Veranos con mi tía.

Los veranos siempre habían sido divertidos en mi infancia. Al crecer, fueron divertidos de otra manera.

Hola a todos, aquí voy con mi tercer relato, el primero de ellos sobre una confesión sexual de amor filial.

Desde pequeñito cuando acababa el curso escolar me iba de vacaciones a la casa de la playa que tienen mis abuelos, allí nos juntábamos con mis primos que venían desde otra parte de España y pasábamos todo un mes juntos. Cuando empecé a entrar en la adolescencia fui fijándome más en mi tía, era una mujer madura con bastantes curvas y verla en bikini en la playa todos los días empezó a desatar fantasías con las que luego me pajeaba. Poco a poco mi relación con ella dejó de ser la de una tía con su sobrinito pequeño para tratarse más de adulto a adulto. Teníamos conversaciones más serias, podíamos hablar de temas de actualidad, la verdad es que siempre nos llevamos muy bien.

Un verano, cuando yo tenía 18 años, ella debía andar por los 43-44, fue cuando más atracción sexual sentí había ella. En la playa me quedaba mirando sus grandes tetas, algo caídas ya debido a la edad, pero soñaba con cogerlas con mis manos, masajearlas, comerle esos pezones que a veces se marcaban cuando el agua estaba demasiado fría. Estoy seguro que ella se daba cuenta como la miraba y fantaseaba con follarmela a 4 patas teniendo su culo delante de mí.

Un día, de esos que se levanta con muy mal tiempo para ir a la playa, con viento y el cielo gris, mi familia decidió que querían ir a dar un paseo de un par de horas. En verdad a mí no me apetecía nada, así que me inventé que tenía el estómago mal y me quede en casa. Cuando todos se fueron las fantasias de follarme a mi tía vinieron a mi cabeza, no podía parar de pensar las ganas que tenía de poder comerle el coño, me lo imaginaba con labios abiertos y muy jugoso. Cachondo como estaba fui a la habitación de mi tía y abrí el cajón de su ropa interior, ver sus sujetadores enormes y sus bragas, entre las que había bastantes tangas me puso a mil. Empecé a masturbarme viendo toda su ropa interior, estaba disfrutando tanto que no me di ni cuenta de que alguien había vuelto a la casa y cuando hubo un momento en que mis ojos miraron a la puerta allí estaba ella, estaba con los ojos como platos al verme masturbarme con su ropa interior.

Me subí los pantalones lo más rápido que pude, pero la erección seguía siendo más que evidente.

-Tía no, eh…- yo no sabía ni que decir, ella seguía mirándome con los ojos abiertos de par en par.

-Manuel, ¿qué..? no entiendo, qué está pasando –

Hubo un silencio incomodo durante unos segundos, yo no era capaz de mirarla, al fin y al cabo era mi tía, la conocía desde niño y estaba muy avergonzado. Note como ella se iba dirigiendo hacia mí y finalmente se sentó a mi lado.

-Manuel, tranquilo, perdona por como he reaccionado, pero no esperaba encontrarme esto. Es normal, estás en una edad en la que tienes que descubrir cosas y fantasear forma parte de ello. -- Sus palabras fueron aliviándome poco a poco, y la tensión acumulada de los primeros instantes se fue diluyendo. – pero no puedo evitar enfadarme, Manuel, podrías haberme dicho algo antes. – Esto lo dijo mientras posaba su mano en mi pierna.

Yo me quedé en shock. ¿Mi tía estaba enfada porque no le había dicho que me ponía a 100?

-Manuel, mírame. – NO pude hacer otra cosa que mirarla, su mano seguía en mi pierna y parecía que iba subiendo poco a poco. – Si querías follarme, habérmelo dicho, o es que sólo te gusta fantasear?

Ahora sí que yo no podía más. Mi tía quería follarme y estaba esperando una respuesta por mi parte, además no me había dado cuenta, pero se estaba masturbando suavemente por encima de la ropa, estaba cachondísima.

-Sí, claro, no… Bueno, claro que me gustaría follarte. –Estaba torpe, no me salían casi las palabras, la situación era totalmente imprevista.

-Tranquilízate, soy yo, tú tranquilízate y disfruta.

Fueron sus últimas palabras antes de lazarse a por mi boca. Era un beso apasionado, que liberó toda la tensión que habíamos acumulado desde que ella me vio masturbarme con su ropa interior. Me tumbó y se puso encima de mi. Notaba sus tetas aplastadas contra mi pecho y mis manos se fueron a su culo, grande y redondo, se notaba que hacía ejercicio aunque ya fuera madurita. Mi polla ya estaba dura como una piedra y eso a ella le gustaba, mientras nos besábamos su mano la recorría por encima de mi ropa, como siguiera mucho tiempo iba a correrme antes siquiera desnudarnos.

Yo ya quería ver su cuerpo con el que tanto tiempo había deseado estar en esa situación, le quité la camiseta, el sujetador y los pantaloncitos que llevaba, y mi sorpresa fue que iba sin bragas.

-No te gusta? Habrías preferido un tanga con los que tanto has disfrutado antes?

Yo no tenía palabras, estaba mirando atónito sus enormes tetas, sin decir palabra, volví a besarla y mis manos se fueron hacia ellas. Eran enormes y blandas, se masajeaban tremendamente bien. Las tocaba y tocaba, intentando tocar cada parte de ellas. Mientras ella me estaba desnudando por completo. Mi pene y su coño ya se rozaban, sin nada de por medio, mientras yo lamía sus pezones, duros y morenos.

-Ay… Manuel, sí!

Estaba claro que ella estaba disfrutando tanto como yo, la excitación de follarse a un yogurin como me vería era obvia.

Mientras seguía lamiendo sus tetas mi mano estaba buscando ya su coño, húmedo y caliente, mis dedos se introdujeron sin mayor dificultad, estaba súper lubricada y empecé a masturbarla. El ritmo fue en aumento y mis mordiscos traviesos en sus pezones la hacían subir el volumen más de la cuenta. Me abrazaba con fuerza, cada vez más y notaba como su coño se contraía de placer mientras la estaba masturbando. Sus ojos cerrados y su cabeza para atrás gritaban de placer.

-Sigue, sigue, sigue. Muerde. Aaaah. Sigue, azotame. Sigue. Sigue. Ah! Ah! Ah! Ah!

Ah! Ah! –Se hizo el silencio. Noté como todo su cuerpo se destensaba y me soltaba, sus uñas se habían marcado en mi espalda y cuando abrió los ojos me besó de manera tierna.

-Hijo, no sé quién te ha enseñado eso, pero me tendrás que dar más clases. Ahora me toca a mi.

Sin perder un segundo descendió por mi cuerpo y se metió mi polla entera en la boca, dios, me estaba comiendo la polla a un ritmo increíble. Mis manos buscaban su cuerpo, la acariciaba mientras me la comía y sus manos masajeaban mis huevos. Pufff era una de las mejores mamadas de mi vida. Sabía perfectamente cuando lamer la punta o metérsela entera y todo mientras no dejaba de tocarme los huevos. La cogí de la cabeza y le saqué mi polla:

-Tía, tía, que voy a acabar –Elevó la mirada y me sonrío. Lo tome como una clara señal de que podía terminar cuando quisiera. Y se la volvió a meter.

No podía más y me corrí entero en su boca. Noté como cuando recibió la corrida tuvo una pequeña arcada, no se la esperaba tan intensa, pero se tragó todo y me limpió todo el pene para que quedara limpio.

-Veo que te ha gustado. –Dijo mientras se tumbaba a mi lado.

-Puff no sabes lo que llevaba soñando con esto, tía.

-Soñabas? Todavía no hemos terminado, Manuel.

Me empezó a besar otra vez, nuestras manos recorrían nuestros cuerpos desnudos y mi pene empezaba a endurecerse otra vez. Mi tía empezó a acariciarlo para que la erección volviera lo más rápido posible.

-Me encanta notar como se va poniendo duro. Quiero que me la metas ya. No hace falta que te pongas condón, no te preocupes.

Estaba claro que yo también, la di la vuelta y la puse a cuatro patas, y me agaché para pasar mi lengua por su coño, soltó un gemidito. Era amargo y volvía a estar chorreando, se ve que la mamada la había puesto a mil.

Sin pensarlo más, se la metí muy despacio. Quería disfrutar de esa sensación y grabarla en mi cabeza. Notar mi polla abriendo su coño, caliente, húmedo, apretado… La cogí de las caderas y empecé a penetrarla tranquilamente. Ella gemía cada vez un poquito más y cuando la azotaba soltaba un gemido fuerte de placer. El ritmo fue en aumento, nuestras respiraciones se escuchaban, ya aceleradas, la cogí de las tetas y la levanté sin dejar de penetrarla. Ahora su espalda estaba pegada a mí. Giró su cabeza y nos besamos, mis manos estaban en sus tetas, masajeando sus pezones y mi pene aumentaba el ritmo sobre su coño.

-Manuel, ahh, sigue haciéndolo. –Acto seguido me cogió una mano y se la llevó al clítoris, con sus movimientos me decía lo que quería.

-Vale, me corro Manuel, aaaah sigue. No pares. Un poco más. Un poco más. –Yo estaba a puntito de acabar también, viendo como estaba ella. –Sigue. Sigue. Sigue. –En ese momento me corrí, estaba descargando toda la tensión dentro de ella y lo notó. Sabía que había sido demasiado para mí. Me miró y sonrió:

-Mucha tralla para la primera vez eh? No te preocupes corazón. Me darás este orgasmo en otra ocasión.

Me besó, se levantó y se fue a la ducha. Yo me quedé en la cama todavía pensando en lo que acababa de pasar.