Verano maravilloso con mi suegro

De cómo un verano que se presentaba normal, se convirtió en el mejor verano de mi vida, gracias a mi maravilloso suegro.

En primer lugar quiero decir, que esta historia es real cómo la vida misma. Decir que soy una mujer casada de 45 años, rubia, pelo corto, rellenita, muy alegre y simpática y soy madre de un hijo. La relaciones con mi marido, no son fluidas, ya que él se pasa la mayoría de la semana fuera de casa por su trabajo, incluso semanas enteras de viaje. Mi marido es hijo único. Yo, aunque tengo estudios y carrera, me dedico a las labores de hogar, y a organizar el papeleo de casa. Mis suegros  son dos personas agradables, él tiene 68 años, y ella tiene 65. Son de ideas un poco más clásicas, serios, sobre todo ella, pero muy buenas personas. Mi marido tiene la misma edad que yo. Como he comentado antes la relación con mi marido no es muy fluida, y sexualmente menos aun. Tenemos poca relación sexual, y cada vez de menor calidad. Yo nunca me había planteado estar con otro hombre (de momento) porque el sí que ha flirteado con otras. Las mujeres tenemos un olfato especial para detectar esto.

Mis suegros tienen un hermoso chalet a unos pocos kilómetros de donde vivimos habitualmente, en una urbanización muy bonita y tranquila. Mi suegra había tenido algun problemilla de salud, y mi marido me propuso que este verano lo pasaramos con ellos, y así le podía ayudar. La verdad es que es un sitio muy agradable, se está bien, habitaciones independientes, ellos no se meten conmigo para nada, y mi hijo disfruta mucho allí. Acepté sin problema. A finales de junio ya nos trasladamos al chalet, y empezo la convivencia con ellos, ya que mi marido como siempre trabajaba, y este verano no tenía vacaciones. La verdad es que estaban encantados conmigo, porque siempre estaba atenta y le ayudaba en todo. Mi suegro también estaba muy pendiente de mi y sobre todo muy agradecido. Mi hijo en julio se fue a un campus de verano, por lo tanto entre semana nos quedabamos los tres. Mi marido venía el fin de semana solamente. Todo transcurría con normalidad. Un día una llamada de teléfono cambió un poco las cosas. Una hermana de mi suegra cayó enferma. Ella vive en Madrid y se decidió que fuera mi suegra a pasar unos días con ella. Mi marido la llevó, y nos quedamo mi suegro y yo solos.

Mi suegro es un señor de 1’80, poco pelo, totalmente blanco, grandote, con barriga, ojos azules. Es muy atractivo, pero la verdad es que nunca me había fijado en él como hombre. Yo con toda la confianza del mundo, y con las altas temperaturas del verano, pues iba siempre ligerita de ropa, bañadores, bikinis, pareos etc. Incluso cuando el estaba haciendo la siesta, yo hacía un poco de topless. Él, siempre iba por la casa con un bañador y sin camiseta. Comenzé a darme cuenta poco a poco de que me iba observando, y cada vez más, y me sonreía mucho y estaba más amable de lo habitual. Yo al principio no le daba mucha importancia, pero poco a poco me di cuenta de que le daba morbo. El tema es que a mí empezó también a darme morbo, y empezé a mirarle como hombre, de lo cual, él también se dio cuenta. El tercer día de estar sólos, después de comer y recoger la mesa, mi suegro se retiró a su habitación a descansar, y yo me quedé en el salón, descansando y mirando la televisión, pero me puse a pensar en él, y empezé a coger temperatura. Me retiré un poco la bata que llevaba, y con la parte superior del bikini, tumbada en el sofá empezé a tocarme el pecho poco a poco. Cada vez, estaba más caliente, y con el televisor a poco volumen para no moletsar. De repente levantó un poco la cabeza del sofá y veo que me estaba mirando. Ambos nos quedamos parados, y disimulamos. Yo me moría de vergüenza. Así que decidí ir a la piscina a bañarme un poco y ver si se me pasaba el calentón y de paso disimulaba un poco más. Le dije: -me voy a refrescar un poco- a lo cual el respondio con un tímido -muy bien-.

Mi sorpresa fue cuando a los pocos minutos aparece él en la piscina, se mete dentro, se me acerca, me coge la mano y me pide perdón por si me había asustado. Yo no sabía como reacionar. Pero no le solté la mano, al contrario. Fueron dos segundos eternos, entonces el me cogió fuerte de la cintura y me dio un beso que me dejo temblando. Luego me dijo: -lo siento, pero no podía más-, y yo le dije que estuviera tranquilo que me había gustado. Entonces empezamos a besarnos los dos como dos adolescentes, me besó como nunca antes me habían besado. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Empezó a acariciarme el pecho, y a besarlos. Yo estaba que me salía. Y cuando le pongo la mano es su pene, me quedé más sorprendida aún. Tenía una herramienta bárbara, grandre, y muy gruesa. Le quité el bañador dentro mismo de la piscina, y él me quitó a mi el bikini. Me zambullí dentro del agua, y comenzé a comersela como una loca. Entonces él, que ya estaba a punto de reventar, me cogió, me abrió de piernas, me subio encima de él y me la metió hasta el fondo. Yo me corrí enseguida, el agunato un poco más, pero me follaba como un poseso, como si hiciera años que no lo hiciera. Cuando él se corrió (dentro de mi) yo me corrí con él.. Nos quedamos un momento besándonos, y luego sin apenas mediar palabra yo salí de la piscina, entre en la casa, me puse un bañador seco, y cuando salia de la habitación, él estaba en la puerta, me abrazó fuertemente y empezó a besarme de nuevo. El iba con una toalla, que al momento se le cayó, y estaba otra vez empalmado. Me empujo levemente a la cama, me retiró el bañador y empezó a comerme toda. En la vida me habían comido el coño cómo me lo comió él. Me corrí tres veces, y el al oirme gemir y gritar aceleraba aún más. Luego ya me penetró, pero me puso de todas las posturas posibles. Yo perdí la cuenta de mis corridas. El se corrió dos veces más. Se nos hizo tardísimo. Luego sin mediar palabra, me llevó a la ducha, nos duchamos juntos, y ya nos vestimos. No hablamos del tema. Cuando ya me fui a dormir, se levantó para darme las buenas noches, nos quedamos mirando uno al otro, empezo a acariciarme el culo con mucha suavidad y mucho cariño, me volvió a calentar, y entonces le empuje yo al sofá, le desnudé, se la comí enterita y me sente encima de él. Le cabalgué como una posesa. El no podía correrse, le costó mucho, pero lo conseguí. Los gemidos que dio y los gritos, no los había oido nunca en un hombre. Ni que decir tiene que yo me corrí varias veces también. A partir de este día hemos tenido sexo todos los días, con experiencias inolvidables que ya contaré en otro relato. Espero les haya gustado.