Verano caliente en Lisboa (5)
Nuno pasa la tarde con su tío Joaquim, un hombre desencantado con la situación política. De nuevo en su antigua casa, Diogo le confesará un secreto impactante.
Pocos días antes de mi anunciada vuelta, Diogo tuvo una de sus fugaces ideas geniales para celebrar a nuestra manera la inevitable despedida temporal. Si no me importaba esperarme unos días más, podríamos ir juntos en mi Renault 12 hasta Faro, en el Algarve, y allí cerca pasar un fin de semana de playa y relajamiento en compañía de su hermano Joao, que estaba de permiso con su nueva novia, una tal Branca. Por mi parte, le dije, no había nada que objetar. La misión que me había llevado hasta allí estaba cumplida de sobra, había tenido tiempo de sobra de visitar a mis familiares (al menos los que quedaban en Portugal, porque con el inicio del verano muchos habían caído presa del pánico y estaban empaquetando sus enseres, rumbo a Londres o Madrid en su inmensa mayoría). Uno de ellos era mi tío Joaquim, hermano de mi madre, juez de profesión con quien estuve tomando café una tarde por el Chiado. Se le veía triste y apesadumbrado, muy pesimista con respecto a la situación política y moral del país.
No vas a creerlo, Nuno, pero en todos estos años de presiones políticas por parte del salazarismo y su entorno, no me había sentido tan impotente como juez como en estos días. Empiezo a pensar que mi trabajo ya no tiene sentido en Portugal.
¿Porqué dices eso, tío?
Mí tío sorbió lentamente su expresso, mientras meditaba la respuesta adecuada.
Bueno, es difícil de explicar. Dificultades políticas en este país tan atrasado las ha habido siempre, nunca hemos tenido libertad de pensamiento en este país, eso está claro. Yo al menos no lo recuerdo, y ya tengo unos cuantos años. Pero antes al menos había un remedo de legalidad, quiero decir que las condenas pasaban un trámite legal básico, había una sensación aparente de legalidad y de que hacías lo correcto y lo que estipulaba el Código Penal vigente, estuvieses o no de acuerdo interiormente con el. Pasaba un poco como con las elecciones presidenciales en tiempos de Carmona y Salazar. Todos sabíamos que estaban amañadas y que al fin ganaría el Almirante Thomaz o quien el régimen decidiera, pero al menos se celebraban, la gente se distraía con los candidatos y había una ficción de legalidad.
Vaya, muy edificante, tío. Eso en lenguaje político o penal no sé como se llamará, pero en el mundo real yo le doy un nombre: hipocresía. no pude por menos que interrumpir.
Sí, tienes razón, hijo se echó a reir como si le hubiera pillado en un renuncio insalvable En fin ¡quien no haya sido idealista a los 18 y a los 20 años que tire la primera piedra! Es muy lógico que pienses así, es lo normal a tu edad, y más en los tiempos que corren, yo también pensaba como tú, pero es algo que se pasa con la edad, te lo aseguro. Con los años te vas adaptando al sistema, a lo que hay, que no es mucho en nuestro caso, y vas tirando hacia delante haciendo lo mejor que sabes, puedes y te dejan.
De acuerdo. Pero ¿porqué dices que ahora tu trabajo ya no tiene sentido? Se supone que ahora hay objetivamente más libertad que antes.
No te creas. De un tiempo a esta parte recibimos muchas presiones de los políticos, e incluso de los militares. Estos últimos no saben nada de política, aparte de cuatro eslóganes izquierdosos mal aprendidos, pero son los que dirigen el cotarro. Y mucho me temo que si esta situación se eterniza al final seremos gobernados directamente por el Comité Central del Partido Comunista. Solo de pensarlo me echo a temblar. Imaginate que ya se habla de organizar Tribunales Populares Revolucionarios, al estilo cubano. Como comprenderás, en ese caso, si la justicia va a ser impartida por cualquier hijo de vecino reunido en asamblea "popular" nosotros, los jueces de carrera, ya no tenemos nada que decir.
Por eso planeas marcharte a España.
Es una decisión difícil de tomar, lo sé. Tu tía no quiere oir hablar del asunto, pero por otra parte ella está también tan asustada con la situación como el que más. Especialmente por la sensación de inseguridad en el barrio y en la ciudad. La policía prácticamente ha dejado de patrullar las calles, no dan abasto con tanto desorden público y tanta "ocupación" violenta de edificios y propiedades de todo tipo, y están desmoralizados; es normal que esto ocurra, no son supermanes, son personas como nosotros. Los portugueses, en fin, hemos pasado de comportarnos como viejos en tiempos de Salazar, con esa seriedad tan marcada que llamaba la atención de los visitantes extranjeros hasta hace pocos años, a comportarnos como niños insolentes que se creen que todo les está permitido. Una desgracia enorme, como ves.
Me dejas preocupado, tío.
Es para estarlo, Nuno, te lo aseguro. La cosa está cada vez peor
Ajeno a este estado de cosas, Diogo hacía la maleta en la habitación cuando llegué a casa después de pasar la tarde con mi pariente.
Tengo ganas de conocer a la novia de mi hermano. Dice que es muy guapa. En realidad todas las novias que ha tenido lo eran. Y ha tenido unas cuantas. Pero desde que triunfó la revolución liga mucho más, es evidente.
Me tumbé vestido en la cama, tras descalzarme, sin prestarle mucha atención. Estaba cansado por el calor, agotado por los continuos parones del tranvía debido a las continuas manifestaciones, protestas vecinales, de agricultores, jornaleros, pescadores y cualquier otro gremio imaginable que habían elegido las calles de Lisboa en hora punta como escenario privilegiado de sus reclamaciones. Otras veces era un grupúsculo de 40 ó 50 personas exigiendo todo el poder para el pueblo, sea eso lo que sea, pero el caso es que los trayectos cortos se alargaban lo indecible y los largos se eternizaban directamente. Eso sin contar las continuas huelgas de todo tipo que inevitablemente afectaban al sufrido ciudadano de a pie. No cesaba de darle vueltas a lo que me había dicho mi tío. Me preguntaba si la situación podría empeorar aún más, algo difícil de creer a simple vista. Pero interiormente sabía que así era, que lo peor, probablemente, estaba por venir.
Diogo se apercibió de mi estado de mi ánimo y se tumbó a mi lado, silenciosamente, cogiéndome la mano, en inusitada comunión mental.
¿Qué es lo que te preocupa, Nuno?
Nada y todo. He estado con mi tío Joaquim y es bastante pesimista con la situación. Opina que inevitablemente todo irá a peor, que el país se va a desmoronar de un momento a otro. Está pensando seriamente en marcharse del país ahora que está a tiempo.
¡Otro derrotista! Ya se sabe que las ratas son las primeras en abandonar el barco. Es curioso que no sean los pobres los que se marchan al extranjero, y eso es porque el pueblo reconoce que por fin hay un gobierno que vela por sus intereses. En el fondo es normal que sean los ricos y poderosos los que salgan huyendo, son los que mas tienen que perder. La hora del reparto se acerca.
También me preocupa tener que enfrentarme a mi padre. No sé porqué razón, pero ante él me siento totalmente indefenso. Me da miedo quedarme sin argumentos a la hora de la verdad, que me termine convenciendo de la necesidad de quedarme a vivir en Madrid.
Bueno, eso dependerá de la manera en que afrontes ese desafío, ¿no crees? Si de entrada vas convencido de que no podrás imponerte a su aura de poder y autoridad, es muy difícil que a la hora de la verdad le consigas vencer dialécticamente. La teoría, por muy brillante que sea, siempre ha de ser confirmada por la praxis.
No pude por menos que echarme a reir ante su inspirado alegato de corte neo-marxista.
Dialéctica, praxis tú has estado leyendo mucho últimamente a Marcase y compañía.
Bueno, no quiero ser un inculto y que cualquier fascista sin estudios me enmiende la plana. Quiero saber de lo que hablo. Por eso me atiborro de libros de la Biblioteca Pública del distrito y también de la agrupación comunista a la que pertenezco, por supuesto.
Sí, los he estado hojeando, y aunque está muy bien que leas, me sorprende ver que el 90% son monotemáticos: marxismo y más marxismo. Vas a coger un empacho.
¡Que va! Nunca me canso de estudiar la doctrina de los grandes maestros. Marx, Lenin, Gramsci, grandes hombres que han dejado su legado escrito a la posteridad. Nuestro deber es aprender sus textos e implementarlos, llevarlos a la práctica. Por eso apoyamos las campañas de alfabetización del 5º Batallón, no para que lean cualquier basura que escriba algún tuercebotas a sueldo de Washington, sino para que conozca y profundice en los textos de nuestros hermanos mayores, los que saben de verdad de que va el asunto.
Muy interesante, Diogo, pero estoy muy cansado para discutir contigo de política. Creo que me voy a dormir.
Espera un momento, hay algo que te quería contar
¿Es importante? le solté la mano inadvertidamente, como dando por finalizada la conversación- Es que tengo mucho sueño, y mañana nos espera un largo viaje. Además tú no tienes carnet de conducir, y no puedes relevarme al volante.
Para mí si es importante. Es una tontería, pero quería que lo supieras antes de volver a España.
Tu dirás me incorporé mirándole fijamente.
Es sobre esto y echó un vistazo a la habitación de mis padres convertida en nuestro particular picadero por obra y gracia de la bendita revolución.
¿Sobre esta habitación? ¿Le falta algo?
No exactamente. Me refiero al modo en que pasó a ser MI habitación.
Casi prefiero no saberlo
Te lo voy a contar de todas formas, ya no tienes escapatoria. Luego tu decides. Resulta que no es verdad que sorteara con el resto de inquilinos las habitaciones. Lo cierto y verdadero es que yo me quedé con ésta a propósito y sorteé las demás entre el resto de la jauría. No fue un acto muy democrático por mi parte
Ni muy comunista tampoco. Mas bien me suena a resabio pequeño-burgués.
Sí, tienes razón, ni comunista tampoco. Fue un acto arrogante y despótico, ni siquiera reparé en que mis padres tenían más derecho que yo a ella, aunque solo sea por el nimio detalle de que ellos son dos y a mi me sobraba media cama.
¿Entonces cual fue el motivo exacto de ese arranque neoimperialista?
Diogo tragó saliva, y encendió un cigarrillo apresuradamente. Se notaba su nerviosismo infantil a simple vista.
Creo que fue un arranque de orgullo por mi parte. Quería tener esa sensación de poder que iba unida al hecho de que aquí dormía tu padre, el gran tirano, el cacique de la mansión. La primera noche, por más asco que me diera saber que aquí dormía y fornicaba un traidor a la revolución, y tras hacer un ritual de purificación quemando sus sábanas de raso en el jardín
Dios mío, lo que hay que oir
Diogo aprovechó para dar un par de caladas a su cigarrillo, y continuó exponiendo su fascinante historia.
Lo mejor está por llegar, no te preocupes. Como te iba diciendo, la primera noche me sentí tan poderoso durmiendo entre estas cuatro paredes, un recinto al que tenía prohibido terminantemente entrar antes de que tu padre huyera de Portugal, que me corrí casi sin tocarme. Debe ser eso que llama mi instructor de marxismo la "erótica del poder".
Yo lo llamaría obsesión freudiana con la figura de autoridad.
Tal vez. Lo cierto es que lo que me excitaba no era tanto tu padre, sino el hecho de haberle vencido, de que un pobre menesteroso como yo, dignificado por un gobierno del pueblo, había sido capaz de expulsar de su Palacio de Invierno a todo un pequeño y corrupto Zar provinciano. Estaba extasiado, como si hubiera participado en la sublevación de Kronstadt.
Me parece un poco excéntrico por tu parte, pero con la que está cayendo ahí fuera no es algo que me escandalice ya demasiado.
Sí, pero aún hay más. Es algo que quería haberte dicho la primera noche que hicimos el amor, pero tenías tanto sueño que no me atreví a despertarte.
Ya me despertaste para desvirgarme, para eso no es molestia ¿no?
No pude contenerme. Joder, Nuno, ¡estás tan bueno!. Tienes todo lo que yo había soñado de pequeño. Dinero, una casa grande, una buena educación, pero es que además eres guapo, rubio, con esos ojos azules tan profundos, y ese cuerpo que me deja a veces sin respiración.
Vas a hacer que me ruborice, algo nada fácil.
Es que de eso quería hablarte. Esto no es flor de un día, lo mío por ti viene de muy lejos. Cuando nos pajeábamos juntos en tu casa de Estoril aquel verano, yo pensaba en ti, en tu cuerpo, que entonces no estaba tan formado ni era tan viril como ahora, pero ya me encantaba y me volvía loco.
¿Quieres decir que siempre has estado enamorado de mí?
Exacto. Yo no me atrevía entonces a tocarte porque era muy crío e inmaduro, y además pensaba que si me rechazabas lo mismo dejabas de hablarme, y eso hubiera resultado demasiado duro para mí. Por otra parte, tú siempre hablabas de chicas y más chicas, y eso me desanimaba bastante. Nunca te fijaste en mí, aunque yo tenía mucho éxito ya por entonces con las chavalas. Pero nada, para ti era sólo un amigo, un compañero muy querido pero nada más-
Y nada menos. Durante años hemos sido amigos íntimos ¿te parece poco?
Cuando amas con todo el corazón y los cinco sentidos puestos en ello, sí.
Ahora ya me tienes a tu disposición las 24 horas al menos hasta el domingo.
No me lo recuerdes, por favor. Tiemblo sólo de pensarlo. No sé que podría ser peor. En fin, ahora viene la parte final de mi relato, la más dura de escuchar.
Nada que me cuentes puede sorprenderme ya, Diogo.
Diogo apagó el cigarrillo y adoptó un tono más serio y profesoral para exponer su relato, como si estuviera diseccionando una rana ante un microscopio.
Lo que pasó la otra noche, como ves, no fue espontáneo. Yo lo tenía preparado desde hacía meses. No paraba de darle vueltas en mi cabeza a lo mismo.
No entiendo ¿a qué te refieres?
Pues al hecho de que yo sabía que tu acabarías por volver a Lisboa tarde o temprano, y, entonces, necesariamente, pasarías por aquí.
¿Y?
¿Porqué crees que elegí la habitación de tus padres, su cama para dormir, porqué crees que lo mantuve todo exactamente igual excepto naturalmente las sábanas? En mi cabeza había diseñado un plan durante meses para seducirte y conseguir hacerte el amor al precio que fuera. ¡Pero ni en mis mejores sueños pensé que lo iba a conseguir tan rápido!
Si lo que buscabas era epatarme lo conseguiste.
Eso es. Quería acojonarte, asustarte, hacer que comprendieras que habías perdido tu derecho de primogenitura, como en ese pasaje de la Biblia que nos enseñaba de pequeño el padre Pedro.
Eso es lo que los psicólogos llaman el "síndrome del príncipe destronado", según tengo entendido. Pues en tu caso funcionó. Me sentí confuso y desorientado, algo poco habitual en mí.
La verdad es que yo estaba resentido contigo por haberte marchado a España, sentía que me habían robado lo que más quería, pero en el fondo sabía que tú no habías tomado esa decisión, además tú me lo habrías contado de haberlo sabido, no te hubieras ido un año entero sin despedirte de mí y de tus amigos del colegio. Es algo que asumía en mi interior desde el primer momento.
De haberlo sabido, es seguro que me habría rebelado. En aquel momento no me apetecía nada ir a vivir a España. Luego me acostumbré e incluso he hecho algunas amistades.
De ahí también el odio visceral a tu padre. No le soportaba ni en pintura, y desde el día que desapareciste de mi vida hasta que tu padre salió huyendo hacia su escondrijo como una alimaña, no volví a dirigirle la palabra. Mis padres me lo afeaban, pero yo me mostré firme. El día que salió huyendo con lo puesto, lo primero que hice fue subir a su despacho y buscar algún papel comprometedor que pudiera enviarle a la cárcel si la policía de aduanas le localizaba finalmente.
Y no encontraste nada.
El muy ladino había puesto sus papeles y el dinero a buen recaudo. Es perro viejo, y perdona que hable así de tu padre.
Después de llamarle alimaña y de lo que has dicho de él últimamente,,,ya no me afecta. Pero recuerda que es mi padre. Aunque sólo fuera por eso, le debes un respeto.
Sí, lo sé. Y créeme que es algo que me cuesta enormemente y que tan solo haría por ti.
Ya es algo.
Bueno, eso es todo. Después entré por primera vez en mi vida en la habitación de tu padre y me quede alucinado ante tanto lujo. Me pareció preciosa, pero algo recargada. Y debo reconocer que a pesar de mi formación marxista, en ningún momento pensé en compartirla con nadie excepto contigo, claro. La quería toda para mí. Como ves, no soy perfecto. He pecado de soberbia, aunque no sea creyente. Como dicen los que mandan en el Partido, "el pecado no existe, pero el pecador sí, y para eso hemos inventido la autocrítica".
Esa especie de humillante confesión a puertas abiertas.
¡Bah! No es para tanto. Cuando terminas te sientes liberado de un gran peso.
Eso dice también mi madre después de contarle sus minucias al cura los domingos.
Pero hay una diferencia. Entre nosotros no hay jerarquías, ni un clero que nos manipule.
Yo no estaría tan seguro.
Aquí todos somos iguales. Eso es lo que hace grande al comunismo. Eso, y el justo reparto.
Pues me alegro. Que usted reparta bien. Me voy a dormir, mañana nos espera un día muy duro.
Me desnudé y me metí en la cama en gayumbos. Diogo hizo otro tanto, apagó la luz de la mesilla, y me besó en los labios dulcemente.
¿Me perdonas?
No hay nada que perdonar. Lo hecho, hecho está. Y además ha servido para que conozca al amor de mi vida. Ya ves, lo tenía delante y no me había dado cuenta.
Suele pasar. Descansa, amor.
Cerré los ojos y me di media vuelta presa de un sopor insoportable, como si el peso del mundo hubiera recaído de repente sobre mí. A mi lado, sentí por un momento antes de hundirme en el sueño el familiar jadeo de Diogo, afanosamente entregado a sus esforzadas prácticas masturbatorias.