntan, no la dejan ni opinar si quiere o no ir.

Hartas de pasear por el centro deciden acercarse a la Casa de Campo. Dicen que es el mayor prostíbulo de Europa. Maribel pregunta si no será un lugar peligroso para tres mujeres, pero la insana curiosidad puede más que ellas.

Según se adentran con el coche se quedan estupefactas. Contemplan ensimismadas los lindos culitos de unas chicas negras que pasean por el arcén. Resulta súper excitante ver a tanta mujer medio desnuda. Muchas chicas tienen los pechos desnudos. Según pasan los coches se abren las blusas y aparecen deslumbrantes ofreciendo su mercancía. Ligueros, sujetadores de encaje que apenas cubren los senos, reducidísimos tangas... es el catálogo de lencería más sugerente que han visto en su vida.

Su sexo ha comenzado a humedecerse. Seguramente el de sus amigas también. Paran en los bares del lago a tomar algo. Todos los comentarios, las risas, están cargados de deseo. La mirada lasciva de María José la indica que algo está tramando. Anochece y deciden dar otra vuelta...

Maria José pasa atrás y la obliga a que la masturbe por encima de las reducidísimas bragas mientras ella mira babeante por el cristal. Distraídamente la mete mano entre los pechos, a veces la pellizca los pezones. Sus comentarios como siempre son bestiales. Está alteradísima, como loca, fuera de si. Precipitadamente saca sus pechos por encima del sujetador y la ordena que se los chupe. Su coño está chorreando. Por fin la ordena quitarla el tanga. Está calado. El ambiente de promiscuidad la excita y su morbo la impulsa más y más a hacer cosas atrevidas. Su lenguaje ya no puede ser más soez. Dentro del coche solo huele a sexo femenino.

Maribel conduce lentamente mientras se masturba con una mano. Muchas chicas se acercan pensando que en el coche hay hombres. Allí ven cómo María José recibe el placer de su sirvienta.

Jadeando, María José la ordena quitarse la falda, luego el sujetador, pero no la blusa ni las bragas.

-. Maribel, acércate al arcén... y tu chupa, que vean cómo me comes el potorro.

En una intersección una de ellas asoma la cabeza por la ventanilla. Se ofrece para hacerlas pasar un buen rato. Ellas ya han alquilado los servicios de una profesional. Tira de su cabeza y muestra su cuerpo semi desnudo. Su boca está brillante por los jugos de su amiga. Menudas tetazas más caídas es lo único que la dice. En su mirada solo ve desprecio. María José no para de reírse. Mirar... enseñar...provocar... todo se mezcla en el juego y mientras continua dando placer a María José disimuladamente comienza a masturbarse.

Al llegar a un pequeño descampado con coches aparcados ordena a Maribel que aparque también. En cuanto para el motor Maribel pasa también detrás. Está deseando participar de la fiesta y se lanza ansiosa sobre los pechos de sus amigas.

Las tres comienzan un voluptuoso juego de caricias, pero María José solo quiere a Maribel. Ella simplemente es su juguete, su esclava... Quiere que los de los coches de al lado piensen que es una prostituta más. Tajante la hace bajar medio desnuda y que de la vuelta alrededor. Por el cristal ve los dedos de Maribel hundirse en las profundidades del coño de María José mientras se funden en un prolongado beso.

Cuando sube la abre la blusa y la obliga a ponerse su tanga prestado. Está empapado.... Quiere que su olor la delate. Es una marranada, pero como siempre sus protestas no sirven de nada. El retorcido sadismo y las perversiones de María José comienzan a aflorar.

A lo lejos hay un grupo de prostitutas. Sería divertido contratar a una. Maribel aplaude la idea. María José se lo ordena. Tiene que acercarse a conseguirlas una. Cuando hace ademán de vestirse la detiene.

-. Vete como estás... medio desnuda... enseñando todo...

Maribel pone un gesto de preocupación... tal vez sea peligroso... no nos estamos pasando...

María José se limita a decir que no pasará nada de nada.... "total entre compañeras"....

La blusa abierta apenas la tapa las nalgas. Las tetas la bailan de un lado a otro al caminar por el parque.

La presentación es breve... titubeando las cuenta lo que busca. Lesbiana... tortillera... son los calificativos más cariñosos que la dedican pero ella no dice nada. Un travestí la toca las tetas y la pregunta si se ha puesto algo. Avergonzada dice que no, que son suyas.

-. Vamos a comprobarlo, dice una prostituta. Todas magrean burlonamente sus pechos. Los pezones encabritados las hacen reír. Se los retuercen y se los estiran.

El travestí cierra su puño y levanta dos dedos. Se los pone delante de la cara y baja rodeando sus pechos. Suavemente aparta el lateral de las bragas. Sin dejar de mirarla a los ojos juega con ellos alrededor de su coñito. Sabe lo que hará. Bruscamente se los mete hasta adentro. Los dedos penetran profundamente dentro de ella. Todas la miran. No puede evitar gemir cuando la ensarta con tanta fuerza que la hace ponerse de puntillas. Pues si que tiene ganas esta bollera, dice una de las chicas.

Sin dejar de exprimir sus tetas, con voz aflautada el travestí las explica que tiene el chumino chorreando....

-. Este chocho loco está que arde... y los bollitos calientes....

Está calada, se muere por un rabo. Se ríen mientras la tocan. Es un juguete en sus manos, no puede controlar el deseo, el placer,... no puede evitar correrse entre sus burlas.

Al final una prostituta decide ir con ella. María José casi está ya desnuda. Maribel tiene sus preciosos pechitos al aire. El diálogo es rápido. La chica explica por qué está allí y lo que ha pasado.... El regateo es directo, van al grano... pero el precio solo es por dos. La obligan a bajar y ellas dos se marchan a disfrutar de la prostituta. Luego volverán.

María José es tajante:

-. Tu nos esperas aquí... y si tantas ganas tienes búscate una buena polla... y ábrete bien la blusa que vean bien la mercancía....

Las tres se echan a reír y la dejan en el arcén.

-. Dentro de una hora volvemos a por ti a ver qué haces... y ten cuidado con los rabos que te comes no te empaches. Las carcajadas de María José han tenido que oírse en todo Madrid.

Camina desorientada, no sabe que hacer. A lo lejos ve como los coches se paran junto a las chicas. Alguna sube. ¿Qué se sentirá al hacerlo por dinero? ¿Qué la dirán los clientes? ¿Cómo la tratarán?. Peor que la trata María José será difícil... Vender su cuerpo por dinero... Con todo lo que ha hecho ya... más humillante no podrá ser... El morbo se va apoderando de ella. Comienza a acariciarse el clítoris. Se va a prostituir. La sola idea la pone a mil. Cada vez que resuena en su cabeza se decide más y más... se siente arrastrada... dominada por la lujuria. No para de pensar que penes desconocidos llenaran sus agujeros, ojala paren pronto.

Divertida hincha un condón y juega con el. Cuando se acercan coches, recorre obscenamente con el su cuerpo paseándolo por sus pechos y su entrepierna, como invitándoles a que sean sus pollas y no la fría goma quienes rocen su piel. El frío, el roce del globito, la excitación del juego prohibido... no sé pero los pezones siguen de punta y en su tanga la mancha de humedad es más que notoria.

No tarda en parar un coche y en preguntar.

-. Hola guapetona... cómo te llamas?

-. Me llaman bollitos calientes, dijo segura de si misma y pensando que la ha gustado su nombre de guerra. Moviendo un poco sus caderas se abre la blusa de par en par enseñándoles sus grandes pechos... La mirada del chico se clava en su pezones.

La mandan que se acerque más a ellos y sacan una mano por la ventana. Se nota que solo quieren aprovecharse y reírse de ella, pero la da igual, la agrada el tacto de sus manos y se deja sobar las tetas. Al final dicen un precio pero es muy bajo... Se despiden de ella con insultos y burlas... dos idiotas pensó mientras se alejaban... aunque estuvo tentada de aceptarlos.

Se descoloca el tanga, quiere que los peludos labios de su coño asomen por los laterales. El sentir su sexo medio desnudo aun la excita mas.

Un coche grande para a su lado y baja la ventanilla. Se acerca por el lado del conductor y abre las piernas. Quiere que la vea el sexo. Si no va a aceptar por lo menos disfrutará exhibiéndose delante de el...

-. Te apetece una buena cubana cariño?... mira qué melones tengo... fue su presentación.

No la respondió, simplemente la abrió la puerta.

El servicio fue rápido, muy rápido apenas la dio ni tiempo a disfrutar. La pagó y la echo despectivo del coche. Después realizaría cinco servicios mas. La tomaron por delante y por detrás, pero siempre fue lo mismo: Quitarla la escasa ropa que tenía, ponerse el preservativo y para adentro.

Al cabo de más de una hora ve como se detiene un coche unos metros delante de ella. Maribel la va a buscar y la saluda con tono cariñoso.

-. Hola cariño, ¿ya estás follada? ¿Qué tal han tratado a mi cerdita?

La besa con dulzura los labios y acaricia sus pechos. Ve chupetones en ellos.

-. Te lo has pasado bien eh?... Ya nos contaras... La da un cariñoso azote en el culo cuando comienza a caminar.

-. Espera... a ver ese coñito... Si hasta tendrás el tanga calado... a ver.... Sus dedos entraron ágiles dentro de su prenda interior...

-. Quítatelo... venga no te resfríes el potorrillo... que lo vamos a usar ahora...

Un coche la para . Duda qué hacer... Mira a Maribel como pidiéndola permiso.

-. Acércate... enséñame cómo has conseguido clientes...

De lejos se deja sobar. Quieren una felación. Maribel asiente con la cabeza. Para hacerlo más rápido se quita la blusa dejando que sus pechos acaricien las piernas de su cliente.

Cuando ha terminado Maribel la contempla a unos metros. Sin ponerse la blusa va a hacia ella.

-. No, no te vistas.... vamos a buscar a Maria José. Delante de ella tiene que caminar completamente desnuda

Un cariñoso azote en medio las nalgas, la hace quejarse.

-. Qué pasa también te han dado por el culo? Dijo sonriendo maliciosamente.

-. A ver cómo te han dejado el agujerito?

Desde atrás la separa las nalgas y se agacha tratando de ver su ojete. Apenas hay luz, pero mete su dedo.

-. Ummm entra muy bien... tu estás usada.... y bastante bien usada....

Nada más llegar a la altura de María José se coloca detrás de ella y acariciando delicadamente sus pechos se lo suelta todo.

-. A mi cerdita nos la han cubierto por todos los lados... que si, que hasta nos la han dado por el culo.

Luego se agacha y la quita el zapato. Coge el dinero en una mano y al volver a levantarse va lamiendo su pierna y acariciando su cuerpo....

Maria José puso cara de estar enfadada.

-. Y habrás gozado no? Una bofetada cruza su cara.

Luego sin ton ni son ya fue una sucesión inesperada de golpes. María José estaba histérica. Ira, enfado, odio, todo se mezclaba en los insultos y empeñones.

Maribel intentó defenderla y se colocó en medio tratando de detener a María José... La discusión es tremenda. Por primera vez ve inseguridad y miedo en los ojos de María José. ¿Inseguridad por qué?. ¿Envidia?. ¿Celos? Algo no va bien.... ¿tal vez sospecha que su poder se va acabando?...

-. Te vas a enterar...

Furibunda Maria José la quita el bolso y todo el dinero. De un fuerte empujón en los pechos la tira al suelo y se monta en el coche.

-. Al menos déjala la ropa la escucha gritar a Maribel.

La arroja la ropa al suelo y arrancan.

-. Búscate la vida.

Sus protestas y súplicas son inútiles. Ahora si tendrá que hacer algo para poder regresar a Zamora..

Afortunadamente. No tarda en parar un coche... Así no tendrá que pensar en su situación. Es un chico joven, bastante feo... parece tímido... su aliento huele, no, apesta a alcohol... mejor a si tardará mas en correrse piensa mientras le dice el precio.

Se deja manosear torpemente. Descubre un pene muy duro. Mientras le pone el preservativo lame sus testículos. Está decidida a todo... y ya que está... quiere disfrutarlo...

Ansiosa monta su coño alquilado sobre el erecto pene. Desde el primer momento imprime con su coño unos sugerentes movimientos circulares sobre el rígido mástil mientras aquellas torpes manos estrujaban de mil formas sus tetas.

-. Insúltame... hazme de todo.... qué bien follas cabrón... hasta vas a conseguir que me corra... eres mi mejor cliente....

Su orgasmo es escandaloso. El del cliente no le va a la zaga.

Agradecida le permite que fotografíe sus tetas y su coño. Mostrándole obscenamente su culito le pregunta si no le gustaría follarla también el culo. Trata de animarle... incluso le hará un precio especial... Aturdido la dice que irá a tomarse una copa y que volverá luego....

Tres penes más usarán su vagina antes de volver a perforar su culito. Tiene dinero más que suficiente para el autobús pero decide seguir...

Al amanecer comienza a vestirse. Un último cliente para...

-. Si me llevas a Méndez Álvaro, a la estación de autobuses te la chupo gratis...

En la taquilla de billetes la miran de arriba abajo. No sueltan el ticket hasta que pone el dinero encima de la mesa. La mirada es despectiva. Queda a un una hora para que salga el autobús. Compra un bocadillo y un refresco se sienta en un banco a esperar.

Al rato se sienta a su lado un vejete con boina. Lentamente, como quien no quiere la cosa comienza a darla la charla.... Hasta que directamente la pregunta que cuanto... Es indudable que su pinta la delata. Hará su ultimo servicio en los baños de Caballeros.

Intenta dormir en el autobús... La duele el culo y está molesta... Menuda caña la ha dado el abuelete... Se la ha follado por los dos sitios... Parecía un chaval de veinte años.... Menudos pellizcos la ha dado en el culo.... La duelen los pechos... se los ha exprimidos... se los ha aplastado... menudos apretones... Disimuladamente abre el escote y se las mira... Tiene moratones por todos los sitios.... Ha ganado más dinero que en un mes trabajando... ojala pueda dormirse pronto...

Notenemosnicke@hotmail.com