Verano de autoestop
En mi primer relato os cuento la historia de Andreu, un chico de Valencia que decidió echarse a la aventura y iniciar un viaje en autoestop hacia el norte de España. Lo que no se esperaba era la fauna ibérica que encontraría por el camino. Los correos y comentarios son bienvenidos y agradecidos!
Antes de nada me presento. Me llamo Andreu, tengo 21 años y soy de Valencia. Estudio medicina y además hago rugby. Soy de estatura media, moreno, con ojos negros y a mi parecer un buen cuerpo. Tengo musculos grandes por todo el deporte que hago, aunque no demasiado definidos (este año me ha salido un poco de barriga cervecera jajajaja). Además tengo pelo negro, cortito y rizado en pecho y nalgas. En cuanto a mi rabo, es de unos 16cm, bastante grueso y de piel oscura, con huevos grandes y rasurados y un capullo rosado y prominente.
Sin más preámbulo, ahí va mi historia:
Este verano decidí hacer algo diferente. Llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de emprender un viaje solo, hacia el norte de España, buscando tranquilidad y un punto de partida para organizar mis ideas. Pensé que sería buena idea hacer autostop, me ahorraba pasta y seguro que disfrutaba de nuevas experiencias.
Así que hice una mochila, reuní dinero y pedí a un amigo que me acercase al área de servicio más cercana. Ir allí fue un acierto, estaba muy concurrida, llena de camioneros que paraban a almorzar. Me acerqué a un par de ellos y les dije que me dirigía hacia Bilbao, a ver si alguno iba para allá y me podía llevar con él. No hubo mucha suerte, la mayoría iban a otros puntos del país o preferían hacer el viaje solos. Tras toda la mañana preguntando, finalmente, uno de los camioneros me dijo que iba para Ávila, que me llevaba hasta allí y que después podía buscar a otra persona. Como no tenía una opción mejor accedí.
Se acercó a poner gasolina y mientras le esperé en la acera del restaurante. Era invierno y hacía bastante frío, intenté no congelarme como pude. Pude ver que tenía un buen cuerpo de machote ibérico.
Subimos al camión y el camionero puso la calefacción, lo cual fue un total alivio para mí, que pude quitarme algo de ropa. Él también procedió del mismo modo, se quitó la chaqueta y quedó en manga corta. Era un hombre de unos treinta y pocos años, bastante fornido, con los ojos oscuros, el pelo corto y abundante y por lo que se podía ver del resto de su cuerpo, también peludo. Le sobresalía un poco de vello por encima del cuello de la camiseta.
Era un hombre bastante serio, durante el viaje no habló mucho, pasó mucho rato escuchando la radio y pude apreciar que respiraba profundamente, como si estuviese impaciente por algo. Más de un par de veces lo vi recolocarse en su asiento y de vez en cuando conducía solo con un brazo, dejando su otra mano caer sobre su paquete y acariciándoselo con el pulgar.
Tras dos horas de trayecto comencé a tener mucho sueño, el calor de la calefacción me había dejado tonto y acabé durmiéndome.
Desperté al rato, silenciosamente y entreabrí los ojos, todavía era de día y la luz me deslumbraba. Permanecí muy quieto y mi compañero parecía no darse cuenta de que estaba consciente. Se había metido la mano dentro del pantalon de chandal y masajeaba suavemente su rabo, y menudo rabo. Intenté mantenerme en la misma posición para poder ojear un rato más. Debajo del paquete se marcaba una buena polla. Además al llevar un pantalón elástico se le notaba por completo, incluso pude ver una pequeña mancha en la zona del capullo, lo que me decía que el camionero estaba mojando calzoncillo como nunca. Teníamos las ventanillas cerradas y la cabina olía a polla y sudor. Empecé a imaginarme comiéndosela de arriba a bajo mientras él conducía y pese a mis esfuerzos por pensar en otra cosa, terminé empalmándome. Como fingía estar dormido tampoco me podía mover para ocultarlo así que decidí dejarlo fluir y pretender que estaba teniendo un sueño erótico. Mi compañero seguía pajeándose, ahora escuchaba con más fuerza el choque de su mano contra el muslo, gemía de vez en cuando. Yo seguía con mi teatro, estaba muy cachondo y no podía evitar tenerla dura.
A la entrada de Madrid el camión se detuvo. Abrí los ojos para ver que ocurría, resulta que estábamos en un atasco. El camionero se revolvió en su sitio al ver que me despertaba, se colocó la polla y me dijo:
-Vaya siesta te has pegado campeón-.
Yo me disculpé por haberme dormido y él asintió quitándole importancia.
-Qué soñabas? Se te veía alegre-.
En ese monento me puse muy nervioso. No sabía muy bien si se refería a lo dura que la tenía mientras dormía o si era un simple comentario. Me quedé paralizado, no paraba de tartamudear y él no dejó de mirarme fijamente. La situación me dio tanto morbo que empezé otra vez a empalmarme y finalmente dije:
-No recuerdo muy bien qué soñaba, la verdad jajajaja-.
Era la respuesta más estúpida que había dado en mi vida. Él se limitó a mirarme serio, luego bajó la mirada a mi paquete, me volvió a mirar y dijo:
-No te preocupes chaval, que no se lo voy a contar a tu madre-.
Acto seguido me guiñó el ojo y yo miré hacia otro lado, demasiado nervioso para responder a su provocación. Lo que me acababa de decir confirmaba que había visto como se me había empalmado y además que estaba contento con ello, cad vez este viaje se ponía más interesante, y yo, más cerdo.
Tras salir del atasco me dijo que se estaba quedando sin gasolina y que además tenía hambre, por lo que paramos en una gasolinera para pillar algo de comida y repostar. Aproveché para ir al aseo y echar un chorro, llevaba todo el día sin mear.
Cuando estaba en plena faena entró él, se apoyo con la espalda en la pared, justo al lado de mi urinario, cara cara y me dijo:
-Qué quieres para cenar?-.
Yo le miré mientras aún meaba y le dije que cualquier cosa estaba bien, que lo comprase y le pagaba mi parte cuando acabase. Cuando me di cuenta había puesto su mirada fija en mi polla mientras meaba y tenía media sonrisa en la cara indicando que le gustaba lo que veía, el tío ya no se cortaba ni un pelo.Levantó la mirada y me dijo:
-Vale-. Y salió por la puerta.
Cuando acabé de mear salí y me dirigí directo al camión, al llegar él ya estaba en su asiento, con las piernas bien abiertas y reclinado hacia atrás, echándole un ojo al móvil. No podía parar de mirarle. Esos pantalones cortos de fútbol junto con sus piernas fornidas y peludas y su paquete presidiendo la escena era demasiado para mí.
De repente se incorporó y me dijo:
-He comprado dos bocadillos y unas birras, te parece bien?-.
A lo que yo contesté:
-Guay, ahora te pago lo mío-.
Comenzamos a comer y a bebernos la cerveza, hablando un poco sobre nuestros planes para verano. Llevaba tanto tiempo sin comer nada que la cerveza me subió en seguida y empecé a relajarme y sentirme cómodo con la conversación. La cosa se puso bastante cercana, por lo visto él también iba chispao y acabamos hablando de cosas más íntimas. En un momento me dijo:
-Lo que peor llevo de ser camionero es la soledad, tío. Siempre he sido una persona muy sexual y cariñosa y tener que contentarme solo con las pajas me está resultando duro, estoy siempre más salido que un mono!-.
Era el momento, no podía seguir con evasivas, me había mandado otra indirecta y no la iba a desaprovechar:
-Ya te he visto cabrón, que antes cuando estaba durmiendo me he desvelado un segundo y te he pillao dándole duro a la zambomba, y una buena zambomba, por cierto-.
A lo que respondió:
-Buah, tío, qué vergüenza. Es que llevaba todo el día cachondísimo y para ser sincero lo de que estuvieses ahí durmiendo me ha puesto burro, pero si te hace sentir mejor no he llegado a correrme, te has despertado antes!
Viendo que este era mi momento concluí:
-Mira, te voy a ser sincero. Yo también llevo todo el viaje cachondo. Por qué no nos hacemos un favor el uno al otro y acabamos con la tontería?
Al oir mi respuesta el camionero no se lo pensó dos veces. Se levantó del asiento, se puso frente a mí, se sacó el rabo ya húmedo y duro y me dijo:
-Chupa-.
Como si de un pistoletazo de salida se tratase abrí mi boca y me metí toda su enorme polla dentro de una, la mantuve unos segundos y aproveché para llenarla toda bien de saliva. Luego seguí con movimientos rápidos de cabeza, succionando, dándome azotes en las mejillas con su cipote y guarreando como no lo había hecho nunca. El tío estaba encantao, no podía dejar de gemir y lubricaba con cada lametazo que le metía.
Luego me dijo:
-Tu turno, cabrón-.
Abrió la puerta lateral de la cabina, se bajó unos escalones para ponerse a la altura de mi pene y me la sacó para disponerse a darme la mamada del siglo. Se la metía y se l sacaba de la boca a un ritmo imparable, me agarraba los huevos y se los metía en la boca mientas me pajeaba, aprovechaba también para jugar con su dedo en mi ano y ponerme más burro si era posible. Además, al estar con la puerta abierta podía ver como otros camioneros pasaban y nos veían, todos con cara de envidia y deseando ser ellos quienes estuviesen recibiendo semejante comida.
Acabó su tarea, se quitó los hilos de saliva y líquido preseminal que le colgaban de la boca y me dijo:
-Vamos pa dentro, que te quiero follar bien duro-.
Entramos a la parte de atrás de la cabina y en efecto cumplió con su palabra. Me puso a cuatro patas, aplastándome la cabeza contra el colchón y me comió el culo. Empezó fuerte, empotrando su cara contra mi agujero y empujando con la lengua para abrirlo, luego escupió y empezó a describir círculos con el dedo, mientras me pegaba cachetadas en las nalgas. Finalmente dejó caer un largo hilo de saliva y lo restregó por mi raja con algo más caliente y gordo que sus dedos, por lo que entendí que su capullo ya estaba listo para empezar a embestirme.
Comenzó a meterla poco a poco, respetando mis quejas. Cuando la encajó entera y vió que yo gemía de puro placer se dejó de tonterías. Empezó a embestirme duro y hasta el fondo, con velocidad e incluso podía escuchar el fuerte sonido de sus piernas chocando contra mi culo, me tenía completamente dominado.
Prosiguió con sus embestidas, esta vez en dirección a la puerta de la cabina, donde pude ver a un señor que asomaba y se pajeaba mientras disfrutaba del espectáculo. Eso me puso aún más, y parece que a mi compañero también porque acto seguido me dijo:
-Ponme la cara, que te voy a llenar de lefa-.
Yo obedecí, me arrodillé y dejé que se pajeas en dirección a mi boca, echándo mi cabeza atrás tirándome del pelo. Finalmente me dijo:
-Buah, me corro!-.
Y un chorro abundante de lefa salió de su rabo, directo a mi cara, cruzando mi nariz y mi barba, par acabar dentro de mi boca. Estaba tan cachondo que lo tragué con gusto. Él, con la cara ya relajada me dijo:
-Ahora te toca acabar a tí-.
Me tumbó boca arriba en el suelo, se sentó en mi vientre y se metió mi polla hasta el fondo en el culo, de una vez. Yo no salía de mi asombro de ver que este macho se estaba dejando follar por un jovenzuelo como yo, y que además estaba gozando como un cabrón.
Comenzó un sube y baja frenético en el que su polla morcillona chocaba contra mi pecho mientras él se hincaba mi rabo cada vez más rápido y me agarraba del cuello. Tras unas cuantas embestidas más no pude resistirlo, le miré y empezé a gritar de placer:
-Me corro tio, me corro!-.
Él no se la sacó del culo en ningún momento y dejó que le preñase enterito y ambos acabamos así de a gusto, sudaos y cachondos, con nuestro encuentro. Se sacó mi polla de su culo chorreante y me dijo:
-Ale, vámonos que se nos va a hacer de día para llegar.