Verano de corrupción

Parodia de la pelicula. Todd descubrira las consequencias de intentar el chantaje con quien no deberia...

Este relato esta inspirado en la película "Verano de corrupción", basada en el relato del mismo titulo de Stephen King. Los protagonistas principales están interpretados, respectivamente, por Ian McKellen y Brad Renfro. El relato es, por lo tanto, una parodia.

Todd sonrió cándidamente. Tenia todas las pruebas que necesitaba. Las huellas dactilares que había tomado del buzón del viejo. Las fotos, que comparadas con aquellas que encontró en ciertos libros antiguos sobre el holocausto no dejaban ninguna duda acerca de su identidad. Si, las pruebas eran las suficientes... ahora solo faltaba lo mas importante. Darse a conocer ante el viejo. Mostrarle todo lo que había recopilado... y obligarle a contarle todo lo que le interesaba. Si, porque Todd estaba interesado en ciertos temas muy desagradables. Sentía una fascinación morbosa por lo que aquel viejo y sus compatriotas habían hecho en aquellos años oscuros del nazismo. Y ahora le faltaba muy poco para conocer todos los detalles que quisiera de primera mano. Llamó a la puerta, primero con timidez, luego con mayor seguridad al ver su sueño tan cerca. Sintió unos pasos arrastrarse pesadamente en el interior, y se abrió una rendija ante sus ojos por la que le escudriñaron los del viejo detrás de sus gafas.

No quiero comprar nada. Vete de mi propiedad. – le espetó con un fuerte acento, señal evidente de su origen –

Espere – dijo Todd, interponiendo un pie para evitar que cerrara – no pretendo vender nada. Tengo otras intenciones... señor Bukham. Se acuerda? Alemania.

... pasa.

Estaba seguro de que nos entenderíamos. Bueno, a lo que iba...

Todd entró en aquella casa pobremente equipada, y tomó asiento ante el viejo en la desvencijada cocina. Observó como su presa fumaba, sujetando el cigarrillo con manos temblorosas. Quizás rememorando, quizás temiendo ver revelada una identidad tan cuidadosamente ocultada durante todo aquel tiempo. Y él, Todd, se la descubrió paso a paso. Le habló de cómo le había reconocido una tarde en el autobús. Como le había seguido des de entonces, tomando fotos discretamente para poder compararlas. Como había espolvoreado su buzón para sacar huellas dactilares, y como había guardado aquella información en un lugar seguro que solo él conocía... pero que, sin embargo, alguien encontraría tarde o temprano si no lo cambiaba con cierta regularidad. Lo hizo con aquella actitud tan suya, entre chulesca y burlona, propia de alguien que es consciente de su propio atractivo y éxito social. Y de su inteligencia.

Por todo esto, señor... creo que le conviene hacer lo que le ordene. Si no lo hace, la policía recibirá mis pruebas. Y puede estar seguro de que son definitivas... demuestran lo que fue, un alto cargo Nazi, uno de los mayores asesinos. Quiere ver Israel? Estoy convencido de que le recibirán con los brazos abiertos.

Que... que quieres?

Solo algo que me puede dar muy fácilmente, viejo. Quiero saberlo todo. Saber como fue. Como pasó. Saber todo lo que no nos han contado, los detalles. Todo.

Estas... loco. Los detalles?

Eso mismo. Y usted va revelármelo... o de lo contrario... ya sabe lo que va a pasar.

Y el viejo entendió que no tenia otra posibilidad que obedecerle. Y durante los siguientes meses, lo hizo. Le contó a aquel muchacho tan aparentemente normal, atractivo, buen estudiante, de unos 16 años, todo lo que quería saber sobre las muertes en masa. Rememorarlo fue terrible, pero placentero a la vez, puesto que era un psicópata, algo que tenia muy presente... lo que no le gustó tanto fue ser sometido por aquel impertinente, con sus sonrisas, su aspecto bien cuidado, su ropa cara y sus pretensiones. Merecía que alguien le diera una lección. De modo que hizo algo que el muchacho no havia previsto. A partir de cierto día, grabó las sesiones. Todas las preguntas insidiosas, todas las informaciones que le pedía. Todo. Y cuando tuvo suficiente, lo escondió con el mismo método que su cazador, que pronto se convertiría en victima, había utilizado para atarle. Y al fin llegó el momento de revelárselo y tomarse aquella venganza con la que venia soñando des de hacía tanto. Todd llegó a la hora acostumbrada, con su sonrisa sempiterna, convencido de su dominio. Bajó de su bicicleta, dejándola aparcada cerca de la valla. Saludó a su ultima novia, la ultima de muchas, que pasaba por el otro lado de la calle con unas amigas. Y al fin entró, puesto que ya tenia llave. El viejo lo esperaba al lugar acostumbrado. La cocina. Solo que esta vez, fue él quien empezó a hablar.

Todd, querido muchacho. Ya empezaba a preguntarme cuando aparecerías. Mira, tengo una pequeña sorpresa para ti. Quieres escucharla? Sé que te gustara.

Y encendió el radiocasete. Y la voz de Todd, grabada, sonó por toda la cocina. Le estaba preguntando, pidiéndole mas detalles.

Te das cuenta, Todd? Sabes lo que pensarían tus padres, tus compañeros... tus profesores, incluso la prensa, lo oyera? Me imagino los titulares. El escándalo. Te perseguiría para siempre... tu vida, a la mierda. Entiendes lo que te quiero decir?

Pero Todd no le escuchaba; se había lanzado sobre el aparato, arrancando la cinta y destrozándola entre jadeos nerviosos. Sudaba copiosamente bajo la abundante cabellera rubia.

Ha, ha, ha, Todd, Todd, por favor... de veras me crees tan estúpido como para no haber hecho copias? Varias, de hecho. No, chico; te tengo en mis manos.

Que me tiene en mis manos, viejo capullo? Espere a que llame a la policía. Tengo que recordarle las pruebas que tengo?

No hace falta, las tengo muy presentes. Por qué no jugamos un poco? Apostemos. Quien tiene mas que perder? Adelante, delátame. Cuanto me queda? Dos años? Estoy viejo y enfermo. No tendría que pasar mucho tiempo en prisión, quizás ni siquiera llegara a ella. Es lo que pasa cuando uno tiene problemas de corazón... pero y tu? Tu eres joven. Triunfas con las chicas, en el colegio. Tus padres son ricos. Iras a una buena universidad. Eres popular, juegas al baloncesto, tienes muchos amigos. Si, Todd... quien pierde mas? Quieres llamar a la policía? Hazlo. Yo también haré mis llamadas. Adelante.

Viejo...

Que? Te sientes... como? Oprimido? Crees que es injusto? Con quien creías que tratabas? No, querido Todd. Ahora yo soy el que manda. Y voy a castigarte. Si, me temo que tendré que castigarte. Has sido un chico francamente malo, decepcionante. Tus padres se sentirían decepcionados, si. Pero no hará falta que se lo digamos, verdad? Podemos solucionarlo entre nosotros. Si, tendré que castigarte...

Y el viejo se desabrochó lentamente el cinturón, de cuero negro, y lo dejó plegado sobre la mesa bien a la vista. Todd tragó saliva al verlo. No sabia para que lo quería, pero algo, un instinto, le advertía. Su corazón salto nerviosamente. Le sudaban las manos. Para que podía querer el cinturón? Una sospecha se abrió paso entre su mente...

Ahora, muchacho, escúchame bien. Te bajarás los pantalones. Y entonces, apoyarás las manos sobre el mármol. Y procura no moverte ni gritar demasiado... aunque no importa, puesto que por aquí no vive nadie y nadie puede oírte.

Esta loco, viejo? No pienso...

No piensas, ya lo veo. Pero haz un esfuerzo, sé que eres inteligente. O me obedeces, o te arruino la vida. Para siempre. La vergüenza publica definitiva. Quieres que lo haga? O vas a obedecerme?

Todd volvió a tragar saliva, esta vez con gran esfuerzo. Ahora era a él a quien temblaban las manos incontroladamente... mientras las dirigía hacia sus téjanos. Y los desabrochaba. Y bajaba lentamente, deslizándolos por sus piernas, el corazón desbocado, el sudor frío... el terror apresándole el estomago. Cuando los tuvo a sus tobillos, se apoyó en el mármol, de espaldas al viejo, como le había dicho. El mármol, frío, le sobresaltó.... pero no tanto como el aire fresco que de pronto golpeó sus nalgas cuando el viejo le bajó de un tirón los calzoncillos, subiéndole a la vez la camiseta para dejar el área bien al descubierto. El cinturón de cuero le acarició la piel desprotegida unos momentos, demorándose expresamente antes del castigo... la tensión era insoportable, y Todd deseaba a la vez que el momento nunca llegara... y que llegara y le permitiera abandonar aquella situación tan incomoda. Medio desnudo ante un perfecto desconocido. A punto de recibir un castigo del que solo había oído hablar, leído en libros de época... a manos de un viejo sádico. Y llegó el primer golpe interrumpiendo sus meditaciones.

Zaaash!

El silbido del cuero al cortar el aire, y estamparse con terrible virulencia en su trasero. Inmediatamente, un dolor lacerante le recorrió el cuerpo... era como si le estuvieran quemando. Lo peor que había sentido nunca. Se aferró con mas fuerza al mármol mientras las primeras lagrimas asomaban a sus ojos. La boca, crispada para no gritar, solo emitió un jadeo. El viejo observó complacido la franja rojiza cruzando la piel blanca del adolescente y sonrió. Era solo el principio.

Te ha gustado Todd? Es lo que les pasa a los que se comportan como no deben. Solo es el principio, sabes? Tengo mucho mas para darte.

Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash! Zaaash!

Llovieron los golpes con gran rapidez, administrados con maestría para cubrir todo el área.

Yaaaahahhaagggg!! Noooo! Por favor, pare!!! – gritó Todd, tapándose con las manos, intentando protegerse; fue en vano. El viejo ya lo había previsto. Con un hábil movimiento, le ató las manos por encima de su cabeza, en la puerta del armario. –

Que pare, Todd? Me pides que pare? Zaaash!!

Yaaaahahhaagggg!!

Y dime... por que debería hacerlo? No es eso lo que buscabas? El dolor. El dolor de los otros... ahora es el tuyo el que has encontrado. No te parece mucho mas personal? Disfrútalo! Tengo mucho para ti. Zaaash!! Zaaash!! Zaaash!!

El chico lloraba desconsoladamente. Sus chillidos podrían oírse des de casa de los vecinos si los hubiera... casi le ahogaban sus propios sollozos. Su cara congestionada surcada por las lagrimas solo mostraba terror y un dolor indescriptible mientras la paliza proseguía sin piedad durante lo que le parecieron horas. El sonido del cinturón... Zaaash!! Zaaash!! Zaaash!! Zaaash!! De sus gritos... le parecían ajenos, de un mundo lejano. En su mundo solo existía el dolor que sentía en el trasero. Aquella parte de sí mismo que tantas habían deseado... era solo una burbuja palpitante y roja. Suplicaba, una y otra vez, piedad y perdón. Como aquellos de quienes él había querido saber tanto. Y como aquellos, él no lo obtuvo. No supo cuantos le dio el viejo; pero si que en un momento dado, la lluvia cesó. Y le desataron las muñecas. Por un momento, casi se desplomó al suelo, sin fuerzas... pero las encontró. Y pudo empezar a pegar saltitos de un lado para otro, frotándose la parte afectada con ambas manos, abandonado el pudor. El viejo le aferró por ambos lados de la mandíbula, y le obligó a mirarle.

Ahora escúchame una vez mas. Lo que te he hecho hoy es solo una pequeña parte de lo que podría darte. De modo que cuando yo te lo diga, te marcharás. Y nunca volverás a molestarme... o, de lo contrario... pero antes, ponte de rodillas en aquella esquina. Pasaras el resto de la tarde meditando tus pecados. Quien te ha dicho que te subieras los pantalones? Zaaash!! Zaaash!! Zaaash!! Zaaash!! Zaaash!! Si, chilla un poco mas si te apetece. Anda, a la esquina. Ya te avisaré cuando puedas marcharte. Hasta entonces, silencio.

Y Todd tuvo que estarse en aquella humillante posición durante varias horas, mientras el viejo miraba la televisión. Al final, le dieron permiso para irse, y lo hizo, aún con lagrimas en los ojos cuando volvió a subirse la ropa... la sola fricción de la tela le era difícil de soportar. Pero durante los próximos días tuvo que arreglárselas, para sentarse cuando era imprescindible hacerlo sin que los otros sospecharan. Lo primero que hizo al llegar a casa fue ir directo al lavabo... a mirar ante el espejo lo que le había legado el viejo. Se estremeció al recordarlo, y lloró de nuevo. Se lo tenia merecido, seguramente... Nunca volvió a aquellas aficiones suyas tan peligrosas para la salud.

Respecto al viejo, pasó un tiempo de tranquilidad, riéndose a veces de aquel joven estúpido a quien había azotado placenteramente. Recordaba con agrado sus chillidos y el tono escarlata de su piel... pero no le duró demasiado la tranquilidad. Porque un día, un hombre le reconoció por la calle. Y la policía al fin dio con él... y acabó donde merecía. Al fin sus crímenes fueron vengados, la justicia se ocupó de ello, y tuvo que morir años después, amargado, deseando haber muerto mucho antes como él mismo vaticinó.

Fin

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