Verdad Consecuencia

Un juego inocente empezó una relación impensada con mi prima.

Tenía 14 años y vivía a 200 kilómetros de la Capital. Ese viernes me había ido a Buenos Aires a pasar el fin de semana en el centro a lo de una prima un par de años mayor que yo, con la que siempre tuve onda. Mi viejo tenía que hacer unos trámites y me llevó con él, así que a media tarde ya estaba en su casa instalado. Mi expectativa era ir al cine y de boliche, porque en mi pueblo no había mucho para hacer.

Diana me dijo que esa noche se juntaban con amigos en su casa, que porqué no me quedaba, y que en todo caso, más tarde salíamos juntos. Sin mejores alternativas, me quedé y a eso de las 9 de la noche cayeron tres parejas de amigos. Encargamos una pizzas, y después de comer nos pusimos a jugar a Verdad y consecuencia.

Las prendas eran las típicas, y el juego fue decayendo hasta que empezamos a sacarnos la ropa. Al poco rato ya estábamos los chicos en calzoncillos y las chicas en ropa interior. Tuve una mala racha, perdí tres juegos seguidos, y ya no sabían qué prenda darme, así que la prenda que me dieron fue de ponerme ropa de mi prima. La idea me pareció muy pelotuda, pero lo tomé como un juego, y acompañé a Diana a su cuarto, que entre risas empezó a separar la ropa que me tendría que poner y luego me dejó solo para que me cambie.

Diana había elegido muy bien la ropa. Me sacó un conjuntito de ropa interior blanco, de lycra y con encajes, muy femenino, medias con liguero, una mini cortita y ajustada, un top muy ajustado y una camisola floja para completarlo. Ya nada más que ver y sentir esas ropas tan suaves y sexys en mí me gustó mucho, y un extraño cosquilleo recorrió mi estómago. Cuando terminé de vestirme me miré al espejo y me sorprendí de mis propias piernas, me gustó que la pollera fuera tan corta y que se marcara la bombacha por debajo. La pija se me notaba, así que la acomodé todo lo que pude para atrás, y al final casi que no se notaba, aproveché y me acaricié un poco sobre esa ropa tan sexy y me gustó mucho. Eran todas sensaciones nuevas, la suavidad de las medias, la bombacha que me apretaba la pija, el corpiño ciñendo mi espalda, el aire entre las piernas, y todo eso me estaba excitando mucho, pero cuando caí en la cuenta que tenía que salir vestido así, no me gustó nada. En fin, dudé un poco y con bastante cara de culo volví al juego con los demás. Los chicos y las chicas se rieron e hicieron las cargadas de siempre, pero Diana se quedó mirándome con cara de sorpresa y de tanto en tanto la pescaba mirándome y sonriéndose, pero desviaba los ojos cuando la miraba.

Al rato la que perdió fue Diana, y la prenda fue que nos diéramos un besito. Los dos respondimos de mala gana, y a las apuradas nos dimos un beso, que puso toda colorada a Diana y se volvió rápido para su lugar. Notando su embarazo, todos empezaron a pedir más, y pese a nuestra resistencia, la prenda se extendió a que bailáramos un lento entre los dos.

En ese momento algo pasó. Diana me miró muy fijo a los ojos, y a mí me pareció que esa mirada decía algo, con un cierto temblor nos pusimos a bailar la música que nos pusieron, muy lenta. Diana me abrazó con firmeza pero suavemente y comenzó a bailar muy pegado, todavía mirándome a los ojos. Nuestras ropitas se pegaron, nuestras piernas se friccionaron y una ola de calor me invadió. Empezamos a entrar en ritmo, entrelazamos las piernas, Diana me pasaba suavemente sus manos por la espalda, jugaba con los breteles del corpiño, y yo embobado hacía lo mismo. Nadie pareció advertir la intensidad del momento que pasamos con Diana y rápidamente se siguió con el juego. Yo seguí así vestido, pero ahora yo también la miraba a Diana. Ella me miraba de arriba abajo todo el tiempo, y yo trataba de acomodarme la mini para que no se me vea la bombacha, no sé muy bien porqué lo hacía, pero me encontré actuando como lo haría una chica cualquiera vestida de esa manera. Un par de veces algunas de las chicas se refirieron a mí en femenino, y en vez de molestarme encontré que me pareció muy lógico, yo así vestida … El caso es que el juego terminó, los demás chicos empezaron a irse, y a mi no se me ocurrió cambiarme, sino que seguí como estaba. Cada vez que pasaba frente a un espejo me miraba las piernas y el culo, me acomodaba la mini o la bombacha, que se me metía en el culo, y todo me gustaba mucho.

Cuando se fueron los invitados, la casa quedó hecha un desastre, así que Diana y yo nos dedicamos por un buen rato a hacer orden. Diana me seguía, me hablaba dulcemente, y cada vez que podía me hacía un cariño, casi siempre sobre la ropa, o me miraba. Al rato me dice:

Qué linda que estás así! Me encantás

No supe que decirle, así que simplemente le sonreí y sonrojada me di vuelta concentrándome en limpiar un plato. Diana se puso atrás mío, me abrazó muy dulcemente y recostó su cabeza en mi espalda, sin dejar de abrazarme. Yo estaba helada, no sabía que hacer. Diana me empezó a acariciar sobre la ropa, me franeleaba sobre la mini, empezó a subir las manos y acariciarme muy suavemente las tetas. Yo seguía callada, pero la verdad que la cosa ya me calentando, y mucho, así que me tiré un poco para atrás y sentí su calor, sus tetitas contra mi espalda y su vientre contra mi colita. Cerré los ojos y sentí cómo me subía la calentura.

Diana siguió explorando mi cuerpo y mis ropitas femeninas, jugaba con mis tetas, acariciaba el encaje de mi corpiño, y finalmente metió la mano entre la mini y la bombacha, y empezó a hacerme unos mimos increíblemente suaves que me derritieron de inmediato. Diana no me acariciaba la pija, de hecho la evitaba, aunque estaba que explotaba, me hacía suaves mimos en la entrepierna, presionando con un dedito y después aflojando. Yo me empecé a retorcer contra su cuerpo, tomé su mano, la acompañé en los mimos, y mientras me di cuenta que estaba gimiendo despacito empecé a sentir que mi entrepierna se humedecía, lo que a Diana la excitó más todavía. Me empujó suavemente contra la mesada y empezó a frotar su vientre contra mi colita, mientras me decía que estaba muy linda, muy sexy. A esa altura yo ya estaba recaliente y totalmente asumido mi papel de minita siendo acosada por otra, estaba ansiosa por saber qué es lo que iba a pasar de ahí en más, y abierta a todo lo que pasara. Diana jugaba con mi colita, me ponía la bombacha colaless, me la sacaba y acomodaba de vuelta, lo que a mí me ponía a mil y causaba más y más gemidos. Yo movía la cola tratando que me la tocara, acariciara y que la bombacha se me metiera en el culo. Ella se dio cuenta, me apoyó un dedito en el culo y yo casi muero de placer así que ella lo dejó y empezó a acariciar mi agujerito muy suavemente, mientras me decía: "Sabía que eras una putita, se te notaba en la cara" y yo le respondía "Sí, sí, metémelo" Me dio vuelta muy rápido y me metió un beso de lengua que me cortó la respiración. Ella guiaba lo que pasaba como ella quería, y yo simplemente me dejaba hacer, maravillada con tantas sensaciones, sintiéndome una minita linda y deseada, caliente como una plancha y ya queriendo que me coja, como fuera

Fuimos de la mano hasta su cuarto, me acostó en su cama, se acostó al lado mío y empezó a besarme todo el cuerpo, mientras yo estaba inmóvil, gozando como una perra, ella diciéndome que era una diosa, que quería cogerme y que me iba a hacer ver las estrellas. A esa altura, era todo lo que quería.

Me dio vuelta y cerré los ojos, super excitada mientras ella me subía la mini y jugaba con mi cola y la bombacha, acariciando mi agujerito. Diciéndome cosas hermosas empezó a darme besitos en la cola, en la raya y en el culo, y no pasó mucho tiempo que ya me estaba lamiendo el culo, metiéndome la lengua en el orto, y cada vez que lo hacía yo soltaba un enorme gemido de placer. Fui levantando mi cola ofreciéndola, y sin saber de dónde apareció, Diana sacó un consolador con arnés que a mi me pareció enorme, pero que lo único que hizo fue elevar mi excitación a lugares sin precedentes. Sin que me lo pida, me puse en cuatro patas, la miré fijamente y le dije "Metémelo ya!", a lo que me respondió "Tranquila mi amor, te voy a coger hasta que no quieras más", se alineó atrás mío y empezó a apoyarme con esa pija enorme, mucho más grande que la mía. Diana me corrió un poco la bombacha, hizo un poco de presión sobre mi culo y el consolador empezó a entrar. Pensé que me iba a partir del dolor, pero yo estaba frenética y hacía presión para que entre más y más, y no paré hasta que sentí su vientre contra mi cola, momento en que los dos comenzamos a movernos en ritmo, yo sintiendo cómo cada embate me entraba más y más en el orto, pero el dolor era compensado por el enorme placer que sentía. Diana me decía que era una puta, que me estaba partiendo el orto, y que se estaba por correr. De repente Diana tuvo un intenso orgasmo, y sus espasmos provocaban que el mete y saca fuera aún más fuerte y al fondo, con lo que yo seguía gozando cada vez más. Los dos tuvimos un enorme orgasmo y nos desplomamos en la cama, sudorosos, eléctricos y muertos de felicidad.

Estuvimos quietos unos minutos, y cuando me dí vuelta para verla a Diana, ella ya estaba dormida. Mejor, porque en mi confusión, necesitaba un poco de tiempo para digerir lo que había pasado. Había venido al centro para ver si ligaba una minita, y terminé vestida como una perrita, con el orto roto, sucia y empapada. La situación me superó, me entró un mareo, me senté en la cama y me miré al espejo. La camisola se había ido a la mierda, el top estaba todo corrido, la mini subida, se me veía la bombacha. Lentamente me fui arreglando para no ser un escracho, y el contacto con esa ropa tan sexy me calentó otra vez. Abrí las piernas, me empecé a acariciar por sobre la bombacha y me dije "Mierda, qué fuerte es esto!" , me di vuelta, agarré el consolador de Diana y me dispuse a gozar como una perra otra vez

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