Ver en la Obscuridad: Cap. 3
Tú no dejas que te agarre por el brazo, y ya estamos en la calle, te conozco y por lo mismo ni loco te suelto.
¡HOLA! he aqui otra entrega de "VelO". Muchisimas gracias a los que leyeron los capitulos anteriores y por supuesto a quienes los comentaron y valoraron. Anteriormente les comente que esta "Historia" seria una MINIserie, pues segun lo he organizado en mi mente seran 10 entregas, es decir, pueden ser 10 capitulos o 9 capitulos y un epilogo.
Sin mas, El tercer Capitulo:
-No me trates así-
Se cumplía Un mes del día del accidente y yo había vuelto a mi rutina, encerrado todo el día en mi habitación, salía solo a comer y cuando me iban a visitar, las visitas, odiaba las estúpidas visitas, me hacían sentir como si fuera un enfermo terminal o algo por el estilo. Si bien, al principio entendía que estuvieran preocupados por mi y por eso lo hacían, con el pasar de los días se volvió molesto, yo solo quería que volvieran a la normalidad, además, me molestaba que intentaran ayudarme cada vez que íbamos al patio trasero o a la sala –donde los atendía- él único que dejaba que me visitara en mi cuarto era Andrés, ya era costumbre –después de lo que pasó los días posteriores a la muerte (suicidio) de Daniela- que llegara a la casa, saludara y se encerrara conmigo. Él era el único que parecía entender lo molesto que me resultaban las visitas de los demás, a veces, cuando estaba conmigo ni siquiera hablaba, solo se sentaba conmigo en la cama o cerca y ninguno de los dos decía nada, a ninguno de los dos nos molestaba estar así, lo que podría parecer raro para otros, para nosotros era perfectamente normal.
Poco tiempo después, Andrés y yo empezamos a discutir nuevamente por cualquier tontería, sentía como si estuviese molesto conmigo siempre. Un sábado llego temprano por la mañana, tenía cuatro días sin venir desde la última vez, se había molestado conmigo porque se dio cuenta de que nunca me quitaba los horribles –según él- lentes oscuros.
-¡Aff! ¿Desde cuando no abres la ventana? ¿Desde la última vez que yo lo hice, cierto? –su forma de decirlo no me gustó.
- Andrés, por favor. No tienes porque tratarme así, soy una persona ¿Sabes? – dije intentando no llorar, no esta vez.
-Una persona… una persona normal abriría esta ventana todos los días, una persona saldría de este cuarto a compartir con su familia, una persona no estaría todo el día tirado en una cama lamentándose, una persona aceptaría lo que le pasó y buscaría la forma de aprender a superarlo. –sus palabras me dolieron.
-y si no soy una persona ¿Por qué te molestas por mi? ¿Por qué no simplemente me dejas aquí tirado junto a mis lamentos, sales por esa puerta y no vuelves? ¿Por qué no simplemente te vas y me dejas en paz? Yo no soy una persona normal, estoy ciego, CIEGO. No pretendas que no me lamente porque simplemente no puedo dejar de hacerlo, soy un maldito ciego que se encierra en su habitación a llorar porque se sabe un completo inútil, un estorbo para todos los que lo rodean, ¿Cuándo vas a aceptarlo? –intento fallido.
-¿Qué dijiste? ¿Gustavo, tu siquiera escuchaste la cantidad de estupideces que acabas de decir? ¿Aceptarlo?, yo jamás voy a aceptar eso y tampoco voy a permitir que tú sigas pensándolo. Tú no eres una molestia, ni mucho menos un estorbo para nadie, escúchame bien: ¡para NADIE! –por su voz me pude dar cuenta de que el también lloraba- Gustavo… -hizo una pausa- voy a estar afuera en la sala, esperándote. Báñate y te vistes porque vamos a salir.
-Pero –intenté interrumpirle.
-Nada, sin peros. Te bañas y te vistes porque vamos a salir, si necesitas ayuda con la ropa me avisas, estaré en la sala. –salió del cuarto.
Me molestaba de sobre manera cuando hacia eso, simplemente salía de la habitación y me dejaba solo sin poder recriminarle nada, pero más me molestaba todo lo demás que estaba haciendo, ¿Por qué tenía que preocuparse? Si podía hacer lo mismo que los demás -hacer lo que decía por creer que era lo mejor-. Me molestaba el poder que tenia sobre mí, eso era sin duda lo que más me molestaba de Andrés, si fuera cualquier otra persona, si fuera mi mama, simplemente los ignoraría, pero no, a él no podía ignorarlo. Él simplemente me dijo -me ordenó- que me alistara para salir y yo lo estaba haciendo, lleno de rabia, pero lo estaba haciendo.
-Andrés –grite lo suficientemente fuerte como para que me escuchara desde afuera de la habitación.
-Que.. ¿Qué pasa? –preguntó, aun se escuchaba molesto.
-No… No encuentro mis zapatos. – termine de decir con pena, el busco un poco y cuando los encontró se arrodilló frente a mí y comenzó a colocármelos- Deja, yo puedo solo. –le dije tratando de apartarlo.
-No tienes porque ponerte así Gustavo, solo quiero ayudarte. – dijo con una voz de ¿Arrepentimiento?
-¿Yo soy el que no tiene por que ponerse así? Puff – dije sarcásticamente.
-Gustavo… -pausa- nada –Continuó amarrando mis trenzas- Ven, vamos a peinarte –dijo levantándome de la cama y dirigiéndonos al espejo, donde se colocó detrás de mí y escuché como tomo el envase de gel.
-Andrés, yo.. yo puedo peinarme solo, no soy un inútil. –estaba lleno de vergüenza.
-Eso no fue lo que dijiste hace rato, además, no me molesta hacerlo, quédate tranquilo un momento –me pareció adorable y graciosa la imagen de Andrés peinándome- ¡Listo! ¡Ya está! Tu cabello quedo perfecto, como siempre. –me sonrojé
-Gra… Gracias.
-Por nada, no me molesta ayudarte, ahora vamos –me tomo de la mano- vamos afuera, vamos a llevarte al carro.
-Suéltame, yo puedo solo. Me molesta que me traten así.
-Gustavo no comiences, por favor. Déjate ayudar. –esta vez me tomo por el antebrazo de forma fuerte pero sin lastimarme.
-¡Suelta! Me estas lastimando –le mentí.
-Discúlpame – pronuncio rápida y claramente arrepentido- pero necesito guiarte al carro. –esta vez me tomo por la cintura.
-Andrés, ¿Qué estás haciendo? –no pude evitar que mi voz fallara, estaba nervioso.
-Tú no dejas que te agarre por el brazo, y ya estamos en la calle, te conozco y por lo mismo ni loco te suelto. –su comentario me hizo gracias, pero lo disimulé.
-espera un momento –escuche como abrió la puerta- deja que coloque el asiento un poco más atrás, normalmente el alto soy yo, no mis copilotos. –no pude evitar tensarme al saber donde me sentaría, desde el accidente las pocas veces que había salido era siempre en el puesto de atrás, él notó mi malestar- disculpa, si quieres te montas atrás, no quiero ponerte incomodo, mas incomodo.
-¡No! –Le interrumpí- es solo que no pude evitar recordar lo que pasó, pero descuida, puedo sentarme ahí, por mi está bien.
-Gustavo, de verdad, si quieres tranquilamente puedes ir atrás. – Abrió la otra puerta- ven, déjame ayudarte –tomo mi mano.
-No –me solté- te dije que puedo hacerlo, lo voy hacer- intente subirme, pero calcule mal y me di un pequeño golpe en la cabeza.
-¿Ves lo que pasa cuando te pones así? No era necesario ser grosero. –Dijo colocando su mano en mi cabeza para asegurarse de que esta vez si la bajara lo suficiente.- ya vengo –cerró la puerta, le dio la vuelta al carro y se alejó, supongo que en dirección a la casa.
Andrés se estaba tardando unos minutos y yo estaba aburrido en el carro, eran muy pocas las veces que me había montado y esta era la primera vez que me dejaba solo. Como pude abrí la guantera, introduje mi mano a ver que encontraba, grave error, mi mano se topó con una caja de cigarrillos a la cual le faltarían 3 como mucho. Esto me molestó, él sabia que no me agradaba que la gente fumara, y mucho menos él, una persona tan joven y con esa clase de vicios, a mi mente vino la imagen de él con un cigarrillo encendido en la boca y esto solo me molesto mas. Cuando volvió, yo había guardado ya el paquete de cigarrillos y cerrado la guantera, él subió al auto y sin decir nada, empezó a conducir, no dijo nada, ni una pregunta, cosa que agradecí porque estaba molesto y quería reclamarle porque fumaba, pero si lo hacia se daría cuenta que revisé sus cosas y sé que eso le molesta. Condujo por un largo rato, no se por cuanto tiempo, pero fue mucho, cuando se detuvo, se estaciono en la acera y se bajo primero para ir hasta mi lado, abrirme la puerta y ayudarme a bajar.
-No –intento tomar mi mano- yo puedo solo- lo sacudí.
-¿Y ahora qué pasa? No me digas que vamos a comenzar otra vez. –estaba irritado por mi actitud.
-nada –esta vez sí logre hacerlo solo, sin golpearme la cabeza- ¿Dónde estamos?
-Es una sorpresa, ven – volvió a tomar mi mano- cuidado, hay tres escalones –no me soltó.
-¿Dónde estamos? –repetí la pregunta irritado.
-¿Por qué tienes que ser así? ¿No puedes simplemente dejarte llevar? ¿Es malo que quiera darte una sorpresa? –estaba molesto, otra vez. Aunque no me contestó, Ya no sería necesario, el ruido de los carros en el semáforo en la otra esquina, el olor a dulce y la típica música para ambientar me indicaron que estábamos en mi heladería favorita –solo él lo sabia- es un local inmenso donde puedes encontrar cualquier sabor de helado, entre ellos: menta –mi favorito-, es el único local en la ciudad con ese sabor. Caminamos a través del local y salimos al pequeño balcón que este tiene, continuamos hasta la última mesa -mi preferida- y allí me ayudo a sentarme y luego lo hizo él en frente de mí.
-Hola, mi nombre es Mariza y soy quien va a atenderlos en este días, ¿Desean ordenar algún helado o prefieren desayunar primero? – dijo una de las camareras del local (que por lo visto ahora ofrecía desayunos) rompiendo el silencio en es que estábamos Andrés y yo hace varios minutos.
-Desayunaremos primero –le contesto Andrés- a mí por favor me traes un jugo de fresas y un sándwich de pollo, y a él... ¿Qué vas a desayunar? –se dirigió esta vez a mí.
-Nada, no tengo hambre. –no lo dije por ser grosero, pero la molestia me quito el hambre… un momento, eso es ser grosero.
-Como quieras, grosero. – Me dijo con un mal tono de voz- entonces serán solo el jugo de fresas y el sándwich de pollo señorita, gracias.
-en un momento les traigo sus, su orden. –corrigió-
Pocos minutos después la muchacha efectivamente regreso con la orden de Andrés, quien desayuno callado. Me sentía mal por tratarlo así, pero cuando me di cuenta ya lo había hecho, además él tampoco me ayudaba mucho, pasaron aproximadamente 30 minutos cuando la muchacha regresó.
-¿Desea ordenar algún helado ahora? – esta vez pregunto en singular.
-sí, voy a ordenar –le contesto Andrés, en singular también- yo quiero un Sundae de fresa.
-¿Y para él? – le pregunto en un tono de voz muy bajo.
-Para él… ¿Cuál es el helado más grande que tienes? – pregunto con tono divertido.
-Bu..Bueno lo más grande que puedo ofrecerle es la cesta de 30 sabores, pero considerando que es solo para él, me tomaré el atrevimiento de ofrecerles la cesta de 8 sabores, que si bien es grande, puede ser degustada tranquilamente por una sola persona. –ella contesto en un tono también divertido, ahora era yo el chiste.
-Esa estará perfecta entonces, el quiere una de esas. – le contesto con el mismo tono.
-perfecto, ¿Quiere la galleta normal o de chocolate?
-Chocolate estará bien.
-¿podrían indicarme los sabores por favor?
-Si –contesto él sin siquiera consultarme.- ¿Me dijiste que son ocho sabores no? –Ella contesto afirmativamente- Supongo entonces que son ocho bolas de helado, las colas así por favor: cuatro de menta abajo, tres de chocolate en el medio y una más de chocolate en la parte superior. Podrías colocarle un poco de Sirope de chocolate por encima, pero sin cereza, él las odia –esto último lo dijo como si fuera lo más obvio del mundo.
-Ok, perfecto. Entonces tenemos un Sundae de fresa y una cesta de ocho con galleta de chocolate, solo dos sabores: 4 menta, 3 chocolate y una menta, en ese orden; sirope de chocolate por encima, sin cereza porque él las odia –soltó una risa por lo bajo- Listo, ya vuelvo… eh –Se devolvió- chispas, ¿le coloco chispas a la cesta? –Andrés le contesto que si- ¿De chocolates o de colores?
-De colores. –conteste rápidamente por primera vez desde que llego la camarera y sin darle tiempo a Andrés de hacerlo.
-¿Es en serio? –me preguntó Andrés divertido.
-¿Qué? Que no pueda ver no significa que cambien mis gustos, por tontos que sean. – a pesar de no poder verla, puedo jurar que la expresión de la muchacha cambio drásticamente de divertida a sorprendida.
-De colores serán entonces, eso es todo. Gracias y discúlpalo –se refirió a mi- está en sus días (Menstruación). – no pude molestarme porque hasta a mí este último comentario me dio risa.
-jaja ya vuelvo con su pedido.
La joven volvió y nos dejos a solas de nuevo con nuestros helados. Ambos los comíamos en silencio, excepto por algunas risas que soltaba Andrés por momentos. Cuando le pregunte porque lo hacía, me explico que era porque tenía mi lado de la mesa hecho un asco con helado por todos lados. Lejos de molestarme esto me causo gracia mí también, seguimos en silencio hasta que no puede aguantar más y le hice una pregunta que venía rondándome hace tiempo.
-¿Por qué lo haces?
-¿Qué? ¿Qué hago? – estaba confundido.
-¿Por qué lo haces? No siempre tienes porque tratarme mal y últimamente lo haces mucho, ¿Por qué lo haces?- las lagrimas empezaban a amenazar con salir.
-Si bueno, discúlpame por eso, pero es que… es que a veces te comportas de una manera que me hierve la sangre. Y aunque trato de ayudarte, tú no me dejas.
-pero es que tú, nadie puede ayudarme, ustedes no saben lo que es estar así –comencé a llorar- por más que traten, no pueden entenderme.
-Podríamos – me interrumpió- pero solo si tú nos dices como, Gustavo date cuenta de que todos queremos ayudarte, pero para eso necesitamos que tú te dejes ayudar, no llores por favor, no me gusta verte hacerlo. –pasó uno de sus dedo por mi mejilla para secar una lagrima.- esto es algo que no entiendo, estos horribles lentes, espero no incomodarte, pero si no puedes ver, ¿Para que los usas? ¿Sientes la luz? ¿Te molesta?
-No
-¿Entonces? ¿Por qué te ocultas detrás de ellos?
-Tengo miedo –no podía parar de llorar.
-¿Miedo? ¿De qué? –No respondí- Gustavo, por favor.
-Por mis ojos – comencé- desde que me dijeron que no podría ver más a causa del accidente, no sé, ni siquiera sé si aun están ahí o si me los sacaron. Las pocas veces que he intentado averiguarlo, cuando toco mis lentes me acuerdo de mi miedo y simplemente olvido lo que quería hacer. Al principio, cuando tenía las vendas, no los usaba, pero desde que me las quitaron no los he dejado, incluso he dormido con ellos para no tocarme en esa zona ni por error, el miedo es… Horrible, llegar a saber que no tengo nada ahí me aterroriza, por eso no dejo los lentes, miedo, tengo miedo Andrés.
-no tienes por qué tener miedo, yo puedo asegurarte que tus ojos siguen ahí. Y aunque no estuvieran… no tienes por qué temer.
-si tengo por qué tener miedo, ya no me sirven Andrés, ahora solo son dos cosas inservibles en mi cara, un recordatorio para mí y para los que me rodean de ese accidente.
-claro que sirven, sirven para –hizo una pausa- enamorar, tus ojos enamoran –hizo ademan de quitarme los lentes pero yo aparte la cara.
-Andrés… no.
-Gustavo por favor –no sé si fue el momento o su voz, pero deje que me quitara los lentes- ¡Menos mal si siguen aquí, sino esto sería muy incomodo! –Dijo en un intento fructífero de hacerme reír- aquí están, aquí siguen tus ojos, tus hermosos ojos color miel ¡aquí están! –Repitió- ¿Verdad que sus ojos son demasiado hermosos como para que los oculte por miedo detrás de estos horribles lentes oscuros? –le pregunto a la camarera en un momento que pasó cerca de nuestra mesa.
-Verdaderamente son unos ojos muy lindos, no deberías ocultarlos, aunque no puedas ver por ellos, deberías dejar que el mundo pueda verlos, Esos ojos no fueron hechos para esconderse. –dijo antes de seguir su camino.
-¡Hasta ella lo sabe! –Exclamó Andrés emocionado- no los uses más.
-no Andrés, no sé...
-“No se” nada. Así tenga que romperlos, no los usaras de nuevo.
-Andrés…
-Gustavo… no los uses, no te escondas más.
-Pero es que…
-“Pero es que…” ¡Nada! Prométeme que no los usaras mas, prométemelo.
-Andrés…
-Promételo.
-Está bien, lo prometo. –lo hizo de nuevo.
Muchisimas gracias por leerme, recuerden que en a-venezuelan-guy.tumblr.com pueden encontar el capitulo para descargarlo junto a un pequeño avance del siguiente.
Por favor, comenten y valoren. Su opinion es importante :)
¡Gracias!