Verano de aprendizaje y liberación. ( 3/4 )
Filial, infidelidad, maduras. Así fue ese verano inolvidable. Una montaña rusa de sensaciones, de descubrimientos y de derribar barreras morales que eran como un ancla en mi vida. Pasión, lujuria, morbo.
Estaba siendo el mejor verano de mi vida. Las experiencias vividas hasta ese momento, el ver una serie de situaciones impensables para mí y el haber descubierto la “doble” vida de Alberto y Cristina, como la de nuestros vecinos y amigos, Samuel y Ada, me hacía ver la vida de otra manera totalmente distinta. Descubrí una nueva visión del sexo y lo mejor era lo que me quedaba por descubrir.
Mi siguiente deseo era estar con las dos hermanas, pero estaba bastante difícil, porque se habían hecho un grupo con otras chicas de los apartamentos y por lo que conocí de ellas, no eran como ellas y mi hermana. Yo había hecho amistad con un grupo de hombres y jugábamos bastante a futbito en una de las canchas que había en los apartamentos. Incluso nos apuntamos a un campeonato. Todos eran mayores que yo y cuando digo mayores eran como 20 años el que menos. Nuestro equipo estaba en desventaja con el resto porque solo lo componíamos siete jugadores.
Solíamos jugar a última hora de la tarde, cuando el sol estaba ocultándose, porque el resto del día, el sol pegaba de lleno. Entre los otros seis jugadores, estaba el francés que me “abordo” con su mujer en los primeros días, tuve un acercamiento hacia ellos, pero no acababa de conectar con ellos. Con quien si conecte bien fue con Gonzalo (1.68) (40) y con su mujer Vanesa (1.65) (39). Eran prácticamente de la misma altura y cuando ella se ponía sandalias con cuña, parecía bastante más alta que él.
Gonzalo físicamente estaba bastante bien, si hiciera un poco más de musculación, estaría perfecto. El pelo lo tenía rapado. Vanesa, estaba muy bien. Unas tetas que se notaban grandes, un culo bien colocado y unas piernas muy bonitas. De cara no es que fuera muy guapa, pero embrujaba. En una cosa estábamos los tres igual, era nuestro primer año allí. Me enteré de que ella lo máximo que hizo fue hacer top les. Un día subí a tomarme un bocadillo, porque el partido empezaba un poco antes y no quería ir con el estómago vacío.
Había quedado con Gonzalo, quería pillarlo a solas y sondearlo para saber de qué palo iban su mujer y el. Comí rápido el bocadillo y bajé. Gonzalo estaba solo en la terraza del bar, bebiendo una cerveza. Su mujer había quedado para ducharse y cambiarse. Era el momento ideal, pero en eso llegaron la pareja francesa. Dafnée y Thibaut los dos de unos 35 y casi de la misma altura. Físicamente bien los dos, ella con unas tetas pequeñas, pero bien puestas, con unos pezones que miraban para arriba.
Se sentaron con nosotros y con su mal castellano, pero que ya querría yo hablar de esa manera el francés, se enrollaron con nosotros. Ella había quedado junto a mí y los roces de nuestras piernas eran constantes, al llevar pantalón corto los dos, se notaba con más intensidad. Bajo Vanesa y venia arrolladora, el detector que llevo en mi rabo me lo decía, porque se empezaba a hinchar. Los franceses dijeron que subían pero que en un raro estaban. Vanesa se levantó, quería pedir un helado y quería ver lo que tenían. Una vez que cogió el helado, le llego una llamada y se apartó de nosotros para hablar.
Tiene para rato, es su madre. Cuando se enganchan las dos a hablar, es mortal.
Eso es bueno, que se lleven bien.
¿Qué miras con tanto interés?
Pues a la francesita, que la veo desde aquí, que están junto al portal hablando con otra pareja. Que tiene un culo perfecto. (El comentario lo hice con toda la intención)
Que tío, mira en lo que se fija. No te ira mal el verano a ti. Aquí uno soltero y fuerte como tú, tiene que ser la hostia. No pararas.
No me puedo quejar, va todo muy bien. (Pudo sonar con algo de suficiencia, pero no quería parecer un primerizo)
¿Y qué te parece Vanesa?
Joder, es tu mujer. Ni la miro (Le dije con un falso pudor)
No pasa nada. Salvo que te parezca un “cranco”
Que va, esta estupenda.
¿Solo eso?
No quiero que te mosquees.
No me mosqueara nada de lo que digas.
Seré conciso. Si como está comiendo el helado lo hace todo, tienes una suerte increíble. (Le daba unos lengüetazos al helado y también lo apretaba con sus labios de una manera que pondría cachondo a cualquiera)
Eso no es nada, jejeje.
Pues mi enhorabuena, por la suerte de probar esa boquita.
Si quieres tú también podrías.
¿Cómo? ¿Es una broma?
No es ninguna broma. Llevamos mucho tiempo con la fantasía de meter a un tercero, vamos de hacer un trio. Por eso hemos venido aquí. Nos da mucho morbo y sobre todo a mí. Y como estoy hablando en serio, ¿te apetecería?
Que pregunta más tonta. Pues claro que sí. ¿Pero ella querrá? ¿Ya lo habéis hablado?
Se que no le desagradas. Se que te encuentra atractivo. Y si lo hemos hablado, aunque tiene las reticencias, que no sabe si será capaz de hacerlo con nadie, porque una cosa es la realidad y otra la fantasía, y otra reticencia es tu edad, que dice que eres demasiado joven. Si quieres ser mi compinche, lo podemos intentar.
No sé, vale, pero si veo que la cosa se pone chunga, me piro.
Si no olvidas lo de hablarle sucio y otro secretillo, le gusta que la traten de una forma especial, que la “dominen” un poco, algo que no se me da bien a mí. Que, aunque no lo dice lo sé.
Mientras hablábamos no paraba de mirarla y más cachondo me ponía. En otra ocasión me hubiera escandalizado que un tío me invitara a acostarme con su mujer, pero ya no me escandalizaba nada. Se nos acercó un vecino para comunicarnos que al no presentarse los otros, nos daban el partido por ganado. Cuando se acercó Vanesa, Gonzalo se lo conto y dijo de ir a tomar una copa para celebrarlo. Me limite a seguirle la corriente y nos fuimos a tomar una copa. La imaginación volaba en mi cabeza. Nos fuimos a un chiringuito, con la música bien alta y que de momento no tenía mucha gente. Era todavía temprano.
La charla que teníamos era insustancial, una tontería tras otra. Hasta que Gonzalo llevo la conversación hacia un contenido más picante y no se en su mujer, pero conmigo estaba caldeando el ambiente a base de bien. Vanesa se fue al servicio y nada más hacerlo, Gonzalo con una cara de vicioso empedernido me pregunto, ¿Qué te animas?, en parte algo sorprendido porque no sabía todavía si era de verdad o no, porque siempre andaba de bromas. Mi respuesta fue, quien iba a decir que no, con la mujer tan impresionante que tienes, pero no creo que yo le vaya. Me dijo que ya veríamos, que pronto saldríamos de dudas. Me animo a que le diera un “tiento” a su mujer, me invito a que fuera hacia los servicios y que la abordara al salir, para saber que decía. En eso me negué y ya me daba que ella no sabía nada, que todo era cosa de él.
Se decepciono por no hacerle caso. Al regresar Vanesa la conversación volvió por los mismos derroteros. Frases con dobles intenciones, el tono cada vez más picante, mientras Vanesa le decía que se tranquilizase y a mí me decía que no le hiciera caso. El chiringuito una vez que ya era noche del todo, se fue llenando. Había gente bailando y Vanesa se fue a bailar con dos amiga que vio. Gonzalo estaba cada vez más “alegre” pero sin emborracharse. Me contaba lo que le gustaba a su mujer, me ponía más cachondo verla bailar mientras su marido me contaba lo más íntimo y lo que también me conto, fue que, si no se la hablaba “mal” en esos momentos, no se ponía cachonda del todo.
Me puse a bailar con las tres y aunque no conocía a las dos amigas, encontraba más “química” con ellas que con Vanesa. Lo único, que, al estar sus maridos por allí, la cosa no fue a más. Vanesa al ver el comportamiento de sus amigas se animó más conmigo. Una cosa llevo a la otra, que el rabo se me pusiera muy duro y que en algunos momentos me rozara con ella.
Me di cuenta de que esos bailes a Gonzalo le pusieron empalmado, se notaba mucho. Nos propuso irnos a su apartamento a seguir tomando algo que allí ya había mucha gente y resultaba incómodo. Dijimos que sí y nos fuimos muy animados. Ellos hasta llegar a su apartamento, fueron muy acaramelados todo el camino, dándose algún que otro beso y alguna carantoña. Su apartamento era como el nuestro, un apartamento verano, vivienda ocasional. Gonzalo se puso a sacar hielo hablando conmigo, mientras su mujer desapareció. No tardó mucho en volver y se sentó con nosotros. Aproveché para ir al servicio y lo que hice fue escuchar lo que decían.
Él quería verla follar, estaba muy claro. Ella era remisa y sobre todo porque decía que ella pensó siempre, que sería con alguien de la edad de ellos, decía insistentemente que no. Gonzalo se puso tan pesado que ella se enfadaba, por eso salí rápido e hice ruido para que cambiaran de conversación. Quise relajar el mal ambiente y pregunté si no tenían música, del estilo de donde habíamos estado bailando. Les desconcertó y quise decir algo más, es que me apetece bailar y que mejor aquí que viendo el mar, venga Gonzalo, a qué esperas ¡VAMOS!, y ese era el momento en el que me hacía caso o me mandaban a la mierda. Me hizo caso puso la música y cuando le dije que apagara la luz, que con la que llegaba de fuera era suficiente, Vanesa miraba a su marido con desconcierto.
La agarre y nos pusimos a bailar, ante la mirada de su marido. Vanesa no sabía qué hacer, estaba tensa, no como antes. Me daba todo igual, lo más que podía pasar que me “invitaran” a irme, total los conocía de unos días y después de allí, difícilmente nos volveríamos a ver. Lo que me envalentono, agarrándola bien y haciendo que notara mi rabo duro. En el lance del baile y aunque ella no ayudo, le di la vuelta quedándome detrás de ella y mirando hacia Gonzalo. Que estaba sentando, fumando y rozándose con la mano libre, su entrepierna.
Vanesa había echado una mano atrás y la ponía en mi abdomen para impedirme que me pegara a ella. Haciendo una fuerza importante. Me estaba “hartando” no quería perder más el tiempo, haría una última intentona y si no, me iría a ver si pillaba a mi hermana o a alguna de las amigas. Así que le dije, Vanesa tu estas con ganas de follar, el cornudo que tenemos ahí delante, no para de tocarse el rabo, queriendo que el demos un espectáculo, porque no te dejas de hacer la dura, que ya me han dicho que era una buena puta.
No podía ver su cara, si la de Gonzalo que miraba con impaciencia a su mujer. Esta no decía nada, hasta que sentí como cedía en su fuerza y bajaba la mano hasta llegar a mi rabo y apoyaba su espalda sobre mí. Lo que aproveche para lamer y besar su cuello. Casi la misma fuerza que empeño antes, lo hacía a la hora de acariciar y agarrar mi rabo. Me molestaban los pantalones, esperaba que ella me los desabrochara. De pronto y de forma exagerada, se dio la vuelta, paso sus brazos por mi cuello y nos fundimos en un estupendo beso.
Agarre su culo, toque sus fabulosas tetas, me faltaban manos. A ella también, pero con mucha habilidad me desabrocho los pantalones, sacando mi rabo y pajeándome suavemente. Estaba sintiendo u enorme placer. Metí mi mano por debajo de su vestido y pude tocarla, notaba como se dejaba y como le gustaba lo que mis dedos hacían en su coño y le dije a su marido, que coño más mojado y rico que tiene esta puta y como sabe hacer una paja, como me la voy a follar. Ver como se ponía Gonzalo al oírme me ponía a mi más cachondo. Me empezaba a gustar esa situación. Me hacía sentir algo más que con una relación sexual a solas con una mujer.
Gonzalo no pudo aguantarse más y se acercó a nosotros. Al hacerlo pudo ver como su mujer me tenía agarrado el rabo y como me masturbaba. Beso a su mujer y de qué manera lo hizo, eran un volcán los dos. Ahora éramos los dos quienes tocábamos a su mujer. Que, al notar tanta mano, se “descomponía” de placer. La desnudamos en nada. Ella se puso a desnudarme y lo hacía en plan bestia, porque llego a romperme hasta dos botones de la camisa y jamás vi a nadie desnudarse tan rápido como a Gonzalo. Una vez desnudos Vanesa se arrodillo y se puso a comernos los rabos, empezando a alternar las mamadas de un rabo al otro. Se metió con su marido por la diferencia de tamaños. Decía que ahora sabría si era verdad que el tamaño no importaba.
Nos llevamos a Vanesa a la cama, nada más dejarla sobre ella, metí mi cabeza entre sus piernas y Gonzalo estaba de rodillas junto a su cara y ella le mamaba el rabo. Vanesa estaba mu cachonda y se corrió con grandes espasmos y gritando que se “moría”, Gonzalo quito el rabo de su boca y saco algo, era un condón, que me lo tiro sobre la cama y me dijo que me follara a esa puta.
Me colocaba el condón, que costaba porque quedaba muy ajustado y Gonzalo aprovechaba para besarse con su mujer, la cual, cuando vio cómo me cortaba colocármelo, dejo a su marido, me empujo para que me tumbara y me arranco el condón, agarro mi rabo, se lo coloco en su coño y se lo metió hasta el fondo, con las protestas de Gonzalo y ella contestándole, jodete cornudo, esto es lo que querías y esto es lo que ahora quiero yo, si te gusta mira y si no, vete a tomar por culo, jadeando profundamente y cabalgándome de una manera frenética, besándome y poniendo sus tetas en mi boca, estaba desbocada y creía que Gonzalo estaría enfadado, cuando vi cómo se hacía una paja mientras nos miraba, los dos se decían de todo, puta, zorra, cornudo, maricón, era muy excitante oírles todo lo que se decían.
No sabía exactamente, pero me dio que se corrió en nada tres veces, pero ya no sabía, por todos los chillidos e improperios que daba. No sé de dónde lo saco, pero Gonzalo tenía un tubo de lubricante, que vi cómo se lo ponía por su rabo, luego se llenó los dedos y sentí como se lo ponía en el culo a Vanesa, que se veía que no era su primera vez, porque se agacho sobre mi pecho y Gonzalo le metió su rabo en el culo. Note a la perfección como se iba introduciendo. Los gritos de ella eran ya escandalosos y decía que era lo mejor que le podía haber pasado, sentir dos a la vez y le decía a su marido, cabrón, cornudo, ya no dirás las tonterías de que el tamaño es una tontería, me está matando de gusto. Otra vez que volvía a encadenar lo que yo creía que eran orgasmos.
Entre esas corridas nos corrimos Gonzalo y yo, no se la de él, pero la mía fue una corrida única. La sudada de Vanesa era más que notable y pidió un respiro y algo de beber, que estaba seca. Me reconocieron que era su primer trio y su primera doble penetración. A las preguntas de Gonzalo, Vanesa reconoció que había sido increíble. Le dije que me gustaría repetirlo, pero estando yo detrás. A Gonzalo le pareció muy bien, pero Vanesa me dijo, bebe no estoy muy convencida, que la de este mira el tamaño y me cuesta, fijaste en la tuya, me da “miedito”. Gonzalo si quería y la animaba, se lo ponía todo bien.
No sabía que decir, porque no estaba sobrado de experiencia y menos con mujeres mayores que yo. Vanesa dijo a su marido, Gonzalo eres un pesado, muy cansino. Vale lo hare, pero será como yo diga y como quiera. Nos iremos al comedor y tú te quedaras aquí. Primero quiero ver si soy capaz con uno solo y ya veremos. Pero tú te esperaras aquí. Gonzalo miro con cara de niño pequeño. Como si hiciera pucheros, pero acepto. Vanesa me dijo que fuera con ella y se llevó el lubricante, salimos y ella dejo bien cerrada la puerta.
En el comedor se sentó y me hizo quedarme de pie. Poniéndome en mi rabo lubricante, lo hacía con suma lentitud y poniéndome el rabo al máximo. Acabo y sin decir nada, se puso cojín en el suelo, se puso de rodilla sobre él, apoyando el resto del cuerpo en el sillón, dejando su culo en posición. Quise saber si había que hacerlo de alguna manera en especial, a que ritmo, ella me corto y me dijo, aprende una cosa, esas cosas no se preguntan, se hacen y sobre la marcha se ve, eso es lo que tienes que aprender, si logras “entender” en esos momentos a una mujer, tendrás mucho éxito y, sobre todo, no estés tan callado.
Me corto un poco lo que dijo, pero no me lo tome a mal, empecé a follar su culo, el principio fue lo que más me costó, luego fue yendo mejor y a pesar de unos pequeños quejidos y alguna “protesta” fui metiendo mi rabo hasta el final, donde ella me dijo que me esperase, que parara un momento. Luego me dijo que me empezara a mover con suavidad y al rato me lo follaba a mi ritmo. Ella con su mano derecha se tocaba su coño y yo empezaba a follarla con más ímpetu, recibiendo ella mis empujones sin protestar todo lo contrario. Me agarré a sus tetas y me di cuenta de que cuanto más apretaba sus pezones, más gemía ella y más fuerte. Me acorde de lo de “hablar” y empecé una “conversación”
Desde que te vi, me pusiste cachondo, si llego a saber que eras tan puta, te hubiese follado antes.
¿Y por qué te esperaste?
Porque no sabía que eras tan puta ni que estuvieras casada con un cornudo.
Pues si soy muy puta, me vuelve loca follar y yo tampoco sabía que tenía un cornudo redomado como marido.
Pues que de gracias el cornudo que no vivimos en el mismo lugar, porque te follaría todas horas y ya me encargaría de llevar a algún amigo para follarte como se merece una puta como tú y también para que tu marido lo pudiera ver.
Nada más oír todo lo que le decía se corrió de una forma singular. Y cuando estaba a punto y le dije de correrme fuera me contesto, ni se te ocurra ¡Córrete dentro de mi culo! Y antes de que acabara de decirlo se lo estaba llenando con mi corrida. Me salí y me quede sentado sobre el frio suelo, junto a ella, que prácticamente sin moverse me pregunto, acariciándome mi cabeza, eso último que has dicho, ¿lo decías de verdad?, refiriéndose a lo de follarla con mis amigos. Mi respuesta fue muy sincera, lo he dicho por el fragor del momento, pero si, desde luego que te lo propondría. Se sonrió y no dijo nada más.
Después ya nos unimos a Gonzalo y ella me dio una toalla, diciéndome que me fuera a lavar. Cuando estaba secándome los oía hablar, pero no llegaba a entender nada de lo que decían. Al salir del servicio, Vanesa se metió en él y Gonzalo me dijo, ahora es mejor que te marches, no es que haya ningún problema, pero es mejor y ya te contare como ha ido todo, una vez que se haya enfriado. No sabía que quería decir todo eso, aunque sospechaba que a ella no le había gustado algo, a la cabeza me vino lo último que dije yo y a la contestación a su pregunta. Una vez vestido le dije a Gonzalo que me despidiera de su mujer y el me indico que así no, que eso sería una grosería, que esperase. Golpeo la puerta del servicio diciéndole a su mujer que me iba.
Salió en albornoz y con voz dominante le indico a su marido que se fuera duchando, que ya me acompañaba ella a la puerta. Donde me despidió con un caliente y húmedo beso. Deseándome que tuviera buenos sueños, que ella seguro que los tenía. Me fui como el tío más feliz del mundo.
Al llegar a donde vivo, llegaban a la misma vez Cristina y Alberto, venían bastante alegres, sobre todo Alberto que venía tocándole el culo. No habían advertido de mi presencia, hasta que los salude. Me preguntaron de donde venia y mi contestación de tomarme algo con unos amigos, Alberto quiso indagar más y le dije que tomando una copa con una pareja amiga. Estando ya en el apartamento, Alberto quiso saber más y no quise añadir nada más. Allí me di cuenta de que estaba algo más que alegre, llevaba una buena “tajada” encima. Se fue al servicio y entonces la que quiso preguntar fue Cristina y ante su curiosidad, puse todo el énfasis en decirle, pues sí, he estado con un matrimonio joven y sí, es lo que te imaginas, hemos estado follando, lo mejor que me he follado un buen culo, lo peor que me ha sabido a poco y me quede con ganas de más.
Se acabaron las preguntas y en cuanto Alberto volvió a aparecer, ella me dio las buenas noches y se lo llevo a dormir. El apartamento estaba en silencio y mi hermana esa noche no dormía allí, dormía con las dos hermanas. Entre que me empezaba a imaginar a mi hermana con alguna de las hermanas y recordaba lo que había pasado esa noche. Mi rabo estaba “tontón” y me empecé a tocar, al principio suavemente en espera de oír follar a Cristina y Alberto, para hacerme la paja con más entusiasmo.
Nada, mutismo total. Esa noche no querían darme una buena sesión de sexo sonoro. Lo mismo es que estaban, como muchas otras veces, en la cocina entretenidos hablando de algo. Pito, pito gorgorito, salgo o no salgo, era lo que pululaba por mi cabeza. Empiezo a oír algo, paro de tocarme y agudizo mi oído para oír bien. Me levanto abro la puerta y salgo, acercándome a su habitación. Tengo la suerte de que la puerta no está cerrada del todo.
Están en faena, lo que pasa que esa noche les está costando arrancar. Cuando me decido a mirar, veo a Alberto entregado entre las piernas de Cristina y ella con la almohada puesta sobre su cara, por eso no los oía. Sus bocas estaban bien tapadas. Alberto ahora cambia de posición y le dice a Cristina que lo monte. Así lo va a hacer, cuando él le dice que se ponga al revés, que le encanta tocarle el culo. Cristina se queda mirando hacia la puerta, aunque no mira, porque una vez que se ha metido el rabo, se apoya sobre los tobillos de él, dejando caer la cabeza y el pelo tapa su cara. Veo el vaivén de sus tetas. Se mueve con mucha suavidad. Alberto está bien cachondo y le oigo decirle, así puta, menea este culo, que te has puesto como una perra bailando con ese alemán. Que se te notaba mucho y ahora seguro que estás pensando en Pelayo, ahí tan cerquita. Si quieres le llamamos y te follamos entre los dos, que te dejaríamos “destrozada” a pollazos. ¿Qué dices, lo llamo?
Cristina solo gemía y no decía nada, hasta que la insistencia de Alberto le obligo a contestar y también la calentura que tenían los dos encima. Por lo que oía pensaba que ya se lo había dicho. Ella le dijo, no pienso hacer nada con él y lo que tenías que haber hecho, era haber aceptado irnos a casa de los alemanes y si, follárnoslos toda la noche. Pero como eres un cabrón, no has querido y no entiendo por qué.Alberto se la follaba con más ganas y le insistía, lo he hecho, para que estés muy cachonda y te folles a Pelayo, que quiero oírte, verte. Ahora en vez de mis dedos en tu culo, tenías que tener a Pelayo dándote duro. Cristina se aguantaba al decir nada. Le decía que siguiera follándola y que hablara menos. Pero Alberto seguía con su tema.
Seguía follándosela, pero diciéndole que era como si fuera yo quien estuviera allí follándosela y a Cristina no le debía disgustar nada, porque cada vez se ponía peor. Se empezó a correr ella y después seguido Alberto. Que al acabar dijo que ya valía, se quedó medio resoplando y ella se tumbó al lado de él.
Hoy te has corrido pronto, has estado más flojillo. O que estabas muy cachondo.
Lo último, entre que he visto como babeaba el alemán y pensar en verte follar con Pelayo, no he podido aguantarme más.
Pues en eso te vas a quedar con las ganas. Tus ojos no lo van a ver, ni tus oídos lo van a oír.
No lo entiendo. Se que tú quieres, yo quiero y él te desea como un berraco, que te iba a poner mirando para todos los lados.
Que no, que podemos crear muchos problemas con eso. Porque no es aquí, verano y ya está, luego viene la vida normal, muchas complicaciones.
Tonterías y escusas. Ya verás cómo Irune y Ada se lo tiran y eso que no quedan muchos días para acabar las vacaciones. Sobre todo, Ada, que si no se lo han tirado todavía es raro.
A Ada le pasara como a mí. Luego viene el resto del año. El cruzarnos todos los días, si él se lo cuenta a sus amigos. Ada es como es, pero muy reservada y discreta en sus cosas.
Cristina paro de hablar porque se dio cuenta de que Alberto le ocurrió como le solía ocurrir, se quedó dormido y cuando eso le pasaba no había nada que hacer. Trato de despertarlo o lo que quería era comprobar que dormía. Se puso a masturbarse, lo veía perfectamente y decidí irme a mi acama a hacer lo mismo, en una posición más relajada.
En el momento más álgido de mi paja, se abre la puerta y entra Cristina. Cierra la puerta y se sienta en el costado de mi cama. Viene con una bata de verano. Tengo la sabana puesta, tapándome la cintura, lo justo. Estira su mano y acaricia mi cuerpo y pellizca mis pezones. No dice nada. Le digo, te tenía que echar de aquí, eres muy puta, podías haberme invitado para que te folláramos los dos, que a él no le hubiera importado, que estaba preparado para verme. No me respondió siguio acariciándome, hasta que bajo más la mano, metiéndola por debajo de la sabana y agarrando mi rabo. Empezó el sube y baja con su mano, me destapo del todo, se quitó su bata y se sentó sobre mi rabo, se agacho y con voz muy sensual me dijo al oído, y no, Alberto todavía no está preparado. Tiene que querer ser todo un cornudo y suplicarme que tú seas el corneador. Igual que le hizo Ada a su marido. Según la oía me entraban ganas de correrme, que puta y que retorcida.
No imaginaba a Cristina siendo tan perversa, con lo dulce y cándida que era. Seguimos follando y ya no me decía que no le llamase ni puta, ni perra ni nada de eso. Lo aceptaba y estaba claro que le gustaba. Cabalgaba con mucho ímpetu y se llevaba mis manos a sus tetas, le apretaba los pezones y ella me iba indicando, cuando me pasaba un poco me decía que parase. Quería follarle el culo y me contestaba que todo llegaría. Me clavaba las uñas en mi pecho, se pasaba clavándolas, pero ene se momento me daba igual. Me aviso de que se iba a correr, pero que no me corriera yo, que quería que lo hiciera en su boca.
Me aguanté como pude y me costó lo que nadie se imagina, el no correrme, con esos movimientos tan salvajes que tuvo. Se dio cuenta, porque se quitó rápido y se lanzó sobre mi rabo, metiéndoselo hasta la garganta, hasta hacia un sonido extraño el cómo se lo metía. Ni avisé, para que, me corrí de forma irremediable. Se lo trago todo y se tomó su tiempo en limpiarme bien el rabo. Nos tumbamos un momento los dos, recuperándonos. Casi seguro que no era el momento, pero tenía que salir de dudas, porque lo mismo sería difícil tener un momento solos.
Cris, explícame eso del corneador.
Que siempre me ha dado envidia Ada y quería poner en práctica lo de tener un amante, macho, chulo, para que me folle y haga de mi lo que quiera. Pero nunca encontré a esa persona hasta que lo hice contigo. Ahora quiero que Alberto me “obligue” y así poder poner mis condiciones.
¿Qué condiciones?
Ninguna en especial. Es simplemente que acepte y ejerza de cornudo. Pero cuando digo cornudo, es cornudo. Que sé que él lo desea desde hace tiempo y tú lo harás posible. ¿Estás conmigo?
Claro que lo estoy, pero ¿tan segura estas?
Segura no, lo siguiente. Lo único que hay que ir con paciencia. Que en la escala de cornudos está en el 5, de una escala de 1 a 10.