Verano con Paula (II): Ducha Refrescante
Después de esa noche loca con Paula pensaba que todo quedaría allí. Pero tras un día de playa con mi novia me ofreció pasar por su casa a darme una ducha para refrescarme. La ducha nos la dimos, pero refrescarnos, lo justo. (Primera parte: https://www.todorelatos.com/relato/45664/ )
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Primera parte: https://www.todorelatos.com/relato/45664/ )
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No volví a hablar con Paula hasta varios días después de esa noche loca en que fui a recogerla al aeropuerto. Desde luego estaba mucho mejor de ánimo pero yo tenía cierto remordimiento por haberme aprovechado de su situación. Sin embargo ella insistió en que para nada me había aprovechado, que le había sentado de maravilla sentirse tan deseada después de su desengaño.
Al principio los dos sí teníamos algo de sentimiento de culpa por Carmen. Yo le había puesto los cuernos con Paula, y Paula pensaba que había traicionado su amistad follando con su novio. Pero a medida que íbamos chateando en los días siguientes se nos fue pasando, sobre todo cuando yo le contaba cómo a veces me tenía una temporada en “dique seco” o que no era muy partidaria de probar cosas nuevas. Los polvos que echábamos estaban ya todos cortados por el mismo patrón, mientras que con Paula todo fue nuevo e inesperado por parte de los dos.
Un par de semanas después quedamos para ir los tres a la playa, cerca de donde trabajaba mi novia. Estaríamos toda la mañana, y después de comer algo Carmen se iba a trabajar y Paula y yo volveríamos a la ciudad.
Durante el camino en coche antes de recoger a Carmen ni mencionamos nuestra tórrida noche. Por alguna razón nos era más fácil hablarlo por el chat. O tal vez era porque en unos minutos estaríamos los dos con Carmen y no era cuestión de que se nos escapase alguna mirada o gesto. Así que estuvimos hablando de banalidades hasta llegar a casa de mi novia. De hecho intenté no fijarme mucho en los shorts tejanos y la camiseta corta que llevaba Paula sobre el bikini.
Carmen nos esperaba preparada para la jornada de playa. Lucía unos shorts color azul claro que hacían destacar el moreno de sus muslos, y un top blanco bajo el que se marcaba su buen par de tetas. Desde luego también está muy buena. No se parece en nada a Paula. Carmen es morena, con el pelo largo, cara redonda y grandes ojos oscuros. Tiene unas buenas tetas y un culo durito y muy bien puesto. También tiene unas bonitas piernas, aunque no tan espectaculares como las de Paula al ser algo más bajita (sobre 1.60). Pero tiene unos muslos redondeados y firmes que no me canso de acariciar en cuanto tengo ocasión, sobre todo al follarla. Como no se machaca en el gimnasio no tiene el vientre liso y duro de Paula pero eso me da un poco igual. Pero sobre todo su culo redondo y bien levantado me trae loco. Lástima que no me lo había dejado follar como sí hizo Paula con el suyo. Ay, si sólo fuese un poco más lanzada en la cama…
Nos saludamos y subió al coche para partir rumbo a la playa, no lejos de donde vivía. Como era comienzos del verano aún no estaba atestada de turistas y no tuvimos problemas para encontrar un buen sitio donde extender nuestras toallas. Nos despojamos de la ropa y Carmen y Paula pudieron lucir sus cuerpazos. A más de dos se les iban los ojos detrás de los meloncitos de Carmen que apenas le cabían en su bikini azul y rojo. Y Paula con uno blanco parecía más radiante de lo que ya era.
Ya conté que Paula es alta (1,70), delgada y muy atlética, con pechos pequeños pero firmes, un culito duro y redondo, y unas piernas de vértigo perfectamente esculpidas. Sin ser muy guapa sí resulta muy atractiva. Una melena rubia lisa le enmarcaba entonces su cara rectangular, con ojos algo pequeños, pero su boca grande de labios finos siempre tiene una sonrisa dibujada, y ahí se te va la vista, pensando qué podría hacer con esa boca. Yo ya lo había comprobado unas semanas antes.
En cuanto pillamos sitio y plantamos sombrilla y toallas me lancé al mar. Normalmente no me gusta mucho pero era la única forma de disimular la erección que me estaban provocando Carmen y Paula. Como he dicho, era principios de verano, el agua aún estaba algo fría y se me bajaron “los humos”. Estuve toda la mañana entrando y saliendo del agua. Carmen estaba más dentro que fuera, es un animalito acuático, y a Paula le encantaba tumbarse al sol. Aunque de natural es de piel clara terminaba cogiendo un tono tostado muy bonito.
Cuando me metía en el mar con Carmen y trataba de “jugar” con ella me apartaba como avergonzada. Apenas me dejaba darle un beso o acariciarle el culito por debajo del agua, pero rápidamente me hacía quitar las manos. Paula se dio cuenta de esto y sin decir nada nos cruzamos alguna mirada como diciendo “¿recuerdas lo que te conté?”.
Como Carmen hacía el turno de tarde no podíamos entretenernos mucho a la hora de comer. Fuimos a una hamburguesería cercana, tomamos unas hamburguesas y sandwiches y dejamos a Carmen en casa. Tenía que ducharse, coger el uniforme y salir corriendo al trabajo, así que traté de despedirme de ella con un buen beso en los morros pero me giró la cara y me plantó un beso en la mejilla, como si le diese vergüenza besarse en público. Y de hecho es que se la daba. Cogí el coche y emprendí el camino de vuelta a la ciudad con Paula.
―Bueno, ya has visto el panorama. Lo que te he estado contando estas semanas: a veces es como salir con una monja.
―Jajaja, no será para tanto.
―¿Que no? Si yo te contase… pero en fin, en otro momento, paso de cabrearme ahora.
―Vaaaale, no quiero un chófer cabreado, jajaja.
Así que seguimos el camino escuchando música y comentando cualquier chorrada que se nos pasase por la cabeza hasta llegar a su casa. Me detuve justo delante y sin parar el motor le dije:
―Bueno, ya nos vemos un día de estos, y ya hablamos.
―¿Cómo que “ya nos vemos”? ―puso cara de enfadada, dudé si era en serio o de cachondeo ― ¿No vas a entrar a tomar algo fresco? ¿Has visto sólo qué hora es, vas a dejarme sola toda la tarde???
A medida que pronunciaba la frase se le iba cambiando la expresión de enfado a risa, así que no me quedó más remedio que parar el motor.
―OK, pues vamos a tomarnos algo fresco.
Paré el coche y en cuanto me bajé sí empecé a prestarle atención al culito de Paula enfundado en sus shorts tejanos mientras caminaba hacia el portal. De repente se dió la vuelta y riendo me dijo:
―¿Te gusta lo que ves? Jajaja
―Sabes que sí ―admito que se me subieron los colores.
―¿Ves como sí que tenemos que refrescarnos?
Entramos en su casa y mientras ella preparaba unos vasos de Coca-Cola yo me acomodé en el sofá y puse en la tele un canal de música. Mientras ella traía los vasos empezaron a sonar los primeros acordes de La Tortura, el vídeo ese de Shakira y Alejandro Sanz que estuvieron machacando cada día, todo el día, durante ese verano. Paula se quedó un momento de pie delante de la tele dándome la espalda, y en cuanto apareció Shakira en pantalla ella misma empezó a menear sus caderas y sus pechos rítmicamente al compás de la música.
“Ay amor, fue una tortura, perderte”. Se giró y vino directa hacia mí. Se me sentó a horcajadas como hizo aquella otra noche, y empezamos a besarnos.
No sé cómo dejé el vaso de Coca-Cola en el suelo para luego empezar a acariciar la dorada piel de Paula allí donde me fuese posible. Su espalda, sus muslos, su cintura, su culito… Mientras, ella ya me estaba subiendo la camiseta para acariciarme y besarme el pecho, primero un pezón, luego el otro, para luego sonreirme y volver a besarme.
“Sólo de errores se aprende y hoy sé que es tuyo mi corazón…”. Se levantó, y mientras seguía el ritmo de la música se quitó la camiseta. Estiré los brazos para tomarla de la cintura y acercarla hacia mí para así besarle esa deliciosa tripita. Ella empezó a acariciarme el pelo mientras yo le iba bajando los shorts al ritmo de sus meneos de cadera.
“Yo sé que no he sido un santo pero lo puedo arreglar…”. Paula retrocedió unos pasos para seguir su rítmico baile, imitando a la Shakira que teníamos en la pantalla. Vestida sólo con su bikini blanco se tumbó en el suelo delante mío y empezó a subir y bajar las caderas al compás de la música. Mi polla hacía un rato que se estaba levantando a base de bien, pero en ese momento estaba a punto de explotar.
“No te bajes, no te bajes, oye negrita mira, no te rajes”. Emulando a Shakira, Paula se puso de rodillas y siguió con su rítmico contoneo. Se fue acercando a mí y empezó a bajarme los vaqueros, y luego el bañador que aún llevaba debajo, saltando mi polla como si fuese un resorte. La cara de traviesa de la rubita ya indicaba lo que iba a pasar a continuación.
Me cogió el miembro y se lo llevó a los labios. Empezó a besarlo, a lamerlo… y entonces se detuvo y se puso en pie.
―¡Está salado! ¡Jajajaja!
Yo debí de quedarme con cara de tonto porque me miró muy seria, luego sonrió, y dijo:
―Pero podemos arreglarlo.
Me tomó de la mano y me hizo levantarme y seguirla. Allí estaba yo, en pelotas, con la polla que se me estaba bajando del chasco, y Paula aún con su bikini blanco llevándome de la mano. Nos dirigimos al baño grande.
―Ya te he dicho que teníamos que refrescarnos, y quitarnos la arena y salitre. Paso de follar estando tan guarra como Shakira en el vídeo. ¿De verdad os parece sexy una tía untada en aceite?
―Mujer, en aceite de maquinaria, no. En otros aceites, o en chocolate ―me relamí― no te digo que no.
―Pues eso será otro día. Ahora sólo quiero quitarme esta sal y esta arena, y quiero que me ayudes. ―Paula ya había abierto el grifo de la ducha y se estaba quitando el sujetador del bikini cuando se me volvió a arrimar―. Y también quiero levantar esto otra vez.
Me cogió la polla, que se había quedado amorcillada, con una mano mientras con la otra me tomaba del culo y me acercaba a ella para besarme de nuevo. Yo respondí magreándole su culito para luego pasar a las caderas y empezar a bajarle la braguita del bikini. Empecé a besarle el cuello, luego saboreé sus deliciosas tetitas y finalmente me arrodillé para bajarle del todo la braguita mientras lamía y besaba su bien tonificado vientre.
Levanté un momento la vista y Paula estaba con los ojos cerrados y la cabeza alzada mientras me acariciaba el pelo. Empezaba a tener la respiración bastante alterada. Entonces abrió los ojos, bajó la mirada y me soltó mientras se le dibujaba una amplia sonrisa en la cara. Se dió la vuelta para meterse en la bañera y se puso bajo el chorro de la ducha.
Me quedé un rato viendo cómo el agua le caía sobre su rubia melenita, rodaba por sus tetas y mojaba su precioso culo cuando se daba la vuelta. Me quedé el rato justo hasta que me di cuenta de lo dura que se me había puesto otra vez la polla. Entonces me metí yo también en la bañera, poniéndome a su espalda, pegando mi miembro a su culito.
Empecé a frotarme contra ella mientras la rodeaba con mis brazos y le agarraba los pechos. Se puso a reír.
―Toma, haz algo útil. ―Y vertió un poco de gel sobre sus tetas. Inmediatamente empecé a masajeárselas, enjabonándole el pecho, la tripita, los hombros… mientras ella se enjabonaba la cabeza. Cuando se la hubo aclarado se dio la vuelta―. Ahora te toca a tí.
Me echó un poco de champú sobre la cabeza y empezó a hacerme un masaje. Cerré los ojos y me relajé, pero sin apartar mis manos de su cintura. No me cansaba de recorrer arriba y abajo la curva que hacía con su cadera. De vez en cuando volvía a sus tersas nalgas. Cuando empezó a enjabonarme el pecho la atraje otra vez hacia mí para darle un buen morreo.
Con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco que nos llevase al duro suelo de la bañera fui metiendo mi polla entre sus muslos, frotándola contra la entrada de su chochito. De vez en cuando introducía uno o dos dedos. No para saber si estaba mojada, eso ya lo sabía, simplemente por el placer de hacerlo, y por el que le daba a ella. Empezaba a gemir más intensamente cada vez que la acariciaba allí abajo.
―Bueno, ¿piensas follarme o qué? ―me espetó entre gemidos.
Le abrí un poco las piernas y le endiñé la polla hasta el fondo como toda respuesta.
―Aaah, sí, joder, ya era hora.
Así estuvimos un rato, sus brazos alrededor de mi cuello, mis manos sujetando su culo, nuestras lenguas luchando furiosamente en la boca del otro, y mi polla entrando y saliendo rítmicamente de su coño. Empecé a besarle el cuello, a mordisquearle la oreja, y noté cómo se estremecía. Le saqué la polla para darle la vuelta. Paula apoyó las manos en la pared por encima de su cabeza y abrió las piernas.
―Me gusta que seas alta, así casi no tengo que agacharme para follarte bien ―le dije mientras acomodaba mi rabo a la entrada de su coño y empezaba a metérselo bien adentro. Su respuesta fue un largo gemido mientras levantaba la cabeza haciendo que se melena rubia se desparramase sobre su espalda.
Mientras me la follaba desde atrás la sujetaba por la cintura, a ratos agarraba sus firmes tetas y le pellizcaba los pezones, o me agarraba a sus sexis y bien torneados hombros. Paula no decía nada. Bueno, nada con palabras, pero el acelerado ritmo de su respiración lo decía todo. Estaba disfrutando de lo lindo. No sé si más o menos que yo, que desde luego me lo estaba pasando de una forma gloriosa.
Me recreé un rato con la polla en el fondo del coñito de Paula cuando reparé en la botella de aceite corporal que tenía en la repisa de la bañera. Estiré el brazo para cogerla y empecé a verter un poco sobre la espalda y el culo de la rubita, que al principio dio un pequeño respingo.
―¿Estás pensando lo que creo que estás pensando? ―me preguntó girando un poco la cabeza. La sonrisa con la que lo dijo me dio a entender que estaba de acuerdo.
―Bueno, creo que nos gustó a los dos la otra vez, ¿no?
Todavía con mi polla en el coñito rasurado de Paula mojé un par de dedos en el aceite y se los fui metiendo en el estrecho agujerito de su culo. Con mucho cuidado, primero uno, luego dos, y ahí los tuve, jugueteando uno o dos minutos sin sacarle aún mi trozo de carne de su coño.
Los jadeos de Paula iban a más, y fueron todavía a más cuando le metí un tercer dedo. Tenía miedo de que se pusiese a gritar pero aquí no lo tenía tan bien como en la cama para taparle la boca. Si algún vecino escuchaba algo que pensase lo que quisiese. Yo ya sólo pensaba que ese culito estaba a punto para ser taladrado. Saqué la polla de su coño para enseguida meterla en el agujero bien lubricado en aceite.
―Diossssss... ―Paula se quedó sin aliento unos segundos después de la embestida. Yo me quedé quieto esperando que su agujero se adaptase a mi polla, pero fue Paula la que no tardó en menear sus caderas adelante y atrás. Era difícil decir quién se estaba follando a quién. Mi polla era la que entraba y salía de su culo, pero eran las caderas de Paula las que mandaban.
Seguimos unos minutos ese mete y saca, con Paula apoyada en la pared meneando sus caderas, y yo con una mano sujetándola por la cintura mientras que con la otra le sobaba las tetas. A ratos me sorprendía de no haberme corrido aún, y más teniendo en cuenta que llevaba unos días sin follar con Carmen ni hacerme ninguna paja, iba con la pistola cargada. Y aún tardaría un poco en correrme, no como Paula.
Empezó a acelerar el meneo de su culito, ahora arriba y abajo, y no me quedó más remedio que agarrarla bien de las caderas para que no se me saliese la polla. Su respiración de cada vez era más agitada hasta que estalló en un largo gemido.
―Aaaaaahhhhh… sí, joderrrr… diossssss, me corrooooo... ―Se estremeció varias veces y noté cómo le flaqueaban las piernas. La sujeté por la cintura y el pecho para que no se cayese, mientras le sacaba ya la polla del culo. Me reí.
―Cabrón, ¿te ríes de mí? Me has dejado rota. Joder, qué polvo…
―Bueno, un poco rota sí que te he dejado, jajaja. ―Le había dejado el agujero del culo bien abierto. Le podría haber endiñado otra vez mi polla sin ningún problema.
―Hijo de puta. Y encima lo has hecho sin correrte, has aguantado bien, jajajaja.
―No sé si te has dado cuenta de que el agua empezaba a venir fría.
―Joder, sí, se habrá vaciado el termo. ―Paula cerró el grifo―. Pero tenemos que arreglar esto.
Ya con el agua parada se puso de rodillas en la bañera delante mio. Bueno, delante de mi rabo aún empalmado. Lo agarró y empezó a hacerme una gloriosa paja. Abrí un poco las piernas, llevé mis manos a su cabecita rubia y me relajé, unas veces cerrando los ojos y otras viendo cómo Paula meneaba mi miembro.
―Ahora ya no sabrá a sal. ―Y se la metió en la boca. Sin lamerla o chuparla un poco antes, directamente la engulló entera, y allí estuvo unos segundos, sacando la lengua para lamerme los huevos. Cuando se la sacó mi polla estaba lustrosa de la saliva que le había echado encima.
―Madre mía, Paula, no hay muchas tias capaces de hacer eso.
―Lo sé. ―Y volvió a metérsela entera, se quedó así unos segundos y cuando la sacó me miró con cara de vicio.― ¿Sabes? Me gusta que tengas las piernas fuertes. Así me puedo agarrar bien.
Y dicho y hecho, se agarró a mis muslos mientras empezaba a hacerme una tremenda mamada. Alternaba meterse sólo la punta del capullo mientras me lo lamía con su juguetona lengua con introducir toda mi polla en su boca, hasta la garganta. Me tenía a punto de explotar, pero me había tomado el punto para mantenerme ahí. En una de esas veces que se sacó la polla de la boca me soltó:
―Tú has jugado con mi culito, ahora me toca a mí con el tuyo.
―¿Vas a encularme?
―Bueno, más o menos…
Tomó el bote de aceite y se echó un poco sobre los dedos de su mano derecha que llevó al agujero de mi culo mientras con la izquierda me masajeaba los huevos. Noté cómo iba jugueteando en mi agujerito y empezaba a meterme poco a poco uno de sus dedos. Muchas veces había leído que los hombres tenemos nuestro “punto G” ahí dentro, cerca de la próstata, pero nunca había sentido curiosidad por probarlo. Y con lo que ocurrió luego bien que lo lamento.
Paula me metió dos dedos bien lubricados en el culo. Aunque mi primer instinto era no dejar que nada entrase por ahí hay que reconocer que las manos de Paula eran bastante convincentes, y al fin y al cabo ella me había dejado hacer cosas que no haría cualquiera. Así que ahí estaba, con un par de deditos de Paula en mi culo, una manita palpando mis huevos, y su boquita comiéndome otra vez la polla. Y fue el puto delirio.
―Joder, Paula, qué gusto. JODER.
Sin sacarse la polla de la boca levantó la vista hacia mí. Creo que nunca le había visto esa cara de vicio. Dejó de sobarme los huevos para agarrarse a mi culo y acelerar su mamada mientras no dejaba de hurgar en mi agujero. Yo notaba cómo se me habían subido los huevos de lo durísima que se me había puesto la polla. Y aunque sabía que a Paula le había gustado mi leche me sentí con la obligación de avisarla.
―Tia… hace días... que no me corro… habrá mucho…
―Mejor. Dámelo todo, cielo.
Se la sacó lo justo para decir eso, se la volvió a meter dentro y siguió meneando la cabeza mientras se agarraba a mis nalgas. Yo sólo buscaba dónde apoyarme para no caerme porque me estaban flaqueando las piernas mientras notaba cómo la leche iba subiendo.
Me apoyé con una mano en la pared y con la otra en la cabeza de Paula, y exploté en su boca. Creo que además la empujé más hacia mí, pero no hizo ademán de retirarse.
―Joder, Paula, joder… aaahhh aaaaahhh AAAAAAHHHHH
Noté cuatro o cinco sacudidas mientras el semen salía a borbotones de mi polla para ir al fondo de la boca de Paula. Cuando se la sacó ya se me había empezado a aflojar, y la leche le caía por las comisuras de los labios. Unos labios bien sonrientes.
―Lo que te dije: la tienes deliciosa. Carmen no sabe lo que se pierde, jajaja.
Pero esta vez no se lo había podido tragar todo. La corrida había sido bestial. Entre los días que llevaba acumulando leche, y lo a tope que me puso con su mamada y jugando con mi culito había más de la que podía tragarse.
―Jajaja, sí. Ya te dije que a veces incluso le da asco cuando ya está un poco húmeda.
Salimos de la bañera y empezamos a secarnos. Paula se puso un albornoz y yo me anudé una toalla a la cintura.
―¿Y qué hacemos ahora? ―le pregunté―. Aún es pronto.
―Vamos a ver la tele, a ver si hay más vídeos que nos den ideas.
Nos echamos en el sofá, delante de la tele, medio desnudos, aunque no tardamos en quedarnos dormidos. Demasiado ejercicio, y no habíamos hecho siesta. Estuvimos así una o dos horas, tranquilamente. Cuando nos despertamos apenas era la hora de tomar un café.
―Cielo, tengo que ducharme otra vez. Y ahora sí que de verdad sólo ducharme, jajaja. ―La risa de Paula era más refrescante que cualquier ducha.
―Ok, me voy entonces.
―Sí, pero en una hora me recoges y vamos a tomar un helado. Como en los viejos tiempos. Total, Carmen no te llamará hasta la noche.
Y así pasamos el resto de la tarde,y parte de la noche. Tomando helado, dando un paseo por el marítimo y comiendo pizza. Carmen no salía hasta las 11 o las 12 de la noche, y yo ya habría dejado a Paula en casa otra vez. Nos despedimos con un tremendo morreo en el coche. Cuando salió me quedé mirando su culito firme y redondo que se marcaba bajo los finos pantalones de lino que se había puesto. Antes de entrar se giró, me guiñó pícaramente un ojo y sonrió. Esa sonrisa que me tenía totalmente encandilado.
Mediados de junio, técnicamente aún no era verano, pero para nosotros las temperaturas ya estaban muy altas.