Verano a solas con mi hermana... final.

Final de esta casual pero pecaminosa aventura entre jóvenes hermanos.

Salimos de la bañera, y era tal la excitación, que por un momento nos separamos completamente, para secarnos tan rápido como nos fue posible. Y eso hicimos. Una vez secos, y ya sin ningún reparo, dejamos las toallas en el suelo, y caminamos hacia su habitación, que estaba al fondo (esto era en la planta alta de un dúplex), entramos y estar ahí era la gloria, aunque ya había entrado a su cuarto un millón de veces, ahora tenía todos los sentidos agudizados al mil por ciento, podía oler hasta la más mínima fragancia, notar el más suave roce.

“Cierro la puerta?” –No, ¿para qué?

De repente, aunque sabía que era imposible, no sé porque me invadió el temor de que nuestros padres entraran de improvisto, era algo psicológico. Sería tal vez el sentimiento de culpa por estar haciendo algo que se suponía que no debía hacer, pero también eso agregaba excitación al asunto. Claudia se sentó sobre su cama y me tendió la mano en señal de que me acercara. Cuando lo hizo, tomó mi pija con una delicadeza solo comparable a los besos que nos acabábamos de propinar el uno al otro, y la introdujo en su boquita. Mmmmmm, el placer, el placer. Cabeceaba muy lentamente, variando la profundidad. No había dado 5 o 6 chupones cuando la larga por un momento para decirme “es riquísima tu verga…” No atiné más que a responder con un tonto “gracias Clau”, pero ella siguió “tu pre-semen… es como wow, el más rico de todos”

–¿O sea que no es la primera vez para vos? (me mira con cara de SOS UN PELOTUDO y me responde) “OBVIO Fabián…”

Entonces se dio cuenta de que era momento de seguir con las acciones. No sé si era por el hecho de ser mi hermana, pero hasta el día de hoy la recuerdo como la mejor chupada de pija de mi vida. Luego de un par de minutos, la vuelve a largar, la contempla, con la boca llena de baba, y un hilo de saliva cayendo debajo de sus dulces labios. Su mirada perdida, su respiración entrecortada… mi verga tensa, tiesa, sacudiéndose levemente por la inercia de los chupones de mi hermana, me hacía sentir orgulloso, se veía imponente, parecía más grande de lo que era. Finalmente Claudia volvió en sí, y mirándome determinada me dice “ahora metemela”

–Ok.

Su habitación era la más grande de la planta alta, dónde dormíamos nosotros dos. Un lujo por ser “la nena” de la familia. Poseía una ventana que daba a la calle, y contra esa ventana, estaba su cama, toda con sábanas, cubrecamas y almohadones rosados. Se puso en cuatro de cara a la ventana, sin correr la cortina (obviamente no necesitábamos que nadie nos viera) se tomó firmemente de las rejas y ahí la tenía yo, prácticamente en la misma pose en la que la había visto el día anterior en el gimnasio, con ese culo paradito entregada ahí para mí, pero esta vez completamente desnuda, y necesitada de pija, de MI pija.

Traté de arrodillarme también yo en la cama, pero el espacio no daba, así que volví a dónde estaba parado, “Clau, venite un poquito más hacia atrás por favor” –Dale. Entonces, la acaricié desde la espalda hasta llegar a su hermosa cintura, y ahí la tome primero delicadamente y luego con fuerza. Traté de ensartarla de una, para hacerme el canchero, pero no pude, así que ella (que parece que tenía bastante más cancha que su hermano mayor…) soltó una de las manos que sujetaba la reja, me agarró la verga sin vacilaciones y la introdujo, solo la cabeza, en su concha, para que pudiera iniciar mis “labores”.

Si pudiera al menos conseguir trasmitirles una décima parte de lo que sentí, al tocar las paredes internas del suave cuerpo de mi hermosa hermana, es algo que no se olvida jamás. Es como que cada instante es un orgasmo en sí mismo, no hay segundo que no disfrutes. ¡Me la estaba cogiendo! ¡A ella! ¡En su cuarto! Habían ositos sentados sobre un escritorio, y todas esas cosas típicas de una pendeja, el shorcito celeste… dios, el shortcito celeste estaba tirado ahí a un costado… Le tocaba el orto mientras me la cogía, lo tenía tan duro como se veía. Encima estaba EMPAPADA, la verga me salía completamente húmeda de la concha de mi hermana, y fue recién entonces, que me percaté de sus dulces pero a la vez sensuales gemidos, eran… no sé si llamarlos “perfectos”, así que los voy a llamar “para mí”, sus gemidos eran para mí. De a ratos me miraba, con los ojitos semi-cerrados, clara señal de gozo, de a ratos, dejaba caer la cabecita, como quién se rinde ante el placer y de a ratos, la tiraba hacia atrás, igualita a cuando hacía piernas en la camilla del gimnasio.

Luego me dice “me dejás ir arriba?”, y ¿que le iba a decir, “no”?

El perfume de esas sábanas, lo suave que eran, yo no sé que carajo hacen las minas, ¡pero todo era mucho mejor que lo que yo tenía en mi cuarto! Quede tendido en su cama, con el amigo erecto, expectante. Clau se ato el cabello, y se sentó sobre mí, igual a cómo lo había hecho antes, durante la lucha, pero ahora con las gambas abiertas, y dejando que mi miembro la penetrara hasta desaparecer dentro de ella. Comenzó entonces a subir y a bajar, subir y bajar. Si bien me gustaba más ser yo el que se mueva, porque me permitía dirigir mi verga y brindarme más placer, esto me permitía tomarme “un recreo” y además me daba una vista privilegiada de sus tetas, que por cierto, aunque en un par de años iban a crecer mucho más, ya las tenía bastante bien puestas, y era un espectáculo digno de ser visto, observarlas rebotar así. Cuestión, que como a casi todas las chicas, a Clau se ve que le gustaba mucho ir arriba, y empezó a subir y bajar frenéticamente, hasta que en una… la pistola se me salió y ella bajo de golpe, torciéndomela… (y cualquier varón que esté leyendo SABE lo que duele esto).

“Ajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj” –¡Uy perdóname! Mi cara de dolor lo decía todo.

“Pará, pará… bancá un toque.”

Se recostó a mi lado, acariciándome el pecho y dándome besitos, mientras ambos esperábamos que se me fuera el dolor. Ella se disculpó varias veces, pero le dejé en claro que no había sido su culpa. (Mujeres, como dijo una vez “Coco” Sili, ¡¡¡PINCELADAS BAJAS!!!)

Mientras tanto, surgió la conversación: “Boludo, tenía unas ganas de que me cojas, no podía más…” -¿En serio? “Sí, pero MAL. No sabés cómo me mojaba cada vez que jugábamos a pelear”.

–Wow… Bueno a mí me da un poco de vergüenza, pero yo te veía en el gimnasio, con ese shortcito celeste, como te marcaba el culo, y la pija se me ponía dura como una piedra.

“¡Jodeme!” –En serio, después de cada lucha, tardaba como media hora en que se me baje, y no podía parar de pensar en vos, tu perfume me quedaba grabado en la mente. Hasta me costaba dormirme.

“Que increíble. Yo me moría de ganas, venía pensando qué hacer para que se diera, había pensado en agarrártela mientras nos peleábamos, pero luego no me animé, dije: ¿y si piensa que soy una enferma? Pero después ya no me importó, y me decidí a hacerlo que pasé de una manera u otra, así que si no pasaba hoy, me iba a asegurar de que me cojas, siempre lo logro, SIEMPRE. Cuando quiero a un pibe… -Bueno, no necesito saber tanto.

“¿Cómo está tu amiguito?” –Mejor, mejor, creo que ya podemos seguir.

“¿Querés que vuelva contra la ventana?” –No, acóstate, así como estoy yo ahora.

Se rescostó sobre las suaves sábanas rosadas, me posé sobre su precioso cuerpo y le di un piquito en los labios, luego otro, y luego un beso. Y entonces mi amigo ya se había recompuesto y estaba listo para la acción. Seguí besándola y rozándola con mi miembro, pero sin ponérsela, disfrutaba de hacerla desear. Me la agarró y empezó a masturbarme, y ni así hice el menor amague siquiera de penetrarla, hasta que tuvo que pedirlo: “Cogeme.” Entonces me incorporé en la cama, tomé sus piernas a la altura de los muslos, las levanté, me acerqué un poco más a ella, y antes de penetrarla junté sus rodillas haciendo que apoyara sus pies en mi pecho, para luego abrazar sus piernas. Siempre me gustó esa postura, porque la verga entra de lleno hasta el final, seguramente ella la había probado antes… o no. Lo que es cierto es que le fascinó, como predije, le entró entera, y nuevamente me encontré dándole bomba a mi hermanita, que también retomó sus apasionados gemidos. Pero lastimosamente, toda historia debe llegar a un final, y yo ya no podía contener mas la leche. Todo esto que acá intento relatar tan fielmente como me es posible, no pasó en más que unos breves minutos. Ninguno de los dos llegó a decir ni pensar en cuidarse, antes de poder siquiera decir una palabra sobre ponerse un forro, acabar afuera o lo que fuese, salió el primer chorro, con una fuerza imparable. Y luego el segundo, y así, de esos cómo cuando acabás con ganas, fuerte. Fueron al menos tres fuertes y luego el resto, todo adentro. Todo en el delicado cuerpito de mi pequeña hermana, ella también acabó. Las minas tienen esto, se dan cuenta cuando vos estás por acabar, y las excita más, las lleva al orgasmo. La forma en que me abrazo con toda sus fuerzas, el cambio en el tono de sus gemidos, cómo me la apretó con su concha, su respiración, y por último la satisfacción que se percibe, simplemente se percibe. Nos quedamos así, un ratito. Luego nos pusimos el uno al lado del otro, ella apoyó su cabecita en mi pecho y así nos quedamos un rato largo, ocasionalmente hablando. Ja, yo no perdí oportunidad:

“Clau, te quiero hacer la cola” –No, eso no Fabi, no me gusta.

“¿Cómo sabés que no te gusta?” –Porque me duele.

“Si te la hago yo no te va a doler” –Todos dicen eso…

“Creeme Claudia, no te estoy chamuyando.” –Eso también lo dicen, y después duele, no.

“Boluda, no te digo ahora, pero dame una chance, confía en mí, soy tu hermano, no te voy a hacer doler, no te la voy a hacer en un día, te la voy a ir “preparando” hasta que esté lista y vas a ver que cuando esté lista, no solo NO te va a doler, sino que te va a gustar tanto, que después me la vas a pedir.” –No sé…

“Sí has dejado a otros, a mí que soy tu hermano, por lo menos me tenés que dar una chance, UNA.” –Bueno, pero más adelante, ¿sí?

“Ok”. Y me decidí no presionarla más sobre el tema.

Por supuesto aquel año no le hice la cola, tuve que esperar un poco más. Pero lo que fue ese verano, por Dios… Al final, ya hasta dejamos de ir al gimnasio, ya casi ni salíamos de la casa. Parecíamos animales, salíamos para comprar comida, o si alguno de nuestros amigos nos presionaba mucho para ir a algún lado. Preferíamos estar solos, en compañía del otro.

Luego, cuando nuestros padres volvieron, la cosa se complicó. Teníamos que hacer los espacios, empezamos a sufrir de “abstinencia”. Por suerte, yo tenía auto, y en los telos no te piden documentos… Después surgirían algunas escenitas de celos, yo seguía teniendo lo mío por ahí, aunque de vicio nomás, porque nada se comparaba ni remotamente a los placeres que me brindaba Claudia. Y ella, realmente solo quería estar conmigo, pero para desquitarse, no dudó en buscarse algún chonguito y refregármelo en la cara. Cosa que me llevo a ser más reservado de ahí en más.

Pasarían varios veranos más, antes de que yo consiguiera independizarme y mi pequeña hermana comenzara a visitarme tan seguido como quisiera en mi departamento, incluso la mayoría de los fines de semana en que nuestros padres la creían bailando en algún boliche, ella estaba cuidada, segura, y a salvo. Durmiendo en los protectores brazos de su hermano mayor.

FIN