Verano de aprendizaje y liberación. ( 4/4 )
Filial, infidelidad, maduras. Así fue ese verano inolvidable. Una montaña rusa de sensaciones, de descubrimientos y de derribar barreras morales que eran como un ancla en mi vida. Pasión, lujuria, morbo.
Cuando te lo pasas bien el tiempo pasa volando, pues esas vacaciones, ese verano iban demasiado deprisa y me quedaban muchas cosas por hacer y muchas cosas por vivir. Mis siguientes metas, eran pasar un buen rato con las dos hermanas y mi hermana, aunque me daba un poco de “miedo” porque no sabía si sería capaz y lo otro que quería, era estar con Ada, que el morbazo que me daba y el calentón que me entraba era para volverse loco.
Quien resultaba más desconocida para mí, estaba siendo Cristina, la complicidad entre nosotros aumento mucho, teníamos nuestros “códigos” y sin que nadie lo entendiera ella me decía, la brisa está en una escala del 5,5 siempre era el 5 con algunas décimas, lo que me indicaba que Alberto todavía no está preparado para lo que ella quería. Me tenía todo el día empalmado, teníamos pequeños roces, pero nada más, no lográbamos estar solos el tiempo mínimo necesario.
Por la noche los oía dale que te pego. Entre eso y mi hermana que me contaba las andanzas con las dos hermanas, que ya se habían enrollado entre las tres, me tenían en un sin vivir. Helena aprovechaba lo que podía para dormir en casa de las hermanas. Esa noche en concreto no dormiría con nosotros, le dije a Cristina que dejara su puerta abierta lo suficiente para verla y que luego pasara por mi habitación. Las noches anteriores pude oír como Cristina incitaba a Alberto astutamente, para luego decirle que no, que era un pervertido.
Me hice el dormido cuando veíamos la tele y Cristina me despertó para mandarme a la cama. Desde mi habitación los oía muy bien, ya que el apartamento no era de grandes dimensiones. Alberto decía algo ininteligible, Cristina hablaba con el suficiente tono para que pudiera oír y le decía que era un guarro, que, siempre pensando en lo mismo, pero no estaba en lo que decía, si no como lo decía, que le daba a Alberto pie, para seguir en esa línea. Se le notaba todo cachondo.
No seas tonta. Si todo quedara en casa. Tenemos la ventaja de que él no dirá nada.
Alberto, es que no. No es nuestro hijo, pero es como si lo fuera.
Pero no lo es. Has visto el pollón que tiene, es joven, fuerte y está hecho un mulo, te “destrozaría” follándote, debe de ser incansable.
Que no, además no sabría cómo entrarle.
Solo tienes que hacer como otras veces.
No es lo mismo, siempre lo hacemos con parejas. Recuerda que siempre dijimos que nada de un amante fijo, que luego vienen los “problemas” que te rebotaras. Que al principio queréis y luego os entran los remordimientos. Que no.
Vale, pon tu las condiciones, las acepto todas de antemano.
Eso es muy fácil decirlo. Porque bien que has criticado a Samuel por tolerar a Ada todo.
Fue al principio. ¿Cuánto hace que no me oyes criticarlo? Mas de una año, bastante más.
Vamos a dejarlo porque no aceptarías las condiciones que yo pudiera poner.
Las que digas. Desde ya. Dímelas.
Tendría que pensar, porque se me ocurren solo unas pocas. Las que me conto Ada.
Pues dime alguna, que ya verás cómo es sí.
Así de pronto, se me ocurre, que tendrás que probar su semen, si lo hiciéramos se correría en mi boca y luego nos besaríamos los dos. Otra cosa, le comerás el culo, como haces conmigo, mientras estuviera haciéndolo conmigo y por supuesto le comeríamos la polla juntos y también te enseñaría a comérsela tu solo. Son cosas que se me ocurren así de pronto. Y, sobre todo, serás el cornudo de la casa, el sumiso y el pasaría a ser el macho corneador. ¿A que ya se te han quitado las ganas?
Ya veo que lo has dicho para que me calle.
Si y no. Si porque estas todo el día con lo mismo y ya me cansas, pero también es no, porque si aceptaras por mi encantada, que se desde hace tiempo que te gusta más ese rol. Contestes lo que contestes, me viene bien.
Dejo a Alberto mudo, sin palabras. Joder con la tranquila Cristina, menuda “fiera” quien me lo iba a decir. Se fueron a la cama, el primero fue Alberto, que el vi pasar por el pasillo como mustio. Al rato le siguio Cristina, que abrió la puerta de mi habitación y me lanzo un beso con la mano. Me levante rápido y nos besamos. Y con las dos manos me señalo un 7 con los dedos. Me salí al pasillo y me acerqué a su puerta, la oscuridad me protegía. A diferencia de otras noches, dejo una luz tenue encendida.
Verla desnuda me ponía como decía Alberto, como un mulo. Allí de pie, untadose crema por las piernas y por otras partes del cuerpo, era un espectáculo. Alberto la miraba con entusiasmo y le decía, mírate, eres bellísima y lo más bonito, es lo puta que eres, lo que daría por verte empalada por el pollón de Pelayo. Me he dado cuenta de que hablabas en serio, quieres convertirme en un cornudo y sumiso. Que puta que eres.El oírle decir eso me ponía todos los pelos de punta, estaba de acuerdo con él, Cristina era muy puta y si eso me puso los pelos de punta, la contestación de Cristina fue categórica, ay Alberto, yo lo reconozco, soy muy puta, pero tú tendrás que reconocer que eres todo un cornudo, las últimas veces que hemos estado con otras parejas, te la has pasado más mirándome lo que me hacían y lo que hacía, que haciendo tu nada, que me he dado cuenta. Por lo que no te puedo convertir en un cornudo, porque ya lo eres. Lo de sumiso sí. Tú necesitas eso y yo necesito, alguien que me trate como lo que soy, que tu cada día eres más blando. Reconócelo. Cornudo.
Alberto no le daba la razón, pero no se la quitaba. Era como un juego de guerra y Cristina había sacado toda su artillería. Cuando fue a decir algo Cristina lo remato y lo hizo sabiendo que yo escuchaba y para que tomara nota. No digas nada más, que por tu boca puede salir lo que quiera, pero solo mírate como estas de empalmado, es porque te gusta la idea, pero hay algo que te tiene que quedar claro, si el no responde como quiero, una vez y no más. Buscaremos por otro sitio a un buen corneador que nos ponga bien las pilas y nos domine.
Se acostó junto a él que estaba tan cachondo, que se la meneo un par de veces y se corrió ante el “cachondeo” de Cristina, que le decía, amor mío que vicioso que eres, siempre lo has sido. Seguía haciéndole una paja y con voz cachonda, le preguntaba si yo querría follármela, si aceptaría ser el corneador, que como me lo dirían. Alberto a todo le contestaba que sí, que seguro y que, si ella no se atrevía, el me entraría, para saber lo que decía. Cristina que sabía que estaba cachonda, se le notaba mucho, dejo de tocar a Alberto y este quiso follársela, ella lo paro diciéndole que estaba tan cachonda, que era el mejor momento para tantearme, que iría a mi habitación. Él le dijo que fuera, pero que volviera rápido, ya fuera sola o conmigo. Ella el plan dominatrix, le dijo, decide ya, pero si dices que vaya, recuerda que desde ese mismo momento ya no mandas en nada, tú mismo, pero si dices que no, no pasa nada, pero tampoco pasara ya.
Con un “lacónico” ve, ella se bajó de la cama, me metí en mi habitación a toda velocidad y al rato llego ella. Desnuda completamente con una sonrisa que me pareció “preocupante” y como no cerró la puerta me hizo sentir incomodo, pensaba en Alberto, se me bajo la erección de golpe. En cambio, a ella la veía fuera de sí, deseosa, se tumbó en la cama, se dio cuenta de mi cortedad.
No te cortes ahora, está prohibido echarse atrás.
Es que la puerta abierta, Alberto despierto, entiéndeme.
Quien tiene que entender eres tú, igual que Alberto lo ha entendido. Solo tendrás una oportunidad. Quiero que seas el macho corneador de esta familia, Alberto ya lo ha aceptado y por eso he dejado la puerta abierta, para que no se imagine nada. Tú tienes que asumir la labor que te toca y con mi ayuda serás muy bueno. Porque lo llevaba deseando mucho, solo faltaba un buen candidato, uno de confianza y quien mejor que tú. Y por supuesto reúnes otras “cualidades” fundamentales, ahora solo te queda ponernos a Alberto y a mí en nuestro “sitio”.
No sé si sabré, que estoy bastante perdido, que esto se me escapa incluso a mi imaginación.
Cristina se puso a acariciar mi rabo, a lamerme por todos los sitios y me susurraba en mi oído, pasando su lengua, con voz insinuante, uuuummm, empezamos bien, me gusta cómo crece en mis manos. Puedes decirnos, llamarnos lo que quieras, puedes no, debes, que nos pondrá muy cachondos. Que Alberto seguro que se está haciendo una paja. La manera que tenia de decirlo, eso solo ya me hacía casi correrme.
Se fue hacia abajo y empezó a comerme el rabo, era una fuera de serie, estaba colocada de tal forma, que su culo y su coño, quedaban a mi vista, al tocarle el coño, se estremeció y parecía una fuente. No muy alto le dije que era una puta y decía que sí, que mucho. Fuimos hablando cada vez más alto y no solo ella se puso más cachonda haciéndolo.
Tuve que quitarla porque me corría, quería aguantar un poco más. Quería follarla y ella se colocó a cuatro, que decía que era como más le gustaba. Me quede de pie y ella arrodillada en la cama, mi rabo entro sin apenas esfuerzo, el ritmo era pausado, porque no quería correrme muy pronto y porque quería ir aumentándolo, según la viera a ella. No se cortaba iba diciendo lo bien que lo estaba haciendo, lo bien que se sentía, a mi pocas palabras me salían y tampoco nada del otro mundo. No me lo esperaba, vi a Alberto mirando desde la puerta, me freno.
Cristina se quejó por pararme y vio a Alberto, no te pares, que no te preocupe el cornudo, si se la está pelando como un mono, míralo, ¿te gusta verme así de puta? Como me lo estoy pasando, si vieras como me llena su pollón, que guarra me siento. Solo me había fijado en la cara de Alberto, baje la vista por lo que dijo Cristina y era verdad, se estaba haciendo una paja delante nuestra. Provoco en mi algo, porque entonces le agarre del pelo con fuerza, mientras ahora si la penetraba profundamente y con movimientos que hacían que se oyeran el golpeteo de nuestros cuerpos sudorosos.
La cara de ella no la podía ver, pero la de Alberto sí, ahora era yo el que hablaba, sois unos cerdos pervertidos, estáis hechos una buena puta y un buen cornudo, os voy a traer a raya, vais a hacer lo que yo os mande y esta será mi puta, hare de ella lo que quiera. ¿Lo tenéis claro? Los dos como si se hubieran puesto de acuerdo decían de seguido varios sí. Me corrí sin más, lo bueno que mi rabo siguio duro y yo follándola. Me daba cuenta de que estaba siendo brusco de palabra y de obra, por mi boca salía todo tipo de improperios “contra” ellos, que veía que les hacía felices.
Llego el momento de Cristina, que aumento en sus obscenidades, Alberto mira como mi macho, nuestro corneador hace correrse a esta puta que soy.Toda una escandalera la corrida que tuvo y me volví a correr dentro de ella. Su coño tenía que estar lleno de mi semen, porque mis dos corridas fueron grandes. En el último empujón, ella se dejó caer y yo hice lo mismo encima de ella. Quería sentir como mi rabo se deshinchaba. Alberto se acercó, le acaricio su cara, lo vi tan tierno que me iba a quitar para dejarlos. Pero Cristina me dijo, que me esperara y le dijo a Alberto, amor, te toca ahora comerte mi cuquita, que está llena de la corrida de nuestro corneador.
Alberto algo abochornado se preparó y cuando me quite, Cristina se dio la vuelta y el metió su cabeza entre sus piernas y lamia su coño, pero con cierto distanciamiento. Cristina me miraba, sus ojos estaban llenos de vicio. Me puso cachondo y provoco que le ordenara a Alberto, cornudo, ¿así es como se come un coño? Déjate de tonterías y cómele el coño en condiciones a mi puta. Qué manera más bestial de comérselo y la mirada de Cristina era de satisfacción y placer. Después de correrse en la boca de Alberto, Cristina se levantó y dijo que se iban a dormir, buenas noches y de esto nada a Helena. Creía que se iba a quedar toda la noche.
Por la mañana me despertó Cristina, fue un despertar distinto a las otras veces. Me mando la ducha antes de desayunar y me dijo que me esperaba en la terraza. Una vez me duché, fui con una toalla puesta, es lo que solía hacer siempre. Estaban los dos preparados para la playa y tomando café. Alberto aparte de darme los buenos días, actuó como siempre, se interesó por la competición de futbito, de cómo íbamos. Cristina de la misma manera, me dijo que iba al tendedero por un bañador para mí y cuando volvió me lo dio. Pero no me permitió levantarme, se sentó junto a mí y me empezó a meter mano en mi rabo. A plena luz del día, en la terraza.
No tardo en conseguirlo y una vez conseguido, se sentó encima de mí, sin quitarse el vestido, no llevaba nada debajo, se colocó mi rabo y como la noche anterior entro sin ningún problema, estaba igual de empapada. No sé cómo lo hacía, pero prácticamente no movía su cuerpo y sin embargo notaba como se movía su coño. Tenía estirado los brazos sobre la mesa y su ruidos con la boca subían de intensidad. Alberto le acariciaba las manos y de vez en cuando la cara. Para mí era un flipe. Me agarro una mano y la llevo a su clítoris, estaba claro lo que quería y empecé a martillear su clítoris. Sus meneos eran más intensos hasta que se corrió, no siendo lo escandalosa que fue por la noche.
Se levanto me dio la mano y me llevo adentro, donde se puso de rodillas y me hizo una mamada perfecta e intensa, hasta que llene su boca de mi semen y nada más hacerlo se fue por Alberto y le beso, vaya dos. Se fue dentro y nos dejó solos a Alberto y a mí. Alberto, ¿con los otros siempre ha sido así?Se me quedo mirando, como pensando su respuesta hasta que me dijo, siempre nuestras relaciones han sido con otras parejas, nunca con un hombre o mujer a solas, tríos ninguno.Me quedaron muchas preguntas por hacer, pero me dio corte, en otro momento.
Ya se me habían olvidado mis otros deseos, con Cristina tenía bastante. Eso pensaba hasta que en la playa estaban las otras parejas y sobre todo Ada. Que me ponía el rabo firme cuando se agachaba y dejaba ver su culo y lo que no era su culo desde atrás. No creo que lo hiciera por nadie en particular, me daba que lo hacía simplemente para exhibirse, que la miraran y sentirse deseada. Por mi parte lo conseguía y más, porque yo la conocía de siempre y donde vivíamos era otra mujer totalmente distinta, recatada a mas no poder y hasta con un toque de santurrona.
Su marido Samuel se enrollaba conmigo nada más verme, su actitud era más normal de como yo le conocía. Exceptuando lo de dejar a la mujer estar en bolas en la playa y lo que intuía ahora en su matrimonio. Andaba con mucha desconfianza, porque no había día que no me llevara alguna sorpresa y no quería que se me notara mucho, lo verde o palurdo que era en algunos temas. Fui al agua y el me siguio, al estar solos enseguida cambio la conversación y como otras veces la focalizo en mi vida “privada”.
Volvía a decirme que me lo tenía que estar pasando en grande allí y más en grande se lo pasarían las mujeres que probaran, mi polla, nabo, rabo, cipote, porque utilizaba todos los nombres que se le ocurrían, para añadir que cuando estuviera empalmado tenía que ser una gloria. Me daba un poco de repelús que un tío me dijera esas cosas y la forma de cómo lo decía. A todas sus preguntas es que no las contestaba porque no sabía ni cómo hacerlo. ¿Me estaría tirando los tejos? Era la pregunta que me venía. Hasta que me pregunto.
¿Te gusta mi mujer Ada?
La señora Ada es muy simpática, muy agradable, me cae muy bien.
Mi pregunta no iba por ahí, te preguntaba físicamente.
No sabría qué decir, es que, no sé.
Te lo preguntaba porque como se te van los ojos detrás de ella.
No que va. Yo no miro así a la señora Ada.
Venga que no soy tonto y tengo ojos. Que te embobas cuando le ves las tetas, más que tetas tetazas.
No de verdad que no.
No sé cuántas mentiras dije, me salí del agua porque estaba muy nervioso y seguro que estaría colorado. Llegue a las toallas y estaban tumbadas boca abajo Irune y Ada, parecía que estaban durmiendo. No había rastro de los demás, solo toallas vacías. Llego Samuel y se encendió un cigarro, Ada le miro y le pidió que le pusiera protección en la espalda. Se excuso de que estaba fumando y dijo que yo se lo daría. Cogió el protector y me lo dio, diciéndome que se lo extendiera bien.
Trague saliva y le eche varios chorros por la espalda y me puse a extendérselo. La piel la tenía ardiendo. Una vez acabe con la espalda, Samuel me dijo que quedaba el resto. Mis manos temblaban, Samuel se fue a su toalla, se puso los cascos y se tumbó. Eche más potingue en sus piernas y fui extendiéndolo, desde los tobillos para arriba, vi que ella como si fuera sin querer, abrió un poco sus piernas, dejando ver su coño abultado, porque tenía unos labios como hinchados.
El siguiente churretón se lo puse en el culo y una parte se metió entre sus nalgas, eso no era lo que yo buscaba, traté de impedirlo y puse un dedo, que se resbalo y fue más debajo de lo deseable, ella en vez de protestar o llamarme la atención, soltó por su boca como un arrullo, seguí como “limpiando” con mi dedo y llegué hasta su ano, esta vez a propósito, pero con el miedo de que soltara un chillido. Note como alzaba un poco su culo, me envalentono y toque bastante más hasta que vi que se acercaban los demás. Deje de untar el protector y me tumbe boca abajo.
Como llegaron dando voces, con varias tarrinas de helado. Se levantaron y Ada decía que se había quedado dormida. ¿Sería verdad? ¿No se habría enterado? No es que fuera tonto, pero todas esas situaciones me volvían “tonto” y estaba resultando como un partido de futbol de mayores contra pequeños, aquí el pequeño era yo. Aunque estaba aprendiendo muy rápido. Entre tanto bullicio Samuel nos invitó a todos a una barbacoa esa noche en su chale. Leire, Estibaliz y mi hermana se excusaron porque ellas no irían.
Mi hermana me confeso que las hermanas la estaban enseñando muchas cosas y que le encantaba que las dos se “pelearan” por ella. Se la veía muy feliz. Sele había abierto un nuevo mundo como a mí. Al final de la tarde Alberto, Cristina y yo fuimos para el chale. Ellos iban de sport, pero muy bien vestidos. Yo llevaba un polo y unas bermudas. Llegamos los últimos a cosa hecha. Cristina quería llegar la última. Cosas de mujeres me dijo Alberto. Iba convencido de que esa noche sería una noche altamente caliente. Nos abrió Ada y al verla, se confirmaron mis presagios.
Iba completamente de blanco. Con un vestido corto, que dejaba ver sus muslos morenos y un escote pequeño para las tetas que tenía y con unas trasparencias, que dejaban entrever sus abultados y oscuros pezones. Cuando dimos la vuelta a la casa por el jardín, me quede cortado. La barbacoa ya estaba funcionando y había mucha gente, lo malo es que eran de todas las edades, desde críos a gente bastante mayor, como mis abuelos. Gente de mi edad nadie.
Las mujeres, menos las abuelas iban “marcando” tendencia. No sabían lo que era la discreción. No sería la noche imaginada por mí, pero la vista iba a estar más que activa. El chale, lo que es la casa no era muy grande, dos plantas. Aunque la planta de arriba era pequeña y mucha terraza. Mucho barullo y mil conversaciones. Me fui a la barbacoa a ayudar a Samuel y un primo suyo llamado Juan Carlos y que su mujer Rosana, era una que estaba claro que estaba teñida de rubio, de las mismas edades que el resto y vestida tan provocativa como las demás. La diferencia es que era la que tenía más tetas, pero se veían que eran operadas, porque no se movían ni al respirar, no se movían para nada y se veía que no llevaba sujetador.
Ya no sabía si es que la veía a todas de una manera distinta o el de la mente “sucia” era yo. Me pidieron que les echara una mano en la cocina. Me acerque y estaban Rosana y Ada, con un montón de platos, fuentes y colocando aperitivos. Me iban pidiendo cosas y me indicaban donde estaban, pero para ir a los sitios, tenis que pasar por detrás de ellas, que “jugando” conmigo, ponían sus culos para que no me quedara más remedio que rozarlas. Con tanto roce paso lo que tenía que pasar, me pusieron duro el rabo. Lo que me llevo a restregarme bien en cada pasada.
Entro un niño diciéndole a Ada que su abuela la llamaba. Ada cogió un par de fuentes y salió. No me lo pensé, al pasar de nuevo, Rosana al estar sola actuó de otra manera y el que cambio también su actitud fui yo. Porque me agarre a sus caderas y me pegue del todo a su culo, dejando mi rabo en medio. Se puso a “protestar”, que haces, para o grito, que te has creído, ya verás cuando se lo diga a tus padres, serás sinvergüenza, mientras soltaba todo eso, ya había sacado mi rabo de su enclaustramiento, le había levantado la falda y se lo tenía puesto entre sus piernas. Notando el roce de su tanga. Que lo tenía bien metido por su culo y su coño.
Me movía como si me la follara y me agarraba a sus enormes tetas. Puso sus manos sobre la encimera, pego su culo contra mí y me acompañaba en mis movimientos. De golpe se quitó, me dio la mano y me llevo por una puerta a lo que parecía un salón o un comedor, que estaba a oscuras. Me desabrocho el pantalón y se quitó el tanga, se apoyó en una silla y me dijo que me diera prisa, que nos podían pillar. Follábamos sin control y ella me juraba, que nunca le había puesto los cuernos a su marido, no me la creía, pero me gustaba oírla, se corrió a una velocidad increíble. Se quito se agacho y me dijo que me corriera en su boca, saco la lengua y como no hacía nada más, me hice una paja hasta correrme, entonces sí, se la metió en su boca y después me dijo, ve fuera, pero llévate cosas, no salgas con las manos vacías. El polvo más corto de mi vida, intenso, pero cortísimo.
El resto de la noche, miradas cruzadas con varias de las mujeres y nada más. Al irnos Rosana cuando se despidió de nosotros, me paso un papel con una dirección y que ponía mañana a las 11. Cuando nos montamos en el coche, mi sorpresa vino cuando cristina se sentó en la parte de atrás conmigo. Me acariciaba el rabo y pronto lo puso duro. Toque su coño y estaban las bragas mojadas. Ella le decía a Alberto, maridito, este niño es muy malo, me está metiendo mano y como me está poniendo, no voy a poder esperar a llegar a casa. Saco mi rabo y después de mirar por el retrovisor a Alberto se agacho y se lo metió en su boca. Le acariciaba la cabeza, me estaba dando un placer enorme, paro y me dijo, ¿A qué puta te has follado? Que te sabe la polla a eso y no me digas que no, que se cómo sabe una cuca.
Me saco de quicio esa parada en su mamada, cállate puta, tu no preguntas, tu como buena mamona solo mamas, y la empuje hacia abajo, que no me costó y vi que no solo le gusto a ella que le dijera eso, sino también a Alberto. No me corría y eso la desesperaba. Me gustaba como se ponía, con que ganas me mamaba el rabo. Alberto nos avisó ya que llegábamos a los apartamentos y cualquiera nos podía ver. Cristina se incorporó, cayéndole saliva por la boca y con la expresión desencajada de vicio. En el ascensor nos estuvimos besando hasta llegar a nuestra planta.
Cuando entramos en el apartamento, Cristina y yo nos fuimos besando, desnudando, toqueteándonos hasta llegar a su habitación. Íbamos muy lanzados, sobre todo yo. Cristina pidió unas bebidas a Alberto, que fue una disculpa para echarlo de la habitación y hablar conmigo. ¿Te fías de mí? (No espero contestación y lo dio como un sí) pues sígueme la corriente, porque como te dije te voy a enseñar a ser el mejor y para eso hay que “educar” al cornudo. No me mires así, que ahora lo entenderás. Nos pusimos de nuevo a besarnos y a meternos mano, que ya estábamos desnudos.
Alberto llego con una bandeja y tres vasos. La dejo sobre una mesita y se fue desnudando sin quitarnos ojos. Estaba también empalmado y Cristina al verlo dijo, uuummmm, si el cornudo esta también guerrero, lo que le gustan los cuernos, pues ahora ven coge el pollón de nuestro macho y ponlo en mi cuquita. Después de decir esto se puso a cuatro patas, moviendo ostensiblemente el culo y yo muy cortado.
Me asombro que Alberto con un poco de indecisión se acercó, agarro tímidamente mi rabo y lo coloco en el coño de Cristina, que estaba mirando a su marido. Hizo que se pusiera delante de ella y mientras me la follaba, ella le preguntaba, ¿a qué te ha gustado? ¿Cómo has notado la primera polla que tocas? No hace falta queme contestes lo veo en tu cara, haremos el mejor cornudo de ti y del mejor corneador. Que obsesión tenia, en eso. Pero el oírla y la actitud de Alberto provocaban en mi soltar la fiera que llevaba y follarla con cierta “bestialidad” que a ella le gustaba.
Seguimos follando y notaba que los dos estábamos a punto de corrernos, Cristina le dijo a Alberto que se tumbara en la cama y el obediente lo hizo. Empezó a menear más su culo y al final nos corrimos los dos, montando mucho escándalo, me gustaba que no se reprimiese y al hacerlo provocaba en mi la mayor de las satisfacciones, porque hasta follar con ella, las chicas con las que tuve relaciones fueron más modosas. Una vez que nos corrimos, Cristina, se quitó y nada más hacerlo, se sentó prácticamente en la boca de Alberto.
Alberto emitía sonidos profundos de estar cachondo y Cristina con la cara llena de satisfacción, que me indico con la mano que me fuera y me fui, pero no cerré del todo la puerta quería oír lo que pasaba, lo que se decían. Me quede escuchando, se oían más fuertes los sonidos de Alberto y ella le animaba a que siguiera, le decía que lo hacía muy bien, hasta que a ella le empezó a temblar la voz y se corrió gritando de la misma manera. Hubo silencio de palabras, pero se oían las respiraciones profundas.
Guau, Alberto, ha sido la primera vez que me lo has “comido” como nunca, ha sido tan bueno que no se ni como expresarlo. Al final tenías razón, es un subidón.
Pues me ha pasado lo mismo contigo, que manera de moverte y que manera de correrte, siempre he sabido que guardabas una “fiera” dentro de ti.
Y ahora que estamos hablando. ¿te ha gustado probar el sabor de su semen, hoy y el otro día? ¿Qué has sentido cuando se la has cogido?
Me supo mejor hoy, cayendo en mi boca mientras te estaba lamiendo y luego sentir como te venias en mi boca, un sabor especial. Lo de agarrarle ese pollón como tú dices, pues al principio me dio algo raro, pero cuando lo agarre bien, fue eso un subidón y más cuando lo coloque para que te lo metiera.
Soy muy feliz ahora y al ver tu cara cuando me follan, al ver cómo te pones cuando te decimos cosas, me pone más aún. Pero ahora todavía eres un simple cornudito, en poco serás un cornudo como dios manda.
Eres tremenda. Eso es lo que me enamora de ti. Lo que tengo dudas es que pasara una vez que volvamos a nuestra vida diaria.
Pues pasara lo que tenga que pasar. Que serás un adorable marido-cornudo y el será nuestro macho, y digo lo de macho, porque hasta que no consiga lo que quiero no parare. Y ya sabes a que me refiero.
Lo sé y no sé si seré capaz.
Cristina se rio a carcajadas diciéndole que sería capaz. Quedándome sin saber a qué se referían y me hacían pensar en cómo sería nuestra vida normal. Me levante y desayune rápido, el corazón me bombeaba a toda marcha, pensaba en lo de la noche anterior, en lo que oí, en todo lo que me había pasado y en lo que pasaría a las 11 en casa de Rosana. ¿Estaría su marido? ¿no estaría? ¿Qué querría ella exactamente? ¿Cómo debería actuar cuando llegara? Muchas preguntas y ninguna respuesta clara.
Al no saber dónde quedaba con exactitud la casa, salí con bastante antelación, con la intención de ir dando un paseo a donde fuera. Pregunte al del bar y me explico por dónde ir. No era tan lejos como parecía, me metí en una cafetería para hacer tiempo. Vi salir a Juan Carlos el marido, en su coche. Cinco minutos antes de la hora me acerque a la urbanización y llame al portero automático. Nadie hablo, pero accionaron la puerta, empuje y entre.
Subí en el ascensor y llamé a la puerta, se abrió y quien abriera se quedó detrás de la puerta. Cerró me gire y era Rosana completamente desnuda. Al verla así todas las preguntas que me hice tuvieron su contestación. Nos enroscamos como dos serpientes, nos comíamos por todos los sitios y Rosana me quito la poca ropa que llevaba. Una camiseta, las bermudas y el slip. Que velocidad en despelotarnos. Las tetas las tenía algo caídas, pero eran muy hermosas.
Me decía que estaba nerviosa, que era la primera vez que le era infiel a su marido, que él era muy celoso. Me extrañaba todo y me sonaba a mentira, hasta que me dijo, si suena el móvil no hagas ruido, que será Juan Carlos, que es muy celoso, me llama a cada rato, por eso no voy a la playa por la mañas porque no puedo ir sin él y él está en el golf.
Me daba igual lo que dijera. Nos fuimos a una habitación que tenía dos camas, porque no quería ir a la de matrimonio, me daba igual. Se tumbo en la cama y me puse a comerle el coño, que estaba mojado y que olía a perfume. Estaba enfrascado comiendo su coño, notando como se retorcía, que cuando sonó el móvil, Rosana puso su mano en mi cabeza para que parara, cogió el móvil y contesto. Aunque no tenía el altavoz podía oír a su marido.
Con lo que oía me daba cuenta de que era cierto lo de que era celoso. Quise ser malo y volví a comerme su coño, ella trato de cerrar las piernas, pero no pudo conmigo y cuando mi lengua empezó a lamerlo, se relajó y lo único que hacía era acariciar mi cabeza. Era mía, ya hacia lo que quería y mirar para su cara era delicioso, su mirada morbosa, me ponía cachondo. El ver cómo le costaba hablar con su marido era muy cachondo.
Los nervios se nos fueron pasando a los dos, aunque debíamos de estar cortados, porque decirnos, nos decíamos pocas cosas, eran más sonidos que otra cosa. Cuando ella se corrió dos veces, pareció que le entraron las prisas, estaba deseosa de que me corriera y una vez que lo hice, quería que me marchara ya, por si su marido adelantaba su vuelta. Me quito el condón le hizo un nudo, diciéndome que me lo llevara y lo tirara por ahí. Me molestaba tanta prisa, sin que se lo esperara me puse a comerle el coño, tratándose de quitar, lo hacía con fuerza pero a los pocos segundos se dejaba hacer.
Pidiéndome más, que no parara, que era muy bueno. Me ponía cachondo ver su cambio y cuando me dijo que le venía, me pare y me la folle, se la metí sin condón y volvió a protestar pero no se quitaba, me decía que no me corriera dentro de ella y no paraba de decirlo, estábamos los dos a punto y me dio palo correrme dentro de ella y al notar que me iba a salir me dijo que no se me ocurriera parar, que terminara dentro de ella y así nos corrimos los dos, fue mucho más intenso que lo de antes.
Cuando saque mi rabo lo saque todo pringoso. Me preocupo haberme corrido dentro de ella y ,me dijo que no me preocupara, que se cuidaba, me hizo gracia. No quería que me corriera dentro de ella, por no dejar “pistas” pero que un buen baño y luego el mar, la dejarían limpia.
Ese fue el final del verano. Se me hizo muy cuesta arriba el volver a la rutina normal. Regresábamos a nuestra vida, en un lugar muy bonito, pero que ahora se me hacía más pequeño de lo que era. No solo por el número de habitantes, que antes lo veía normal, sino porque era una vida más errada, la mentalidad no era lo abierta que pensaba que tenía que ser, que ya lo pensaba antes de las vacaciones y ahora mucho más.
En el coche durante todo el viaje, había algo que me preguntaba. En cuanto se habría equivocado lo que yo decía que era innato en mí, mi “instinto analítico”, en cuantas personas me habría equivocado al “analizarlas” como con Ada y Samuel, que me equivoque con ellos totalmente. Que esa era una asignatura pendiente para el próximo verano, poder follarme a Ada.