Verano al natural (1)

Un joven es invitado a pasar el verano a casa de su hermana mayor y disfruta viéndola desnuda a ella y una amiga sin ningún pudor.

El año que cumplí 16 años cambió mi vida de forma radical. Yo era un chico tímido sin ninguna relación con mujeres ni más experiencia sexual que la que yo mismo había aprendido a proporcionarme.

Y no es que no me hubiesen surgido oportunidades, sino que no había sabido aprovecharlas. Era un chico bien plantado, alto y con una gran pasión, hacer deporte, sobre todo cross, donde llegué a participar en competiciones con no malos resultados, lo que me convertía en un chico con una apariencia bastante aceptable. Pero el caso es que cada vez que se me acercaba una chica, incluso gustándome, no sabía como reaccionar y solía terminar huyendo.

Supongo que gran culpa de ello la tiene el haber crecido en una familia con tres hermanas mayores. Yo debí ser un desliz, porque mi hermana Isabel es 12 años mayor que yo, le sigue Elena 2 años menor y Yolanda que me lleva 8. No es necesario decir que siempre fui el juguete de la casa, objeto de todos los mimos y el nene superprotegido. Por la diferencia de edad mi relación con ellas no era la habitual entre hermanos, me adoraban pero no teníamos una relación íntima, especialmente con la mayor, Isabel, que se fue a terminar sus estudios de biología fuera de España con una beca Erasmus cuando tenía 20 años. Yo tenía entonces 8, y desde entonces había vivido fuera de España, incluso en Australia, aunque nos visitaba frecuentemente.

Por eso me sorprendió cuando me invitó a pasar el verano con ella. Había conseguido una beca para estudiar en un Parque Nacional por seis meses, y eso incluía una casa donde vivir en un entorno maravilloso. El resto de mi familia trabajaba, así que me invitó a pasar con ella el verano. En principio dije que no, aunque quería y admiraba a mi hermana mayor, no sabía como sería pasar tanto tiempo con ella, en cierto modo era una desconocida para mí, pero insistió tanto, sobre todo en las posibilidades infinitas que tenía de correr por el campo, que acepté, total la alternativa era quedarme a solas en casa, con mis pocos amigos fuera de la ciudad.

Cogí el autobús y me planté allí un viernes por la tarde. Fue a buscarme en un todo-terreno que le habían dejado para poder circular por el parque. La casa no era demasiado grande, una cabaña de madera con dos habitaciones, aunque muy equipada, con su cuarto de baño, cocina y todo, pero disponía de mucho campo libre a su alerededor, y su ubicación no podía ser mejor, en lo más alto de un cerro rodeada de árboles.

El primer fin de semana lo dedicamos a recorrer el parque de cabo a rabo. Era fantástico porque lo conocía muy bien y además tenía grandes privilegios, dada su condición podía acceder a cualquier sitio, incluso aquellos vedados a las visitas guiadas.

Me encanta la naturaleza, así que estaba entusiasmado. No importaba que la zona no presentara alicientes de otro tipo, era una balsa de tranquilidad y los lugares de ocio se limitaban a los bares del pueblo más cercano, a unos cinco kilómetros de casa. Así que cuando caía el sol nuestro entretenimiento consistía en tumbarnos en el jardín y charlar.

Todo era nuevo para mí. Dada la diferencia de edad y el tiempo que llevaba viviendo fuera de España, era la primera vez que charlaba con mi hermana durante largo rato. Hablábamos de todo, de su trabajo, sus estudios, sus vivencias en los países en que había vivido, especialmente Dinamarca y Australia. Y poco a poco nos íbamos conociendo el uno al otro. La envidiaba, me parecía que tenía una vida súper interesante comparada con la mía, ella me animaba y me decía que yo también tendría mis oportunidades y mi momento. Seguía siendo la hermana mayor que me adoraba, siempre dispuesta a ayudarme y enseñarme.

Yo la admiraba como hermana, pero no pensaba en ella como mujer, a pesar de ser muy guapa y tener un cuerpo casi perfecto, algo delgada pero con un culito y unas tetas muy bien puestas.

Todo eso cambió durante mi estancia allí.

Desde que llegué, cuando estábamos en casa, mi hermana siempre se ponía cómoda, como ella decía. Ponerse cómoda era ponerse una camiseta larga, hasta un palmo encima de su rodilla, y nada más, únicamente las braguitas, que normalmente eran tanga según se podía ver claramente a través de la tela, y nada más, siempre sin sujetador. Las camisetas eran bastante amplias y escotadas, así que cuando se inclinaba podía captar un vistazo de sus tremendas tetas, cosa que a ella no parecía importarle lo más mínimo, pues no hacía nada por evitarlo, un par de veces que me había pillado mirándola, simplemente sonrió, pero no se tapó.

Me gustaba verle las tetas, y me sentía un poco turbado, pero no sentía una especial excitación, simplemente pensaba que ella lo consideraba natural y no le preocupaba que yo pudiera estar mirándola.

El lunes, al levantarnos, le comenté que me gustaría empezar a entrenar un poco para no perder fondo. Le pareció buena idea, porque así, me dijo, podría ir estudiando, que era para lo que se suponía estaba allí, y que así por las tardes podríamos dedicarnos más a salir, pasear o lo que nos apeteciera.

Casi todos los días corría más o menos una hora, y a la vez hacía una serie de ejercicios, con lo que no volví hasta pasadas unas dos horas. A la vuelta, según me iba acercando, vi que estaba tumbada boca abajo tomando el sol a la puerta de la casa. Al llegar a su altura casi se me para la respiración, no llevaba la parte de arriba del bikini, y la braguita se la había bajado dejando al descubierto prácticamente todo el culo.

Se volteó y me saludó

Hola, ¿Qué tal tu carrera? – sin dejar de sonreírme a la vez que se iba subiendo la braguita, y añadió – Es que odio las marcas del bikini, sabes.

Claro – respondí con la voz entrecortada – Voy a pegarme una ducha.

Vale – respondió – Mientras yo voy preparando la comida.

Y se sentó en la toalla, dándome la espalda mientras se ponía la camiseta.

Mientras me duchaba no podía dejar de pensar en el pedazo de culo que acababa de ver, era perfecto, bien redondeado, un poco respingón y carnoso pero sin llegar a ser gordo. No pude evitar tener una erección y empecé a acariciarme, pero me sentía culpable por pensar así de mi hermana, así que me duché y salí a comer.

Por la tarde todo transcurrió con normalidad, no salimos porque llevábamos dos días trotando sin parar, así que nos quedamos tranquilos en casa leyendo y charlando.

A la mañana siguiente, Isabel tenía que ir a trabajar al Centro de Conservación del Parque. Iba dos o tres días a la semana a dar clases, y ese día le tocaba. Me propuso que fuera con ella y así veía el Centro, y conocía a sus compañeros.

Fuimos y conocí a una compañera suya, Patricia, de unos treinta y tantos años. Era una chica muy simpática y habladora, estuvimos comiendo juntos y me cayó bastante bien. Quedamos en que al día siguiente vendría a pasar el día a casa. A la tarde yo salí a correr, y mientras corría no paraba de pensar en lo que había visto el día anterior con la esperanza de que se volviera a repetir, pero no hubo suerte, la encontré sentada leyendo un libro.

El siguiente día salí a correr temprano, pero sabía que a la vuelta estaría Patricia con mi hermana, por lo que no tenía la más mínima esperanza de encontrarme con algo interesante. Me equivoqué.

Según me acercaba a casa no veía a nadie, llegué a la puerta y llamé a mi hermana quien me contestó. Estaban justo detrás de la casa, por eso no las había visto. Al doblar la esquina casi me da un ataque al corazón. Las dos estaban tumbadas boca abajo a un metro de mí, mi hermana igual que la otra vez, con su bikini bajado enseñando todo el culo y Patricia con un tanga negro que no hacía necesario bajar nada.

¿Qué tal? – preguntó Isabel - ¿Vienes cansado? Túmbate con nosotras a tomar un poquito el sol.

Hola guapo – dijo Isabel, que se levantó a darme dos besos, dejándome congelado. No por los besos, sino porque no llevaba la parte de arriba del bikini. No era la primera vez que veía las tetas a una mujer, pero si era la primera que una me daba dos besos con las tetas al aire.

No sé, no me apetece – contesté con la voz entrecortada – Voy a ducharme y ahora nos vemos.

Venga – añadió Isabel – cuando acabes vienes con nosotras. Y esta vez no se preocupó de subirse la braguita del bikini.

Me metí en la ducha y esta vez no hubo escrúpulos. Me casqué una paja de campeonato a la salud de Patricia, la amiga de mi hermana. No era una belleza, pero tampoco estaba mal, unas tetas pequeñas y un culo bastante más grande que el de mi hermana pero de los que te ponen cachondo a más no poder. Me corrí como un campeón y una vez duchado y más calmado salí al jardín con las dos.

Nueva sorpresa, esta vez estaban tumbadas de espaldas y, por primera vez en mi vida, pude ver las preciosas tetas de mi hermana en todo su esplendor. Unas tetas grandes, pero firmes y muy bien puestas, con unos pezones en su justa medida, más bien pequeños, como a mí me gustan, y oscuritos.

Di gracias a la paja que me acababa de hacer, porque si no, dudo mucho que hubiera podido aguantar sin que la polla se me pusiera tiesa y se notara a través del pantalón corto. Estuvimos un rato charlando, yo sentado en el suelo tomando una coca-cola, mientras tomaban el sol. Era evidente que para ellas resultaba de lo más cómodo tomar el sol en top-less en mi presencia, así que yo traté de actuar de una forma natural, aunque sin éxito, como luego pude comprobar.

El resto del día lo pasamos jugando a las cartas y charlando, ellas dos en todo momento con una camiseta corta y la parte de abajo del bikini, con lo que pude disfrutar y observar el culo de Patricia en toda su extensión.

A la noche, ya solos, salimos a la terraza a disfrutar del fresco, y tuvimos una conversación que me ayudó a comprender lo que hasta ese momento consideraba una actitud extraña por parte de mi hermana.

Quería preguntarte algo – me dijo – si no te importa.

Claro que no – contesté.

¿No te habrá molestado que estuviéramos tomando el sol en top-less?

No, ¿Por qué? – contesté rojo de vergüenza. No sólo no me molestaba, sino que me encantaba, pero no se lo iba a decir.

Bueno, es que parecías estar un poco cortado, como si no quisieras mirarnos, pero a la vez sin dejar de hacerlo y, mira, ahora te has puesto totalmente rojo.

No, no me molesta. – contesté sin saber muy bien que decir.

Me alegro, ya sabes lo que me gusta tomar el sol, y odio las marcas del bikini, por eso me gusta hacerlo sin la parte de arriba del bikini, y por eso me bajo la braguita para que me dé el sol en el culito.

Y si pasa alguien y te ve ¿No te importa?

Bueno, por aquí no suele pasar nadie, ya lo has visto. De todas formas, si oigo que alguien se acerca, me pongo todo en su sitio y ya está. Alguna vez me he tumbado completamente desnuda, y hasta ahora nadie me ha pillado.

¿Y si te pillaran? ¿Qué harías?

Pues nada, que voy a hacer, si me pillan me han pillado, tampoco hay que darle tanta importancia, además, como tú has dicho, estoy en mi casa. Si me pillan saludo, y ya está – Nos reímos los dos, y a continuación me preguntó – Y si fueras tú el que me pillara, ¿Qué pasaría? ¿Qué te pasaría a ti?

No sé, supongo que me quedaría un poco cortado.

¿Un poco?

Bueno bastante, es como lo de esta mañana, no esperaba veros así, especialmente a ti.

Y ¿Por qué?

Porque tú eres mi hermana y nunca te he visto desnuda.

Y qué ¿Te parece mal que dos hermanos se vean desnudos?

No – dudé un poco – pero nunca lo hemos hecho.

Ahí tienes razón – asintió – así es como nos han educado, pero no es así en todas las familias, pero claro si no te han acostumbrado desde pequeño a hacerlo, pues choca bastante, sobre todo las primera veces.

Siempre recuerdo la primera vez que fui a Dinamarca, con 20 años. Al principio vivía en una casa con una familia, tenían un hijo de 16 años y una hija de 14. Todos los días, después de ducharse, salían del cuarto de baño desnudos camino de sus habitaciones y te los cruzabas así en el pasillo y te daban los buenos días con toda naturalidad. Yo salía con mi toalla enrollada, pero a los pocos días pensé, ¿Qué pensará esta gente de mí, qué soy una especia de monja? Y me dije, a donde fueres haz lo que vieres. Y empecé a hacer lo mismo.

¿Y no te daba corte?

Sí, la primera vez muchísimo. Estaba desnuda, con el pomo de la puerta del cuarto de baño en la mano y debí tardar como un minuto en decidirme a girarlo y salí, hasta que dije, Allá voy, y lo hice.

Al principio me costaba un montón cada vez que me cruzaba con alguno de la familia, pero luego me sentía más libre, más segura, más relajada. Hasta que no lo pruebas no sabes lo que es.

Supongo que tienes razón – asentí.

Pero lo mejor – continuó – es estar desnuda al aire libre o bañarse en el mar. No te podría decir como te sientes, tienes que probarlo.

¿También has ido a playas nudistas? – pregunté ingenuamente.

Muchísimas veces, sobre todo en Australia. Allí es genial hay muchas playas que llaman "clothing optional", es decir que si quieres vas con bañador y si no quieres, no. Se mezcla gente con bañador con gente desnuda, y a todo el mundo le parece tan normal, incluso ves grupos de amigos o familias en los que unos van desnudos y otros no.

¿Y tú normalmente como vas? – Ya estaba lanzado y quería satisfacer mi curiosidad sin corte alguno.

Según me dé, con las tetas al aire prácticamente siempre, y la parte de abajo a veces me la quito sólo para tomar el sol, pero otras veces he pasado prácticamente un día entero sin ropa.

Este año, cuando terminamos el curso fuimos varios compañeros a pasar el día a la playa. Éramos sólo dos chicas, Alison y yo. Las dos hemos ido juntas varias veces y casi siempre se deja el bikini puesto, así que yo hice lo mismo, pero por la tarde uno de los chicos dijo que podríamos hacernos unas fotos graciosas sin bañador en plan coña.

Empezamos con el típico de pique de a ver si te atreves y tal, hasta que los cuatro chicos se quitaron el bañador a la vez. Alison y yo nos miramos y ella empezó a decir que no con el dedo, pero yo encogí los hombros y me quité todo, así que no tuvo mas remedio que hacer lo mismo.

Fue muy divertido y las fotos son súper graciosas. Me las mandaron el otro día por e-mail ¿Te gustaría verlas?

Vale – asentí, como no queriendo darle importancia al tema, pero estaba deseando. No podía creerlo, mi hermana estaba a punto de enseñarme unas fotos suyas en bolas.

Volvió en unos segundos con el portátil. Lo encendió, y allí estaban las fotos. Primero me enseñó unas cuantas fotos de sitios de Australia, eran geniales y muy interesantes, pero lo que yo quería ver era otra cosa.

Finalmente llegamos a las fotos del día de la playa. En las primeras se les veía a todos con sus bañadores. Alison, la amiga de mi hermana, era la típica chica bajita y gordita, pelo corto y con tetas gordas. Tras unas cuantas fotos de típico día de playa con amigos llegamos a lo que yo ansiaba ver.

Mira – dijo Isabel – Aquí estamos todos tumbados. Lo más gracioso es que nos la hizo un señor que estaba paseando, también en bolas.

Estaban todos tumbados boca abajo en la orilla, desnudos y todos con el culo blanco excepto mi hermana y otro chico, mirando de frente a la cámara. Era una foto muy graciosa, pero lo que más me gustaba era ver el culo de mi hermana al natural.

La siguiente la había tomado el mismo tío, y era de los seis metiéndose en el agua corriendo. Era fantástico, aquí si que podía ver a la perfección y con todo detalle el culo de Isabel. Era mejor todavía que lo que yo había visto o imaginado, un culo redondo y perfecto, de esos que dan ganas de morder.

¿Te gustan? – preguntó Isabel, que no paraba de comentar las fotos.

Sí – contesté sin saber muy bien que decir – Son muy divertidas.

Ya verás, ahora viene lo mejor.

La siguiente era de los cuatro chicos dando la espalda a la cámara y cogidos del brazo enseñando el culo. Había unas cuantas del mismo estilo, y finalmente una con los cuatro mirando a la cámara, la primera tapándose el pene con las manos y la siguiente con los brazos arriba. Eran graciosas, sí, pero francamente, no sé como podían aguantar el tipo sin que se les pusiera dura.

Y ahora vienen las nuestras.

Efectivamente, ahí estaban mi hermana y su amiga, igual que los chicos, de espaldas mirando a la cámara enseñando sus rotundos traseros. Era precioso el culo de Isabel, el de Alison era un culo muy regordete, pero tenía su gracia también. Luego había una foto de las dos, sólo de cintura para arriba, y tal y como se adivinaba, las tetas de Alison eran aún mas grandes que las de Isabel, aunque no tan firmes, y con unos pezones enormes y sonrosaditos. A continuación venía otra foto como la de los chicos, con ellas tapándose el coño con las manos.

El corazón me latía a mil pulsaciones por minuto, pensando en lo que vendría después, pero, decepción no había más, eso era todo.

Ya está – dijo Isabel - ¿Qué te ha parecido?

Pues que son unas fotos muy graciosas y... – dudé si decirlo o no, finalmente me eché a reír y dije – que tienes un culo de infarto y unas tetas preciosas.

Será sinvergüenza el tío – contestó echándose a reír – si lo sé no te las enseño. No, en serio – dijo con su preciosa sonrisa – no me importa, muchas gracias por el cumplido.

No hay de que, me han gustado mucho.

Me alegro, tengo más, ¿sabes?. Mañana si te apetece, mientras estoy en clase puedes echar un vistazo, y así te entretienes.

Vale, a lo mejor lo hago.

Mentía, no era a lo mejor, estaba seguro de que al día siguiente volvería a mirar las fotos en el ordenador, y con suerte esperaba encontrar más del mismo estilo.

Ya en la cama no podía dejar de pensar en nuestra conversación y las fotos. Una semana antes no habría podido creer lo que estaba pasando. A mi hermana no sólo no parecía importarle que la viera medio desnuda, si no que disfrutaba haciéndolo y ella era misma quien me enseñaba sus propias fotos en pelotas. Además me incitaba a hacer lo mismo, a tomar el sol en bolas y pasearme desnudo por la casa.

Había caído un gran tabú, el de contemplarla desnuda, y mientras pensaba en ello, mi excitación venció mis prejuicios y cayó el segundo gran tabú. Me hice una tremenda paja pensando en el cuerpo desnudo de mi hermana.

No sería el último tabú en desaparecer.