Verano al natural (4)
Los dos hermanos comparten momentos desnudos con una amiga y él tiene su primera vez
Después de mucho tiempo ausente vuelvo Todorelatos.
Me he encontrado porque ha desaparecido una parte de un relato en cinco capítulos que publiqué hace tiempo así que lo rescato y lo vuelvo a publicar, porque alguna petición he recibido en ese sentido. Voy a reunirlos en un único relato y lo publicaré próximamente.
Espero que os guste.
Aquel día mantuvimos silencio sobre lo ocurrido, Isabel es así, le gusta hacer las cosas fáciles, como si lo que había pasado no fuese más que lo normal entre dos hermanos que se quieren, pero yo no paraba de darle vueltas a la cabeza.
Los dos sabíamos que se había abierto una puerta que resultaría difícil si no imposible cerrar. Era ella quien mantenía el control, la que marcaba los tiempos, quien decidía como, cuando y hasta donde llegar. Eso resultaba claro como la luz del día. Yo quería más, ansiaba más, y en mi fuero interno tenía la certeza de que tarde o temprano daríamos otro paso, y otro más hasta llegar a unirnos en uno solo. Pero tenía que esperar, era ella y sólo ella quien podía dar ese paso.
Desde ese momento una cosa cambió entre nosotros. Tal y como había insinuado el día anterior, Isabel dejó de llevar ropa para estar en casa o en el jardín, sólo se vestía para salir, el resto del día, y de la noche también, lo pasaba completamente desnuda. Yo le imitaba prácticamente todo el tiempo, y empecé a dormir desnudo, una rara sensación al principio pero muy agradable cuando te acostumbras. Yo empezaba a dominar la situación, consiguiendo que mi polla estuviera relajada la mayor parte del día, claro está que a ello ayudaba enormemente el que cada vez que me empalmaba mi hermana corría a socorrerme haciéndome una paja.
Yo la correspondía, pero no siempre. Solía empalmarme en la ducha, ella entraba al baño, me cogía la polla y la masajeaba con cuidado hasta lograr que me corriera, luego me secaba, me tomaba de la mano, se tumbaba en el sofá o en su cama y ponía mi mano en su vientre sin decir nada, invitándome a hacerle gozar.
Así, en un inesperado goce, transcurrieron los días, pero yo ansiaba más, deseaba unirme a ella en cuerpo y alma, pero ella parecía conformarse con lo que hacíamos.
Todo cambió el siguiente fin de semana. Ya estábamos un poco aburridos de tanta excursión y deseábamos aprovechar el tiempo a nuestra manera, por lo que decidimos permanecer en casa. El Domingo venía Patricia a comer, lo que hizo que mi hermana cesara en su práctica de la desnudez total. Se puso un tanguita negro y una camiseta de tirantes sin sujetador, con la que las tetas se le salían por los lados. Aquello me excitaba más que verla desnuda, entiendo que por lo habitual que me resultaba, y pasó lo que tenía que pasar. Mi hermana al verme me cogió el rabo y empezó a meneármela, pero al poco se oyó el coche de Patricia acercándose, paramos y salí corriendo a mi habitación a ponerme un bañador y una camiseta.
Después de comer las chicas decidieron salir al jardín a tomar el sol, mientras que yo fui a dormir la siesta. Cuando me desperté observé que estaban justo al lado de mi ventana, me asomé por la rendija de la persiana a hurtadillas y las vi tumbadas boca abajo con sendos tangas. Estaba desnudo y aunque no era la primera vez que las veía así, especialmente a mi hermana, la sensación de verlas a escondidas me provocó una súbita erección y comencé a acariciarme oyendo su conversación.
- Estoy hasta el culo del tanguita de las narices – dijo Isabel mientras se lo quitaba dejándolo a un lado. – Mira que me gusta poco.
- ¿Pero qué haces? – preguntó sorprendida Patricia – Y si sale tu hermano.
- A ver si te crees que mi hermano no me ve en pelotas todos los días, como que se va a asustar.
- ¿En serio? Tu hermano te ve en bolas y a ti te da igual. No me lo puedo creer, a mi no me han visto mis hermanos en pelotas desde que era una cría. ¿No te da corte?
- Ninguno, bueno al principio sí – admitió – Yo creo que estar desnuda con tu familia debiera ser la norma, pero hasta que no vino aquí estas vacaciones nunca nos habíamos visto desnudos. Yo he intentado parecer natural pero sí que es una extraña sensación la primera vez.
- La verdad es que tiene que ser una gozada, tu hermano en bolas tiene que estar muy bien.
- ¡Pero que muy bien! – replicó Isabel – tiene un culito durito y apretadito.
- ¿Y de lo otro qué tal anda? – preguntó curiosa su amiga.
- Pues tampoco va mal, pero que nada mal, viciosilla, que ya sé en que estás pensando.
- Podías hacerle unas fotos y me las enseñabas – insinuó en medio en broma medio en serio Patricia.
- Mejor verlo en directo, ¿No? – contestó mi hermana.
- Claro muy sencillo. Ahora entras y le dices "Oye, que estoy pensando que a mi amiga le gustaría mucho verte el rabo, así que ponte en bolas y sal a darte una vueltecilla para que te vea".
- Eso no, pero yo creo que si tú te quitas el tanga a él no le va a quedar más remedio que hacer lo mismo, aunque sea por imitación.
- Y si no se pega un homenaje de puta madre viéndome a mi en bolas, no te digo. – protestó Patricia.
- Déjalo de mi cuenta, tú sígueme la corriente y ya verás como acabamos los tres en bolas ¿Hecho?
- Hecho – aceptó Patricia.
- De momento voy a ver si sigue durmiendo y lo despierto.
Como es de imaginar la conversación me había puesto a cien, y había empezado a sobarme el rabo oyéndolas. Isabel se levantó y yo me tumbé en la cama tratando de disimular.
Mi hermana entró en la habitación con sigilo y cuando me vio tumbado con la tremenda erección que tenía no pudo evitar lanzar un suspiro. Se me acercó acariciándome la cara para despertarme, abrí el ojo simulando que me despertaba, me sonrió y dijo.
- ¿Tú siempre te despiertas con la misma alegría? – haciendo clara alusión al estado de mi polla. – Vengo a proponerte un trato.
- ¿Qué trato? – pregunté con cara de extrañeza.
- ¿Te gustaría ver en pelotas a Patricia? – asentí con la cabeza – Pues ahora sales, os provoco para que os quedéis en bolas y te quitas el bañador, ya verás como ella hace lo mismo. ¿Te parece?
- Me encantaría. Tengo ganas de ver un chochito depilado.
- Pues sígueme el rollo, pero claro no puedes salir en este estado.
Y sin pensárselo dos veces me cogió la polla y me cascó una paja a ritmo rápido provocando que me corriera al instante. Cuando acabo, me limpió con mis propios calzoncillos que estaban tirados en el suelo y me dijo – Vamos, límpiate y sal, que te esperamos. –
Así hice, luego me puse el bañador, cogí mi toalla y salí al jardín.
Estaban tumbadas las dos boca arriba, con las tetas al aire y mi hermana sin el tanga, apartado a un lado de la toalla. Me tumbé al lado de mi Isabel, dejándola en medio de los dos y esperé. Pasaron unos cuantos minutos en silencio sin que Isabel dijera nada. Se suponía que iba a provocarnos para hacer que nos quitáramos el bañador, pero estaba callada, supongo que intentando que nos aclimatáramos a la situación.
- ¡Que a gusto se está tomando el sol en bolas! – dijo al fin – No sé que hacéis con el bañador puesto.
Ni Patricia ni yo respondimos. Si esa era su manera de provocarnos no había conseguido mucho. Pensé que sería más directa.
- Además – añadió – es que no lo entiendo. A los dos os gusta tomar el sol en pelotas, y no me digáis que no, porque más de una vez he estado con cada uno de vosotros tomando el sol los dos desnudos. Pero claro, hoy como estamos los tres pues no toca, vosotros os lo perdéis.
- Es distinto – contestó Patricia – Una cosa es estar tú y yo, dos amigas desnudas, y otra con tu hermano, que es un tío.
- Pues a él no creo que le fuera a molestar demasiado que te quitaras el tanga – replicó Isabel - ¿A que sí, hermanito?
- Efectivamente – intervine – no me molestaría nada.
- ¿Ah, sí? – dijo Patricia – Pues a mí tampoco me molestaría nada que te quitaras tú el bañador, así que ya puedes ir quitándotelo.
- Ahora mismo – respondí.
Me senté en la toalla, me bajé el bañador y lo dejé en la toalla. Al ver que empezaba a quitarme el bañador, Patricia se incorporó a comprobar si aquello era de verdad, y cuando me vio desnudo estalló en una risa nerviosa.
- Es tu turno – dijo Isabel mirando a Patricia.
- No me puedo creer que esté haciendo esto – dijo Patricia mientras comenzaba a quitarse el tanga, sin parar de reír.
- Bueno ya está – añadió mi hermana – Tampoco ha sido tan difícil.
- No ha sido tan difícil, no – replicó Patricia – Pero te advierto que me sigue resultando muy raro estar desnuda con tu hermano al lado, aunque él también lo esté. ¿A ti no te pasa? – preguntó dirigiéndose a mí.
- Sí – afirmé – algo raro es, pero me gusta.
- No te fastidia – añadió mi hermana – no le va a gustar estar con dos mujeres desnudas al lado. Anda, ponte en medio y así podrás decir que has estado tumbado entre dos mujeres en pelotas. No creo que muchos amigos tuyos puedan presumir de algo así.
Los tres reímos. Me coloque entre las dos tumbándome boca abajo imitándolas, ya que ellas se acababan de dar la vuelta. Se volvió a hacer el silencio de nuevo. Yo empezaba a preocuparme, porque a medida que pasaban los minutos se me iban pasando los efectos de la paja que me había cascado Isabel, y mi picha no podía mostrarse ajena al hecho de estar entre mi hermana y su amiga con el culo al aire. No pensaba que fuera a pasar nada más entre nosotros que el mero hecho de estar los tres desnudos, pero la situación no dejaba de excitarme, procuré controlarme, al fin y al cabo en esos días me había acostumbrado a estar con Isabel desnuda a mi lado casi de forma constante, y casi lo consigo, de no ser por mi hermana y sus ideas.
- Con lo que está pegando te vas a quemar – dijo Isabel – Te voy a poner un poquito de crema.
Cogió el tubo de bronceador, se sentó a mi lado y echando un poco en la palma de su mano dijo, dirigiéndose a su amiga.
- Échame una mano, Patricia, que no llego a ese lado.
Patricia se incorporó sin contestar y extendió la mano para que mi hermana le pusiera algo de crema en su mano. Aquello no podía acabar bien, y yo lo sabía. Dos mujeres desnudas se disponían a aplicarme crema bronceadora por mi cuerpo igualmente desnudo. Aunque pusiera todas mis energías en concentrarme para tratar de evadir mi mente, eso sólo podía terminar de una forma.
Parecían haber estado haciéndolo toda la vida, estaban perfectamente sincronizadas, recorrían a la vez el mismo lugar de mi cuerpo y con la misma intensidad. Comenzaron por los hombros, suavemente con un toque ligero que apenas se dejaba sentir, bajaron por la espalda aumentando levemente la intensidad y cuando alcanzaron el culo se entretuvieron mucho más de lo necesario, restregándolo con fuerza. Cuando terminaron con el culo prosiguieron con las piernas a las que dedicaron tan solo unos segundos.
Al acabar, tal y como esperaba, presentaba una tremenda erección, y de no ser por el ritmo de actividad al que había sometido a mi polla, no dudo en que habría estallado allí mismo poniéndome en una situación aún más embarazosa que aquella en la que me encontraba.
- Bueno, no te quejarás – dijo Isabel – No creo que muchos hombres puedan presumir de haber tenido a dos mujeres desnudas masajeándole el culo, y menos a tu edad.
- Pues tenías razón – añadió Patricia – Tiene el culo bien durito.
- Anda calla, que se va a ruborizar – dijo Isabel, y para complicar más las cosas añadió – Venga, date la vuelta que te echemos crema por delante.
Eso fue una puñalada trapera. Conociéndome Isabel tenía que tener muy claro que a esas alturas yo me encontraba como me encontraba, y en esa situación no parecía muy prudente darse la vuelta. Una cosa es que te vean desnudo y otra desnudo y con la polla apuntando al cielo.
- Déjalo, no hace falta – contesté tratando de no parecer afectado. Con escaso resultado, obviamente.
- Pues tú te lo pierdes – replicó mi hermana guiñándome un ojo. Nuevamente me provocaba, dando a entender que lo iba a pasar bien si me daba la vuelta, ya me entendéis, aunque los dos sabíamos que nada iba a pasar, habría sido ir demasiado lejos.
- Me temo que alguien tiene problemas con cierta parte de su cuerpo – añadió Patricia - ¿O me equivoco?
- Obviamente, No – Finalizó Isabel.
Me puse rojo como un tomate. Estaba descubierto, eso ero previsible, pero no lo era tanto que mi hermana y su amiga lo comentasen de forma abierta y a las claras.
- Venga, no seas tonto, date la vuelta – Ahora era Patricia quien me provocaba sin ningún miramiento – Que no va a ser la primera vez que veamos a un tío empalmado.
- Sí, venga – siguió Isabel – Dale ese gustito.
- Sí, por favor, enséñame lo que tienes entre las piernas, grandullón – insistía Patricia – A ver si lo tienes tan bien hecho como el resto del cuerpo.
- Ya lo creo – afirmó mi hermana, dejándome perplejo. Estaba asumiendo que me había visto la polla empalmada. – No está nada mal dotado.
Luego lamentaría haber dejado pasar semejante oportunidad, pero en aquel momento me acojoné. Estar empalmado entre mi hermana y su amiga era mucho más de lo que podía asumir, así que dije.
- Estáis locas, ni soñándolo.
Y tapándome el rabo como buenamente pude, me levanté, dándoles siempre la espalda, y me dirigí a la casa.
- No, por favor – Protestaron las dos al unísono.
- Enséñanoslo un poquito, aunque sea un segundo – suplicó Patricia – No me dejes sin verlo, por favor.
Aquello me hizo gracia, así que paré, me di la vuelta, aparté las manos y por unos segundos les mostré mi rabo completamente empalmado, y a continuación entré corriendo en la casa.
No hace falta decir que me dirigí corriendo al baño y me casqué una soberbia paja no tardando en correrme más de un minuto. En mi vida, ni siquiera en sueños, podría haber imaginado vivir algo igual, dos mujeres hechas y derechas, completamente desnudas a mi lado y sobándome todo el cuerpo. Y el chocho de Patricia, que sensación ver uno completamente depilado, con sus gruesos labios rojos de excitación. Parecía estar en un estado de completa alucinación, pero aquello era real y bien real.
Ya más calmado pensé que ellas debían intuir, y mi hermana no sólo intuir, que había estado haciendo y me dio un tremendo corte. No quería enfrentarme a sus risas y comentarios, así que me enfundé mi ropa deportiva y salí a correr como hacía habitualmente.
Cuando iba a salir entraron ellas en casa, todavía desnudas con las toallas y tangas en la mano.
- Voy a echar una carrera – dije tratando de aparentar naturalidad.
- Muy bien – contestó Isabel – así te relajas. ¿O ya te has relajado? –añadió con su provocativa sonrisa.
- Que graciosa – Fue muy respuesta, mientras me ponía como un tomate.
Me dirigí a la puerta y me llamó Patricia.
- Espera – dijo – dame dos besos, que yo me voy enseguida y cuando vuelvas ya no estoy.
- Claro – contesté girándome para ver por última vez su chichi depilado – Hasta la próxima.
- Hasta la próxima – y susurrándome al oído para que no pudiera oírle mi hermana añadió – Si quieres mañana mismo, estaré solita en casa. Puedes pasarte si te apetece.
No contesté, salí corriendo y a medida que avanzaba pensaba en lo que me acababa de decir. El sentido de su invitación era más que evidente, y enormemente atractivo, pero me daba pánico la posibilidad de aceptarla. Yo adoraba a mi hermana y me gustaba mil veces más que ella, pero mi estancia a su lado no había hecho más que despertar en mí un deseo mayor cada día de estar con una mujer y hacerle el amor, y por más que yo lo ansiaba, no parecía muy probable que fuera mi hermana quien me iniciara en esas artes. Procuré no pensar más en ello y seguí con mi carrera.
Al regresar me encontré a Isabel recostada boca abajo en el sofá leyendo, desnuda una vez más. Me senté en el suelo a su lado.
- ¿Qué? – preguntó - ¿Te gustó?
- Mucho – contesté.
- Esta buena Patricia, verdad. – añadió – Y encima vaya sobe en el culo que te has llevado por la cara, majo.
- Sí, esta buena, pero no me gusta ni la mitad que tú. Y si te da envidia lo del sobe en el culo eso tiene fácil solución. – respondí, y comencé a acariciar suavemente su trasero.
- Adulador – dijo sonriendo.
Por primera vez era yo quien tomaba la iniciativa, y ella se dejaba hacer, mientras permanecíamos en silencio. Estuve un buen rato acariciándole la espalda y el culo, bajando poco a poco la mano dejándola reposar por leves instantes entre sus muslos, mientras ella separaba sus piernas a cada toque, dándome la señal de que estaba esperándome.
Yo acercaba cada vez más mi mano a la entrada de su vagina, húmeda y cálida. Mojaba mis dedos en su interior y los llevaba hasta su clítoris sintiendo el peso de su vientre en mi mano. Con suma suavidad y lentitud repetí una vez el movimiento hasta hacerle lanzar un suspiro que me decía que había alcanzado el orgasmo.
Cuando se recuperó, se dio la vuelta, me sonrió y me dijo.
- Te adoro, eres un encanto.
Estaba preciosa, más que nunca. Deseaba hacerle el amor como nunca antes lo había sentido, pero ella parecía sentirse satisfecha con el placer que acababa de darle, así que me conformé con sentir su mano agarrada a la mía como dos enamorados.
A la mañana siguiente Isabel salió a trabajar por la tarde. Yo estaba aburrido, así que salí a correr una vez más. No había vuelto a pensar en la proposición de Patricia del día anterior, pero sin pensarlo me encontré a escasos metros de su casa. No fue intencionado en absoluto, algunas veces tomaba ese camino y quizás el subconsciente me llevó a la puerta de su casa. Nunca había entrado, pero sabía donde vivía porque alguna vez la había acercado mi hermana con el coche.
Me detuve a la puerta, dudando si llamar o no. Una voz interior me decía que no lo hiciera, que me arrepentiría, pero venció la tentación y apreté el timbre.
A los pocos segundos aprecié la figura de Patricia acercándose por el jardín. Lucía una gran sonrisa y al abrirme la puerta me saludó, me dio un beso, por primera vez en los labios, me cogió de la mano y sin decir palabra entramos en la casa dirigiéndonos a su dormitorio. Me sentó en su cama y sin decir palabra me quitó la camiseta empapada de sudor, luego me quitó las zapatillas y me hizo ponerme de pie. Entonces dijo.
- ¿Sabes por qué te invité a venir ayer, No?
- Me lo estoy imaginándome – Respondí tímidamente.
- ¿Te lo estás imaginando? – Contestó, mientras me despojaba de mis últimas prendas dejándome completamente desnudo – Yo creo que está muy claro.
Acercó sus labios a los míos, introdujo su lengua en mi boca y me dio el primer beso de mi vida. Era una sensación nueva, cálida y húmeda como nunca había sentido. Con mi hermana nunca nos habíamos besado así, y mi experiencia con otras chicas había sido nula. Me debí mostrar bastante torpe, porque ella sonrió y me dijo.
- Me parece que hoy vas a aprender mucho, corazón.
Se quitó la ropa y se alejó un poco para que pudiera verla bien. Dio una vuelta lentamente para que pudiera observar su cuerpo desnudo. Luego se acercó, me hizo sentarme en la cama y me cogió ambas manos separando su cuerpo para que pudiera seguir disfrutando de su visión.
- ¿Te gusta lo que ves? – Preguntó.
- ¿Tu que crees? – Respondí separando mis piernas de tal forma que le mostraba mi polla como una estaca.
- Parece que sí – Confirmó – Y ¿Qué es lo que más te gusta?
- Esto – Contesté, llevando la mano a su chochito depilado.
- Ya lo sabía. – Añadió - ¿Sabes por qué me gusta llevarlo así, sin ningún pelito?
- No – Negué con la cabeza.
- Por dos cosas. Porque a todos los tíos os pone a cien y porque me encanta que me coman el coño, y que quien me lo haga, lo disfrute y no tropiece con pelitos. – Y añadió - ¿Te gustaría comérmelo?
- Sería un placer – Respondí.
- Pues hoy vas a aprender.
Se tumbó en la cama boca arriba y se abrió de piernas por completo. Me dirigió la mano al chichi y comenzó a explicarme lo que eran los labios, el clítoris, la vagina y como debía acariciarlos y besarlos. Yo me hacía el despistado. Si le hubiera dicho que me había convertido en un experto en proporcionar placer a una mujer con mis dedos habría tenido que explicar muchas cosas, así que opté por hacerme el ignorante.
Su excitación era evidente, nunca había sentido a mi hermana tan mojada como ella y mis caricias comenzaron a surtir efecto, por lo que Patricia apartó mi mano y llevó mi cabeza a su entrepierna. No paraba de darme instrucciones sobre como debía hacerlo, por donde empezar, como seguir, bajar o aumentar la intensidad, ahora lame, ahora succiona, muerde ligeramente. Sabía como manejar sus ritmos para demorar el clímax lo más posible y disfrutaba como una loca.
Yo empezaba a cansarme, aquello parecía una clase de colegio más que estar haciendo el amor, y si no terminaba pronto mi lengua iba a quedar destrozada. Además, por el momento ni siquiera me había tocado la polla, que después de media hora dándole a la lengua en el coño estaba a punto de estallar.
Finalmente se corrió, gritaba como una loca y tuve que apartar la cabeza del coño, porque de no hacerlo me la habría aplastado entre sus piernas. Cuando acabó volvió a separarlas y dijo.
- Fóllame, quiero que me folles ya. – Dijo sacando un condón del cajón de la mesilla y poniéndomelo rápidamente.
Me puse encima, y comencé a restregar la polla por su vientre, pero no atinaba a metérsela, hasta que ella la cogió con la mano y se la llevó directamente a la entrada del coño. Tan excitado como estaba no tardé más que unas pocas embestidas en correrme.
Al notarlo, Patricia me abrazó y me dijo.
- No te preocupes, es normal la primera vez. Además puedes estar orgulloso me has hecho gozar con la lengua como hacía tiempo que no disfrutaba. Vas a ser un maestro en hacer gozar a las mujeres.
Me sentía incómodo, a pesar de sus palabras de ánimo. Sí, ella había gozado, pero para mí había sido un auténtico desastre, esperaba otra cosa para mi primera vez. Esto no tenia nada que ver con el placer y la ternura que sentía con Isabel.
- Creo que será mejor que me vaya – dije levantándome de la cama – Empieza a hacerse tarde.
- No te vayas tan pronto – protestó Patricia – Podemos repetir, y te prometo que será mucho mejor.
- No quizás otro día.
Me vestí, le di un beso en la mejilla y me despedí.
Cuando llegué a casa Isabel estaba esperándome en la puerta. No lucía su habitual sonrisa, parecía disgustada.
- ¿Has estado con ella? ¿No es cierto? – preguntó de forma inquisitiva.
No me atreví a contestar, para que negarlo, no sé cómo, pero ella lo sabía y no tuve tampoco el valor para admitirlo.
- Teníais que fastidiarlo todo. – añadió, cada vez más furiosa – Estaba siendo todo tan bonito, pero no, no podías tener un poco de paciencia, esperar un poquito más, tenías que encontrar ya un coño donde meterla como fuera.
Paró por unos segundos y rompió a llorar. Extendí mi mano intentando consolarla pero la apartó de un manotazo.
- Déjame, espero que hayáis disfrutado. Podía haber sido tan bonito, tan tierno, pero has tenido que fastidiarlo. – añadió. – Me has decepcionado.
Y salió corriendo a encerrarse en su habitación.
Me quedé sentando en el porche oyendo sus sollozos. Cómo podía haber sido tan torpe. La había cagado pero bien, y por estar con una tía con la que ni siquiera había disfrutado. Isabel me quería tanto como yo a ella, y ahora entendía con claridad que nuestro destino habría sido terminar haciendo el amor pero ahora todo se había ido a la mierda por mi culpa.
No creí que jamás pudiera recuperarla.