Ver en la Obscuridad: Cap. 1

La vida puede ser graciosa e irónica en ocasiones, claro todo depende con los ojos que se mire – ojos, mirar, buen chiste-. A mis 17 años de edad yo podría ser llamado el hijo ejemplar: Calificaciones perfectas, ningún vicio, estudioso y responsable –aburrido según mis amigos y familia-.

Jueves, 15 de marzo

- ¿Cómo me pides que me calme? ¡Es mi hijo Marta! – Logró decir entre llantos luego de la insistencia de la mujer que le hablaba.

-Si, sé que es tu hijo Victoria, pero ponerte así no te hará bien ni a ti ni a él, si reacciona y tu estas así solo vas a preocuparlo más, trata de calmarte. – contesto su hermana tratando de parecer lo más calmada posible.

-Pero Marta, Él solo tiene 17 años, ¡DIESCISIETE! ¿Sabes lo difícil que será para él? – prosiguió la mujer entre lagrimas, esta vez con un tono de voz más alto, pero no lo suficiente como para gritar.

  • No te niego que será difícil, para él sobre todo, por eso mismo te pido que te calmes, en estos momentos Gustavo es nuestra prioridad, se que tú como su madre estas preocupada, yo también lo estoy, es mi sobrino.

-Sí pero, es mío, mi chiquito ¡mi hijo! ¿Cómo hago para decirle que sus hermosos ojos color miel…. Como hago para decirle que ya no podrá ver más por sus hermosos ojos color miel? ¡Dime! – terminó de decir rindiéndose ante el llanto.

-Trata de calmarte por favor, esto no te hace bien, tu hijo en estos momentos te necesita fuerte. Ten, tomate estas dos pastillas con este té, duerme un poco. Yo estaré al pendiente de lo que dicen los doctores, duerme tranquila yo me haré cargo de todo.

-Marta no puedo, es mi hijo. – contesto desconsolada.

-Lo sé, Victoria pero hazlo por él, descansa. Mañana vas a necesitar mucha energía cuando el despierte.

-Mamá hazle caso a la tía Marta – Dijeron sus dos hijas al Unísono- tienes que calmarte – prosiguió Diana, la mayor.

-Tómate las pastillas Victoria, por favor.

Viernes, 16 de marzo

-Mamá, ¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? ¿Por qué esta tan oscuro? No logro ver nada – la verdad me sentía como si me hubiesen pasado un camión por encima.

-Hijo… No puedo Marta, no puedo decírselo. Ayúdame Marta, por favor. Yo no puedo. –Escuché como a  mi mamá se le quebraba la voz mientras le hablaba a mi tía.

-Gustavo, mi amor, estamos en la clínica. Alberto, Rafael, Andrés y Tú tuvieron un accidente con el auto cuando venían de la fiesta de Adriana. Por culpa de un conductor imprudente Alberto chocó contra un poste de luz y…

-¿Cómo están los demás? ¿Cómo está Andrés? –Interrumpí a mi tía con verdadera preocupación.

-Ellos están bien, Rafael y Andrés estaban el puesto de atrás, solo resultaron con algunos golpes –Escuchar eso me tranquilizo un poco- Alberto se fracturo   el brazo izquierdo y tú, hay mi niño, tu venias en el puesto del copiloto y ahí fue donde ocurrió el impacto, tú te golpeaste mucho, el para brisas se rompió y… -hizo una pausa- los doctores dicen que hicieron lo que pudieron pero –otra pausa- tus ojos se vieron muy comprometidos –comenzó a llorar.

-¿Que… ¿Qué quiere decir con eso tía? –Pregunte preocupado, asustado.

  • Gustavo mi niño, sé que esto es difícil, pero tus ojos se vieron muy comprometidos en el accidente, los vidrios del para brisas, Gustavo… los doctores dicen que no podrás ver más. Gracias a dios estas vivo, pero perdiste la visión por el accidente. –Comenzó a llorar.

-Hijo –comenzó a decir mi madre al ver que no decía nada- entiendo que…

-¿Entenderme? ¿Puedes entenderme? ¿Y cómo es que puedes entenderme? El que está acostado aquí en esta camilla… ¡el que no puede ver soy yo! ¿Y tú puedes entenderme? Déjenme solo.

-Pero hijo, Gustavo – dijeron esta vez ambas, mi madre y mi tía.

-Déjenme solo, salgan de la habitación, DEJENME SOLO ¡Fuera!

Lunes, 19 de marzo

La vida puede ser graciosa e irónica en ocasiones, claro todo depende con los ojos que se mire – ojos, mirar, buen chiste-. A mis 17 años de edad yo podría ser llamado el hijo ejemplar: Calificaciones perfectas, ningún vicio, estudioso y responsable –aburrido según mis amigos y familia- era tan ejemplar que mi mamá y mis hermanas tenían confianza 100% en mi, jamás preguntaban a donde iba o con quien. El resto de mi familia era igual, muchas veces tenía que ir yo a hablar con mis tíos para que dejaran salir a mis primas/os y obviamente tenía que ir con ellos para que mis tíos estuvieran seguros que no harían ninguna locura.

El día del cumpleaños de Adriana, ya la fiesta estaba terminando y gran parte de los invitados se habían retirado, pero algunos miembros de mi familia –amigos cercanos de la cumpleañera- decidieron quedarse un rato mas, yo pensaba irme junto a mi mamá y hermanas pero ellas insistieron en que me quedara otro rato y que disfrutara junto a mis amigos. Al final nos quedamos Alberto –mi cuñado- Rafael y Andrés –mis primos- y yo en compañía de las personas que aun quedaban, todos estaban tomando excepto Alberto y yo, él porque tenía que manejar y yo porque no me gusta.

Cuando decidimos irnos y nos subimos al auto, Andrés escogió el puesto del copiloto, pero a los pocos minutos empezó a quejarse porque tenía sueño –efecto del alcohol- y adelante era incomodo dormir, entonces Alberto paro el auto en la orilla de la vía –por petición mía- para que Andrés y yo cambiáramos de lugares y así el pudiera recostarse mejor en la parte de atrás.

Íbamos por una larga avenida de dos canales en línea recta y a lo lejos vimos como una camioneta blanca con las luces altas venía haciendo zigzag por toda la vía y empezamos todos a reír de la cantidad de alcohol que debía tener la persona que manejaba esa camioneta en el cuerpo para estar haciendo eso. Cuando ya nos encontrábamos cerca, la persona en la camioneta empezó a conducir en línea recta y hacer un cambio de luces que ninguno de nosotros supo cómo interpretar por lo que empezamos a burlarnos nuevamente. En el momento en el que pusimos atención de nuevo en la camioneta ya era demasiado tarde, ya teníamos esas blancas –y extremadamente brillantes- luces encima, Alberto hizo un movimiento rápido con el volante para evitar chocar con la camioneta sin darse cuenta del poste de luz que estaba a escasos 2 metros más adelante en la orilla de la solitaria arteria vial.

···

Este es mi cuarto día en esta habitación, no entiendo el por qué aun estoy aquí, no hay razón, bueno si, todavía a la clínica le queda plata que cobrarle al seguro, esa es la única – y verdadera- razón para que yo esté aquí todavía. Ya son 4 días en esta oscuridad, una oscuridad que solo perder la vista te puede ofrecer, no he hablado con nadie salvo las enfermeras y aquella corta conversación con mi madre y mi tía días atrás, no he querido hablar  más con ellas ni con nadie más de mi familia pero sé que me han visitado por los mínimos ruidos de la puerta al abrir y cerrar, además del sonido de su respiración y el de su ropa cuando se mueven, no quiero ser grosero con ellos, sé que están preocupados por mí, pero soy yo el que está ciego y por más que ellos digan que sí, yo se que ellos nunca podrán entenderme.

Todos intentaron hacerme hablar, pero decidieron permanecer en silencio luego de ver sus intentos fallar. La única vez que le hable a mi mamá fue para decirle que dejara de colocar flores al lado de mi cama, eso me molesta de sobremanera. Estoy ciego, no muerto y las flores son para estos últimos. El único “Ramo” que agradecí fue uno de Deco-Frutas que me  trajo Andrés ayer, supe que era él porque  aunque no estaba permitido usar perfume dentro de la instalaciones de la clínica, tenia tanto tiempo usando la misma fragancia que era ya como su olor natural, además solo el sabia que me encantaban esos arreglos “florales” hechos con frutas. Aunque traté, no pude estar indiferente a su gesto, no le dije nada el rato que estuvo en la habitación conmigo, pero cuando se iba –casi 30 minutos después- no pude evitar pronunciar un pequeño pero muy claro “-Gracias”, estuvo un minuto parado junto a la puerta, esta vez fue él quien decidió no hablar, pero estoy casi seguro que antes de salir colocó en su cara esa sonrisa –torcida- de medio lado antes de exhalar por la nariz y posteriormente salir, dejándome nuevamente solo.

Martes, 20 de marzo de 2012.

-¡Bienvenido a casa! -  dijeron mi mamá y mis hermanas apenas abrieron la puerta de esta, a pesar de no ver nada pude reconocer que era mi casa por el característico olor a lavanda que todo el mundo odia pero que a mi mamá le encanta y por eso compra ambientadores con ese desagradable aroma.

-Mis tíos y los muchachos preguntaron si podían venirte a visitar hoy, querían verte –no pudo usar otra palabra- apenas llegaras, pero les dije que vinieran más tarde porque supongo que quieres cambiarte de ropa y quitarte ese olor a hospital – al fin estábamos de acuerdo en algo en estos últimos días- como sea, llegan como en dos horas.

-Gracias Diana. –le contesté sin muchas ganas tomándola desprevenida enseguida me devolvió un “-¿Ah?” sorprendida porque le había contestado.- Gracias. –Repetí más fuerte y calmado.

-¿Necesitas que te ayude a llegar al cuarto? – Preguntó esta vez Damaris, mi otra hermana, con voz excesivamente compasiva.

-No, gracias –Dije tratando de no parecer grosero- quiero intentarlo yo solo, cualquier cosa te aviso, pero déjame hacerlo solo.

-Está bien, cualquier cosa das un grito y cualquiera de nosotras sale a ver qué pasa, yo estaré en la cocina con mamá.

Estuve unos minutos parado fijo, no me moví tratando de hacer un mapa de mi casa en mi cabeza, tratando de recordar la posición exacta de los muebles y fue entonces cuando termine de imaginarme el mapa que empecé a caminar, muy lentamente. Caminaba con los brazos extendidos hacia adelante tratando de evitar cualquier posible choque y aunque en los primeros 8 pasos –los conté- funcionó, cuando di el 9no me di un golpe en la pierna con una silla y a continuación escuche como un florero que tenía mi mamá en una mesa cercana a esta  cayó al piso, rompiéndose en gran cantidad de pedazos.

-¿Qué pasó? – escuché gritar a mi mama mientras ella y mis hermanas salieron en carreras hasta donde me encontraba.

-Gustavo ¿Qué hiciste? Ay que reguera. –dijo Damaris.

-Me tropecé –Dije tratando de disimular la rabia, vergüenza y tristeza que sentí por mi mismo en ese momento- ¿Quién dejo esta silla aquí?

-No sé, pero tienes que tener cuidado Gustavo, presta atención al caminar. –prefiero creer que esto lo dijo inconscientemente, pero de igual forma no pude contenerme y explotar en mi respuesta.

-¿Qué preste atención? ¿Yo soy el que tiene que prestar atención? Te aseguro que no fui yo quien dejo esa silla ahí por el simple hecho de que no me dio la maldita gana de colocarla en su sitio. ¿Te molesta el desastre? No me importa, aquí tienes más que limpiar – le di una patada a la silla- ¡No me toques! –Dije cuando note una mano en mi antebrazo- déjenme en paz- dije mientras sacudía mi brazo y empezaba a caminar nuevamente a mi cuarto, tenía un miedo horrible de no encontrar la puerta del cuarto y tener que pedir ayuda pero después de pasar mi mano por toda la pared por unos minutos encontré la manija. -¡Aaaa! Maldita sea- grite molesto cuando me caí por tropezarme con la silla de la computadora que alguien había movido, yo jamás dejo la silla lejos de la mesa.

-¿Qué paso? –grito dial al otro lado de la puerta.

-Nada, me tropecé. Porque alguien entro a mi cuarto y movió mis cosas – me levanté, debía estar a tres pasos de la cama – y dile a mis tíos que no vengan, no quiero hablar con nadie y mucho menos quiero que me vean así, parezco un estúpido con esta venda en la cara.

-No hables así Gustavo…

-¡Nada! Diles que no vengan o hablen ustedes con ellos pero a mí no me molesten.

-Gustavo…

-¡Cállate! No me hablen, déjenme solo.

No se cuanto tiempo estuve tirado en la cama, pero en algún momento escuche que alguien entro a la habitación y no dijo nada solo se sentó en una orilla de la cama junto a mí, no me habló, no me tocó, no hizo absolutamente nada. Mientras estuvo ahí conmigo, yo ni siquiera me moví, solo seguí con mi cara hundida en la almohada. Estuvo conmigo un lapso de dos horas aproximadamente en absoluta quietud, cuando se levanto para irse tampoco dijo nada, no supe quien era hasta que lo escuche hablar con Diana en la sala. “-Me despides de mi tía, yo voy a tratar de venir mañana aunque de verdad no creo poder, esta semana tengo demasiado trabajo en la oficina y salgo tarde directo al apartamento.” Fue ahí cuando supe quien era: Andrés.


¡Hola! gracias por llegar hasta aqui, este es el primer capitulo de una pequeña historia que estoy comenzando a escribir, me disculpo por la falta de sexo, se que es una pagina de contenido erotico, pero por los momentos no habra sexo.

Espero que les guste y que por favor me comenten y valoren para saber sus opiniones y asi mejorar mi redaccion.

Tambien los invito a visitar mi TUMBLR ( http://a-venezuelan-guy.tumblr.com/ ) ahi encontraran los capitulos que subire poco a poco, cada capitulo contara con un pequeño avance del siguiente. Ademas encontraran otras cosas que podrian interesarles.

Gracias.