Verano a solas con mi hermana... el comienzo.

Lo siguiente ocurrió hace ya varios veranos, cuando eramos los dos bastante más pendejos que ahora. Nos llevábamos una diferencia de edad de unos pocos años y aunque ocasionalmente teníamos alguna pelea, eramos muy unidos. Dado que el relato que estoy por contar no es reciente, haré un esfuerzo por recordar cada detalle, de manera de poder trasmitir tan vívidamente como me sea posible la experiencia como fue, o al menos como la sentí yo.

Cada verano sucedía más o menos lo mismo en casa, nuestros padres primero viajaban por su cuenta, y luego de volver hacían otro viaje en el cual nos llevaban a nosotros, o a veces sucedía al revés. Cuando no teníamos algo programado con amigos. Cuestión, que en aquellas semanas teníamos la casa para nosotros dos, y nos habían dejado suficente plata como para arreglarnos y darnos un par de gustos. Pero lo trascendente, y acá comienza el relato, es que ambos íbamos al mismo gimnasio.

Mi hermana por ese entonces era muy delgadita, había terminado sus estudios no hacía tanto y realmente no hacía mucho más que entrenar en el gimnasio. Su pelo: morocho y levemente ondulado, le llegaba hasta la cintura, su cuerpo ya denotaba unas curvas que los años luego se encargarían de acentuar todavía más y a causa de su constancia en el gimnasio, cada centímetro de su cuerpo estaba firme, en su lugar. De cara siempre había sido muy linda, con una boca, que ya en su temprana adolescencia había tomado forma y mantiene hoy día. Y de personalidad, solo puedo contarles como era conmigo: muy abierta, simpática, peleona a veces… y con un toque (un toque nomás) de admiración por ser su hermano mayor.

El tema fue, que ella iba por la tarde, tipo 7, y yo más a la noche cuando había menos gente y los aparatos estaban más desocupados. Hasta que un día me preguntó si podía empezar a acompañarme, porque en el horario en que concurría, los tipos la miraban mucho, y no se sentía cómoda, y que si iba conmigo seguro la iban a mirar un poco menos, además, sabiendo que era un horario poco concurrido, todavía mejor. Por supuesto que le dije que sí, podía.

Así, empezamos a ir juntos, en mi auto, hasta el gimnasio. Entendí rápidamente dos cosas: primero por qué la miraban… mi hermana, a la que en este relato voy a llamar… “Claudia”, solía ir con un short celeste, muy corto, que no era ajustado, pero dejaba apreciar la firmeza de sus piernas y el resto, a la imaginación de cada uno, y segundo: que precisamente ella había conseguido el físico que tenía, porque no iba al gimnasio a pavear, se pasaba cada segundo entrenando, no perdía el tiempo. Pero bueno, incluso aunque había poca gente, y a pesar de mi notoria presencia, cada tanto, pude detectar alguna miradita, pero contra eso no se puede hacer nada, mientras no se zarparan.

El gimnasio Era todo en planta baja, y pegado al salón de los aparatos dónde nosotros entrenábamos, estaba el salòn de las clases, dónde se hacía aerobox, step y todo eso. Estaba bueno, porque la separación con dicho salón era una pared de un metro desde el nivel del suelo, y después era todo vidrio, entonces uno podía ver para el otro lado. A veces iban unas hembras terribles. Pero “Claudia” me pidió que fueramos los martes y los jueves, ya no recuerdo bien por qué, así que cambie, de ir lunes, miércoles y viernes, a martes, jueves, y sábados. Y esos días no había ninguna de estas clases que mencioné recién, en su lugar, había una clase de artes marciales, no se cual porque no conozco del tema, creo que era yudo, o una de esas donde se agarran y se tiran al piso y después siguen luchando. Así que era inevitable notar que se practicaba eso, y seguramente también los tipos miraban a las minas del salón de aparatos, y entre ellas, a mi hermanita.

Resulta que una noche, al volver del gimnasio (siempre ella se bañana primero, y como es obvio, demoraba mucho más que yo) le pido que me deje entrar primero, que yo salgo en un toque, y luego ella puede demorar todo lo que quiere. Accede sin problemas, en 5 minutos me baño y salgo. El tema fue que me olvidé de llevarme la ropa para cambiarme, así que salí con la toalla bien ajustada en la cintura, pero al llegar a mi habitación me agarra por detrás y me dice riéndo: te voy a hacer como los de karate, por colarte en el baño. Y empezamos a luchar, terminamos dando vueltas por el suelo de la habitación, yo haciendo esfuerzos para que no se me cayera la toalla, y lo que es más, para que la verga no se me destapara. Mientras ella seguía tratando de hacerme no se qué cosa, ¡porque de artes marciales nunca supo un pomo! Por supuesto, terminé arriba de ella, “¿listo, te cansaste?” Sería muy atlética y todo, pero no dejaba de ser mujer, y mi hermanita menor. Entonces asintió con la cabeza, entre sonrisas y un puchero fingido, y la dejé ir. La puerta del baño se cerró, sentí la ducha correr mientras finalmente me recostaba en mi cama por un momento antes de cambiarme, cuando noté algo perturbador: tenía la pija completamente dura…

Me quedé aquella noche pensando sobre eso, pero concluí que era algo puramente físico, había habido roce, y la reacción física esperada es esa, así que no le dí más importancia.

El entrenamiento siguiente escalaría la situación.

Esta vez, como de costumbre, entró ella a bañarse primero. Demoró lo usual (mucho) así que cuando salió, yo ya estaba con todas mis cosas, listo para entrar al baño. Pero entonces, me encuentro con “Claudia” en paños menores, nada provocativo ni sensual, pero era un corpiño y una bombacha a fin de cuentas, y en posición de lucha me dice “pensás que hoy me vas a ganar?” Primero la miré extrañado, y luego empecé a sacudir la cabeza como diciendo “ésta tiene un hambre…” pero para entonces, ya me estaba tratando de aplicar una de las tomas que hacían los tipos del gimnasio, no tenía ni puta idea, pero se notaba que había estado prestando atención. Empezamos de nuevo a luchar, la llevé fácilmente contra la pared y entonces empezó a patalear hacía atrás, así que le tuve que decir “¡pará que me vas a dar una en los huevos boluda!” -¿qué huevos si no tenés nada vos? (riéndose) caímos al suelo, alfombrado por suerte, y entonces me di cuenta de que mientras controlaba sus brazos, le estaba sin buscarlo tocando uno de sus senos, y para evitar que me pegara un talonazo en las bolas, había tenido que juntar mi pelvis a su cola, por lo que la estaba “apoyando”.

“¿Te rendís?” -¡Nunca!

Empecé entonces a hacerle cosquillas, y mientras se sacudía no pude evitar ver como también se sacudían sus tetas, tan frenéticamente que por un momento pensé que una se le iba a salir del sostén. -¡Está bien, está bien! Y cuando ya no pudo más, la dejé, y se fue riendo, hacia su cuarto. Yo me metí al baño, abrí la ducha, me puse debajo y para mi sorpresa, nuevamente encontré que tenía una erección, pero tremenda. Y no podía dejar de pensar en la cintura de Claudia, en como había visto moverse sus tetas, y en un perfume característico que había podido percibir en su piel. Y terminé de ducharme, y la verga no se me bajaba, algo me estaba pasando.

Ya la próxima vez que entrenamos, que fuimos al gimnasio bah, no podía pensar en qué pasaría luego del entrenamiento. Iba manejando, y pensaba en todo momento en eso. Disimuladamente, o cuando alguna excusa lo permitía, miraba las piernas pulidas de mi hermana, el shortcito celeste… cualquier excusa que me permitiera tocarla, la aprovechaba también. ¡Y ella se prendía! Es como que estaba esperando la invitación. Así que jugamos de manos varias veces antes de que llegara el momento de ir al gimnasio, y eso me excitaba de una manera que simplemente no puedo explicar, porque nunca me había pasado antes. Es diferente a la excitación normal que uno siente cuando conoce a una chica que le gusta, esto es otra cosa, es raro, es prohibido, está a otro nivel. Sin embargo, hasta ahora, no había pasado más que esto que les cuento, es decir, que realmente, no había pasado nada.

En el gimnasio, busqué el aparato, la posición, el ejercicio que me permitiera mirarla, contemplar su cuerpo. Cuando se inclinó sobre la “camilla” para trabajar sus piernas, y esa cola toda parada quedó expuesta para quién pudiera verla (yo) tuve que quedarme sentado en una máquina, para que nadie notara mi erección. Bueno, la sesión terminó, volvimos a casa y este fue el día en que todo cambió…

Yo quería hacer que algo pasara, porque el nivel de excitación que tenía, me nublaba el pensamiento. Así que me puse la toalla en la cintura, y le dije de ir primero al baño. Esto, cuando ella ya estaba adentro desde hacía un rato preparándose para ducharse. “¡No me jodas… (supongamos que yo me llamo “Fabián”) Fabián! ¡Estoy yo, y me voy a bañar yo primera! –Vos ya fuiste primera la última vez, ahora me toca a mí. “Me lo hubieras dicho antes, ahora ya está. (A todo esto, ella también estaba ya con solo su toalla, que la cubria desde el pecho hasta muy por encima de las rodillas) ¿qué querés pelear, mirá que te gano eh? Esbozó una sonrisa, y fue la señal cómplice, que inició “la lucha”. Y ahí mismo, en la puerta del baño, empezamos otra vez a “luchar”, solo que ahora, estábamos los dos, tapados únicamente con una delgada capa de algodón. La dejé hacer a ver hasta donde llegaba, dejé que “me tirara” al piso ella a mí esta vez, y opuse una resistencia como para hacérsela creible. Sorprendentemente, su toalla estaba muy ajustada y no se movió ni un milímetro. Pero estoy seguro de que ella sí sintió la dureza bajo la mía, tuvo que sentirla, varias veces durante la lucha… Entonces conmigo en el suelo, se sentó sobre mi panza usando toda su fuerza para controlar mis brazos “¿viste que pude?” Los dos nos reimos, el cansancio la hizo caer sobre mi, estaba toda sudada, cuando recuperó el aliento, me susurró al oído: Fabi, ¿y si nos duchamos juntos? -¿Qué? (Tenía que hacerme el sorprendido, no podía dejarle saber que en ese momento me moría por que pasara) –Sí, como cuando eramos más chicos, ¿te acordás?

“Si, pero eramos chicos, y ahora no…” –¿Y qué importa? no se va a enterar nadie. Bañémonos juntos Fabi, como cuando eramos niños, ¿si?

“¿Estás segura de que querés hacer esto? –Sí, siempre quise volver a bañarme con vos. Lo extraño desde hace tiempo. Y quiero conocer tu cuerpo ahora que sos un hombre. (Si tengo que explicar como me latía el corazón, mejor me detengo porque solo acordarme me sube las pulsaciones).

Ambos nos incorporamos, entramos a la ducha de la mano (como cuando eramos chicos y nuestros padres nos bañaban) cerramos la puerta detrás nuestro, y también como cuando eramos chicos hicimos lo siguiente: para quitarnos las toallas, contamos hasta 3. Al unísono: Uno, dos, ¡tres! Y las dejamos caer… Dios, por fin podía contemplar su cuerpo en todo su esplendor, firme, bien formado, joven, sudado por la lucha que acababa de terminar. Sus tetas eran las mismas de la otra vez, pero no estaban como la otra vez, estaban duras, erguidas, asumo que ella también estaba tan excitada como yo. (¿No hace falta que describa cómo me encontraba yo verdad?) Abrimos la ducha, y cuando el agua estuvo bien, entramos a la bañera. Ella se adelantó: “Yo te enjabono primero, luego vos.” –Ok. Mientras el agua me refrescaba y se llevaba la transpiración de mi cuerpo, mi dulce hermana, masajeaba mi pecho y me enjabonaba, después fue bajando, pero justo antes de llegar ahí, me pidió que me diera vuelta, y me enjabonó la espalda. Sin embargo, cuando pensé que la cosa se iba a dilatar un poco más (de todas formas lo estaba gozando como un loco) me agarró los huevos, y empezó a “enjabonar” la verga con una suave paja que me llenaba de éxtasis. “Cómo creciste Fabi, la verga que tenés.” Yo ya no podía más, estaba loco. Me di vuelta, ella no se quejó la tomé de la cintura, le quise comer la boca, pero me dio la espalda y me dijo dejando caer su cabeza hacia un lado “ahora vos” y me dio el jabón. Yo fui derecho a sus tetas, dios, la suavidad de esa piel, la liviandad de esos senos, como se escurrían a causa del jabón entre mis manos, los gemidos que empezó a soltar Claudia, porque ya no podía contener. Entonces sentí su culo presionar con fuerza contra mi verga, mientras seguía enjabonándola. Y ahí sí besé su cuello, ya nada podía hacer para impedirlo, se volteó, y con esa enorme boca suya, me plantó un beso que me hizo ver las estrellas. Cuando el beso se terminó, nos miramos, extasiados, y hablé primero: “Clau, chúpame la pija”. Ella no habló, asintió con la cabeza. Comenzó a arrodillarse, pero inmediatamente se puso de pie: acá es muy duro, y nos vamos a resbalar, sequémonos y vamos a mi cuarto ¿sí? –Dale.

CONTINUARA…