Verano en Ibiza 4 y último

Final de aquel verano con mi tía y mi hermana

  1. Después de esa paja compartida y mientras mi tía nadaba en el mar, me fui a correr un rato por la isla para ver si me tranquilizaba un poco. A pesar de la corrida que acababa de tener seguía estando caliente. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo se lo iba a tomar mi tía? ¿Se lo contaría a mi hermana y se pudriría toda la buena honda del verano?

Además, tan sólo quedaba un día más de vacaciones y sería una putada que se estropeara todo el buen recuerdo de ese verano por un momento de calentura. ¡Pero qué calentura! Nunca una mujer me había puesto tan, pero tan loco como mi tía ese día.

Cuando regresé a casa ni mi tía ni mi hermana estaban en ella. Yo no lograba estarme quieto y dudaba sobre si matarme a pajas fantaseando con el cuerpo de mi tía, si preparar algo de cena, o irme con alguno de los conocidos que tenía en la isla. Al final opté por lo último y salí a tomarme unas copas.

Sin embargo, esa noche no lograba divertirme con las conversaciones de siempre que me parecían particularmente tontas y aburridas comparadas con las que tenía con mi tía y hermana. Además sentía como una necesidad física de estar cerca de ellas y compartir lo más posible de lo que quedaba de verano.

Así que como a las 11 de la noche, apuré la última copa, me despedí de los amigos, dando todo tipo de explicaciones ridículas de porqué me retiraba tan pronto y me fui para casa. Cuando entré en ella vi a Claudia y Ana tumbadas en el sillón viendo una película y tomándose cada una copita. Aún recuerdo la película como si fuera ayer: eran los puentes de Madison de Clint Eastwood. Pero lo que también recuerdo era lo increíblemente hermosas y sexis que me parecieron ambas.

Mi hermana llevaba una camiseta medio larga que le cubría parcialmente unas inmaculadas braguitas blancas. Mi tía, en cambio, todavía llevaba puesto el biquini de la tarde junto con un pareo que le cubría las caderas y las piernas. Ambas estaban descalzas. Y ambas se pusieron especialmente contentas de verme. Como que les iluminó la cara!.

¡Qué alegría verte, sobrino! –dijo Claudia—¡Ya pensaba que no te iba a ver hasta mañana al mediodía!

¡Qué bueno que estés aquí hermanito, y que hayas decidido pasar esta última noche con "tus chicas"!

Y en ese momento me pareció que ambas se miraban con cara de complicidad y picardía.

Así que me senté entre ellas y me dispuse a ver la película en familia. La cual, de hecho, estaba bastante bien.

Mi hermana estaba sentada a mi derecha y mi tía estaba medio tumbada en la parte de la "L" del sillón que miraba hacia la TV.

Las chicas parecieron emocionarse bastante con la película, e incluso recuerdo que había una escena en que los actores estaban bañándose juntos en una tina que me pareció particularmente erótica. ¿Clint Eastwood erótico? ¡Qué diablos me estaba pasando!

Terminó la peli y los tres nos quedamos sentados de tan a gusto que estábamos. Mi tía empezó a zapear de canal en canal hasta que pasó por uno que ponía una peli porno. A mí me dio un brinco el corazón (y otra cosa); pero ella siguió de largo tres canales hasta que pareció que cambió de opinión y volvió para atrás hasta dejar justo la peliculita en cuestión. La escena era la clásica donde una tía buenísima está fantaseando con un polvo pasado y se hacía una paja tremenda en la bañera de su casa.

Yo no sabía que hacer. Me quedé helado. En eso, después de unos segundos que parecieron horas, mi tía rompió el hielo y dijo: "espero que no os importe que veamos un poco de esta película. La verdad, tengo curiosidad por ver de qué va".

Mi hermana se quedó muda. Yo también. De reojo, pude observar como Ana se movía algo inquieta al lado mío.

Terminó la escena dejándome con una calentura considerable. En la siguiente escena salían dos amigas que se iban a la playa, charlaban de pavadas, empezaban a ponerse crema y poco a poco se iban quitando la ropa totalmente para meterse mano a fondo. En un momento la rubia le bajaba el tanga a la otra que era castaña y se metía entre sus piernas para comerle el coño.

¡Madre de dios cómo me estaba poniendo!

Ahí noté como mi tía metía su mano por debajo del pareo y comenzaba a masajearse suavemente el coñito sobre el tanga. A mí me daba vergüenza mirarla directamente y lo hacía de reojo. Al poco tiempo vi como sus dedos se metían bajo el tanga y comenzaban a masejear su coñito por dentro y por fuera.

¡No podía seeeer!

Al lado mío veía a mi herman que se mantenía callada y atenta a la película, moviéndose cada vez más inquieta en su asiento.

En ese momento mi tía rompió el silencio y le habló a Ana con voz tranquila y segura diciéndole: "Anita, por favor, ven y cómeme el coño, que esta película me está poniendo demasiaaado caliente".

Ante mi total estupefacción mi hermana no dijo ni mu, se levantó y se dirigió directamente a donde estaba Claudia. Ésta se quitó el pareo, se bajó el tanga y se abrió de piernas apoyando una de ellas en el respaldo del sillón mientras con sus manos atraía la cabeza de su sobrina hacia su coñito.

Ana sacó la lengua y comenzó a chuparle el coño a Claudia con unas ganas y una naturalidad que hicieron pensar que no era la primera vez que lo hacía. Mi tía recibió esa atención con un gemido que se debió de escuchar en toda la casa.

Yo no pude quedarme quieto, me abrí la bragueta, me saqué la polla más dura que recuerdo haber tenido y comencé a pajearme firme pero lentamente porque si algo tenía claro en ese momento es que quería que eso durara por mucho, mucho tiempo.

Mientras Ana le comía el coño mi tía se quitó la parte de arriba del bikini y comenzó a acariciarse sus tetas. En ese momento mi hermana, paró un momento de chupar para enderezarse, quitarse la camisa y las bragas, y luego volver a la faena lingual. Sólo que ahora aprovechaba para acariciarse el coño al mismo tiempo.

Yo no sé muy bien cómo hacía para no correrme porque lo que estaba presenciando era la escena más bella y excitante de toda mi vida.

En un momento mi hermana levantó la cabeza del coño de Claudia, adelantó el cuerpo le dio un beso de lengua tremendo y luego empezó a frotar sus tetas con las de mi tía y su coñito con el de ella. Mi tía comenzó a correrse en ese momento y Ana bajó rapidamente a su coño para chuparle el clítoris a la vez que le metía dos dedos adentro. Ahí si que mi tía no pudo aguantar más y arqueó todo su cuerpo para correrse ruidosamente de nuevo, una, dos y tres veces.

Me parecía que esto no era suficiente para ella porque me gritó: "Ven, sobrinito, tráeme esa polla dura que tienes que necesito sentirla en mi bocaaa!!"

Yo ni lo dudé, le acerqué la polla a la cara y ella comenzó a chupármela con una mezcla de frenesí y suavidad que no había experimentado nunca.

No pude aguantar más y le solté toda la leche en la boca; la cual me tía se tragó con total delectación al mismo tiempo que volvía a correrse en la boca de Ana. Algún efecto debió tener esto en mi hermana porque recuerdo ver como aumentaba su masturbación y comenzaba a gemir, casi gritar, entre las piernas de Claudia.

Yo me quedé tendido en el sofá mientras veía como las dos chicas se tumbaban juntas y desnudas se abrazaban y besaban.

Claudia y Ana se veían cansadas durante unos minutos, pero en seguida empezaron a hacerse suaves mimos como si fueran amantes de toda la vida. Mi hermana rozaba las preciosas tetas de su tía con las manos y luego pasaba a lamerlas con la punta de la lengua o a metérselas casi enteras en su boca. Aunque esto empezó como algo suave y perezoso yo notaba como las dos empezaban poco a poco a recargar energía y como mi tía abría la boca para tomar aire, lamerse los labios y producir gemidos apenas audibles. Poco a poco fue abriendo las piernas de nuevo y veía como mi hermana hundía de nuevo su mano entre ellas. Los gemidos de Claudia aumentaron claramente de tono. Y mi polla empezó a endurecerse y a crecer de nuevo.

Así que me acerqué despacio a donde estaba mi tía, le busqué la boca y empecé a besarla, primero lentamente y luego con mucha más pasión. Su lengua era cálida, húmeda, suave y dura a la vez y notaba como me mojaba toda la boca a la vez que se me endurecía mi polla hasta límites sorprendentes. Mientras, mi hermana le comía las tetas a Claudia a la vez que la masturbaba con dos dedos.

Mi tía se derretía en gemidos, los cuales quedaban ahogados en mi boca cuya lengua sólo quería unirse y perderse en la suya. En ésas estábamos cuando noté una mano que agarraba mi polla y comenzaba a pajearme. Separé la cara de la de mi tía para ver como Ana estaba usando ambas manos para pajearnos a los dos, y lo mejor de todo fue ver a mi hermanita que me miraba fijamente a los ojos con una cara de total lujuria mientras sacudía lentamente mi rabo, separaba su mano de éste, se la mojaba con saliva y luego volvía manos a la obra; todo ello sin dejar de mirarme fijamente.

Yo no sabía qué hacer. Pero ella lo decidió por mí cuando tiró suavemente de mi polla y me dijo: "Dale hermanito, trae esta polla y métesela a la tía que quiero ver como folláis los dos como perros".

Ni lo dudé, me levanté como hipnotizado, listo para obedecer una orden tan tentadora, mientras mi tía ponía una pierna en el respaldo del sofá y la otra la abría todavía más para recibirme completamente.

Le metí la polla hasta el fondo. Fue lo más sencillo del mundo, ya que el coño de mi tía estaba completamente empapado y abierto. Primero entró suave y luego empecé a empujar con fuerza, cada vez más fuerte. Ahí mi tía comenzó a gemir en serio, cerró sus dos piernas como dos tenazas alrededor mío y empezó a mover las caderas enérgicamente para favorecer la penetración.

¡Estaba en el puto cielo! Creo que todavía recuerdo la sensación de Placer Total que sentí en ese momento mientras cabalgaba sobre mi tía, le besaba las tetas, le comía la lengua, levantaba sus piernas para lamerlas de arriba abajo y todo ello sin parar de meter y sacar la polla.

Y en ese momento me pasó algo que creo que sólo me ha pasado otra vez en la vida: mi nivel de calentura llegó a tal punto que tuve la total certeza de que podría seguir follando sin correrme por un tiempo prácticamente ilimitado. Así que aceleré y empecé a follar realmente fuerte, a tratar de taladrar el fondo del coño de mi tía con mi polla. Mi tía se volvió loca. Comenzó a gritar, casi a llorar, a gemir, a besarme.. y yo seguía dale que te dale. Al lado de ella veía a mi hermana moviendo su mano a toda velocidad adentro y afuera de su hermoso coño negro. No sé cuantas veces se corrió mi tía, pero sé que al final me pidió que, por favor, parara un poco, que no podía más y necesitaba descansar. Me lo pidió con apenas un hilo de voz: agotada pero totalmente satisfecha.

Pero yo no podía parar en ese momento. Miré a mi hermana a los ojos y ella lo supo. Y en ese momento mi hermana separó su mano del coño, se distanció un poco de Claudia, abrió sus piernas en un ángulo de 180º y me dijo: "ven".

Yo me lancé sobre ella sin pensarlo. Metí la cara entre sus piernas y empecé a comerle el coño como un loco. Sabía a gloria! Le metía la lengua hasta el fondo para luego sacarla en busca de su clítoris. Podría haber seguido así por horas pero ella me dejó hacer un rato y luego me dijo con voz ronca: "esto me gusta hermanito; de verdad que sí, pero ahora mismo lo que necesito es una polla bien dura dentro mío". Así que se tiró al suelo, sobre la alfombra de algodón que cubría el suelo, me agarró de la mano, acercó mi cara a la suya, me besó y luego me rodeó con sus piernas, dándome la vuelta para quedar colocada encima mío mientras se metía mi rabo bien adentro.

Cuando la tuvo bien adentro su cara se convirtió en un símbolo de la Felicidad Absoluta. Ni siquiera reflejaba lujuria. Creo que es la cara más hermosa que he visto en mi vida. Mi hermana simplemente brillaba de placer, felicidad y satisfacción. Y en ese momento comenzó a cabalgar sobre mí suavemente, sin prisas, sin locura. Yo me dejé hacer sin moverme apenas; tan hermosa me parecía la escena que no quería romperla con un movimiento o un gesto fuera de tono. Ana a ratos cerraba los ojos y parecía perderse en su propio cielo sexual. Otras veces los abría y me miraba directamente con un amor que parecía infinito. En esos momentos me acariciaba la cara, el pecho y ronroneaba palabras de amor que individualmente parecían incoherentes, pero todas juntas parecían formar el poema más erótico del planeta. Bajaba hacia mí y me besaba con suavidad, tocando a penas la punta de mis labios con su lengua. Y todo esto sin parar de moverse sobre mí con mi polla bien adentro. En círculos. Arriba y abajo.

Así estuvimos minutos que parecían horas. En el Puro Cielo. Hasta que Ana me dijo: "Hermanito, estoy a punto de correrme. Quiero que te corras conmigo. Dentro de mí."

-¿Cómo? ¿Estás segura? –le pregunté- ¿y si te quedas….?

-Tranquilo. Yo tomo mis medidas. Pero quiero sentir tu leche dentro mío. Por primera y última vez.

Dicho esto, ella aceleró su cabalgada gradualmente, y yo vi como su cara cambiaba, se desencajaba suavemente y volvía a reflejar la Lujuria total que había visto antes.

Ahora empezó a gemir claramente mientras saltaba casi sobre mí y me clavaba los dedos sobre mi pecho.

"Ahora hermano, ahora, dameeela todaaa! Hasta el fondooo! Quiero que me llenes con toda tu lechee!!"

Yo ya no pude aguantar más, entrelacé mis manos con toda mi fuerza con las suyas, arqueé mis caderas al máximo, grité como pocas veces lo he hecho y me corrí como loco adentro de ella.

Ella gritó: "¡Sí!. ¡Sí!. Me estás llenando. Me la estás dando toda. Sigue así hermanito!"

Y yo seguí y seguí soltando leche, y después de que no me quedara más yo seguía saltando mientras mi hermana se corría como una loca, una, dos, tres veces. Y gritaba y gritaba.

Hasta que cayó agotada sobre mí, apoyó su cara en mi pecho y ambos nos quedamos dormidos.

6.

Al día siguiente nos despertamos y nos mirábamos con ojos incrédulos pero dichosos. Nadie comentó nada de lo que había pasado. Pero las miradas de felicidad y agradecimiento lo decían todos.

Cuando esa tarde nos despedimos de Claudia en el muelle del puerto para tomar el barco, ella nos abrazó con fuerza y nos sonreía a la vez que casi, casi se le caía una lagrimita.

Mi hermana y yo nos subimos al barco sin apenas decirnos nada. No fue hasta que el barco zarpó y nos tumbamos en las tumbonas que Ana me miró con cara pícara y me dijo: "Hermano, ¿no me pondrías un poco de crema bronceadora?"

Mi corazón brincó de la emoción de poder tocar de nuevo ese cuerpo exquisito.

Cualquiera que nos hubiera visto en ese momento mientras la acariciaba lentamente todo su cuerpo con la crema hubiera apostado a que éramos dos amantes en el pico de su enamoramiento y calentura. Tampoco se habría equivocado mucho.

Ella y yo nunca hablamos de lo que pasó en ese viaje. Nunca volvimos a tener relaciones sexuales juntos. Pero a veces nos sorprendemos mirándonos mutuamente con el brillo y la picardía de los que esconden un secreto maravilloso.