Verdad Consecuentia (3)

Las aventuras de Mili y Diana continúan, cada vez con más amiguitos y amiguitas.

Del shopping nos volvimos en un taxi, muy excitadas y contentas, y no faltaron en ese viaje mimos, besos y sonrisas bajo la vista del taxista, que también se empezó a excitar. Llegamos a casa, tiramos las bolsas y toda la ropa que nos habíamos comprado, y como no podía ser de otra manera, nos empezamos a probar todo, pantalones, minis, remeritas, tops, todo! Por supuesto que después de una hora de cambiarnos, cada una volvió a ponerse lo primero que había pensado. Cada vez que me cambiaba, el espejo me devolvía a una deliciosa perrita en un precioso conjuntito súper femenino, blanco, de lycra, lleno de encaje, que marcaba mi culito de una forma divina, y un corpiño que calzaba un par de tetas que ya quería acariciarlas.

Me puse mis medias nuevas, súper sedosas, me calcé el liguero para que no sobresalga de la mini, lo que fue un problema, porque la verdad que era tan cortita que apenas me movía se me veía la bombacha, casi me arrepiento de haberla comprado tan cortita, pero cuando pensé en Matías me di cuenta que era la opción justa para seducirlo. La remerita ajustada transparentaba el corpiño tal como era el plan, me puse aros y collares que me prestó Diana. Cuando me puse las botas de taco mi look quedó fatal. Estaba una re-diosa.

Me quedé embobada mirándome, en el espejo. La chica que me miraba nada tenía que ver con el chico que había venido apenas ayer a lo de Diana. Esta chica estaba espectacular, piernitas largas y flacas, culito precioso, y una sensualidad que yo no conocía. Encima, Mili había tenido más sexo en apenas 24 horas que todo lo que había tenido en los 12 meses anteriores, y algo me decía que lo mejor estaba por llegar. Pensé que las minas somos muy suertudas, con toda esa ropa sexy que me ponía a mil de sólo mirarme, acariciarme y sentir su suavidad, y que no hay pibe que se resista a una minita con ganas de sexo. En eso estaba cuando casi sin quererlo me estaba acariciando la pija por sobre la mini, me la levanté, y acordándome cómo me había manoseado a Diana solo unas pocas horas antes, me empecé a acariciar a mí también, y sentí cómo me estaba mojando con mis propios jugos, que olían maravillosamente sexys. En eso entró Diana y me sacó de mi ensimismamiento dándome un dulce abrazo por detrás, aprovechando también para apoyarme el culito, que, hambriento, apreté contra su vientre.

  • Estoy re-caliente – me dice Diana – Vamos a lo de los chicos ahora.

  • Ya?! Para qué, si vamos a ir a bailar mucho más tarde?

  • Tarada, quién quiere ir a bailar?

Al decir esto me puso su mano en la entrepierna y en un microinstante ya estábamos dándonos intensos besos de lengua, me dio vuelta y me refregaba su viente en mi culo.

  • O me vas a decir que vos no querés verlo a Matías antes de ir a bailar?

En menos de un minuto, las dos nos retocamos un poco el maquillaje, agarramos nuestras carteras y bajamos a la calle buscando un taxi hasta lo de los chicos.

Cuando llegamos, tocamos el timbre y Jorge nos abre la puerta. Se sorprendió de vernos tan temprano, pero luego de ver cómo estábamos vestidas y que Diana le diera un beso muy insinuante, sonriente nos invitó a pasar. Busqué a Matías con la mirada, y vi que se metía para adentro, como apurado. Lo llamé para saludarlo y me contestó que se iba a cambiar, que ya venía, propuesta que yo no iba a aceptar, así que lo seguí hasta su cuarto. Matías se apuró un poco, llegó a su cuarto se puso un buzo, nos saludamos con un besito en la mejilla, y nos fuimos a juntarnos con Diana y Jorge.

Aquellos dos no perdían el tiempo, y ya estaban en uno de los sillones del cuarto de la televisión, mirando un programa. Diana me lanzó una mirada que me dijo a los gritos que ni se me ocurriera quedarme ahí, así que lo tomé a Matías de la mano y nos fuimos al living. Nos sentamos en un sillón, yo muy modosita tratando de que la mini no se me suba, que no se me vea la bombacha, y a la vez acercándome a Matías cada vez que podía. Matías, en cambio, no era muy dado, un tanto cortado, y el diálogo no se aflojó sino hasta que le pregunté cómo me quedaba la ropa que había comprado ese día, y nos empezamos a divertir hablando del shopping, las tiendas, tendencias y demás. Matías estaba muy informado y me divertí mucho hablando con él, ya no rechazaba mis caricias y hasta me senté en sus rodillas, tomando la iniciativa porque él parecía demasiado tímido. En algún momento hasta dejé que la mini se me suba un poco, le dejé ver mi entrepierna, y creo que eso lo empezó a excitar, porque me empezó a acariciar un poco, cada caricia suya aumentaba mi calentura y mis ganas de que pase algo.

Al rato de estar charlando con Matías, empezamos a escuchar ruidos y jadeos en cuarto de la televisión. No había que ser muy genio para darse cuenta Diana y Jorge estaban cogiendo como conejos, y por los grititos de Diana, la estaban pasando MUY bien, lo que hizo que mi calentura suba aún más, si es que se podía, y mi decisión de pasar una noche genial con Matías, mi enamorado, se reconfirmaba a cada momento, así que decidí dar un paso más en la conquista. En un momento que se quedó callado me acerqué lentamente a su cara y le di un suave besito en los labios. Lo miré fijo, me volví a acercar, y le dí otro besito, esta vez más mojado y con los labios abiertos. Matías se quedó como sorprendido, no sé si no esperaba eso de una chica, o qué se yo, yo aproveché y le zampé un beso de lengua todo lo profundo que pude, a la vez que lo acariciaba por todos los lados donde podía.

Para poder acariciarle la pija, mientras lo besaba me corrí de arriba suyo, me senté en cuclillas, enfrentándolo, ya no me importaba que se me viera todo, Matías no podía dejar de mirarme la bombacha, y al darme cuenta que le gustaba, no hice más esfuerzos para bajarme la mini.

Por detrás se seguían escuchando los gemidos y grititos de Diana, y yo me imaginaba que en pocos minutos más iba a ser yo la que gritaba. En eso, siento que Diana y Jorge se van corriendo al cuarto de Jorge, cerraron la puerta de un portazo y habrán seguido su fiestita en la cama de Jorge. Mi calentura y envidia subían de a momento, y me decidí a abrirle la bragueta a Matías. Lo miré fijo a los ojos, le sonreí muy dulcemente, y le empecé a bajar el cierre. Mi sorpresa fue grande cuando Matías se levanta como tiro del sillón y se quedó dándome la espalda, parado en el medio del living, asustado como un pichón. Mierda! Sería que Matías no tenía experiencia con chicas? En fin, quizás eso iba a ser una ventaja, dado que yo era una chica muy especial. Lentamente me acerqué por detrás, lo abracé y le empecé a dar besitos en el cuello, de la manera más suave y dulce que pude hacerlo. Matías se empezó a relajar un poco, a responderme los mimos, y cuando me pareció que estaba a tono, sin avisarle le metí la mano debajo del pantalón.

En ese momento, la que se quedó helada fui yo. Mis dedos estaban acariciando una tela suave, sedosa, que sujetaban un viente chato. Seguí explorando y sentí sensaciones que yo ya conocía muy bien: puntillas, encaje, lycra. Qué mierda estaba pasando? De un golpe, le bajé los pantalones a Matías, sólo para encontrar una bombachita tan sexy como la mía, y a Matías que se estaba empezando a humedecer!! Matías estaba helado, y con cara de pánico me miraba fijamente a los ojos. Estaba por pegarle una bofetada, pero me di vuelta y furiosa me fui a la cocina, a las puteadas. Justo a mí me tenía que tocar este mariconazo! Puto! Culoroto! Justo la noche que me iba a hacer coger por un lindo machito resulta que me toca una mariposa! Qué mierda! Para calmarme, me serví un vaso de la primera bebida que encontré, whisky, me apoyé contra la mesada y me puse a pensar, mientras escuchaba los sollozos del puto de Matías desde el living. Para colmo, mi calentura subía cada vez más mientras escuchaba jadeos y grititos viniendo del cuarto de Jorge, envidiaba a Diana y estuve a punto de ir con ellos a tratar de calmar mi hambre de sexo, pero lo descarté porque no sabía cómo se lo iban a tomar, sobre todo Jorge. Masticando mi bronca me quedé tomando algo frío, con la mirada perdida, mirando la ropita de Diana toda tirada por el piso, esta hija de puta se había ido casi desnuda, y digo casi porque lo único que no veía era la bombachita que tenía, porque el resto estaba todo tirado por ahí. Al cabo de unos minutos, la ropa de Diana me dio una idea.

Fui al living, Matías seguía sollozando tirado en el sillón. Me acerqué y le hice un cariño en la espalda, sólo para sentir, ya sin sorpresa, que además, el putazo este tenía un corpiño puesto. Claro, eso explicaba porqué se había puesto el buzo cuando llegamos, y su resistencia a abrazarnos. En fin, mi sed de sexo había que calmarla de alguna manera, y creo que ya sabía como. Le pregunté si desde hace mucho tiempo se sentía una chica, y me asintió con la cabeza, sin hablar. Tenés nombre? Le pregunté, y me contestó, también sin hablar y entre sollozos, que no. Bueno, entonces a partir de ahora te llamás Vanessa, y si me dejás hacer, la vamos a pasar muy bien. Matías/ Vanessa se dio vuelta y me miró con ojos desorbitados, mezcla de incredulidad y un miedo que no terminaba de irse.

  • Pero entonces, no estás enojada?

  • No Vane. Vamos, parate que tenemos algo que hacer.

La tomé de las manos, la paré, y venciendo su pudor y resistencia le saqué el pantalón, el buzo y la remera. Vanessa tenía un cuerpito totalmente depilado, flaquita, buena cintura. Le sequé un poco las lágrimas, le sonreí y la hice dar una vueltita. La verdad que estaba muy bien, el conjuntito estaba bárbaro, de hecho casi me lo había comprado esa misma tarde, y no pude resistir acariciarle el culito. Ella se quedó durita, pero no opuso ninguna resistencia, pero al terminar la vuelta, instintivamente se cubrió con las manos, como para taparse. Le dije "No te preocupes, entre chicas como nosotras no hay secretos", y le dí un piquito cariñoso que la relajó un poco, pero que hizo que su pija (muy bien disimulada debajo de su lindísima bombachita) se endureciera un poco. Le pedí que se quede quietita, le arreglé un poco el pelo para que deje de ser el de Matías y empiece a ser el de Vane. De todos modos, era del todo evidente que Vanessa no era una principiante. Estaba depilada, su conjuntito le calzaba a la perfección, y una vez descubierta, todos sus gestos y actitud eran muy femeninas, independientemente de su ropa. Si hasta había cambiado automáticamente de voz, y era realmente femenina y sexy.

Le traje la ropa de Diana y empecé a vestirla con mucha delicadeza y dulzura, lentamente, sintiendo cómo Vane se excitaba con el rozar de las medias, cuando le coloqué el liguero, o le acomodé la mini. No pude evitar acariciarla cuando la vestía, y a cada roce ella me respondía con una mirada agradecida y una sonrisita que me mostraba su incredulidad y agradecimiento por lo que estaba pasando. Cada tanto, atinaba a lanzar suaves gemidos y decir "qué lindo!, qué suave sos, qué divina!" o cosas por el estilo, y se acariciaba y miraba al enorme espejo que había en el living. Una vez que le puse las sandalias de taco que Diana había dejado desparramadas, le pinté los labios con mi propio rouge, le puse apenas maquillaje, siempre bajo su mirada de agradecimiento eterno, y la hice mirarse al espejo. Vanessa no podía creer lo que veía, se quedó embobada con la minita que le devolvía el espejo, que hay que reconocer que estaba realmente muy buena, muy cogible. Suavemente, Vane empezó a contonearse como escuchando un ritmo lejano, sus movimientos eran realmente suaves, sexys y femeninos, y me vinieron unas ganas tremendas de abrazarla, lo que hice inmediatamente, desde atrás, y la atraje muy suavemente hacia mí, sintiendo su culito que levemente presionó contra mi vientre, acariciando sus tetitas y su culito. Ahora Vanessa sonreía con una sonrisa enorme, y no despegaba la vista del espejo mientas yo empezaba a manosearla.

Casi sin darme cuenta, le empecé a dar besitos en el cuello, las orejas, las espaldas, y cada tanto nos estirábamos y nos dábamos suaves y cariñosos piquitos, mientras Vane me apoyaba su culito cada vez más fuerte.

  • Estás re-fuerte, Vane

  • Gracias Mili, sos una divina, vos sos lindísima

  • Te gusta que te acaricie el culito así?

  • Mmmmm … ay ay ay … síiiiii

Empecé a acariciarle el culito, a meterle le bombacha por la raja, y mientras le acariciaba las tetas, empecé a escarbar en búsqueda de su agujerito, mientras Vane se derretía y contorsionaba de placer contra mi cuerpo. Le metí un dedito, los gemidos aumentaban a grititos o pasaban a sensuales susurros, le metí otro dedito, Vanesa pegó un respingo, sólo para darme más su colita, mientras empezaba a hacer movimientos rítmicos para recibirme. La apoyé suavemente, mi bombacha no podía seguir escondiendo mi pija, sobresaliente debajo del suave lycra, y empecé a frotarle la pija y la bombacha en su culo. Vanesa siguió con su contoneo y los gemidos, hasta que en algún momento tiró una mano para acariciarme, obviamente tanteó la pija debajo de la bombacha, y al principio se quedó medio confundida. Su mano exploró mi entrepierna con cierta confusión hasta que no aguanté más, me corrí la bombacha y saqué la pija, que en ese momento ya estaba clamando por las caricias de la manito de esa suave putita. Vanesa se dio vuelta sin mirarme a los ojos, pero sin sacar la vista de lo que estaba tocando. Miraba la pija como hipnotizada, su mano todavía acariciándola suavemente. Sin mirarme nunca, muy lentamente, se arrodilló, acercó su cara a mi pija y empezó a besarla suavemente, muy suavemente. Su cara era alternativamente de sorpresa por lo que había encontrado, pero también de felicidad. Ahora la que empezó a gemir y suspirar fui yo, la tomé de la nuca y la empujé contra mi pija, y sin mucha resistencia Vanesa me la fue comiendo sin interrumpir sus rítmicas lamidas, besitos y caricias.

  • Putita, cómo te gusta chupar pija, eh?

Pero Vanessa no pudo contestar, estaba con la boca (y la cabeza) ocupada en otra cosa. La mamada de Vanessa fue subiendo en intensidad, la subí de los pelos, la di vuelta, la recliné contra uno de los sillones del living, le corrí la bombachita empapada y le dije:

  • Putita, ahora te voy a dar lo que vos querés

Y sin ninguna delicadeza le apoyé la pija en el culo humedecido por sus propios jugos y un par de lenguetazos que le metí, y empujé para cojérmela. Vanessa también aportó lo suyo, tirando el culito para atrás y abriendo los cachetes para que entre mejor. Sus gestos y sus grititos de dolor me dijeron que esta era la primera vez que se la cojían, lo que me dio todavía más placer. No todos los días se coje a una vírgen. Una vez que tuvo toda la pija adentro, Vane se relajó y empezó a acompañar mis bombeos con sus movimientos de culo y cadera. Yo tenía una fantástica visión de mi pija empomándola, nuestras bombachas frotándose, y la excitación ya estaba a niveles estratosféricos. Vane empezó a gritar a cada embate mío, cada vez más, cada vez más fuerte, hasta que en una tremenda convulsión los dos nos disolvimos en un maravilloso orgasmo mientras ella me cerraba el culito para que los dos sintiéramos más cuando le dejaba toda mi lechita. Feliz, salí de su culito, le acomodé la bombacha y la felicité por su primera cogida con un suave besito en el cuello.

  • Bravo! Bravo! – Se escuchó detrás nuestro. Electrizadas, nos damos vuelta para verlos a Jorge y Diana aplaudiendo por el espectáculo que habíamos dado. Horror! Cuánto tiempo llevaban ahí? Y ahora?! Instintivamente, me arreglé la mini y Vanessa se tapó como pudo.

  • Así que esta casa estaba llena de putitas y yo no tenía ni idea! – Dijo Jorge, al tiempo que una sonrisa pícara se le dibujaba en la cara. – Parece que esta noche nos quedamos a bailar acá

Yo por mi parte también sonreí, un poco por los nervios, y otro poco porque finalmente Mili sí iba a tener quien se la coja.