Verano al natural (2)

Por fin consigue ver a su hermana completamente desnuda. Ella le pilla masturbándose y hablan de su propia autosatisfacción sin tapujos.

Aquella noche dormí fatal. No me había sentido más confuso en mi vida. Estaba a dos pasos de una mujer que acababa de enseñarme unas fotos suyas desnuda y me había insistido en que no tenía nada de malo que nos viéramos el uno al otro desnudos. Verla desnuda me había excitado y había encendido en mí un deseo que no creía que existiera en mí.

Esa mujer era mi hermana.

A la mañana siguiente, cuando me desperté, Isabel ya se había ido. Decidí que aquel día no saldría a correr, tenía cosas más interesantes que hacer.

Encendí el ordenador y me fui directamente a la carpeta de imágenes que habíamos visto la noche anterior. Fui explorando las distintas carpetas, en su mayoría eran fotos de parajes naturales que mi hermana había visitado y estudiado. No me detuve demasiado, seguí buscando hasta llegar a una carpeta que se llamaba Australia, eso era lo que buscaba. Volví a mirar una y otra vez las fotos de Isabel desnuda, que preciosidad tenía delante, su melena rizada su eterna sonrisa en su cara, su cinturita de avispa, su vientre plano, sus enormes tetas con sus pezones morenos que, ahora con más detalle, pude observar que estaban erectos en las primeras fotos, por el frío del agua supuse. Y ese culo que me tenía enamorado, en su justa medida, redondito, era la perfección hecha carne.

Ya tenía la picha a punto de estallar, quería más, quería verla al completo, ese matojo de pelo entre las piernas, pero no había más fotos que las que ya me había enseñado.

Tras mirar otras fotos con la vana esperanza de encontrar algo apetitoso, encontré una carpeta que se llamaba Patricia. Sentí una agitación en mi cuerpo, ¿Sería la misma Patricia?. Sí, eran unas fotos hechas a la puerta de la casa, en el lugar donde habían estado tomando el sol el día anterior.

En la primera foto se la veía tumbada boca abajo con un tanga negro mirando a la cámara, había otras dos similares en la misma posición. Luego venían unas cuantas fotos sentada. Sus tetas eran muy diferentes a las de Isabel, bastante más pequeñas y ligeramente caídas, con unos pezones rosados y una gran aureola rosa claro cuyo color casi se confundía con el de la piel, pero en cualquier caso me parecían igualmente formidables. A continuación venía otra serie en las que estaba de pie, de frente, de lado, de espaldas, en todas las posturas...

Y a continuación, una foto en la que se la veía de frente bajándose el tanga, luego otra ya de espaldas jugando con la goma del tanga y en las siguientes ya quitándose la dichosa prenda. Había varias fotos de espaldas o de lado, en poses muy sugerentes, que insinuaban sin terminar de enseñar lo que yo quería ver. Luego un par de fotos de frente tapándose el pubis y, finalmente, el premio gordo: Patricia de frente, con las manos detrás de la cabeza, mostrando su chocho sin ningún pudor. Y lo mejor de lo mejor, lo tenía completamente depilado. Tenía las piernas ligeramente entreabiertas y no se podía ver como me hubiera gustado, pero se intuían claramente sus labios vaginales.

Como se puede suponer, llevaba acariciándome la polla por encima del boxer con que dormía desde que encendía el ordenador, pero al ver aquello me lo quité y me casqué una paja a su salud no tardando en correrme poniéndome perdido con mi propio semen.

Seguí buscando ansiosamente por todo el ordenador con la esperanza de encontrar alguna carpeta oculta con más fotos. Fantaseaba en encontrar fotos de Isabel en plan más duro, abierta de piernas, follando o mamándosela a algún tío, pero no había nada más. Volví a las fotos conocidas y me la volví a menear, esta vez con la foto de mi hermana y su amiga Alison enseñando el culo.

Apague el ordenador, recogí todo y me duché y esperé a que volviera Isabel a comer.

Cuando regresó me preguntó.

¿Qué tal la mañana, qué has estado haciendo, saliste a correr?

No, estaba un poco vago, esta tarde saldré. Estuve leyendo casi toda la mañana – mentí.

¿Has estado viendo más fotos en el ordenador?

Si, un ratillo. – Mi primer impulso era decir que no, pero al fin y al cabo había sido ella el día anterior quien me había animado a hacerlo. – Algunas son geniales, has estado en sitios francamente maravillosos.

Vaya – dijo con cara de contrariedad.

¿Qué pasa? ¿He hecho algo malo? Me dijiste que podía verlas – dije intentado defenderme.

Si, si, claro, no pasa nada. Es que no me acordaba que había unas fotos que no estoy segura de que debieras ver. ¿Las has visto?

¿A qué te refieres? – respondí tratando de disimular.

Lo sabes muy bien, no te hagas el tonto, las fotos de Patricia. Dímelo, no pasa nada, en realidad no tengo claro si a ella le importaría que las hayas visto. En realidad no has visto mucho más que no vieses ayer.

No, claro – dije intentando no dar importancia al tema, aunque para mí si la tenía. Porque para mí, sí que era mucho más haberle visto el chocho pelado en esa foto.

¿Y te han gustado?

¿El qué?

Pues qué va a ser, las fotos. Se las hice yo, como habrás imaginado. Le enseñe las fotos de Australia, le encantaron, y me dijo que a ella nunca le habían hecho fotos desnuda, todo lo más enseñando las tetas. Así que le dije "Pues eso tiene fácil arreglo", cogí la cámara y ahí está el resultado.

Está mal que yo, que soy la fotógrafa lo diga, pero a mí me parece que han quedado geniales. ¿No te parece?

Sí, están muy bien. – contesté sin saber muy bien que decir. Tampoco quería mostrar un excesivo entusiasmo que pudiera delatarme.

A ella le encantaron, sobre todo las últimas, cuando se quitó el tanga, y eso que le costó un mundo hacerlo. Yo creo que fue por lo de llevar el chichi depilado, aunque yo ya se lo había visto antes. Supongo que le daría corte que se le viera así en las fotos.

Supongo – asentí. Y sin pensarlo me atreví a preguntar - ¿Tu también lo llevas así?

¿El qué? ¿El chichi? – preguntó un tanto perpleja, mientras yo asentía con la cabeza. No esperaba que me atreviera a preguntarle algo así. Y respondió – No, del todo no. Yo lo llevo arregladito, me depilo bastante los lados, pero del todo no. Alguna vez lo he hecho, pero me veo muy rara así, con el chocho pelao, y no veas luego como escuece cuando vuelve a salir el pelo. Así que no.

Me quedé mirándola en silencio. Mi hermana hablándome de cómo tenía el chocho como si tal cosa, y yo no pensando en otra cosa más que en verlo. Por unos segundos pensé en decirle "Enséñamelo", pero no me atreví, aunque creo que si se lo hubiera pedido no habría vacilado en mostrármelo. Así que empezamos a comer y cambiamos de tema de conversación.

A la tarde salí a correr un buen rato. Necesitaba liberar un poco de adrenalina para tratar de volver a la normalidad. Cuando llegué, Isabel estaba leyendo un libro dentro de la casa, lo que me decepcionó, esperaba encontrarla tomando el sol, pero no hubo suerte. Estaba sudando como un pollo, así que me fui directo a la ducha.

Cuando terminé empecé a darle vueltas en mi cabeza a una idea. Sentí un súbito impulso de salir desnudo y dirigirme así a mi habitación, pero por otra parte pensaba que quizás mi hermana no le encontrara sentido a verme aparecer desnudo en medio del salón porque sí. Deseaba hacerlo; por una parte pensaba que asumiendo la desnudez de forma natural, como ella decía, la forzaría a hacer lo mismo y por fin podría verla todo, y además deseaba hacerlo por exhibirme ante ella, quería mostrarle mi cuerpo. Finalmente el miedo me venció, me anudé la toalla a la cintura y salí del cuarto de baño.

Al oírme salir levantó la vista del libro, se me quedo mirando y me dijo.

Observo que todo lo que estuvimos hablando anoche no ha servido de mucho.

¿Qué quieres decir?.

Pues eso, que no importa que dos hermanos se vean desnudos. Por lo que parece tu sí puedes verme a mí en bolas y te parece normal, pero no que yo te vea a ti.

En fin, si te da corte puedes hacer lo que te dé la gana, pero sería mucho más saludable que empezases a dejar la toalla en el cuarto de baño.

La miré a los ojos, desanudé la toalla de mi cintura, la dejé en el respaldo de una silla y anduve hacia mi habitación.

Un culo precioso – Fue su comentario.

Me alegra que te guste – contesté, mientras entraba en mi habitación.

Había dado un nuevo paso, estar desnudo frente a mi hermana. Únicamente había podido verme el culo, pues ya estaba dándole la espalda cuando me quité la toalla, pero era un comienzo.

A la mañana siguiente le tocaba trabajar, así que dedique mi tiempo a salir a correr un poco y, por supuesto, a hacerme otro par de pajas contemplando sus fotos y las de su amiga Patricia. Pero una cosa seguía comiéndome la cabeza, seguía sin haberla visto desnuda, sabía que todos los días, después de la ducha, salía desnuda, pero soy un tremendo dormilón y ella siempre se ducha por la mañana muy temprano, así que seguíamos en las mismas. Tenía que verla completamente desnuda como fuera.

Al mediodía mi hermana me sorprendió al volver. Traía en el coche dos bicicletas de montaña. Había pensado que como empezaba el fin de semana estaría bien recorrer el parque en bici. A ella le encanta pasear en bici, y sabe que a mí también me gusta, así que fue una idea genial.

Estuvimos dando un largo paseo por el parque, hacía mucho calor y regresamos cubiertos de sudor. Sabía que mi oportunidad estaba cerca, tendríamos que darnos una duchita para refrescarnos.

Yo entré primero. El pensamiento de que estaba a punto de lograr mi tesoro, ver desnuda a mi hermana, y la idea de que iba a aparecer en unos minutos yo mismo en pelotas, con el rabo al aire enfrente de ella, hizo que se me pusiera dura como una piedra. No quería que me viera aparecer empalmado, y pensar en ella me excitaba con locura. Comencé a tocarme una vez más y al poco ya esteba meneándomela frenéticamente. Me corrí y terminé mi ducha. Tras secarme abrí la puerta saliendo completamente desnudo.

Enfrente de mí estaba Isabel. No hizo comentario alguno sobre mi desnudez, tan sólo me dedicó una sonrisa que me pareció de aprobación. Ella ya se había quitado la camiseta y el sujetador, y me preguntó:

¿Has terminado?

Me queda afeitarme – contesté. Entonces no tenía mucha barba, pero me afeitaba cada tres o cuatro días.

Vale, pues si te parece me voy a ir duchando y si quiere te afeitas mientras me ducho.

Y se metió en el baño dejando la puerta entreabierta en lo que era una clara habitación a entrar tras ella. La mampara era de cristal transparente, así que podría verla absolutamente al natural. Pensé en ir a mi habitación a ponerme algo, pero deseché la idea, levantaría menos sospechas si yo estaba igualmente desnudo.

Abrí la puerta y ya se había metido en la bañera. Me daba la espalda, volví a admirar su rotundo culo, diciendo para mis adentros "date la vuelta, date la vuelta" Y lo hizo.

Mi hermana era una auténtica preciosidad. Con el agua corriendo por su cuerpo parecía una auténtica diosa. Bajé la mirada de su pecho al vientre, encontrando un pubis muy arregladito, como ella misma había dicho. Una tira de vello de unos tres dedos de ancha encima del chocho y prácticamente nada a los lados. Me miró y dijo "¿Te vas a afeitar o piensas pasarte la tarde mirándome?".

Empecé a afeitarme tratando de disimular mi quemazón. La veía a través del espejo y era como estar en un sueño, mucho mejor de lo que habría podido imaginar. Comenzó a enjabonarse, sin esponja, sólo su mano cubierta de gel recorriendo su cuerpo. Verla sobándose las tetas, el culo y el chocho, que se frotaba con gran fruición dedicándole una especial atención, era una provocación que, de no haberme hecho cinco minutos antes una paja, habría hecho que se me hubiese puesto como un poste de teléfono y empezara a cascármela allí mismo.

Terminó de aclararse a la par que yo acababa mi afeitado. Cerró el grifo, cogió la toalla y empezó a secarse mientras charlaba conmigo de no recuerdo qué. Sólo tenía ojos para sus tetas bamboleándose mientras pasaba la toalla, o ver como pasaba la toalla entre sus piernas para secar su tesoro. Luego puso una pierna sobre el borde la bañera para secarla, con la pierna separada me estaba dando una visión nítida de la entrada de su vagina y sus labios, que parecían pequeños y cerrados, como a mí me gustan. Tal y como había intuido, los lados de sus labios estaban completamente afeitados, sólo tenía esa fina tira de vello encima de su vagina. Era obvio que estaba mirándole el coño, medio abierta de piernas, pero no parecía importarle.

Empezaba a ponerme rojo de rubor, y mi polla comenzaba a despertarse, por lo que abandoné rápidamente el baño para no delatarme y me vestí.

A la noche, ya en la cama, le dediqué una especial sesión de autosexo a su chocho abierto y casi depilado. Aquel sentimiento de culpa inicial por tener estos pensamientos sobre mi hermana había desaparecido por completo, y sólo quedaba el ansía por verla una y otra vez en todo su esplendor.

A la mañana siguiente, al levantarme, me encontré a Isabel preparando unos bocadillos en la cocina. Había pensado que podíamos pasar todo el día montando en bici y comer unas bocatas en un sitio que conocía y me iba a encantar. Acepté de buen grado y salimos de excursión.

Pedaleamos por largo rato, parando de vez en cuando a beber. Ya casi al mediodía, algo agotados y muertos de calor, llegamos a nuestro destino. Era un auténtico lujo, un paraíso solo para nosotros. Un remanso de agua cristalina, con árboles en la orilla donde no se oía más ruido que el de algún pajarillo.

Bueno ¿Valió la pena el esfuerzo? – me preguntó.

Ya lo creo – contesté – Es una maravilla.

Venga, vamos a darnos un chapuzón – dijo, quitándose la camiseta.

¿Y los bañadores? – pregunté ingenuamente.

Aquí no hace falta bañador, vamos.

¿Y si nos ve alguien?

Aquí no viene nadie, he venido muchas veces y sólo me he encontrado una vez una pareja, y también estaban desnudos. ¿Vienes o no? – preguntó ya desnuda - Yo me voy al agua.

Fue metiéndose lentamente en el agua. Me quité la ropa y me fui al agua. Y pronto comenzaron los problemas. Esta vez no me la había cascado antes y, por más que intentaba pensar en otra cosa, mi picha se despertaba al contemplar a mi hermana desnuda nadando en el agua. Dentro del agua pude disimular, pero tras un rato Isabel salió del agua.

Venga, vamos a secarnos y luego comemos – dijo.

Ya voy – contestando esperando que se me pasara, pero ella estaba frente a mí y no se me iba a pasar.

Venga, sal de una vez – insistió.

Me rendí a la evidencia, no había solución alguna. Salí del agua tratando de taparme con las manos, pero aquello no había forma de ocultarlo. Cuando me vio, abrió los ojos de par en par y gritó.

Madre mía, pero como estás – exclamó.

Lo siento – Fue lo único que acerté a decir rojo de vergüenza.

Eso es por mí, supongo – preguntó, algo turbada.

No abrí la boca, simplemente asentí con la cabeza.

Bueno, no sé si tomármelo como un halago – bromeó – Pero no seas tonto y quítate las manos de ahí, que no me voy a asustar. Que no es la primera vez que veo a un tío empalmado.

Es que no puedo evitarlo – dije sollozando.

No seas tonto, hombre – me animó – si es normal, a muchos chicos le pasa, sobre todo si no están acostumbrados a ver chicas desnudas. Y tu no lo estás, ¿Verdad?.

No.

¿Cuántas chicas has visto desnudas? – preguntó.

Ninguna.

¿En serio? – dijo sorprendida – O sea, que yo soy la única mujer que has visto en pelotas. Entonces no me extraña que te pase, lo raro es que hasta ahora no te hubiese pasado. Ayer, mientras me duchaba estabas tan normal.

Lo siento – acerté a decir haciendo caso omiso a su comentario, yo sabía perfectamente porque el día anterior no me había pasado, pero tampoco era cuestión de confesar.

Pasado un rato, una vez seco, me puse mis boxers y mi pantalón corto. Ella se puso sus braguitas y los shorts que llevaba dejando el pecho a descubierto. Mi erección había desaparecido, pero a ella no parecía importarle demasiado, pues siguió mostrándome sus tetas durante toda la comida. Sólo se volvió a poner el sujetador y la camiseta cuando volvimos a coger la bici para regresar a casa.

Nada más llegar, lo primero que hizo fue quitarse toda la ropa, decía que estaba empapada y no lo aguantaba, y pasó a ducharse. Su visión desnuda volvió a excitarme provocando un enorme bulto bajo el pantalón, me miró apreciando mi estado, sonrió y se dirigió al baño dejando la puerta entornada.

No podía evitarlo, tenía que volver a verla, así que me asome por la rendija de la puerta a admirar una vez más su cuerpo desnudo sin que ella me observara. Cuanto más la veía más me obsesionaba y más deseaba verla una y otra vez. Al cerrar el grifo de la ducha salí corriendo a sentarme en el sofá esperando a que saliera. Cuando lo hizo, pasó frente a mí, desnuda una vez más, aumentando mi excitación.

La polla estaba a punto de estallar, así que, una vez se metió en su habitación, salí al cuarto de baño quitándome la ropa a toda prisa. Cerré la puerta, abrí el grifo y entré en la ducha, comenzando a meneármela frenéticamente bajo el agua caliente. De repente la puerta se abrió y entro Isabel a coger su cepillo para el pelo. Me vio, quedándose paralizada en la puerta unos segundos, "Perdón, lo siento" dijo y salió.

En una fracción de segundo todo se me vino abajo. "Mierda, y ahora cómo voy a tener cojones a salir ahí fuera", pensé. Quería que se me tragara la tierra. La sola idea de tener que verme cara a cara con mi hermana después de que me pillara cascándomela como un mono era un tormento que, de una u otra forma no podía evitar. Qué podía decir, negar lo evidente habría resultado ridículo. Me duché me sequé y permanecí un rato sentado en el borde de la bañera. Me habría quedado allí por toda la vida, pero no podía seguir aplazando lo inaplazable. Abrí la puerta y salí.

Estaba sentada en el suelo de la terraza leyendo un libro. Me miró, sonrió como siempre hacía, y sin abrir la boca, volvió a su lectura.

No dijo nada, eso fue todo, resultaba evidente que no quería que me sintiera incómodo. Lo agradecí, pero lo que había pasado estuvo flotando en el ambiente el resto de la tarde y durante la cena. Había un silencio entre nosotros que ninguno de los dos se atrevía a romper.

A la noche, salí al jardín a tomar el fresco como solíamos hacer cada noche. Pasados unos minutos vino y se sentó a mi lado.

Es ridículo que estemos callados sin hablarnos – dijo cogiéndome la mano – Lamento mucho haberte pillado, pero no tienes que sentirte mal por eso. No estabas haciendo nada malo, todo el mundo se masturba.

Sí, pero no a todo el mundo le pillan. – contesté.

No, claro, pero qué le vas a hacer. No vas a hacer un mundo de ello. No le des tanta importancia.

¿Y si hubiese sido al revés? – protesté - ¿Tampoco habría tenido importancia, te habría dado igual?

No, por supuesto que no. Que te pillen masturbándote es un corte, lo sé por propia experiencia, pero a veces resulta liberador.

¿Qué quieres decir con eso? ¿Es qué a ti te han pillado alguna vez?

Sí, me pilló una compañera de piso. Estaba sola en casa, se suponía que no iba a regresar hasta muy tarde, pero llegó antes de lo previsto, no la oí cuando entró y me pilló en el salón sin bragas y haciéndome un dedito.

Fue el peor corte de mi vida, me quería morir, pero al final resultó un tanto liberador. Al ver que me sentía tan mal, mi amiga comenzó a hablar de sus experiencias, me decía que podía haberle pasado lo mismo a ella y terminamos contándonos todos nuestros secretos inconfesables. Nos hicimos íntimas y al final descubrimos que compartíamos muchas experiencias vividas y por vivir, teníamos muchas cosas en común.

Eso es lo que quería decir. Podría haber sido al revés, podrías haber sido tú el que me hubiese pillado a mí, y por supuesto que me habría dado corte, pero qué le vas a hacer. No puedes hacerte el hara-kiri por eso. ¿Tu que piensas, qué yo no masturbo nunca?

No lo sé – contesté. Aquello comenzaba a ponerse interesante.

Pues sí, por supuesto que me masturbo, y ahora que hace tiempo que no tengo pareja más.

Cuando tenía tu edad lo hacía a diario. Ahora no, pero sí con frecuencia y a veces tengo rachas en que todos los días. Supongo que tú lo harás todos los días, y a veces más de una vez al día. ¿O me equivoco?

No, la verdad.

Parecía imposible, pero mi hermana había conseguido que algo por lo que quería morirme un momento antes se convirtiera en un tema más de conversación para charlar con total naturalidad.

Yo a veces también lo hago en la ducha, sabes – prosiguió – pero la verdad es que prefiero hacerlo en la cama, cuando me acuesto, es mucho más cómodo.

Supongo que tu no podrías más, verdad.

Asentí con la cabeza.

Es normal, viéndome todo el día en bolas, estarías a punto de estallar. Lo entiendo. – Hizo una pausa, me miró y preguntó - ¿Alguna vez te has masturbado pensando en mí? Dime la verdad, no me importa.

Sí – confesé – Sé que no esta bien, pero no puedo evitarlo. Eres la primera chica que veo desnuda y estás buenísima.

Yo tampoco sé si está bien o no, pero cuando el cuerpo te pide algo no hay manera de evitarlo, aunque pienses que está mal. No creo que sea algo de lo que debas arrepentirte. Yo por mi parte no voy a empezar a taparme por ello cuando estés delante.

Lo que siento es haberte cortado el rollo – bromeó – Bueno es hora de marcharse a la cama, así puedes terminar lo que has dejado a medias.

Nos fuimos a dormir, y en efecto, terminé lo que había dejado a medías. Y lo hice pensando en mi hermana haciéndose un dedito y su amiga pillándola en el salón de casa.

De algo estaba seguro, habría más pajas a su salud.