Verano caliente en Lisboa (10 - Final)

Madrid, julio de 2005. Han pasado 30 años de los hechos que marcaron su vida, y Nuno es un empresario de gran éxito. Pero en su interior solo hay espacio para la soledad. Sin embargo, un suceso inesperado le ayudará a abrirse de nuevo al amor.

MADRID, VERANO DE 2005

Encendí la luz de la mesilla de noche y busqué el móvil de mi secretaria. Estaba tan alterado que busqué intuitivamente el paquete de cigarrillos en el cajón de la cómoda, aún sabiendo que hacía al menos cinco años que había abandonado tan funesto vicio en aras de una vida más saludable y, digamos, ecológica. Me miré semidesnudo en la luna corrediza del armario de estilo japonés del dormitorio. El gimnasio había hecho un gran trabajo en mí en los últimos tiempos, en lo que influía sin duda una cuidada alimentación, y, lo más importante, de lo que la mayoría carece, mucho tiempo libre.

Perdona que te llame a estas horas, Laura ¿estás ocupada? Dime que no, por favor.

Bueno, jefe, estaba dando de cenar al mayor. El peque ya está acostado. ¿Qué querías?

Necesito que me confirmes un dato. Es referente a la conferencia de mañana en la Fundación. ¿Podrías confirmarme en tu Blackberry si el segundo conferenciante de mañana es un tal Diogo Cardoso?

Vale, espera

Silencio eterno

¡Ya está!. Diego Cardoso, 48 años. Portugués residente en Brasil. Representante para Europa del Movimiento de los Sin Tierra en el Noreste de Brasil. Es el encargado de buscar financiación internacional para su organización. Habla cinco idiomas, tres de ellos a la perfección. Su charla-debate versará sobre movimientos populares contemporáneos de defensa ante el avance del neoliberalismo y la globalización en el Tercer Mundo. Ahí queda eso.

Debe ser todo un figura – es lo único que se me ocurrió decir.

Por lo que sé es un luchador nato. También está interesado en las tribus amazónicas y la deforestación de la selva por la industria papelera. Vamos, que es una mezcla entre alternativo y ecologista con un toque social.

Muy interesante…Gracias, Laura. Allí estaré.

Sé puntual. Va a venir el Secretario de Estado de Cooperación Iberoamericana.

No me lo perdería por nada del mundo- aseguré, y no mentía, aunque el miedo se me había instalado en lo más hondo del corazón, que latía desatado.

Hasta mañana, Nuno. Me reclaman la cena. Ya sabes como las gastan por aquí.

Saluda a Alex de mi parte. Y un abrazo a Dani, dile que no me olvido de su regalo. Hasta mañana. Que descanses.

Salí al salón y me recosté en el sofá tras encender la televisión. No podía creer que entre todos los beneficiarios de la Fundación que creé hace un par de años, a la muerte de mi abuela, con su generosa herencia (como nieto favorito, resulté especialmente agraciado en el reparto de bienes) pudiera estar él. Eso significaba que con toda seguridad habíamos estado financiando sus actividades filantrópicas durante al menos un año, e incluso, quien sabe si su firma no estaría estampada en algún documento que durmiera escondido en el fondo de un archivo de la sede social de la Fundación.

Así que era él. El locutor en la pequeña pantalla parecía de pronto hablar en otro idioma, y opté por bajar el volumen primero y apretar el botón de apagado después. Cené un sándwich de pavo con ensalada y un bol de cereales con una pieza de fruta de postre, y tras lavarme los dientes y distribuirme la crema de noche por todo el rostro, con especial atención al contorno de ojos, me metí en la cama sin pensármelo dos veces.

La enorme cama de matrimonio de estilo oriental me pareció de repente enorme y vacía.

Mi mente no cesaba de divagar en torno a Diogo, al menos el Diogo adolescente que yo conocí una vez. Habían pasado 30 años. Nada menos. ¿Cómo estaría ahora? ¿Curtido por el sol y arrugado como una pasa por su vida al aire libre en la selva? ¿o sano y fornido como un león por la misma razón? ¿tendría acaso canas en las sienes, como yo (hasta que me decidí a teñirlas para aparentar más joven)? Sí, eso lo daba por hecho. Tendría algunas canas, pero no muchas, tampoco quería que pareciera un viejo prematuro ¿barba y bigote? Barba en todo caso, el bigote es de derechas, como se decía en los ya lejanos años 70, y está claro que Diogo no ha cambiado mucho de ideas desde entonces. A lo sumo las ha modernizado. Me moría de ganas de verle, pero al mismo tiempo sabía que el pánico podría paralizarme en el momento de la verdad, cuando se procediera a las presentaciones oficiales. Ese era un cáliz que debería apurar hasta la última gota. Bueno, pensé, en peores garitas me ha tocado hacer guardia…el sueño me venció en forma de barco que se aleja por el Tajo, la última imagen que guardaba de él, y yo mirando desolado desde el muelle. 30 años. Como pasa el tiempo.

Había tenido la tentación de llamar a Laura y decir que me había puesto enfermo repentinamente, pero esos trucos facilones no forman parte de mi repertorio, no sé si por suerte o por desgracia. Al final me planté mi mejor traje de Armani, los gemelos de oro y una pizca de Hugo Boss, sin pasarme, un aroma fresco y juvenil que me venía al pelo ahora que ya no era tan joven pero iba a rememorar un episodio de juventud extrema.

Me miré al espejo ¿Estaba lo bastante elegante? Al fin y al cabo era el anfitrión. No debía desentonar con las autoridades presentes en la sala, aunque Diogo se presentara al acto con chanclas y bermudas siguiendo un impulso natural. El se lo podía permitir. Yo ahora no. Mis obligaciones mundanas, muchas y variadas en mi calidad de empresario polivalente, conllevaban este tipo de servidumbres. Que aceptaba con gusto, dicho sea de paso.

La conferencia empezó con quince minutos de retraso por un fallo eléctrico que aprovechamos para mantener una conversación distendida con los conferenciantes y becados, y otros invitados al acto. Cuando le vi, al fondo del pasillo de invitados Vips

me quedé de piedra. El muy cabrón se conservaba estupendamente. Además con los años había ganado en aplomo y eso que las revistas del corazón llaman apostura física. ¿Había crecido cinco centímetros desde la última vez que nos vimos o llevaba alzas en los zapatos? Conservaba su abundante pelo negro, con canas en las sienes y un mechón en el aún rebelde flequillo. Aparentaba 10 años menos. Y lo más extraño de todo, iba trajeado, con corbata y todo, y, aunque no parecía de muy buena calidad ni de marca conocida, le caía como un guante.

Señor Ferreira, le presento a nuestro conferenciante de hoy, el señor Diego Cardoso, bla, bla, bla…- en ese momento estaba yo instalado ya en la luna de Valencia, como decimos en España.

Le ofrecí la mejor de mis sonrisas, con mi dentadura blanqueada y restaurada de 6.000 euros y sentí una descarga eléctrica cuando me apretó la mano firmemente y con determinación. En eso al menos no había cambiado nada.

Ya nos conocemos, gracias – pronunció en un correcto español con un suave deje cubano y un toque brasileño,- y me miró fijamente desde la profundidad selvática de sus ojos negros.

Nuestro interlocutor se quedó bastante cortado con la respuesta y no supo como salir del paso.

-Es una vieja historia, Emilio. Tan vieja como nosotros. En realidad nos conocimos de niños. – le expliqué complacido.

-¡Ah! No sabía nada.

-Bueno, yo tampoco, hasta que le he visto. Gracias de todos modos.

Nos miramos intensamente por un momento y sonreímos forzadamente. Acostumbrado a la vida social desde pequeño, rompí el hielo con naturalidad.

-¿Cómo te va la vida? De aspecto estás muy bien.

  • Bueno, no tengo mucho tiempo de cuidarme, pero hago lo que puedo. Lo importante es trabajar y hacer lo que uno quiere y le gusta en la vida. Si cumples esa regla básica, te mantienes joven sin esfuerzo.

  • Entonces debe ser por eso que yo me tengo que machacar tanto en el gimnasio para no caducar antes de tiempo…-bromeé. Sonrió y observé que conservaba todos los dientes muy blancos. Era la misma irresistible sonrisa de siempre. En eso tampoco había cambiado. Si no hubiese 300 personas reunidas en este momento pendientes de nosotros podría besarle en los labios y jurarle amor eterno como si tuviera otra vez 18 años. ¿Qué me está pasando? Parezco un crío y tengo casi 50 años. Medio siglo, mejor no pensarlo.

  • ¿Qué te parece si hablamos después de la conferencia? – su pregunta tenía un tono sugerente que me dejó grogui por un momento.

  • Mejor te invito a cenar. En realidad lo hubiera hecho de todos modos. Es mi obligación como Presidente de la Fundación. Recuerda que en cierto modo soy tu jefe ahora. Luego nos vemos.

  • Nunca hubiera podido soñar un jefe mejor…para mi proyecto, claro. Has sido un benefactor muy generoso – sus palabras escondían un halo seductor que me resultaba difícil de resistir por muy templado que intentara mostrarme.

  • Yo también creo en lo que hago, recuérdalo. No todo son negocios en la vida. Algo me ha quedado de aquella época.

  • Ya veo. –su sonrisa abierta y distendida lo decía todo sin necesidad de palabras.

Diogo y yo estábamos sentados uno frente al otro en una mesa del Ritz madrileño, rodeados de atenciones a las que se notaba no estaba muy acostumbrado. Al fin solos.

La lubina estaba en su punto, pero apenas la probó. Parecía más concentrado en nuestra conversación. Parecía mirarme con una infinita dulzura, con un punto de lirismo que le hacía parecer aún más atractivo a mis ojos.

No podía esperar más para averiguar cosas de su vida.

No pretendo ser indiscreto, Diogo, pero me muero de ganas por saber cosas de tu vida.

¿Cómo qué? – parecía divertirle mi insolencia.

Todo. Desde noviembre de 1975 hasta hoy. Pero como eso es imposible y hay que guardar las formas en público, digamos que lo que tengas a bien contar de tu vida será bien recibido.

Comprendo. Es natural. Me marché sin despedirme y

Dejemos eso aparte. Es agua pasada.

Sí, lo sé, pero te debía una explicación y ahora que te tengo delante te la voy a dar, quieras o no.

Si es así, adelante.

Cuando pasó lo que pasó en Portugal, yo me sentí morir. En realidad caí en depresión profunda, pero en aquellos años no sabíamos de esas cosas y nadie me diagnosticó nada…(se rió de su ocurrencia) Lo cierto y verdadero es que yo te quería –bajó la voz al pasar el camarero con una bandeja de ostras en la mano para la mesa de al lado- pero necesitaba encontrarme a mi mismo. Necesitaba viajar, conocer mundo. Tenía que superar el trauma de ver machacado mi más preciado sueño. Era…que sé yo, como si me hubieran violado.

¿Y por eso te marchaste a Angola? Bonito país para empezar una nueva vida. Con una guerra civil en puertas.

¿Cómo sabes que me marché a Angola?

Bueno, tengo mis contactos…no, en serio, estuve allí, en el puerto, diez minutos después de que tu barco partiera. Tu padre me puso sobre la pista y tu amigo Bruno me contó el resto.

Siempre fuiste un chico espabilado.

Y lo sigo siendo, no lo dudes. Pero llegué tarde, Diogo, y eso es lo que cuenta. En el momento más importante de mi vida, llegué 10 minutos tarde. Y créeme que lo he pagado con creces

¿No te has casado, entonces? – preguntó con un tono de incredulidad.

Me eché a reir sin poder evitarlo.

Bueno, en realidad no hubiera podido hasta hace unos días.

¿Y eso?

El 30 de Junio entró en vigor en España la ley del matrimonio gay.

Vaya. Como en los países avanzados. Eso me gusta.

¿Tú sí te has casado?

Su mirada se entristeció de forma ostensible.

No, tampoco. Fui un imbécil, nunca pude olvidarte. He ido dando tumbos por la vida. Lo nuestro me marcó tanto como la Revolución de los claveles. En realidad para mí una y otra cosa eran lo mismo. Lo mejor de mi vida, lo más puro y verdadero que me ha pasado nunca.

Sentí un impulso irreprimible que me devolvió a la adolescencia.

Si quieres – y al decir esto le miré muy fijamente – aún podemos recuperar un momento de esa magia. ¿Cuándo sale tu avión?

Dentro de unas doce horas.

Entonces vas a tener que dormir en el avión, porque va a ser una noche muy larga

Me miró en silencio, y sonrió de forma pícara. Como si tuviera 18 años.

Nos dirigimos a mi apartamento. Lo lógico y natural en personas civilizadas de nuestra edad hubiera sido sentarnos en el salón, tomar una copa tranquilamente, caldear el ambiente con una música suave, tal vez de chill-out brasileño, para ponerle a tono con su país de adopción, charlar un rato. Pero nosotros habíamos vuelto a la adolescencia y a la locura creativa de aquellos tiempos como por un hechizo. En el Audi A4, de vuelta al dúplex de Castellana, ya nos hacíamos carantoñas en los semáforos en rojo. Luego, en el garaje, magreo mutuo. En el ascensor, empezamos a besarnos apasionadamente, y a la altura del segundo piso, ya me había desabrochado el pantalón y se había metido la polla en la boca sin mediar palabra, lo que terminó de ponerme a cien, y lo peor de todo es que me daba igual que alguno de mis distinguidos vecinos de bloque pudiera sorprendernos en esa inusual situación. Ya en casa, tiramos la ropa en cualquier lugar como perros en celo, y, sin más preámbulos comenzamos a comernos la polla en el sofá, con hambre atrasada de siglos, aunque hacía pocos días que había pagado al último gigoló de catálogo para que me diera candela a cambio de euros, muchos euros. Luego en la habitación, ya más calmados, me comió el culo, y, poniéndose un preservativo (primera diferencia neta de nuestros polvos juveniles) me rompió el culo con pasión incontenible, me folló de lado, de frente, encima de la cómoda de Natuzzi y, no contento todavía, a cuatro patas sobre el canapé, para ir a correrse sobre mi pecho, encima de la cama, como mandaban nuestras antiguas tradiciones eróticas, siguiendo curiosamente un ritual muy parecido a entonces.

Nos echamos el uno en brazos del otro en la espaciosa cama, completamente exhaustos y sudorosos.

Encendió un cigarrillo. No se sorprendió al enterarse de que había dejado el vicio.

  • Un cuerpo tan trabajado en el gimnasio como el tuyo requiere un precio, supongo.

  • Tú tampoco estás nada mal para haber vivido en la selva todo este tiempo.

  • No te creas. He vivido en muchos sitios además de la selva…aunque en realidad tengo un apartamento en Río. No tan grande como este piso, pero suficiente para mí y mi boxer.

  • Por cierto ¿Dónde has aprendido ese español tan perfecto? Lo hablas muy bien.

  • No te lo ibas a creer. En Angola.

  • ¿Y eso? Ahí hablan portugués, si la propaganda salazarista estaba en lo cierto.

  • Sí, pero cuando yo estuve allí estalló la guerra civil, y llegaron un montón de tropas cubanas a defender el régimen de José Eduardo dos Santos. Por supuesto, yo seguía siendo comunista entonces, y me ofrecí voluntario para luchar contra la UNITA de Jonas Savimbi y sus aliados sudafricanos y zaireños. Al ser blanco me hicieron un hueco entre los cubanos. Acabé siendo casi uno de los suyos.

  • O sea, que al final luchaste en una guerra.

  • Y es el peor error de mi vida, aquellos dos años de mi vida fueron brutales y despiadados. Vi mucha gente morir en combate. Muchos amigos y también muchos desconocidos. Salí transformado de esa experiencia tan atroz. No he vuelto a coger un arma desde entonces, y eso que en Brasil los Sin Tierra somos blanco favorito de los terratenientes del Sertao, pero me da igual. Nunca me han hecho falta y aquí estoy, las armas son una plaga.

  • ¿Y como llegaste a Brasil?

  • De casualidad. Me hirieron en una pierna durante un combate en campo abierto, todavía renqueo un poco de vez en cuando. De allí me trasladaron a Cuba, donde se portaron muy bien conmigo. Son un pueblo generoso y entusiasta por naturaleza.

  • Y te quedaste a vivir allí.

  • Me hubiera encantado. Pero al cabo de seis meses, me surgió la oportunidad de viajar a la República Democrática Alemana, con un diplomático joven que se había encaprichado de mí. Imaginate, yo llevaba ya tres años casi sin sexo, en la selva, matándome a pajas, rodeado de gente joven, y estaba muy salido. Le dije que sí y me encontró acomodo en la oficina de producción de documentales para la TV del país. Me hice documentalista casi por casualidad, y con mi cámara al hombro, viajé por todo el mundo. Pero siempre volvía a Alemania Oriental.

-¿Y como se veía el mundo tras el telón de acero?

  • Yo entonces era muy rojo, ya sabes. Me parecía un país eficiente, limpio, disciplinado, y con un nivel de vida muy elevado. ¡Portugal era mucho más pobre y atrasado en todos los sentidos! Por supuesto no había democracia, pero en cambio los gays teníamos muchos derechos, y el nudismo era práctica habitual, hasta los altos cargos del Partido Socialista Unificado se despelotaban en la playa a las primeras de cambio, según me contaba Dieter. Pero bueno, yo era muy ingenuo, y sólo veía lo que quería ver.

  • Me imagino. Cae el Muro en el 89. ¿Y?

  • Me pilló totalmente de sorpresa. No me lo podía creer. Yo estaba muy integrado en el país, había aprendido el suficiente alemán para moverme de forma autónoma y me encantaba la tranquilidad y…como decirte, la pureza socialista de esa sociedad sin clases. Aquella gente era noble y trabajadora, y ahora en cambio son alemanes de segunda, o así se sienten muchos amigos míos de esa época con los que sigo en contacto.

  • Por lo que veo, no una, sino dos veces que la realidad te golpea sin avisar.

  • Fue una experiencia muy triste, pero menos traumática que la portuguesa. Yo sentía mucho cariño por Dieter, pero no estaba loco por él, y yo necesito ese toque de locura en el amor…- se giró para mirarme- como lo que sentía por ti. Por eso me fui, y porque no quería ser un alemán de quinta categoría en una Alemania capitalista, no quería que me vieran como a un inmigrante. Me sentía casi alemán, y ese cambio hubiera sido muy duro de sobrellevar.

  • ¿Y como acabaste en Brasil?

  • Es largo de contar, pero resumiendo, yo había hecho reportajes allí a mediados de los 80 sobre la transición brasileña a la democracia, y tenía contactos. Y bueno, me gustaba el clima, la sensualidad de los brasileños, a qué negarlo, y lo más importante, que hablaban mi mismo idioma. Yo no quería volver a Portugal, había demasiados recuerdos. Además pensaba que tú estarías allí, y los remordimientos por haberte abandonado sin razón aparente me atormentaban. No quería pensar en ti, tú ya habrías rehecho tu vida y me odiarías.

-Nunca te he odiado. – admití - Pero hubiera sido un shock enorme volverte a ver entonces. No sé como hubiera reaccionado, la verdad. Sigue, por favor.

  • Brasil era una opción más aceptable para mí por aquel entonces. El resto fue surgiendo por si solo. Gracias a un buen contacto conseguí trabajo como cámara en la cadena Globo. Yo siempre estuve muy interesado en el Movimiento de los Sin Tierra, y al irme a vivir a Río de Janeiro me puse en contacto con sus dirigentes y me integré en la organización casi sin darme cuenta. Al saber idiomas he podido recaudar mucho dinero para esta pobre gente a través de una ONG que fundamos varios particulares comprometidos con la izquierda. También me apoyan algunos filántropos norteamericanos y europeos. Quien me iba a decir a mí que terminaría haciendo de Robin Hood, codeándome con los ricos para dárselo a los que no tienen nada. Pero también les acompaño a veces sobre el terreno, cuando ocupan tierras a los terratenientes sin escrúpulos del norte de Brasil. La situación de esa pobre gente es lastimosa. Merecen todo nuestro apoyo. En realidad lo que hacemos al invadir una finca no es tan diferente a lo que hacíamos en nuestros tiempos en el Alentejo ¿te acuerdas?

  • ¿Qué si me acuerdo? Algún colega vuestro pasó por la finca de mi familia en el Bajo Alentejo. Tardé dos años en restaurar la casona principal, se habían llevado hasta las bombillas. Ahora me río al recordarlo, pero entonces lo veía de otro modo.

  • Bueno, Nuno, cuéntame algo de tu vida. Tú sabes ya mucho de mí pero yo no sé nada de ti. No es justo.

  • Tienes razón. Tampoco hay mucho que contar. Al marcharte tú me quedé destrozado totalmente. Sin proyecto vital. Ten en cuenta que yo había arriesgado mucho por nuestro amor. Mis padres me habían repudiado y no sabía que hacer ni donde ir. Me refugié en el campo, precisamente en la finca de la que te he hablado. Es todo lo que necesitaba entonces, paz y tranquilidad. Con un préstamo de mi abuela, restauré la propiedad y planté olivos y vides por todas partes. Al cabo de pocos años, con la inversión necesaria, la finca era rentable y yo millonario por méritos propios. Si bien es cierto que la finca era de mis padres, pero como ellos no pisaban Portugal por despecho, era mía a todos los efectos.

  • ¿Y que pasó?¿os devolvieron las propiedades incautadas?

  • Prácticamente todo. Empezando por la casa grande de Lisboa. A tus padres les hizo casi más ilusión que a mi. Nunca volví a vivir allí.

  • Y yo nunca les volví a ver a ellos. Ni a mi hermano Joao. Mi vida ha sido un desastre en el plano estrictamente humano.

  • No te preocupen, ellos te querían mucho. Nunca les oí hablar mal de ti. Tu padre murió en los 80, tu madre hace seis años. Estuve en los entierros de ambos, por supuesto. Y Joao sigue viviendo en Lisboa, pero ahora es general. El tiempo pasa para todos.

  • ¿Se casó con esa chica tan guapa? ¿Cómo se llamaba?

  • Branca. La peluquera. Tienen tres hijos. Ella puso una cadena de peluquerías, y le ha ido bien, con el tiempo se expandió por todo Portugal en régimen de franquiciado. Era una mujer muy lista, eso no cabe duda.

Diogo bajó la cabeza avergonzado y luego me miró buscando comprensión con la mirada.

  • La verdad es que yo estaba celoso de ella.

-¿Y eso?

  • Quería tanto a mi hermano que no soportaba que nadie se acercara a él. Disfrutaba secretamente cuando rompía con alguna chica. Era muy posesivo con la gente y supongo que contigo también lo era.

  • Claro. Ahora me acuerdo ¿Por eso la criticabas?

  • Exacto. No era verdad que fuera puta, ni que se acostara con nadie más, hasta donde yo sé. Lo más probable es que fuera una mujer de su tiempo, moderna y muy fogosa. Pero yo entonces era un fanático, y un poco insoportable, me parece.

  • Un poco fanático en política sí eras. Pero insoportable para nada. Eras un trozo de pan. Bueno y entregado como pocos. Yo te admiraba profundamente.

  • No sigas por ahí que terminaré ruborizándome. En fin, ¿y que tal con tus padres? ¿Hubo reconciliación?

  • No. Los Ferreira de Lima somos muy cabezotas. Además mi padre murió pronto. Al marcharme yo, empezó a beber. Ya bebía antes, pero era listo, y sabía como esconder su adicción. Pero cuando me fui, no sé si por sentido de culpa, le dio más fuerte que nunca a los licores.Ya no tenía nadie a quien dejar en herencia su legado, decía. No entendía la razón por la que había vuelto a Portugal, y mucho menos que coño hacía yo solo en el campo, entre olivos y vides, a los 20 años. Me tomaba por un pirado, un poco con razón. Murió en el 80. De una sobredosis etílica. Borracho como una cuba, en el sillón de su despacho. ¿Y sabes lo más gracioso de todo? Que el cabrón seguía queriéndome, o, al menos, eso me contó mi madre a posteriori. No permitía que nadie hablara mal de mí en su presencia. Y, para mi sorpresa, no me desheredó. Me lo legó todo.

  • Al final no te libraste de tu padre.

  • No. Mucho peor que eso. Con 23 años, sin estudios superiores ni preparación alguna, tuve que ponerme al frente de sus negocios. Fue un reto impresionante. Lo más duro fue dejar el campo, esa paz interior que sentía allí. Luego, instalarme en Madrid, reaprender español, integrarme en el mundo de sus negocios, formarme como empresario, diversificar las fuentes de ingresos, es decir, no centrarme como mi padre en un solo ramo de negocio, en fín, han sido muchas cosas, pero el balance es positivo.

-¿Y tu madre?

  • Estuvo viviendo una temporada conmigo. Hasta que un día

-Sí

  • Me pilló con otro chico en el dormitorio. Yo pensé que estaba fuera de Madrid, pero regresó de improviso. Creo que nunca lo superó. Ya sabes que era una mujer muy religiosa. Regresó a Lisboa en el 84. Allí volvió a brillar en sociedad, a dar fiestas de caridad, ese tipo de cosas. Yo creo que se aburría mucho; era una persona muy previsible en sus actos, pero a lo mejor era feliz así, quien sabe. Con el tiempo empezó a aceptarme, o eso aparentaba. Tal vez algún cura progresista le convenció de que lo mío no era tan raro…- nos echamos a reír. Después adopté un tono serio de repente- No tuvo nietos, no fue abuela, eso me hacía sentir culpable, pero no podía hacer otra cosa. Murió hace tres años, de un derrame cerebral. Descanse en paz. La echo mucho de menos, a pesar de todo.

Diogo pidió permiso, que le concedí de inmediato, y encendió un cigarrillo con parsimonia, concentrado en sus pensamientos.

¿Y en cuestión de amores, como te ha tratado la vida?

Amores los justos.

¿Un chico tan guapo como tú? ¿Porqué?

No quería volver a sufrir lo mismo que pasé contigo. Todo se me hacía muy cuesta arriba. Ya no quería comprometerme. Hubo dos relaciones largas, pese a todo. Y luego, mucho sexo de alquiler, aunque me de vergüenza reconocerlo. No he buscado nunca pareja. La verdad es que siempre te he tenido a ti en la cabeza.

Una vida solitaria entonces. Como la mía. Vaya dos tontos.

¿Tú tampoco estás con nadie?

Hombre, en Brasil hay demasiadas tentaciones y la gente es muy liberal como para permanecer casto. ¡Por eso elegí vivir allí! Pero, por alguna razón, desde que rompí con Dieter en el 90 no he vuelto a tener pareja estable. Tampoco me he planteado nunca estar con mujeres. Estoy bien así…o al menos estaba, hasta esta noche.

Hice como que no había oído ese comentario y continué mi exposición:

  • Mucha gente en mi entorno más próximo sabe que soy homosexual. En España se ha avanzado mucho a ese respecto, aunque quede aún mucho por hacer. Mi propia secretaria me ha llegado a organizar citas a ciegas por Internet, pero siempre elige gente muy joven y no me siento a gusto. Muchos no habían nacido cuando estalló la Revolución.Con eso te digo todo. Bueno, en realidad yo creo que elige a hombres con los que le gustaría estar a ella. (Risas)

Se ve que quiere verte casado, o, al menos bien emparejado.

De momento no ha tenido mucho éxito la pobre. Soy demasiado exigente.

Bueno, tal vez, sólo tal vez, podrías decirla que deje de organizarte citas.

Sentí un nudo en el estómago. La conversación se estaba poniendo trascendente.

-¿Qué…quieres decir? –los nervios se agarraban al estómago y me traicionaban.

  • Joder, Nuno, no te hagas el tonto. No se te da bien. Es evidente que entre nosotros sigue habiendo feeling, como se dice ahora, química, magia. Somos dos adultos libres y sin compromiso. ¿Vas a desperdiciar esta oportunidad?

  • Pero Diogo, eso es una locura, vivimos en países distintos, en continentes distintos,,,

  • ¡Echale un poco de imaginación al asunto!. Improvisa un poco, no te quedes bloqueado ante la primera dificultad. Haz lo mismo que cuando aceptaste la herencia de tu padre. Es un desafío más que te ofrece la vida. Aprovéchalo. Yo estoy dispuesto a intentarlo. Juntos buscaremos soluciones creativas. Lo importante es amarse, si más adelante hay que hacer sacrificios y renuncias por estar juntos, ya veremos el modo.

  • ¡Pero es que tú me abandonaste una vez!.

  • Ya te he explicado las circunstancias, Nuno. Pero siempre te he amado, de eso no te quepa duda. Tú fuiste mi primer amor y el más auténtico. Nunca he conocido a nadie como tú, mi amor.

  • Me has llamado mi amor…como entonces.

  • Como entonces y como siempre. Joder, Nuno, ¿es que no lo ves? Te quiero.

Nos abrazamos durante un tiempo indeterminado que me pareció eterno. Después nos separamos lentamente, al tiempo que en mi interior iba germinando una idea imparable.

-¿Qué hora es, Diogo?

  • Las doce menos cuarto, hora española, claro. ¿Porqué?

  • Ahora lo verás. Paciencia.

Busqué el móvil en el interior de la mesilla y marqué de forma impulsiva un número muy familiar. Tardó algo más de lo habitual en contestar. ¡Al fin!

Sí, Nuno ¿Qué pasa?

Ya sé que es muy tarde, Laura, pero tienes que hacerme un favor muy importante. A cambio te garantizo esa semana que me pediste para viajar a Estambul con tu marido en septiembre, aparte de las vacaciones de julio, claro.

Entonces ya no es tarde. Dime.

Necesito que hables con Pedro y me organices un vuelo en el jet privado a Brasil. Concretamente a Río, para mañana temprano. Que se encargue del combustible y del plan de vuelo. Despiértale si es necesario. Seré generoso, ya sabes. Es muy importante para mí. Casi diría vital- me eche a reír a carcajadas.- ¡Ah! Y anula todas las citas previstas para los próximos quince días. Que se las repartan entre Daniel y Patricia. Les vendrá bien un poco de rodaje. Creo que me voy a tomar unas vacaciones. Me hacen mucha falta.

Pero, Nuno ¿y que hay de la reunión con los rusos la semana que viene?

No te preocupes, estoy seguro de que Daniel se defenderá perfectamente con ellos. Si hay acuerdo, no se firmaría antes de un mes, y para entonces ya estaré de vuelta.

Diogo se acercó y me magreó la polla, mientras con la lengua daba lametones al lóbulo de mi oreja libre.

O tal vez no vuelva, quien sabe. Pero si hay firma, me avisas de todos modos – mi entusiasmo era ya indescriptible, y Laura estaba muy mosqueada.

Oye, Nuno, ¿con quien estás? ¿Qué está pasando?

  • Bueno, Laura, digamos que el señor Cardoso me ha invitado a visitar Brasil y se ha empeñado en mostrarme personalmente el Pan de Azúcar.

Laura, lista como era, captó de inmediato la ironía implícita en la conversación.

-¿El Pan de Azúcar? ¿ahora lo llaman así?

  • Vas por buen camino. Caliente, caliente

Ahora Laura estaba casi más contenta que yo.

¡Por fin! Hijo mío, llevaba años intentando que sentaras cabeza, o al menos el pie, y parece que al final alguien te ha hecho tilín. Y encima es portugués y de tu edad. Vamos, que ni a posta hubiera salido mejor. Pues sepas que fui yo quien eligió su organización para que la financiáramos. Siempre me pareció un hombre encantador…y entre nosotros, jefe ¡Está buenísimo! Felicidades a ambos. El también se lleva un fuera de serie.

¡No seas pelota!- protesté- eso no va con el sueldo.

¿Se me nota mucho? No, en serio, para mí eres un jefe 10. Tú lo sabes.

Me voy a dormir, que mañana me espera un día de mucha actividad. Estamos en contacto. Que descanses.

No sé si irme a dormir o reservar los billetes de Estambul por Internet. Mas que nada por si luego te haces el olvidadizo.

Muy graciosa. Hasta mañana.

Hasta mañana, jefe. ¡y buen viaje!.

Diogo me esperaba desnudo en la cama, con el rabo tieso. Me tiré a por él y le mamé la polla y los huevos con fervor adolescente. Le pajeé hasta que, por el nivel de sus gemidos, sentí que estaba próximo a correrse y acerqué el miembro a mi cara, para que la regara abundantemente con esta segunda cosecha nocturna de espeso semen. Me limpié con un kleenex y nos besamos dulcemente

-Me apetecía mucho que te corrieras en mi cara. Treinta años sin regar mis mejillas con la mejor crema del mundo son muchos, se me hacía eterno.

Diogo sonrió y, agachándose, probó a meterse mi rabo morcillón en la boca.

Esta va por los viejos tiempos

Estaba tan excitado que no tardé ni dos minutos en correrme en su pecho, tras lo cual nos volvimos a tumbar en la cama, definitivamente agotados.

Conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, Nuno

Todavía estamos a tiempo de hacer muchas cosas juntos. Ha sido un milagro, como diría mi abuela, que nos hayamos reencontrado. Por cierto, ¿sabías que mi abuela consiguió sobrevivir a tus padres y a los míos?…murió hace sólo un par de años. Lo que es la naturaleza de algunas personas

Esa mujer tenía agallas, lo admito. Aunque fuera una reaccionaria de mucho cuidado.

Cuento las horas que faltan para coger el avión. Estoy impaciente por tumbarme al sol en Ipanema.

Brasil te va a encantar. Así volverás a practicar el portugués. Me pone muy cachondo escucharte hablar en nuestro idioma.

Pues mañana mismo empezamos a practicar…- sugerí malicioso.

Muito obrigado, garotinho… - pronunció con su irresistible deje brasileño, mientras nos volvíamos a besar en los labios.